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El tono de su voz con fingida amabilidad me causaba repulsión, sus palabras estaban cargadas de veneno, he de suponer que su posición privilegiada como una loba beta le permite estar por encima de nosotros, las facciones defectuosas confinadas a serviles recibiendo la humillación y los golpes como premio doble. 

Se encuentra en lo alto de un balcón interior, el sitio en el que nos encontramos es una estructura vieja y deteriorada de estilo clásico, con paredes de tapiz rojo, madera de caoba desgastada, suelo chirriante cubierto de alfombras sintéticas, las cuales he manchado con las magulladuras de mis pies, amplias escaleras a los costados, y una que otra pintura de artistas poco conocidos. Un burdel de mala muerte que se cae a pedazos. 

Su cínica y vil sonrisa se me asemeja a las descripciones de Lewis Carroll en Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas sobre el gato de Cheshire. Un sabor amargo inunda mi boca al recordar que jamás en mi vida podré acceder a los libros que antes amaba tanto leer, otro más de los pluses al ser esclava, perdemos nuestros derechos, integridad física y emocional, nuestra voz y voto, hasta cosas tan simples como sentir las hojas con las yemas de tus dedos al pasar de página y a pesar de la resequedad causada disfrutar de la lectura y el aroma que se desprende de él. 

— Creo que tendré mucho trabajo por delante, ¡Se ven como la mierda!, y también apestan como ella — su cuerpo se dobla y reposa sus brazos cruzados encima de la barandilla — Desde ya les reitero lo que deben conocer como mantra las alimañas como ustedes no son nada, les pertenecen al rey y su más digno deber es servir a todo aquel superior que ustedes. 

No es primera vez que mis oídos se deleitan con dichas denigrantes palabras. Nada nuevo, los poderosos lo emplean para reprimirnos y que ella lo haga no me asombra en lo absoluto. Somos obligados a formar uno al lado del otro, una vez más con la vista en el suelo, trato de acatar firmemente esta orden para evitarme un nuevo infortunio. Siento como la chica consiguiente a mí tiembla en su lugar, y así estaríamos todos, pero la gran mayoría está como un cascarón vacío, sin alma y sin ánimos de sublevarse.

Oigo el resonar de sus zapatos de tacón color rojo escarlata, los cuales pisan fuertemente los tablones sueltos de la escalera, realmente no sé cómo es capaz de caminar con esos 12 centímetros de más, tan altos como su ego altanero. Su descenso fue rápido o por lo menos eso calculé, ya que estaba contando las milésimas de segundos, no soportaba más su pesada e irritante presencia. Era tal el punto que no me importaba que me sucedería después, solo quería acabar con esta humillación. 

Estábamos divididos en dos filas, dejando un espacio en el medio por donde ella pasó, haciendo el patético intento de caminar elegantemente sin parecer vulgar. Ridícula, eso es lo que es.

— La gran mayoría de ustedes parecen un rastrojo, haremos el intento de que les parezcan menos desagradables a los alfas. 

Es irónico que se jacte de mencionar eso cuando los desagradables son ellos. Ya no hay ni un solo lobo por el cual sienta respeto o admiración, nadie estuvo allí para mí ni siquiera hicieron uso de sus cargos para liberarme de la cruel esclavitud, todos están cortados por las mismas tijeras y de mis compañeros esclavos solo puedo sentir lástima. 

— Me gustaría especular que bajo esas costras de podredumbre haya algún potencial del cual podamos sacar provecho.

Levante levemente la mirada, ya que estaba lejos de mí, en la fila contraria, esperando no ser cachada en el acto, observe como del cinturón que rodea su vestido saco una pequeña fusta con la que empezó a alzarle el mentón a un omega esclavo. Es evidente que le da asco tan siquiera tocarnos, ruedo los ojos ante tal escena, no sé cómo piensan usarnos para esos fines, si a cualquier alfa le daría repelús tocarnos aunque sea con el pensamiento, es ilógico, pero convenzo con el hecho de que están tan enfermos y podridos de la mente que ya todo es posible. 

— ¡Dae! — sus gritos son semejantes a los de animal en matadero, rápidamente aparece una joven de no más de 30 años vestida como personal de servicio — Lleva a estos perros pulgosos a conocer lo que es el agua, tal pareciera que en la vida se han duchado.

— Sí, mi señora — sumisa acata su orden y rápidamente envidio su posición. 

Dae es una omega, lo reconozco por su leve olor oculto con sprays para enmascaramiento, son muy pocos los que corren con la suerte de ella, en vez de ser enviados a campos de trabajo son asignados a un dueño que los toma como sirviente, dichosos afortunados que no llegaron a probar la crueldad del mundo en su totalidad, cuánto daría por haber entrado en ese pequeño grupo de suertudos.

— Luego de que se quiten la mugre de diez años de encima, llama a la partera y al médico que enviaron de la corte para que los revisen. Espero que todos sean fértiles si no su destino será peor.

Sus crueles palabras cargadas de veneno reafirman nuestra nueva realidad, seremos las mejores incubadoras que puedan desear, daremos embarazos múltiples, herederos sanos y fuertes, y lo mejor de todo es que no nos quejaremos, como si pudiéramos darnos ese lujo.

Sin quejas ni dilemas todos seguimos en orden a la omega sirvienta que nos conduce por amplio pasillo lleno de puertas que deben dar a habitaciones, nos detenemos en una en específico que ella no se demora en abrirla. Nos recibe un inmenso baño colectivo, que sin duda alguna es mejor que el chorro a propulsión de una manguera con agua fría.

— Despójense de sus ropajes, pueden depositarlos en esta cesta, cuando terminen de asearse se les otorgará ropa para vestirse — ¡Mierda!, adiós refrigerio de Hanna aunque dudo mucho que la vuelva a ver — Les daré un consejo, adáptense a su nuevo entorno y no cuestionen nada, esta es su nueva vida. 

Una vida de puta mierda, pero por lo menos esta vez tendremos agua caliente para un merecido baño. La esclavitud me ha hecho amar las cosas más simples como una ducha después de siglos sin bañarse. 

Continuará...

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