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16: Corazones cruzados.

Los días posteriores a la segunda prueba estuvieron impregnados de una tensión lúgubre que parecía filtrarse en cada rincón de la academia. Era un peso palpable, una sombra que seguía a los estudiantes, un recordatorio constante de lo que había sucedido en el laberinto. Aunque la mayoría de los estudiantes logró culminar la prueba, algunos no fueron capaces de regresar, dejando tras de sí un vacío imposible de ignorar.

Jungkook no podía evitar notar la aparente indiferencia con la que la vida en la academia continuaba. Los entrenamientos seguían su curso, los instructores dictaban sus clases con la misma severidad, y los pasillos resonaban con los murmullos de quienes intentaban distraerse con conversaciones banales. Pero para él, había algo profundamente inquietante en esa rutina, como si los muros mismos estuvieran decididos a enterrar lo ocurrido bajo una fachada de normalidad.

Sabía, sin embargo, que no había nada que pudiera hacer. Ni él ni nadie poseían el poder de revertir lo inevitable, de traer de vuelta a aquellos que el laberinto había reclamado. Era un pensamiento que se le clavaba en el pecho, una punzada constante que lo hacía preguntarse si habría algo más que pudiera haber hecho.

A pesar de todo, Jungkook comprendía que debía seguir adelante. Los días no se detendrían por su dolor ni por el de otros, y en la academia no había espacio para la debilidad prolongada. Así que, cada noche, cerraba los ojos y susurraba una plegaria a Myrtlax. Pedía por las almas de sus compañeros caídos, deseando que encontraran su camino de regreso a casa.

En este momento, Jungkook está en su habitación, sus ojos fijos en Lira. Ella está sentada en el borde de la cama de Yoongi, su cuerpo encorvado mientras su rostro permanece oculto entre sus manos. Es una imagen que contrasta profundamente con la imagen que proyecta fuera de esas paredes. Aquí, en la privacidad de la habitación, parece más humana, más frágil.

Últimamente, las visitas de Lira por las noches se han vuelto más frecuentes. Es como si este lugar, ajeno a las responsabilidades que la rodean, fuera su único refugio. Aquí, dentro de estas cuatro paredes, puede permitirse dejar caer esa máscara de frialdad que lleva constantemente, la misma que la ha convertido en una figura intocable a los ojos de muchos.

Para los demás, Lira es una líder impecable: calculadora, fuerte, imperturbable. Pero aquí, en la tenue luz de la habitación, la fachada se desmorona. Las tensiones acumuladas, las decisiones que deben tomarse sin margen para el error, los sacrificios que pesan sobre sus hombros... todo lo que fuera parece invisible. Sin embargo, dentro de esta habitación, esos pesos se revelan, dejando a la vista la vulnerabilidad que solo a ellos les permite ver.

Jungkook aún recuerda con claridad el día en que Lira les habló de la formación a la que eran sometidos los Aervox. Su voz, habitualmente firme, tenía un temblor que no había logrado disimular mientras describía el proceso. Les explicó cómo la academia moldeaba a los comandantes, transformándolos con un rigor implacable que rozaba lo cruel. Aquello no era entrenamiento, sino una forja diseñada para quebrarles y reconstruirles a imagen de lo que la institución consideraba perfecto: líderes despiadados, capaces de dirigir con puño de hierro y de transmitir la misma hostilidad que se les inculcaba.

Lira había entendido, en ese momento, por qué muchos comandantes adquirían una reputación tan despiadada, casi inhumana. La academia no dejaba espacio para la debilidad o la compasión. Sus métodos no eran solo duros; eran calculados, diseñados para enterrar cualquier rastro de fragilidad y reemplazarlo con un instinto agresivo que los hacía eficaces, pero también temibles.

Les dijo que estaba aterrada. No por el entrenamiento en sí, ni siquiera por las pruebas mortales que enfrentaba, sino por lo que temía que ese proceso pudiera hacerle. "Tengo miedo de perderme a mí misma, de convertirme en lo que ellos quieren. De un día mirar mi reflejo y no reconocerme, porque todo lo que soy se habrá desvanecido bajo el peso de lo que ellos esperan que sea", había dicho.

Sus palabras quedaron grabadas en Jungkook como un eco persistente. La idea de que alguien como Lira —fuerte, decidida, y aparentemente inquebrantable— pudiera temer perder su esencia le hizo darse cuenta de lo verdaderamente despiadado que era el sistema. No solo entrenaba cuerpos y mentes; destrozaba almas y las reconstruía bajo sus propios términos.

Él y Yoongi no tardaron en asegurarle que jamás permitirían que algo así sucediera. Yoongi, con su forma directa pero reconfortante, le dijo que conocía la profundidad de su corazón, ese que siempre encontraba la manera de priorizar a los demás incluso en los momentos más oscuros. "Tienes un deseo inquebrantable de proteger a todos, Lira, y eso es lo que te mantendrá intacta, pase lo que pase. Además, si algún día se te ocurre siquiera pensar en dejarte vencer, seré el primero en patearte el trasero para que reacciones", añadió con una sonrisa que buscaba aligerar el peso de sus palabras, pero con una firmeza que dejaba claro que hablaba en serio.

Jungkook, en cambio, optó por algo más personal. Le habló de Mingyu, quién estaba enfrentado el mismo tipo de entrenamiento brutal que ella y que, a pesar de todo, había logrado conservar su esencia. Le contó cómo también había luchado contra el impulso de ceder ante la frialdad y la indiferencia que la academia intentaba inculcar.

"Para él tampoco era fácil", admitió Jungkook, su voz cargada de sinceridad. "Había días en los que era tentador rendirse, dejar que el dolor y el agotamiento lo consumieran, porque es más fácil que enfrentarlo. Olvidar quién eres, enterrarlo todo bajo esa coraza que quieren que construyas... parece la salida más simple. Pero él no lo hizo. Encontró una manera de resistir, de ser fiel a sí mismo a pesar de todo".

Jungkook le dijo que, si él pudo hacerlo, ella también tenía la capacidad y fortaleza para resistirse. "Es posible, Lira. Y aunque a veces sientas que el peso es demasiado, recuerda que no estás sola. Yoongi y yo estamos aquí. Si alguna vez sientes que te estás perdiendo, te lo haremos saber antes de que eso pase. No importa cuánto cueste, te ayudaremos a mantenerte firme". En ese momento, las palabras de ambos parecían haber calado en Lira, como si le ofrecieran un pequeño respiro en medio del caos. Aunque el miedo seguía ahí, sabía que no estaba sola en esa lucha.

Estos días, después de la segunda prueba, viene por las noches a su habitación. Entra en silencio, se sienta en el borde de la cama de Yoongi y se queda ahí, inmóvil, con el rostro enterrado entre sus manos. Su presencia, aunque silenciosa, llena la habitación de una gravedad que ninguno de los dos ignora. Jungkook la observa desde su cama, intentando comprender el peso que ella lleva consigo. Ser comandante no era solo un título; era una carga que venía acompañada de responsabilidades desgarradoras, como lamentarse por las vidas perdidas bajo su mando.

Mientras la mira, no puede evitar imaginar lo que debe estar pasando por su mente: la culpa, el dolor, el incesante "¿y si hubiera hecho algo diferente?". Cada noche parece un reflejo de su lucha interna, un intento desesperado de sostenerse mientras las sombras de los caídos la persiguen.

—No creo que nunca pueda acostumbrarme a esto —dice Lira de repente, rompiendo el pesado silencio. Su voz tiembla ligeramente, cargada de un pesar tan profundo que hace que Jungkook recuerde, casi como un destello, a Mingyu. Había visto ese mismo dolor reflejado en él una vez, la misma lucha interna por la perdida de los suyos.

Yoongi, que hasta entonces había permanecido acostado, se mueve y se sienta a su lado con un gesto tranquilo, y su mirada es tan firme como sus palabras.

—Eso está bien, no necesitas acostumbrarte —responde, su voz baja pero llena de convicción. Hace una pausa breve, permitiendo que sus palabras calen en Lira antes de continuar—. Está bien lamentarse, Lira. Es humano. Pero no puedes culparte por ello, porque no es culpa tuya. Todos venimos aquí conscientes del riesgo al que nos estamos exponiendo —añade, con la misma firmeza, aunque hay un atisbo de suavidad en su tono—. Cada uno de nosotros eligió este camino sabiendo lo que implica. Así que no cargues con más pesar del que te corresponde. Lo que ocurrió no está en tus manos.

Lira esboza una pequeña sonrisa, una que apenas curva sus labios, pero que, sin embargo, parece iluminar su rostro con un matiz de alivio. Sus ojos, habitualmente apagados por el peso de su responsabilidad, parecen recobrar vida y brillo en la presencia de Yoongi, como si su simple compañía fuera suficiente para arrancarla, aunque sea momentáneamente, de las sombras que la envuelven.

No puede evitar pensar en lo profundo del vínculo que los une. Es en esos momentos, al ver cómo Lira encuentra refugio en Yoongi, cuando Jungkook recuerda la razón de por qué ella está ahí, por qué lucha, por qué carga con un peso que a veces parece demasiado para una sola persona. Todo lo que hace, todas las decisiones que toma, incluso el soportar el dolor de las pérdidas, tiene un propósito. Y ese propósito, es Yoongi.

—Recuerda siempre eso, no todo el peso debe estar sobre tus hombros —dice, su tono ahora algo más suave, casi como un murmullo, dirigido solo a ella. Y aunque su voz tiene una firmeza inherente, la calidez con la que le habla parece suavizar cada palabra, como si quisiera disolver, aunque sea un poco, la carga invisible que ella lleva.

—Yoongi tiene razón —comenta Jungkook, con voz baja, mirando a Lira con una sinceridad que no necesita adornos—. He visto cómo te desgastas, cómo te esfuerzas por mantener todo en pie, y comprendo lo difícil que debe ser. Pero, al igual que Yoongi, yo también estaré aquí. No importa lo que pase, no estás sola en esto.

Lira levanta la cabeza al escuchar sus palabras, y aunque su expresión sigue siendo una mezcla de preocupación y vulnerabilidad, algo en su mirada cambia. Tal vez es el simple hecho de saber que no tiene que cargar con todo el peso sola, o tal vez es la fuerza silenciosa de sus amigos, que se ha hecho presente de la manera más genuina.

—Gracias —susurra finalmente, como si esas dos palabras pudieran ser suficientes para aliviar, aunque sea un poco, la tormenta que ruge en su interior.

Yoongi sonríe, una sonrisa pequeña pero llena de ese consuelo que solo él sabe transmitir.

— Ser fuerte no significa estar sola. Y, si alguna vez dudas de eso, aquí estamos. Tú también tienes derecho a descansar, a sentirte vulnerable, a no ser perfecta todo el tiempo. No eres la única que lleva el peso de este lugar.

El aire parece relajarse un poco, y, por un breve momento, la tensión que había llenado la habitación se disuelve. Aunque las preocupaciones y las responsabilidades siguen presentes, el vínculo entre ellos, esa red invisible de apoyo, es algo que no puede ser ignorado. Y, aunque la lucha de Lira no termina, al menos por ahora, no tiene que enfrentarla completamente sola.

—Pronto será la reasignación de escuadrones —menciona Lira, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos. La sola mención de ese cambio provoca un leve aceleramiento en el pulso de Jungkook. Sabe lo que eso significa, y la inquietud comienza a asentarse en su pecho como una sombra que no logra disiparse—. ¿Seguros de que Seokjin podrá reubicarlos de escuadrón? —pregunta, mirándolo con una ligera preocupación en los ojos.

Jungkook asiente, aunque su mente no está tan segura.

—Tenemos que confiar en ello —responde con voz firme, pero la seguridad en sus palabras vacila por un instante. No es que no confíe en Seokjin; sabe que él hará lo posible por encontrar una solución. El problema es que, en el fondo, parte de él ya no está tan seguro de querer ese cambio.

Lira lo observa, y por un momento el silencio vuelve a llenarlo todo. Ella parece meditar su propia pregunta antes de hablar nuevamente.

—¿Crees que Draksser lo permita? Últimamente no tengo idea de lo que piensa, aunque realmente no creo haberla tenido jamás —dice, y en su voz hay una pizca de frustración, como si estuviera cansada de las incertidumbres que rodean a los que lideran sus escuadrones.

La mención de Taehyung hace que Jungkook sienta una presión inmediata en el pecho, como si el aire alrededor de él se hubiera espesado. Su mente se llena de pensamientos confusos, recuerdos de las tensas interacciones que han tenido en los últimos meses. Y, sin querer, se siente culpable por no haber hablado con nadie sobre lo que ha estado sucediendo entre él y el comandante.

Sabía que si les contaba lo que había ocurrido... lo que estaba ocurriendo, entonces se volvería aún más real. Y no estaba seguro de poder soportar esa realidad. Había sido tan difícil asimilar todo lo que sucedió, que el solo hecho de ponerlo en palabras lo hacía parecer aún más irreversible. Pero más allá de eso, también sentía que había algo de esa historia que era completamente suya, algo tan íntimo que no sabía cómo compartirlo con alguien más, ni siquiera con ellos, aunque los considerara sus amigos más cercanos.

—Es un idiota, me pone de nervios que después de la segunda prueba haya estado tan tranquilo. Siento que en cualquier momento le hará algo a Kook —intervino Yoongi, su voz cargada de furia, la tensión evidente en sus palabras.

Jungkook, sin embargo, permaneció en silencio, sin saber cómo responder a la observación de Yoongi. Las palabras de su amigo resonaban en su mente, pero no encontraba una respuesta adecuada. Especialmente ahora que el vínculo con Taehyung había vuelto, aunque de una forma completamente transformada, algo que, por supuesto, aún no era capaz de procesar del todo. Pero, a pesar de ello, ese cambio le había permitido descubrir aspectos de Taehyung que nunca había imaginado.

Al principio, ese vínculo había sido apenas un leve lazo, algo que solo le permitía notar la presencia del comandante cuando estaba cerca. Sin embargo, tras marcharse un tiempo y luego regresar, ya no se trataba únicamente de eso. Jungkook siempre había poseído una sensibilidad excepcional, una capacidad innata para captar las emociones de quienes lo rodeaban, quizás gracias a la profunda conexión que mantenía siempre con su entorno. Pero con Taehyung, esta vez era distinto. Antes, podía percibir sus emociones de manera superficial cuando se encontraban cerca, pero ahora las sensaciones fluían directamente a través del vínculo, haciéndolas no solo perceptibles, sino que, de algún modo, también se mezclaban con las suyas, sintiéndose como propias.

Esto lo tenía completamente desconcertado, aunque no tanto como la aparente naturalidad con la que Taehyung parecía aceptar la situación. Era como si lo ocurrido no tuviera mayor relevancia para él, o quizás como si escondiera deliberadamente algo que Jungkook no alcanzaba a entender. Esa calma impenetrable solo aumentaba su incertidumbre, dejándolo atrapado en un mar de preguntas sin respuestas claras.

En parte, era verdad. Él tampoco comprendía la actitud del comandante luego de la segunda prueba. Aunque apenas se habían cruzado en contadas ocasiones desde entonces, cada encuentro, por breve que fuera, dejaba una impresión persistente que no lograba quitarse. El semblante de Taehyung permanecía imperturbable: una máscara de serenidad casi esculpida en piedra, con una rigidez que hacía imposible entrever qué pasaba realmente por su mente. Esa fachada inmutable alimentaba la frustración de Jungkook, que no podía evitar sentir que, de alguna manera, él era el único afectado por lo que estaba ocurriendo.

Sin embargo, lo más desconcertante no era lo que veía, sino lo que sentía. Las emociones que a veces percibía a través de su vínculo con Taehyung llegaban como un torrente difuso, desbordándose en fragmentos que parecían carecer de lógica. Intentar interpretar esos destellos caóticos era como intentar armar un rompecabezas con piezas que no encajaban, y cada vez que creía acercarse a una respuesta, otra incógnita surgía, aún más desconcertante que la anterior.

Sin embargo, había algo que ocurría siempre sin falta. Aunque en ocasiones Jungkook podía sentir la presencia de Taehyung cerca, jamás se atrevía a buscarlo deliberadamente. Algo lo detenía, quizás esa parte suya que aun se negaba a aceptar algo como esto. Solo cuando sentía un tirón inconfundible del vínculo, se giraba hacia esa dirección, donde inevitablemente encontraba a Taehyung observándolo ya. Era como si, de alguna manera, reclamara su atención, y a Jungkook no le quedara otra opción más que rendirse ante esa silenciosa exigencia.

Todo era extraño y confuso, como un enigma que Jungkook no sabía cómo descifrar. Pero el calor que emanaba de esa conexión cada vez que sus miradas se cruzaban era tan jodidamente reconfortante que, en esos momentos, no quería apartar los ojos de Taehyung. Era como si el frío que lo había acompañado durante meses atrás, ese vacío persistente y helado, nunca hubiera existido, disolviéndose por completo bajo la intensidad de aquel encuentro.

De repente, un par de golpes firmes resonaron en la puerta, haciendo eco en la habitación. Lira soltó un largo y exasperado suspiro, como si la visita no fuera precisamente inesperada.

—Ese debe ser Eunwoo. Adoro a ese chico, en serio, pero a veces es agotador que necesite estar cerca de mí todo el tiempo. ¿Saben cuántas veces me ha interrumpido en momentos importantes? —protestó, rodando los ojos con dramatismo.

—No, y no quiero saber de tus encuentros. Mucho menos Jungkook, lo vas a traumar —respondió Yoongi de inmediato, frunciendo el ceño en advertencia.

—Seguramente pueda enseñarle un par de cosas —insinúo la castaña, alzando las cejas con picardía.

Yoongi levantó la vista de lo que estaba haciendo, arqueando una ceja con aire de fastidio.

—No creo que a Kook le interesen mucho tus consejos sobre vaginas, considerando que es evidente que prefiere los penes. Ahora anda, no hagas esperar a Eunwoo.

La castaña frunció ligeramente el ceño, ofendida, aunque su reacción fue breve. Con una sonrisa traviesa, se lanzó hacia Yoongi, rodeándolo con los brazos en un abrazo inesperado que lo tomó por sorpresa.

—Eres insoportable —musitó él mientras la empujaba suavemente para zafarse del contacto.

Antes de marcharse, Lira se dirigió a Jungkook para abrazarlo con la misma efusividad.

—Cuídense, chicos. Nos vemos luego —dijo con una sonrisa antes de salir de la habitación.

Cuando finalmente quedaron a solas, el silencio se instaló pesado en el cuarto, como un manto invisible que envolvía todo a su alrededor. Yoongi, posó su mirada en Jungkook, y lo observó fijamente, como si intentara desentrañar lo que pasaba por su mente.

—¿Ya me dirás qué está pasando? —preguntó con firmeza, su tono directo y cargado de una preocupación que Jungkook no esperaba. La pregunta lo sorprendió y, al mismo tiempo, lo sumió en la confusión, sin saber cómo responder de inmediato.

—¿De qué? —cuestionó, ladeando la cabeza, buscando en los ojos de Yoongi alguna pista sobre lo que estaba buscando.

El castaño suspiró, mirando al vacío por un momento antes de continuar. Su voz se suavizó ligeramente, pero la sinceridad seguía presente en cada palabra.

—Has estado raro estos días, Kook. No sé qué te pasa. Incluso llevas ignorando a Mingyu desde hace varios días, a pesar de todo el esfuerzo que él hace por verte con el poco tiempo que tiene. Y sé que es un poco hipócrita de mi parte pedirte explicaciones, pero... no sé... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—, solo quiero que sepas que, sea lo que sea, no estás solo. ¿Sí?

Jungkook permaneció en silencio por un momento, procesando lo que acababa de escuchar. Las palabras de Yoongi se quedaron flotando en el aire, como una capa invisible de comprensión y preocupación que, aunque no lo esperaba, calaba más de lo que quería admitir. Miró a su amigo, y en ese breve intercambio de miradas sintió una mezcla extraña de gratitud y desconcierto. Como si las palabras fueran un consuelo, pero a la vez un recordatorio de lo distante que se sentía de todo, de todos.

—No es nada, en serio —respondió finalmente, la voz baja, casi apagada—. Es solo que... han sido días difíciles. Todavía estoy intentando superar todo lo que pasé ahí abajo. No entiendo por qué parece que soy el único al que se le complican las cosas.

Yoongi no parpadeó, su mirada era fija y segura mientras respondía, sus palabras llenas de la misma fuerza que lo caracterizaban.

—Es porque tienes la fortaleza para enfrentar todo lo que se te ponga en el camino. Eres fuerte, Kook. No tienes que dudar de eso. —El tono de Yoongi era rotundo, como si esas palabras fueran la verdad absoluta. Sabía perfectamente que Jungkook había soportado más de lo que cualquiera podría imaginar, y le preocupaba que no pudiera ver la valentía que había demostrado en cada paso que daba. Aunque no entendía por qué parecía que siempre le tocaban las situaciones más difíciles, Yoongi no dudaba de que Jungkook tenía la fuerza para superar cualquier obstáculo que se le presentara.

Jungkook le devolvió una sonrisa, una expresión cargada de gratitud y algo de esperanza, aunque su corazón no dejaba de sentirse pesado. Asintió con firmeza, porque, aunque no siempre se sintiera fuerte, sabía que mientras tuviera a sus amigos a su lado, podría enfrentarse a cualquier adversidad.

—Todo se va a resolver. Mañana Seokjin se encargará de cambiarnos de escuadrón, y todo va a estar bien.

Y Jungkook realmente esperaba que así fuera.

Nada estaba bien.

—No puedo cambiarlos de escuadrón. —Fue lo primero que Seokjin les dijo al día siguiente, cuando los convocó para hablar. Su voz, cargada de frustración, apenas contenía la furia que la impregnaba, y el tono cortante los dejó en completo shock—. Hice todo lo que estuvo a mi alcance, pero Draksser se adelantó. Dejó muy claro que no quería que Jungkook fuera movido de su escuadrón.

Las palabras cayeron como un golpe seco, aún más impactantes de lo que habían anticipado. Una parte de ellos sabía que algo así podría suceder, considerando la obsesiva fijación que Taehyung parecía tener con Jungkook. Sin embargo, nunca imaginaron que sus conexiones llegaran al punto de doblegar la autoridad de un cazador como Seokjin. Era desconcertante y molesto en igual medida.

Pero lo que más perturbaba a Jungkook no era la maniobra de Taehyung ni la influencia que demostraba tener. Era el efecto que esas palabras habían tenido en él. La mera confirmación de que Taehyung había movido los hilos para mantenerlo cerca bastó para acelerar su pulso y encender una agitación que no podía explicar.

Y eso lo enfurecía aún más.

—Podría mover solamente a Yoongi —sugirió Seokjin con cautela, dejando que sus ojos se detuvieran en cada uno de ellos, como midiendo sus reacciones.

Jungkook parpadeó, sorprendido. Aquello sonaba como la mejor alternativa: si Yoongi era trasladado, estaría lejos de los riesgos que implicaba estar a su lado, especialmente con Taehyung cerca. La idea de exponer a su amigo a cualquier peligro le carcomía, y aunque odiaba la idea de separarse de él, lo único que deseaba era garantizar su seguridad.

Sin embargo, antes de que pudiera siquiera abrir la boca para aceptar la sugerencia de Seokjin, Yoongi levantó un dedo en su dirección. El gesto, acompañado de una mirada de advertencia, lo dejó congelado. Jungkook tragó en seco, nervioso ante la determinación de su amigo, que rápidamente se giró hacia Seokjin con la misma firmeza reflejada en sus ojos.

—O es juntos, o nada. Donde esté Jungkook, ahí me quedaré.

Su voz resonó con una claridad que no admitía discusión. Era una declaración de lealtad tan sólida que hizo que Jungkook sintiera una mezcla de alivio y culpabilidad. Quería agradecerle, pero sabía que cualquier intento de insistir en su traslado sólo provocaría que Yoongi se plantara con más fuerza. Él ya había tomado su decisión, y no parecía dispuesto a cambiarla.

Jungkook soltó un fuerte suspiro, intentando calmar el torbellino de pensamientos que lo invadía. Las cosas entre él y Taehyung habían cambiado. Después de todo, el comandante le había perdonado la vida, y aunque ese gesto no borraba la tensión entre ellos, le daba una tenue sensación de seguridad. Quizá, sólo quizá, aquello significaba que Taehyung no intentaría atentar contra él nuevamente. Pero, claro, eso era algo que nunca podría garantizar del todo.

—Está bien, no te preocupes, Jin. —Jungkook forzó una sonrisa que no llegó a sus ojos mientras levantaba la vista hacia el cazador—. Hemos logrado sobrevivir hasta ahora, y seguiremos esforzándonos de la misma manera.

Seokjin lo miró en silencio por un instante, como si intentara leer más allá de sus palabras, buscando fisuras en la fortaleza que Jungkook aparentaba. Luego, sus ojos se desviaron hacia Yoongi, quien devolvió la mirada con una serenidad casi desafiante. Había algo en el brillo de los ojos del mayor, una súplica silenciosa que Yoongi pareció captar al instante. Pero el menor no cedió ni por un segundo.

Después de un momento, Seokjin soltó un largo suspiro, uno cargado de resignación, y asintió con cierta pesadez.

—De acuerdo —respondió finalmente—, pero espero que estés preparado para intensificar el entrenamiento.

Jungkook abrió los ojos, completamente alarmado. ¿Cómo era posible que lo que ya consideraba un régimen implacable pudiera volverse aún más exigente? El pánico comenzó a instalarse en su pecho. Si el entrenamiento llegaba a ser más duro de lo que ya era, empezaba a creer que si no lograba salir con vida de la academia, no sería Taehyung el culpable de su muerte.

A pesar de las ganas de discutir, Jungkook permaneció en silencio. Al final, sabía que era necesario. Todo lo que había aprendido gracias al entrenamiento era lo que le había permitido mantenerse con vida hasta ahora. Por más agotador que fuera, comprendía que la insistencia de Seokjin no era por crueldad, sino de una genuina preocupación por su seguridad. Ese pensamiento, aunque difícil de aceptar en momentos de frustración, era suficiente para acallar cualquier protesta.

—Por cierto, tengo una carta para ti de Susan —dijo Seokjin de repente, sacando un sobre doblado a la mitad y extendiéndoselo. Jungkook tomó el sobre con cuidado, y antes de que pudiera agradecerle, Seokjin añadió con seriedad—: Recuerda no mostrársela a nadie, y cuando termines, quémala.

Jungkook asintió sin dudar; ese era un procedimiento que conocía de memoria. De hecho, su tía siempre lo repetía al final de cada carta, como si temiera que algún día pudiera olvidar esa precaución tan importante.

—Lo sé, gracias. —Una pequeña sonrisa curvó sus labios mientras guardaba la carta en el bolsillo interior de su chaqueta—. Te veré mañana por la noche para el entrenamiento. —Jungkook se levantó, acomodándose la chaqueta, y luego dirigió una mirada a su amigo—. Deberíamos irnos entonces.

Esperó que se levantara para acompañarlo, pero justo cuando estaba por moverse, Seokjin lo detuvo antes de que pudiera hacerlo.

—De hecho, quiero hablar con él.

La tensión que llenó la habitación se hizo tan densa que parecía envolverlo todo, paralizando cualquier intento de romperla con palabras. Jungkook sintió el peso de ese silencio cargado, lo suficiente como para decidir no hacer preguntas al respecto. Había algo ocurriendo entre ellos, algo que podía percibir aunque no lograra entender del todo.

Desvió la mirada hacia su amigo, buscando respuestas en su expresión. Una leve inclinación de cabeza fue toda la señal que recibió, suficiente para que Jungkook lo interpretara como una señal de que estaba bien.

—Te esperaré en la habitación —dijo en un tono bajo, casi como un susurro que el aire apenas alcanzó a llevar.

Sin más, dio media vuelta y caminó hacia la puerta. Su mano se posó en el marco por un instante, como si dudara, pero al final salió sin mirar atrás. Cerró la puerta con cuidado, dejando atrás aquella tensión.

El plan era simple: regresar a su habitación y leer la carta que su tía le había enviado. Era un momento que siempre esperaba con ansias. Sin embargo, apenas había avanzado algunos pasos por el pasillo cuando sintió el tirón del vínculo.

Intentó ignorarlo, apretando los dientes y obligando a sus pies a avanzar en dirección contraria. No podía permitirse ceder tan fácilmente; no ahora. No nunca. Pero con cada paso que daba, el peso en su pecho crecía. Era como si algo se enroscara alrededor de su corazón, apretándolo hasta hacerlo doler. Una punzada de culpa se mezclaba con el pesar, haciéndolo tambalear. Por más que lo intentaba, el vínculo era implacable, reclamándolo con una fuerza que era imposible de ignorar.

Finalmente, detuvo su andar, cerrando los ojos y respirando hondo, como si pudiera ahuyentar la sensación con pura fuerza de voluntad. Sabía lo que debía hacer, pero parte de él se resistía, aferrándose a la idea de mantener el control, aunque fuera por un momento más.

La frustración le carcomía por dentro. Jungkook, sintiendo que su resistencia era inútil, no tuvo más opción que darse la vuelta y seguir el tirón del vínculo. Con cada paso que daba, un sentimiento de impotencia se instalaba más profundamente en su pecho. Caminó por pasillos interminables, subió escaleras que parecían multiplicarse, y mientras lo hacía, comenzó a tomar conciencia de a dónde se dirigía. Al final, sus pasos lo guiaron hasta la terraza, aquel lugar que Mingyu le había mostrado en su momento y que él había adoptado como su refugio personal, para cuando necesitaba tomar un respiro.

Apenas cruzó la puerta, la presencia de Taehyung lo hizo detenerse. El comandante ya estaba allí, observándolo fijamente, con una ligera chispa de diversión reflejada en sus ojos.

Jungkook intentó mantener su expresión imperturbable, sabiendo que debía mostrarse fuerte, indiferente. Sin embargo, era consciente de que Taehyung, a través de la conexión que los unía, podría percibir cada latido acelerado de su corazón, cada signo de su creciente tensión. Intentó ocultarlo, pero sabía que el comandante lo sentía.

—Tienes que dejar de hacer esto —dijo Jungkook, con una voz que trataba de ser firme, pero que se desvaneció en cuanto vio la leve sonrisa en los labios de Taehyung. No pudo evitar que la expresión de su rostro cambiara, aunque se aferró al control como si fuera su último refugio.

—¿Por qué? —replicó Taehyung, su tono cargado de diversión—. ¿No te resulta fascinante todo esto?

La sonrisa del comandante era casi provocadora, como si cada palabra estuviera diseñada para desestabilizar a Jungkook. Se acercó un poco más, sus pasos calculados y seguros, sin apartar los ojos de los del otro. La cercanía era palpable, y Jungkook sintió que su respiración se volvía irregular, aunque intentó no mostrarlo.

—¿Ah, sí? Entonces, si yo decido tirar de el, ¿vendrás hacía mí? —replicó Jungkook, desafiándolo, la tensión palpable entre ambos aumentando.

—Por supuesto —respondió el comandante sin vacilar, como si la pregunta fuera irrelevante.

La respuesta fue tan directa, tan segura, que dejó a Jungkook sin palabras por un momento. Intentó procesar lo que había escuchado, pero la incredulidad lo invadió y no pudo ocultarlo. La mirada que le lanzó a Taehyung estaba llena de confusión y una pizca de desdén.

—¿Qué? —la pregunta salió de su boca antes de que pudiera detenerla, en un susurro lleno de desconcierto.

—No pretendo robarte mucho tiempo, Jungkook —dijo Taehyung, ignorando por completo la incredulidad que brillaba en los ojos del contrario—. Solo necesitaba advertirte que dejes de intentar alejarte de mí, porque no lo voy a permitir.

Aquella declaración logró arrancar a Jungkook del trance en el que se encontraba. Frunció el ceño, confundido y molesto.

—Vaya, eso es lo más hipócrita que he escuchado de ti —respondió, su tono sarcástico buscando, de alguna manera, recuperar algo de control. Cruzó los brazos en un intento de bloquear la tensión que lo invadía, pero su cuerpo aún reaccionaba a la presencia de Taehyung, la proximidad tan palpable que lo hacía sentirse más vulnerable de lo que estaba dispuesto a admitir.

Taehyung no retrocedió ni un milímetro. Al contrario, se acercó más, desafiando el espacio personal de Jungkook con una calma inquietante.

—Bueno, necesito observarte de cerca, en caso de que haya cometido un error y deba corregirlo... acabando con tu vida —dijo con voz baja, casi un susurro, pero el peso de la amenaza era tan claro que Jungkook sintió su estómago retorcerse. No podía negar la forma en que la cercanía de Taehyung lo desbordaba, pero no pensaba ceder, no ahora.

Jungkook se mantuvo firme, sin dejar que sus nervios lo traicionaran.

—Tus amenazas no me asustan —declaró, la firmeza de su voz contrastando con el titubeo que sentía por dentro. El espacio entre ellos era tan estrecho que sus pechos casi se tocaban, las respiraciones de ambos mezclándose en una danza errática, marcando el compás de la tensión palpable que llenaba el aire. Jungkook podía sentir el calor de Taehyung a cada milímetro de distancia, y esa cercanía lo mantenía al borde, incapaz de apartarse.

Taehyung sonrió levemente, una sonrisa que no alcanzaba a suavizar la intensidad del momento. No apartó sus ojos de los de Jungkook ni por un segundo, como si en ellos pudiera encontrar todo lo que las palabras no eran capaz de expresar.

—Sí, puedo sentir eso.

La tensión entre ellos era tan densa, un peso en el aire que ambos sentían pero que ninguno se atrevía a romper. La atracción, innegable y eléctrica, abundaba en cada rincón de ese espacio reducido, y lo desconcertante de la situación lo hacía aún más aterrador. Jungkook podía sentirla, recorriéndole la piel como una corriente invisible, y la forma en que su corazón latía desbocado solo alimentaba la confusión que lo envolvía.

No quería sentirse así, no con Taehyung. Su mente se rebelaba contra esa sensación, esa fuerza que parecía provenir de algún rincón oculto de su ser, algo que no podía controlar, algo que ni siquiera entendía. No era solo el comandante, no era solo esa figura de autoridad que lo desafiaba y lo desconcertaba con cada palabra y cada gesto. Era algo más profundo, algo que iba más allá de la simple atracción, algo que despertaba un deseo y una repulsión a la vez.

Jungkook trató de luchar contra ello, con cada fibra de su ser. No quería caer en esa trampa, no por Taehyung, no por alguien a quien no comprendía completamente, ni mucho menos porque no quería admitir lo que sentía. Pero el fuego en su pecho seguía ardiendo, tan real y presente como el mismo aire que respiraba, y se preguntaba cuánto más podría resistir antes de sucumbir a algo que no deseaba, pero que lo atraía con la misma fuerza con la que huía de él.

—¿Necesitas algo más, comandante? —preguntó Jungkook, esforzándose por mantener su voz firme, mientras retrocedía un paso, como si el simple acto de alejarse de Taehyung pudiera darle algo de espacio para recuperar el control. Pero lo único que logró fue aumentar la tensión en su pecho.

El silencio del contrario se alargó, convirtiéndose en una interminable agonía para Jungkook. Podía sentir la carga emocional de su presencia, algo denso y abrumador, que atravesaba el vínculo y se clavaba en su pecho como una punzada. La confusión y la tormenta interna de Taehyung le revolvían el estómago, como si la guerra interna del comandante fuera ahora también la suya. Cada pensamiento, cada emoción del otro parecía atravesarlo sin compasión, y se sentía incapaz de escapar de la marea.

Finalmente, Taehyung rompió el silencio, dando un paso hacia él. El gesto fue lento, calculado, como si quisiera medir el impacto de cada movimiento. Entonces, extendió la mano hacia su cabello, sus ojos fijos en los de Jungkook, y un escalofrío recorrió la columna de éste mientras veía al comandante realizar una acción tan íntima y tan desconcertante. La cercanía de Taehyung era asfixiante, y, sin embargo, algo en sus ojos parecía más profundo que cualquier palabra.

—Nada —murmuró, su voz suave y casi inaudible, pero llena de una intensidad que Jungkook pudo sentir hasta el fondo de su ser. Sus labios estaban tan cerca de los de él que, por un segundo, Jungkook pensó que podría perder el control. Pero, en lugar de acercarse más, Taehyung dio un paso atrás, retirando la mano de su cabello con calma, como si el gesto no tuviera más significado que una simple casualidad. Sin decir una palabra más, se dio la vuelta y comenzó a alejarse, dejando a Jungkook con un nudo en el estómago y la mente a punto de explotar.

Jungkook, ahora solo, se permitió un respiro profundo, pero no duró mucho. Aún con la presencia de Taehyung flotando en el aire, sintió una presión en su cabeza, algo extraño en su cabello. Se llevó la mano hasta allí, y al contacto con su cabello, algo delicado y suave rozó sus dedos. Lo retiró cuidadosamente y, al verlo, sus ojos se abrieron con incredulidad. Era una flor de Frygil.

El latido de su corazón resonó en su pecho con tal fuerza que parecía retumbar en su garganta, un golpe tan inesperado como incontrolable. No importaba cuánto lo intentara, no había forma de ocultarlo, como si su cuerpo, al igual que su alma, estuviera al borde de un abismo del que ya no podía retroceder. Ese latido, tan profundo y lleno de una emoción cruda, se escapó de él, desbordando todo intento de disimulo. Fue como si el mismo aire que lo rodeaba hubiera dejado de ser suficiente para contener lo que sentía.

Jungkook sintió su pulso acelerado, una sensación que lo invadió por completo y que, por más que intentara frenar, lo arrastró a un lugar donde ya no podía negar lo que estaba sucediendo.

La flor de Frygil era una rareza que solo florecía en la temporada en la que las primeras señales del frío comenzaban a instalarse. Estas flores, con su resistencia inquebrantable, eran las únicas capaces de soportar la crudeza de las nevadas implacables, manteniéndose firmes mientras la tormenta cubría todo a su alrededor. Y con sus vibrantes colores que reflejaban las tonalidades de los dragones, eran los únicos destellos de vida que se mantenían firmes ante la crudeza de las nevadas.

No solo era apreciada por su belleza; era un símbolo profundo y cargado de significado. Se utilizaba principalmente durante el festival de Juvelyss que se celebraba en cada región, un evento lleno de simbolismo y tradición. En esta época, cuando las temperaturas alcanzaban su punto más bajo, los dragones recién nacidos rompían sus cascarones, y sus padres, imponentes y protectores, se aseguraban de guiarlos, rodeándolos de una barrera de seguridad y amor.

Lo más común durante el festival de Juvelyss era que las personas tejieran coronas con estas flores y las entregaran a aquellos a quienes deseaban proteger, como un acto de cariño y una promesa de seguridad.

—Maldito imbécil... —murmuró Jungkook, con sus emociones desbordándose en un caos en su interior, mientras apretaba la flor contra su pecho, sintiendo el latido acelerado que solo aumentaba su confusión.

El silencio en la habitación es tan denso que parece aplastarlo, envolviendo cada rincón como una sombra sofocante. La tensión en el aire le araña la piel, como si una tormenta invisible se desatara a su alrededor, y un nudo en su estómago amenaza con convertirse en náuseas en cualquier momento. Se prometió ser fuerte, resistir, no volver a hundirse en este abismo que lo ha desgarrado tantas veces. Pero sus resoluciones se sienten frágiles frente al fuego que arde en su interior.

Es débil, lo sabe. Su sangre clama por él, su piel lo ansía con un fervor que lo consume, su maldito corazón late por él con una desesperación que casi le resulta vergonzosa. Y duele. Duele más de lo que quiere admitir, porque la distancia entre ellos se siente abismal, insalvable, aunque físicamente apenas los separen unos centímetros. Apretó los puños con fuerza, como si eso pudiera contener el temblor que lo recorre, como si esa frágil resistencia pudiera protegerlo de este tormento que lo desgarra desde adentro.

—No volveré a hacer esto —dice con toda la firmeza que logra reunir, aunque por dentro siente cómo su corazón se desploma en un dolor punzante, como si se quebrara bajo el peso de sus propias palabras. Había perdido la cuenta de las veces que este pensamiento lo había rondado en silencio, un eco persistente en su mente, convenciéndose de que sería la última vez, de que no podía seguir soportando esta situación. Pero esto era diferente.

Por primera vez, las palabras cruzaron el umbral de sus labios, y el sonido de su propia voz resonó con una gravedad que lo golpeó de lleno. La ligera presión ajena en su pecho intensificó el nudo en su interior, mezclando el pesar con una amarga certeza. Porque al decirlo, lo había hecho real. Ya no era un pensamiento que podía ignorar, un susurro enterrado en la confusión de su mente. Ahora era tangible, una línea que no podría desdibujar. Y esa realidad, aunque necesaria, lo dejó sintiéndose más vulnerable que nunca.

—Yoongi... —murmura el contrario con la voz temblorosa, extendiendo una mano hacia él para alcanzarlo, pero el castaño ya se ha puesto de pie. Sus movimientos son firmes, casi bruscos, mientras termina de colocarse las botas y ajusta la ropa que se ha cambiado por completo.

—No, Seokjin. Estoy harto de esto —su voz se eleva, más fuerte, cargada de una rabia contenida que había estado acumulándose durante demasiado tiempo—. Estoy harto de tus inseguridades de mierda. Te di tiempo para que pensaras, para que decidieras, pero no puedo seguir así. No puedo seguir sintiéndome como si fuera todo lo que necesitas cuando estoy en tus brazos, solo para darme cuenta de que no soy lo que quieres cuando te veo mirándola. —La dureza en su tono se quiebra por un instante, solo para dar paso al peso del dolor que llevaba cargando—. No puedo más, ¿siquiera te importa cómo me siento?

Seokjin abre la boca, las palabras luchan por salir mientras sus ojos lo buscan, suplicantes.

—Claro que me importa, tú me importas, Yoongi. Es solo que... es...

—Sí, complicado. —Yoongi lo interrumpe, su voz cargada de un agotamiento que apenas oculta el dolor—. Ya lo dijiste muchas veces. Complicado, complicado, complicado. Pues métete tu preocupación por el culo, porque no quiero volver a tener nada que ver contigo.

Respira hondo, intentando mantenerse firme mientras las palabras siguen fluyendo, rápidas, urgentes, como si decirlas fuera lo único que lo mantiene en pie.

—Dolerá, claro que dolerá. Mi maldita sangre y todo en mí seguirá pidiéndote por un tiempo, pero ¿sabes qué? Sobreviviré. —Una sonrisa amarga cruza su rostro, tan fugaz como hiriente—. Después de todo, tú mismo lo dijiste, no eres el único.

Tras esas palabras, Seokjin perdió el control. Su poder se desbordó como un torrente incontrolable, transformando el aire de la habitación en un torbellino sofocante. El oxígeno parecía desaparecer mientras la ráfaga de viento arremolinada se hacía cada vez más intensa, como si toda la furia contenida del cazador hubiese encontrado una forma de manifestarse.

Sin pensar, se acercó a grandes pasos hacia el menor, su figura imponente en medio del caos que había creado. Lo sujetó con fuerza por los brazos, sus dedos clavándose ligeramente en la piel ajena, como si aferrarse a él pudiera devolverle algún sentido de control. Sus ojos, fijos en los de Yoongi, estaban cargados de una rabia abrasadora, una mezcla de frustración y algo más, algo que se hundía profundamente en un lugar al que ni siquiera él se atrevía a mirar.

A pesar de la opresión en el aire, Yoongi luchó por recuperar el control de su respiración. Cada inhalación era una batalla, el aire se sentía denso, como si le pesara en los pulmones. Pero, gracias a las técnicas que Jungkook le había enseñado para manejarse en situaciones como esa, logró calmarse lo suficiente. Con una fuerza casi desesperada, se soltó del agarre de Seokjin, empujando sus manos con brusquedad. Dio un paso atrás, sus ojos fulgurantes de rabia.

—No tienes ningún maldito derecho de reaccionar así. Eres un maldito hipócrita. No me quieres contigo, pero tampoco con nadie más. —Las palabras salieron de su boca como dagas, cargadas de un resentimiento que había estado acumulando—. Pues, ¿sabes qué? ¡Puedes irte a la mierda, tú y tu maldito instinto de dragón posesivo!

Sin permitir que Seokjin pudiera replicar, se dio la vuelta, sus pasos rápidos, casi frenéticos, como si huir fuera la única salida que le quedaba. No esperaba que Seokjin lo detuviera. Nunca lo hacía. Aunque siempre, siempre, guardaba esa pequeña chispa de esperanza en su pecho, la que le decía que tal vez, esta vez sería diferente, esta vez lo seguiría, lucharía por él. Pero no. Sabía que nada cambiaría.

Con rapidez, salió de la habitación del cazador, sus pasos resonando en el pasillo vacío, como si pudieran borrar todo lo que acababa de ocurrir. No quería estar allí. Estaba cansado de luchar contra algo que no podía cambiar, cansado de sentir que el peso del dolor se volvía más insoportable con cada instante que pasaba. Necesitaba alejarse. Alejarse hasta que su corazón dejara de arder con ese dolor sordo, hasta que todo en su ser dejara de clamar por regresar a un lugar donde no lo querían. Porque, aunque no lo admitiera, sabía que volver era lo único que deseaba en lo más profundo, aunque su orgullo le impidiera ceder a ello.

Caminó por los pasillos del castillo, cada paso más pesado que el anterior, como si el suelo mismo lo absorbiera, haciéndolo sentir más pequeño, más vulnerable. Sus pensamientos se agolpaban en su mente, desgarrándolo, pero él seguía adelante, sin un destino claro, solo huyendo de la avalancha de emociones que lo amenazaban con aplastarlo. Después de lo que pareció una eternidad, llegó finalmente a una ventana solitaria en un pasillo apartado. Se acercó con prisa, como si el aire fresco pudiera arrancar de él todo lo que no quería sentir.

Apoyó las manos en el marco de piedra, y cuando el viento frío rozó su rostro, algo dentro de él se quebró. Necesitaba respirar, necesitaba liberar algo de la presión que sentía en el pecho, como si sus pulmones no pudieran llenarse de aire suficiente. Inhaló profundamente, pero el dolor seguía, agudo y punzante, arrasando con cada intento de calmarse. Las lágrimas amenazaban con salir, pero él las contenía con la fuerza de su voluntad, aferrándose a la esperanza de que, si solo aguantaba un poco más, la tormenta dentro de él podría amainar.

Sin embargo, el dolor era tan real, tan visceral, que sus ojos se humedecieron sin poder evitarlo. Cerró los ojos con fuerza, sintiendo cómo el nudo en su garganta se hacía cada vez más grande, más insoportable. No podía ceder, no allí, no por todo lo que no podía cambiar, tener. Y aunque su corazón gritaba por liberar ese peso, su orgullo le impedía derraparse, aferrándose a la última hilacha de control que le quedaba. Pero, aunque no lo dejara salir, el dolor seguía allí, tan intenso como las sombras que se alargaban por los pasillos.

De repente, sintió una presencia a su lado, una que no necesitaba ver para reconocer. Era una sensación que lo rodeaba, que lo invadía, como un peso familiar que se posaba sobre su pecho. No hacía falta mirar para saber de quién se trataba, y solo ese hecho lo hizo hervir de rabia en un instante, una furia que latía en su pecho con fuerza. Pero cuando la figura se acercó más y lo rodeó con sus brazos, algo dentro de Yoongi se quebró. No quería ceder, no quería sentirse tan... vulnerable. Pero dejó que su cuerpo se hundiera en el abrazo, recargándose contra el otro, permitiendo que el calor ajeno lo envolviera, aunque el odio seguía ardiendo en su interior. Fue entonces cuando las lágrimas, que había estado conteniendo, comenzaron a caer sin poder detenerlas.

—Te dije que te alejaras de mí... —murmuró Yoongi entre sollozos, la voz rota, pero sus dedos seguían aferrándose a la camiseta del otro, como si de alguna manera esa cercanía le ofreciera algo de consuelo. Lo cual, así era.

—Lo sé, pero te dije que no lo haría. —La voz era firme, sin titubear, como si nada en este mundo pudiera hacerle cambiar de idea.

Yoongi apretó los ojos, frustrado, su respiración entrecortada por la mezcla de furia y desesperación.

—No tengo que ser yo. Todavía puedes escapar de esto... —declaró Yoongi en un susurro cargado de desesperación, su orgullo a punto de quebrarse por completo. Pero la frustración seguía presente, y no podía callar ese nudo en su garganta.

—También lo sé, pero no quiero. Te quiero a ti.

Las palabras fueron como un puñal en su pecho. Yoongi apartó la mirada, apretando los dientes para evitar que las lágrimas se desbordaran aún más.

—Eres un maldito idiota... —musitó con rabia, pero, en el fondo, esas palabras eran más para él mismo que para el otro. No podía pedirle que se alejara, no cuando estaba atrapado en la misma situación, sin poder encontrar una salida. No podía resolver sus propios problemas, entonces ¿cómo iba a pedirle a él que lo hiciera? Era tan hipócrita.

—Soy paciente, esperaré.

Yoongi sintió un nudo más profundo en el estómago. Esa paciencia, esa decisión de no irse, lo desgarraba.

—Te odio... Jodidamente te odio, Hoseok. —Las palabras salieron como un suspiro entre dientes, llenas de rabia, pero también de algo más profundo. Un dolor que él mismo no entendía bien, algo que no podía racionalizar, pero que lo consumía.

Hoseok simplemente lo sostuvo más cerca, sin decir nada por un largo momento, antes de susurrar en su oído.

—Sí, repítelo hasta que realmente lo creas.

Tal como les dije, hoy les traigo este capítulo, que más que resolver dudas nos deja con más fgjfjlfd perdónenme la vida.😳 Pero yo necesito saber que les pareció, cuéntenme por favor que piensan que está sucediendo. Es la primera vez que vemos que es lo que está ocurriendo con el JinSu fufufu y hay algo ahí entre el Sope 7u7.

Espero que estén disfrutando de la historia, solo nos restan dos capítulos más para terminar esta primera parte. ¡Qué emoción!🌷

Bueno, ya saben, procuraré volver pronto. Mientras tanto, manténganse sanos. Los adoro mucho, besitoooos.

For you, my greatest motivation. 
Mein mond.
🌙🤍

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