━━ 𝟏𝟎: la propuesta
𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐈𝐄𝐙
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𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐍𝐎 𝐓𝐄𝐍Í𝐀 𝐏𝐋𝐀𝐍𝐄𝐀𝐃𝐎 𝐈𝐑. Bueno, no del todo.
Morana resopló mientras miraba hacia el techo de su habitación. Su plan era ir a dormir, dejar que Nikolai se arrastrara en su habitación, dejar que lo que sea que tuvieran se quedara en el mar. Pero el sueño la eludía y solo podía pensar en la imagen de él. Nikolai de rodillas ante ella, gimiendo con su toque porque ella lo afectaba tanto como él a ella.
Pero Nikolai quería hablar. Y Morana no estaba segura de si estaba lista para ese torbellino. Él descubriría quién era su padre, eso era obvio. Tendría que explicar acerca de su madre. Toda su vida, porque... ella no podía mentirle. No más. Y si él quería echarla después de enterarse de los monstruos que se cernían sobre ella, pues que así fuera.
Pero no iba a entregar explicaciones libremente. No le debía ninguna, y tampoco quería dársela. Pertenecían al Mar Verdadero y allí era donde ambos debían quedarse, no había nada para ellos en Ravka.
Apretando los dientes, Morana se levantó de la cama, agarró su bata del perchero y la colocó sobre la bata de noche que le habían dado para dormir. Luego se puso las zapatillas y se aventuró por los pasillos de la Rueda Giratoria hasta llegar a su puerta.
Debería irme a dormir, él entenderá el mensaje; pensó para sí misma, pero aun así levantó la mano y tocó la puerta.
Segundos después, escuchó pasos en el otro lado y Nikolai abrió la puerta, vestido con pantalones de dormir y una camiseta blanca, con una sonrisa estúpida en su rostro.
─ Pensé que no vendrías ─dijo Nikolai, su voz sonando tanto burlona como aliviada.
─ Pensé en ello.
─ Vamos, entra, Mora ─dijo Nikolai con una sonrisa.
Morana no se movió. Sus pies permanecieron en su lugar y negó con la cabeza.
─ No me quedaré.
─ ¿Qué? ─su rostro se contrajo, frunciendo el ceño.
─ Solo estoy aquí para poner fin a lo que sea esto ─dijo ella, señalando entre los dos.
La mandíbula de Nikolai se tensó.
─ ¿Poner fin?
─ ¿De repente también eres un loro? ─preguntó Morana─. Pensé que Príncipe y corsario ya eran suficientes títulos.
─ Necesitamos hablar ─respondió Nikolai, sin molestarse en contestar a su comentario─. Por eso estás aquí.
─ Estoy aquí para asegurarme de que sepas que me iré en el momento en el que Mal y yo rompamos el vínculo...
─ Morana, no puedes irte de Ravka. Tu padre todavía está...
Morana empujó su pecho, haciendo que él se tropezara y se tambaleara hacia dentro de la habitación, luego entró y cerró la puerta detrás de ella, mirándolo con furia.
─ No sabes nada, Nikolai. Mantén la boca cerrada o alguien te oirá.
Su mandíbula se tensó y sus ojos se oscurecieron, mirándola con furia.
─ Sé lo suficiente. Y no solo tienes que preocuparte por el vínculo con Mal.
─ Me las he estado arreglando bien hasta ahora.
─ ¡Lloraste sangre, Mora! Si crees que eso está bien, ¡entonces estás jodidamente loca!
─ ¡No estoy loca! No voy a volver al norte. Pero volveré al mar...
─ ¿Y qué harás allí? ─Nikolai estalló, acercándose a ella. Morana mantuvo su posición, mirándolo de forma desafiante─. ¿Vivir entre piratas? ¿Saltar de barco en barco sin tener un hogar?
Morana resopló.
─ He vivido así durante años, Su Alteza, puedo arreglármelas.
─ Sobrevivir. No estabas viviendo.
─ Sí, lo estaba ─gruñó Morana, empujando su pecho, pero Nikolai agarró su muñeca y la acercó bruscamente─. Tengo poder en el mar, no soy insignificante. Mi vida estaba bien, especialmente cuando solo eras Sturmhond.
Nikolai se sobresaltó por sus palabras, y Morana las lamentó al instante, aunque no estaba dispuesta a ceder, no cuando él estaba obteniendo lo que pedía. La plaga. El monstruo. La mujer venenosa que lo destruiría. Y una vez que él la viera, a la verdadera ella, la echaría y Morana no tendría ni un solo arrepentimiento en su vida.
─ Al menos estamos de acuerdo en algo ─dijo Nikolai, su mirada era firme─. Tu vida estaba bien.
─ ¿Qué...? ─las palabras de Morana se quedaron atrapadas en su garganta mientras él se acercaba, haciendo que la espalda de ella chocara contra la puerta. Él soltó su muñeca y la acorraló contra la pared con sus brazos. La mandíbula de Morana se tensó y sintió la urgencia de lanzarle algo: una silla o ella misma, aún no se había decidido.
Él chasqueó la lengua mientras la miraba, una sonrisa burlona apareció en su rostro.
─ Muy bien. Qué manera tan estupenda de vivir. Qué manera tan estupenda de llevar una vida segura sin ninguna emoción.
─ La vida en el mar nunca carece de emoción ─argumentó Morana, y él alzó una ceja de manera desafiante.
Él sonrió con suficiencia mientras dejaba caer la cabeza, quedando justo al lado de su oreja.
─ La vida en el mar nunca podría hacer que tu piel se encendiera ─dijo, rozando sus labios en su mandíbula─. La vida en el mar te aburrirá, cariño. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que te canses del Espejismo Carmesí, de tener que lidiar con piratas sucios que tiemblan ante tu paso en lugar de adorarlo?
─ Me gusta que me teman.
Pero a ella no le gustaba. El miedo que los piratas sembraban hacia ella, la bruja del mar, le recordaba todo lo que su madre decía y lo acertado que era. Una pequeña y hermosa monstruosidad. Una abominación.
─ Mentirosa ─gruñó Nikolai contra su cuello antes de besar el hueco de su garganta, haciendo que la cabeza de Morana se apoyara contra la puerta, soltando un suspiro de sus labios─. No tienes idea de qué tipo de vida podrías tener si permitieras que alguien se te acerque...
Sí, ella lo sabía. Tendría a alguien más muriendo a sus manos. Como su madre lo hizo. Tendría a alguien viendo sus demonios y sus ojos se abrirían de par en par antes de que los matara. Dejar que alguien se acerque era como entregar las riendas de su vida a alguien que fácilmente podría desecharla. Las manos de Nikolai encontraron el camino debajo de su bata y llegaron a su cintura, acercándola más a él.
─ Un mar de ron no me embriagaría tanto como tú ─murmuró contra su garganta, sus dientes rozando su mandíbula─. Estás huyendo de una vida llena de alegría, emoción, caos y amor, solo porque tienes miedo.
La mandíbula de Morana se apretó y agarró el rostro de él con una mano, obligándolo a mirarla nuevamente mientras lo observaba fríamente.
─ No tengo miedo, Su Alteza.
Estaba aterrorizada. Con eso, lo apartó de un empujón en la cara y se alejó aún más de él, mientras Nikolai gruñía de frustración.
─ ¿¡Por qué estás huyendo?! ─dijo él, lanzando su mano al aire.
─ ¡Porque no tengo un lugar aquí! ─dijo Morana, pasando una mano por su cabello mientras fruncía los labios─. No soy nada aquí. Y lo peor es que si alguien descubre quién es mi padre, pasaré de ser nada a ser una traidora en un instante. ¿Es eso lo que quieres? ─preguntó Morana─. ¿Ver mi sangre derramada en tu país porque no puedes dejar de aferrarte a la idea que tienes de mí?
─ La única forma en la que alguien derramaría tu sangre es si yo estoy muerto ─dijo Nikolai, con los puños apretados a su lado─. Y ya dejé ir la idea que tengo de ti, Mora.
─ Bien ─respondió Morana fríamente y Nikolai negó con la cabeza.
─ Creo que me malentendiste, cariño ─dijo─. Dejé ir la idea. Ahora eres una realidad. Y nunca dejaré que eso se vaya.
─ Ni siquiera me conoces ─Morana soltó una risa amarga─. Si me conocieras, no estarías aquí parado. No te arrodillarías ante mí. No por mí.
─ Pruébame ─replicó Nikolai con vehemencia.
Elevando una ceja hacia él, Morana trató de mantener a raya las emociones que bullían dentro de ella, no iba a mostrar lo aterrorizada que estaba por todo esto. La imagen del rostro pálido de su madre, lleno de manchas por la viruela, se le apareció a través de sus vacíos ojos azules mientras exhalaba su último aliento. Fuiste mi mayor arrepentimiento, había dicho mientras su mano caía sin vida en la de Morana. Arrepentimiento, lo último que uno debería esperar como consecuencia de una gran decisión.
Nikolai se arrepentiría de ella. ¿Cómo no podría hacerlo? Él era un Príncipe y ella era un monstruo. Incluso si él no lo pensaba así en ese momento, ella se convertiría en su carga, alguien de quien se arrepentiría, alguien de quien se resentiría, al igual que había ocurrido con su madre.
Él la miraba expectante, esperando una respuesta. Morana negó con la cabeza.
─ Solo déjame ir, Nikolai. Estoy cansada.
─ No.
─ ¿No?
─ No te dejaré ir hasta que te demuestre que puedo encender fuegos con lo que siento por ti ─dijo sinceramente, acercándose a ella─. Demostraré que nunca suplicaría por nadie más que por ti. Demostraré que puedo lidiar con los demonios de los que tienes tanto miedo de mostrarme. Que eres la única persona con la que no tengo miedo de ser yo mismo.
Morana frunció los labios, las palabras de él revoloteaban en su mente como un soplo de aire fresco, y casi le creyó. Sacudiendo la cabeza, intentó pasar junto a él. Sentía como sus ojos se humedecían y se odiaba a sí misma por siquiera pensar en llorar cuando no tenía absolutamente ninguna razón para hacerlo.
─ Oh, no, no te dejaré ir ─la mano de Nikolai se extendió hacia ella más rápido de lo que pudo alejarse. Morana fue arrastrada a su pecho─. No puedes irte, Morana... apenas hemos comenzado a hablar.
─ Ya hemos hablado lo suficiente ─dijo Morana con brusquedad, intentando apartarse de nuevo, pero él no se movió─. Ya tienes tus respuestas, Nikolai. Tienes la confirmación sobre mi padre. Ahora, déjame ir...
Nikolai agarró su barbilla con su mano y la obligó a mirarlo, a través de ojos bordeados de lágrimas. Ella no quería llorar, pero una lágrima se escapó de todos modos.
─ No llores, Morana... ─la voz de su madre resonó en su cabeza─. O te daré un motivo por el que llorar. Tú misma te has buscado esto.
Pero Nikolai no se burló de ella. No la miró con lástima ni disgusto en sus ojos. No dijo nada, simplemente se inclinó hacia su rostro y besó la lágrima.
El corazón de Morana amenazaba con salir volando de su pecho mientras lo miraba, con los labios entreabiertos. Nikolai sonrió suavemente mientras apartaba su cabello detrás de su oreja y susurraba.
─ Confía en mí, Mora, permíteme ser aquel a quién le permitas ver tu luz.
Su luz. ¿Qué luz? ¿Aquella que nunca llegó? Aquella que se asomaba como si el amanecer estuviera por llegar, pero en lugar de que el sol se elevara, ella solo se sumergía en más oscuridad. No tenía ninguna luz que mostrarle, y sin embargo, lo dejó guiarla hasta su cama, donde él se sentó y la hizo pararse entre sus piernas, mirándola desde abajo.
─ Por favor, Mora. No huyas.
Los ojos de Morana se cerraron suavemente mientras sentía la mano de Nikolai recorrer la longitud de su espalda, un gesto reconfortante que le decía que él estaba realmente allí, esperando a que ella hablara. Mantuvo los ojos cerrados, incapaz de mirarlo si iba a hablar, y Nikolai la abrazó, rodeando su cintura con los brazos y apoyando la cabeza en su pecho, como si supiera que ella podría intentar huir en cualquier momento.
─ Yelena Zoreslava era una Tidemaker en el Pequeño Palacio ─habló en voz baja─. Una de las mejores. Aparentemente, al General le gustaba una mujer poderosa que se dedicara a él... y mi madre quedó embarazada. No me contó los detalles, pero sé que alguien llamado Baghra le contó todo sobre el General Kirigan siendo el Hereje Negro, sobre la creación de la Sombra, y le instó a huir porque él solo usaría al bebé para su propio beneficio...
Morana respiró profundamente, dejando que sus dedos se enredaran en su sedoso cabello. Nikolai murmuró en satisfacción.
─ Eso fue cuando ella aún... aún amaba la idea sobre mí.
─ Mora...
─ Ella huyó del país, escapó del Oscuro ─interrumpió Morana antes de que él pudiera decir algo─. Consiguió trabajo como bibliotecaria en el Distrito Universitario de Ketterdam y esperó allí durante su embarazo. Es fácil desaparecer en el Barril.
─ Lo sé ─murmuró Nikolai, y Morana estaba segura de que estaba pensando en su hermana, la Susurradora.
─ Pero luego me tuvo a mí. Y comenzó a debilitarse. Lo que sea que hay dentro de mí es veneno, Nikolai... Mata a la gente y yo...
─ No eres veneno ─la interrumpió Nikolai. Morana lo miró. El brazo de Nikolai se desenredó de su cintura y subió hasta su torso. Morana se apoyó en su caricia─. Y si lo fueras, Mora... Si fueras el veneno más mortal del mundo, moriría solo por probar el sabor de tus labios ─susurró la última parte, y a Morana le costaba respirar.
─ Demuéstralo ─susurró ella.
Los labios de Nikolai se curvaron en una sonrisa deslumbrante y dejó que su mano acariciara sus brazos desnudos, haciendo que su bata se cayera al suelo mientras se ponía de pie, dominando sobre ella. Luego, sin previo aviso, la atrajo más cerca sujetándola por el cuello y estrelló sus labios contra los suyos, saboreando el veneno que ella era como un hombre dispuesto a morir.
Él se apartó y sus ojos se abrieron ligeramente. Él sonrió.
─ Sigo vivo, creo que eso es una buena señal.
─ Creo que deberías probar de nuevo ─argumentó Morana─. Solo para estar seguros.
─ Empiezo a pensar que quieres matarme, Mora.
─ Solo un poco ─ella se acercó a su rostro, dejando que su pulgar rozara su labio inferior y Nikolai besó su dedo─. Un secreto por un secreto, Nikolai. Ahora te toca a ti.
Él asintió, pero no se alejó de lo cerca que estaban, en cambio, se inclinó hacia su cuello, besándolo suavemente, algo que aparentemente le encantaba hacer, y Morana se preguntó cuánto deseaba realmente explorar más allá de su escote.
Él habló contra su piel.
─ Soy un bastardo, Mora. El Lantsov de repuesto. El único con una cabeza sensata sobre sus hombros y estoy bastante seguro de que es porque no compartimos sangre.
Morana cerró los ojos mientras sentía sus labios descender hacia su hombro y su clavícula.
─ La palabra "bastardo" es algo curiosa ─murmuró─. Implica que lo más atroz que has hecho es existir.
Ese fue el momento en el que Morana se dio cuenta de algo que debería haber comprendido hace mucho tiempo. Ambos tenían mucho en común. Mucho miedo de ser ellos mismos, porque ¿quién los querría? ¿A un bastardo y a un monstruo? Esa era la razón por la que habían caído en una buena rutina como Sturmhond y el Espejismo Carmesí. Ambos eran versiones de sí mismos que no eran verdaderas, pero en su esencia, eran todo lo que deseaban ser realmente.
─ ¿Tienes miedo? ─preguntó Morana, y él se apartó de ella para mirarla a los ojos─. ¿Tienes miedo de ser tú mismo?
─ Estoy aterrorizado ─susurró Nikolai─. ¿Y tú?
─ Estoy aterrorizada ─repitió Morana, admitiendo lo mismo que había estado rechazando solo unos momentos atrás.
Nikolai asintió, y luego una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.
─ Creo que deberíamos estar aterrados juntos.
─ Te arrepentirás ─confesó Morana, su voz en apenas un susurro, y Nikolai rio. Rio. Una risa dulce y melodiosa, llena de incredulidad.
─ Nunca me arrepentiría de nada cuando se trata de ti ─dijo─, excepto dejarte ir.
─ Entonces no lo hagas. No me dejes ir.
Y él no lo hizo. Morana suspiró en su boca mientras él la acercaba para otro beso, y Nikolai sonrió, lo que hizo que ella lo empujara en el pecho. Pero él agarró sus manos, entrelazando sus dedos, mientras reclamaba sus labios nuevamente. La besó como un hombre que había estado sediento durante años, y Morana le correspondió, igualando su hambre con la suya.
Ella se dejó llevar por el momento y olvidó la conversación temible, olvidó la lágrima que escapó de su ojo. Porque de dulce y tierno, su beso se había encendido en algo más. Deseo. Pasión. ¿Amor?
Las manos de Morana encontraron el borde de la camisa de Nikolai y sus dedos se deslizaron debajo de la tela, tratando de memorizar cada músculo y cada cicatriz. Nikolai soltó una risa contra sus labios.
─ Manos ladronas ─murmuró mientras la giraba, haciendo que ella se quedara sin aliento al caer sobre su colchón, y Nikolai se colocó sobre ella con una sonrisa en el rostro─. ¿Estás intentando robar mi corazón?
─ Solo estaba tratando de quitarte la camiseta ─respondió Morana con una sonrisa socarrona, ignorando la insinuación en sus palabras.
─ ¿Vas a suplicar por ello?
Morana se levantó, apoyándose en los codos y besó su cuello, siguiendo el camino hasta su oído. Mordisqueó su lóbulo entre sus dientes antes de susurrarle al oído.
─ Cariño, yo no suplico. Hago trueques.
─ ¿Trueques? ─replicó Nikolai con una sonrisa socarrona─. ¿Qué me ofrecerás a cambio de mi camiseta, entonces?
─ ¿Un beso?
Nikolai se inclinó hacia abajo y presionó sus labios contra los suyos.
─ Debes tener una mejor oferta.
Fingiendo pensar, Morana agarró los lados de su rostro y lo acercó, asegurándose de dejarlo suplicando por más mientras lo besaba sin sentido. Besar a Nikolai se sentía como si el sol se elevara después del amanecer, como si la noche fuera olvidada. Besarlo era como girar hacia el sol y saber que todas las sombras se quedaban atrás. Cuando se separaron, jadeando, sus respiraciones se mezclaron en la habitación caliente, y Nikolai asintió.
─ Me gusta esta oferta ─dijo él─. Sin embargo, tengo una reclamación. No me gustó mucho la parte donde terminó.
Morana rodó los ojos y Nikolai sonrió antes de quitarse la camiseta y dejar su torso expuesto para que ella lo viera. Ya lo había visto sin camisa varias veces y cada vez su respiración se entrecortaba. Dejó que sus dedos trazaran su piel cálida, sintiendo cómo su corazón latía salvajemente contra su mano.
─ Estás mirando fijamente.
─ Estoy evaluando ─corrigió Morana, mirándolo con una sonrisa pícara─. Mi parte del trato fue mucho más atractiva. Creo que los pantalones también deberían desaparecer.
Una risa escapó de sus labios y él chasqueó la lengua.
─ Qué cosa tan vulgar para decir, Mora.
Ella señaló hacia sí misma con una sonrisa.
─ Pirata.
─ Pirata, Espejismo Carmesí, asesina de Volcra, mi sirena del Mar Verdadero ─dijo cada nombre seguido de un beso en su cuello─. Perfecta.
─ Nikolai ─lo advirtió Morana.
─ Eres perfecta ─dijo él─. Mi veneno elegido.
─ Nikolai...
Morana dejó de hablar cuando sonó un golpe en la puerta. Frunció el ceño al mirar a Nikolai, quién estaba confundido mirando hacia la puerta. Él volvió a mirarla y le dio un beso en los labios antes de levantarse.
─ Vuelvo enseguida, cariño.
Sonriendo para sí misma, Morana se deshizo en la cama, jugando con los cordones de su camisón mientras escuchaba los pasos de Nikolai por la habitación. Escuchó la puerta abrirse.
Después de unos momentos de silencio, la persona al otro lado habló.
─ He tomado mi decisión.
¿Alina?
Nikolai maldijo entre dientes y Morana se incorporó apoyándose en los codos, asomándose por la cortina del dosel de la cama que estaba parcialmente cerrada y vio cómo los hombros desnudos de Nikolai se tensaban y los músculos de su espalda se contraían. Frunció el ceño.
─ Alina, este no es un buen momento...
─ Lo sé, es bastante tarde, pero tenía que decírtelo ─dijo Alina sonando ligeramente apologética─. La acepto. Tu propuesta.
Las cejas de Morana se alzaron hasta su línea capilar y se sentó en la cama, viendo a Nikolai apoyar la cabeza contra la puerta mientras su brazo descansaba sobre ella. ¿Propuesta?
─ Bien, ¿eso es todo? ─preguntó Nikolai, aunque su voz sonaba tensa.
─ Sí, eso es todo. Buenas noches ─dijo Alina antes de irse.
Morana soltó una risa incrédula mientras se ponía de pie, y Nikolai se volteó para mirarla con una disculpa lista para salir de los labios que acababan de besarla, diciéndole que no la dejaría ir. Pero, ¿de qué servía una pirata, un don nadie, cuando podía tener a una Santa viva como esposa?
─ Mora...
─ No te molestes ─Morana lo interrumpió, agarrando su bata del suelo y pasando junto a él, solo para sentir que él le sujetaba la muñeca. Morana se soltó de su agarre y le lanzó una mirada por encima del hombro. Con la mandíbula apretada y el corazón magullado, inclinó la cabeza─. Moi tsarevich.
No se molestó en sentir nada mientras veía a Nikolai retroceder ante sus palabras como lo había hecho antes ese día, no se molestó en escuchar lo que decía y simplemente salió por la puerta.
Las mentiras solo te alcanzan si se lo permites, resonó la voz de su madre en su cabeza, corre más rápido.
Pero no había corrido lo suficientemente rápido, y se había estado mintiendo a sí misma pensando en lo imposible, que Nikolai podría quererla, que podría quedarse de verdad. Y esa mentira la había alcanzado, y Morana se negaba a llorar por eso. Tal vez su mente se había adelantado, tal vez él tenía una maravillosa explicación que disipaba sus preocupaciones antes de besarlas por completo. Pero en ese momento, no estaba en el estado mental adecuado para disculpas.
Ella se dirigió de regreso a su habitación y frunció el ceño mientras se acercaba a la puerta.
─ ¿Alina?
La chica dio un salto en su lugar al ver a Morana parada en el pasillo, colocando una mano sobre su corazón.
─ ¡Santos! Pensé que estabas adentro, justo iba a llamar a la puerta.
─ ¿Qué quieres? ─preguntó Morana intentando mantener la actitud fuera de su tono, pero Alina no se lo creyó. Vio como su bata colgaba de su brazo, cómo sus labios probablemente estaban teñidos de rosa y su cabello estaba despeinado.
Alina soltó un jadeo.
─ Tú estabas allí... Morana, te lo juro...
─ Vamos a dentro, Alina ─Morana la interrumpió, abriendo la puerta de su habitación y dejando pasar a Alina antes de cerrar la puerta detrás de ella.
Alina suspiró, sentándose al borde de la cama.
─ No significa nada más que una alianza política, Mora, lo sabes. Por eso acepté. Sabes lo que siento respecto a Mal.
Morana reflexionó sobre sus palabras y se dio cuenta de algo, frunciendo ligeramente el ceño mientras hablaba.
─ Crees que Nikolai me lo dijo.
La cabeza de Alina giró hacia ella.
─ Él dijo que lo haría.
─ Bueno, pues no lo hizo.
Alina gimió, dejándose caer de espaldas en la cama.
─ Es un idiota. Por favor, no te enfades conmigo, sé lo que él significa para ti...
─ No estoy enfadada ─dijo Morana.
Alina había ido directamente a su habitación para decirle que había aceptado la propuesta sin siquiera necesitarlo. Porque, ¿qué autoridad tenía Morana sobre Nikolai que hiciera que la Invocadora del Sol creyera que debía advertirle?
─ Pareces enfadada, Mora ─refutó Alina, y Morana se dio cuenta de que tenía los puños apretados.
Ella tomó una respiración profunda y relajó las manos.
─ No estoy enfadada contigo. Estoy enfadada con Nikolai.
─ ¿No es una reacción natural a su presencia?
─ Sin duda lo es ahora ─Morana soltó una risa y sintió el impulso de confiar en Alina, de encontrar una amiga en la Invocadora del Sol, que se aseguró de que estuviera al tanto de la situación en el momento en que sucedió─. El bastardo me besó y luego le pareció bien que tu aceptaras su propuesta secreta.
Alina gimió, enterrando su cabeza entre las manos.
─ Idiota.
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