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Capítulo 46

Lovely Walker.

Segundas oportunidades.

El frío cala mis huesos pero me aferro a su cinturón mientras hombres armados son esperan cerca de un jet. Deja caer la maleta y me oculta en su espalda.

—¡Díganle a su soberano que sólo muerto me la arrebataran! —grita rabioso—. No le volveré a otorgar algo mío, porque es lo único que puedo tener y lo único que jamás me van a quitar.

Se quedan callados y la puerta se abre dándole paso a Elton Ryan Makris vestido de Rey.

—Adoro todo lo teatral —dice suspirando y el vaho de su boca me hace ocultarme— pero me temo que esto acaba aquí. Lo hice por la ley, te la quite o lo que quieras, pero lo hice como debía ser así que, te pido por las buenas que me la des.

Las lágrimas me están quemando porque la voz de ese hombre no es la de mi Elton. Asomo la cabeza y veo que me sonríe.

—Muñeca —extiende la mano—, jamás tendrás que pasar por esto. Nunca sufrirás así de nuevo.

Pero nadie podrá hacer lo que él hace, porque la manera en que no me mira está dándome a entender que si lo quiero me dejara pero también es una mentira.

Me va atrapar y eso me da una sensación de satisfacción. Sus ojos se clavan en los míos y niega divertido, quizá me leyó la mente.

—Hazlo y verás de lo que soy capaz —dice pero deja que camine hacia Elton.

El frío es peor para mí porque ellos están muy tranquilos mientras chasqueo los dientes, me siento como Renesme en la reunión con los vulturis. Abrazo Elton oliendo su fragancia y que me causa unas nauseas incontrolables. Me quito de su lado.

—Sabes que es lo mejor —dice pero a mí me dobla la arcada que me lastima el estómago.

Me duele la el estómago, la cabeza y me tiemblan las manos, estar cerca de Elton es como estar en un maldito sube y baja. Acaricia mi espalda.

—Le pertenezco —susurro.

Me ayuda a incorporarme y veo la sangre que sigue saliendo, me limpia los labios con su pañuelo antes de guardarlo.

—Eso no es verdad —Elton trata de tocarme pero lo evito.

Tomo el anillo que me dió y temblando se lo pongo en la palma. La barbilla me tiembla porque sé que debí enamorarme de él.

—Sabes que a la mafia no le interesa nada de esto —le digo cuando observa el anillo con sus hermosos ojos y corona—, siempre estaré fichada. Todo el tiempo, y si es para sobrevivir lo haré, yo sé que debemos cortar este círculo y aquí le doy fin. Acepto mi destino.

—Love...

—Es mi decisión, y acepto que tu protección es buena pero tienes otras prioridades y jamás me interpondré.

Doy un paso hacia atrás.

—Volveré pero jamás al lugar donde me hicieron esto —le soy clara—. No hay más ley para mí. Ya no más.

Creo que me va a matar por ser un dolor de cabeza pero finalmente sonríe y viene hacia mí para abrazarme. Contengo la respiración y comienza a reírse.

—Sólo venía a despedirme —besa mi mejilla y se separa—, el FBI te dará unos meses para que te sientas mejor. Tranquila, todos te extrañarán. No podremos ir pero te enviaremos cartas, fotos y videos de urgías. Seré divertido, pero estaré triste porque te extrañare.

Me arranca una sonrisa genuina y limpia mis lágrimas con sus pulgares.

—Te quiero —digo tratando de no oler y sus brazos me arropan.

—Yo más —besa mi mejilla y se separa aniquilando a Tayler con la mirada—. ¡No puedes largarte, en dos semanas será la firma de derechos!

—¿Te felicito? —escucho su voz más cerca y cuando giro, me encuentro con él. Me indica con la mirada que me coloqué detrás—. Ya nos largamos. Mi mujer y yo.

Me toma de la mano y me recorre algo cuando noto que es la primera vez en mucho tiempo. Elton como todo un Rey lo mira con el montón en alto escaneando el anillo con los dedos. Nos dirigimos hacia el Jet de este loco y Elton eleva la mano despidiéndose como el mismo chico que conocí en la fiesta, con una sonrisa preciosa, ojos zafiro y el corazón enorme. Él no venía a detenerme, sólo quería despedirse de su amiga.

—Te amo —leo sus labios.

—Y yo —respondo.

Una vez adentro noto que no hay piloto y no es raro que lo vea manejar, sé que lo sabe al igual que yo, pero quiere decir que me lleva a un lugar que no sé.

—¿Adónde vamos? —pregunto sentándome en el primer lugar que veo y no responde—. ¿Ahora estarás mudo después de joder que te eligiera? Cambios de humor de mierda que con los míos tengo suficiente.

—Después de que casi besaras a ese bufón supongo que te das una idea.

La oración me causa una sensación rara y...

—¿Estás celosito?

No responde, hace berrinche aflojándose la corbata.

Me quito la ropa antes de que cierre la compuerta y me escanea desnuda.

—Nunca lo he hecho aquí —jadeo...

No me deja ni respirar cuando ya lo tengo prendido de mi boca, y no me importa. Dejo que me levante y haga sonar la hebilla haciéndome gemir. El lugar es pequeño pero me encanta, y no sé qué hacemos pero dejo que haga lo que sea que me encante.

El ambiente es tan ligero cuando sus manos aprietan mis muslos y tetas que se lleva a la boca, saboreando las argollas.

Me pierdo en las sensaciones de su lengua eléctrica, la sensación de estar ardiendo, suplicando el sudor de ansiedad por el de nuestras pieles ardiendo, chocando la una con la otra, el miedo me recorre porque cuando besa mi cuello y muerde mi tetas, saboreando el metal de mis aros, sólo me dice que me desea, sin embargo, sólo es carnal. Cuando se canse de follarme y necesite lo que todos algún día quedaré en el olvido. No me ama, ¿verdad? ¿Quién lo haría? Él necesita a una mujer completa para mantener ese puesto que tanto le envidian.

Mi caderas no soportaran, mi pechos se caerán y el veneno que tanto he deseado me acabará lentamente hasta convertirme en cenizas pero él gime y jadea apreciándome como si fuese lo mejor que ha visto, me deja enterrar las uñas en sus pectorales y acariciar la serpiente que está llena de nuestros fluidos. Me hace sentir viva, por ello dejo que lo haga, necesito sentir aún me necesita porque al menos sé que sirvo para algo.

Una vez que el orgasmo me deja temblando me carga hasta la cama que tiene en la habitación del jet y me cubre con una manta.

—Una vez estemos en la dirección, pondré piloto automático y volveré —susurra.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo, herz.

Asiento mirando su cabello despeinado mientras me pesan los párpados. Apenas puedo mantenerlos abiertos, la luz de la zona merma y sólo veo su silueta alejarse hacia la cabina. En la noche o lo que sea simplemente percibo el calor de su cuerpo y me volteo con el nudo en la garganta.

En mi cabeza siempre está esa canción que cantaba en el cautiverio con el ruso, es la que me mantiene cuerda, lo único que ayuda a recordar que he estado peor y que he logrado salir. «Soy la mujer más fuerte del mundo —evoco las palabras de Cedric...—. ¿Cedric?»

La clavada de la cuchilla de su hermana se siente latente pero no dejó marca, era una lima de metal que me hizo daño superficial. Me hago bolita y los brazos del hombre que debería odiar más que a nadie me cubren como un escudo.

—Está bien, mocosa. Llora todo lo que tengas que llorar...

—Tengo la culpa de todo —sollozo aferrándome a su camisa en lo que me llena de besos—, todo por un capricho. Si jamás te hubiera engañado, si me hubiera quedado contigo, si no me hubiese creído más de lo que no soy todo sería distinto. Ostin estaría vivo, Jade estaría viva, mis... mis bebés —la garganta y pecho me arden—, y nadie hubiera salido herido por mí... es mi culpa.

Me toma de la cara y reparte besos por ella haciéndome sentir peor, porque es algo que no debería desear, debería querer a mis padres pero no, las dudas me hacen pensar en que sólo a él le importo. Y, la verdad ahora sólo me importa él. ¿A caso mis padres hicieron guerras para verme? No lo creo.

—Lo que hayas hecho no tiene nada que ver —aclara y me abrazo a él—, no me engañaste, tu único error fue confiar en quiénes no debías. Pero no podemos regresar el pasado ni revivir a los muertos, sólo te queda vivir por el hombre que dió la vida por ti. Por la mujer que corrió hasta el cansancio con tal de que tú pudieras estar a salvo, ¿crees que lucho días por ella? —niega y me besa los labios temblorosos—. Lo hizo por ti, y a ti no te gusta deber nada, ¿verdad?

—No —respondo en un hilo de voz.

—Págales sobreviviendo.

Asiento y me rompo en llantos porque una imagen de mí en las escaleras sale a interrumpir, como un dejavú, como si fuese la única persona que me ha consolado.

No sé qué sea esto, porque sé que está mal, sé que debo olvidarlo que es malo y que no es correcto pero mi destino está sellado y conozco a todos sus demonios cómo a los de sus enemigos, he navegado con bandera blanca con ellos pero conozco quién es peor y es justo con el que me acuno, es el que limpia mis heridas haciendo otras, es el que me hace gritar de placer y llorar de miedo.

Al único hombre que he podido temerle al grado de temblar es a él pero también porque si no está no sé respirar. Es una sensación absurda porque me gusta, me encanta este maldito y es peor que las drogas de Andersson porque si las suyas son adictivas, las de él pueden ser letales, la única droga que jamás podré dejar es él y estoy bien con ello.

Sé perfectamente que no seremos una pareja normal porque tiene un puesto que cuidar, pero me encargaré de que así sea y siga siendo el más poderoso de Reino Unido.

«Al menos hasta que yo decida quitárselo», una voz resuena en mi cabeza pero la apago.



Imitador
Andersson.



Veo los videos una y otra vez, los reinicio y me complazco viendo en lo que la convertí. Todos querían arruinarla, todos pero el único que lo logró fui yo.

Sonrío cuando la mujer de uñas blancas me aleja el teléfono y lo guarda. Me recargo de la silla masajeando mi entrepierna.

—¿Adónde está? —inquiero.

—No lo sé —escupe—, mi hijo dice que no ha sabido de ella.

—¿Cuál?

—Franck —gruñe—. Sabes que Damon no me habla. Pero Franck cree todo lo que le digo, y si le digo que estamos preocupados lo creerá, así me enteré que sabían que la tenían.

—¿Entonces tus hijos son unidos?—me recargo de la mesa.

Viene a interrogarme pero pide que nos den cinco minutos sin cámaras ni audio.

—Es una ventaja que no estoy dispuesta a dejar —se levanta—, deja la obsesión con esa perra, que ya logré lo que quería. Al menos esas muertas hicieron algo bueno y no abrieron la boca.

—Pero yo no y el trato era que me quedaría con ella —me levanto contando mentalmente los segundos—, volverá y te encargarás de sacarme de aquí. Mi traslado a las islas es en unos meses así que te sugiero que te des prisa antes de que se me antoje cantar sobre quién fue la mente maestra de esa trampa.

—Deberías seguir los pasos de tu hermano, se ha hecho de una fortuna sin joderme.

—Pero soy adoptado —hago puchero—, y él tiene a sus herederos, esos que deberán estar en la tumba.

—Lo que hagas con ella hazlo antes de que se vuelva más fuerte, no se quedará tranquila, y cuando abra la boca si no cayó en un colapso mental me jodera, los acuerdos que se firmarán le darán un beneficio para matarte.

Asiento y la cámara se enciende. No puedo responder como debería pero les tengo una sorpresa. Espero no tardar demasiado, extraño a mi hechicera, aún tengo el sabor de su labial a cereza. Es un perfume exquisito y la quiero para mí, quiero destruirla y que me ruegue como lo hacía. Me debe una cena y se lo cobraré con creces.

Conozco el animal que hay dentro de Lovely Walker y hasta no verlo no la dejaré en paz, el día le diré la razón, pero no ahora. Sin embargo, ella sin mí sería un diamante sin pulir, conozco su poder, su alma y espíritu, pude verlo en los videos de tortura, su mirada, no flaqueaba, no se humillaba como lo hizo antes.

Es una mujer fuerte, conoce su espíritu, pero es allí dónde entraré yo. Destruiré su alma y me regocijare cuando pinte el mundo de ese rojo que carga en el cabello, ese rojo sangre.

Nadie lo sabe pero quedará en pie a mi lado, y no estaré matando al cazador, el depredador más grande, mataré a la verdadera leyenda del mundo.

La mujer de blanco sale y mi guardia entra. Las cámaras se apagan y me esposa.

—Quiero al segundo hijo muerto —ordeno—. Pongan a Graham a elegir. Dármela a ella o su primogénito.

No responde pero hace un ligero gesto con la cabeza indicando que entendió.



Lovely Walker.


Nunca voy a entender a Tayler ni lo que hace pero acepto todo lo que dice porque apenas y puedo mantenerme de pie, la comida se ha vuelto más insoportable y el viaje en el jet fue apacible y delicioso por el sexo que me daba. Me la pase de orgasmo, sueño, vomitar, llorar, orgasmo, sueño, vomitar y llorar. Era como un reloj, pero ahora está manejando un helicóptero ya que dejamos el yate una vez llegamos al punto y aunque he manejado más de una vez sinceramente lo odio a más no poder.

Tengo calor, el sol me nubla y siento que apenas puedo respirar. Hace un rato dejamos el yate y hemos estado en el cielo más horas de las que mi estómago soporta. El mareo me toma pero a lo lejos diviso un área verde y parpadeo repetidas veces para ver si eso es lo que veo, lo miro pero pasa de largo y no se detiene.

No quiero preguntar porque quizá fue una coincidencia, claro está que jamás tendré una vida así, una casa así.

Me vuelvo a dormir, y vuelvo a despertar para que ponga el piloto automático mientras me da orgasmos con la lengua, los dedos, la polla y hasta el maldito roce.

A este grado ya no sé cuál de los dos está peor. Sin embargo lo que más amo es que me mire como lo hace, que me acune y sonría besando mis labios.

Vuelvo a dormir y cuando despierto comenzamos a descender en un helicóptero marino. Mi sonrisa se expande percatándome de adónde estoy. Una vez detenido me quito los cinturones, y salgo con cuidado al ver que Laio alza las manos en forma de danza.

Los nativos están recibiendo a Tayler que me ayuda a avanzar cuando nota que sigo con lo mismo. Salta llenando sus zapatos de agua y le extiende los brazos, me lanzo a sus brazos y cuando al fin estoy en el suelo corro hacia Laio.

—Te extrañamos, amazona —me aprieta y duele pero lo disfruto.

—Y yo a ustedes —respondo en su lengua y ella me separa.

Aprendí un poco de frases en mi exilio sobre su lengua.

—¡Genial! —me mira a los ojos y veo que no quiere mirar más—. Ahora eres de las nuestras.

Asiento risueña mientras la pelea con el líder comienza de nuevo, es algo que se ve increíble ya que se parece a Tarzan pero necesito distraerme y por ello dejo que Laio me dé un recorrido mientras me cuenta lo nuevo.

Saludo a uno que otro nativo y me dan frutas que acepto pero no ingiero porque la ansiedad comienza a hacer estragos. Todos me cuelgan cosas, sonríen y ofreces cosas que han hecho.

Me consideran su diosa y no me molesta, a todos les sonrío y agradezco en su lengua.

Veo a la mujer del líder que está bien y contenta. Tiene otro hombre lo cual está bien ya que, es el nuevo líder. Nos sentamos en troncos y Laio limpia mi nariz cuando la sangre gotea.

—Lo siento —me limpio.

—Es normal, no tienes de que avergonzarte, el cazador también paso por algo parecido —me dice y soba mi mano—. Hemos sabido lo que te ha pasado desde la última vez y sólo queremos decir que te elegimos bien...

Una voz nos interrumpe y alzo la mirada sintiendo que la piel se me enciende.

—Ven a comer y después regresas.

Hago caso porque necesito que me dé y no de comer.

Tomo su mano y entrelaza los dedos. Trato de ir a una choza pero no, me jala y me lleva hacia el ojo de agua que es rodeado por naturaleza y en el centro el sol lo ilumina.

—Creí que me darías de comer —susurro.

No me responde y me lleva hacia abajo... mi corazón se estruja cuando veo un pequeño claro lleno de pasto y un picnic improvisado. Una maleta y comida.

—¿Cómo hiciste esto? —lo miro.

Me ayuda a bajar cargándome y cuando estamos estabilizados me siento en la sábana. El agua está a sólo unos metros. Escaneo el lugar donde antes me bañé y también hicimos el amor contra un árbol, me percato de que hacia arriba hay una pequeña tarima hecha de madera y lianas.

Es hermoso, todo es precioso. Se acomoda a lado y elijo una posición cómoda, sentándome sobre mis tobillos.

—Mientras te incorporabas —dice—, quería que supieras que estarán contigo.

—¿Tú también? —sueno más preocupada de lo que quiero.

—Sí, y conocerás a Klaus.

—¿Están construyendo algo? —inquiero cuando escucho como si clavaran en algún lugar y demandan.

—Supongo —responde sin más.

—¿Por qué no hacemos una casa aquí?

—¿Quieres vivir como salvaje? —responde y veo una pizca de coquetería

Comienza a abrir la canasta y sonrío cuando hay mucha fruta y pescado. El asco me atraviesa pero me esfuerzo por comer, no puedo hacerle un feo, menos ahora que me trajo a un lugar seguro y lejos de todo.

—Dame —extiendo la mano para que me muestre la palma. No quiere pero insisto—. Déjame ver.

Muestra ambas palmas con aberturas y sangran aún. Suspiro besándolas una vez las atraigo a mi boca.

—Lo siento —escaneo su rostro pero no dice nada, está neutral como siempre—. ¿Estás enojadito?

Su mirada se suaviza y casi vomito dulces de lo que se me revuelve el estómago.

—No me hables así porque sabes que te perdono todo.

Me inclino para darle besitos y le meto una fruta a la boca que pruebo de él.

Me da de comer poco a poco y una vez que termina me mete al agua, desnuda y comienza a bañarme, quiero follar pero me lo niega así que espero tranquila mientras lo veo ducharse y yo estoy sentada en la sábana. Me deja allí y sobre la tarima clava anclas, pone una casa de campaña para cuatro con traga luz y unos hombres le traen muchas cosas para dormir. Todo parece nuevo así que, me percato de que hay cosas que no conozco de él.

Después de que me ayude a vestirme con una bata y limpie mis argollas le vendo las palmas.

Una vez terminada no dice nada pero es que ya no aguanto, me levanto yendo hacia él para jalarlo de la camisa y estrellarlo en mi boca.

—Follame —suplico, acariciando su erección—, hazlo duro. Cómo sabes hacerlo. No me hagas el amor, follame, por favor.

Sus ojos se oscurecen y me toma con un brazo alzándome. Le rodeo las caderas con las piernas mientras jadeamos boca a boca. Quito la camisa desesperada y éste me mete a la casa de campaña. Esta acolchada, y equipada para que mi cuerpo se sumerja en suavidad.

Me deja allí y cierra para que nadie vea.

—¿Querías que nadie nos viera?

—Es para que no te vean mientras gritas.

—Me gusta gritar —jadeo desesperada—, pero amo que gimas por mí.

El cuerpo de Tayler vibra y pierdo el sentido porque sé que llegue a un punto de no retorno. Desaté a la bestia.

—Voy a cubrir los míos con los tuyos

La mera frase me pone a temblar y por ello quito la blusa, él se encarga de mis bragas. Saca su pantalón y el bóxer me cubre lo que anhelo, eso por lo que le abro las piernas. Se prende de mi botón rojo haciéndome gemir mientras masajea mis pechos con la argollas que arden y arqueo mi espalda envuelta en la llamas de su lengua cuando lo hace, chupo sus dedos cuando los mete a mi garganta y aprieto mis muslos a su cara.. Me folla tan rico, su calor hace que me pierda en el agarre de su cabello.

Me refriego contra su boca y lengua que entra y sale, succiona poniéndome caliente las mejillas en lo que mordisquea, chupa, lame, sumerge y toma aire haciendo sonidos que me ponen a delirar, me hace sentir que soy un manjar. No sé qué sucede y me interesa muy poco. Lo tengo a él, deseándome, subiendo sobre mí, besando mi abdomen hasta mis labios y pasear el voltaje que me pone a delirar sobre mis pliegues deseosos de que me empuje sin piedad y es lo que recibo.

Me folla como animal, con estocadas fuertes, me gira y pone en cuarto, jala mi cabello, pero busca mis labios y me sacude con benevolencia sacándome gemidos cuando comienza a hablar en Alemán y yo aprieto su tronco lleno de venas al escuchar esa voz que me ha atormentado tanto.

—Oh, joder —gime y lo sigo apenas respirando cuando bofearea mi trasero—. Eres jodidamente mía. Toda tú... —se sale de mí, me gira y caigo sobre mi espalda sólo para perderme en la estocada que me azota, volviendo a empalarme—. Sólo, joder. Necesito saber que lo sabes. Dímelo.

—Lo sé —gimo por lo alto.

—¿De quién eres? —exige, la piel me arde con cada estocada—. ¿Eres mía, no?

Muerdo mi labio tembloroso con las sacudidas y los gemidos se vuelven lloriqueos, gritos cuando el orgasmo me está partiendo por mitad.

—Lo soy —lloriqueo—, soy tuya... joder... lo soy, siempre ha sido así. —avasalla mi labios con un beso ardiente y me prendo de estos, deseando que no se vaya cuando nuestras caderas colisionan con un orgasmo que me está haciendo babear, la vista me falla—. Dímelo, necesito saberlo.

—Lo hago —gime, dándome un beso jugoso, abro la boca dejando ir un gemido y pasea su lengua de adentro a hacia afuera, dejando rastro de saliva—. Cada estocada que te dé te dirá lo que necesitas.

No responde cómo quiero pero sigue haciéndolo mientras besa mi cuello, a mí el orgasmo me nubla la vista cuando todo se pausa y revienta en todo mi cuero... cae sobre mi cuello listo para más pero mi cuerpo me exige descanso. Sólo se que hace frío, su cuerpo envuelve el mío. Besa mis labios y respondo anhelando más.

—No me dejes —suplico.

—Eres muy pediche, mocosa. ¿Qué haré contigo?

—Consentirme como siempre —susurro somnolienta.

Debo decir que la única razón por la que no he intentado matarme es por él y mi bebé, porque pensé en las veces que me han dicho que soy débil y cobarde. No soy nada de eso. Jamás lo dirá pero tampoco necesito que lo diga porque yo tampoco lo haré y él está feliz con desear a alguien que no debería y yo deseando a quién debería odiar.

—Mírate —jadea para que vea nuestra sombra. Me abraza por la espalda y me sienta sobre su regazo sin salirse de mí—, estás hecha para mí. Tan pequeña y te adaptas al monstruo que dices odiar. Grítale al mundo que me odias mientras a aquí aclamas mi nombre.

Sus palabras me enloquecen y la pose pegada a su pecho mientras mis tetas saltan y mis piernas abiertas al lado lateral de las suyas me aniquilan. Veo cómo entra y sale de mí sin poder controlar mis gemidos. Es tan grande, el tronco lleno de venas me deja ver lo enorme que se ve en mi coño. Está rojo de tanto follar, pero ni así dejo de sentir ganas de él. Jamás me canso de follar con él, lo huelo, veo o simplemente el recuerdo me pone la entrepierna a babear por más.

Sujeto su nuca mientras muerde mi cuello, besa mi mandíbula y chupa mis labios. «Me encanta»

El visión se evapora, los temblores me toman cuando el calor líquido me recorre, entreabro la boca gimiendo en sus labios y muerde mi inferior sacándome sangre y saboreando, me hace recordar quién es. Lo que es y sobre todo quién soy cuando estoy con él.

—Joder, mocosa —jadea y me contraigo haciendo que arremeta sin piedad sacándome un grito ahogado—, joder, joder... —besa mi cuello y me aprieta con sus brazos para sacudirme como le place para apretar uno de mis pezones y llevárselo a la boca. Desliza sus labios a mi oído—. Me vuelves loco, mira como me tomas. Siendo una pequeña rosa y yo un maldito animal que muchas veces te ha hecho llorar, sufrir y lamentarte desearme como lo haces.

El orgasmo me atraviesa con las malditas palabras y me desespero por besos que no me da.

—Eres una mocosa desobediente porque en lugar de enamorarte de un Rey, tu primero hombre o un agente del FBI lo hiciste del mafioso que todos odian, y que creen que tú lo haces —gruñe y yo estoy hundida en un mar de espasmos mientras su voz se escucha a lo lejos—, pero lo que no saben es que estás abierta de piernas para mí, que gimes y gritas mi nombre sin ningún tipo de pudor. Y, eso me llena ego más de lo que crees. ¿Sabes que es lo mejor? Se que me eliges a mí.

Un mar se desencadena y le abre paso a los lloriqueos que doy cuando palmea mi coño; visualizo lo que hace mientras un chorro sale de mí y el calor líquido me recorre, pero repite la acción sin dejar de follarme y da una última estocada. Me levanta y sigo mirando lo que sucede, su polla se levanta llena de nuestros fluidos, y queda rozándome mientras palpito.

Busca mi boca y débil lo acepto porque esto necesito, pasea su dureza sobre mis pliegues palpitantes y gime con el acto. Es que es verdad, porque lo que sentí por Damon o incluso Reid no se compara con lo que siento por este idiota que me sostiene mientras mi cuerpo apenas respira.

—Te dejaré dormir una hora —me vuelve a besar—, debemos irnos.

No entiendo lo que dice porque no me interesa, sólo quiero que me arrope. Me llena la cara de besos y hago lo mismo cuando me acuesta a su lado, aparta mi cabello del rostro y sonrío apreciando sus colmillos.

—¿Me acunas?

No responde pero sus brazos me envuelven poniendo mi espalda contra su torso desnudo. Si esto es de lo que hablaban cuando decían que podrías dormir en los brazos de Morfeo, no quiero despertar. Aprecio sus antebrazos y repaso sus tatuajes, me giro para estar mirando su bello rostro que está esculpido en lugar de creado. Escaneo su tatuaje y veo los dedos que salen de su pecho. Las garras, como si una fiera saliera del inframundo.

—¿Soy yo? —inquiero con los párpados pesados.

—Algo así —besa mi coronilla.

—Dime lo que te hizo.

Elevo la vista y veo la comisura de sus labios elevarse, su cabello castaño oscuro golpea su y lo aparto. Me acurruco y suspira.

—Las cartas...

—Quiero oírlo de ti, no quiero cartas —sé que me envío cartas, pero no las leí, y no lo sabía.

Suspira y besa mis labios para entrelazar nuestros dedos.

—Hablaban sobre un niño pequeño —comienza y el sueño se me evapora pero no me muevo—, tenía una madre a la cual amaba. Su padre era feroz pero a él no le gustaba esa vida, su madre le dijo que le mostraría un mundo mejor y, el niño la siguió.

Puedo sentir cómo se tensa, pero no me muevo.

—Un día le mostró como podría olvidar lo malo que pasaba, las matanzas y masacres. —veo cómo su rostro se oscurece en la laguna de recuerdos—. Lo convenció de que era normal, y que no importaba. Pero al niño no le gustaba del todo, sin embargo, odiaba lo que su padre hacía, y al menos no lastimaba a nadie con lo que su madre le hacía. Un día el niño creció y se dió cuenta de la verdad, de que las manos en su cuerpo estaban llenas de sangre, porque lo habían matado a él, entonces lo entendió, y la mató, disfrutó de su sangre y jamás volvió a confiar en una mujer. No después de que vió sus ojos en una, y decidió salvarla para que jamás le sucediera lo que a él, pero al final eligió el camino de su padre y los pecados de su madre.

Alzo la mirada viendo el vacío.

—Supongo que la víctima siempre se vuelve victimario —la voz amarga me destroza.

Coloco mi mano en su pecho y le doy un beso, uno delicado, uno que vibra y se extiende por todo mi cuerpo dejándome sin aire.

—Esa mujer también confía en ti —susurro con los ojos cerrados.

Y así es como culmina mi noche, con él aferrándose a mí hasta que siento que me va a partir por mitad, después de un descanso merecido despierto a vomitar y bañarme porque no soporto el calor aunque sea invierno, al menos en el sur parece primavera. Bostezo cuando debo despedirme de la tribu.

Laio está embarazada y platicamos un rato sobre su maternidad, su esposo y que van a tener más hijos seguramente después de que el bebé nazca.

—¿Serías la madrina? —inquiere confusa—. Es así, ¿cierto?

—Lo es —me río sin ganas.

—Los dioses te regresarán lo que te han arrebatado —me alienta—. Los dioses nos lo dijeron. Créeme, nosotros confiamos en ti.

—Gracias —prefiero no decir nada porque no creo en nada.

La isla está hermosa, y lo salado golpea mi rostro haciéndome bostezar, tengo sueño, me duele la cabeza y el estómago me arde. Trato de aparentar que no duele mientras asiento a lo que dice Laio pero el sudor, el dolor y la ansiedad me está aniquilando el estómago mientras el helicóptero comienza a desorientarme.

Se subió sin ayudarme el maldito, lo odio siempre hace lo mismo, me demuestra que le importo cuando nadie que le diga algo de su reputación lo ve, pero al menos ahora sé lo que me espera.

—Vamos, Klaus no pudo venir porque llegaron embarcaciones —me extiende la mano pero lo ignoro.

Thor me ayuda a subir y me despido en su lengua natal haciendo que todos hagan porras. Acordamos que vendré a visitarlos más seguido, pero no tengo idea de qué tan verídico sea.

Nuestro viaje es lo mismo, rutinario pero delicioso. El mar se siente en mi piel y aunque quizá me lleva a un maldito matadero me siento feliz, es un paraíso. A lo lejos determino lo que parece ser una isla y él ni siquiera se inmuta cuando comienzo a ver una copia de la colmena en Resident Evil pero no subterráneo. No es como la tribu, y una isla pero como una pequeña ciudad de edificios.

Puedo ver navíos y tropas de hombres que al parecer son de la mafia movilizándose con embarcaciones. La piel se me eriza. «No»

—¿Qué es este lugar? —inquiero.

—Esto es laboratorios Grey —explica y veo la isla rodeada de barca de embarque—. De aquí sale la droga lista para envíos. Esto es nuestro imperio.

«Nuestr...»

—¿Por qué me traerías a un lugar donde literalmente está mi problema?

—Porque te vamos a aislar —dice como si nada—, y estarás más con la tribu que aquí. Sólo conocerás a Klaus, y aquí también tenemos una casa.

El edificio más grande tiene en letras enormes.

"Laboratorios Grey"

Es como el complejo de Elton pero aún más, hay selva, casas, y navíos gigantes al rededor. Hombres y mujeres, muelles en cada extremo para subir lo que se necesita, grúas de carga y contenedores.

—No quiero estar aquí —forcejeo con el cinturón.

Es inútil porque no me va a bajar y no me interesa, trato de quitarme el cinturón pero oprime un botón y el maldito me aprieta casi cortándome la respiración. Trato de alcanzarlo pero es inútil porque comienza a descender en el agua y el pánico se apodera de mí cuando veo a uno que otro en la orilla. Hay mujeres el Yakuza, tienen uniformes y anotan a los del embarque que zarpan. Hay gritos, ordenes, armas, calor. «No, quiero»

—Te vas a rehabilitar pero también necesito que trabajes y cómo dueña de mis negocios tendrás que aprender...

—¡No quiero aprender una mierda!

Me van a encerrar, no será rehabilitación, es un encierro, no puedo tener eso, pasé un exilio así y es insoportable, te dejan morir. No lo voy a soportar. Ya suficiente tengo con estar encerrada, no puedo estar sin nadie, no puedo vivir así, ya no quiero esta mierda, yo puedo sola, yo puedo.

—Te lo suplico —se me quiebra la voz—. Te lo pido, te lo estoy suplicando a ti. Enciérrame, hazme lo que sea pero no me dejes, Tayler. Te juro que no intentaré escapar, o quemar la casa, lo juro mi vida. Por favor...

El pecho se me comprime cuando se quite los comunicadores y aparca. Se quita el cinturón pero no me muevo porque lo odio. Sale y trata de ayudarme a bajar pero lo empujo y salgo cayéndome en la arena blanca salpicada de pasto.

Trata de tomarme del brazo y lo aparto... un jalón me pone contra su pecho. Los hombres de la mafia determinan a Tayler y lo saludan como a mí.

—Bienvenidos mis señores —dicen en insonoro.

Tayler no responde, los ve con la cabeza en alto e indica que se vayan a la zona de embarque. El lugar es amplio, es como estar en el jardín del edén pero de las drogas y putas del Yakuza.

—Deja de comportarte así, te quiero fuerte como mi mujer que eres.

—No me dejes aquí —suplico mirándolo a los ojos—, promételo. Me has cuidado, pero prométeme que no me dejarás más. No me dejes, Tay, no puedo hacerlo sin ti.

Acaricia mi rostro y planta un beso que me deja ciega. Cuando los abro sus ojos me están quemando, y quisiera siempre verlos.

—Tranquila —dice, y lo abrazo—, necesito que te enfoques.

Asiento y aparto las lágrimas cada vez menos rojas. Hemos estado casi una semana en este trayecto y me estoy muriendo. Voces de hombres gritando para pasar mercancía rugen en distintos idiomas pero el que más resalta es uno que me eriza porque es como escuchar a Tayler.

¡Tayler Leon Aragon Grey! —la voz grave y sensual alemana a mi espalda me hace girar—. ¿Eres su ofrenda de paz por ser un irresponsable?

Quedo quieta con el hombre elegante del mismo porte con ojos azules despampanantes y uno de ellos dividido en dos colores. Un verde intenso. No sé quién es pero es...

—¿No se supone que ibas a ir hasta la isla? —habla Tayler rompiendo mi burbuja—. Inservible como todos tus hermanos. Dime si te debo matar para que ya no me estorbes.

—¿Quieres dejarte de estupideces después de que me tuvieras como esclavo? —espeta con asco—. Parezco un sumiso más del Yakuza contigo.

—Mal por ti que no te dieron en adopción.

Siento que hay una tormenta de testosterona y aprieto los puños.

—Leoncillo —sonríe y los dientes se le ven—. También me da gustó verte, he estado trabajando mucho con tu mercancía. ¿Un gracias tío Klaus estaría tan mal?

—No conoce esa palabra —susurro y me observa con ojos entrecerrados, incrédulo pero jamás lo he escuchado decirlo.

Podría jurar que su padre es él y no Carsten. Todos tienen el mismo porte de Alemán insufrible y ojos de infierno pero Tayler es una mezcla, por lo que lo hace aún peor.

—¿Quién eres, dama? —se acerca a mí y por primera vez me percato de la vestimenta trajeada elegante que trae. Es alto y fuerte su cabello es chispeado de brillantes dorados que lo hacen ver más atractivo—. ¿Te cortó la lengua? ¿Sigues con las torturas de sumisión? Creí que te gustaban más maduraras, veo que pierdes los estribos. —me hago la loca cuando habla en Alemán y finalmente inglés—. Soy Klaus Grey —sonríe y se ve muy guapo—. El exiliado de la familia. ¿Te hablaron mal de mí?

Niego aturdida y frunzo el ceño cuando veo a la mujer que viene a lo lejos con otros dos hombres que dirigen a otros con cargamentos.

—¿Tabatha? —susurro pero no me muevo.

Eleva la vista y me sonríe, traje un traje de falda tubo, los tatuajes relucen hasta sus manos, cuello y el cabello se le ve castaño como el de Rose y ojos rasgados perfectamente sombreados de gafas con marco negro. Hace mucho no la veo, desde mi regreso a Londres, y para ser honesta jamás creí verla con el tío de mi marido. Tabatha siempre ha tenido secretos. Veo que se detienen a hablar con unos hombres.

«Inmune»

—¿Cómo has estado, Leon? —el hombre me esquiva, abraza a Tayler quién lo empuja asqueado y lo manda al suelo.

—Tienes otro, y sabes que no me gusta que me toques, me duele tirarte al suelo con ese traje.

—Ese es un bastardo —gruñe el hombre, sacude su traje—. Tienes suerte de que este traje ya tenga 5 posturas, lo tiraré mañana.

Se palmean la espalda y suspira mirándome.

—¿Por qué la tienes así? —mira mis marcas—. No sabía que eras tan vulgar. Te dije que te convertirías en uno de esos vagabundos con los que te juntas.

«Son tal para cuál»

—Me follo a mi mujer como quiero porque no es una sumisa, y no estoy de humor —suelta y niego divertida—. Te lo dije, no sé porque parece que te dio un derrame cerebral o ya ser viejo te afectó.

—Soy Lovely Walker —me presento antes de que alguno suelte un golpe.

Extiendo la mano y el hombre se compone tomándola y besando mi dorso.

Su cara se contrae un momento como si recordara algo y mira a Tayler que enarca la ceja.

—No lo hiciste —aprieta la mandíbula negando—. De todas en el mundo, lo hiciste. Maldita sea, Leon. ¿No podías esperar a que saliera del kínder?

Me ofende que hable como si no estuviera aquí. Tabatha se ríe con discreción y en Japonés le indica a un hombre de la mafia que verifique el contenido para Tokio.

—Tú eres la intacta —dice como si no pudiera creerlo.

—Supongo que... —me interrumpe el maldito.

—Déjate de estupideces que te revuelcas con colegialas —ruge apartando la mano de Klaus de la mía—. Mantén tus labios y verga lejos de mi mujer.

—Mujer —saborea coqueto y mis mejillas arden. Estoy al lado de dos volcanes—. No sé qué haré contigo, pero supongo que tendré tiempo para ponerte en orden otra vez, por ejemplo; ese tono vulgar y paciencia que pareces no conocer. —me escanea y luego a él—. Pero sobre todo el instinto de Dexter Morgan.

Sonrío negando por la referencia.

«¿Todos son así?»

—Estoy aquí —gruño—. Tengo 22 años y elijo la verga que meto entre mis muslos.

La carcajada de Tayler me calienta el coño así que lo ignoro yendo hacia enfrente como si supiera que carajo hacer. Hay hombres por todos lados, cargan embarcaciones y hablan distintos idiomas, grita y jadean corriendo. Las mujeres hacen listas y los registran antes de subir a los barcos de embarcación. En los distintos muelles se mueven los que parecen administradores.

Tabatha está ayudando a un grupo e indicando unas cosas que no puedo escuchar.

Klaus me alcanza, la altura se vuelve notoria, Tayler se empareja y extiende la mano hacia mí. Algo hace click así que comienzo a arremangar su manga, pero me detiene y niega entrelazando nuestros dedos aunque estemos frente a su tío.

—Mentón —ordena y hago caso.

Las mariposas revolotean pero las pateo entro de mi estómago para mirar a Klaus cuando habla. ¿Realmente soy una sumisa? Los hombres de la mafia pasan saludando a Tayler y a mí. Me respetan como sumisa igual y no recuerdo haberlos visto jamás.

—Lovely —saborea—. Que nombre tan único, y te representa mucho —suspira—. ¿Cómo soportas a este sin clase? Antes era un caballero, ahora parece vago.

—Supongo que se debe al atractivo exquisito —bromeo.

Tayler me aniquila con la mirada y Tabatha llega a hasta nosotros después de indicar a un hombre de Tayler que vaya a ver una carga de México.

—¿Qué tal el viaje? —inquiere abrazando el brazo de Klaus que le da un beso mientras sujeta su nuca. Ella lo saborea y voltea mareada hacia mí cuando lo abraza—. Hill llegó hace poco.

El pecho me brinca y sonrío hacia Tayler.

Sin embargo, no olvido que ella es amiga de Jossie y el miedo de que me vuelvan a vender me recorre.

—Ahórrense el show que necesito que puedas hacerle otras una prueba cuanto antes —espeta Aragon y me tenso—. Quiero tenerla bien cuanto antes. Estuve suministrando el suero en esta semana, compara la prueba con una nueva. También se incorporará a tu gente para que conozca el negocio.

No quiero que se vaya pero niega con la cabeza diciéndome que no.

—Bueno —resopla Klaus—. Ven conmigo lindura. ¿Cuántos años tienes, 19? La más joven que le vi antes tenía 25, ya han pasado sus años.

Me ahorro el comentario.

—Tengo veintidós —repito irritada.

—Yo tengo la mitad por dos y dos más —me dice y me hace reír—. ¿Te habló de que aquí te podría ayudar?

Asiento. Tayler grita en Alemán sobre unas cajas y que deben dejarlas en el extremo con coordenadas que no entiendo mientras el tío me bombardea de palabras. Él habla más que Tayler.

—Una vez lo ayudé y escapó —me confiesa, y sólo asiento—. ¿Conociste a la tribu?

Asiento de nuevo.

—Entonces eres la indicada —dice con una sonrisa—. Pero me dijeron que eras respingona, eres muy tranquila, no entiendo porque el mundo está en tu contra. Pareces una pequeña tormentita queriendo destruir todo, es casi tierno, niña.

Unos hombres bajan de las escaleras con cajas. Tayler aprieta mi mano dando órdenes en japonés. Aprieto su mano y me recargo de su brazo, me da un besito en los labios que saboreo.

—Sabes muy bien que—susurra contra mis labios, sonrío pero al elevar la vista para los demás cambia cómo si fuese el diablo.

—No me entienden —trato de bromear un poco para no sentirme mal conmigo misma por prever cadaver frente a un hombre así.

Klaus suspira con Tabatha mirándolo perdida en su belleza.

—¿Dejarás de coquetear con mi mujer y me dirás los avances o qué? —espeta, alejándome de su tío—. Creí que me había salvado de un bufón pero encontré a otro.

Nadie hace caso. Nunca había visto a alguien que ignorar a Tayler como yo. Ni siquiera el tal Carsten, hasta él le tiene miedo.

—¡El embarque a Tokio está listo! —grita un uniformado con camuflaje.

—¡Ya llegó el jefe! —grita señalando a Tayler y éste rueda los ojos yéndose a dar órdenes después de darme un beso jugoso con su lengua y una mirada de "eres mía"—. ¿No te encanta cuando se enoja? Parece que va a explotar.

—Sí —me rio con él—. Lo provocó antes de dormir.

—Doncella —dice con un toque de sorpresa—. Me gusta su sentido del humor, trato de no volverme loco con tanto adicto y sumisa sin extremidad. Era un hombre prestigioso y acabé en este lugar con sumisas y sumisos que traen brazos robóticos. Caí bajo.

—No es para tanto, cariño —lo consuela Tabatha.

«Otro dramático»

La abstinencia me tiene al borde, las bromas son mi única defensa y ya ni siquiera sé si quiero follar.

—Estábamos en que eres la indicada —prosigue, y elevo la vista mirándolo. Si Tayler se verá así a los 46 puedo seguir babeando—. Debes gustarle mucho para que traiga a conocer a su tío. ¿Conociste a Abby?

Me tenso, no sé qué significa, pero me gusta.

—No —suspiro—, pero era hermosa.

—Fue mi hija mientras estaba viva —dice—. Creí que te había dicho, pero me alegra. ¿Qué pensarías de mí?

—No podías protegerla muerto.

Sonríe y se cómoda el traje gris.

—Algo así.

—Debo ir a verifican con Aragon la embarcación —le dice Tabatha a Klaus y éste la besa.

Prefiero no hablar de Abby.

—Claro.

—Te amo —le dice alegre y veo un anillo cuando le vuelve a besar.

—Y yo a ti, preciosa.

Tabatha camina a lo lejos con Tayler pero él me mira a mí y yo a él. «Te amo»

Quiero que lo diga, quiero saber que lo hace, sé que lo dice pero hace tanto no escucho esas palabras. Sólo de Elton pero yo lo sé.

Me toma de la mano para subir unas escaleras que nos llevarán y acepto porque necesito caminar, y si este lugar podré encontrar lo que necesito. Un hombre baja por las escaleras del lugar dando órdenes en español y me detengo en seco.

—¿Omar? —jadeo sorprendida, me mira.

—Mi señora —me escanea y trata de acercarse—. ¿Está usted bien? ¿El señor?

—Se quedó confirmando para Tokio —le digo y sonríe.

—Me alegra que esté bien —sonríe y veo el Ping que tiene en el uniforme—. Con permiso, señor.

—Propio —dice Klaus cuando se va—. ¿Su gente te respeta?

Frunzo el ceño y asiento.

—Son mis amigos —digo.

—¿Por compromiso? —me ayuda a subir las escaleras mientras mujeres del Yakuza me escanean.

—Porque somos amigos —no miento—. Haría todo por ellos como ellos lo han hecho por mí.

Sonríe.

—Ahora veo porque eres un problema —niega divertido cuando al fin llegamos al lugar donde comienza a oler a químico—. Tienes alma.

—Un poco.

Sonríe con ironía y dirijo mi mirada hacia Tayler que no me pierde de vista.

—Un poco —repite.

No sé si es porque me recuerda a Tayler o porque se que era su único pariente al que no odia. Recuerdo que me habló de él, y si es padre de Abby... es abuelo de Eliot, no quiero saber si sabe que tiene un nieto pero mi yo egoísta ni quiere decirle.

Sé que me ha ayudado, cuidado y salvado, pero para ser sinceros no quiero saber nada que no sea estar colocada. Porque aunque lo anhelo, odio, odio recordar la miseria que soy ahora, porque no soy una persona ahora y claro lo tengo a la hora de que el aire se me aniquila si no tengo el maldito químico en las venas, y esos ojos color fuego que miran la mano de Klaus mientras me dice lo increíble que es el producto que me muero por ingerir, como podré trabajar en el campo y conocer yo sólo pienso en lo mucho que le dolerá.

«Eres la viuda negra, y puedes», una voz resuena.

Habla sobre qué estaré con la tribu mientras él me estudia y me ayuda. Habla de Rome a cerca de mi útero y es incomodo pero dice que es normal y que aunque no pueda tener mas bebés quizá podría conservarlo, pero, ¿por qué conservar algo que no sirve? Sin embargo, no me niegan la esperanza de ser madre, pero ya lo soy. Madre de tres hermosos bebés y me los quitaron.

Nota:

Nos vemos la siguiente semana

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