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Epílogo ཻུ⸙͎

Severus y Hermione se casaron al cabo de unos pocos días. Se fueron juntos y en silencio, dejando una nota para Harry y para Ginny, para cuando fueran a ver como habían resuelto las cosas. Hermione le había enviado una lechuza a su jefe y se había tomado un mes de vacaciones. Como tenía una tonelada de vacaciones acumuladas, el hombre no se había preocupado.

Ginny encontró la nota cuando Harry mencionó que no la había visto en el trabajo por varios días. La pelirroja había gritado de emoción en cuanto la leyó y de inmediato le había avisado a Harry, que estaba trabajando. Él también se había alegrado al enterarse que Hermione, no solo había perdonado a Severus, si no que también se había casado nuevamente.

Harry solo deseaba que nunca jamás tuviera que ponerse tan borracho otra vez, para que esos dos volvieran a hablarse si volvían a pelear. Aquella vez, Ginny lo había dejado dormir, pero le había echado una cantinela ni bien se había despertado en la mañana. Y para colmo, le había escondido todas las pociones para la resaca, por supuesto. Había tenido que aguantarse y escucharla mientras el dolor de cabeza lo torturaba y su estómago amenazaba con salirle por la boca. Todo eso, mientras ella le recriminaba por lo estúpido de su plan. Después de veinte minutos, Ginny le había permitido beber la dichosa poción y le había agradecido por arreglar el asunto entre Severus y Hermione.

Eso no hizo mas que confundirlo mas. Por qué le agradecía después de haberle gritado. Como ella nunca le explicó y solo le había dado un beso antes de abandonar la habitación, él solo se había encogido de hombros, entendiendo que quizás, su esposa era, simplemente, un poco voluble en ese aspecto. Aunque sí estaba mas que agradecido por poder beber la poción.

Severus se había tomado un par de días, previos a su escapada de amantes, para informarse sobre mujeres embarazadas. Aprendió todo lo que pudo para no lastimar a Hermione por error y para saber lo que podía esperar en el primer trimestre.

Armado con ese conocimiento, no la había dejado salir de la cama por la primera semana de su matrimonio. Esos primeros siete días habían estado llenos de nada mas que dormir, comer, duchas y cantidades industriales de sexo.

Severus se había, incluso, llevado una cantidad enorme de pociones para mantener la energía alta, así como pociones para las náuseas que él mismo preparaba para ella. En ese sentido, su aporte para mantener calmado su estómago funcionaba mucho mejor que las primeras pociones que había recibido de Harry.

Hermione no estaba segura de si era que las pociones que él preparaba eran mejores que las anteriores o si era que ella estaba libre del estrés de toda la espantosa situación, que hacía que su estómago se revolcara. Ella simplemente le sonreía y le decía que sus pociones eran superiores y por eso se sentía tan bien. Sabía que eso le inflaba el ego, pero no le importaba. Severus era un hombre brillante, así que no le molestaba hacerlo. Para nada.

Se habían ido de luna de miel a Venecia, un lugar a donde Hermione siempre había querido ir. Habían paseado en varias góndolas, mientras obesrvaban la belleza de la antigua ciudad y ella se recostaba contra él, ambos tomando turnos para señalar una cosa u otra maravillosa que veían.

Ella nunca pensó que Severus tuviera un lado romántico. Eso antes de volver a verlo en la casa de Madame Laura. Pero caunto mas tiempo pasaba con él, mas placenteramente sorprendida se descubría. La mueca de enojo que Severus siempre le mostraba al mundo, no era el Severus real. O al menos, así era cuando estaba con ella. Siempre tenía una sonrisa o un dulce beso para ella.

Pasearon juntos por la Piazza San Marco y sus famosas palomas y Hermione pudo ver en vivo y en directo, a sus caballos también. Vieron los muchos cafés y se sentaron en sus mesas también, en medio de la multitud de cosas que ella quería hacer y ver allí.

Se sentía maravillada. No podría haber planeado unas mejores vacaciones ella misma. Pero el hecho de que era Severus el que lo había planeado, hacía que lo amara todavía mas. Esto era algo que podían amar y disfrutar juntos.

Hermione nunca había imaginado que vería Venecia en sus vacaciones, pero estaba feliz que Severus la había llevado. Tenía todo lo que ella amaba. Hermosos museos, bibliotecas, montones de lugares históricos, obras de arte y arquitectura increíbles. Eso sin mencionar a la gente.

Los habitantes de Venecia la sorprendían. Muggles y gente mágica convivían sin problemas, compartiendo la magia de la romántica ciudad y demostrando una cálida amabilidad y un gran conocimiento sobre la hoistoria de los lugares de su ciudad.

Poco tiempo antes de regresar, fueron al Festival Anual de Cine de Venecia. Un maravilloso evento en el cual se podía ver pantallas en el histórico Palazzo del Cinema, en el Lungomare Marconi.

Hermione se sorprendió cuando ambos pudieron entrar, aunque no se quedaron por mucho tiempo. Ella no pudo evitar preguntarse si Severus había usado algo de magia sin varita para que pudieran ver.

Severus no estaba muy impresionado con los filmes, pero Hermione se sentía fuera de sí solo por ser parte de algo tan espectacular. Especialmente, porque era uno de los festivales de cine mas antiguos del mundo.

En su última noche en Venecia, Severus la llevó a cenar a un lugar maravilloso. Luego, mientras el sol desaparecía lentamente en el horizonte, la llevó a un último paseo en góndola.

Ella se recotó contra él y la mano de Severus fue a descansar en el apenas visible bulto en el abdomen de Hermione, mientras ambos admiraban por última vez el paisaje.

A la distancia, Severus señaló un puente colgante y comenzó a relatarle una triste historia sobre el hermoso puente. Era una construcción imponente, hecho de piedra caliza blanca con ventanucos cerrados por rejas de piedra, que pasaba sobre el Rio di Palazzo. Conectaba la vieja prisión con las salas de interrogación en el Palacio Doge.

Él le contó cómo los prisioneros suspiraban a la última vista que verían de Venecia antes de ser llevados a su celda. Esas historias habían llevado a Lord Byron a renombrar al puente como 'Puente de los Suspiros'. La antigua historia hizo que Hermione también suspirara, al pensar en la gente que nunca pudiera ver esas ciudad otra vez.

Severus la había tomado del mentón para que lo mirara. Viendo la tristeza en sus ojos, le había sonreído y siguió con la historia, explicándole por qué había querido que vieran el puente en su última noche, antes de partir.

La leyenda local decía que los amantes tenían garantizado amor eterno y bendiciones sin fin si se besaban en una góndola, al atardecer, mientras navegaban bajo el puente. Hermione había sonreído mientras se acercaban. Se acercó a él y lo besó apasionadamente.

El beso duró tanto, que ambos olvidaron completamente, mirar al puente cuando estuvieron cerca y mientras pasaban por debajo, al tiempo que el sol se ocultaba definitivamente. El gondolero había sonreído al ver a la pareja enamorada y había comenzado a cantar, mientras seguía remando por el canal y Severus y Hermione permanecían abarazados por el resto del viaje.

Esa noche, en su habitación, Severus le había hecho el amor, lenta, pero ardorosamente, una y otra vez, hasta que el sol comenzó a aparecer por el horizonte y sus rayos comenzaban a penetrar por las ventanas. Ambos estaban exhaustos para ese momento, pero ninguno de los dos quería perderse de un solo instante juntos antes de dejar esa bellísima ciudad y regresar a casa, a su vida de todos los días.

Como todas las cosas, la luna de miel había terminado, y ambos estaban un poco triste por tener que regresar a casa. Severus tenía que volver de inmediato a trabajar, ya que la escuela comenzaba un nuevo año y Hermione tenía que regresar a su trabajo.

Minerva se había puesto muy feliz al enterarse del casamiento, y estaba mas que contenta al dejar que Severus fuera y viniera por la red floo de su casa al trabajo y viceversa, sabiendo que si lo necesitaba, el regresaría de inmediato, sin importar la hora.

Severus y Hermione salieron a buscarse una casa para los dos y encontraron una hermosa cabaña, perfecta. El sótano fue convertido en un laboratorio de pociones para él. La biblioteca era enorme y fue llenada con todos los libros que ambos quisieran tener. Incluso, había quedado espacio para dos escritorios, encaso que alguno de los dos lo requiriera.

La casa tenía cinco habitaciones y la recámara principal, tenía su propio cuarto de baño y un clóset descomunal. Hermione se había puesto de todos colores al descubrir que el cuarto de baño tenía la ducha y la tina separadas, ya que adoraba darse largos baños de inmersión.

Había dicho, también, que había espacio en la tina para dos personas, pero Severus había arqueado una ceja y le había dicho que prefería la ducha. No veía la necesidad de sentarse a remojarse por un montón de tiempo cuando había tantas cosas por hacer durante el día.

Eso fue hasta que ella lo convenció de acompañarla, aunque sea una vez. Él había largado un suspiro de resignación pero había aceptado. Descubrió que le agradaba que ella se recostara contra él en la gran tina de porcelana, aunque siguió clamando que prefería las duchas.

Al final, tuvo que admitir que la tina tenía sus cosas buenas, cuando ella se había volteado y lo había llevado hasta el máximo de sus fuerzas y luego se había sentado sobre él, dejando que la penetrara hasta lo mas profundo que pudo.

Había quedado mas agua en el suelo que dentro de la tina, para el momento que Hermione le había demostrado las maravillas de hacer el amor en el agua. Nada que un movimiento de una varita no pudiera arreglar, pensaban mientras yacían contentos y ella volvía a recostarse contra él como antes.

A partir de ese momento, cada vez que ella le pedía que la acompañara en la tina, la ceja de él se alzaba y una mueca traviesa aparecía en su cara. Antes que Hermione pudiera siquiera parpadear, Severus la levantaba en sus brazos y la llevaba rápidamente al baño. Las risitas de ella hacían eco en las paredes mientras él le quitaba la ropa con magia y la tina se llenaba de agua con sales o aceites que agregaban ellos mismos para llenar el ambiente de aromas sensuales.

Los meses pasaron y el abdomen de Hermione crecía mas y mas a medida que el bebé de ambos se desarrollaba en su interior. Severus siguió leyendo para saber qué debía esperar en cada etapa del embarazo. Siempre se aseguraba de no hacer nada que pudiera lastimar a su esposa o a su bebé, además de asegurarse que Hermione estuviera cuidándose apropiadamente y que no estuviera trabajando demasiado duro.

Durante el sexto mes de embarazo, una noche, escucharon unos golpecitos en la ventana. Severus estaba en la ducha, así que fue Hermione quien abrió la ventana y dejó entrar a una lechuza.

Tomó el sobre de la pata del animal y le dio su recompensa. El ave se fue y hermione se quedó mirando la misiva que iba dirigida a Severus, aunque reconoció los garabatos que aparecían en el pergamino.

Se ponía cada vez mas seria, con cada minuto que miraba la carta. Quería abrirla, pero no deseaba invadir la privacidad de Severus. Él nunca leía su correspondencia sin su permiso, así que no quiso abrir el sobre antes que él saliera de la ducha, por muy deseperada que estuviera por hacerlo.

Cuando él salió del baño, la encontró sentada en la cama, con una expresión tensa en el rostro, mientras miraba una carta y se acariciaba el abultado vientre. Con curiosidad, se sentó a su lado y ella le entregó el pergamino. Sin poder entender la expresión de su esposa, lo abrió.

Las cejas de Severus se elevaban mas y mas a medida que leía la monstruosa letra. Al final, comenzó a reírse, entendiendo la preocupación en el rostro de Hermione cuando llegó a leer la firma de la carta. Se la dio a Hermione para que la leyera y la observó mientras lo hacía y ella se veía mas y mas sorprendida hasta que comenzó a reírse a carcajadas para cuando llegó al final.

Parecía que Ron necesitaba con desesperación de la ayuda de Severus. Había terminado dejando embarazada a la prostituta de la que había obtenido la información concerniente a Severus y su pasado. Cuando su madre se enteró, había insistido para que Ron 'hicera lo correcto' y se casara con la chica.

La comadreja había esperado que su nueva esposa siguiera el ejemplo de Molly, pero se había quedado pasmado cuando supo que la chica no pretendía hacer nada de eso y que seguiría trabajando con Madame Laura. Ron había hecho lo imposible para que su matrimonio con esa mujer permaneciera en silencio, porque no quería que El Profeta supiera que su esposa todavía era una...mujer que 'entretenía' hombres por dinero.

Ahora, parecía que tenía otra clase de problema. Ronald había descubierto un extraño y molesto sarpullido en un área muy sensible y privada de su cuerpo. Su esposa había ido a ver al sanador personal de Madame Laura, quien era quien se ocupaba de sus chicas, y había solucionado el problema.

El único problema era que Laura no había permitido que Ron fuera a ver a su sanador personal. A Laura no le gustaba Ron y cómo trataba a sus chicas. Además, se había enterado de lo que le había hecho a Severus, a quien consideraba un buen amigo, así que estaba muy enfadada al respecto.

Como fuera, el sarpullido que Ronald había recibido de su esposa era peor para los hombres que para las mujeres. Una mujer solo lo transmitía sin mayores complicaciones.

Para los hombres, sin embargo, podía causar infecciones permanentes en el miembro afectado si no se curaba pronto. Ron estaba aterrorizado y no quería ir a San Mungo, por temor a que se supiera de su condición. Sabía lo que necesitaba ya que su esposa ya había sido tratada, pero le estaba rogando, desesperadamente a Severus, para que le prepara la poción necesaria para curarlo.

Hermione se había reído a carcajadas, mientras se sostenía el abdomen y meintras pensaba que ese era su karma que había venido a morderle a Ron el trasero por se un infeliz egoísta. Severus solo la había observado, sorprendido por lo mucho que se reía.

Había esperado que mostrara un poco de su naturaleza compasiva y pedirle que le hiciera ese favor a su ex – esposo, pero en lugar de eso, parecía mas que complacida por la noticia.

Finalmente, cuando terminó de reírse, le preguntó qué iba a hacer. Severus encogió los hombros, todavía sorprendida por la reacción de su esposa.

"¿Qué quieres que haga?" Le preguntó, todavía consumido por la curiosidad, ya que Hermione nunca había sido cruel.

Hermione también encogió los hombros. "Tú decides. Si lo quieres ayudar, hazlo, si no..." Encogió los hombros de nuevo, como si no importara.

Severus alzó una ceja. "¿No te importa si no lo ayudo?" Sabía que estaba enojada con el tonto pelirrojo. Él mismo todavía lo estaba, pero esa no era la actitud propia de la mujer con la que se había casado. Que no se preocupara ni en lo mas mínimo.

Hermione comenzó a negar con la cabeza, luego se detuvo. Se puso seria a medida que los pensamientos acudían a su cabeza. Enojada o no con Ronald, odiaba ver a alguien sufrir.

Con un largo y resignado suspiro, asintió levemente con la cabeza. "Si, si me importa. Maldito idiota. No debería después de todo lo que hizo, pero aún me importa. Fuimos amigos por demasiado tiempo para no preocuparme por él."

"¿Lo ayudarías por favor?" Preguntó Hermione, mirándolo a los ojos con una expresión suplicante.

Severus vio que de verdad se preocupaba, aunque no se sentía complacida al darse cuenta que aun le preocupaba el infeliz pelirrojo. La besó con dulzura. "Claro que si. Haría cualquier cosa por ti." Le dijo él, acariciando su mejilla.

Los ojos de Hermione brillaron. "¿Cualquier cosa? ¿Eso significa que me darás un masaje en los pies, mas tarde? Te leeré mientras lo haces." La oz de ella sonaba como si qusiera coaccionarlo, mientras se mordía el labio inferior y le sonreía.

Severus hizo un gesto. "Si quieres. Ya sabes que te daría masaje en cualquier parte del cuerpo que quieras."

Ella le sonrió. "Te haré cumplir esa parte mas tarde." Ella le guiñó un ojo antes de retirarse para darse una ducha.

Con un vientre tan grande como el de ella, a veces le resultaba difícil entrar y salir de la tina. Como no quería molestar a Severus cada vez, solo tomaba baños de inmersión cuando su esposo la acompañaba. O si se sentía tan exhausta que creía que se quedaría dormida parada en la ducha.

Las últimas tres semanas de su embarazo, Hermione finalmente se había tomado el permiso de ausencia. Su jefe se había estado preocupando mucho por el estrés y temía que complicara su embarazo. Sin embargo, Hermione se las había arreglado para seguir trabajando tanto como pudiera. De verdad le gustaba su trabajo.

No fue si no hasta que su jefe, Harry, Ginny y Severus, complotaron para que dejara de trabajar. Eso sin mencionar que Ginny había involucrado a su madre esta vez. Severus se había reído cuando escuchó a la Matriarca Weasley decirle a Hermione, en términos un poco inciertos, que si no regresaba a casa a descansar, ella misma se encargaría quedarse en su oficina y ocuparse de su bienestar.

Temiendo que la mujer cumpliera su amenaza, Hermione se dio por vencida. Molly le había dado un fuerte abrazo, pero teniendo cuidado de no lastimar al bebé. Luego le dijo que si se sentía aburrida, podía hacerle compañía.

Hermione miró a Severus a los ojos, suplicándole en silencio para que la rescatara. Con otra risita, Severus intervino y le dijo a Molly que se iba a asegurar que no se aburriera para nada. Estaba seguro que entre Giny y Minerva, estaría mas que propiamente cuidada.

Minerva, a pesar de estar muy atareada en la escuela, se hacía tiempo suficiente para visitar a Hermione a diario. Incluso, le dio permiso para usar la red Floo de su oficina en cualquier caso que la necesitara y no solo para visitarla o para ver a Hagrid o cualquier otro de sus ex – profesores.

Hagrid estaba mas que contento cuando se enteró del embarazo de la castaña y siempre la acompañaba en sus paseos por los jardines de la escuela. Siempre se quedaba cerca de ella, en caso que se cansara demasiado para seguir caminando.

A Severus, tal vez no le caía demasiado bien el semigigante, pero le agradaba que el hombretón cuidara tan bien de su esposa. Sabía que Hagrid no dejaría que nada malo le pasara a Hermione.

Un día, Hermione estaba en casa de Ginny, conversando con ella y los niños después del almuerzo. Estaban en el jardín mientras los pequeños jugaban en los columpios, cuando de pronto, Hermione se sostuvo el vientre. Con los ojos grandes como platos, le dijo a Ginny que tenía que ir a San Mungo.

Antes que pudiera parpadear, se rompió la fuente.

Rápidamente, la castaña envió su patronus hacia Severus y Minerva, para hacerles saber que había comenzado el trabajo de parto. Ginny se la llevó al interior de la casa y le envió un mensaje a Harry a través de la red floo. El muchacho llegó de inmediato y después de ver a Hermione, empapada de líquido anmiótico, se apareció con ella con destino al hospita, mientras Ginny se quedaba con los niños.

En cuanto llegaron, Harry pidió ayuda y Hermione fue llevada hacia la sala de partos. De inmediato, el joven envió su patronus a Severus, sin saber que Hermione ya le había enviado el suyo.

Severus Snape llegó echando chispas y apenas habló con Harry, ya que fue llevado junto a su esposa ni bien puso los pies en el hospital. Minerva llegó un poco mas tarde, confundiendo a Harry, ya que no le había enviado ningún mensaje a ella, pero la Directora le avisó que Hermione ya le había enviado su patronus mas temprano.

Severus estaba en clase cuando la plateada nutria de Hermione llegó y con la voz apretada, le informaba que ya estaba en labor. El hombre se había quedado inmóvil por unos instantes antes de echar a la clase fuera de allí. Tan apresurado estaba, que olvidó darles tarea para hacer. Apenas si llegó a cerrar la puerta de su salón cuando un segundo antes de aparecerse, llegó el patronus de Harry.

Agradecido por la ayuda del joven con su esposa, se apareció en San Mungo. Minerva había visto que Severus había cancelado sus clases, pero no lo podía culpar, así que rápidamente, dejó una nota en la puerta del salón, detallando las tareas para las dos clases restantes del día, esperando que a Severus no le importara, aunque sabía que haría un berrinche.

Agradecía que las clases fueran de primero y segundo, ya que raramente cambiaba los planes de estudio, así que se las ingenió para darles algo que hacer a los estudiantes.

Pasaron varias horas hasta que Harry, eventualmente, llamó a los Weasley via floo, para avisarles que Hermione estaba por dar a luz. Todos los Weasley, menos Ron y su esposa, llegaron para aguardar junto a Harry.

Cerca de la medianoche, una enfermera, finalmente, salió y anunció la llegada al mundo del nuevo miembro de la familia Snape. Todos los que aguardaban en la sala de espera, se precipitaron en la habitación, para la molestia de Severus, que yacía en la cama junto a su esposa, sosteniéndola con ternura. A pesar de todo, se lo tomó bastante bien.

Había entendido que aquellas personas eran la familia y los amigos de su esposa. Y ahora parecía que también lo eran para él. Su molestia se desvaneció cuando vio lo feliz que estaba Hermione al verlos.

El gran grupo se apiñó para conocer a Alexander Eugene Snape y maravillarse por el intensamente negro cabello y la bellísima y blanca piel del infante. Eso hasta que las enfermeras echaron a todos del lugar, alegando que los nuevos padres necesitaban descanso.

Cuando Hermione llegó a casa con su pequeño, decidió que se tomaría un tiempo para ser mamá. Algo que nunca pensó que alguna vez haría. Severus la apoyó en su decisión de permanecer en casa, haciéndole saber que si quería regresar a trabajr, también la apoyaría.

La castaña pasó el primer año de su hijo a su lado. Lo llevaba con regularidad a visitar a Ginny y cuando Alex llegó al año y medio, regresó a trabajar, dejando al pequeño con Ginny que estaba mas que gustosa de tenerlo en su casa.

La pelirroja quedó embarazada nuevamente cuando Alex tenía tres años y, para entonces, Hermione decidió que su pequeño hijo, ya era lo suficientemente grande para llevarlo a la guardería del trabajo. Al final de la jornada, se iban juntos a casa.

Seis meses después del cuarto cumpleaños de Alex, Hermione descubrió que estaba embarazada de nuevo. Severus estaba fascinado con la idea de ser papá de nuevo.

La pequeña Gabrielle Elizabeth Snape, llegó al mundo con una apariencia muy parecida a la de su madre. Severus se enamoró de ella de inmediato. Tenía el cabello enrulado y el color dorado de su mamá, pero los ojos oscuros de Severus, justo como los de Alex.

Los pequeños crecieron con la sed de conocimientos de Hermione y la inteligencia aguda de ambos padres. Alex era corajudo como su mamá, pero Gabby tenía los recursos de papá y siempre se estaba metiendo en líos. Tenía a su padre bajo su pulgar, y ambas, Gabby y Hermione, lo sabían.

Con una sonrisa, Hermione sacudía la cabeza la ver a Severus someterse a cualquier cosa que Gabby quisiera, aunque, claro, él ni siquiera se daba cuenta de lo muy fácilmente que su hija lo manejaba con apenas una mirada. Una mirada que era idéntica a la de su madre.

Tal vez por eso era que Gabby siempre se salía con la suya. Severus no podía negarle nada a su esposa. Cuando su esposo salía de la habitación, Hermione se sentaba a hablar con su hijita y le informaba que por mucho que su papá dijera que si, no iba a obtener todo lo que quisiera.

La niña intentaba salirse con la suya, pero Hermione le decía con una carcajada que ella había estado lidiando con un Slytherin por mucho tiempo, señalando la obvia conducta Slyterin de su hija. Hermione le sonreía y la abrazaba, explicándole que ella no se sometería como lo hacía su padre.

La castaña no se sorprendió cuando Gabby fue a parar a Slytherin, cuando fue sorteada al inicio de su primer año. Alex, que se veía mucho como su padre, tenía la personalidad parecida a la de su madre, así que, naturalmente, terminó siendo sorteado en Gryffindor, para la molestia de Severus de tener a otro Gryffindor en la familia.

Sus enfado hacían que Hermione se riera mucho. Estaba completamente orgullosa de su hijo y le encantaba que estuviera en la casa de la que ella había sido parte. Estaba tan orgullosa como Severus lo estaba de su hija, sorteada en la casa de la que era jefe.

Minerva se retiró y le ofreció su puesto a Severus cuando Gabby estaba en tercero y Alex en séptimo. Severus no aceptó de inmediato, perocupado por la cuestión de que sus hijos eran todavía estudiantes y le parecía que eso podía causar problemas. Minerva le aseguró que tenía fé en él y que sabía que sería justo con todos los estudiante, incluso los Gryffindor, a los que se suponía debía odiar por principio.

El Maestro de Pociones descubrió que no odiaba a los Gryffindors como solía hacerlo, solo a los que le recordaban a James Potter y a Sirius Black. Los que le trtaían esos recuerdos, tenía la mala suerte de pasar sus años escolares miserablemente.

Cuando alguno de sus hijos eran enviados a su despacho por alguna travesura, Severus descubrió, no solo que podía manejar la situación, si no que era mas duro que con los otros estudiantes, ya que habían sido criados para comportarse mejor que eso. Los amaba profundamente, pero sabía que no podían haber favoritismos.

Alex, rara vez veía a su padre bajo esas circunstancias, ya que igual que su madre, solo se metía en problemas por una buena causa. Además, era su último año y siempre había sido un muchacho bien portado. Sin una guerra de por medio, no tenía necesidad de romper las reglas. Gabby, por otra parte, siempre terminaba suplicándole al nuevo jefe de Slytherin que le impusiera los castigos mas duros, todo con tal de no tener que enfrentar a su padre.

Hermione se enteraba de lo acontecido en la escuela, por las noches, cuando se iba a la cama con Severus, sonriendo cada vez que Severus se quejaba de la conducta y las travesuras de su hermosa hija. Hermione solía decir que eran los genes Snape inspirando a la niña, lo que hacía que Severus le dedicara una mirada de desdén, antes de sonreírle y recordarle a sus esposa las aventuras vividas con Harry, que eran admirables, pero que habían roto toneladas de reglas en el camino.

Hermione se negaba a admitir cualquiera de esas acusaciones. Luego, se reía a carcajadas cuando Severus le hacía cosquillas hasta que se rendía y admitía que su hija estaba actuando mas como ella que como su padre, lo cual terminaba, usualmente, en desnudos y abrazados.

Hermione no sabía si toda la felicidad y el amor que compartían tenía algo que ver con el beso que habían compartido bajo el puente de los suspiros, aquella última noche de su luna de miel en Venecia. Todo lo que sabía, era que nunca hubiera imaginado su vida de otra manera.

Tenía a un hombre que la amaba mas de lo que hubiera soñado posible. Un hombre que no solo la amaba si no que se lo demostraba cada día, incluso en público, que era algo que todavía la asombraba sobremanera.

Además, era a la única a la que le brindaba ese privilegio. Ni siquiera sus hijos lo tenían en público. Sabiendo cuanto odiaba él las demostraciones de afecto en público, esos gestos hacían que lo amara mas.

Si las viejas leyendas eran ciertas, y eso era algo en lo que Hermione, ahora, creía firmemente, solo lo hacía por no tentar al destino siendo una descreída. Sabía que Severus y ella tendrían siempre amor y felicidad y estaba muy feliz de haber compartido ese beso bajo el puente, hacía ya tantos años.

Pero mas feliz la hacía haber ido a confrontar a Ron al establecimiento de Madame Laura y que la hayan confundido con 'alguien mas'. Besar a ese hombre de negros cabellos, en las sombras y haber perdido la razón por la pasión que él le ofrecía.

Tal vez, había actuado fuera de carácter, pero no lo hubiera obtenido de otra forma. Ella había deseado a un hombre que la amaba incondicionalmente. Él había esperado por una chance para decirle que la amaba.

Juntos, nunca mas tendrían que esperar y desear nada mas.

-Fin-

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