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06. Hablar

Kim Namjoon

Escucho la voz chillona y el grito con mi nombre en él llegar hasta mis oídos. Cierro los ojos y los aprieto con fuerza.

No puede ser.

Intento apresurar el paso para que no me alcance, pero me es imposible. No entiendo cómo, pero ella consigue alcanzar mis largas pisadas con sus diminutas y cortas piernas, lo que me molesta a sobremanera.

—Kim Namjoon —repite una vez llega a mi lado.

Vuelvo a apretar los ojos mientras me muerdo la lengua para no decir algo que pueda hacerle sentir mal.

—Hola —saludo alargando la última vocal y pidiendo internamente a gritos poder salir de esta situación.

Aún no ha empezado a hablar y ya siento el estrés generando por sus palabras.

—¿Qué tal? —mis oídos duelen ante la agudeza de su voz—. Quería entregarte esto.

No de nuevo, por favor.

Le veo sacar un pequeño empaque de uno de los cierres de su mochila y de inmediato me niego a tomarlo. No quiero nada de ella. Sé con qué intenciones se me ha acercado y la verdad es que no me place tener que relacionarme con una chica como Han Soomi. Si bien es bonita y tiene un físico atractivo, no es más que un cascarón vacío lleno de egoísmo y frivolidad; es demasiado temperamental y a su vez es ella la razón de que la presidenta de mi salón —Oh Bitna— siempre ande innovando en las preventivas contra el acoso.

Los chicos me han dejado solo; Yoongi tuvo práctica con su equipo de atletismo y Hoseok salió antes debido a un imprevisto en casa. Aún no sé lo que pasó con este último, pero espero todo se encuentre bien.

Así que sí, estoy solo a las afueras del establecimiento educativo compartiendo oxígeno con la bully de la preparatoria.

—Lo siento, pero...

—Acéptalo esta vez, solo esta vez, ¿sí? —me alejo un poco cuando de imprevisto su rostro queda muy cerca del mío. Su cercanía me deja sin aire, pero no de una manera agradable.

Marco distancia entre nosotros y confirmando que no hay nadie cerca —a excepción de las extrañas amigas que tiene—, decido aceptar el presente.

—Lo haré sin compromiso alguno —aclaro, dejando claro que no debe esperar nada a cambio por mi parte.

—Claro, no hay problema —sonríe tanto que casi da la impresión que sus comisuras alcanzaran las esquinas de sus ojos.

—Bien. Tengo que irme, así que nos vemos.

Me despido y tan rápido como puedo me alejo de ella.

Han Soomi no es para nada mi estilo. De hecho, su sola presencia me genera incomodidad; supongo que se trata también por su actuar con los demás.

Mi celular vibra en uno de los bolsillos de mi pantalón, por lo que lo saco y reviso de quien se trata.

—Ven ahora mismo a casa —su ordenanza solo me hace saber sus intensas ganas de pelear.

—No puedo, estoy ocupado. Lo siento —cuelgo la llamada escuchando su grito recriminandome al respecto.

Quisiera tener una buena relación con mi padre, pero él no colabora. Siempre que intento dar un paso, por más pequeño que este sea, su comportamiento me hace retroceder mil más y eso es jodido porque se supone que los hijos debemos mantener un buen vínculo con nuestros padres. O eso es lo que he visto. Supongo que por esa razón me genera un poco de envidia la relación tan bonita y sana que Hoseok tiene con su familia.

Dejo escapar un suspiro mientras camino hacia la parada de autobús; no sé dónde estoy ni hacia dónde voy, pero por alguna razón termino frente a Sweet Dreams Coffee —como se llama ahora el lugar de trabajo de mi rubio amigo—. Miro por un par de segundos la puerta de ingreso, luego esta es abierta por una pareja que viene de salida por lo que me hago a un lado para no ser un estorbo en su camino. Echo un corto vistazo al interior del lugar —lo que me recrimino al caer en cuenta sobre el por qué lo he hecho— y rápidamente doy vuelta para marchar lejos. Sin embargo, el sonido suave de una voz llamando mi nombre me detiene.

«¿Por qué?»

Mi interior se pregunta incansablemente la razón por la que ese llamado genera emociones y reacciones tan distintas en comparación a otras veces en que me llaman; como por ejemplo, lo de hace un par de horas atrás con Han Soomi.

—Ah, sí eres tú —comenta cuando me he girado de regreso al frente.

Con disimulo aclaro la garganta y paso saliva para que mi voz no salga temblorosa, lo que consigo con mucho éxito.

—¿Qué tal todo, noona?

Ella rueda los ojos. Hace un tiempo atrás tuvimos una acalorada discusión respecto a mí llamándola de esa manera, pero parece haberse acostumbrado a ello.

—¿Qué haces aquí? Hoseok no está —aclara.

Frunzo el ceño. Eso quiere decir que su emergencia fue en casa, no en el trabajo, lo que me genera preocupación.

—Gracias por el dato. Nos vemos otro día —digo a manera de despedida, pero por alguna razón su mano alcanza parte de la tela de mi abrigo—. ¿Sucede algo?

—¿Podría hablar contigo un momento?

—¿Hablar? —asiente—. ¿Sobre qué?

No me molesta que me haya sujetado, pero ella parece pensar lo contrario puesto que me suelta unos segundos después. Me pide con la mirada que le siga el paso, lo cual hago sin rechistar ni cuestionar.

—¿Vienes saliendo del instituto? ¿O alguna clase extracurricular?

—Lo primero —respondo—. ¿Pero de qué quieres hablar?

—Pues, verás... —llegamos a un callejón en donde no parece circular ni un alma.

—Te das cuenta que este podría ser el escenario perfecto para una película de terror, ¿no? —Sus ojos se abren y se cierran en rápidos parpadeos—. He soltado el comentario tan solo para aligerar el ambiente porque te veo muy tensa —aclaro.

—Oh, sí, claro.

Vuelve a guardar silencio y eso me inquieta. No entiendo de qué quiere hablar conmigo, tampoco el motivo, a menos que... Mi cerebro hace clic en ese instante y comprendo, entonces, el motivo de su inquietud y nerviosismo.

—¿Acaso tú...?

—Sí, Namjoon, quiero hablar del beso que nos dimos.

Maldita. Sea.

*Total de palabras: 1032.

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