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Capítulo 15

Busan, febrero de 1821

Querido J:
He sabido de Bang, esa bestia de hombre y de lo que te ha hecho. Es atroz, por supuesto. Nadie creería que él pudiera ser tan odioso, nadie excepto Ho Seok y yo. En cuanto a Seok ha estado buscándote. Rezo para que él te encuentre rápidamente.

Siempre: T

(Carta no enviada)

1831

El gancho de izquierda de Yu Gyeom era malvado y bienvenido. Pero sobre todo merecido.

Conectó con la mandíbula de Jungkook, haciéndole tirar hacia atrás la cabeza y enviándole dando bandazos contra un poste de madera del borde del ring de boxeo en el sótano de The Angel.

Jeon se agarró antes de caer al suelo cubierto de serrín, sus ojos encontraron los de Park sobre las cuerdas del ring, antes de levantarse y volverse para enfrentar a su contrincante.

Yu Gyeom bailoteaba de un pie al otro mientras Jungkook avanzaba.

—Eres un tonto.

Jeon ignoró las palabras y la verdad en ellas, tirando un puñetazo que habría talado un roble.

Yu Gyeom se agachó rápidamente e hizo una finta para apartarse antes de que una brillante sonrisa estallara.

—Eres un tonto y estás perdiendo tu toque. ¿Tal vez con los donceles también?

Jungkook asestó un golpe rápido en la mejilla de Kim, disfrutando el sonido del puño sobre la carne.

—¿Qué tienes que decir ahora sobre mi toque?

—Un puñetazo medio decente —ofreció el contrario con una sonrisa, desplazándose hacia la izquierda, fuera del camino de la segunda trompada de Jungkook —. Sin embargo, tu esposo se fue a casa con Nam, así que no puedo hablar de eso.

Jungkook maldijo y fue tras su amigo, varios centímetros más alto y ancho, pero Jeon más que compensaba la diferencia con velocidad y agilidad, y esta noche, a fuerza de pura voluntad.

Atacó sin dudarlo, los puños, envueltos en un trozo de lino, ansiosos por conectar con el torso desnudo del hombre más grande.

—No te burles de él, Kim —dijo Jimin del otro lado del ring, rebuscando en una pila de papeles y solo medio atento al combate—. Está teniendo una noche bastante difícil.

El Señor sabía que era verdad.

Había dejado que Taehyung se fuera a casa. Había sido la cosa más difícil que jamás había hecho.

Porque lo que realmente quería hacer era el amor con él en el suelo de las habitaciones de los propietarios, con la luz del otro lado del cristal policromado bañándolo en una miríada de colores. Hubiera querido probar que nunca había tenido la intención de deshonrarlo.

Por cierto, la idea de que lo hubiera deshonrado lo hacía sentirse como una docena de distintos tipos de culo.

El puño de Yu Gyeom conectó con su mandíbula en un derechazo perfecto y Jeon se balanceó sobre los talones.

—¿Por qué no vas tras él? —preguntó el pelinegro, esquivando los puños de Jungkook y regresando para asestarle un golpe rápido en el pecho—. Llévalo a la cama. Eso, por lo general les hace sentirse mejor, ¿no?

Jeon no podía decirle a su amigo que en principio, tomar a su esposo en la cama lo había llevado a esta situación.

—Cuando encuentres un esposo o esposa, podrás brindar todo el consejo que gustes.

—En ese momento, no tendré que hacerlo. Te habrás quitado de encima el tuyo para siempre. —Él volvió a esquivar—. Me gusta el doncel.

Por desgracia, también a Jungkook.

—Ni siquiera lo conoces.

—No tengo que hacerlo. —El gancho de derecha de Jungkook habría puesto fuera de combate a un hombre más pequeño, pero el golpe no tuvo efecto en Kim. Por desgracia. Él simplemente siguió adelante—. Cualquiera que te saque de las casillas, se hace merecedor de mi admiración. Él tiene mi lealtad de su parte solo por el espectáculo de esta noche. E imagino que Nam estará medio enamorado de él en el momento en que regrese.

Las palabras fueron dichas para azuzar, y lo hicieron. Con un gruñido, Jungkook arremetió contra él, quien bloqueó dos puñetazos rápidos, antes de asestarle un golpe directo en el estómago. Jeon maldijo, y se apoyó en el otro hombre, jadeando y sudando muy de prisa durante un segundo, dos. Cinco. Finalmente, Yu Gyeom se echó hacia atrás y antes de que Jungkook tuviera oportunidad de moverse, el hombretón lo golpeó una vez, dos veces, enviándolo tambaleándose contra las cuerdas, la sangre brotando de su nariz.

Esta vez no fue lo suficientemente rápido para agarrarse. Cayó de rodillas.

—Final del round —gritó Park y Jungkook soltó un juramento cuando Kim avanzó para ayudarlo a levantarse.

—Déjalo —espetó, poniéndose de pie y yendo hacia la silla en el rincón del ring, señalizado con un pañuelo verde—. Treinta y ocho segundos —dijo, desgarrando la tela del poste, sosteniéndola en su nariz e inclinando la cabeza hacia atrás—. Sugiero que prepares tu siguiente contraataque.

Kim aceptó una copa de Wonho, su segundo al mando y bebió un largo trago antes de apoyarse contra las cuerdas, los brazos extendidos, luciendo un ancho tatuaje en sus omóplatos. Kim Yu Gyeom podría haber nacido en la aristocracia, pero este era su reino ahora.

—¿Qué te dijo él que tenías tantas ganas de recibir una paliza?

Jungkook ignoró la pregunta, la explosión de dolor en su mejilla no cumplía con su objetivo, fracasaba en llevarse todo pensamiento de lo que había sucedido más temprano con su esposo. De la manera en que sus ojos habían brillado cuando le había acusado de usar su cuerpo para obtener sus beneficios. Del modo en que había enderezado los hombros y defendido su honor, algo que Jeon debería haber hecho por él.

De cómo lo había mirado, con la verdad y las lágrimas en sus ojos y le dijo que le había echado de menos.

Las palabras le habían quitado la respiración, la idea de que el puro y perfecto Taehyung hubiera pensado en él, de que se hubiera preocupado por él.

Porque Jungkook también lo había echado de menos.

Le había llevado años olvidar, años que fueron borrados en un momento de honestidad, cuando lo había mirado a los ojos y acusado de abandonarle.

De deshonrarle.

Y allí, en la boca del estómago, aún expuesto por el dolor de la paliza de su amigo, estaba la emoción que había temido desde el principio de esta farsa.

Culpa.

Taehyung tenía razón. Él lo había usado indebidamente. Lo había tratado como menos de lo que merecía. Y él se había defendido con brío y orgullo. De manera notable.

Y así como Jeon había tratado de dejarlo ir, de apartarlo de él, había sabido que lo deseaba. No se engañaba pensando que el deseo era nuevo. Lo había deseado en Busan, cuando él doncel había estado de pie en la oscuridad con nada más que una linterna para protegerse. Pero ahora desear se había convertido en algo más serio. Más visceral. Más peligroso. Ahora él le deseaba, su esposo fuerte, inteligente y de buen corazón, quien se volvía más tentador cada día, mientras cambiaba y se transformaba en alguien nuevo y diferente al muchacho que había conocido en aquella oscura noche.

Y ahora, estaba casado con Taehyung, virtualmente obligado por las leyes de Dios y del hombre a tomarlo. A tumbarlo y adorarle. A tocarlo de cada una de las perversas maneras que podía imaginar.

A reclamarlo como suyo.

Y el doncel no quería tener nada que ver con él.

Cerró la mano izquierda en un puño, disfrutando del dolor punzante debajo de las tiras de lino, la sensación de la pelea que acababa de tener, la promesa de una que se avecinaba y bajó el pañuelo. Su nariz había dejado de sangrar.

Si Taehyung no hubiera decidido apartarle a la fuerza hoy, habría llegado con el tiempo, tal vez después de que fuera demasiado tarde, cuando tuviera pocos deseos de soltarlo.

—Necesito que alguien lo vigile.

Jimin lo miró.

—¿Por qué?

—Ho Seok le pidió que huyera con él cuando yo le arrastre por el fango.

Los otros hombres compartieron una mirada antes de que Yu Gyeom dijera.

—¿Deseas pagar a alguien para asegurarte de que eso no suceda?

Él quería creer que no sucedería. Que Taehyung lo elegiría.
Que lucharía por él de la misma forma que luchaba por Ho Seok.

Un recuerdo sepultado por largo tiempo llegó de manera inesperada. Taehyung joven, las manos extendidas en una fiesta en el jardín jugando a la gallina ciega. Los niños estaban dispersos por todas partes, llamándole a gritos y él se movía tambaleante y se abalanzaba, riéndose del tonto juego. Ho Seok y él habían avanzado lentamente hacia el doncel y simultáneamente habían susurrado su nombre. Taehyung se había dado vuelta hacia él, apresándole con facilidad, subiendo las manos para apoyarlas en sus mejillas, la sonrisa, amplia y preciosa.

Te he atrapado, Jungkook —le había dicho en voz baja.

Él se paso las manos por la cara y se miró los pies, cubiertos de serrín.

—Pienso que es lo más conveniente.

Park fue el primero en responder.

—Podría no ser la mejor forma de hacerte querer por el doncel, Jungkook, el tener a alguien siguiéndole.

Él se puso de pie.

—Estoy abierto a ideas menos viles.

Yu Gyeom sonrió burlonamente y dijo:

—¿Por qué no dejar el ring e ir a él? ¿Brindarle las palabras que está buscando, llevar al muchacho a la cama, y recordarle por qué tú eres mejor que Bang en los aspectos que cuentan? —Él rebotó en las sogas varias veces en una sucia imitación del coito—. Una lucha diferente pero mucho más agradable.

Jungkook frunció el ceño y se paró, sacudiendo las manos y probando su peso sobre sus piernas cansadas.

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que has dormido? —preguntó Jimin.

—Duermo. —No mucho.

Dio un paso hacia el centro del ring, sintiendo que la habitación apenas se balanceaba. Kim no tiró sus trompadas. Nunca. Era lo que lo hacía un oponente tan estelar en esos días cuando uno no quiere nada excepto la inconsciencia.

—¿Cuánto hace que has dormido más de una hora aquí y allá?

—No necesito una madre.

Park levantó una ceja.

—¿Un esposo, entonces?

Jungkook quería que Jimin estuviera en el ring también.

El sonido de Yu Gyeom al separar las virutas de madera en el centro del ring hizo eco a través del cuarto oscuro y cavernoso.

—Ven a rascarte, viejo. Déjame darte la paliza que tanto te mereces. Te enviaremos a casa con el Marqués en desesperada necesidad de cuidados y atención.

Jungkook se dirigió hacia el centro del ring, ignorando las palabras y el desagrado que arraigó en su corazón ante la idea de que su Marqués ya no estuviera dispuesto a proporcionarle cuidados y atención.

Después de otro round, Jeon salió del ring, apenas capaz de ver por su ojo izquierdo. Yu Gyeom se mantuvo en el cuadrilátero, extendido contra las cuerdas, observando cómo él aceptaba un trozo de carne cruda de la nevera a los pies de Wonho y tomaba asiento junto a Park, reclinándose y colocando la carne encima de su ojo hinchado.

Pasaron los minutos, varios de ellos, antes de que Jimin rompiera el silencio.

—¿Por qué te dejó?

Jungkook dejó escapar un largo suspiro.

—Está furioso conmigo.

—Ellos siempre lo están —dijo Yu Gyeom, comenzando a desenvolver la tira de lino que había enrollado alrededor de sus nudillos antes de la pelea.

—¿Qué hiciste? —preguntó Park.

Existían un centenar de razones por las que Taehyung estaba furioso. Pero solo una que importaba y vino rápida y clara, como un golpe de uno de los enormes puños de Kim.

—Soy un gilipollas.

Jungkook esperaba acuerdo instantáneo de sus socios, así que cuando nadie habló, él se preguntó si, tal vez, lo habían dejado solo en el cuarto. Levantó la pieza de carne de su ojo y miró hacia arriba solo para descubrir que Jimin, Yu Gyeom y Wonho lo observaban con los ojos abiertos de par en par.

—¿Qué? —preguntó.

Jimin encontró las palabras primero.

—Solo que en cinco años que te conozco...

—Mucho más para mí —intervino Kim.

—... nunca he sabido que admitieras que estabas equivocado.

Jungkook deslizó su mirada de Park a Kim y luego regresó a Park.

—Iros a la mierda. —Él volvió la carne a su ojo y se reclinó de nuevo—. No puedo darle lo que quiere.

—¿Qué es?

Era más fácil hablar con ellos sin tener que mirarlos.

—Un matrimonio normal. Una vida normal.

—¿Por qué no? —Pinchó Jimin.

—Todo en lo que soy afortunado es en el pecado y el vicio. Taehyung es lo contrario a esas cosas. Querrá más. Querrá... —Él se fue apagando.

Amor.

La única cosa que él no podría comprarle. La única cosa que él no podría arriesgarse a darle.

Los papeles de Jimin crujieron.

—Y en ese sentido, tienes miedo de Bang.

Jungkook se puso tenso.

—No tengo miedo.

—Por supuesto que no —se corrigió Jimin con un tono salpicado de humor—. Perseguir al doncel, Jungkook, no es la respuesta. Es darle las cosas que quiere. Ser el marido que merece.

Maldita sea, él quería ser ese marido. Taehyung lo estaba destruyendo poco a poco con su coraje y su espíritu. No se suponía que debía ser así. Se suponía que iba a ser un secuestro fácil, rápido y limpio, un matrimonio sencillo y una despedida tranquila, de manera que les sirviera a los dos.

Excepto que nada sobre su esposo parecía fácil o tranquilo.

Jungkook flexionó los dedos, sintiendo el dolor de la pelea en los nudillos.

—No es tan fácil.

—Nunca lo es con las mujeres o donceles —añadió Jimin—. Puedes decir todo lo que quieras, que lo apartarás después de que tu venganza se lleve a cabo, pero no serás capaz de hacerlo. No del todo. Todavía estarás casado.

—A menos que Taehyung se vaya con Bang —se burló Yu Gyeom desde el interior del ring.

Jungkook lo maldijo con saña.

—Taehyung no necesita a Ho Seok para la vida que quiere. Yo se la daré. Todo lo que quiera.

—¿Todo? —preguntó Jimin. Jungkook no respondió—. Ya no se trata de todo por la tierra y tu venganza, ¿verdad? A ti te importa el doncel.

No debería. Había perdido todo lo que alguna vez le había importado. Había arruinado todo lo bueno que alguna vez había tocado. Que a él le importara era un presagio de la destrucción de Taehyung.

Sin embargo, desafiaba a cualquier hombre en Corea a pasar un día con su esposo y que no le importara.

—Como mínimo, él lo desea —dijo de pronto Kim—. Y no puedo culparlo. Su arrojo esta noche tentaría a un santo.

—¿Tentaría a un santo? —dijo Jimin—. Nam Joon lo escoltó a su casa.

La rabia desbordaba a través de las palabras de Jungkook.

—Nam no lo tocará.

—No. No lo hará. Pero no porque él no sea tentador; porque es Kim Nam Joon —dijo Jimin.

—Y si él no lo fuera, no lo tocaría porque es tuyo —agregó Yu Gyeom.

Dios lo ayudara, él deseaba que Taehyung fuera suyo.

—Él no es mío. No puedo tenerle. Taehyung no quiere tener nada que ver conmigo.

Había estropeado cualquier oportunidad de eso, tal como había estropeado todo lo que era bueno y correcto en su vida.

—Pero Jungkook, tú lo tienes —dijo Yu Gyeom.

Hubo un largo silencio mientras las palabras hacían eco por la habitación. No eran ciertas, por supuesto. Ellos no tenían razón. Si Jungkook lo tuviera, entonces no estaría tan asustado de volver a casa con él. Si Jungkook lo tuviera no estaría aquí, apestando a sudor y carne cruda. Si Jungkook lo tuviera, Taehyung no lo hubiera dejado.

Por último dijo:
—Estoy casado con él. No es lo mismo.

—Bueno, es un comienzo, creo yo. —Park se paró, levantó el fajo de papeles y agregó—. Él es tuyo, comprado y pagado. Y puesto que estáis atascados el uno con el otro. Dios lo ayude, quizás es hora de intentar un matrimonio que no termine de forma tan horrorosa como comenzó.

La idea, la posibilidad de que algún día él le pudiera importar, de que algún día pudieran tener más que la cáscara de un matrimonio, le tentaba más que los naipes, más que la ruleta.

Lo tentaba a ser el esposo que Taehyung se merecía.

Busan, septiembre de 1823

Querido J:
Su Excelencia, la duquesa de Park. Parece que un exceso de duques jóvenes y elegibles era innecesario. Uno era suficiente. El duque de Park ha expresado el deseo de cortejarme, mi padre ha estado de acuerdo y mi madre está completamente embargada por la emoción.
Por supuesto, tiene muchas virtudes. Es guapo, inteligente, poderoso, rico y como a mi madre le gusta recordarme en cada oportunidad... es un DUQUE. Sin duda, si él fuera un caballo, habría mucha demanda en Tattersall’s.
Por supuesto, cumpliré con mi deber. Este será un matrimonio para no olvidar nunca. Es difícil de creer que seré un duque, el Santo Grial de la aristocrática hijo mayor. ¡Hurra!
Te he echado tanto de menos durante tanto tiempo. ¿Dónde estás?

Sin firma

(Carta no enviada)

A la mañana siguiente, Taehyung mandó una nota a la recién habitada Kim House para invitar a Junkyu y Seokjin a reunirse con él para pasar el día, la primera vez que dejaba de esperar a su marido y comenzaba a vivir su vida de nuevo.

Taehyung iba a patinar sobre hielo.

Estaba muy necesitado de una tarde con sus hermanos para recordarse que había un motivo para las discusiones con Jungkook y su propio descontento, para mantener este estúpido engaño y asegurarse de que su matrimonio pareciera ser real y no la trágica farsa que era.

Tenía que recordarse que su escándalo de inmediato sería el de ellos si se exteriorizaba la farsa, y Junkyu y Seokjin se merecían una oportunidad mejor. Algo más.

Taehyung apretó los dientes ante las palabras, ante todo lo que habría querido decir en esa noche desafortunada cuando se había dejado atrapar, desprevenido, en la aventura del matrimonio con Jungkook. Apartando el pensamiento de su mente, asintió con la cabeza a su criada, que lo ayudaba a ponerse la ropa.

Taehyung sabía que sería mirado de arriba abajo más allá de las paredes de Hell House, y se vistió con esmero para los ojos de todo Seúl al menos, todos aquellos que residían en Seúl en enero, quienes estarían observando, buscando el punto débil en la armadura del nuevo Marqués de Jeon.

El doncel que ellos creían había conquistado el corazón del socio más malvado del The Fallen Angel, convenciéndolo para restaurar su título y regresar a sus filas.

El estúpido doncel que él evitaba a toda costa.

Taehyung seleccionó un pantalón negro y una camisa de cuello de tortuga blanco, pensando en lo cálido y festivo de la excursión y lo combinó con un abrigo largo de cuadros amarillos y marrones que había llevado puesto la fatídica noche cuando había cruzado las tierras de Kim, y había encontrado a Jungkook, ahora Jeon, en la noche fría y oscura.

Podría haber sido un guiño a esa noche, al momento en que él había descorrido el cerrojo a ese extraño y nuevo futuro, a la esperanza de que pudiera encontrar más, a pesar de un marido que no quería tener nada que ver con él. Taehyung tendría su aventura con este manto, con o sin él.

Unos glovelettes de lana de punto y cachemira completaban el atuendo en una sincronización perfecta; descendió las anchas escaleras centrales de Hell House hacia los sonidos de la cháchara de sus hermanos en el vestíbulo de la planta baja, la conversación de ellos aumentando para llenar el espacio vacío que parecía surgir amenazadoramente desde todos los rincones de la casa de su marido.

Su casa, suponía.

Mientras se apresuraba a atravesar el rellano del primer piso, ansioso por alcanzar a sus hermanos y salir de la casa, la puerta del estudio privado de Jungkook se abrió y él lo cruzó de una zancada, con papeles en la mano, la levita desabrochada y la camisa blanca de lino tirante en su ancho pecho. Jeon se detuvo cuando le vio e instantáneamente extendió una mano para abrocharse la chaqueta.

Taehyung se detuvo, sus ojos recorrieron su cara, notando los variados colores en un ojo y el corte de aspecto ruin en el labio inferior. Dio un paso adelante, una mano semienguantada subiendo por su propia voluntad, incapaz de detenerse y tratar de alcanzar su rostro estropeado.

—¿Qué te pasó?

Él se alejó del contacto, la mirada llameando sobre el doncel.

—¿Adónde vas?

El cambio abrupto en la conversación no le dio oportunidad de decidir si Taehyung quería que él escuchara la verdad.

—A patinar. Tu ojo...

—No es nada. —Él levantó una mano hacia la contusión.

—Se ve horrible. —Él enarcó una ceja y Taehyung negó con la cabeza—. Quiero decir...oh, tú sabes a lo que me refiero. Está todo negro y amarillo.

—¿Es eso asqueroso?

Taehyung asintió.

—Absolutamente.

—Eso es lo que yo esperaba. —¿Le estaba tomando el pelo?—. Gracias por tu preocupación. —Se hizo un largo silencio durante el cual Taehyung habría pensado que Jungkook estaba incómodo si no lo conociera mejor. Al fin, él agregó—. Vi que aceptaste una invitación para el baile de Byun.

El rubio no pudo evitar responder.

—Lo hice. Sabes que por lo general es la mujer o doncel el que acepta las invitaciones sociales, ¿verdad?

—Cuando seamos más hábiles en recibirlas, con mucho gusto renunciaré a la tarea de aceptarlas. Me sorprendió que nos invitara.

—A mí no. Lady Byun disfruta de un escándalo más que la mayoría. Sobre todo si es en su salón de baile.

Una cacofonía de risas se elevó desde la planta baja, Jungkook se aproximó al pasamano para mirar hacia abajo al vestíbulo.

—Los jóvenes donceles Kim, ¿presumo?

Taehyung hizo todo lo posible para apartar la mirada del profundo corte en el labio. Realmente lo hizo.

Que fracasara no tenía importancia.

—Ellos han regresado a la ciudad. —Hizo una pausa, incapaz de ocultar el filo en su tono cuando agregó—. Seguro para casarse bastante pronto...

Él regresó bruscamente su atención al doncel.

—¿Patinaje sobre hielo? —Había sorpresa en las palabras.

—¿No te acuerdas de patinar en el estanque cuando éramos niños? —Las palabras escaparon antes de que pudiera detenerlas y deseó haber dicho otra cosa, cualquier otra cosa, cualquier cosa que no le recordara al Jungkook que una vez había conocido. Que una vez había entendido.

Era como si él hubiera borrado su recuerdo. Taehyung odiaba la manera en que lo hacía sentir.

—Me retraso. —Se volvió alejándose de él y se dirigió hacia las escaleras, sin esperar que él dijera nada. Era tan bueno guardando silencio, que había dejado de creer que él hablaría sin aguijonarle. Y el rubio había dejado de aguijonarle.

Así que cuando habló se sorprendió.

—Taehyung.

El sonido de su nombre en sus labios lo conmocionó. Se volvió al instante.

—¿Sí?

—¿Puedo unirme a ti?

Taehyung parpadeó.

—¿Perdón?

Él respiró profundo.

—Patinaje sobre hielo. ¿Puedo unirme a ti?

El pelirrubio entrecerró los ojos.

—¿Por qué? ¿Crees que recibiremos unos pocos centímetros en el periódico si somos vistos de la mano, deslizándonos por el hielo?

Él se pasó las manos por las ondas oscuras.

—Me lo merecía.

El doncel no se sentiría culpable.

—Sí. Lo hacías. Y más, también.

—Me gustaría hacer las paces contigo.

Los ojos de Taehyung se abrieron de par en par. ¿Qué era esto?

Probablemente lo estaba manipulando, a él y al futuro de los dos, y esta vez no sería convencido. No sería engañado.

Era más sensato. Estaba cansado del dolor que se instalaba en su pecho cada vez que Jungkook estaba cerca, cada vez que no estaba. Estaba cansado de las peleas, los juegos y los engaños. Estaba cansado de los chascos.

Jeon no podría imaginar que una simple oferta de compañía compensara todo lo que había hecho, todo lo que había amenazado. Armándose de valor dijo:

—Creo que no.

Él parpadeó.

—Debería haberlo esperado.

¿Después de la manera en que se habían separado anoche? Sí. Debería haberlo hecho. Taehyung se dio vuelta en dirección a las escaleras que lo conducían a sus hermanos.

—Taehyung. —Él lo detuvo con su nombre, bajo y encantador en sus labios.

El nombrado no pudo evitar volverse.

—¿Sí?

—¿Qué haría falta? ¿Para unirme a ti?

—¿Qué haría falta?

—Nombra tu precio. —Él hizo una pausa—. Una tarde con mi esposo sin el fantasma del pasado o del futuro con nosotros. ¿Qué haría falta?

Taehyung respondió sin vacilar, de manera franca y seria.

—No arruines a Seok.

—Siempre pidiendo para los demás. Nunca para ti.

—Y tú siempre haciendo para ti mismo, nunca para los otros.

—Encuentro que prefiero el resultado. —Era un hombre exasperante. Él se acercó y habló en voz baja, enviando un estremecimiento de conciencia a través del doncel—. ¿Qué haría falta para que te tenga durante una tarde?

La respiración de Taehyung se aceleró cuando las palabras evocaron una variedad de imágenes que no tenían nada que ver con el patinaje sobre hielo o sus hermanos, y todo relacionado con el cubrecama de piel en su lujoso dormitorio.

Jungkook extendió una mano y pasó un dedo por su mejilla.

—Nombra tu precio.

Dios lo ayudara, Jeon Jungkook lo manejaba con tanta facilidad.

—Una semana —dijo con voz temblorosa—. Una semana de seguridad para él. —Una semana para convencerte de que estás equivocado. Que la venganza no es la respuesta.

Jungkook no estuvo inmediatamente de acuerdo y el doncel se obligó a retroceder hacia la escalera, decepcionado por su absoluta falta de poder sobre él. Cuando pisaba el escalón más alto, Seokjin se fijó en él.

—¡Tae! —anunció—. ¡Y lord Jeon!

Taehyung volvió la mirada hacia Jungkook y susurró:

—No tienes que escoltarme. Te aseguro que soy capaz de encontrar mi camino a la puerta de entrada.

—Tienes un trato —dijo en voz baja a su lado—. Una semana.

El triunfo lo atravesó, embriagador y excitante. Ellos habían llegado al pie de las escaleras antes de que Taehyung pudiera decir nada y Junkyu se abalanzó.

—¿Has visto el The Scandal Sheet hoy?

—No, me arrepiento —bromeó Taehyung, fingiendo no darse cuenta de que Jungkook estaba incómodamente cerca detrás de él —. ¿Qué chisme chispeante has oído?

—Ningún chisme para vosotros —replicó Jin—. Un chisme sobre vosotros... bueno sobre ti, al menos.

Oh, no. Alguien había averiguado la verdad de su matrimonio. De su ruina en el campo.

—¿Qué tipo de chisme?

—¡Del tipo que todo Seúl tiene envidia de tu magnífico e insoportablemente romántico matrimonio! —exclamó Junkyu.

Le tomó un momento registrar el significado de las palabras.

—Nosotros no sabíamos que os habíais encontrado en Navidades,  Taehyung —dijo Junkyu—. ¡Ni siquiera sabíamos que lord Jeon había estado en Busan durante la Navidad!

Seokjin miró a Taehyung a los ojos, todo seriedad.

—No. No lo sabíamos.

Jin no era tonto, pero Taehyung forzó una sonrisa.

—Léelo, Jin —exigió Junkyu.

El joven empujó sus gafas más arriba de la nariz y levantó el papel.

—¡Los últimos días de enero no son siempre el tiempo de los frutos más maduros de los chismes, pero este año tenemos un regalo especialmente jugoso del recientemente reintegrado marqués de Jeon! —Él levantó la mirada hacia Jungkook —. Ese es usted, Su Señoría.

—Sospecho que él lo sabe —dijo Junkyu.

Jin ignoró a su hermano y siguió adelante.

—Ciertamente nuestros perspicaces lectores... no estoy seguro de que los lectores del The Scandal Sheet sean precisamente perspicaces, ¿no?

—De verdad, Seokjin. ¡Sigue leyendo!

—Ciertamente nuestros perspicaces lectores han oído que el marqués se ha casado. —Jin miró a Taehyung, excepto que antes de que él pudiera decir cualquier cosa, Junkyu gimió y le arrebató el papel de las manos.

—Bien. Yo lo leeré. Oímos que los marqueses Jeon están tan enteramente uno al lado del otro que rara vez han sido vistos separados. ¡Y un suplemento delicioso! Parece ser que no solo los ojos de lord Jeon siguen a su esposo... ¡sino las manos y los labios también! ¡En público, nada menos! ¡Excelente!

—Ese último pedacito fue editorial de Junkyu —intervino Seokjin.

Taehyung pensó que podría morir de vergüenza. Allí mismo. En el acto.

Junkyu continuó.

—No es que esperásemos nada menos de lord Jeon... esposo o no, ¡sigue siendo un pícaro! ¡Y eso que llamamos un pícaro, porque cualquier otro nombre escandalizaría a alguien tan dulce!

—Oh, por amor de Dios. —Taehyung puso los ojos en blanco ante eso, mirando hacia Jungkook, que parecía... ¿complacido?—. ¿Estás halagado?

Jungkook volvió unos ojos inocentes hacia el doncel.

—¿No debería estarlo?

—Bueno, cualquier cosa shakesperiana debe ser al menos un elogio vago —agregó Seokjin pensativamente.

—Precisamente —dijo Jungkook, regalando a Jin una sonrisa que puso a Taehyung más que un poco envidioso de su hermano—. De todos modos, continúe.

—Basta con decir, lectores, que estamos muy contentos con este cuento de invierno...

—¿Crees que ellos quieren hacer el segundo juego de palabras shakesperianas? —interrumpió Seokjin.

—Sí —dijo Junkyu.

—No —dijo Taehyung.

—... y solo podemos esperar que la llegada del último dúo de jóvenes donceles Kim.

Jin se ajustó las gafas sobre la nariz y dijo:

—Esos somos nosotros.

—... propiciará la suficiente excitación para conservarnos, a todos nosotros, calientes en estos gélidos días. ¿No es el artículo más escandaloso que alguna vez has escuchado? —preguntó Junkyu, y Taehyung resistió el deseo de hacer trizas el ridículo artículo del periódico.

No se le había ocurrido que sus hermanos no podrían saber la verdad.

Que su matrimonio era un fraude.

Tenía sentido, por supuesto. Mientras menos personas lo supieran, mientras menos jóvenes con inclinaciones para el chisme lo supieran, más fácil sería para ellos estar casados. Jungkook deslizó un brazo alrededor de su cintura. Sus hermanos atisbaron ese brazo, el modo en que su mano serpenteó, caliente y directa, por su cuerpo, descansando sobre su cadera como si perteneciera allí. Como si él perteneciera allí.

Como si Taehyung le perteneciera.

El doncel se apartó de su toque.

Podría haber estado de acuerdo en mentir a la mitad de la cristiandad, pero no iba a mentir a sus hermanos.

Abrió la boca para negar el artículo, para decirles la verdad.

Y se detuvo.

El matrimonio por amor podría ser una farsa, Jungkook podría estar en esto por sus misteriosos propósitos, pero él tenía un motivo. Había tenido un motivo desde el principio. Sus hermanos habían vivido a la sombra de su ruina durante demasiado tiempo. Él ya no les daría más sombra.

Jungkook ya estaba hablando con su pico de oro.

—Con la llegada de este artículo, necesitareis protección de las manadas de pretendientes que es casi seguro aparecerán en tropel.

—¡Usted debe unirse a nosotros! —dijo Junkyu, y Taehyung resistió el deseo de gritar ante el modo en que sus hermanos fingieron estar a salvo en las manos de él.

Jeon lo miró vacilante y él deseó que se negara, para recordar lo que había dicho escaleras arriba.

—Me temo que no puedo.

Taehyung debería haber estado satisfecho, pero arriba era a menudo abajo cuando se trataba de su marido, y en lugar de eso se encontró tan gratamente sorprendido de que él hubiera honrado su pedido que estaba deseando que Jungkook hubiera estado de acuerdo en reunirse con ellos.

Lo que era ridículo, por supuesto.

Los hombres eran muy molestos por cierto.

Y su marido, más que la mayoría.

—Oh, hágalo —presionó Junkyu —. Sería bonito llegar a conocer a nuestro nuevo hermano.

Seokjin intervino en la conversación.

—Ciertamente. Os casasteis tan rápido que nosotros nunca... nunca tuvimos la oportunidad de familiarizarnos como Dios manda.

La mirada de Taehyung  se disparó a su hermano. Algo estaba mal. Seokjin sabía. Tenía que saberlo.

Jungkook volvió a negar con la cabeza.

—Lo siento, pero no tengo patines.

—Tenemos patines adicionales en el carruaje —dijo Junkyu —. Ahora no tiene ningún motivo para no venir.

Al instante, Taehyung desconfió.

—¿Por qué tendrías patines extras en el carruaje?

Junkyu sonrió, brillante y hermoso.

—Uno nunca sabe cuándo podría encontrarse con alguien con quien desea patinar.

Taehyung se volvió a los ojos sorprendidos de Jungkook, que parecía tener dificultades deteniendo una sonrisa. El doncel enarcó una ceja cuando él dijo.

—Un proverbio excelente. Parece que no tengo otra alternativa que hacer de chaperona.

—Tú puedes hacer de la mejor chaperona, Jeon—dijo Taehyung a través de los dientes—. Debido a que eres un pícaro.

Él le guiñó un ojo. ¡En verdad le guiñó un ojo! ¿Quién era este hombre?

—Ah, ¿pero quién mejor que un pícaro experimentado en la reforma para identificar a sus iguales? Y confieso que me gustaría tener la oportunidad de volver a patinar con mi esposo. Ha pasado mucho tiempo.

Mentira.

Jungkook no recordaba patinar con él. Virtualmente, lo había admitido antes, en la planta alta. Taehyung no pensaba que pudiera soportar un paseo al aire libre con todos ellos, con Jungkook tocándolo constantemente, preguntándole por su bienestar, burlándose de él, tentándolo.

No después de anoche, cuando había sido tan fuerte. Cuando había estado tan seguro de sí mismo.

De lo que quería.

De repente, a la luz del día, este Jungkook más amable y cortés no parecía tan resistible.

Y por cierto, esa era una cosa muy mala.





🚨Nota🚨

[En multimedia les dejé el vestuario que se supone está vistiendo Tae para ir a patinar ya que no soy buena describiendo atuendos y he decidido adaptar las ropas (a partir de ahora) a algunas que hemos visto ser usadas por ellos]

Gracias por su tiempo ❤✌🏻

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