Capítulo 19
La habitación estaba bañada en la luz dorada del atardecer, las sombras jugaban en las paredes mientras Harry contemplaba el horizonte.
La imagen de un pequeño Harry junto a sus padres sobre la mesa brillaba con un peso que iba más allá que la ausencia de ellos dos y a su lado había una corona, la corona con la cual sería proclamado el Rey de Peñaldos de piedra.
Era el día de su coronación, el día en que se convertiría en el Rey de Peñaldos de Piedra, un título que no deseaba, pero que aceptaba por el bien mayor.
Pero este bien mayor involucraba el bien de su dulce Helaena, sus hermanos y todo aquel que realmente le importaba.
La puerta se abrió con un suave chirrido, y Sirius Black entró, su presencia llenando la estancia con una energía reconfortante. Se acercó a Harry y posó una mano sobre su hombro, su mirada llena de comprensión.
—Harry — comenzó Sirius, su voz era suave pero firme — Sé que esto no es lo que querías, que nunca pediste esta corona. Pero James y Lily... estarían inmensamente orgullosos de ti — le había dolido decir el nombre de su hermano del alma y la rojita — No solo por ser rey, sino por la persona en la que te has convertido.
Harry levantó la vista, encontrándose con los ojos de Sirius que reflejaban la misma astucia y determinación que siempre había admirado en estos días que están aquí, en este mundo, le gustaba como su padrino por fin abrazaba la magia y poder con lo que nació por ser un negro.
—¿Y si no estoy a la altura, Sirius? ¿Y si fallo?— sus ojos verdes brillaron con un poco de preocupación.
— No hay 'y si' en la vida, Harry. Solo hay 'qué haremos ahora' — su voz sonó con sinceridad, y con verdad — Y sé que harás lo que siempre has hecho: lucharás por aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos — Sirius miro a su ahijado con calidez, y el ojiverde asintió, el velará por aquellos que luchan por protegerse — Protegerás a tu gente y tomarás decisiones difíciles. Ser rey no es solo llevar una corona; es cargar con las esperanzas y los sueños de tu pueblo — coloco sus manos sobre los hombros del menor — Un Rey es un padre, amigo, protector y confidente de su gente, no seas solo un hombre con una corona, se aquel hombre que lucha por el bien de una vida justa.
Harry asintió, sintiendo la verdad en las palabras de Sirius.
—Lo haré, por ellos. Por todos nosotros.
Sirius sonrió, su expresión era de pura confianza.
—Eso es exactamente lo que un rey debería hacer. Y recuerda, no estás solo en esto. Tienes a tus hermanos, a tu linda soñadora y me tienes a mí. Juntos, podemos enfrentar cualquier cosa.
Con un nuevo sentido de propósito, Harry se puso de pie. Se colocó la corona sobre la cabeza, no como una carga, sino como un símbolo de su compromiso con su gente.
Con Sirius a su lado, salió de la habitación para enfrentar su destino, no como el niño que vivió, sino como el rey que lideraría con valentía y honor.
La coronación de Harry Potter como Rey de Peñaldos de Piedra fue un evento que marcó la historia del reino. La ceremonia se llevó a cabo en la gran sala del castillo, donde los nobles y los ciudadanos se reunieron para presenciar el ascenso de un nuevo monarca. Sirius Black, con una mezcla de orgullo y preocupación, observaba desde un balcón alto.
Harry, vestido con las ropas reales de terciopelo azul y oro, avanzó hacia el trono. Su mirada era firme, aunque en su interior, la duda y la responsabilidad pesaban sobre él. No deseaba la corona, pero entendía el papel que debía jugar en el juego de tronos para proteger a aquellos que amaba.
Mientras tanto, Jacaerys Velaryon, el nuevo Heredero del Rey Viserys, se preparaba para su propia coronación. Su cabello castaño brillaba bajo la luz de las antorchas, y su porte regio no dejaba dudas de su linaje. A pesar de la rivalidad latente, que había entre su madre y Harry, había un respeto mutuo entre él y Harry, forjado en la complicidad de quienes comparten un destino común.
La voz de Viserys resonó en la sala.
—¡Por el poder conferido en mí, proclamo a Hadriel Potter, Rey de Peñaldos de Piedra!— la multitud estalló en vítores mientras Harry se arrodillaba. Viserys le colocó la corona sobre la cabeza, y al levantarse, Harry se convirtió en el centro de todas las miradas.
Luego, fue el turno de Jacaerys. Con la corona de heredero en su cabeza, juró proteger el reino y servir a su gente. Harry, ahora como rey, se acercó y se arrodilló ante Jacaerys, jurando lealtad.
—Defenderé el honor de los Siete Reinos y serviré a mi rey con lealtad y valentía — declaró.
El compromiso de Harry con Jacaerys era más que un acto político; era una promesa de hermanos de armas, unidos por un propósito mayor. Juntos, enfrentarían los desafíos del futuro, sabiendo que el juego de tronos no perdona, y solo aquellos dispuestos a todo podrían esperar sobrevivir.
La reacción del pueblo ante las coronaciones de Harry y Jacaerys fue de júbilo y esperanza. La gente de Peñaldos de Piedra y los Siete Reinos se había reunido en las plazas y calles, sus rostros iluminados por la luz de las antorchas y las hogueras que ardían en honor a los nuevos monarcas.
Cuando la noticia de la doble coronación se extendió, los ciudadanos celebraron con cánticos y música, llenando el aire con el sonido de flautas y tambores. Los mercados se llenaron de festines y los niños corrían por las calles ondeando banderas con los colores de sus casas.
"**¡Larga vida al Rey Harry! ¡Larga vida al Heredero Jacaerys!**", gritaban, mientras las copas se alzaban en un brindis colectivo. La gente veía en Harry no solo a un rey, sino a un protector, un líder que había superado grandes adversidades. Y en Jacaerys, veían la promesa de continuidad y la esperanza de un futuro próspero.
Las coronaciones no solo significaban el cambio de liderazgo, sino también el comienzo de una nueva era, una donde la paz y la justicia serían las piedras angulares del reino. El pueblo confiaba en que bajo el gobierno de Harry y la guía de Jacaerys, los días venideros estarían llenos de prosperidad y alegría.
Así, con corazones llenos de fe y miradas alzadas hacia sus nuevos reyes, el pueblo de Peñaldos de Piedra y los Siete Reinos abrazó el cambio, listo para caminar junto a sus líderes hacia el mañana.
En los jardines de la fortaleza roja, donde las rosas trepaban por las antiguas murallas y el mar rugía en la distancia, Helaena Targaryen soñaba despierta. Su cabello plateado se mecía con la brisa, y sus ojos reflejaban las estrellas que brillaban en el cielo nocturno. Pero no eran las estrellas lo que ocupaba su mente; era Harry Potter, el mago con la cicatriz en forma de rayo que había llegado a su vida como un viento fresco en un día de verano.
Helaena había vivido en la sombra durante demasiado tiempo. Como tía de los herederos al trono, su vida estaba marcada por el deber y la lealtad. Pero Harry había despertado algo en ella, algo que había estado dormido durante años. Era un amor puro y hermoso, como las leyendas de los antiguos dragones. Y cuando él le entregó aquel anillo de promesa, Helaena supo que su destino estaba sellado.
— Algún día seremos libres, Harry— susurró Helaena mientras miraba el anillo en su dedo — Ahora eres el Rey de Peñaldos de piedra, ahora un trono es tuyo, ahora podemos estar juntos — sus ojos lilas brillaron cuando se toparon con los ojos verdes esmeralda de su amado.
Harry la miró con determinación.
— Seremos libres, Helaena. Juntos gobernaremos con justicia y compasión. Protegeremos a los débiles y honraremos a los antiguos dragones — prometió mientras dejaba un sueve beso en los labios de su amada.
Y así, en los jardines de Rocadragón, Helaena y Harry tejieron sus sueños. Querían una Westeros donde el amor no fuera un lujo, sino una fuerza poderosa que uniera a los corazones y las almas. Querían una familia, hijos con cabellos plateados y ojos verdes, que crecieran en un mundo donde la magia y la sangre de los dragones fueran su legado.
El anillo de promesa brillaba como una estrella en la noche. Helaena cerró los ojos y se imaginó el futuro: un trono compartido, un amor eterno y un destino que estaba destinado a estar junto.
Los dioses que decidieran lo que quisieran; ella ya había tomado su decisión.
1459 palabras.
La foto que estaba al lado de la corona
Helarry
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