||CAPÍTULO 18||
MARATÓN 2/3
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La noche ya había caído y eso solo significa una cosa, la gran noche ya estaba por empezar. El lugar ya estaba testado de gente. Nos encontramos en el gran salón, el cual vimos la primera vez que nos trajeron a este infierno.
La señora Min se encontraba al pie del caño y no de muy buen humor, junto a ella para no variar estaba Dae, la cual supervisaba a los camareros que trabajaban en el Edén, betas en su gran mayoría, que no poseían fortuna ni renombre, pero siempre podían tener la opción de un trabajo aunque vender bebidas en burdel no fuera bien visto.
Mis tripas resuenan en mi interior al dirigir mi mirada al apetitoso catering que se encontraba a la distancia, habíamos comido en la tarde, una pequeña ración de comida no muy ostentosa. Esa avena me había caído como regalo de los dioses del cielo; sin embargo, eso fue hace mucho, nuevamente el hambre se afianzaba en mí.
Aquella omega cuyo nombre si recuerdo bien era Soo Min se acercó a Dae para informarle que los invitados estaban llegando. Las tres ensancharon sus sonrisas como si eso fuera música para sus oídos, para nosotros también era música, si música de una marcha fúnebre.
— Dae encárgate de ellos, ¡Hoy será una gran noche! — su emoción me enfermaba y solo en mi mente podía reproducir las mil maneras en las que la podía matar.
— Por supuesto, mi jefa, hoy recaudaremos mucho dinero y clientes. Ustedes síganme.
Con una sola señal fuimos hasta donde ella nos indicaba. Habían instalado una especie de tribuna con un gran telón y sillas al frente, como si fuéramos a hacer una patética obra de teatro. Aguardamos detrás de las cortinas sintiendo el cuchicheo y los murmullos de personas desconocidas.
— ¿Qué crees que pase? — le pregunté a Hope que estaba a mi lado como fiel compañero.
— No lo sé, pero no será una linda noche para variar.
— Ya todo está listo, demás está por recordarles lo bien comportados que deben de estar, la mirada en alto y la sonrisa en los labios. No se pueden negar a nada, su respuesta siempre será afirmativa.
Cuando culminó sus repulsivas palabras, el telón fue abierto, dejándonos ver un gran número de personas, hombres y mujeres de clase alta sentados ante nosotros viéndonos como una obra cara a la subasta.
El aire se me corta cuando mis ojos chocan con esa mirada que no veía desde hace tantos años. Sus ojos siempre me transmitían amor, hasta el día de mi presentación, la última vez que los vi solo eran pura decepción, y ahora solo reflejan tristeza, o quizás solo es que muy en el fondo quiero pensar que hay vestigios de arrepentimiento.
— Sean todos bienvenidos al paraíso del Edén, el lugar idóneo para satisfacer todas y cada una de tus fantasías. Sin nada más que decir que comience nuestra gran noche con esta emocionante subasta, pujen por su platillo preferido que nosotros nos encargaremos de servirlo.
En efecto todo tenía pinta de subasta, después de todos éramos esclavo, que nos vendan al mejor postor, no era nada nuevo. Dae empujó al centro del escenario a la primera chica, una escuálida gamma de cabellos cenizos, así empezó nuestra noche con alfas pujando sumas altas de dinero por ver quién primero nos lleva a la cama.
Gracias a la Luna yo y Hoseok nos habíamos rociado gotas de sedante alucinógeno en las áreas del cuello, si nos llegaba a comprar un alfa en la habitación pasaría de todo menos sexo.
— ¡¿Quién da más, quién da más?!, ¡Veinte piezas de rablox por aquí!, ¡¿Quién dice veinticinco?!, ¡Veinticinco el señor del sombrero negro!, ¡Treinta por allá atrás!, ¡¿Quién sube la oferta?!, ¡Treinta piezas de rablox a la una, a las dos y las tres!, ¡Vendido a la señora del abrigo de piel!
Hoseok había acabado de ser vendido a una anciana justo enfrente de mis ojos y por solo treinta piezas de rablox, ya me podía imaginar la furia de Kwan si pudiera presenciar esto. Lo peor de todo era que el siguiente pedazo de carne a vender era nada más y nada menos que yo.
Llene de aire mis pulmones y lo trate de contener mientras contaba hasta mil. Estaba allí en el centro, debajo de ese gran reflector que cegaba mi vista, siendo expuesta ante un promedio de cuarenta personas que nada más verme empezaron a pelear entre ellos por ser el maldito desgraciado de mancillar mi cuerpo y alma.
Cerré los ojos e intenté aislar el sonido. Mi mente teletransportaba mi cuerpo a ese último día feliz, el Sol brillando en mi rostro, el pasto verde bajo mis pies descalzos, una bella rosa roja siendo desojada entre mis dedos.
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— Hermosa rosa, tú que escondes la verdad entre tus pétalos ¿Mañana conoceré al amor de mi vida sí o no? — uno a uno fueron cayendo haciendo que la emoción creciera en mí.
— ¡Min Ji, tenemos que marcharnos ya! — detengo mis manos ante el llamado de mi hermana menor.
A la rosa aún le quedan algunos pétalos, y ya perdí la cuenta, supongo que me quedaré con la incertidumbre hasta mañana. Recojo mi libro a medio terminar y me calzo nuevamente mis zapatillas favoritas. Me marchó de allí sin saber que jamás volveré a pisar aquel lugar, me marchó sin saber que mañana sería el peor día de mi vida, me marchó sin saber que nunca conocería a mi mate.
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— ¡Vendida por 500 piezas de rablox! — me sobresalto ante los gritos aunque más bien graznidos de Dae.
No observó tan siquiera el rostro de mi comprador, solo acato la orden de Soo Min cuando me dirige a una habitación privada dándome las indicaciones necesarias, se marcha y me deja sola sentada en la enorme cama esperando a por la bestia.
La puerta se abre y me sorprendo al verlo para frente a mí. Mis piernas flaquean a la hora de ponerme en pie y cuando lo hago este me rodea con sus fuertes brazos dándome aquel abrazo que necesitaba hace cinco años y que no me dio.
— Ha pasado mucho tiempo... papá.
Continuará...
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