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05. scars


chapter five : daylight
scars

' never shine as bright as your eyes '

Logan estaba nuevamente en la habitación de Miguel. Con el tiempo, aquel espacio había comenzado a sentirse más suyo que del propio Miguel. Estaba recostado despreocupadamente en el sillón, con una pierna colgando sobre el brazo del mueble. Mientras tanto, Miguel miraba su celular, desplazando el dedo por la pantalla sin demasiado interés hasta que un video llamó su atención. Era Hawk, junto con un aluvión de publicaciones que lo etiquetaban como "el nuevo alumno de Cobra Kai". Miguel frunció el ceño y dejó escapar un bufido bajo, lo suficiente para llamar la atención tanto de Logan como de la enfermera que acababa de entrar.

—¿Qué pasa? —preguntó ella, deteniéndose en seco al ver a Logan. Sus labios se torcieron en una mezcla de exasperación y paciencia—. LaRusso, ¿cuántas veces tengo que decirte que no puedes andar paseándote por el hospital?

Logan alzó la cabeza y sonrió como si estuviera a punto de defenderse de un regaño injusto.

—No me paseo por ahí, solo estoy aquí para hacerle compañía a mi amigo —respondió, añadiendo una mirada suplicante que pretendía ser convincente.

La enfermera suspiró, visiblemente cansada, pero sin poder evitar una ligera sonrisa.

—Está bien, pero te quiero de vuelta en tu habitación en menos de una hora. ¿Entendido?

—Hecho —dijo Logan, alzando la mano como si hiciera un juramento solemne.

Miguel observaba la interacción con un leve destello de diversión en los ojos, pero la sonrisa que se formó en sus labios apenas duró un segundo. Su rostro volvió rápidamente a reflejar algo más oscuro, una mezcla de tristeza y miedo. Logan lo notó enseguida.

—Oye, ¿qué pasa? —preguntó, incorporándose un poco, su tono cargado de preocupación.

Miguel evitó su mirada, su voz saliendo en un susurro tembloroso.

—¿Y si no funciona? —dijo, refiriéndose a la operación que le habían prometido—. ¿Y si no vuelvo a caminar?

Logan se quedó en silencio por un momento, el peso de las palabras de su amigo golpeándolo como un martillo. Sabía que Miguel había estado luchando con esos pensamientos desde el accidente, pero escucharlo decirlo en voz alta era diferente. Tragó saliva, esforzándose por mantener su expresión tranquila.

—No pienses así —respondió finalmente, intentando sonar seguro—. Confía en el Dr. Strange, ¿sí? Es el mejor en lo que hace. Te lo digo yo, vamos a volver más fuertes que nunca.

Miguel levantó la vista, buscando algún indicio de certeza en el rostro de Logan. Pero la duda estaba ahí, justo detrás de sus palabras. Logan también lo sabía, y la enfermera, que había permanecido en la puerta, lo percibió.

—Creo que sé lo que puede ayudarlos a ambos a sentirse mejor —interrumpió con amabilidad—. Un buen pedazo de pastel de chocolate. No se muevan, vuelvo en un momento.

Cuando la mujer salió, el silencio llenó la habitación. Logan soltó un largo suspiro y dejó caer la cabeza hacia atrás, mirando el techo.

—Sé que no es fácil —dijo finalmente, su tono más suave—. Pero no estás solo en esto, Miguel. Voy a estar contigo, pase lo que pase.

Miguel asintió débilmente, aferrándose a esas palabras como si fueran un salvavidas. Aunque no lo dijera, el apoyo de Logan era lo único que lo mantenía aferrado a la esperanza, por más frágil que esta fuera.

Jaeho caminaba al lado de Robby, manteniéndose a una distancia corta, como si pudiera protegerlo de algo que él mismo no podía evitar. El chico iba cabizbajo, claramente afectado por el altercado con Johnny. Robby parecía estar luchando con cada paso, como si el peso de su mundo en ruinas lo aplastara. Jaeho lo observaba de reojo, queriendo ofrecerle palabras que no supiera vacías, pero antes de que pudiera encontrar algo qué decir, el sonido de risas burlonas los interrumpió.

Shawn y su grupo de matones aparecieron frente a ellos, bloqueándoles el paso como una pared de pura hostilidad.

—Pero, Robby, eres mi hijo —se mofó Shawn, imitando la voz rasposa de Johnny. Luego cambió a una voz más aguda y exagerada—. Pero te odio, papá. ¿Sabes qué? Tu chica te dejó, tu papá no te quiere, y adivina qué... no tienes a nadie.

Robby se tensó. No dijo nada, pero su mandíbula se apretó, y su mirada reflejaba el dolor que las palabras de Shawn buscaban infligir. Antes de que pudiera reaccionar, Jaeho dio un paso al frente.

—Cierra la boca, Shawn —dijo con un tono bajo y peligroso. Su mirada ardía como un volcán a punto de estallar—. Solo eres un idiota con cerebro de cacahuate. Atacas a Robby porque tu propia vida es una basura, y no sabes cómo lidiar con eso.

El grupo de Shawn se rió, pero él no se dejó intimidar. En lugar de eso, sus labios se curvaron en una sonrisa venenosa.

—Oh, mírenlo. Defendiendo a su novio. Qué conmovedor —de pronto, su expresión se volvió más oscura—. Das asco, maricon.

Jaeho sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. La palabra lo golpeó como un puñetazo directo al pecho, y en un instante, su mente lo traicionó.

Esto es lo que pasa con los maricones como el.

De repente, ya no estaba en ese lugar, ni siquiera junto a Robby. Volvió a aquel día, ese momento que había intentado enterrar pero que nunca lo abandonaba del todo. Se vio a sí mismo, tumbado en el suelo frío, con el rostro lleno de sangre, su respiración entrecortada. La sensación del dolor le ardía en cada fibra, pero no era nada comparado con lo que vio al alzar la vista. Ahí estaba él, Logan, dándole la espalda, alejándose junto con aquellos que lo habían destruido.

El recuerdo lo asfixió. Su corazón latía con fuerza, y sus manos comenzaron a temblar involuntariamente.

—Jaeho. —La voz de Robby lo sacó de su tormento. Había puesto una mano en su hombro, su tono preocupado.

Jaeho parpadeó, intentando recuperar el control de sí mismo, pero su mirada todavía parecía perdida.

—¿Estás bien? —insistió Robby.

Jaeho llevó una mano a su frente, como si intentara borrar el recuerdo de su mente.

—Sí... sí, estoy bien. Solo tuve un mal recuerdo. Nada importante —mintió, su voz apenas un susurro.

Robby lo observó por un momento más, dudando de sus palabras, pero antes de que pudiera decir algo, la figura de un oficial apareció en el lugar.

—Robby Keene —llamó con autoridad.

El chico suspiró pesadamente, sabiendo que no tenía otra opción. Miró a Jaeho con algo que parecía una disculpa en los ojos.

—Tengo una visita —murmuró antes de seguir al oficial.

Jaeho se quedó solo, observando cómo Robby se alejaba. Su mirada volvió a endurecerse, pero no por el grupo de Shawn que ahora se dispersaba. La furia, el dolor y la vergüenza lo consumían desde dentro, como un fuego que nunca lograba extinguir.

Logan estaba recostado en su cama de hospital, la habitación impregnada de ese olor estéril que ya no podía soportar. Había perdido la cuenta de los días que llevaba ahí, atrapado entre cuatro paredes y sus propios pensamientos. Mientras otros, como Miguel, ya habían salido para continuar con sus vidas, él seguía detenido, obligado a enfrentar una recuperación que parecía interminable. Le habían retirado los yesos hacía poco, pero la sensación de libertad que esperaba no había llegado. Sus manos, ahora expuestas, eran desconocidas para él.

Intentó cerrar los dedos lentamente, concentrándose en cada movimiento. El dolor era punzante, como un recordatorio constante de lo frágil que era ahora. Apenas podía alzar los brazos, y esa impotencia lo desgastaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Sentía como si hubiera vuelto a ser un bebé, incapaz de realizar los movimientos más simples. Pero rendirse no era una opción. El karate era su vida, su refugio, la única cosa que lo hacía sentirse completo. No podía imaginarse un futuro sin volver al dojo, sin recuperar la fuerza que el accidente le había arrebatado.

Al bajar la mirada hacia sus manos, algo más llamó su atención: las cicatrices en sus muñecas. No tenían nada que ver con la caída. Esas marcas eran parte de un pasado más oscuro, un recordatorio de las noches en las que había luchado contra demonios que nadie más podía ver. Soltó un suspiro, pasando los dedos con suavidad por las líneas irregulares. Había aprendido a ocultarlas, incluso a sí mismo, pero ahí estaban, siempre presentes, como una sombra que nunca lo abandonaba.

El sonido de la puerta abriéndose suavemente lo sacó de sus pensamientos. Giró la cabeza y una sonrisa se dibujó en su rostro al verla: Tory. Su sola presencia iluminaba la habitación, como si con ella llegara un soplo de aire fresco que le hacía olvidar por un momento dónde estaba. Pero al mismo tiempo, algo en su pecho se tensó. Siempre se tensaba cuando ella estaba cerca y sus brazos quedaban expuestos. Desde que estaban juntos, había sido cuidadoso, asegurándose de que nunca viera las cicatrices. No porque no confiara en ella, sino porque temía lo que pudiera pensar, lo que pudiera sentir si supiera lo que había hecho.

Tory entró con esa energía segura que siempre lo dejaba sin palabras, llevando consigo una calidez que parecía derretir las paredes frías del hospital. Dejó su bolso en una silla y se acercó, sus ojos recorriendo rápidamente su rostro antes de posar su atención en sus manos desnudas. Logan vio cómo su expresión cambiaba por un instante, apenas perceptible, pero suficiente para que su pecho se apretara.

—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó ella, sentándose en el borde de la cama.

—Mejor... supongo —respondió él con una sonrisa forzada, levantando una mano para intentar mostrárselo—. Aunque "mejor" es relativo cuando apenas puedes mover los dedos.

Tory tomó su mano con delicadeza, observándola de cerca. Sus dedos rozaron las cicatrices casi sin querer, y Logan sintió cómo su respiración se detenía por un momento. No dijo nada, pero sus ojos lo miraron con una mezcla de ternura y preocupación que hizo que él quisiera apartarse, esconderse, pero no lo hizo.

—Logan... —murmuró, su voz suave, sin rastro de juicio—. Estas cicatrices...

Él apartó la mirada, incapaz de sostener su intensidad.

—No tienen nada que ver con el accidente —dijo finalmente, su voz apenas un susurro. No iba a mentirle, pero tampoco podía explicarlo en ese momento. Simplemente no tenía las palabras.

Tory asintió lentamente, entendiendo que no era algo que él estuviera listo para compartir. Sin presionarlo, deslizó los dedos por encima de las cicatrices, acariciándolas con una suavidad que casi le dolía.

—Está bien —dijo ella, inclinándose hacia él—. No tienes que contarme si no quieres. Pero quiero que sepas que estoy aquí, ¿de acuerdo? Siempre.

Logan levantó la vista hacia ella, sus ojos encontrándose con los de Tory. En ese momento, algo en su interior pareció relajarse, como si su carga se aligerara un poco. Ella no lo juzgaba, no lo miraba con lástima, solo con ese afecto incondicional que a veces no sentía que mereciera.

—Gracias —murmuró, apretando su mano con la poca fuerza que tenía.

Tory sonrió y se inclinó hacia él, sus labios encontrándose en un beso que comenzó suave, pero pronto se volvió más intenso. Logan la dejó tomar el control, entregándose a la calidez que ella traía consigo. Por un momento, el dolor, las preocupaciones, todo desapareció. Sólo existían ellos dos, en ese pequeño refugio que habían creado juntos.

El beso subió de intensidad, sus labios moviéndose con más urgencia. Logan intentó rodearla con un brazo, pero el dolor lo detuvo, provocando una pequeña risa de Tory contra sus labios.

—Cuidado, karateka —bromeó ella, rozando su nariz con la de él—. No quiero que te lastimes más.

—No me importa si es por ti —murmuró él contra sus labios, su voz ronca.

Pero justo cuando el momento parecía volverse aún más íntimo, el teléfono de Tory vibró. Ella se apartó a regañadientes, sacando el móvil de su bolsillo. Logan notó cómo su expresión cambiaba al leer el mensaje, pasando de la calidez a algo más frío, más serio.

—¿Qué pasa? —preguntó, notando la tensión en sus ojos.

Tory guardó el teléfono rápidamente, dándole un último beso, breve pero cargado de algo que él no pudo identificar del todo.

—Tengo que irme —dijo, poniéndose de pie.

—¿A dónde? —insistió Logan, su preocupación evidente.

—Nada importante —respondió ella, forzando una sonrisa—. Prometo que nos vemos mañana, ¿vale?

Antes de que él pudiera decir algo más, Tory ya había salido de la habitación, dejando a Logan solo con sus pensamientos. Miró la puerta cerrarse, una sensación de inquietud asentándose en su pecho. Había algo en la forma en que ella se había ido, en esa sonrisa que no llegó a sus ojos, que le decía que algo no estaba bien. Pero por ahora, no podía hacer nada más que esperar.




















disfruten la amistad de logan y miguel, que lo que sigue son puros putazos.

bueno, ¿opiniones sobre el recuerdo de jaeho?

y tengo una idea rondando por ahí. quiero ver si la final del all valley se disputa entre hawk y logan, como mostrando que su amistad oficialmente está perdida. o entre logan y robby, ya que en ese arco tendrán una fuerte rivalidad. el problema es que son del mismo dojo, entonces una opción es que robby resulte herido, y logan lo suplente, intensificando su rivalidad.

otra idea es que quiero volver a logan adicto a la tinta (que se tatúe), ¿que opinan?

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