La madre de Gi-hun, una mujer de pocas palabras pero de gran corazón, recibió la inesperada lluvia de regalos de In-ho con una mezcla de sorpresa, gratitud y una pizca de incredulidad. Inicialmente, su rostro reflejó una confusión genuina, sus ojos recorriendo las numerosas bolsas que In-ho había traído. No estaba acostumbrada a tanta generosidad, y la actitud humilde y respetuosa de In-ho la dejó aún más desconcertada.

Sin embargo, al ver la calidad de los productos, la cuidadosa selección de cada artículo, y la evidente sinceridad en la mirada de In-ho, su expresión cambió gradualmente. Una sonrisa tímida se dibujó en sus labios, y sus ojos se humedecieron ligeramente. No dijo mucho, pero sus gestos hablaban por sí solos. Aceptó los regalos con una reverencia silenciosa, agradeciendo a In-ho con una inclinación de cabeza y una sonrisa cálida que expresaba su profundo agradecimiento. Sus manos, al tocar el delicado collar que In-ho le había regalado, temblaban ligeramente, revelando la emoción contenida que la embargaba.

Más tarde, mientras In-ho y Gi-hun se despedían, la madre de Gi-hun se acercó a In-ho y, con una voz apenas audible, le agradeció nuevamente, expresando su admiración por su bondad y su consideración. Sus palabras, aunque pocas, estaban llenas de un afecto genuino que In-ho supo apreciar. La generosidad de In-ho no solo había llenado su hogar con regalos materiales, sino que había llenado sus corazones con una calidez y una gratitud que perdurarían en el tiempo. Había dejado una impresión imborrable, no solo en Gi-hun, sino también en la mujer que lo había criado y amado.