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Capítulo 15: "El wendigo"

Si antes la culpa consumía a Noah, ahora se sentía cien veces peor. Había asesinado a John. Quizás no lo hizo con sus propias manos, pero estaba seguro que había sido él quien lo empujó. No sabía el porqué de sus habilidades, no sabía si era algo más o menos que un humano. Solo sabía que aquella fuerza que envió a John a convertirse en carnada de sirenas, había emergido de él. ¿Y si Peyton y Drake ya lo habían notado? No, no podía ser. Seguían descansando en el suelo con tranquilidad. Ninguno se había atrevido a hablar sobre lo recién ocurrido. ¿Cómo culparlos? Aún necesitaban un poco de tiempo para procesar la masacre que presenciaron hace menos de una hora.

Y ahora, nuevas preguntas aparecían en la mente de Noah. ¿Cómo fue posible que Peyton peleara con tanta agilidad contra John, Mario y Chuck? Sí le contó sobre sus nuevas clases de defensa personal con su tío Nathaniel. Y no lo negaba, había sido impresionante. Sobre todo, cuando su mejor amiga nunca había escogido deportes o cualquier materia que conlleve actividad física como sus favoritas, y que casi siempre llegaba a ser un poco holgazana. Lo único que no encajaba en su lógica era la fuerza con la que logró lanzar a un adolescente de dieciséis años, de mayor estatura y peso que ella, como si fuera una simple piedra en el camino. ¿Cómo explicar Peyton aquello? ¿En serio había sido ella? Cuando recordó lo que dijo, su mente pensó en una nueva posibilidad: "Esta no era la forma en la que esperaba contarte..."

Esa frase solo podría indicar que estaba consciente de lo que hizo. ¿Y si estaba relacionado con algo tan fuera de lo normal como lo que le sucedió a él? Quizás podría encontrar las respuestas que tanto necesitaba. Otro inconveniente que tenía en aquel momento y que le impedían preguntar en ese instante, eran las imágenes sangrientas que reaparecían en su mente. El rostro de aquellas extrañas criaturas, con las que sus conocimientos sobre seres mitológicos no podían compararlas con otra cosa que con sirenas. ¿Por qué estaba sucediendo todo esto? Jamás había visto nada fuera de lo ordinario en su vida, ¿y todo decide reunirse ahora? Primero, alucinaciones que terminaron siendo fantasmas, su mejor amiga tenía una increíble y extraña super fuerza, él podía quemar y empujar personas con su mente, Drake pintó a Maddie, y ahora, un ataque de sirenas. ¿Qué más podría aparecer?

—¿Noah?

—¿Sí? —interrogó Noah, mirando a Peyton, quien al instante lo miró confundida.

—¿Sí qué? —preguntó sin comprender de qué hablaba.

—Creí que dirías algo. Dijiste mi nombre.

—No es cierto. No dije nada.

—No me mires a mí —dijo Drake aún con los ojos cerrados.

—¿En serio no lo escucharon? —preguntó Noah sentándose. Su piel se erizó al recibir ambas respuestas negativas. Estaba seguro de lo que había oído.

—No —respondieron ambos al mismo tiempo.

—Relájate. No escuchamos nada —dijo Peyton tapando sus ojos con una mano. Si no lo había oído ella, entonces no habría por qué alarmarse. ¿Cierto? Y ella solo quería descansar un poco más. Ya tenía demasiado con las prácticas a diario con el tío Nathaniel, con el castigo en las cabañas y las sirenas.

—¿Noah? —repitió aquella voz.

Noah miró en dirección al bosque. Vio la silueta de una persona entre los árboles. No diferenció quién era, hasta que aquella extraña se asomó un poco más. Su piel se erizó y su corazón se aceleró. Era Maddie. Era imposible no reconocerla, tenía el vestido con flores naranjas con el que la había conocido y su largo cabello rubio era inconfundible. Cuando le hizo una seña con las manos para que la siga, Noah dio un paso hacia adelante por instinto. La estaba perdiendo de vista, y tenía que ir por ella.

—Ahm, vengo en un momento... —dijo excusándose para luego caminar hacia el bosque.

—Ajam —musitó Peyton sin importancia, creyendo que quizás necesitaba hacer sus necesidades en el los árboles. Aunque, Noah no haría eso. Nunca lo había hecho. Bueno, no iba a agudizar su sentido del oído para comprobarlo, ¿o sí? Qué incómodo sería.

Noah se introdujo al bosque, siguiendo a Maddie, quien no se detenía a mirarlo o a darle una explicación.

—Maddie... Maddie, ¿qué sucede?

—Necesito que vengas conmigo. —respondió todavía dándole la espalda.

—¿Qué es? —interrogó empujando un arbusto para continuar su paso. —Yo... no sabía si volvería a verte. Ni siquiera sabía cómo contactarte o... —exhaló y luego apretó los labios. —Siento mucho lo que te sucedió, Maddie. Leí las noticias, y... en serio, en serio lo siento. Me hubiera gustado poder ayudarte, poder haber hecho...

—Pero lo hiciste —dijo ella deteniéndose. Giró viéndolo a los ojos sin ninguna expresión. —Mataste a mi padre, ¿no es así, Noah? Eres un asesino.

Noah tragó duro la saliva. No sabía qué decir. La culpa volvió, y podía notarse el arrepentimiento en su mirada.

—Creí que eras un buen chico, Noah. Pero me equivoqué. Eres un asesino, —ladeó la cabeza hacia un lado —y siempre lo serás.

Las lágrimas amenazaron con salir de los ojos del muchacho.

—Apuesto a que lo disfrutaste —sentenció con una voz ronca que parecía tener un eco aún más grave. —Noah Grimmell, eres un asesino.

El cabello de Maddie empezó a tornarse de un color gris cenizo. Sus ojos se hundieron en su propia piel hasta desaparecer, al igual que todas las facciones en su rostro. Su estatura aumentó al menos quince centímetros, llegando a igualar a Noah. Sus extremidades también se alargaron, y el tono de su piel cambió a un blanco puro. Su vestido se desvaneció en la nada, dejando ver el cuerpo de un hombre con extrema desnutrición. Sus huesos sobresalieron en cada parte de él. En la parte casi baja de su espalda, tenía un cordón de piel que se mezclaba entre las ramas del suelo. Se oyó una fuerte tensión del cordón, y el extraño humanoide fue arrastrado hacia atrás. Hasta pegarse al pecho de otra criatura. Formaba parte de aquel gigantesco ser, el cual tenía el cráneo de un alce como cabeza. Los músculos y piel, colgaban y apenas cubrían sus enormes huesos. Incrustó sus garras en uno de los árboles y abrió su hocico, del cual desprendió un olor nauseabundo.

—Grim-mell... —pronunció avanzando con lentitud hacia él, al mismo tiempo que Noah retrocedía un paso sin quitar la mirada de aquella desconocida bestia. Ni siquiera podía pensar en un nombre para lo que estaba presenciando.

—¿Qué demonios es eso? —preguntó Drake detrás de Noah, quien solo lo miró un segundo y volvió su atención a la criatura.

—Llevar... Grimmell... —dijo para luego olfatear su esencia.

—¿Llevar? ¿A dónde? —interrogó Noah continuando su camino hacia atrás. A pesar del miedo, sentía mayor curiosidad por saber a qué se refería, a dónde quería llevarlo y cómo es que conocía su apellido.

—¡A un lado! —exclamó Peyton detrás de ambos muchachos, quienes voltearon para verla con un gran pedazo de tronco y algo filudo sostenido sobre su cabeza. Al obedecer moverse a un costado, le permitieron lanzar con fuerza aquella herramienta improvisada hacia la criatura, atravesando una de las cuencas de su cráneo. Lo hizo retroceder y estancarse en el tronco de uno de los árboles. Sin embargo, no estaba muerto. Solo lo estaba deteniendo por un momento, ya que luchaba para quitarse el tronco e ir tras ellos. —¡Eso no lo detendrá por mucho! ¡Corran!

Los tres empezaron a correr en la misma dirección para alejarse de ahí, pero tampoco sabían con exactitud hacia dónde iban.

Peyton ralentizaba su velocidad para no dejarlos atrás e intentaba buscar con la mirada algún indicio del campamento. Hasta que lo encontró, las luces de las antorchas. A pesar de encontrarse demasiado lejos, era una salida.

—¡Ustedes vayan en esa dirección! ¡Llegarán al campamento! —indicó señalando hacia la derecha. —¡Yo puedo contra él!

—¡Qué! ¡No voy a dejarte sola! —refutó Noah.

—¡Yo digo que todos vayamos al campamento! —exclamó Drake.

—¿¡Y guiarlo para que cene a mitad de la escuela!? ¡Mi hermano está ahí!

—¡No tenemos otra opción! —clamó Noah. —¡Al menos allí podríamos encontrar ayuda!

—¿¡Ayuda!? ¡Claro! ¿¡Qué hará el maestro William!? ¡¿Obligarlo a pintar hasta la muerte!? —exclamó Peyton con sarcasmo —¡Sé que puedo solucionar esto! ¡Solo tengo que pensar en su debilidad!

—¡Cómo se supone que sabrás eso! —preguntó Drake frunciendo el ceño.

—¡Lo he visto en el álbum de mi tío!

—¡Qué! —exclamaron Noah y Drake al mismo tiempo sin comprender cómo es que la imagen de una criatura desconocida podría estar en el libro de su tío.

—Es un... —hizo un esfuerzo para recordar el nombre. Sentía que lo había leído algunas veces como parte de su aprendizaje sobre las pocas criaturas que quedaban vivas, aunque jamás imaginó que esto le sucedería por lo que siempre se mantuvo un poco incrédula. —Alto, huesudo, sin piel, cabeza de cráneo... —susurraba para ella misma. —¡Ya sé! ¡Es un Wendigo!

—¡Cómo nos deshacemos de él! —gritó Drake.

—¡Intento pensar en eso! ¡Lo aprendí con una rima!

Noah y Drake se miraron perdiendo un poco la esperanza de una respuesta.

—Los debbits adorables pueden ser y solo disparándoles a sus tres corazones los puedes detener. Con las brujas no te metas, porque te harán enloquecer, pero lánzale agua bendita a la maldita y verás cómo grita. Los wendigos son orgullosos y egoístas, el primero en Groberville salió de las minas, pero con fuego los exterminas... ¡Lo tengo! ¡El fuego!

—¡Peyton, cuidado! —gritó Noah lanzándose sobre ella y empujándola a un costado. Había estado tan sumida en recordar la rima que no se percató que el wendigo se había liberado y había usado el mismo pedazo de madera contra ellos, lanzándolo hacia ellos, aunque, para buena suerte, pudieron esquivarlo. Incluso Drake se había lanzado hacía otro lado para evitar ser aplastado.

—¿Estás bien? —preguntó Noah rodando hacia un costado para no aplastar a Peyton, quien asintió con la cabeza y se quitó unas cuantas ramas y hojas del cabello.

El wendigo rugió con enojo, logrando que algunas aves huyeran de sus nidos en los árboles. Corrió hacia Drake, quien intentó huir, pero lo tomó del pie derecho arrastrándolo consigo, para ir por Peyton, y tomarla de la misma forma. Volvió a rugir y lanzó a Peyton contra uno de los árboles.

La muchacha soltó un gran quejido de dolor cuando sintió su espalda impactar contra la dura madera, y otro al caer contra el suelo.

—¡No! —gritó Noah poniéndose de pie y llamando la atención del wendigo, el cual estuvo a punto de hacer lo mismo con Drake, pero decidió soltarlo concentrándose de nuevo en su principal presa. Se quitó los guantes sabiendo lo que debía hacer. Sabía que dolería demasiado, no estaba seguro de si podría regenerarse, pero aún más le preocupaba perder a su mejor amiga. Dudaba en si podía estar viva después de aquello. Acomodó sus mangas hacia atrás y sintió la temperatura aumentar en sus antebrazos. Sus ojos se llenaron del líquido negro. Sus iris se encendieron en dos fulgores azules al mismo tiempo que extendió sus manos hacia la criatura. Y con todo el enojo y la pena queriendo ser liberados, el peculiar fuego azul fue expulsado de sus manos llegando a empujar al wendigo, sacándole rugidos de dolor. No quería detenerse. Lo obligó a retorcerse en el suelo, mientras el fuego avanzaba y consumía cada parte de su cuerpo, incluyendo al humanoide que llevaba en el pecho, el cual agonizó cual insecto. Las heridas se dibujaron en sus antebrazos con dirección a sus manos, y la sangre emanó de las mismas. Ahora era él quien gritaba de dolor. Dio unos cuantos pasos hacia el wendigo, y cuando por fin lo vio carbonizado e inmóvil, se detuvo. Sus ojos volvieron a la normalidad y sus brazos temblaron estremecidos por el sufrimiento. Se arrodilló experimentando la misma debilidad que hace unos meses en la casa de Maddie. Su cuerpo rogaba por un descanso, y no se opuso a caer de espaldas. Sus ojos luchaban por continuar abiertos.

—¡Noah! —exclamó Peyton llegando hasta él, junto a Drake. Ambos se arrodillaron a su lado —Ay, por Dios... —musitó ella viendo las heridas en sus brazos. Podía verlas con total claridad y sin necesidad de encender sus ojos, debido al wendigo que yacía en el suelo con el fuego aún consumiéndolo. Estaba perdiendo sangre.

—Toni... —susurró Noah al verla.

—Lo llevaremos al campamento —sentenció Peyton, pero al instante en que tocó a Noah, este soltó un quejido al sentir sus manos en sus heridas. —¿Ahora qué hacemos? ¿Cómo...

—Pues, la última vez, solo se regeneró. Quizás si esperamos...

—¿La última vez? ¿Ya lo habías visto lanzar fuego de sus manos? —interrogó ella con lágrimas en los ojos y algo de desesperación.

Drake abrió la boca para decir algo, pero la cerró al notar que las heridas comenzaron a cerrarse, hasta solo dejar líneas de cicatrices.

Peyton miró a Noah con impresión, y al mismo tiempo sentía la alegría de que la pérdida de sangre se detuviera. Le dio un manotazo en el hombro, recibiendo de Noah un "Auch".

—¿En qué estabas pensando? ¿Hablando solo en medio del bosque justo después de casi morir siendo cena de sirena? ¡Y por qué puedes hacer... ¡eso! —señaló al wendigo. —¿¡Y cómo te hiciste eso!? —preguntó alterada señalando sus brazos.

Drake miró a Noah esperando a que dijera algo. No estaba seguro sobre si debían contarle o si aún quería continuar guardando el secreto.

—Tampoco lo sé —respondió Noah con calma y sentándose. —No sé más que tú. ¿Cómo supiste lo que era?

—Sí, ¿y cómo levantaste ese tronco? Ni siquiera yo habría podido —preguntó Drake. —Fue asombroso, pero es casi imposible que... y de nuevo, la fuerza.

—Necesitamos al tío Nathaniel, es el único que podrá ayudarnos.

—¿Él sabrá sobre lo que soy? ¿Cómo? ¿Por qué? —preguntó Noah demostrando cuán confundido estaba.

—Es... una larga historia. Una que casi no recuerdo en realidad... —dijo ella con una mueca. Se arrepintió de no haber leído algunos libros y tomárselo más en serio.

—Sí sí, ¿podemos salir de aquí? —dijo Drake mirando a su alrededor con desconfianza —Es como si hubiera alguna convención de monstruos. Si aparece otro, juro que voy a correr y a dejarlos atrás.

Al llegar al campamento, Peyton usó el celular de su hermano para comunicarse con Nathaniel. Le contó cada detalle de lo sucedido, a lo que su tío le ordenó que no le dijeran nada a nadie más y que iría por ellos en su auto para que puedan aclarar mejor las cosas.

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