0 • Lomas de arena | Prólogo
~La mensajera de Guidian~
"La valía del Ser es ser un guardador, de su propia vida para poder ser. Ser para él y para otros".
Dolly, estaba sentado junto a la fogata disfrutando del calor y la luz que la flama proyectaba al rededor.
Estaba sobre uno de los montículos de arena. En un valle pequeño y lleno de montículos semejantes a este. Por esa razón, aquella zona era llamada: las lomas de arena.
Para Dolly ese era un sitio conocido, donde había pasado ya muchas noches, acampando en epocas pasadas.
Los enormes sapos granosos que vivían en la zona no eran un problema para él, ya que utilizaba un incienso que los alejaba.
Cocinaba un té de Polen verde en una hoyita de plomo que colgaba sobre las llamas, que a su vez, era sostenida por una cruceta de madera.
Mientras esperaba a que el té estuviera listo, Dolly se dedicó a asar en las brasas, un trozo de carne de lombriz de tierra. El aroma que despedía era delicioso, y su estómago rugía desesperado.
La estancia ahí sería solo por una noche, ya que al amanecer seguiría con la caminata. Iba de regreso a Teparsyn, debía entregar todos los mensajes que llevaban en su bolsa de cuero. Le faltaba un largo camino. Ahora, estaba exactamente a diecisiete árboles de distancia. Conocía bien esas rutas pedregosas y amontadas, tanto como eran conocidas por otros mensajeros experimentados, por los bandidos y los comerciantes nomadas.
Había sorteado su vida muchas veces llevando y trayendo mensajes desde el norte, donde acaba la hierba alta, hasta los limites con el pantano cruel. Nunca conoció el bosque de los árboles negros del oriente, más allá de las islas del pantano cruel, y no fue por otra cosa, más que por que aquella region era un territorio olvidado, independiente al reino principal, Näbrozia.
Había recorrido la mitad del camino y estaba por decirlo de alguna forma, cerca de Kiméne, la aldea más cercana, a un arbol de distancia.
La Luna era enorme, pero estaba incompleta, se veía borrosa debido a las nubes amarillentas que pasaban delante de ella. Para cuando hirvió el té, la luna había dejado de verse. Por lo que la noche se hizo más oscura.
La leña de raíces crujía, y el té se veía burbujear, al parecer ya estaba listo, así que procuró desmontarlo. Utilizo una vara larga que sacó de la columna de una hoja seca para extraer la hoyita, y la colocó a su lado para esperar a que se enfriara un poco.
De repente, escuchó ruidos entre las hierbas que lo rodeaban. Sonidos de pisadas sigilosas. Dolly se puso en alerta, su corazón comenzó a latir más rápido y su mano se dirigió automáticamente hacia el cuchillo que llevaba en su cinturón. Pero no podía ver nada en la oscuridad. La luz del fuego no iluminaba tan lejos. Tampoco las brumas ayudaban.
Se levantó lentamente, esforzó la vista para tratar de ver lo que se movía en el entorno, en busca de algún signo de peligro. Podría ser algún insecto atraído por la luz o solo pudo haber sido el viento que hizo ondear las hierbas. No sabía que pensar. Era como si un grupo de ladrones estuvieran por robarlo. Tenía una extraña sensación, una alerta distinta. Lo comprobó cuando se le erizó la piel.
Los ruidos se hicieron más fuertes y más cercanos, venían del Oriente. Podía sentir que algo se estaba acercando. Su instinto le decía que debía huir, pero los nervios lo mantenía petrificado.
Su sentido común le dictó que era hora de partir. Se descongeló y tomó la mochila y su cuchillo y echó a correr hacia el occidente, en dirección a Kiméne, para pedir ayuda.
Debía proteger los mensajes. Cumplir la misión. No podía permitir que nada se interpusiera en su camino.
Pero Kiméne, estaba a un árbol de distancia, y era la aldea más cercana. Pero solo cercana en estima, porque un árbol de distancia eran mas se Doscientos sesenta pies de distancia. Podría tomarle el resto de esa noche y parte del amanecer.
Dolly era de baja estatura según el promedio regional, y le sobran carnes en la cintura y el abdomen. Su edad no lo ayudaba a ser tan ágil, pero se movía lo más rápido que podía entre las hierbas medianas. Iba encorvado, tratando de esconderse y sujetando su sombrero cuadrado para no perderlo.
En Teparsyn un mensajero sin su sombrero, era como un leñador sin su acha.
La noche paso de ser aliada a una enemiga. En medio de la huída, la luna desapareció y el cielo se volvió del todo negro y se sacudió.
Una gota de lluvia cayó sobre su cabeza, era enorme, como un baldado de agua; lo empapó de inmediato. Dolly supo ahí, que la lluvia le impediría ir mas lejos.
¿Pero que opciones tenía? No había nada que hacer, solo correr.
La lluvia venía del occidente. El aire empezó a oler a tierra mojada y las gotas de lluvia comenzaron a caer por todas partes, causando que Dolly ya no pudiera escuchar los ruido de los que los seguían.
Conocía bien la zona, pero sin una bioluz que le iluminará el camino, no sería posible saber donde estaba está u otra señalización.
Miró atrás, en su desesperación. Y por un instante, los relámpagos iluminaron la vegetación. Pudo ver la silueta de una especie de insecto de múltiples patas que era cabalgado por un jinete extraño, largo, un humano posiblemente. Solo era una silueta, no pudo ver con precisión quién o qué era lo que montaba la criatura.
Estaba lejos y le pareció que ellos no lo vieron porque estaban quietos sobre una de las lomas de arena.
Decidio cambiar de plan. Los perdería antes de seguir su camino a Kiméne.
"Esperan que vaya a Kiméne"
Siguió corriendo, pero ahora en una diagonal, hacia el norte, usando como referencia un árbol.
La lluvia cobró una fuerza mayor y los rayos se oían chocar en los cielos. En efecto se disputaban el control en las nubes espesas y rabiosas; solo se escuchaba un gran estruendo.
Debía darse prisa y encontrar un refugio porque pronto el terreno comenzaría a inundarse.
Chapoteando en el terreno mojado, tropezó más de una vez, antes de reconocer un montón de piedras frente a él, en la base de una de las lomas.
" Es lo que necesito" "vamos, date prisa, date prisa".
Se dijo, jadeando, con la cara y la ropa empapada.
Había una abertura entre las rocas, donde cabía perfectamente él y otros dos. Temió encontrar a un insecto refugiado allí, pero temía más a quien fuera que estuviera persiguiéndolo. Por suerte el lugar estaba vacío.
Desde el rincón más oscuro del refugio no podía ver nada más allá de su nariz. Solo algunos vistazos fugaces del exterior, cuándo los rayos convertían por un segundo, la noche en día.
Estaba mojado y comenzó a sentir el frío, pero no el frió común, escalofríos. Tenía las manos tensas y temblorosas al rededor del cuchillo y los ojos firmes al frente.
Él no era el tipo de Teparsyano valiente, sin embargo estaba dispuesto a enfrentar a quién se atreviera a entrar por la abertura para llegar hasta él.
Cualquiera que se aventuraba a viajar largas distancias conocía los riesgos y los asumía (si decidía emprender el viaje). Dolly conocía bien los riesgos.
Llevaba muchos años siendo mensajero; desde que tuvo la mayoría de edad, y estaba por cumplir cuarenta y cinco temporadas.
Ahora, cuando su cabello negro comenzaba a blanquearse y sus pantorrillas perdían la firmeza de los mejores años, había estado considerando de manera firme, la opción de retirarse. Había contemplado incluso, mudarse a alguna aldea pequeña, cerca de alguna de las penta ciudadelas. Para dedicarse a la recolección de semillas; a ser un artesano textil o quizás para enseñar a otros el arte de ser mensajero. Ese sueño estaba por desvanecerse.
Algo en el aire había cambiado. Incluso la fuerza de la lluvia menguó y cesaron también los golpes chasqueados de las gotas sobre la vegetación y la arena sedienta.
Se sintió observado, como si hubiera alguien más allí con él. Pero no había nadie. Sin embargo, el miedo lo hizo lanzar brazadas paranoicas a la oscuridad, para asegurarse de que estaba realmente solo. No había nadie más. La oscuridad era total en la cueva.
De repente, un ruido proveniente de la entrada lo hizo girar. No podía creer lo que estaba viendo, era el jinete montando la criatura. La figura se detuvo en frente de la caverna y Dolly contuvo el aliento para no ser descubierto, pero la luna volvió a traicionarlo, apareciendo de nuevo en el cielo. Más brillante está vez. Era redonda como un anillo y luminosa como una gema blanca. Ahí estaba ella, entre unas alargadas nubes negras que se iban abriendo como un telón.
En el techo de la caverna había una ranura, por donde la luna introdujo su luz plateada, y lo descubrió ante el perseguidor, y a su vez, arrojó luz sobre el jinete y la bestia.
Dolly pudo verlo mejor, quizás no del todo claro, pero pudo verlo mejor. Y el sujeto a él.
El hombre era delgado y llevaba vestimentas negras, un sombrero de ala ancha que se doblaba en los extremos por el peso del agua.
Su presencia era tan intimidante, que Dolly se sintió como si estuviera en presencia de algo maligno y no pudo evitar que los muslos le temblaran.
La araña, era gorda, tenía el cuerpo cubierto de pelos y en su cabeza habían muchos ojos rojos que parecían brillar en la oscuridad. Expedía un fuerte olor a gas metano. Dolly se estremeció al verla, y su mano perdió las fuerzas dejando caer el cuchillo que resonó en el suelo de piedra.
El hombre bajó del animal y se detuvo en la entrada de la caverna dirigiéndole unas palabras con un tono burlesco. Con una voz como de susurro. -Dolly... Te hemos estado buscándo.
Dolly no respondió. Estaba demasiado asustado para hablar. Solo podía mirarlos. Intentaba entender qué estaba sucediendo.
-No me temas -Volvió a hablar el sujeto. -Solo entregame el tratado y podrás seguir tu camino... Es sencillo-Propuso.
Para Dolly, El tiempo parecía correr más lento. Sabía tambien que no había mucho que hacer, estaba encerrado. ¿A donde podría ir? no había escapatoria. No la había. Solo quedaba una alternativa después de la propuesta por el hombre.
"Quizás este es el momento más decisivo de mi vida."
Su pulmón parecía fallarle, le costaba respirar, y más con toda esa humedad en el aire.
La lluvia se convirtió en un sereno, que sonaba como un siseo.
"¿Es ahora?"
Pensó mientras suspiraba.
"Es ahora o nunca..."
Dejó de apoyar su espalda en la pared helada y se agachó para volver a tomar el cuchillo. Su boca pronunció unas palabras que él ni siquiera pensó, solo fluyeron de su interior.
-No te daré nada-Gritó, con voz temblorosa. Un efecto creado por el miedo y la vibración de su barbilla.
-Quise ser misericordioso contigo... Pero si lo pones así... Mmm, Bueno. Pues, entonces... Creo que lo tomaré por la fuerza -contestó el hombre serenamente, e hizo una pausa antes de preguntarle -¿En verdad estás dispuesto a dar tu vida por un pedazo de papel?
Dolly no respondió. Dobló su codo en un ángulo recto, poniéndolo delante de su rostro el cuchillo empuñado por la diestra y con la otra mano, empujó su bolsa de cuero hacia su espalda.
-¡Ah! ¡Está bien!- Dijo el hombre con sarcasmo. Acto seguido, levantó su brazo izquierdo, con la mano abierta, apuntándola a Dolly. El sujetó lo podía ver, a causa de la luz lunar, que dibujaba el pequeño y redondo contorno del mensajero.
Dolly no entendió el movimiento, y separó sus piernas tratando de estar más firme, una delante y otra detrás, esperando lo que fuera que el hombre haría.
Un segundo después escuchó un silbido ligero, cuando el hombre empuñó la mano extendida.
Fue más bien un zumbido armónico.
Eso escuchó. Antes de ser golpeado por un par de cosas en el rostro y en el brazo que tenía como defensa.
Gritó sin saber que había pasado. Y un intenso ardor fue lo siguiente de lo que pudo ser cociente; antes de darse cuenta de que lo que lo había golpeado eran unas puas metalicas.
Dos se clavaron en su rostro, debajo de sus pómulos. Atravesando sus mejillas por completo, hasta llegar a golpear la pared de piedra detrás de él.
Las otras tres puas se clavaron en su brazo, obligándolo a soltar el cuchillo.
Todo sucedió en un instante. Dolly quedó paralizado y sintió que se le desvanecía el valor. Tanto así que después del corto grito durante el impacto. No pudo articular más palabras de inmediato; debido al intenso dolor en la cara. La sangre se le comenzó a derramar por las mejillas, mojando sus largas patillas, bañando su cuello con una sensación de tibieza.
-¡Oh!...Fallé... -dijo, el sujeto, burlándose. Y caminó hacia Dolly.
Dolly, cayó de rodillas y se sacó las puas del antebrazo a prisa, gimiendo por el dolor y se arrinconó. Retrocediendo sobre sus posaderas. Supo entonces, que había llegado su final.
No había forma de escapar de otro ataque como ése.
El brazo herido comenzó a palpitarle, con un autonomía extraña, como si ya no fuera su brazo. Él se lo sostuvo con la otra mano.
Sabiendo que aquel hombre lo mataría, se acordó de su padre.
"Papá...Papá..."
Era una voz hueca y reverberante en su subconsciente. Un llamado de auxilio, hacia el ser que más amó.
"Papá..."
Recostó su cabeza a la roca, y Levantó la mirada para observar la Luna a través de la hendidura. Vio aquel astro redondo más cerca, como una testigo cómplice de su muerte.
Dolly le sonrió a la luna con dignidad mientras la sangre le llenaba las orejas.
Con su mirada perdida en los parches de la luna, se resignó.
"¡Vamos! ¡lucha! !lucha!"
Resonó una voz en su conciencia.
Una voz de aliento, semejante a la de su padre.
"¿Papá?"
Preguntó él dentro de su mente.
"¡Un verdadero hombre nunca se rinde, nunca. Siempre Pelea hasta el final!"
Una frase semejante, lo había acompañado siempre, aunque jamas se había apropiado de ella. La frase, estaba escrita en la pulsera que su padre le regaló muchos años atrás, antes de irse a la guerra, (de dónde nunca volvió).
"La valía del Ser es ser un guardador, de su propia vida para poder ser. Ser para él y para otros".
Dolly nunca entendió aquella frase hasta ese momento, en medio de la agonía.
Con la mano útil, acarició la pulsera que llevaba en la muñeca herida.
De la pulsera colgaba una gema azul cubierta por una mayita tejida de metal. La forma de la gema era ovalada. Estaba aprisionada en la frágil rejilla de oro.
Esforzándose, bajó su mirada para ver la pulsera. Y la boca se le arqueó hacia abajo.
Todo aquel extasis, sucedió en un instante fugaz. Pero para Dolly fue un lapso lento y extendido.
Ayudándose nuevamente con la mano útil, se alzó el brazo herido. Y Colocó la pulsera un poco más arriba de su frente, a la luz de la luna. Y ahí cerca de su cara, la contempló una vez más.
Era la gema de su padre. Oscura como el azul de la noche.
Dolly la miró con esperanzas, tratando de recibir de ella la fuerzas que le hacían falta o quizás, esperando que le despertara la valentía de la que su padre siempre hablaba. En el fondo sabía, que él no era de los que creía en artefactos misticos ni en las leyendas de los escribientes. Sin embargo, espero. Pero no sucedió nada.
El atacante ya estaba sobre él; a un paso.
Lo miró por un momento, y lo dejó contemplar por ese instante la pulsera su muñeca. No entendió el delirio de Dolly. Tampoco sintió lastima por él.
-Hasta nunca Mensajero- le susurró, antes de golpearle el rostro con una patada que apagó la luz de la conciencia de Dolly.
¡Hola¡ ¡Soy yo de nuevo!
¡Litbluem!
Bienvenido a esta fascinante historia llamada
🌿GEMASHEY:
~La Mënsajera de Guïdian ~
y me alegra mucho
poder compartirla contigo.
Espero también, poder contar con tu apoyo y qué si te gustó, puedas recomendarla.
Ahora solo me queda pedirte que no te pierdas el próximo capítulo
¡¡Hasta entonces!!
~LitBluem~
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