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Capítulo 9

Busan, mayo de 1816

Querido J:
Solo una fugaz nota hoy para decirte que todos pensamos en ti, yo más que nadie. Le pregunté a mi padre si podíamos ir a Seúl para una visita, y por supuesto él me respondió que no sería apropiado, ya que no somos familia. Algo que en verdad es tonto. Siempre te he considerado mucha más familia que a algunos de mis hermanos. Definitivamente mucho más familia que a mi tía.
Ho Seok estará en casa para sus vacaciones de verano. Estoy cruzando los dedos para que tú también puedas acompañarnos.

Siempre tuyo: T

(Sin respuesta)

1831

Durante la noche de su boda Jeon salió de su residencia en la ciudad, casi inmediatamente después de depositar a su nuevo esposo en el interior y se dirigió a The Fallen Angel.

Mentiría si dijera que no se sentía un poco zopenco por dejarlo con tanta prisa, en una nueva casa, con un nuevo personal y nada que le resultase familiar, pero él tenía un único e inamovible objetivo, y mientras más rápido lo alcanzara, sería lo mejor para todos.

Enviaría el anuncio de su matrimonio al Times, conseguiría casar a los hermanos de Taehyung y tendría su venganza.

No tenía tiempo para su nuevo esposo.

Ciertamente no tenía tiempo para sus sonrisas tranquilas, su lengua rápida y el modo en que le recordada todo lo que había perdido. Sobre todo aquellas cosas a las que él les había dado la espalda.

No había ningún espacio en su vida para que hablaran. Ningún espacio para estar interesado en lo que el rubio tenía que decirle. Ningún espacio para encontrarlo divertido o preocuparse un poco por la forma en que el doncel se sentía con respecto a sus hermanos o el modo en que se había enfrentado a su compromiso roto algunos años atrás.

Y definitivamente, no había ningún espacio para que Jungkook deseara asesinar al hombre que había roto aquel compromiso y lo había hecho dudar de sí mismo y de su valía.

No tenía importancia que Taehyung pusiera flores sobre las tumbas de sus padres en Navidad.

Mantenerse a distancia de él era esencial; era la distancia lo que establecería los parámetros de su matrimonio, concretamente, Jungkook mantendría su estilo de vida y Taehyung se construiría una propia, y aunque se encargarían juntos de casar a sus hermanos, sería por sus propias y particulares razones.

Así que lo dejó con los ojos soñolientos, arropado aún en su capa de viaje y se dirigió a The Angel, haciendo todo lo posible para ignorar el hecho de que Taehyung estaba solo durante su noche de bodas, y que él mismo sufriría un tormento extra en el infierno por abandonarlo de esa forma.

Cuatro horas en un coche, y ya era demasiado blando con el doncel.

Respiró hondo, disfrutando de la humedad glacial del aire nocturno, de la densa y amarillenta niebla de enero mientras conducía hacia The Angel, mientras un puñado de vendedores ambulantes permanecía bajo la luz menguante, surgiendo de entre la niebla cuando solo estaban a un brazo de distancia. No intentaron hablarle, sus instintos bien afilados les decían que él no estaba en el mercado para lo que ellos vendían. En cambio, se esfumaron tan rápidamente como habían aparecido, y Jungkook avanzó sin más obstáculos hacia el gran edificio de piedra.

El club no estaba abierto aún, y cuando atravesó la entrada de los propietarios hacia el salón de juego, se sintió agradecido por la falta de compañía en el cavernoso cuarto. Había linternas encendidas alrededor del salón, y un puñado de criados completaba su día de trabajo fregando la alfombra, puliendo candelabros de pared y quitando el polvo en las obras de arte enmarcadas en las paredes.

Jeon se dirigió hacia el centro del salón de juego, deteniéndose allí durante un largo rato para observar el lugar, el lugar que había sido su hogar durante los últimos cinco años.

La mayor parte de las tardes, él era el primero de los dueños en llegar a The Fallen Angel y le gustaba de esa forma. Disfrutaba de la tranquilidad del salón de juego a esa hora, los momentos silenciosos antes de que los empleados llegaran para comprobar el peso de los dados, el aceite de las ruletas, el deslizamiento de los naipes, preparándose para la masa de humanidad que descendería como langostas y llenaría el cuarto de gritos, risas y charlas.

Le gustaba el club vacío de todo, salvo de la posibilidad.

De todo, excepto de la tentación.

Metió la mano en el bolsillo de su chaleco, palpando el amuleto que siempre llevaba allí, la moneda que le recordaba lo que era la tentación y aquello que mantenía esas mesas llenas.

Lo que la tentación podía arruinar.

Lo único que no podía arriesgarse a perder.

La moneda ya no estaba. Otro recordatorio de su esposo no deseado.

Fue hacia la mesa de la ruleta, rozando los dedos sobre el pesado mango de plata de la rueda, haciéndola girar, haciendo que los colores se mezclaran, toda era velocidad y lujo, mientras tomaba la pelota de marfil en la que tantas esperanzas se fijaban y perdían. Con un movimiento rápido y experto de su muñeca, tiró la pelota en la rueda giratoria, amando el sonido de hueso sobre metal, la forma en que esta resonó para él, toda suavidad y pecado.

Rojo.

El susurro hizo eco a través de él, sin invitación, imparable.

Nada sorprendente.

Él se apartó antes de que la rueda redujera la marcha, antes de que la gravedad y la providencia tiraran la pelota en su asiento.

—Estás de regreso.

Al otro lado del cuarto, perfilado por la luz de la puerta abierta de la suite del contable, estaba Nam Joon, el cuarto socio de The Fallen Angel, quien manejaba las finanzas del club, asegurándose que cada penique que entrara por la puerta a la casa de juego se contabilizara correctamente. Era un genio con los números, pero él no aparentaba, ni vivía como el incomparable hombre de finanzas que era. Era alto, quince centímetros más alto que Jungkook, e incluso más alto que Yu Gyeom. Pero donde Yu Gyeom era del tamaño de una cabaña, Nam era largo y delgado, puro ángulos y músculos. Jeon raramente lo veía comer, y si las oscuras ojeras debajo de sus ojos eran alguna indicación, había pasado un día o dos desde que el hombre había dormido.

—Has llegado temprano.

Nam Joon pasó una mano sobre su mandíbula sin afeitar ante las palabras.

—Tarde, en realidad.

Él se movió a un lado, permitiendo a una hermosa mujer salir del cuarto detrás de él. Ella le dirigió a Jungkook una sonrisa tímida antes de tirar de la enorme capucha de su capa para cubrirse la cara.

Jeon observó mientras la mujer se apresuraba a ir hacia la entrada del club, saliendo sin apenas hacer ruido, antes de encontrar la mirada de Nam.

—Veo que has estado trabajando muy duro, aunque creí que eras más de donceles.

Una comisura de la boca de Nam Joon se levantó ante esas palabras.

—Ella es buena con los libros.

—Me imagino que sí.

—No te esperábamos de vuelta tan pronto.

Y ni él había esperado estar de vuelta tan pronto.

—Las cosas tomaron un giro diferente.

—¿Para bien o mal?

El eco de los votos matrimoniales que pronunció con Taehyung puso nervioso a Jeon.

—Esto depende de tu perspectiva de la situación.

—Comprendo.

—Dudo que lo hagas.

—¿Las Tierras?

—Mías.

—¿Te casaste con el doncel?

—Sí.

Kim soltó un largo y bajo silbido. Jeon no podía estar más de acuerdo.

—¿Dónde está?

Muy cerca.

—En la residencia de la ciudad.

—¿En tu residencia de ciudad?

—No creí que fuera apropiado traerlo aquí.

Nam Joon guardó silencio durante mucho tiempo.

—Admito, estoy impaciente por conocer a este doncel quien se atrevió a casarse con el frío y difícil Jeon y no huyó como alma que lleva el diablo.

Taehyung no tuvo otra opción.

No había forma en que se hubiera casado con él si Jungkook no lo hubiera forzado a acudir a la vicaría, si el doncel hubiera tenido más tiempo para pensárselo bien. Él era todo lo que Taehyung no era: ordinario y lleno de ira, sin esperanza de volver alguna vez al mundo en el que había nacido. En el que su esposo había nacido.

Taehyung era apropiado y perfectamente criado para vivir en aquel mundo. Este mundo en cambio, estaba lleno de juego, bebidas, sexo y cosas peores, esto lo asustaría terriblemente. Jungkook lo asustaría terriblemente.

Pero Taehyung le había pedido verlo.

Así que él se lo mostraría.

Porque no podía resistirse a la tentación de corromperlo. Era demasiado irresistible. Demasiado dulce.

Taehyung no sabía lo que le había pedido. Creía que la aventura era un paseo de noche en los bosques que rodeaban su hogar de la infancia. El salón principal de The Angel durante cualquier noche le causaría una crisis de histeria.

—¿El giro? —preguntó Nam Joon, apoyándose contra la pared, cruzando los brazos sobre su pecho—. Dijiste que las cosas no salieron como estaban planeadas.

—También consentí en casar a sus hermanos.

Nam Joon enarcó las cejas.

—¿Cuántos?

—Dos. Algo muy fácil, creo. —Él encontró la grave mirada del mayor —. Deberías saber que fue una boda por amor. Nos casamos esta mañana. Yo no podía soportar estar separado de Taehyung por más tiempo.

Un segundo pasó antes que Nam  Joon captara la mentira. Entendido su sentido señaló:

—Porque estás muy enamorado.

—Exacto.

—Esta mañana —Nam Joon analizó las palabras. Jungkook se apartó y colocó las palmas de sus manos en la mesa de la ruleta, presionándolas con firmeza en el afelpado tapete verde. Sabía lo que vendría mucho antes que las palabras fueran dichas—. Lo dejaste solo en tu noche de bodas.

—Sí.

—¿Tiene él cara de caballo?

No.

Taehyung era magnífico. Deseaba acostarlo en su cama y hacerlo suyo. El recuerdo del doncel retorciéndose contra él en su antigua casa lo tenía moviéndose para acomodar la forma en que sus pantalones se apretaban contra él.

Jungkook restregó una mano sobre su cara al decir la mentira.

—Necesito algún tiempo en el ring con Yu Gyeom.

—Ah. Ya veo que es él.

—No lo es.

—Entonces quizá deberías regresar a casa y consumar tu matrimonio con el doncel al que amas tan apasionadamente. Dios sabe que es una experiencia más agradable que tener a Yu Gyeom pateándote el culo en el ring.

Incluso aunque te merezcas la paliza.

Durante un momento fugaz, Jungkook consideró las palabras. Representando los acontecimientos que ocurrirían si regresaba a casa y buscara a su nuevo e inocente esposo. Imaginó cómo sería acostarlo en su cama y reclamar su cuerpo al hacerlo suyo. Mostrarle la aventura que Taehyung ni siquiera sabía que había solicitado. Su cabello de seda se aferraría a la barba incipiente sobre su mentón, sus labios llenos se separarían en un suspiro cuando él acariciara su piel suave, y el doncel lanzaría un grito ante el placer que arrancaría de él.

Era una perversa y maravillosa tentación.

Pero Taehyung no se conformaría con la experiencia que le diera. Le pediría más. Más de lo que él quería dar.

Su mirada regresó a la rueda de la ruleta, atraída, inexorablemente, a donde la pequeña pelota blanca había encontrado su asiento.

Negro.

Por supuesto.

Él se dio la vuelta.

—Hay más.

—Siempre lo hay.

—Consentí en regresar a la sociedad.

—Santo Dios. ¿Por qué?

—Los hermanos necesitan casarse.

Nam Joon juró, el asombro en la única y pérfida palabra.

—¿Min Seok negoció tu reingreso? Brillante.

Jeon no dijo la verdad, que había sido su esposo el que había negociado los términos primero. Con mucho éxito. En cambio, dijo:

—Tiene información que arruinará a Bang.

Los ojos de Nam Joon se abrieron de par en par.

—¿Cómo es posible?

—No buscamos en el lugar correcto.

—Estás seguro de esto...

—Eso lo destruirá.

—¿Y Min Seok te lo entregará cuando sus hijos estén casados?

—No debería tomar mucho tiempo; por lo visto uno de ellos está casi comprometido con Choi.

Kim arqueó las cejas.

—Choi es un imbécil.

Uno de los hombros de Jeon se levantó en un encogimiento evasivo.

—No es el primer aristócrata en casarse con una mujer o doncel que lo supera en inteligencia. Ni tampoco será el último.

—¿Dejarías que tu hermano soltero se casara con él?

—No tengo un hermano soltero.

—Me suena como si ahora tuvieras dos.

Jungkook oyó la censura en las palabras, sabía lo que Nam Joon le estaba diciendo. Sabía que el matrimonio con Choi condenaría a cualquier mujer o doncel con un cerebro en su cabeza a una vida de aburrimiento.

Y Taehyung sufriría al saber que otro de sus hermanos había hecho un mal matrimonio.

No me engaño con el pensamiento que ellos pudieran encontrar el amor. Pero podrían ser felices, ¿verdad?

Él hizo caso omiso del eco.

—Está prácticamente hecho. Esto me pone un paso más cerca de Bang. No lo detendré. Además, la mayoría de las mujeres o doceles de la aristocracia tienen que soportar a sus maridos.

Nam Joon levantó una ceja.

—Tienes que admitir que el matrimonio con Choi será una prueba. En particular para un doncel que espera conversación. Deberías presentarlo a alguien más. Alguien con un pensamiento en su cabeza.

Jungkook enarcó una ceja.

—¿Estás ofreciendo tus servicios?

Nam Joon lo fulminó con la mirada.

—Seguramente hay alguien más.

—¿Por qué buscar alguien más cuando Choi está allí y dispuesto?

—Eres un bastardo frío.

—Hago lo que se requiere. Quizás tú eres quien se está ablandando.

—Y tú eres más duro que nunca. —Cuando no contestó, Nam siguió adelante—. Puedes conseguir algunas invitaciones sin ayuda, pero para el resto, para un auténtico regreso a la sociedad, necesitarás a Jimin. Es la única forma en que se te abrirán todas las puertas que requieres.

Jungkook asintió una vez, manteniéndose erguido, inhaló con fuerza y se ajustó con cuidado las mangas de su levita.

—Bien, procuraré reunirme con Jimin. —Él encontró la mirada de Nam Joon —. Comenzarás a propagar que...

Él asintió con la cabeza.

—Has sido abatido por el amor.

Había un atisbo de vacilación antes de que Jeon asintiera.

Kim lo vio.

—Tendrás que hacerlo mejor que esto si quieres que alguien te crea. —Jungkook se apartó, ignorando las palabras hasta que Nam Joon lo llamó—. Y otra cosa. Si tu venganza depende de tu matrimonio y tu inmaculada reputación, querrás asegurarlos a ambos de manera rápida.

Jeon frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir?

Nam Joon sonrió con satisfacción.

—Meramente sugiero que te asegures que tu esposo no tiene motivos para pedir la anulación. Acuéstate con el doncel, Jeon. Pronto.

Jungkook no tuvo oportunidad de contestar, ya que hubo un escándalo repentino en la entrada principal al club, más allá de una amplia puerta de roble que permanecía entreabierta.

—Me importa un pimiento no ser un miembro. Me dejará verlo o haré que el objetivo de mi vida sea destruir este lugar... y a usted con él.

Jungkook encontró la mirada de Nam Joon, y el hombre más alto dijo con indiferencia:

—¿Has notado alguna vez que siempre es la misma promesa, pero ninguno es lo bastante poderoso para entregarla en persona?

—¿Por casualidad tu amiguita no tendrá un esposo?

Kim puso un rostro pétreo.

—Ese es un charco en el que no juego.

—Entonces no es para ti. —Jungkook se dirigió hacia la puerta, abriéndola de un empujón para encontrar a Jackson y Wonho, dos de los porteros de la casa de juego, sosteniendo a un hombre de altura media y constitución promedio con la cara contra la pared—. Caballeros —Hizo énfasis en la palabra—. ¿Qué es lo que habéis encontrado?

Wonho se giró hacia él.

—Él lo está buscando.

Ante las palabras, el hombre comenzó a luchar con todo su ímpetu.

—¡Jeon! Me verás ahora o lo harás al amanecer.

Él reconoció la voz.

Ho Seok.

Habían pasado nueve años desde la última vez que había visto a Bang Ho Seok, desde la noche que su padre había tomado todo lo que Jeon tenía, con extremo placer. Desde que Ho Seok había elegido su herencia, la herencia de Jungkook sobre su amigo.

Nueve años, y aún la traición caliente corría por él debido al modo en que su amigo le había vuelto la espalda. Por la forma en que Ho Seok había sido cómplice en las acciones de su padre.

—Ni por un momento supongas que rechazaría encontrarme gustosamente contigo al amanecer —le dijo—. De hecho, yo lo pensaría muy bien antes de hacer la oferta si estuviera en tu lugar.

Ho Seok volteó la cabeza contra la pared cubierta de terciopelo, enfrentando a Jungkook.

—Controla a tus perros.

Wonho gruñó profundamente y Jackson estrelló a Ho Seok y contra la pared. Ante su gruñido, Jungkook dijo:

—Ten cuidado, no toman bien los malos modales.

Le retorcieron un brazo hasta la altura de sus hombros, y Ho Seok se estremeció.

—Esta no es su batalla. Es la tuya.

Probablemente, Min Seok había advertido a Ho Seok de los planes de Jungkook y su arreglo. No había nada más que pudiera traer al hijo de Bang hasta aquí para enfrentarse a Jeon y su cólera.

—Lo que buscas no está aquí.

—Espero malditamente que él no lo esté.

Él.

Y con esa sola palabra, todo cayó en su lugar.

Ho Seok no había venido por el documento de Min Seok. Quizá ni siquiera sabía de su existencia.

Había venido por Taehyung.

Había venido por su tierras.

—Suéltenlo.

Una vez que lo liberaron, Ho Seok encogió los hombros, arreglándose el abrigo y lanzó una mirada de aborrecimiento a los dos hombres.

—Gracias.

Jackson y Wonho retrocedieron, pero no dejaron el pequeño espacio, listos para saltar a la ayuda de su empleador si así él lo necesitaba.

Jungkook habló primero.

—Seré muy claro. Me casé con Taehyung y al hacer eso, he hecho los terrenos míos. Ni tú ni tu padre los tocarán. De hecho, si descubro que cualquiera de vosotros vuelve a poner un pie en la tierra los haré detener por entrar sin autorización en propiedad ajena.

Ho Seok se pasó una mano sobre un labio hinchado y se rió, el sonido era hueco y carente de sentido del humor.

—¿Crees que no sabía que habías venido por esto? Sabía que harías lo que fuera para reclamarlo en el segundo en que estuvo fuera de las manos de mi padre. ¿Por qué crees que traté de casarme con Taehyung primero?

Las palabras hicieron eco a través de la pequeña habitación, y Jungkook estaba agradecido por la escasa luz que escondió su sorpresa.

Ho Seok era el prometido.

Debería haberlo previsto, por supuesto. Debería haber supuesto que Bang Ho Seok todavía formaba parte del mundo de Taehyung. En su vida. Debería haber esperado que él estuviera rondando sus terrenos en el instante que dejó de formar parte de su herencia.

Así que él se había declarado a Taehyung, y él lo había aceptado, doncel tonto, probablemente creyendo que amaba al muchacho de quien había sido amigo por tanto tiempo. ¿No era esto lo que los donceles tontos soñaban? ¿Casarse con el chico que habían conocido desde la niñez? ¿El compañero simple, simpático, el amigo seguro que nunca exigía nada excepto su sonrisa?

—¿Todavía atado por las cuerdas del monedero de papá, Seok? ¿Tenías que liberarte y casarte con un doncel para conseguir una finca? ¿Mi finca?

—No ha sido tuya durante una década —escupió Ho Seok—. Y tú no mereces esas tierras. No te mereces a Taehyung.

Un recuerdo le vino a la mente. Ho Seok, Taehyung y él en un pequeño bote en medio del lago, Ho Seok de pie precariamente en la proa de la embarcación, afirmando ser un gran capitán, Taehyung riéndose, su cabello rubio brillando como oro por la luz del sol de la tarde, toda su atención en el otro muchacho.

Mirándolo, Jungkook había agarrado los lados del bote de remos, meciéndolo una vez, dos, tres veces, y Ho Seok perdió su equilibrio y cayó al lago con un grito. Ho Seok!", gritó Taehyung, apresurándose hacia el borde del bote mientras el chico salía a la superficie, riéndose y haciendo esfuerzos por tomar aire. El doncel se había dado la vuelta, había censura en su mirada, toda su atención sobre Jungkook. "Eso fue poco amable".

Él suprimió el recuerdo, devolviendo su atención al presente, a hacer caer a Ho Seok una vez más. Debería sentirse contento por haber arrebatado una cosa más del agarre de Bang, pero no era placer lo que lo embargaba; era furia.

Furia de que Ho Seok casi hubiera conseguido lo que era de Jungkook. Sus tierras. Taehyung.

Entrecerró los ojos.

—Sin embargo, tanto la tierra como el doncel son míos. Tú y tu padre llegaron demasiado tarde.

Ho Seok dio un paso hacia él, elevándose a toda su altura, equiparándose a Jeon.

—Esto no tiene nada que ver con Bang.

—No te engañes. Todo esto tiene que ver con Bang. ¿Crees que él no esperaba que viniera tras mis propiedades en el momento en que Min Seok las ganó? Por supuesto que lo hacía. Y también debe saber que no me detendré hasta que lo haya arruinado. —Él hizo una pausa, contemplando a este hombre que una vez fue su amigo—. Y a ti, en el proceso.

Algo destelló en la mirada de Ho Seok, algo cercano al entendimiento.

—No tengo duda de que disfrutarás haciéndolo. Así como al destruirlo a él también.

Jungkook cruzó los brazos sobre su pecho.

—Mis objetivos están claros... Mis tierras y vengarme de tu padre. Que tú y Taehyung os interpongáis en el camino de esas cosas es en verdad lamentable.

—No permitiré que le hagas daño.

—Cuán noble eres. ¿Qué harás, llevártelo lejos? ¿Una Guinevere y su Lancelot? ¿Dime, él también nació del lado equivocado de la manta?

Ho Seok se quedó inmóvil ante las palabras.

—Así que este es tu plan; destruyes a mi padre destruyéndome.

Jungkook enarcó una ceja.

—Su herencia por la mía. Su hijo por el de mi padre.

—Tienes una memoria defectuosa si crees que él alguna vez pensó en mí como un hijo amado. —Las palabras sonaban auténticas; cuando eran jóvenes, Bang nunca tuvo una palabra amable para Ho Seok. Él había sido un hombre frío y difícil.

A Jeon le tenía sin cuidado ese detalle.

—No tiene importancia lo que él piense. Lo que importa es lo que el mundo cree. Sin ti, él no tiene nada.

Ho Seok se meció sobre sus talones, cuadró la mandíbula, un eco calmado del muchacho que una vez fue.

—Eres un sinvergüenza; yo soy un caballero. Nunca creerán en ti.

—Lo harán cuando les muestre la prueba.

Ho Seok frunció el ceño.

—No hay ninguna prueba.

—Eres bienvenido a probar esa teoría.

La mandíbula de Ho Seok se tensó y dio un paso hacia adelante, la cólera lo impulsó hacia Jungkook, quien esquivó el golpe antes de que Jackson saliera de las sombras para detener la inevitable reyerta. Los hombres no notaron los férreos brazos del guardaespaldas que los separaban.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó Ho Seok.

—No hay nada que tú tengas que quiera. —Jungkook hizo una pausa, dejando que el silencio se burlara de su enemigo—. Tengo las tierras, mi venganza y a Taehyung. Y tú no tienes nada.

—Fue mío antes que tuyo —dijo Ho Seok, su voz destilaba rabia—. Todos esos años sin ti y él me tuvo a mí. Y cuando Taehyung vea quién eres, en lo que te has convertido, regresará a mí otra vez.

Jungkook aborrecía la idea de que Ho Seok y su Taehyung hubieran seguido siendo amigos, incluso después de que él perdiera todo, incluso después que él fuera incapaz de regresar a  Busan y reasumir su lugar, el tercer punto de su triángulo.

—Eres un hombre valiente para amenazarme. —Él contempló a Jackson —. Asegúrate de que se marche.

El castaño se liberó del agarre del gigante.

—Puedo irme sin ayuda. —Se dirigió a la puerta exterior, se detuvo allí durante el más breve instante antes de girarse y encontrar la mirada de Jungkook —. Devuélvelo a Busan, Jeon. Déjalo en paz. Antes que lo destruyas con tu cólera y tu venganza.

Jungkook quiso rechazar la afirmación. Pero no era un tonto. Lo destruiría, por supuesto. Lo haría, porque era lo que él hacía.

—Yo en tu lugar, me preocuparía menos de la protección de mi esposo y más por la protección de tu nombre. Porque cuando acabe con tu padre, no serás capaz de mostrar tu cara en Seúl.

Cuando Ho Seok contestó, había acero en su voz, una convicción que Jungkook no había visto en el muchacho que una vez conoció.

—No me engaño en creer que puedo protegerme del escándalo que planeas desatar, pero haré todo lo que pueda para luchar contra ti, todo lo que pueda para proteger a Taehyung. Para hacerle recordar que hubo una época cuando sus amigos habrían hecho cualquier cosas para impedir que sufriera.

Jungkook enarcó una ceja.

—Parece que has fallado en eso, ¿verdad?

La pena destelló rápida y sorpresivamente en la cara de Ho Seok.

—Lo hice. Pero nunca se supuso que ese fuera mi papel.

Si lo hubiera permitido, las palabras le habrían escocido. En cambio, se burló:

—Consuélate, Seok, al menos él no tendrá que tratar con tu escándalo cuando suelte los papeles.

Bang se dio la vuelta, su mirada conocedora encontró la de Jeon en la oscuridad antes de decir sus palabras de despedida.

—No, él no tendrá el escándalo sobre su cabeza, pero sufrirá la pena de haberse casado contigo. No dudes de eso.

Él no dudaba de eso en lo más mínimo.

La maciza puerta se cerró detrás de Ho Seok, y Jungkook se apartó del sonido; cólera, irritación y algo más, algo que no deseaba definir, lo embargaba.

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