Capítulo 41
Tayler Aragon.
🗡️
Gemelo fantasma.
El silencio es casi un ruido que ruge, los hombres se expresen como veneno y subo a la planta alta sin tener visión de nada. Preparo el silenciador escuchando algo en mi oído...
—Área despejada —dice Felix en mi oído.
Me lo quito porque no me concentro, puedo sentir los vellos de mi nuca alzarse mientras camino buscando algo con pulso, sólo veo un antiguo aeropuerto y polvo... cierro los ojos y dejo de respirar para que ningún sonido obstruya lo que busco; camino con sigilo al siguiente área y una pared de cristal rodea los asientos de espera. «Está vacío» sólo veo el río.
El área de despegue está despejada, y no veo nada más que el barandal que da acceso hacia la pista. Los hombres están rodeándola pero es inmensa. La única manera de cruzar hacia el área de despegue es por dentro y yendo al área restringida.
Camino de regreso soltando el aire y estabilizo mi pulso cuando escucho en mi oído.
—El área está despejada —habla alguien—. Diríjanse hacia el área de despegue con sigilo.
No hay autos ni nada que indique que llegaron, sólo jet y navíos que circulan a lo lejos en el río, mi pie hace crujir el asbesto... mi oído capta un sollozo y regreso por donde venía.
El cristal no me deja ver pero uso el acceso directo, rodeo el maldito cuadro, y al deslizar la puerta que está con seguro me apresuro a congelar el cerrojo para acceder...
Se abre y el aire nevado choca con mi piel al mismo tiempo que la veo a ella con un tipo y los demás están ocultos con las armas listas, no me ven debido a lo ancho del lugar. «Piensa cómo Ranger y no como hombre»
Escucho lo que la quiere obligar a decir mientras ella se convulsiona tratando de resistir. Visualizo de reojo mis dagas y estrellas.
—¡Tu maldita pesadilla! —suelto al tiempo que encartucho.
Mi grito alerta a todos pero no pierdo el tiempo usando la ametralladora que no perfora; revienta lo que toca. La lluvia de disparos truena, y los demás corren a mi posición mientras algunos escalan por la parte de afuera cayendo directo a disparar a el clan que se escabulle hacia unos botes con equipo marítimo, arrojándose a las aguas.
Los aéreos viejos y abandonados les sirven de escudo. Corro por las escaleras y salto sobre uno de los malditos para aterrizar de una voltereta en lo que le doy una tanda de tiros mientras no dejo de apuntar al hombre que es cubierto por todas sus ratas, sacrificándose para que nada le ocurra; el líder.
Un grito hace que la sed de disparos merme cuando los demás llegan a acabar con todo lo que ven. Tanto el Yakuza, como los amigos matan sin el menor remordimiento...
Corro hacia ella pero las aspas de un helicóptero sobrevuelan el área.
—¡Que ninguna de esas escorias salga de aquí! —les grito.
Ubico el pájaro y lanzo un proyectil a las aspas, los hombres pelean y se cubren mientras determino al maldito que corre tratando de huir. Lanzo dagas de largo alcance tirando a unos cuantos.
Tomo la cara a mi encantadora que está an mis espaldas sintiendo que arremeten contra mí al verla moribunda, temblando, llorando y escupiendo sangre.
—¿Tay?
—Resiste, herz —le pido pero no responde—. Prometo que estarás bien.
Suspira con tanto alivio que apenas puedo sostenerme.
—Llegaste —solloza aferrándose a mis manos y la necesitad de irme con ella me hacen temblar—. Lo sabía... sabía... yo luché, luché, resistí. Lo prometo... lo siento.
—Lo sé, amor, y estoy jodidamente orgulloso —sus manos me acercan buscando un beso casto que le doy con sabor a sangre—. Ahora hazme caso y no levantes la cabeza.
Asiente desesperada. Tomo mi daga corriendo mientras veo mi objetivo alejarse sin mirar atrás. Me saco los zapatos sin dejar de correr sobre la nieve pastosa, y veo cómo otro helicóptero sobrevuela el área de despegue.
—¡Derríbenlo! —grita el socio del bufón que determino, disparando a la cabeza de un italiano en lo que aplasta su pecho con la bota.
Observo atrás y la veo a ella, nadie la tiene pero la pantera aparece rugiendo para irse contra un hombre. El maldito líder brinca hasta el barco, sosteniéndose de los barandales para caer en el caparazón, pero antes de que se escabulla dentro de este, lanzo la daga que le atraviesa el omoplato, acto que lo deja inerte por un momento y sus ratas disparan hacia mí pero me cubro con una llanta del jet viejo.
Salto hacia el barco antes de que zarpe, y lo veo tirado, lleno de sangre, mis pies rodean los lados laterales de su cuerpo. Aprieto la daga sacándola con un rígido, los huesos truenan y él simplemente grita cosas en italiano que no me molesto en traducir.
Lo giro viendole la cara para grabarla en mi mente.
—'Lei non sarà mai al sicuro con te.
Traducción: ella jamás estará a salvo contigo.
—Tú nunca lo sabrás —respondo en su idioma en el instante que clavo la daga y alzo sacándole la traquea.
No puedo disfrutar muertes porque necesito llegar a mi pequeña rosa que está marchitándose. Salto al suelo, evadiendo disparos, y consigo caer en la nieve.
Me apresuro a mi destino y el Yakuza me cubre al igual que el bastardo, el cual mata a lo que se le atraviesa mientras cubre a mi mujer. Lanzó estrellas que se clavan en el craneo de el enemigo y me escabullo entre llantas y aéreos. Rose y la pelinegra pelean mano a mano con los que tratan de llegar a Lovely.
Me cubren para que pueda volver con ella, la pantera me ruge cuando trata de moverla con la cabeza y ella cae. El tercer helicóptero no logra descender porque el Yakuza lanza una la tanda de flechas explosivas que no lo hacen ascender nuevamente. «El yakuza volvió», quisieron advertirme y no atendí.
Volvieron por ella.
—¡Sáquenla! —grita el bufón—. ¡Acabemos con estos hijos de perra!
No me interesa nada más que no sea llegar a mi mercurio aún tratando de sostenerse, la distancia es más larga de lo que creí y el oxígeno me falta sin importar que los tiros y granadas zumben arañándome la piel. Deslizo en el hielo cayendo para atraerla hacia mí...
—¿Eres real?—me implora y asiento con la cabeza—. ¡No me dejes!
Así aferra a mí.
—¡Perdóname! —se apura a decirme y niego sin poder hablar, apartando ese fuego de su rostro pálido—. Estoy sucia, sucia. Otra vez, otra vez, otra vez, otra ve...
—¡No digas eso, joder! —trato de tomarla pero me abofetea y araña—. No lo estás, no digas estupideces.
—Sácala —espeta Rose.
Los pocos hombres que huyeron se morirán por el desangre pero los cazaré sólo hay una ruta donde pueden ir sin ser detectados y me haré cargo. La cargo cuando queda inconsciente mientras la camisa me estorba, camino con ella y el bufón se limpia debajo de los ojos escaneando cada moretón y pinchazo.
—Llévenla al área de despegue —ordeno—, iremos a Berlín.
—No —habla el bufón—, necesito que vaya a Grecia, allá podremos tratarla. Tenemos a los mejores para esto. Tú habla con Klaus, y Rome, los vamos a necesitar.
No discuto porque sólo quiero que me le quiten todo lo malo. Klaus me ayudó a mí y Rome nos hará saber que sucedió en ese pequeño cuerpo.
«Estaremos bien», me repito mientras beso su rostro.
—Llegaremos al complejo y de allí nos vamos —avisa—. Quiénes vayan deben estar y si no nos vamos sin ellos.
La tengo pero siento que acabo de darle fin a todo lo que había entre ambos y no puedo evitarlo. Maldigo el día en que me dejé llevar, y lo peor es que fui yo el que lo permitió.
El bufón entra conmigo a una camioneta equipada de primeros auxilios que va llegando, pero a mí la sangre me hierve. Verla así, derrotada, lastimada, golpeada. Arruinada. Esta vez no pelea, no corre, sólo se deja morir.
—Estará bien —dice. No me importan consuelos—. Salvatore dice que Desire no ha salido de Londres por la seguridad que pusimos pero que está dispuesta a cooperar para darnos nombres y coordenadas.
No respondo, simplemente dejo que hable como loro mientras no soy capaz ni de sentir los latidos que me atrofian. No quiero coordenadas de vendidos, no quiero nada, la muerte de la maldita no será lenta.
Sostengo su mano en la camilla y junto su frente con la mía para dejar un beso casto contra sus labios cuarteados.
—Estoy aquí, mocosa, no estarás sola —pero algo pesado se deposita en mi estómago al ver que no se mueve.
Me separo y veo al bufón asiente cuando abro la puerta del vehículo una vez estoy en la zona donde mis hombres me esperan.
—Mi vida antes —dice en Alemán.
Es un juramento de Ranger, juramos dar nuestra vida por lo que sea que protegemos.
Lo dejo donde debe estar y yo me quedo en un desvío de carretera solitaria con mis hombres esperando lo que necesito escuchar antes de ir adónde debo ir, el frío de Londres no me ayuda a quitar el calor.
—Váyanse a la mansión, busquen a Selinne y enciérrenla, estaré fuera por un tiempo, y no quiero mortificaciones —les aviso y Félix deposita unos zapatos de combate en el suelo que me coloco—. Regresare para el circo que está armándose y después obtendrán lo que quieren. Eliminen a todo lo que se les atraviese, sin restricciones. No hay ley que nos detenga.
—Sí, señor —dicen en insonoro.
Recibo armas pero sólo necesito una, y por ello me llevo a Félix. Necesito que él se haga cargo, es un soldado y el mejor que tengo.
Algo se estaciona frente a nosotros en una moto negra y ruedo los ojos con el malnacido que se quita el casco, que no me sabe dejar en paz. Ya no necesito de su servicio no sé porque no desaparece, se muere o no sé.
—¿Qué quieres, bastardito? —espeto.
—¿Está viva? —es lo primero que pregunta pero yo entro al maldito auto igual que Felix. El bastardo me sigue como chicle—. ¿La salvaste? ¿Por qué te la llevaste así?
—Está respirando...
La radio del auto comienza a chillar y lo levanto.
—Tienes treinta minutos antes de que la fuerza especial la encuentre —avisa el bufón—. Se sigiloso. Es hija del presidente.
Tomo el teléfono con la ubicación y Félix toma el mando cuando salgo del auto.
—Si quieres ser servible por una vez en tu vida déjame decirte que lo has conseguido —le digo el bastardo—. Voy a cobrar una deuda, y mientras tú haz lo que te encargué por un vez en tu vida.
—Yo no trabajo para ti —me toma del brazo y lo empujo porque sólo pierdo tiempo.
—Eso no importa porque aún así lo harás y... no me toques.
Tomo la moto y me largo atravesando la ruta corta. El frío cala la chamarra abierta que me dió Felix. La sangre de mis puños ensucia el manubrio. Él debe verme en el lugar pero no pueden vernos juntos.
Es un edificio en ruinas que está a cuarenta minutos, me hice veinte. Tengo diez. No la voy a matar porque aunque el enojo es cegador quiero que ella lo disfrute, necesito que vea. Subo las escalera traseras que están apunto de causarme tétano. Sigo el círculo que se levanta en la pantalla inteligente que da vueltas en una de las habitaciones vacías... pateo la puerta de acero oxidado y derrumbo la puerta. Alza un arma hacia mí y esquivo el disparo torciéndole la mano al grado de romperla, llevándola al suelo.
—Muy fácil, no me gustan las presas fáciles —la estrella contra el suelo—. Nunca me agradaste, jamás te presté atención porque eres un cero a la izquierda, lo único que te hizo salir a la luz fue tocar lo que más anhelo. No debiste meterte, hubieras estado mejor en las sombras porque la única razón por la que eres relevante es por lo que has hecho. ¿Quién más lo hizo?
—¡Por favor, Aragon! —llora arañando la chamarra, y pongo presión en el agarre—. Lo siento, de verdad. Yo... sólo quería...
—Shhh.
—Ella está engañánd...
No la dejo terminar volviéndola a estrellar contra el suelo. Quedan inconsciente mientes las manos me pican por atravesarle el estómago y ahogarla con sus tripas.
La cargo sobre mi hombro... escucho los autos y sirenas pero bajo rápido por el mismo lugar donde el auto negro me espera.
Salto de las escaleras con ella y la arrojo al suelo donde vuelve a golpearse.
—Llévala y métela con los demás, yo te diré cuando la envíes a Berlín —le aclaro.
—Claro, señor.
Subo a la moto, viendo cómo se larga y la uso para que no lo sigan, las sirenas frenan dándose cuenta de la manipulación de neumáticos mientras aparco en un baldío donde me quito la ropa y la quemo, guantes, botas y zapatos al igual que la chamarra. Saco el químico el líquido y lo roció para que no quede rastro.
El frío es peor pero prefiero que me vean a como debía estar. Me gusta más caminar descalzo que parecerme al bastardo.
Bufón:
Está estable.
Me siento mucho mejor porque ella está mejor o al menos en lo que cabe.
Llego al complejo por la parte secreta, donde me escabullo, entro a mi habitación asignada bañándome y afeitándome. Me coloco mi traje y salgo hacia donde el rebulicio de gente que es justo en el piso de en medio donde ve aprecia el dragón de la fuente. El bufón grita y yo estoy muriéndome por burlarme en sus caras.
—¿Adónde está? —espeto con firmeza—. Necesito que me diga quiénes fueron, órdenes, fines estaban y sabían que estarían allí.
Se giran hacia mí entrando a la sala e indica que nos metamos en la oficina de la esquina. Veo el nombre y casi sonrío al ver que estaré donde mi mujer. Se cierra la puerta después de mí. El aroma a dulzura sensual me llega y respiro hasta que me duelen los pulmones.
—No se sabe —habla el agente que dirige el departamento de mi mujer—. Cuando llegamos la escena estaba claro que entraron por ella. Se la llevaron. La CIA se niega a trabajar con el caso debido a que se metió con mafias enemigas y es hija del presidente.
«Tuerto», me muero por decir porque le voy a arrancar los ojos. El lugar es amplio, oscuro, huele a frescura y café así como perfume de mujer ardiente, tiene fotografías a su espalda de casos y casos qué arma.
Me enfoco en los resueltos. Tiene una fotografía en su escritorio con los agentes de su unidad, y allí está ese maldito Jesucristo. No tiene fotografías nuestras, me purga de sólo pensar en que tiene fotos de ese maldito que parece no peinarse. La perdonaré. Veo una fotografía de Eliot y ella, que me pone de alguna manera de mejor humor ya que allí estaba yo pero me cortó. Puedo ver el trozo que le falta.
—Lo mejor es darle el protagonismo y decir que estuvo en fuego cruzado por ayudar a la agente. Nos meteríamos en un alternado político —habla no sé quién pero no me importa. Me acerco al escritorio y tomo su lapicero para llevarlo a mi nariz e inhalo con discreción pero el bufón me atrapa con ojos juzgones—. Si saben que hay traidores adentro, la corte puede aclamar una reunión de testigos e indagar más allá. No podemos decir que tenemos an Aragon aquí aún. Y Harris es hija del presidente...
—¿Y quién será el traidor? —pregunta el maldito Jesucristo, ladrón de mujeres.
Míralo. Tiene cara de mentiroso.
«Mátalo»
«Mátalo»
No sabía que tenía voz interna homicida, siempre he sido yo. Sin voces, quizá estar con mi mujer me ha afectado.
—Gómez, se sabe que estuvo con la mafia enemiga y ella cubriría bien ese campo.
Me da exactamente igual lo que hagan, lo único que quiero es ver lo que me importa. Acomodo mi saco y visualizo la foto que nos tomaron saliendo del desfile desde mi solapa para calmarme un poco
—¿Adónde la tienen? —inquiero.
—Está...
—No creo que quiera verte —habla una rubia—, está muy mal.
—No sé en qué momento te pregunté —suelto, y se tensa corporalmente.
Me molestan todos.
—Está con el toxicólogo —dice el bufón pero sigo amenazando a la tipa con la mirada que comienza a ponerse roja—, ve a despedirte de ella. Necesita a un microbiólogo.
—Estaré... —me frena el bufón.
—No, tú sólo estarás en aspecto físico —dice, y entiendo.
Este teatro nadie se lo cree pero me da exactamente igual. Los dejo arreglar estupideces que me dan igual, yo soy el detonador para ellos, así cubren sus juegos sucios y así como la tal Gómez que huyó tanto para nada, la hacen ver como una criminal para su conveniencia, lo mismo hicieron con Lovely cuando no les servía. Harris es la hija del presidente y no la van a culpar.
Pero yo sí lo haré, las noticias hablarán sobre los culpables y de mí cuenta corre que se sepa lo que les sucederá. Seguramente ahora hay noticias de mi mujer.
El área está rodeada de seguridad que me permite el paso y capto los gritos que son rayos ardientes en mi pecho.
—¡No quiero! —grita y abro la puerta después de cruzar volando el pasillo.
Un doctor trata de calmarla pero tiene un bisturí en la mano amenazando mientras tiembla. Hay vomito, está sudando, y ahora que está duchada puedo ver los golpes, las venas... sus ojos se clavan en los míos y sólo hay oscuridad.
Los sentidos se me agudizan sintiendo que no respiro cuando cambia estrategia y lleva el bisturí a su cuello. Aparto la mano cubriendo su cuello con la mía.
—¡Cálmate! —se me quiebra la maldita voz y ya no sé ni que hacer—. Dime algo, hago lo que sea. Dímelo. Suéltalo. Mírale a mí.
Acorto espacio cuando le tiemblan los hombros.
—¡Que ninguno de estos hijos de puta se me acerque! —trata de empujarme pero la aprieto a mi cuerpo cuando comienza a sollozar—. Me jodieron, me jodieron. Esto es mi culpa, es mi culpa. ¡No debí! ¡Te odio! Lo siento, lo siento, lo siento. Creo que lo perdí, lo perdí. Yo creo que... lo perdí.
Patalea y grita pero no la suelto, me aferro a su cuerpo sintiendo que no puedo mantenernos firmes. Esta hecha una porquería, rota, y sin esperanza.
—¡Los decepcioné a todos! —sigue—. Mi mamá, mi papá, mis amigos, Eliot. Mi Os. Todos ellos... y... a ti. No me dejes, por favor.
—No digas estupideces —beso su cabello y sigue queriendo apartarse—. No te voy a dejar, está vez no. Y no me importa lo que quieras o si quieres sanar porque vas a sanar conmigo o no lo harás.
Los tímpanos me pitan cuando comienza a temblar y convulsionarse en mis brazos. Todos los malditos doctorados, experiencia médica se me extirpan una vez la veo vomitar sangre.
—¡Doctor! —la coloco en el suelo con los latidos en mi garganta—. ¡Un maldito doctor! —le quito el cabello de la cara y agarro su mandíbula para que no se muerda—. ¡Mi pequeña niña, resiste! Estarás bien, lo siento mucho, joder. Jamás habría pasado nada de ser yo quién te protegiera. Soy un cobarde, mocosa, no tú. Tú no meine liebe.
Traducción: Mi amor.
El doctor llega con un montón de enfermeras y el bufón me aparta a las malas cuando la toman, hablan pero yo sólo escucho el zumbido que me atrofia la respiración cuando la sacan en una camilla. Están aniquilando mis sentidos, me estoy volviendo loco y la desesperación me gana yendo tras ella...
—Vamos a Grecia —me dice—. Allá estará segura, deja que la estabilice —me toma encuellandome—. Confía en mí.
No peleo porque las fuerzas se me van sintiendo que la puedo perder. Cuando salimos hacía el área de despegue hay unos cuantos reporteros invadiendo mi camino y la seguridad. Me toman evitando que avance, a los del parlamento que están hablando... a lo lejos determino a el Coronel lord de los estupidos, llevándolo contra la pared que está con la bola de imbéciles que están en la sala de espera del complejo. El cristal es a prueba de balas porque si no estaría siendo devorado por la gravedad.
—¿Por qué no te largas con la bastarda que te follas, y te pegas un tiro? ¿Qué haces aquí? Cerciorándote de que siga viva para intercambiarla. Apareces cada que algo pasa —lo vuelvo a azotar y se hace pequeño a mi lado debido a que probablemente crecí como espuma—. El próximo que no acate las órdenes le arranco la piel del cuerpo, y me atrevo, tú lo sabes. Tu padre lo sabe —se tensa y sonrío—. Oh, sí. Le arranqué la mitad del brazo cuando se atrevió a atraparla cuando tenía 15 años y quería huir. Sabía que iba a huir, pero no hay lugar en la tierra donde alguien pueda esconderse. Pregúntame qué te pasará a ti.
Tiembla con las mejillas pálidas volviéndose rojas.
—Ella no tenía que ir a ese lugar —sigo—, y tú estabas a cargo de eso. ¡Tú sabías que ella iría! El parlamento tiene acuerdos conmigo y una de sus firmas está en mi contrato. No van a hacerla la villana.
—Esa es una amenaza a un Coronel —se burla—, ten cuidado, Aragon. El acuerdo se cumplió, tu próximo delito se puede llevar a la cárcel...
—Ten cuidado tú —lo empujo.
Los ojos que me ven como si acabase de perder la cabeza me dan exactamente igual. Lo suelo, empujando a quién se entrometa en mi camino Bajo los escalones y salgo al área de despegue donde están subiéndola, estoy corriendo cuando el bufón sube con ella, las cámaras se quedaron atrás y yo estoy muriéndome porque algo pase.
—¿Vamos a Grecia? —inquiero desesperado.
El bufón no dice nada y la conectan a un montón de cosas que apenas determino cuando el mareo me toma. Ya no soporto más a esta gente que no sabe nada de lo que hace. Estoy ahogándome, desesperado, al borde el colapso. Me la tienen destruida y no de la manera en que yo lo hacía. Preferiría mil veces que estuviese llorando a cántaros por el hijo de Selinne que por esto.
Trato de llamar a Klaus pero las manos me tiemblan. «Piensa clínicamente», trato de respirar.
—No, aquí la vamos a estabilizar, es la misma que use cuando murió —dice finalmente el bufón con la voz temblorosa y limpia el sudor de su frente—. Necesito que arregles las inyecciones de allí. Nos dará el tiempo suficiente para estabilizarla y llevarla a un hospital, si nos arriesgamos a irnos así podría morir. No podía inyectarle esto allá.
Mis pies vuelan hacia las jeringas e inyecciones que tiene en el contenedor.
—Tranquila, muñeca —escucho la voz quebrada del bufón—. Todo saldrá bien, te pondrás muy bien.
No me tiembla la mano para hacer los cambios y modificar las dosis. Sé que está luchando con el veneno que tiene dentro, está volviéndose loca. Tomo las dos inyecciones que van directo a su corazón para evitar que el veneno lo aniquile. El bufón procede y yo le tomo la mano mientras su piel fría me atraviesa como cuchillas chinas.
Tiene los labios rotos, moretones, está llena de sangre, débil, pero hermosa. Mi mocosa no deja de ser la mujer más hermosa que está en la tierra...
—Vámonos —habla el bufón desconectándola—. ¡Armen un convoy! —vocifera.
La tomo entre mis brazos con el peso de su cuerpo y cuando salimos hacia el área de enfrente los periodistas están como malditas hormigas hacia el azúcar. El bufón da la orden a los soldados reales que dan claras advertencias. Toman su medida pero eso no significa que no escuche la sarta de estupideces.
—¿Cree usted como líder de la mafia que esto fue un llamado para que regrese a su puesto? —pregunta una y la ignoro—. ¿Cuando vencerán los acuerdos de paz? ¿Esto es una prueba de guerra?
Pero el camino sigue y yo me estoy desesperando por llegar.
—¿La culpa es de Walker por meterse con mafias o de la jerarquía por dejarla sufrir más de lo debido? ¿Quién es realmente la víctima y el villano? Puede enviarnos la verdad o hablar directamente.
Las estupideces que sueltan no me detienen y me subo a uno de las camionetas dejando que nos lleven al hospital equipado con lo necesario.
—Me comentó Selinne que Love quería sacar a niñas del lugar y lo consiguió —habla el bufón—. Dice que no fue Desire, que seguramente es una confusión. Pero lo que es seguro es que Andersson está enterado.
—Andersson fue un instructor pero hubo más de una mano —digo colocando mi mano en su pecho para tranquilizarme, para saber que aún está mi mercurio—. Sin embargo él tuvo que ver con lo sucedido, y cuando encuentre a los malditos los voy a matar.
Llegamos al hospital y en menos de nada ya me la quitaron, tienen el área rodeada, asegurada debido a que el bufón ordeno esto. Cuando trato de avanzar ya se la llevaron a urgencias y yo todavía tengo el calor de su débil cuerpo en mis brazos. Las siguientes diez horas soy una veleta caminando sin rumbo para tranquilizarme porque no puedo ni respirar.
Llegan los amigos, gente que me da exactamente igual y el maldito de Salvatore cruza la puerta parándose con la alta guardia arrogante ante el bufón.
—¿Cómo está la niña?
—No nos dicen nada —responde alguien pero no sé quién.
Trato de preguntar mientras hablan estupideces pero la enfermera niega diciendo que aún no salen. A mí la furia me carcome la piel.
El idiota de Salvatore se me atraviesa y lo ignoro pero este se para frente a mí.
—¿Qué diablos te pasa? —me reclama—. ¿Amenazar a un Coronel frente a todos? Él está vinculado con su familia. Te aclaro que estás aquí por Makris y te sugiero que no hagas una idiotez.
—Familia que la vendió más de una vez, y te sugiero que no me grites porque tú no eres nada sin mí —suelto quitándomelo del camino y mi bilis sube a niveles bíblicos cuando veo al bastardo y al otro Jesucristo, insecto rastrero de basura con él.
Los ignoro porque no necesito nada más que calmarme pero para ser exactos aparentemente eso no se puede ya que, Felix entra por el elevador sacando a Selinne de su brazo y yo tengo ganas de matar a todos.
El bastardo se me acerca y se sienta a mi lado mientras yo estoy contra la pared.
—Selinne fue el día en que todo sucedió —susurra viendo una revista—. De hecho sacaría a la muerta—, salió minutos después, claro. No hay audio pero es ilógico, ¿no? Lovely es la única mujer que ha podido tomar el puesto de Dama de la mafia, agente, teniente y viuda negra, y aún sin darte un hijo eres capas de dejarlo todo —bosteza desparramándose en la silla, dejándome ver que es un vulgar, pero eso lo sé, sin embargo el anillo perdió el audio—. Si yo fuese Selinne también mataría a Love. ¿Quién dejaría vivo el recuerdo de que mataron a su madre? ¿No te lo dijo?
La piel se me eriza.
—Ella lo sabe.
La última frase me desfigura la cara y las fibras de mi cuerpo se retuercen cuando esta información llega a mis sistema nervioso. Selinne saluda a todos y camina hacia mí, la sangre me hierve hasta la última célula.
—Cariño, estás pálido —me toma el brazo y se lo aparto—. Necesitas comer y relajarte. Ya salvaste a un miembro, pero necesitas descansar, Elton y Damon la pueden cuidar. O Matthew, creo que volvieron. —mira al bastardo y yo sigo congelado estudiando su rostro de estúpida—. ¿No es así? Ella estará confundida por las drogas y es mejor que la atienda un profesional.
—No diría volver —se mofa—. Pero bueno, Selinne, ¿cuántos meses tienes?
La sonrisa se le tensa. Pero no entiendo porque sigue de arrastrada después de lo que le dije.
—Apenas ocho semanas —sonríe y yo me alejo—. Ya estoy ansiosa.
Selinne y yo no follamos desde el juicio. Pero eso ya lo sabía, sólo que ella acaba de arruinarse.
—Me imagino.
—Sí, pero necesitamos casarnos antes de que se note el embarazo —dice—. Mi madre pegaría el grito en el cielo.
—Ay, sí —se ríe con ironía, al cerrar la revista—. Gracias a Dios está muerta.
Los vellos se me erizan al ver su rostro.
—Me...
Calla y el ambiente cambia cuando llega lo que había estado esperando; la entrada del doctor. La quito de mi camino porque me estorba.
—Majestad. —El sujeto le habla al bufón y todos los amigos se acercan a escuchar.
—¿Cómo se encuentra, Dr. Reid? —pregunta con serenidad.
—Logramos estabilizarla —empieza haciendo que el corazón quiera salirse por mi esófago—. Está deshidratada, golpeada, y el sistema nervioso es un caos, hicimos una resonancia para determinar si hay algún problema pero afortunadamente no hay nada que temer. Ha sido sometida más de una vez a esta sustancia y ya hay algo que deben saber.
Rome aparece en el pasillo acercándose con el uniforme y me aturdo.
—¿Qué pasa que no hablas ya? —me atravieso pero el bufón lo evita—. Habla, Rome. Puedo con ello. Sólo sólo, joder. ¡Dilo, Rome!
El bufón hace que los guardias nos rodeen y den espacio para que sólo escuchemos nosotros.
—Esto será duro más para ella que para ti, supongo —habla mostrando un ultrasonido que no puedo procesar—, las secuelas son las mismas pero con intensidad. Controlamos el sangrado pero pudimos frenarlo, sin embargo, decidimos extirpar el feto... —la palabra me hunde en el limbo. Oscuro—. Tenía ocho semanas, pero hace al menos dos o tres días tuvo un aborto de embrión retenido, tuvimos que hacer un legrado. Debido a los químicos los bebés no resistieron —los oídos me zumban—. Eran dos, pero el más fuerte comenzó a comerse al más débil para intentar sobrevivir. Lo estaba logrando pero recibió golpes, y determiné tu químico, aún así no fue suficiente, la dosis de lo que le suministrabas no estuvo por días. El caso es similar al tuyo, te comiste a tu gemelo pero porque era más débil, y este bebé lo hizo para sobrevivir.
La palabra hace que me abran en mil pedazos. «No, de nuevo no»
Mi mocosa estará destrozada, y la culpa es mía. Toda mía, joder. La piel me arde, es como si me arrancaran cada pedazo de piel, perderlos significa perderla.
—Revívelo —me desespero que no habla—. ¿Alguien más puede hacer algo? En Grecia, probablemente Berlín, el Rochester, yo estuve allí...
—Hijo, no —interviene Rome pero ni siquiera tengo cabeza para matarlo.
Comienza a hablar con el bufón. Escucho detenidamente ya que estamos tratando de hacer una nube de humo.
—Aquí no tenemos lo necesario, sabe que aquí todo está en sus bases directas —habla y se dirige al bufón—. Fue un riesgo que quedara embarazada, su sistema tiene demasiados químicos que no se han determinado y, el mismo diagnóstico que les di se los dará hasta Dios. El doctor Reid es el mejor y estará como nueva muy pronto para ser trasladada a Grecia si así lo desean —respira hondo—. Dentro de unos meses si todo sale bien le haremos ligadura o cortaremos las trompas, ya que, aportaría más pérdidas o abortos de querer tener un heredero. No es fuerte, no podrá sostenerlo. Cortar las trompas de falopio no es recomendable ahora por cómo debe saber los distintos riesgos debido a las sustancias que al parecer alteraban su sistema reproductor. No le administraremos ningún anticonceptivo aparte de la inyección para evitar alteraciones. Lo siento, hijo, se que querías que ella te diera al legado, pero aún tienes uno. Aprovéchalo antes de que inicie la guerra.
El bufón no dice nada porque claramente no era suyo el feto, pero aunque me importa, me importa más como lo tomara, me importa como se sentirá, y me importa que me la volvieron a lastimar y ahora si no hay vuelta atrás. Todo lo que quería era que supiera que estaría para ella y nuestros hijos. Bebés.
—¿Y Gómez? —inquiere el ministro que se entromete una vez el guardia lo deja pasar al círculo.
El doctor mira a todos lados porque no sabe una mierda.
—Murió —suelta el bufón—, algo salió mal. Creí que te lo habían comunicado.
—¿Y Desire?
—No sabemos, creo que la mafia la atrapó —el bufón pasa las manos por su cara con voz irritada.
—Me retiro, majestad —dice el doctor de mi mujer—. Los restos del feto están a su disposición. Ella está despidiéndose.
Rome se queda allí después de despedirse de doctor.
—Está devastada, Leon —dice y el mundo cae an mis pies—. No jodas esto.
Nadie dice palabra y se marcha.
—Me haré cargo —dice el bufón.
—La agente podrá hablar en un par de minutos, las enfermeras avisarán cuando terminen de ducharla —vocifera el doctor imbecil.
El maldito doctor se va y el malnacido del ex se va con él diciendo papá. Tenía que ser, maldito hijo de puta.
—Necesito que hable con el consejo antes de que esto se haga más grande —habla el ministro—. La ONU no quiere otra guerra, Aragon. Deja esto en nuestras manos.
—¿Por qué no te largas a cuidar a la hija que la agente Walker salvó? —lo encaro—. No vaya a ser que te la roben de nuevo y acudas a la niña que quieres interrogar para ver si es culpable, hipócrita de mierda. Ha servido a su maldito sistema y nuevamente me la joden. Pero esto no es una guerra con nadie más que conmigo.
—Mi palabra no está en discusión... —se calla cuando escucha al bufón.
—Tampoco la mía, Salvatore, y si digo que no es no.
El pasillo es largo y no puedo caminar, el bufón carraspea cuando trato de avanzar.
—No la dejes ir —casi suplica y contengo la respiración.
El pasillo me absorbe y cruzo su área donde escaneo a Rome parado en el umbral de una habitación. No dice nada, se aleja y abre la puerta para desaparecer en lo que mil kilos de plomo me aplastan cuando la veo parada e inerte.
Tiene la mirada perdida en una pequeña cuna del tamaño tan mínimo que no parece real. Los vellos se me erizan al saber lo que observa con tanto detalle al momento en que las lágrimas caen como cascadas.
Mis pasos se realentizan y está allí: un pequeño fruto de nosotros, está tan formado que parece mentira, tiene más manos pegadas al pecho y un pequeño gorro sobre su cabeza. Es diminuto que parece de juguete.
Una voz distante me hace suspirar:
—No pude mantenerlo con vida —comienza—. Uno de ellos devoró al otro para vivir, luchó y yo no pude resistir. Cada ser en la tierra va a pagar esto, Tayler.
—Vamos...
—No —espeta y me echo hacia atrás cuando gira su rostro hacia mí—. No quiero verte, no quiero escucharte, no quiero tocarte, no te quiero, no te necesito. Mis hijos están muerto —la barbilla le tiembla y se sostiene del estómago—. Aguante cada golpe por ti, sabía que irías, esperé por ti, no quería dejarme hundir pero esto es lo que pasa cuando me aferro a ti. ¡Pierdo! ¡No quiero perder! Eran mis bebés, y los perdí por ti.
—Sé que te duele pero no puedes dejar que consigan separarnos...
—Ya lo estábamos, Aragon —gira y clava la mirada sobre la pequeña cuna—. Ahora lárgate que necesito hablar con esos malditos y largarme de aquí. Voy a empezar mi vida sin ustedes.
—Que estuvieras embarazada sólo te amarra más a mí —doy un paso hacia ella y no retroce, levanta la barbilla—. Nunca hice muestra de lo que es la boda de sangre pero lo haré si quieres alejarte, y tómalo como quieras porque no te voy a dejar.
—Ya estás acostumbrado a tomarme por la fuerza —suelta con una risa amarga y se aleja de mí.
No hay nada en mis mercurios y algo raro pasa en mi estómago, las manos comienzan a temblarme así como debo sostenerme de la mesa que me tiene a nuestro hijo.
—Lo... —me atraganto cuando la saliva no pasa—. Lo siento, y juro.
—No jures o prometas estupideces que no vas a cumplir —se sienta en la camilla y aunque mido más de dos metros estoy en el suelo—, ahora lárgate que necesito deshacerme de esos imbeciles.
No puedo tomarla porque estoy tratando de no hacerle daño, esta dolida.
—¿Eres sordo o estúpido? —vuelve y respiro hondo tratando de mantenerme quieto—. Dije: Lar... gate.
—Hablaremos en casa —trato de acercarme pero niega.
—Eres el vívido recuerdo de lo que perdí —la rabia en su voz y lágrimas le atraviesa—. Tres hijos, Tayler. Nunca los pedí pero habría vendido mi alma al diablo por tenerlos.
—Podemos...
—No quiero hijos de alguien como tú —espeta y su máscara no cae, no está mintiendo—, sólo quiero acabar con esto.
Giro con el peso de plomo y salgo de la habitación, cerrando la puerta a mi paso hasta que truena. «Hijos de alguien como tú»
«Hijos de una tipa como tú», evoco lo que dije en el pasado y el arrepentimiento surge, se convierte en rabia.
Reaparezco en la sala de espera donde está el bufón y el parlamento junto con Harris. Selinne aparece de la nada como maldita maldición y me aparto pero como siempre el bufón está de entrometido. Me aleja de la bola de hipócritas.
—¿Qué te dijo? —inquiere pero no puedo responder porque quiero reventar todo esto—. Love te necesita con la cabeza fría y piensa en el bebé de Selinne también, este puede darte tiempo, úsalo —me estruja el hombro—. Supongo que una vez más llegamos tarde. Pero este acuerdo te dará la libertad y a ella, hemos podido hacerlo. Tú y yo, ¿sabes lo que significa que un rey y el líder de la pirámide estén juntos? Sólo debes actuar con precaución y serán libres, hermano.
«Falle», «le falle», pienso una y otra vez apartando la mano del bufón. Se larga y lo veo discutir con el presidente más de diez minutos y éste termina apretando los puños y con la cabeza indica que sí. Maldito infeliz.
—No hagas un escándalo —dice antes de que me le vaya a golpes—, si lo haces te pondrás en evidencia.
—¿¡Cómo los que creen que renunciaré a la mafia!? ¿Qué diablos hiciste?
—Lo necesario —dice sin más.
—Eres un...
—Estás haciendo un circo —habla Selinne tomándome la mano que quiero romperle los huesos y me quito—, los que deberían estar así son Matthew y Damon que al parecer tienen poliamor.
—No hables de lo que no sabes —el bufón cierra los ojos—, si no estuvieras embarazada ya estarías muerta.
—Familiares de Lovely Walker de Aragon, ya pueden pasar a verla —informa la enfermera.
El presidente va hacia el pasillo y noto que el primero en levantarse es Salvatore. Todo esto será cubierto.
No quieren que digan que ellos están involucrados. La aristocracia tiene reglas y si las rompen no pondría sólo en evidencia si no que sus puestos serían derribados por el alto mando aristócrata.
—¡No! —grita. Corro hacia la habitación frenando cuando veo a un enfermero muerto—. Ya dije que no, y no me importa esa puta traidora. Ojalá que se muera. Ella y todos ustedes bola de escorias —tiembla de rabia
—¡Estamos aquí para un trato y que podamos discutir sobre decisiones que no razonó mi hija! —trata de hablar el presidente—. Es mi única hija, tú entiendes.
—¡Por supuesto que lo hizo! —grita—. Fue después, y me vió hecha mierda. ¡Perdí a mi hijo y y tú perderás a la tuya!
La habitación se espesa aunque haya árboles afuera llenos de nieve. Sólo espero que alguien se lance para matarlo.
La bola de hipócritas se tensan al mirarla, tiene la mirada perdida y escanea el lugar, me mira pero ni siquiera le importa. No hay nada en sus ojos.
—No digas sobre nuestros acuerdos. Por eso te pedimos que cuando el fiscal a cargo, rindas la declaración que te entregaremos. —extiende la mano y le dan un papel.
Niego divertido recargándome del marco porque sabía que esta gente venía de hipócrita. Ella rompe el papel en pedazos y los lanza al aire, manteniéndose firme con las manos llenas de sangre.
—Walker...
—¡Ya dile lo que le vas a decir! —habla el presidente—. No puede desafiarnos, somos parte de la jerarquía y de la aristocracia, podemos devolverla a la primera si se niega a cooperar, ya le hemos soportado mucho, incluso su show de ineptitud acatando la orden de compra, negándose a estar con el mafioso que se follaba.
—¡Cuida cómo le hablas a la mujer del mafioso que se follaba! —le grito y gira escaneándome.
—¡Tú no deberías estar aquí! —trata de amenazarme.
—¡Cierra tu sucia boca! —espeta el bufón, entrando al lugar—. Tu hija se follaba al ministro, y por eso está aquí, no creas que por buen samaritano. De primero tu campaña electoral fue respaldada por la pirámide, ¿crees que se tragan el cuento de que el líder de la mafia renunció? Idiota. Pero desde hoy quedas destituido. No pueden hacer una falta a la pirámide, y acaban de matar a sus herederos.
Ellos discuten pero yo sigo mirando los ojos que no me determinan.
—Niña si se sabe que la hija del presidente retó al líder de la pirámide vendiendo a su mujer las cosas van a empezar por una guerra, y esto no puede saberse —habla Salvatore, ignorando cómo pelea el bufón con el presidente—. Si hablas sobre lo que sucede aquí todos estarán arruinados.
Sus hombros tiembla en carcajadas siniestras y tengo unas ganas de matarlos a todos porque sé lo que significa.
—Lárguense —contesta ella—, ustedes sólo quieren que les cubra sus mierdas. Siempre ha sido así, no les basta con lo que he servido, y ahora mismo sólo quiero descansar. No me importa la puta de Desire, sus acuerdos, el poder de la pirámide, clanes, mafias o una mierda, no me importa nadie. Porque no voy a cubrirlos más, si mi destino es estar en la mafia entonces allí estaré pero no voy a cubrir a esa zorra de mierda que me entregó como un perro sabiendo que iba a perder. Me importa muy poco que se muera, Harris. Hijo por hijo. Tu perra bastarda mató al mío y si la veo la mataré.
—¡No está en el derecho de decir nada! —habla el papá de la rata—. Que no se le olvide que firmamos un acuerdo para que pudiese vivir lejos de aquí, la apoyamos, y es gusto que haga lo mismo.
—¡Que no se te olvide a quién le levantas la voz! —ruge, y camina a la esquina para cubrir la cuna. Gira—. Soy la dama de la mafia, y tú eres un simple peón, no vales nada, presidentes que son títeres consigo en la esquina.
Debo dejar que ella lo maneje, una vez termine nos iremos. El pecho me crece cuando la veo, es tan fuerte.
—El mundo sabrá sobre cómo el cazador...
—Me importa una mierda —escupe ella—. Tú hija jugó con mafia, se lo advertí y aún así me dejó arrastrándome, dejó que me golpearan, y se burló cuando un hombre se corrió en mi cara —avanza hacia él con el bisturí. La piel me hierve y el pecho se me hunde—. Entonces, Harris. ¿Tu hija merece mi perdón? No lo creo...
Acto seguido se lanza hacia Harris enterrando el bisturí. Todos se mueven pero yo dejo que luche. La sangre salpica, Salvatore trata de evitarlo pero yo sólo empujo al bufón afuera conmigo y lo estrello contra la pared.
—¡No puede! —grita pero lo azoto—. ¡Love, espera!
—Necesita descargar la furia contra alguien...
Sale corriendo y suelto al bufón, trato de alcanzarla por el pasillo, empuja todo evitándome el paso, y matando a lo que ve cuando se sumerge al elevador.
—¡Espera! —caigo como idiota cuando la sangre hace juego con mis zapatos.
—¡Ya dije que no! —espeta—. Sus mierdas no me interesan porque estoy aquí sufriendo algo que no merecía y no le importa, sólo quieren cubrir todo.
Todo se vuelve un caos, le llamo a Félix para que la neutralice a distancia, y le indico el piso en el que se detuvo. El bastardo y el bufón se me acoplan mientras Salvatore pide ayuda para el presidente que se quedó sin ojo.
—¡Vas a responder! —grita Salvatore.
—Hablas y cuento porque salvó a tu hija, y esto es ojo por ojo.
El bastardo empuja a guardias y el bufón corre al elevador como yo. Una vez en el último piso la determino, el bufón saca su arma y ella se detiene con el arma que acaba de volarle al guardia del hospital.
—¡Baja eso! —grita el bastardo.
Camino hacia ella y niega apuntándome.
—No des un puto paso más —tiembla de rabia.
—Cuando se pierda en mí le disparas —le digo al bufón sin mover la boca—. Escúchame, mocosa.
—¡No! —presiona el gatillo pero esquivo de milagro—. Mató an mis bebés —se le quiebra la voz—. Nuestros bebés, otra vez...
El dardo atraviesa el aire. Sus ojos se abren y dispara pero evito el tiro que me roza el brazo. El arma cae al suelo y corro hacia ella para atraerla a mis brazos. Está llena de sangre.
—Ahora tenemos tres —le digo y sonríe con los mercurios oscuros—. Te juro que te haré más.
Un sollozo la atrapa dejando fluir la lágrima que la hace cerrar los ojos. Hay hombres armados pero el bufón los calma, Félix me abre paso cuando la tomo en mis brazos, las personas se acercan, y el bastardo las empuja. Todo es sordo, bajo las escaleras y mis hombres ya están esperando con niebla desesperada.
Ignoro los gritos y subo a mi camioneta siendo escoltado por soldados reales que no le permiten el paso a los chismosos. El bufón me asiente mientras se pelea con Salvatore y el parlamento.
Me concentro en mi mujer y en el animal que entra acomunándose en el asiento, lame su piel pero yo la aprieto a mi pecho. Su respiración roza mi cuello haciéndome saber que está viva. Me la llevaré lejos, y voy a seguir destruyendo a todos. Los Lombardi.
Llegamos a la fortaleza y enseguida subo las escaleras que me llevan a un elevador. Subo el siguiente piso donde determino nuestra habitación. Quería que navidad fuese nuestra noche, quería que se quedara y empezar de nuevo pero la puta maldita de Selinne tenía que abrir la boca.
La acuesto en nuestra cama después de poner el código y niebla se duerme al lado de la cama. Mi mente está en caliente, sólo quiero que despierte y eso hace dos horas después mientras sigo mirándola respirar, veo sus labios, nariz, ojos, pestañas, cejas más oscuras y cabello... se remueve en la bata haciendo que algo me atraviese cuando veo algo en sus pezones.
—¿Tay? —parpadea perdida y la tomo de la cara. Me aparto porque algo se rompe en mí—. ¿Cómo están todos?
—No sé.
—¿Mi papá?
—En su casa.
Se levanta y el bufón entra de la nada.
—Nos di tiempo —escanea a mi mujer que se levanta y la trato de tocar pero se aparta—. ¿Estás bien?
—No —espeta, escanea el lugar—. Quiero ir a mi apartamento.
—No...
—¡No te dije a ti! —me grita.
Le pido al bufón con la mirada que se largue y la sienta en un sofá que está en la esquina. A él si deja que la toque.
—Necesito avisarle a mi padre que no me pasó nada —reitera—. No quiero que venga, no quiero tener que meter las manos para salvar a nadie.
Saco mi teléfono ya que, el bufón me pasó el número de los padres y se levanta haciendo la llamada. Va a la ventana, la abre sacando la mano dejando que la nieve acaricie su pequeña y pálida mano. Está estática diciendo que está muy bien y que el bufón está haciendo todo por ella, que pronto pondrán verse pero que ahora es peligroso. Todos unos hipócritas.
—Cuídate, cariño. Ahora estoy con tu hermano pero pronto iré a verte —capto a lo lejos y ella aprieta sus labios aguantando el sollozo.
—Trata de no salir —cuelga y avienta el teléfono a mi pecho, el bufón se remueve en su lugar—. Quiero ir a mi apartamento. ¿A caso eres tan inepto como para no captar lo que digo?
—Te di una orden...
—¡Eres un mentiroso y cobarde! —tiembla de rabia y las venas le saltan en la cara—. Todo este tiempo lastimándome porque tu mujer valía más que yo, pero... me tomaron a mí.
—¿Crees que quería que esta mierda sucediera nuevamente? —me exaspero porque la quiero besar y llevarla a la cama, que duerma días enteros—. ¿Crees que me gusta verte sufrir de este modo, Love? ¿Por qué mierda no pudiste seguir una orden? ¿Por qué?
Me da la espalda y se me atora algo en la garganta.
—¡Lárgate! —grita—. Yo no te serviré nunca más, por eso tienes mujer, y ella te dará algo que yo jamás, si no te serví antes, mucho menos ahora. Ahórrate el sermón de poder y déjame sola. Esa perra bastarda espero que se esconda bien. Así como tú y tu bastardito de mierda. Porque se lo voy a sacar y se lo va a atracar. ¡Tú y ella! Se lo meteré de nuevo para que sienta lo que es tener y perder.
Casi me río.
—No puedes ni mirarme a los ojos y decir la sarta de estupideces que salen de tu boca —acorto espacio.
Se gira a encararme y soy yo el sostiene la respiración cuando lo que temía se hace fuerte; esta pálida, delgada, golpeada y con mirada perdida.
—¿No te gusta lo que ves? ¡Esto es lo que soy! —se burla—. Eres un cobarde y mentiroso de mierda. Jurando protegerme cuando sabías que pasaría, trayéndome la desgracia con la puta que te revuelcas. Eres un poco hombre y una basura que no sabe cumplir su palabra. —se mofa, es fría, agria—. Estuve apunto de dejar que me follaran por una línea y no sabes todo lo que me dolió no aceptar.
—No sigas, lo haremos juntos —las palabras calan como ácido.
—Esto jamás acabará para mí —dice y respiro hondo—, ya sea Andersson, o cualquiera que quiera llegar a ti me llevará entre los pies, derrumbándome, jodidamente y haciéndome saber que soy sólo una moneda de cambio para todos.
—No eres un objeto para mí —respondo.
—¿No? —se carcajea y aprieto la mandíbula—. ¿Vas a tenerme contigo mientras estás con otras? ¿Qué pasará conmigo? ¿Me enviarás a una casa en el fin del mundo para protegerme? Irás a visitarme para hacerme el amor y volverás con tu familia y la mafia. ¡No puedes tener a la mafia y a mí! ¡Entiende!
—¡Cierra la boca! —la encaro y tomo sus manos—. Déjame ayudarte, por favor. No me dejes ahora. No quiero esa mirada de nuevo, no la voy a soportar. —beso sus nudillos—. No puedes dejarme, no ahora.
Sus ojos buscando los míos.
—¿Ayudarme? —Se limpia la nariz y se para de puntitas—. ¿Cómo? ¿¡Me vas a follar como una puta y te largarás!?
—Haré lo que me pidas, pero quédate, no me hagas esto —suplico—. El celibato es para mí. Haré todo si te quedas, no huyas. No lo hagas.
—Lo dices ahora porque estamos así, pero es mentira.
—Confía en mí —busco sus ojos y se burla.
Busca mis besos y acaricio su rostro, cierra los ojos y ladea la cabeza haciendo que el cabello de su cuello se deslice y me deje ver todos los orificios que hay allí. La sangre vuelve a hervirme.
—Follame —susurra buscando mis labios—. Necesito sentirte a ti, sólo a ti. Demuéstrame que soy yo y no ella.
—Necesito salir de aquí y necesito que escuches...
—No, por favor —se aferra de mi camisa—, me van a llevar otra vez, por favor. No te vayas. No lo soporto, están en todas partes.
—No va a suceder nada. Yo te voy a cuidar —le juro—. No te van a separar de mí.
—Más promesas estúpidas —aprieta los botones—. Ojalá te hubieses muerto. No sirves para nada.
Le aparto las manos y tiembla cubriéndose los ojos con ellas.
—¿Te doy asco? —solloza—. Lo sé. Una puta más una puta menos. El señor Aragon está aburrido del mismo coño. Tiene a muchas sumisas.
—¡Necesito que te calmes, Love! —la tomo de los brazos—. Jamás me darías asco. ¿No ves que me estoy muriendo? Daría mi vida por estar en ese puto acantilado, y que jamás hubiese pasado nada. Te habría perdonado, joder... lo habría hecho.
—¡Pero demuéstramelo! —susurra débil y la acomodo en la cama—. Daría mi vida porque me quisieras de nuevo. Quisiera quererte de nuevo.
El pecho se me encoge. Algo me atraviesa el esternón y el suelo se me mueve, trago más de dos veces negando para poder armarme de valor.
—No digas estupideces —trato de calmarla—. Aún no lo hago, toda mi maldita vida lo haré.
Follarla ahora sería como violarla, y eso es algo que me niego a hacer aunque ella quiera, sólo quiere olvidar pero primero necesito hacer algo.
—¿La amas? —inquiere y me mira—. Selinne, ¿la amas, verdad? Por eso no la dejaste. Pero ella...
—Eso no es verdad, lo sabes y lo dije de mil maneras que no quisiste escuchar —acaricio su rostro.
—¿Me amas? —se frustra aferrándose a mi camisa mientras eleva la vista para verme bien—. Necesito saberlo, necesito que me digas si me amas, si alguna vez...
—Lo hago —acaricio su mejilla y le tiembla la barbilla. Doy un beso cálido.
Necesito que sepa que no la dejaré sola, necesito que lo sepa. Sus labios son cálidos y temblorosas pero no impide que la urgencia se apodere de ella y pida más. Me separo como puedo.
—Lo sabes, ¿verdad?
—No tienes los pantalones de decir las putas palabras —la voz vacía me arde pero no puedo flaquear—. Entonces yo tampoco lo haré, Tayler. Ya no aceptaré esta mierda retorcida. Es todo o nada, y no un a medias.
—Todo estará bien —susurro—. ¿Lo entiendes? Dame tiempo para solucionar todo.
Solloza y la beso en la frente.
—Lo entiendo. —me aparta mientras las lágrimas la atraviesan.
—¿Cómo fue que salvaste a esas chicas?
—Con ayuda de Jade, ella y Selinne —se traba pero prosigue—. ¿Te dijo? Ella sabía que las sacaría, Desire le dijo antes de todo. ¿Las niñas están bien? ¿Jade está bien?
—¿Selinne estuvo allí? —inquiero.
La obligo a mirarme pero no expresa nada, su voz sale vacía, casi ausente.
—No.
—¿Segura?
—¿Cómo están? —me cambia el tema.
Hay algo de mentira en su voz.
—Todas están a salvo. —miento para verla sonreír y se aferra a mi camisa—. ¿Puedes darme un poco más de detalles de porque no saliste con ellas?
Tarda en responder pero respira hondo y asiente apretándose más.
—Me inyectaron y corrí pero estaba drogada, apenas veo, pero saqué a Jade y le entregué el anillo. Porque cuando me buscaran sabrían que no era yo —dice—. Pero pasó una semana a pesar de que le di información a Damon.
—Se fue a España siguiendo pistas —le informo y asiente—. ¿Entonces, planearon sacar a las niñas juntas?
—Sí, pero Selinne estaba enojada conmigo, sin embargo ayudó a Jade, y eso me alegra.
«¿Por qué miente?»
—Claro que sí —le beso la cabeza y me alejo—. Los vagabundos de tus amigos querrán verte, no les comentes nada de las niñas, ellos no saben, la jerarquía y aristocracia está en busca de hundirte y las cosas pueden salir mal. Si saben que pusiste una misión en peligro te culparan, ¿entiendes? Y más que le robaste a una organización a sus mercancías.
Asiente porque sabe que lo que hizo va contra las reglas. La dejo más tranquila en la cama y al salir de la habitación, los vagabundos entran como ganado así como el bufón, los empujo porque me estorban, cuando salgo veo a Félix en las escaleras al lado del elevador.
—Señor —dice asustado—. La señorita Selinne se fue, y no dijo dónde. Cuando el caos se hizo en el hospital desapareció.
No me digas. Hija de puta bastarda de mierda.
—Déjala, ya me avisó —le digo.
—¿Lo llevó a la casa?
Asiento con la cabeza. Salimos de la fortaleza y veo que nadie venga.
—Llévame al complejo.
Me lleva y mientras marco el número que necesito para que me entregué algo que le di a guardar. No creí que lo usaría pero al parecer siempre pienso en todo.
Veremos quién es quién y de qué lado pueden más.
Nota:
Una venganza se sirve fría.
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