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Capítulo 1. Mal día.

Incluso sin nada o sin un final, miles de ojos en mi cabeza habrán. Hablan, hablan, hablan, hablan... Ah, cállense ya.

Alter Ego - Misumi ft. Vivid BAD SQUAD x Miku Hatsune.

Hoy se cumple un día más de secundaria en esta hermosa y maravillosa vida, la cual me adora. Los pájaros cantan, el Sol ilumina al mundo con sus esplendorosos rayos de luz y toda la gente sonríe contenta a mi alrededor, brindando aún más felicidad al ambiente. Y finalmente estoy yo: me encuentro con un humor que podría enamorar instantáneamente a cualquier persona que me vea por una fracción de segundo; esto se debe a que he llegado a tiempo a mi escuela para tomar mi café con leche envasado mientras doy un repaso a mis apuntes (como la estudiante dedicada que soy, claro que sí) ya que rendiré un examen de matemáticas en el primer periodo.
Así es, mi día no podría ser más que perfecto...

¿A quién quiero engañar? Ni que la vida fuera tan rosa y esponjosa.

Primero que nada: mi humor es peor que el de un perro amarrado en plena época de apareamiento; son casi las nueve de la mañana y no he desayunado siquiera, lo que aumenta mi mal genio; voy más de una hora retrasada a mi secundaria y, por eso mismo, estoy segura de que perdí la oportunidad de hacer el estúpido examen... Bueno, ahí va otra materia reprobada y una sanción más de mis padres por mis pésimas calificaciones últimamente. Meh, al cabo que ni quería aprobar.
¿Todo por culpa de quién? Ah, sí: por culpa de ese estúpido Power Ranger de quinta. ¡Maldito hijo de...!

Permítanme retroceder una hora y media para que tengan el contexto completo, mis estimados.

Sí. Allí estaba yo, deteniendo a unos inútiles que intentaron asaltar una joyería ya que la policía no sabe hacer nada bien.
En serio, no sé por qué los ladrones se empeñan tanto en seguir con esto; ¡saben perfectamente que los voy a encontrar y los mandaré con varios huesos rotos a la cárcel! Son muy masoquistas, no hay más explicación que esa. Aunque, en realidad, no me molesta tanto ser la sadista en esta curiosa relación con los delincuentes, digo, a ellos les encanta que los golpee y a mí me fascina hacerlo. Oh, sí. Pero hoy —o, mejor dicho, esta mañana— no fue el momento correcto para elegir hacer sus idioteces.

Es que, ¡diablos! Por culpa de esos idiotas reprobaré matemáticas sin haber intentando salvar la materia con el examen, ¡agh! Adiós a mi mesada y a los ratos libres jugando videojuegos en la plaza, ¡y todo por estos buenos para nada! ¡Y, para el colmo, ni siquiera recibo paga por mis acciones! ¡Pinche gobierno puto, no tengo nada de ti!

En fin, ignoren mis quejas del presente y retomemos la narración del pasado: mi yo de hace hora y media no creía que las cosas podían ir más peor de lo que ya estaban. Ja, ilusa Yuzuki.

—¡No teman, ciudadanos! ¡El Gran Saiyaman ha llegado para salvarlos!

¿Ves, Yuzuki de hace casi dos horas atrás? ¡¿Ves?! Eso te pasa por pensar antes de tiempo.
Mi yo del pasado soltó al imbécil que tenía sujetado y este cayó al piso mientras intentaba recuperar el aire que le estaba quitando con mi agarre. ¿Qué? No lo iba a ahorcar ni tampoco lo estaba torturando o descargando mi ira en él..., bueno, solo un poquito. ¡Ejem, pero eso no es lo importante aquí! Me giré con un tic en mi sonrisa forzada (aunque nadie la apreciaba por mi cubrebocas negro) hacia el ridículo que, sin siquiera verlo desde el principio, sabía que estaba haciendo sus dichosas poses raras.

—Otra vez tú... —gruñí en voz baja y él solo me sonrió e hizo el signo de amor y paz, como de costumbre.

Ugh, con solo recordar eso me pongo más de malhumor.

—Llegué a tiempo, ¿no, Chica Encapuchada? —Dijo mientras saludaba a las cámaras que grababan, por lo que la gente de la joyería comenzó a aplaudirle y darle ánimos, tal y como si se tratara de alguien muy famoso. Sentí náuseas con esa escena—. Yo me encargo.

Y en un dos por tres dejó inconscientes a todos los delincuentes, sin darme chance de reaccionar para gritarle, como planeaba. Las ovaciones hacia el maldito no se dejaron esperar y yo solo estaba allí, siendo ignorada de manera magistral. Ese cirquero se había vuelto a salir con la suya.
Simplemente miré a todos con rabia, dándome cuenta que un par de celulares estaban posados en mí, grabando nuevamente una humillación pública mía. Ah, genial. Ya me imaginaba el título amarillista que le pondrían. Sacándoles mi hermoso dedo de enmedio a esos estúpidos, salí de ahí sin complicaciones; después de todo, los periodistas, civiles y policías (que decidieron aparecer a último momento, convenientemente) estaban más centrados en el ridículo saltamontes. Incluso oí algo sobre querer hacer una película sobre "sus super-hiper-mega-ultra valientes e incomparables actos heroicos".

Claro, ¿quién se fijaría genuinamente en mí? Solo los que les gusta hacer memes y videos de sátira en las redes sociales, por supuesto.

Cuando estuve lejos, golpeé con rabia la pared de un edificio en derrumbe, ocasionando que todo temblara y que algunos pedazos de cimientos cayeran al rededor. Eh..., ¿ups?
Varios civiles que iban pasando por allí me miraron por el alboroto que causé, pero yo solo me limité a salir corriendo para después volar al edificio más alto de la ciudad, intentando contener mi ira.
Igual, no me debía importar que me dejaran de lado por idolatrar a ese ridículo. Así es, ¡no me importaba! Yo hacía mi labor de justiciera para proteger a los que lo necesitaran, ese era mi deber ya que para algo beneficioso debía emplear las habilidades que me fueron otorgadas. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, ¿no?

Bueno, eso dijo el tío Ben y ya todos sabemos cómo terminó el asunto...
En fin, ¿en qué iba? ¡Ah, sí! Me quejaba del cirquero ese. Cierto.

—Todo estaba bien antes de que ese estúpido apareciera... —murmuré mientras observaba a todas las personas que iban de un lado a otro. Se veían tan diminutas desde mi posición.

Ese chico apareció de la nada —literalmente hablando—, arruinando mi existencia y propósito desde entonces. Siendo sincera, la primera vez que lo conocí me sorprendió bastante al ver que podía volar y esquivar las balas a una velocidad increíble. Por primera vez, sentí que no era la única diferente en este mundo lleno de idiotas.

Hace tres meses, cuando él se hizo presente, consideré volverlo mi aliado. Si eso hubiera pasado, no tendría tantas faltas en la escuela, no estaría siendo constantemente vigilada y tachada de mala conducta por mis arranques de furia o estrés, no estaría tan mal en algunas materias y, en general, me llevaría todo más pacíficamente; incluso tendría tiempo de socializar y hacer amigos, tal y como una persona normal. Pero no, ese inútil no solo vino a invadir mi ciudad, sino a robar mi puesto.

¡Porque es mío, no de él! ¡Yo llegué primero!

No sé quién es, tampoco sé su edad o color de ojos y cabello, lo único de lo que estoy al tanto es que es un maldito entrometido y ridículo. ¡¿Cómo es posible que la gente lo quiera tanto?! Muchas chicas hormonadas mueren por él —por su físico, en realidad; el traje que usa hace denotar que su cuerpo está trabajado— y la policía lo ama, parecen hasta lame botas cuando hace acto de presencia. En serio, no sé qué carajos le ven además de su estúpido físico. Estará muy bueno y todo eso, ¡pero yo nunca estaría con un tipo tan vergonzoso, presumido y excéntrico como él! ¡Qué horror!

Primero conozco a mi artemarcialista favorito antes de que eso suceda, claro que sí.

—Hola, de nuevo.

Oí una familiar voz atrás mío, lo que logró hacerme dar un respingo por el susto. Ah, demonios, el payaso me siguió. Pese a todo, no me giré a verlo. El orgullo y dignidad ante todo, ¿no?

—¿Qué? —Hablé con fastidio, pero no le dejé contestar—. ¿También vienes a joderme aquí, saltamontes de quinta? No te bastó humillarme con lo de hace unos minutos, ¿eh?

Odiaba (y odio) que siempre se haga notar justo cuando yo estoy en acción y después aparezca delante mío con cara de "yo no hice nada, soy inocente. ¡Deberíamos ser compañeros y apoyarnos!" y esas tonterías. Ew.

—Ese no es un lenguaje apropiado para una señorita como usted... —reprochó, tal y como venía haciendo desde hace un tiempo.

—No eres quién para decirme qué decir, idiota —me quejé y me levanté de forma brusca. Pasé a su lado y golpeé de manera violenta su hombro; o eso intenté ya que es mucho más alto que yo.

Soy una estudiante de tercer año de secundaria, ¿de acuerdo? ¡Estoy en pleno desarrollo! ¡Yo sé que voy a crecer! ¡Mi danonino diario me lo va a confirmar!

—¿Por qué tanto odio hacia mi persona, Chica Encapuchada? Si se puede saber —tomó con gentileza mi antebrazo, consiguiendo enfurecerme más de lo que ya estaba.

¿En serio? ¡¿En serio?! ¡Este tipo...!

—Tú lo sabes muy bien —me solté de su agarre y apreté mis puños, casi sintiendo mis dientes raspar entre ellos de la ira acumulada. La fuerte necesidad de golpear algo no se hizo esperar—. No te hagas el amable conmigo, estúpido.

Tratando de no sucumbir ante mis impulsos, emprendí vuelo hacia un callejón para sacar mi mochila de unas cajas abandonadas que estaban allí y ponerme mi uniforme marinero en tiempo récord. ¡El examen, joder!

Ahora, con su permiso, volvamos al presente.

Sí, queridos lectores que se detuvieron a leer este bodrio de fanfic, eso fue lo que sucedió. ¿Qué? ¡Yo también tengo derecho a romper la cuarta pared! Deadpool lo hace cada que quiere, entonces, ¿por qué yo no? ¡Tengo mis derechos!
Miro a los alrededores y sonrío al comprobar que nadie me ve —aunque es obvio ya que los estudiantes y maestros están en sus respectivas aulas—. Genial, al menos tengo un poquito de suerte. Impulsándome (y utilizando de mi fuerza nada común, claro), brinco la muralla que separa la escuela de la banqueta y me dejo caer dentro de las instalaciones. No puedo evitar alzar mis comisuras en dirección del cielo con triunfo. ¡Ja, otra vez pude entrar de contraban...!

—Otra vez tarde, ¿no, señorita Yuzuki?

Ups, ya valió. ¿Últimas palabras antes de ser castigada por mis padres después de otra mancha de mala conducta? Tengo hambre y no me arrepiento de nada.

Como si esto se tratara de un fanfic de humor barato —qué ironía—, me giro tensa hacia la guardia de la entrada, quien me ve negando con la cabeza mientras sostiene el puente de su nariz, más que acostumbrada a toda la situación. Ya hasta me tutea porque me conoce de memoria; no todos los días ves a una alumna con el cabello teñido de rubio, la cual usa lentillas azules solo porque sí, que no utiliza el uniforme adecuadamente ya que quiere dar un aire más rebelde y, para rematarla, llega casi todo el tiempo tarde, ¿verdad?

Por eso en la escuela me tratan como una delincuente, uh. Mejor para mí; menos gente con la que socializar innecesariamente.

—Verá, profa: es una historia chistosa y larga del por qué llegue tarde, ¿sabe? —Río nerviosamente y echo mis manos detrás de mi cintura, en un intento de parecer inocente y tierna.

Pero, vamos, eso ni una ardilla drogada en la esquina me lo compra. Esperen..., ¿qué haría una ardilla drogada en una esquina, en primer lugar?

—¿Tu gato se comió la tarea y la hiciste rápidamente antes de venir? ¿Tu gato se comió tu desayuno y no podías venir sin comer algo? ¿Se te olvidó la mochila a medio camino y te regresaste? ¿Pensaste que hoy era domingo? ¿Se te olvidó colocar la alarma o esta no sonó? Ya me sé todas tus excusas, así que ahorrémonos tiempo y ve a la dirección.

Adiós a mi meta de aprobar matemáticas, ¡todo por culpa del intento barato de power ranger!

-Lindassj1

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