11
Eun-ji tomó el vestido de su hija y con cuidado lo pasó por sobre su cabeza ayudándola a ponérselo, ambas se encontraban en un camerino que compartían con otras niñas que también participarían de la presentación. Ji-hyo recibió algunos alagos por parte de otras niñas y madres que se encontraban allí y su madre, increíblemente orgullosa, presumía de su talento.
Con cuidado, tomó el vestido y lo pasó por sobre la cabeza de Ji-hyo para ayudarla a colocárselo sin desordenar mucho su cabello. A medida que algunas niñas iban saliendo, las siguientes de preparaban. En cuanto hubo una silla libre frente a un amplio espejo adornado por bombillos que emitían una luz blanca perfecta, Eun-ji le indicó a su hija que tomara asiento para retocar su peinado y maquillaje.
—Mamá... —la llamó mientras retorcía sus manos sobre su regazo. Su madre produjo un sonido con su garganta indicándole que la estaba escuchando—... ¿Seok-jin vendrá? —preguntó sin dudar.
Ella dejó de lado lo que hacía y elevó sus hombros—No lo sé cariño, no he hablado con él.
—¿Le puedes llamar? —insistió, ahora mirando directamente a los ojos a su madre.
Eun-ji arrugó la nariz y buscó entre su cartera de mano el papel que había echado dentro y marcó el número bajo la atenta mirada de su hija pero del otro lado, solamente sonaba el buzón de voz.
Al ver la decepción en los ojos de su hija, Eun-ji intentó llamar una vez más sin lograr tener éxito nuevamente—Cariño, recuerda que debía trabajar... —recordó—... a lo mejor ahora no puede contestar pero te prometo que seguiré llamando.
Ji-hyo asintió algo desilusionada y susurró un "está bien", antes de volver a retorcer sus manos sobre su regazo.
Dos niñas más pasaron a dar su presentación cuando una mujer apareció indicándole a Ji-hyo que luego de una niña más, le tocaba salir a ella. Nerviosa asintió y sacó el violín de su estuche, preparándolo para su presentación.
Y finalmente fue su turno, la mujer que formaba parte del staff fue en busca de ella para llevarla pero Ji-hyo comenzó a temblar y miró fijamente a su madre buscando ayuda. Estaba aterrada.
—Mi amor, lo harás increíble... —murmuró acariciando su mejilla y besando su frente—... ¡deslumbra al público con tu talento, cariño! —exclamó elevando sus puños y sonriendo ampliamente, dándole aliento.
Su hija asintió y sonrió sintiéndose más confiada, mientras se dejó llevar por la mujer que había ido a buscarla, no sin antes, hacerle prometer a su madre que seguiría llamando.
Eun-ji caminaba rápidamente por los pasillos silenciosos mientras marcaba el número una vez más pero el buzón la recibía nuevamente.
Llevó su mano a su frente masajeando la zona, intentando otra vez. El buzón—Seok-jin, soy yo. Eun-ji —habló rápidamente, acercándose al auditorio donde se llevaban acabo las presentaciones—. Le prometiste a Ji-hyo que vendrías, ha estado preguntándose si llegarías. Su demostración está a punto de comenzar, ¡apúrate! —y colgó, mientras empujaba las puertas para entrar.
Escuchó como el público aplaudía con la vista fija en un niño que también tenía un violín en manos, salvo que este era de un color tradicional y se despidió con una breve reverencia, antes de correr detrás del escenario, siendo preso del pánico.
Las luces se apagaron mientras una presentadora anunciaba a través de unos parlantes, el nombre de la siguiente participante. De pronto una luz blanca se enciende apuntando en medio del escenario y allí se encontraba de pie, su hija.
En cuanto sus ojos la vieron, comenzó a derramar lágrimas y cubrió su boca con ambas manos, mientras permanecía de pie en medio del pasillo, al lado de la fila de asientos dónde ella debía sentarse.
Nam-joon la tomó del brazo y jaló de ella sentándola con cuidado mientras sonreía y con sus ojos tan acuosos como los de ella, la abrazó. Un abrazo que Eun-ji agradeció internamente y quizás era la nostalgia del momento y la adrenalina de presenciar el momento justo donde su hija cumpliría uno de sus sueños, no supo bien, pero al separarse del abrazo, juntó sus frentes y ambos se miraron con amplias sonrisas y lloraron.
El gentío silvaba y aplaudía a la pequeña niña que brillaba sobre el escenario, con un perfecto violín blanco que completaba la imagen de una niña con porte de elegancia y aspecto sublime con su belleza natural.
La niña cerró sus ojos y comenzó a interpretar su canción, una melodía prolija y lenta que tenía a más de uno con el corazón en la boca, a punto de llorar. Ji-hyo no había estudiado las notas de ninguna partitura, ella estaba interpretando una canción de su propia autoria, se estaba dejando llevar por sus emociones.
Cada parte de su cuerpo se movía en un lento vaivén que le daba un toque de pasión a cada nota que sonaba clara como el agua. Para cuando terminó, hizo una reverencia mientras el público se ponía en pie de a partes y le aplaudían con fervor, entre sonrisas y ojos lagrimosos. Eun-ji lo supo en ese momento, su hija llegaría lejos.
Su melodía había calado en lo profundo del público y había logrado transmitir una vibrante sensación de vida y melancolía, pero con matices de alegría y esperanza en cada una de sus notas. Sin dudas había quedado entre los seleccionados.
Confusa, siguió la atenta mirada de su hija que se mantenía fija en alguna parte del público y sonrió al ver al responsable. Seok-jin se encontraba de pie, silvando y aplanduendo eufórico, luciendo un bonito traje color gris con unas muy delgadas líneas negras, acompañado de una camisa blanca.
Si con ropa informal ya lucía espectacular, ahora de traje, sin dudas Eun-ji soltaba baba.
Pero no había sido la única en notarlo, Nam-joon la estaba mirando y por consecuencia, siguió con su vista la dirección hacía dónde su ex-esposa miraba y se disgustó por completo, pensando en el atrevimiento de aquel hombre al irrumpir en un momento familiar del cual no formaba parte.
Cuando el auditorio comenzó a vaciarse, Nam-joon trató de buscar a aquel hombre al cual deseaba no volver a ver en su vida. No obstante, cuando Eun-ji apareció por el pasillo de la mano de su hija, notó como aquel hombre aparecía nuevamente pero con un pequeño ramo de flores blancas que le tendió a su hija.
Namjoon apretó los puños y se aproximó a ellos, justo en el momento preciso en el que aquel hombre se inclinaba sobre un costado, susurrando algo al oído de su bella ex-esposa.
Contuvo sus ganas de apartarlo de ella y proporcionarle unos cuantos golpes solo porque estaban sus hijos presentes, pero no le molestaría golpearlo estando solos si se lo volvía a cruzar en su camino sin nadie que pudiera interferir entre ellos.
Ignoró por completo al desconocido que tenía aires de grandeza, creyéndose superior a él solo porque ahora lograba infiltrarse debajo de las sábanas de su ex. Al menos eso creía Nam, porque realmente Seok-jin no le tomaba importancia a aquel hombre, ni siquiera le dirigía la mirada.
—¡Felicidades, muñeca! —exclamó Nam, inclinándose para abrazar a su hija que se sentía abrumada por el momento antes vivido—. Lo hiciste increíble, el público realmente te amó.
—¡Papá! —exclamó sintiéndose avergonzada bajo la atenta mirada de sus acompañantes.
Sin embargo, correspondió el abrazo de su padre refugiándose allí, sintiendo aquella calidez paternal que la hacía sentir segura y amada. Luego Dong-sun la abrazó felicitando a la música nueva de la familia y su hermana pequeña la abrazó y depositó un cálido y baboso beso sobre su mejilla, haciéndolas reír.
—Mami, tengo hambre —comentó Chae-won, ahora, desde los brazos de su padre que la cargaba hacia la salida.
—¿Qué les parece si salimos a cenar para celebrar? —sugirió él, con una amplia sonrisa mostrando sus hoyuelos enternecedores.
Algo en el interior de Eun-ji se removió ante el recuerdo cuando eran jóvenes y lo primero que le resultó atractivo en él fueron esos hoyuelos que hasta el día de hoy, le encantaban tanto como la primera vez.
—¿Nos acompañas? —preguntó Eun-ji al bailarín, luego se escuchar la afirmativa de los niños estando de acuerdo en salir.
Seok-jin asintió mientras sonreía y le apretaba la mano, cuyo gesto no pasó desapercibido para Nam, quien otra vez sintió un sabor amargo en la boca y se maldijo una vez más por tomar la peor de sus decisiones.
Dicen que te das cuenta de que has tomado una buena decisión cuando vives en paz y eres feliz, pero Nam-joon estaba lejos de ello.
Cada quién se fue en su vehículo y se reunieron en uno de los restaurantes más sofisticados que la ciudad ofrecía a un grupo selecto de habitantes que podían permitirse pagar con comodidad alguno de sus platillos.
Lo primero que captaba la atención de los comensales al ingresar era un enorme árbol de hojas blancas pero que gracias a las luces neón, cambiaba su color por un tono cian. Todo el lugar permanecía con una luz tenue que irradiaban las velas de utilería de distintos tamaños, acomodados estratégicamente por todo el lugar; las mesas eran cuadradas salvo por las que permanecían debajo del árbol, que eran redondas y los que se sentaban al pie del árbol, lo hacían sobre unos sillones, mientras que los demás utilizaban unas sillas de almohadones blancos con botones.
Fueron guiados a través de las mesas hasta que llegaron a la suya, debajo del árbol como Dong-sun y Chae-won habían pedido.
—¿Seguro que quieres acompañarnos? —preguntó Nam, mirando la carta—. Digo, si es que no puedes permitirte algo, te invitaremos, de todas formas. Asi que pide con confianza —soltó con una sonrisa soberbia.
Eun-ji lo pateó por debajo de la mesa y lo miró con reproche. Nam estaba sentado a su lado, le había ganado de antemano a Jin, quien estaba sentado enfrente de ellos, con los niños a su lado.
Durante la cena mantuvieron conversaciones triviales, pero el tema principal fue Ji-hyo y su presentación excepcional, también de cuan emocionada estaba por ir al campamento.
Seok-jin miró con una media sonrisa a Eun-ji y a sus hijos que reían animados cuando Nam-joon relataba algún viejo recuerdo del pasado, cuando eran padres primerizos y no sabían siquiera, cambiar un pañal.
Eun-ji estiró su brazo por debajo de la mesa y entrelazó sus dedos con los de él, brindándole una sonrisa exclusiva y un suave apretón. Jin sonrió radiante como siempre, comprendía que a pesar de que había pasado en segundo plano ya que no fue partícipe de los recuerdos, Eun-ji lo tenía presente y lo tomaba encuenta intercambiando algunas palabras con él.
El transcurso de la noche se llevó a cabo de manera tranquila, con miradas asesinas de parte de ambos hombres, pero sin eventos que pasaran a mayores.
Nam-joon se despidió de todos a regañadientes y se marchó, mientras Eun-ji se marchaba con sus hijos, seguida por el auto de Jin.
Al llegar, los niños marcharon dentro de inmediato para cambiarse y dormir ya que el cansancio les había ganado. Salvo por Chae-won, quien ya había caído rendida. Su pequeño cuerpo fue elevado por los fuertes brazos de Seok-jin que la cargaron sin ningún problema y gracias a la ayuda de Eun-ji que abría y cerraba puertas, llegaron a la habitación de la niña.
—Te quiero mucho, mami... —murmuró adormilada la niña, mientras era arropada por su madre y esta misma incluso depositaba un beso en su pequeña frente—... a ti también te quiero, Jinnie —finalizó con un atisbo de sonrisa.
Eun-ji miró sorprendida a Seok-jin, quien miraba tiernamente a la niña y ambos se marcharon de camino a la salida.
—Seok-jin, creo que debemos hablar —mencionó firmemente Eun, una vez salieron a la calle. El mencionado suspiró girando su cuerpo para enfrentarla—. Creo que debemos mantener distancia, no es bueno que te aparezcas en mi casa y mis hijos te vean. Podrían interpretar la situación.
—¿Qué situación? —preguntó frunciendo el entrecejo, mientras la miraba debajo de las pequeñas escaleras. Ambos tenían la misma altura ahora.
Eun-ji apretó los labios y señaló detrás de ella—Bueno, mis hijos podrían pensar que entre nosotros hay algo serio y no quie-.
—Yo si quiero tener algo serio contigo, Eun-ji —la interrumpió—. Me resultas una mujer atractiva y una excelente madre —se sinceró—. Escucha, sé que no hemos hablado bien al respecto pero te juro que esto que está sucediendo contigo, no ha sucedido con nadie más.
Ella lo miró dudosa—¿En serio? —no pudo evitar preguntar.
Seok-jin viró los ojos—Si. No es como si me acostara con cada clienta que paga por un baile, ¿sabes? —carcajeó y negó con su cabeza mientras tomaba la mano de ella entrelazando sus dedos, al mismo tiempo que la tomaba de la cadera y le sonreía—. Provocas sensaciones en mi que creí que nadie provocaría, Eun-ji. Eres especial para mi y quiero formar parte de tu vida, así como quiero que formes parte de la mía... —susurró cerca de sus labios.
Eun-ji lo miró con los ojos lagrimosos, era lo más lindo que había escuchado hace un buen tiempo. Mordió levemente su labio y con una pequeña sonrisa, acortó las distancias entre ambos, besándolo finalmente.
"Todos merecemos una oportunidad", se dijo a si misma. Y con ello, Jin la atrajo más hacia él y la abrazó, escondiendo su rostro en el espacio que había entre el cuello y hombro de ella. Sonrió aspirando su dulce aroma y sintió una nueva sensación inquieta en su interior.
Se sentía feliz.
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