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Capítulo 20: "Más prácticas con el tío Nathaniel"

Nathaniel esparció el polvo verdoso, conocido como ceniza de Fermus, sobre la brillante brecha en el suelo de roca. Habían descendido a uno de los niveles más bajos de Kósmos para evitar que más vampiros, o cualquier otra criatura, saliera de aquella abertura, la cual, empezó a apagarse y cerrarse.

   —¿Y cuánto durará el efecto? —preguntó Nathaniel a los tres vampiros, quienes observaban todo, descansando en las paredes.

   —El problema no es su reapertura, el problema es que otra nazca —respondió Nesferatu, logrando que lo miraran esperando una explicación. —Hay problemas en este mundo, que ni nosotros pudimos encontrar el origen. Pueden aparecer en cualquier parte de Groberville, en cualquier momento. Aunque, los lugares más recurrentes de sus apariciones, son estos niveles. No hay de qué preocuparse. Nosotros nos encargaremos de cuidar que no vuelva a suceder.

   —¿Y por qué no la cerraron antes?

   —Teníamos hambre... —se excusó Ravnos.

  Un silencio incómodo se formó entre los presentes, para ser exactos, en Nathaniel, Drake, Noah y Peyton. Por un momento habían olvidado que ellos también debían alimentarse, y si aquello calmaba sus ansias, evitando que los lastimen a ellos o a alguien más, no iban a interponerse.

   Desde el momento en que Noah se había enterado de lo que era y quién residía en su sangre, no pudo dejar de pensar en las consecuencias que traía consigo. Y cuando él tenía una duda, era casi imposible que pudiera guardársela. Su mente no lo dejaría tranquilo.

   —¿Y si quisiera detener la maldición?

   Su pregunta consiguió todas las miradas sobre él.

   —¿Y si no quisiera heredarle a nadie más esta maldición? Si tuviera un hijo, no querría que le suceda lo mismo que a mí. ¿Cómo lo detengo para siempre?

   —Tu caso es muy particular... —dijo Nesferatu avanzando en las paredes sin dejar de mirarlo. —Si tu primogénito heredara el gen sobrenatural como mimetista, Zalein podría ser absorbido y obligado a ser parte de él. Dejándote libre. Pero, si tu primogénito nace humano, Zalein se quedaría contigo. Podría morir contigo.

   —¿Y si no qué? Zalein volvería —dijo Nathaniel. —El lilim más poderoso de todos caminaría sobre la tierra otra vez, ¿y ustedes quieren pensar en la mejor posibilidad de la que ni siquiera están seguros? —pasó una mano sobre su rostro con exasperación. —¿Qué podríamos hacer? ¿un exorcismo?

   —Zalein no solo está atado a su alma, también vive en cada célula de su cuerpo...

   —Expulsarlo demandaría de energía más poderosa que él, y tendrían que conseguir a quienes puedan manejarla...

   —Ravnos, parece que hablas de la fantasía del corazón puro. No llenes sus pobres mentes con falsas ilusiones...

   —¿Corazón puro? —interrogó Noah.

   —La esencia de un ángel. Contenida en el corazón de una persona. Podría ser cualquiera. Solo existe uno a la vez. Y al encontrarla, tendrían la energía suficiente para destruir a Zalein...

   —Nunca tuvimos prueba de su existencia —intervino Nesferatu. —Las brujas nunca lograron localizarlo. Ni siquiera con magia negra, y llegar a ese punto ya era arriesgar sus vidas.

   —En nuestra biblioteca, pueden encontrar bocetos de cómo luce...

   —Como se supone que luce... —corrigió Nesferatu.

   —Permítanme guiarlos, puede ser confuso... —se ofreció Ravnos, ignorando el pesimismo de su compañero.

   —¿No es hacia allá? —preguntó Drake, señalando la dirección opuesta a la que se dirigía Ravnos.

   —La biblioteca que visitaron ustedes es la principal. Hay archivos que no podíamos dejar a la vista para los soldados en entrenamiento. Según Nesferatu, fantasías.

   Nesferatu soltó un gruñido.

   —¿Aquí entrenaban a los soldados? —preguntó Peyton.

   Según les contaron, cientos de años atrás, en Kósmos, prepararon a los soldados para luchar contra las criaturas sobrenaturales, y velar porque reine la paz entre todos. Incluía tanto a los Soldados de Dios, como a los Soldados de la iglesia, que provenían de cualquier parte del mundo. Por esto mismo, tenían muchas bibliotecas, donde toda la información estaba traducida en todos los idiomas para así poder instruir sin limitaciones.

   Debido a las exigencias de todo el proceso de aprendizaje, tenían una habitación propia para vivir ahí mismo, en las áreas designadas para los alumnos.

   La preparación duraba desde que eran escogidos a los quince años, hasta que cumplían la mayoría de edad, o en casos excepcionales, cuando ya creían que estuvieran listos para las misiones.

   Los sacerdotes y soldados con experiencia, les enseñaban todo lo necesario en teoría del mundo sobrenatural, así como también a defenderse.

   Tenían cursos especiales para el entrenamiento de los soldados de Dios, debido a que, eran más fuertes y rápidos que los demás. Y, por si fuera poco, organizaban olimpiadas anuales, donde probaban quiénes eran los alumnos más destacados. Separando a las dos clases de Soldados por razones ya dichas. Además de reconocimiento, los premios iban desde nuevas armaduras y herramientas de pelea, hasta puestos asegurados para cuando se graduaran.

   Con cada parte de la historia, Peyton abría cada vez más la boca por la impresión. Se imaginó lo grandioso que habría sido asistir a clases en esos tiempos, y conocer a otros chicos como ella. Pero, al mismo tiempo, no podía eliminar de su memoria cómo es que llegaron hasta al punto de la extinción.

   Cuando regresaron a los niveles superiores, fueron conducidos por Ravnos a la biblioteca de los sacerdotes, la cual, se trataba de una cueva con estanterías incluso más antiguas que las que encontraron en la biblioteca principal. Tenía telas de araña en casi todo el lugar, y debido a la falta de iluminación, tuvieron que usar sus linternas para observar el manuscrito sobre la mesa circular.

   Apenas Noah vio la imagen en el papiro, por instinto, se acercó aún más. Estaba sorprendido. Esperaba no estar alucinando.

   —¿Por qué dijeron que no existe? —preguntó mirando a los tres vampiros. —Yo lo he visto.

   —Eso no es posible —dijo Nesferatu con un tono burlón.

   —Claro que sí. Lo vi... abajo, luego de lo que sea que hayamos visto en esas habitaciones...

   —¿Te refieres a los cuartos de pánico? —preguntó Ravnos.

   —Sí, supongo que esos son... ¿por qué?

   —Los cuartos de pánico servían como parte del entrenamiento de los soldados. Y también como tortura para aquellos de los que necesitáramos respuestas —respondió Malakavs. —Juegan con tu mente y te muestran todos tus miedos, desde los más sencillos, hasta los más profundos, dependiendo de cuánto tiempo puedas soportar ahí dentro.

   —Eso explica mucho... —dijo Peyton recordando lo que había vivido hace poco.

   —Pero, nadie puede temerle a algo que no conoce, no es lógico —dijo Noah recordando su mano temblorosa. —No era parte de mis miedos. Es el miedo de Zalein... Y si a él le asusta el corazón puro, es porque existe.

   Los tres vampiros se miraron entre sí.

   —Eso es bueno, ¿no es así? —dijo Drake. —Ahora podemos matarlo.

   —Como dije, deberán encontrar brujas o hechiceros lo suficientemente fuertes para no morir en el intento...

   —Se los digo porque estuvieron encerrados aquí abajo por quién sabe cuánto —dijo Nathaniel. —La magia no se practica desde hace siglos. Las brujas se extinguieron. Gracias a ustedes.

   —Podrían utilizar las rocas de Magda —dijo Ravnos, desplazándose por las paredes hasta llegar a un estante, donde abrió un cajón, usando solo dos de sus garras, por lo pequeño que era para él. Sacó algo, que no pudieron ver, debido a sus gigantescas manos, y volvió a acercarse a Noah, para entregárselas. Eran cuatro piedras negras hexagonales, con un símbolo por cada lado. —Los signos se encenderán cuando encuentren a una bruja o hechicero. Detectará su magia.

—Entonces, encontrar brujas será el primer paso para terminar con la maldición... —dijo Noah con la esperanza brillando en sus ojos.

—Tendremos que buscar en cada parte del mundo —dijo Peyton.

—Podemos empezar aquí, ya sospecho de algunas personas... —añadió Drake.

—Deténganse ahí, Scooby Doo —dijo Nathaniel ganándose las miradas de todos. —Un grupo inexperimentado de niños de trece años no va a hacer nada de eso, ¿entendido?

—¡Podrías enseñarnos! —exclamó Peyton.

—Eso podría ayudar mucho... —dijo Noah.

—Por el amor a Dios... —dijo Nathaniel con tono cansado.



***


  —Tiene algo de sentido ahora... —dijo Drake, caminando junto a Noah, Peyton y Nathaniel, por los pasillos de Kósmos. Se dirigían a la salida.

   —¿Qué? —interrogó Noah.

   —Cuando me pediste que no se lo contara a nadie más, no lo hice. Sentía que era lo correcto...

   —Tienes razón... —concordó Noah. —Y cuando te pedí que nos ayudaras esa noche, en la casa de... en la casa blanca. Nos defendiste.

   —Sí... —afirmó Drake. —¡Oh! Y cuando me dijiste que debía disculparme con Peyton.

   —¿Tú le dijiste qué? ¡por eso te fuiste! —exclamó Peyton dándole a Noah un manotazo en el hombro.

   —Él quería un consejo y yo...

   —Esperen, —detuvo Drake —¿eso significa que todo este tiempo no intenté ser una buena persona, y solo estaba siguiendo tus órdenes?

   —Sí, exacto. Tú mismo lo has dicho —se burló Peyton, al mismo tiempo que Noah lo negó para reconfortarlo, aunque, en realidad, la explicación no le parecía tan descabellada.

   Retornaron a la zona urbana de Groberville, por medio del tren de vapor, para luego ir en el auto de Nathaniel, a las casas de cada uno.

   Acordaron descansar y meditar toda la información recibida hasta ahora. Había sido demasiado para todos.

   —¿Tío Nate? —nombró Peyton deteniéndose en el marco de la puerta de la habitación de Nathaniel, quien estaba sentado en su cama, alistando y limpiando algunas de las armas que sacaba de su mochila. A pesar de que Jony compartiera su habitación con él, aún continuaba en el campamento y Caledia había salido con su grupo de amigas, así que no tenían ningún problema en que alguien escuchara su conversación. 

   —¿Sí?

   —¿Nuestra familia alguna vez cazó a quien no lo merecía? —preguntó sin rodeos, caminando con lentitud.

   —¿Todo en orden?

   —No... —respondió con honestidad. Tomó asiento en la cama de Jony y resopló. —No estoy segura de si quiero seguir siendo una soldado. No es algo de lo que me pueda sentir orgullosa ahora. La parte del entrenamiento, las misiones, fue lo más asombroso que he escuchado en mi vida... Pero, lo que me llevó hasta los cuartos de pánico, fue un fantasma. El fantasma de una criatura que torturaron y cazaron injustamente. Es obvio que sabía lo que soy, por eso lo hizo. Porque soy igual a quienes lo llevaron ahí. Solo... mira cómo terminó parte de nuestra familia. ¿Acaso ellos cazaron inocentes? ¿Alguna vez tú tuviste que hacerlo?

   —Escucha, Toni... —empezó Nathaniel, dejando a un lado sus cosas y prestando su completa atención hacia ella. —Lo que hicieron los soldados en el pasado, lo sé... fue horrible, pero eso no te convierte en uno de ellos. Así de sencillo, tú no eres ellos. Solo tienes quince años, y no eres parte de esa historia. Aún puedes decidir en quién quieres convertirte. En lo poco que tuvieron razón esos bastardos, es que, eres prueba del perdón de Dios. Fuiste elegida para crear un nuevo inicio, uno mejor. —se puso de pie y se sentó a su lado. Exhaló para luego continuar —Y, si te hace sentir mejor, solo he cazado criaturas que amenazaban pueblos pequeños. Sobre nuestra familia... solo nos enseñaron a pelear. En nuestra época, todo ya estaba hecho. Solo nos quedaba defendernos.

   Peyton asintió. Se sentía mejor.

   —Míranos ahora, estamos haciendo una diferencia. Estamos ayudando a tu novio.

   —¡Noah no es mi novio!

   —Claro que no —dijo Nathaniel, revolviéndole el cabello con una sonrisa en el rostro.

   Al día siguiente, iniciaron su camino hacia el estadio central de Kósmos, donde según Ravnos, podrían practicar utilizando sus habilidades, sin causar ningún daño. Esto les dio la oportunidad de darse cuenta que, había muchas más habitaciones de las que creían, incluso puertas que no pudieron abrir ni con la fuerza de Peyton.

   Las entradas al estadio, eran cuarenta y ocho. Se trataban de curvas de gran altura, no contaban con ninguna puerta, y desde ahí empezaban las gradas que descendían, cincuenta escalones, hasta la arena en el centro.

   El lugar era inmenso, con dimensiones de al menos setenta, y cincuenta kilómetros cuadrados. Como era de esperarse, los alrededores eran de roca. Los asientos en las gradas, estaban hechos de mármol, y estaban ordenados elípticamente, de modo que rodeaban y formaban todo el estadio.

   A pesar de presenciar esta magnífica estructura, lo que más sorprendió a los presentes fue que la luz del día entraba por donde faltaba el techo, ya que, sin ningún esfuerzo, podían ver el cielo. Vieron algunas aves volar. Era increíble. ¿Cómo era posible? Daba la impresión de que estuvieran a escasos metros en el subsuelo, cuando en realidad, eran kilómetros.

   —Quiero intentar algo —dijo Peyton, una vez que todos bajaron hasta llegar a la arena. Se agachó para recoger una pequeña piedra del suelo. Al erguirse de nuevo, la lanzó hacia el techo. Creyó que saldría expedido al exterior; sin embargo, rebotó, resonando por el golpe y regresó al suelo, cayendo hacia otro lado.

   —Me pregunto si se trata de algún hechizo... —dijo Noah.

   —Entonces, no podemos salir por ahí, ¿eh? —dijo Drake mirando hacia arriba. —Bien. Mi turno para intentar algo... —posicionó ambas manos alrededor de su boca y luego gritó: ¡Eco!

   Su voz se repitió unas cuantas veces más hasta desvanecerse.

   —Qué creativo... —se burló Peyton, cruzándose de brazos.

   —¡A Peyton le gusta Drake! —volvió a gritar, y su voz tuvo el mismo efecto repetitivo. —¿Qué tal eso? —interrogó con una mueca coqueta hacia la pelirroja, quien solo rodó los ojos.

   Noah rio sin poder evitarlo, pero eso se terminó cuando sintió la mirada seria de Peyton sobre él.

   —¡Noah usa tanga en verano! —exclamó Drake con las manos rodeando su boca. Sus palabras resonaron en todo el estadio.

   Esta vez, quien soltó una fuerte carcajada, fue Peyton.

   Noah apretó los labios creyendo que ya no era gracioso.

   Drake giró con una sonrisa hacia Nathaniel, quien los observaba a los tres con seriedad.

   —A ti... te respeto... —dijo Drake para aclarar que no haría ninguna broma sobre él.

    En un rincón del estadio, encontraron varios baúles de madera. Al abrirlos, se encontraron con numerosas armas, entre ellas: espadas, arcos, ballestas, lanzas, mazos, mazas de cadenas y hachas.

   —Oh sí... —dijo Drake tomando una ballesta y jugando con ella, fingiendo que iba a disparar hacia algún lado, pero en realidad, nadie corría peligro, ya que ni siquiera tenía flechas.

   —¿No será un poco riesgoso practicar con todo esto? —preguntó Noah.

   —¡Será divertido! —exclamaron Peyton y Drake al mismo tiempo. Se miraron unos segundos por lo extraño de aquel momento.

   —Peyton está casi lista para usarlas, —dijo Nathaniel —con ustedes empezaremos desde cero.

   —¡Mira esto! —exclamó Drake acercándose a otro de los baúles. Sacó un hacha de mayor tamaño que los anteriores vistos. Tuvo que sujetarla con ambas manos por el peso que tenía. El mango no era de madera como el resto, era de oro, y tenía decorados que sujetaban de manera firme la cabeza de la cuchilla.

   —Genial... —admiró Peyton acercándose. El instante en que tocó el hacha, las ramificaciones que parecían solo decoración, brillaron. Era una luz blanca, similares a las del árbol resplandeciente. Alejó su mano y retrocedió.

   Todos miraron el arma con sorpresa.

   —¿Cómo lo hiciste? —preguntó ella.

   —¿Cómo lo hiciste ? —dijo Drake elevando un poco la voz en el "tú".

   Drake le entregó el hacha.

   El arma volvió a iluminarse con el tacto de Peyton, quien la tomó con una sola mano sin ningún problema. Parecía tener el balance perfecto.

   —¿Y por qué creen que ocurra eso? —interrogó Noah.

   —Podríamos preguntarles a Rábanos y a Nefertiti —propuso Drake, refiriéndose a los vampiros.

   —Estoy... seguro de que esos no eran sus nombres, —dijo Noah —y eran tres...

   —Sí, lo sé —respondió Drake restándole importancia.

   —Les enseñaré a usarlas. Voy a entrenarlos —dijo Nathaniel. —Pero antes de iniciar, debemos hacer algo importante...

   Noah miró a Nathaniel con curiosidad, mientras Peyton y Drake sonrieron y asintieron emocionados. De seguro harían algo emocionante. ¿Esto siquiera podía ponerse mejor?

   El agua combinada con detergente y otros desinfectantes fue vertida en el suelo sobre las manchas de sangre afuera de la biblioteca principal.

   —¿Saben? Cuando el tío Nate dijo que haríamos algo importante, creí que se refería a... no sé, explorar todo este santuario secreto, buscar armaduras, descubrir un agujero sin fondo... No limpiar el pasadizo —se quejó trapeando, para quitar las manchas de sangre.

   —Es un poco decepcionante, lo admito —aceptó Noah trapeando a su lado. Nunca había hecho algo como eso. Ni una sola vez en su vida. Aunque por dentro, estaba un poco contento por aprender algo nuevo.

   —Sí, bueno, ¿quieren intercambiar de trabajo? —dijo Drake cargando otro de los pedazos de cuerpo de vampiro y caminando hasta una habitación vacía, donde habían cavado una fosa. Lo colocó sobre la pila de restos. El olor era insoportable. Hizo una mueca de asco cuando notó que le había salpicado un líquido de procedencia dudosa sobre la camiseta. Regresó hasta los pasadizos intentando no pensar en qué podría ser esa sustancia. —Solo espero que tu tío nos diga que al final todo esto fue parte de nuestro entrenamiento Kung Fu.

  Peyton rio.

   —Encera, mano derecha. Pule, mano izquierda, —dijo Peyton moviendo las manos —Encerar, pulir.

   Noah y Drake rieron.

   —Creo que esto servirá —avisó Nathaniel, yendo hasta la fosa, con un pequeño galón de gasolina. Ayudó a Drake a colocar los últimos pedazos de vampiro sobre la montaña, y regó el líquido, esparciéndolo en cada lado para cubrir todo lo posible.

   —Si nadie tiene un fósforo... —dijo Peyton entrando y señaló a Noah.

   —Oh, claro —dijo Noah yendo hasta la fosa. No tenía puestos los guantes debido a la limpieza en la que estuvieron ocupados, así que solo levantó su mano hacia la montaña. Su palma empezó a emanar calor, hasta que se convirtió en fuego azul, el cual se expandió con rapidez sobre cada pedazo de resto. Hizo una corta mueca de dolor al sentir las heridas volviéndose a abrir. Cubrió su mano con la otra.

   —Bien... —dijo Nathaniel notando lo que había sucedido. —Eso es algo en lo que también vamos a tener que trabajar.

   Según les habían explicado los vampiros, el hacha que brillaba, al igual que otras armas, fueron fabricadas especialmente para los soldados de Dios. Debido a las cualidades que poseía, la energía de los soldados se expandía en el arma, para volverse más resistente, rápida y eficaz que las comunes.

   Lamentablemente, no tuvieron una respuesta concreta de cuáles fueron las criaturas a las que Zalein había absorbido para ser más poderoso y por ende saber qué habilidades podría poseer Noah. Así que, solo quedaba descubrirlas con el tiempo.

   Como Nathaniel les había dicho, si querían llegar a defenderse con éxito, debían lograr ser expertos en al menos una forma. Con esto se refería a que debían ser los mejores en la herramienta o habilidad que escogieran practicar más. Un ejemplo claro, era él mismo, era muy poco probable que se equivocara al disparar hacia algún objetivo, eso era lo suyo. Así fue como, muy aparte de la defensa en general, Noah tuvo que esforzarse más en controlar sus habilidades especiales, Peyton escogió usar el hacha, y Drake se decidió por la espada.

   Nathaniel tenía la hipótesis de que, Noah estaba sobrepasando su límite al usar el fuego, por esto, le pidió que intentara quemar cosas más pequeñas y sencillas. Como lo fue, una pluma, la cual fue consumida en segundos sobre la palma del muchacho. También se dieron cuenta que, debía tocar directamente los objetos que quería quemar, para evitar usar demasiada energía y también que sus heridas sangraran. En cuanto a su habilidad para empujar cosas con su mente, casi considerada como telekinesia; al primer intento, logró que Drake saliera volando hacia atrás, y que Peyton retrocediera solo unos cuantos pasos. Terminó disculpándose con ambos. Al sentir unos cuantos dolores de cabeza y mareos, decidió utilizar menos potencia. En cuestión de semanas, lo consiguieron. Noah supo hasta dónde podía llegar sin lastimarse. Ya no se sentía atemorizado por lo que hacía. Ahora podía darles un buen uso al defenderse.

   Practicaron desde horas muy tempranas en el estadio, hasta la hora de almuerzo. En esto último no tenían ningún problema, como ya se estaba haciendo costumbre, Nathaniel llevaba en su mochila lo que la abuela Margaret preparaba para los cuatro. Y siendo honestos, era mucha comida. Quedaban más que satisfechos.

   Incluso cuando Peyton ya tenía más experiencia en el entrenamiento, a veces se quedaba dormida en las gradas mientras Drake y Noah corrían o competían entre ellos.

   —¿Entendí mal o es que los soldados de Dios deberían ser más resistentes que los humanos? —preguntó Noah, trotando junto a Drake para llegar hasta Peyton, quien le indicó que no hablara más, con un dedo sobre sus labios, y con los ojos aún cerrados. —No estoy sorprendido, pero, ¿el durazno no debió curar su cansancio?

   —Mi sobrina sufre de algo llamado, pereza. Dios no puede curar la pereza, solo tú mismo. Vamos, levántate, Toni...

  Peyton soltó un quejido, pero aun así tomó la mano de Nathaniel aún adormilada.

   Para cuando terminó el mes, habían leído algunos libros de la biblioteca para complementar sus conocimientos sobre las criaturas, lo que sirvió mucho para alejar a los fantasmas que podían encontrarse en Kósmos, y que molestaban a la pelirroja con frecuencia.

   Peyton logró lanzar el hacha hacia el objetivo de madera, justo en el centro. Y en comparación a la primera vez que lo había intentado, en la que, el mango había chocado contra la madera y rebotado hacia ellos, por lo que tuvieron que lanzarse al suelo para esquivarla; fue una victoria.

   Era mediodía, y el clima era soleado. Las personas que habían viajado por el tiempo de verano, ya estaban de regreso en Groberville.

   Noah tocó el timbre de la casa de Peyton y esperó junto a Drake poco menos de un minuto para que alguien abriera la puerta.

   —Hola, Noah —saludó Caledia —Drake... —lo miró unos segundos con una media sonrisa. Esto incomodó un poco a Drake, quien solo asintió con la cabeza.

   —Hola, Cali —saludó Noah. —¿Podemos...

   —Oye, Noah, escapa mientras puedas... —dijo Jony apareciendo al lado de su melliza. No lucía nada bien. Colocó un puño sobre su boca, parecía estar al borde del vómito.

   —¿Qué sucede, Jony? —preguntó Noah con preocupación.

   —El remedio de la abuela, es hoy —dijo Caledia abriendo más la puerta. Vieron a la abuela Margaret caminando por la cocina. El abuelo Roger, Nathaniel y Peyton estaban sentados en la mesa de la sala con un vaso vacío en frente para cada uno.

   —Oh no... —musitó Noah. —Creo que mejor venimos otro día...

   —¡Noah! ¡Drake! —exclamó Peyton con una sonrisa. —¡Pasen! ¡Mira, abuela! ¡Noah quería huir!

   —No... no es cierto... —negó Noah, entrando con nerviosismo. 

   —¿Qué es tan malo? —preguntó Drake en voz baja, mientras llegaban hasta la sala.

   —Ya verás... —susurró Noah.

   Todos los presentes los saludaron con algo de sufrimiento en el rostro.

   —Tomen asiento, por favor —pidió la abuela Margaret con amabilidad. Así lo hicieron, Noah se sentó entre Peyton y Drake.

   —¿Sabías que esto era hoy, y nos llamaste? —preguntó Noah casi en un susurro.

   —No, claro que no... —negó Peyton con seriedad, luego empezó a reír. —Claro que sabía. ¿Por qué querría sufrir sola cuando hay dos tontos con quienes compartir mi sufrimiento? No seas iluso, Noah.

   —Sigo preguntándome qué es tan malo —dijo Drake.

   —Eso... —señaló Jony sentado frente a él.

   La abuela Margaret llegó con una jarra llena de un líquido verde, el cual sirvió en cada uno de los vasos hasta el tope.

   —Ya saben que no quiero que dejen una sola gota —advirtió y se sentó en la mesa. —Oh, claro. ¿Drake, cierto? —miró al muchacho, quien asintió —Es mi receta secreta. La tomamos al menos tres veces al mes. Escojo cualquier día, para que nadie pueda escaparse —contó con humor. —Sirve para limpiar el organismo de cualquier exceso de azúcar o grasa. Es muy bueno, no te preocupes —sonrió.

   —Soy el más valiente, acabaré primero —dijo Jony, tomando el vaso y bebiendo hasta la mitad. No pudo más y volvió a dejar el vaso. Se recostó sobre la mesa, como si estuviera agotado —Me siento demasiado saludable, alguien lánceme algo frito.

   —Tonterías —dijo el abuelo Roger. Bebió lo más antes posible hasta terminarlo, y luego pidió permiso para ir a recostarse a su cama.

   —Pues, no estuvo tan mal —dijo Drake. Los restantes giraron a verlo con asombro, tenía el vaso completamente vacío. —He estado cuidando mejor mi organismo...

   Esto era cierto. Cuando Nathaniel lo atrapó abriendo una lata de cerveza en Kósmos, se la quitó y le aconsejó que debería preocuparse más por su salud. Le explicó que los entrenamientos iban a necesitar de un mejor cuidado, y que, si quería entrar a la universidad siendo un buen deportista, debía tomárselo en serio desde ahora. Y claro, luego se bebió la cerveza delante de él y la disfrutó, pero al menos evitó que un menor de edad lo hiciera.

   Una vez que todos terminaron de beber la receta secreta de la abuela, se retiraron para continuar con sus quehaceres del día. Esto dejó a Noah, Peyton y Drake solos.

   —Bueno, —empezó Peyton —desde que Noah es tan saludable como una lechuga, y no morimos con la receta secreta de la abuela, me permití comprar algo.

   —¿Qué es? —preguntó Noah.

   —Ya vengo... —dijo levantándose con rapidez. Fue a la cocina y para cuando regresó, traía consigo un tazón lleno de malvaviscos de varios colores. —Por fin compré "La Purga" en Blu-ray, y luego podemos ver "Bajo la misma estrella".

   Noah recibió el tazón de dulces y probó uno. Sus ojos se abrieron un poco más al saborear uno de los sabores más agradables que había probado. Continuó comiendo con ganas.

   —Espera, ¿vamos a ver "Bajo la misma estrella"? Eso es para niñas...  —dijo Drake.

   —Isi is piri niñis —remedó Peyton con un tono agudo, mientras caminaba hasta el televisor para luego encenderlo. —Noah quería verla.

   —No...  —negó Noah con algunos malvaviscos en su boca.

   Cuando la primera película empezó, los tres se sentaron en el sillón frente al televisor. Peyton y Drake comieron solo unos cuantos dulces, ya que se habían convertido en los favoritos de Noah. Al finalizar ambas películas, Peyton estaba de cabeza mirando a la pantalla, Noah limpiaba una lágrima de su mejilla de manera sutil, y Drake se tapaba la boca con asombro por la última escena.


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