𝘋𝘢𝘺 6: 𝘝𝘢𝘮𝘱𝘪𝘳𝘰𝘴
Temática: Vampiros
Palabras: 15200
Advertencias: Vampiros, hombres lobo, heridas, insultos
Sinopsis: Takemichi encuentra a medio morir a un hombre lobo, pero sin saber como termina ayudándolo.
"Morir era inevitable, sin embargo, fuiste mi último aliento antes de que me diera cuenta que ya era tuyo."
Takemichi caminaba en silencio por el bosque oscuro, sus sentidos de vampiro agudizados con cada paso. El aire frío de la noche le acariciaba la piel pálida, y la luna, alta en el cielo, proyectaba sombras fantasmales sobre los árboles retorcidos. Su cabello blanco caía suavemente sobre sus hombros, capturando los destellos plateados de la luz lunar, haciéndolo parecer una figura etérea en medio de la oscuridad. Había algo en la serenidad de la noche que siempre lo tranquilizaba, pero también lo hacía sentir vulnerable, recordándole que, a pesar de los siglos que había vivido, la eternidad no garantizaba la seguridad.
El bosque estaba vivo, pero en silencio. Las criaturas nocturnas, aunque cercanas, se mantenían lejos de su presencia, como si reconocieran el peligro inherente que un vampiro representaba. Takemichi avanzaba con la gracia natural de su especie, cada uno de sus movimientos fluido y preciso, apenas provocando un susurro en las hojas secas que crujían bajo sus pies. A lo lejos, el sonido tenue del viento acariciaba las copas de los árboles, pero debajo de esa serenidad latía una tensión constante, un recordatorio de que la paz era una ilusión frágil.
A lo largo de los siglos, Takemichi había aprendido a valorar la quietud de la caza. El acto de acechar, de moverse sigilosamente en la oscuridad, le ofrecía una especie de consuelo. En esos momentos, podía desconectarse del peso del tiempo, de la melancolía que acompañaba la inmortalidad, y centrarse únicamente en el aquí y ahora. Pero esa tranquilidad siempre venía acompañada por un recordatorio inquietante: su vida, y la de su familia, era más frágil de lo que su inmortalidad hacía parecer. Ellos, como todos los vampiros, vivían bajo la constante amenaza de los hombres lobo.
La relación entre vampiros y hombres lobo era antigua, marcada por una enemistad visceral que había perdurado durante siglos. Cada encuentro con esas bestias salvajes podía significar la muerte para su especie, y aunque Takemichi no era alguien que disfrutara de la violencia, sabía que, en ocasiones, era inevitable. Había presenciado demasiadas batallas, visto demasiados rostros queridos caer bajo las garras de los hombres lobo, y, aun así, el ciclo continuaba, inquebrantable.
Hanagaki pertenecía a una familia peculiar dentro del vasto mundo de los vampiros. Junto a él vivían Inui, Chifuyu, Izana, Kakucho y Sanzu. Todos ellos compartían no solo la inmortalidad, sino también una peculiaridad física que los distinguía del resto de su especie: cada uno de ellos tenía el cabello de un blanco puro o un rubio tan claro que, bajo la luz de la luna, parecía plateado. Esa característica única, que inicialmente había sido una simple coincidencia, se había convertido en el sello distintivo de su linaje.
Inui, el más serio del grupo, siempre era el líder en las expediciones cuando se trataba de defender su territorio. Aunque de pocas palabras, su mente era afilada, y su lealtad hacia su familia era inquebrantable. Él siempre había confiado en él para tomar decisiones cuando los enfrentamientos con los hombres lobo se volvían inevitables. A su lado, Chifuyu, con su carácter leal y protector, actuaba como un hermano mayor para todos ellos. Era él quien siempre los mantenía unidos, recordándoles que, aunque los desafíos fueran grandes, siempre se tenían unos a otros.
Izana, el más enigmático, solía mantener sus pensamientos para sí mismo, pero su inteligencia y capacidad para anticiparse a los movimientos de sus enemigos lo convertían en una figura clave dentro de su familia. A su lado, Kakucho, su fiel compañero, era una fuerza imparable, tanto en combate como en estrategia. Sanzu, por otro lado, era impredecible. Aunque su lealtad a la familia era incuestionable, su naturaleza volátil y su gusto por el caos lo convertían en un elemento tan peligroso como confiable.
Juntos, estos vampiros habían sobrevivido a incontables peligros, enfrentando amenazas que muchos otros de su especie no habían logrado superar. Pero a pesar de todo, siempre había una constante en sus vidas: los hombres lobo. Esas criaturas, poderosas y salvajes, eran su mayor amenaza. No importaba cuántos siglos pasaran, la rivalidad entre vampiros y hombres lobo seguía tan intensa como en el primer día.
Cada año, los vampiros de diferentes regiones se reunían para discutir cómo enfrentarse a la amenaza creciente de los hombres lobo. Estas reuniones eran tensas, marcadas por el miedo y la desconfianza. Las bestias estaban organizándose, cazando a los vampiros con una ferocidad que no se había visto en siglos. Muchos de los suyos habían caído en las manos de esos monstruos, y la preocupación aumentaba entre las familias vampíricas.
La situación había empeorado tanto que, en los últimos años, la mayoría de los clanes de vampiros había decidido no abandonar sus territorios por miedo a emboscadas. Takemichi y su familia no eran la excepción. Su hogar, aislado y protegido por el denso bosque, era su santuario, pero también su prisión. La caza nocturna, como la que estaba realizando ahora, se había vuelto una necesidad peligrosa. Salir de su territorio significaba arriesgarse a encontrarse con los hombres lobo, algo que, tarde o temprano, parecía inevitable.
Avanzaba más profundo en el bosque, sus sentidos completamente alerta. Aunque había vivido siglos y había desarrollado una calma casi sobrenatural, no podía evitar sentir la tensión que flotaba en el aire. Siempre estaba esperando ese momento en el que las sombras se alargarían y las bestias saldrían a cazarlos. Pero, al mismo tiempo, sabía que no podían vivir escondidos. Para los vampiros, el equilibrio entre la caza y la supervivencia era una línea delgada que debían caminar.
Mientras avanzaba, escuchó el crujido de una rama cercana. Se detuvo de inmediato, agudizando sus sentidos, sus ojos brillando con un resplandor sobrenatural en la oscuridad. Su instinto le decía que algo estaba cerca, algo fuera de lo normal. Pero, por ahora, todo permanecía en silencio. El bosque parecía sostener su aliento junto con él, como si compartiera su tensión.
El bosque estaba en completo silencio, excepto por los latidos acelerados de Takemichi, que resonaban en sus oídos. Mientras rastreaba al ciervo, la noche había sido tranquila, casi demasiado tranquila, pero ahora ese extraño gemido que había oído proveniente de la cueva rompía esa calma con un eco inquietante. Se detuvo de inmediato, congelado en su lugar, y sus instintos se dispararon. Los sonidos en el bosque rara vez lo sorprendían, pero este tenía una cualidad diferente, algo que no encajaba con la naturaleza común de la fauna nocturna.
Frunció el ceño, con el ceño marcado por la incertidumbre. Con una mezcla de precaución y curiosidad, siguió el rastro del sonido, moviéndose en silencio absoluto hacia la fuente. Las hojas secas apenas crujían bajo sus pies, y sus movimientos eran tan fluidos como los de una sombra deslizándose entre los árboles.
Pronto llegó a la entrada de una cueva, la cual se abría en las entrañas de la tierra como una boca oscura y amenazante. El olor llegó primero, un aroma fuerte y metálico, una mezcla de sangre y sudor. Pero había algo más. No era un olor humano. Era salvaje, animal, y Takemichi, con su agudo olfato de vampiro, lo reconoció de inmediato: un hombre lobo. La sangre en sus venas se enfrió, y todos sus músculos se tensaron.
— ¿Un hombre lobo aquí? ¿Tan cerca de nuestras tierras? — se dijo entre pensamientos.
Tomó una respiración profunda, su corazón bombeando con fuerza, y se adentró en la cueva con pasos sigilosos, cada uno calculado. Mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad del lugar, finalmente lo vio.
Allí, en el suelo, yacía un hombre lobo, pero no en su forma bestial, sino en su forma humana, aunque no por elección. Estaba herido, cubierto de sangre seca y barro, respirando con dificultad. Takemichi pudo ver las profundas heridas en su piel que aún no habían sanado, y supo que debía estar sufriendo un dolor insoportable. Su cabello rubio cenizo estaba enmarañado y sucio, pegado a su rostro por el sudor, pero lo que capturó la atención de Takemichi fueron los ojos ónix que lo miraban desde el suelo, llenos de una mezcla de desafío y agotamiento.
Takemichi, aún con la mirada fija en el hombre lobo herido, no podía ignorar la tensión que cargaba el aire. Los hombres lobo y los vampiros habían sido enemigos desde tiempos inmemoriales, y aquí estaba él, frente a uno de los más temidos de su especie: Manjiro Sano, conocido como Mikey. El líder de un clan de hombres lobo que había causado estragos en territorios vampíricos durante generaciones. Y, sin embargo, ahora, ese mismo líder estaba a sus pies, vulnerable, herido gravemente y al borde de la muerte.
El sonido de la respiración entrecortada del lobo llenaba la cueva. A pesar de las profundas heridas que cubrían su cuerpo, su mirada dorada seguía cargada de desafío. Sus ojos, aunque opacos por el dolor, seguían siendo los de un guerrero, uno que no se doblegaba fácilmente. El lobo que yacía frente a Takemichi seguía siendo peligroso, pero había algo más en esa mirada que lo desconcertaba: una mezcla de rabia y desesperación.
El de cabellos claros dio un paso hacia él, el instinto de vampiro advirtiéndole que esto era una mala idea. Sin embargo, algo dentro de él se negaba a dejar que Mikey muriera. ¿Qué lo detenía? Cualquier otro vampiro en su posición habría acabado con su enemigo sin pensarlo dos veces, pero algo en la vulnerabilidad de Mikey lo conmovía de una manera que no podía explicar. Tal vez era el eco de su propia existencia inmortal, una vida de luchas y pérdidas, o tal vez era algo más profundo, algo que ni él entendía en ese momento.
Manjiro, jadeando por el dolor, levantó la vista con dificultad, su cuerpo temblando mientras intentaba mantenerse consciente. Cuando sus ojos se posaron en Takemichi, por un breve instante, el desafío desapareció, reemplazado por algo diferente, algo que Mikey no estaba preparado para sentir. A pesar del cansancio que lo consumía, no pudo evitar notar la figura del vampiro que tenía frente a él.
Takemichi, con su cabello blanco, brillaba tenuemente bajo la luz de la luna que se filtraba por la entrada de la cueva. Sus ojos, de un azul helado, parecían perforar la oscuridad con una claridad casi sobrenatural, y su piel pálida, casi etérea, contrastaba con la penumbra que los rodeaba. A pesar de la hostilidad entre sus razas, había algo en la belleza de Takemichi que desarmaba a Mikey, algo casi hipnótico en la serenidad que parecía emanar de él. Cada movimiento de Takemichi era fluido, controlado, como si la misma oscuridad lo respetara.
— Maldita sea... ¿Cómo puede verse tan... perfecto, incluso en este momento? — pensó con dificultad. — Es tan... extraño. Es un vampiro, mi enemigo, pero... es hermoso. Como si la luna misma lo hubiera forjado.
Trató de sacudir esa idea de su mente, pero no pudo evitar sentirse atraído, aunque no de la manera en que un lobo se siente atraído por su presa. Había algo más, una extraña fascinación, una chispa de respeto y admiración que no quería admitir. En cualquier otra situación, habría atacado sin piedad, pero ahora, lo único que podía hacer era mirarlo, agotado y sin fuerzas para seguir luchando.
— ¿Qué estoy haciendo? — se dijo Takemichi susurrando para sí mismo.
Su mano tembló por un instante mientras extendía los dedos hacia el cuerpo herido de Mikey. Sabía que estaba cruzando una línea peligrosa, una que no podía deshacer. ¿Qué diría su familia si supiera que había decidido ayudar a un hombre lobo? El simple pensamiento lo llenó de ansiedad, pero a pesar de todo, no podía detenerse.
Manjiro lo observaba con ojos entrecerrados, su respiración aún pesada. La cercanía de Takemichi lo confundía. Todo en su instinto le gritaba que este vampiro debía ser su enemigo, que debía temerlo. Pero en este momento, no sentía ni miedo ni odio. Solo agotamiento y una extraña sensación de paz que no debería estar ahí.
Finalmente, el de ojos azules, rompió la distancia que los separaba. Inclinándose, sus dedos delgados rozaron la piel áspera y cubierta de sangre seca de Mikey. El contacto envió una corriente eléctrica a través de ambos. Por un segundo, los dos quedaron inmóviles, sintiendo una conexión que ninguno de los dos podía explicarse. Takemichi podía sentir la fuerza contenida en el cuerpo del contrario, incluso en su estado más vulnerable, mientras que Mikey no podía apartar la vista de los ojos del vampiro, esos ojos que parecían reflejar siglos de dolor y soledad, algo con lo que, de alguna manera, Sano también podía identificarse.
— ¿Qué estás esperando? ¿Vas a matarme, vampiro? — soltó con voz forzada.
La voz ronca de Mikey rompió el silencio que había caído sobre ellos, pero su tono ya no era tan desafiante como antes. Había un matiz de desesperación que Takemichi captó de inmediato. No estaba rogando por su vida, no. Pero tampoco parecía tener el deseo de seguir luchando. Estaba exhausto, tanto física como emocionalmente.
Takemichi titubeó. Podía sentir el impulso de hacer lo que se esperaba de él, de terminar con la vida de su enemigo y volver a su hogar. Pero no podía hacerlo. Había algo en la fragilidad de Mikey, en su lucha silenciosa contra el dolor, que lo hizo detenerse.
— No... no lo haré.
El desconcierto en el rostro de Mikey fue palpable. ¿Por qué este vampiro no lo mataba? Las historias contadas por su clan siempre pintaban a los vampiros como seres sin compasión, fríos y despiadados. Y, sin embargo, aquí estaba este, dudando, con una mirada que no era de odio, sino de algo más... ¿compasión?
— Entonces... ¿qué? ¿Vas a dejarme aquí para que me desangre? — cuestiono.
Takemichi no respondió de inmediato. Se quedó allí, observando al rubio por un largo momento, tratando de encontrar la respuesta en su propio corazón. Finalmente, tomó una decisión que sabía que cambiaría el curso de su vida.
Con un movimiento lento y cuidadoso, Takemichi se agachó, y con una suavidad que sorprendió incluso al herido, lo levantó del suelo. El cuerpo de Mikey era más pesado de lo que parecía, su musculatura marcada, incluso bajo el peso de las heridas. Takemichi sintió cómo el calor de la piel del hombre lobo contrastaba con el frío de la suya, y por un breve segundo, ese contacto lo estremeció.
Mikey, demasiado débil para resistirse, permitió que Takemichi lo apoyara sobre su hombro. Sus pensamientos seguían siendo un torbellino de confusión y sorpresa. La cercanía del vampiro lo hacía sentir extrañamente seguro, a pesar de todo lo que sabía sobre su especie. ¿Por qué estaba haciendo esto? ¿Por qué lo ayudaba?
Mientras Takemichi cargaba al lobo, sintiendo el peso del hombre lobo en su cuerpo, su mente estaba inundada de dudas y preguntas. Sabía que, al llevarlo de vuelta a su hogar, desataría una tormenta entre su familia. Pero algo en él lo empujaba a seguir adelante. El destino de estos dos seres, tan diferentes y opuestos, parecía haber quedado sellado desde el momento en que sus miradas se cruzaron en la oscuridad de esa cueva.
Y así, en silencio, con el sonido lejano del viento y las hojas crujientes bajo sus pies, Takemichi caminó hacia la mansión con el hombre lobo en sus brazos, sin saber aún cómo esa decisión cambiaría sus vidas para siempre.
Cuando Takemichi cruzó el umbral de la mansión, cargando a Mikey en sus brazos, el aire se tensó de inmediato. Sus hermanos, cada uno ocupando su lugar habitual en la sala, se giraron para enfrentarlo con miradas cargadas de incredulidad y furia. El desconcierto de ver a su líder, siempre prudente y razonable, traer a un enemigo mortal, un hombre lobo, a su hogar, se convirtió rápidamente en hostilidad.
Inui fue el primero en hablar, sus ojos fríos y calculadores fijos en Takemichi.
— ¿Qué demonios estás haciendo, Takemichi? ¡Ese es un hombre lobo! — soltó en tono severo el vampiro.
La voz de Inui cortó el silencio con una dureza que resonó en las paredes. Takemichi apretó los dientes, sabiendo que su decisión no sería comprendida fácilmente, pero ya había tomado su determinación.
Izana, apoyado contra una de las columnas de mármol, cruzó los brazos, su mirada gélida perforando a Takemichi con desaprobación. Su cabello plateado brillaba bajo la luz tenue del salón, un reflejo de la frialdad en su corazón.
— Y no cualquier hombre lobo. Ese es Mikey. ¿Sabes lo que representa? No solo es un hombre lobo, es el líder de un clan que ha masacrado a los nuestros. Estás trayendo al enemigo directo a nuestra casa. — contó con una expresión helada.
El peso de las palabras de Izana cayó sobre todos los presentes. La tensión se hizo palpable, casi sofocante. Chifuyu, que siempre había sido protector, dio un paso hacia Takemichi. Su expresión, cargada de preocupación y dolor, mostraba que no estaba enojado, sino profundamente angustiado.
— Takemichi, esto es una locura. Los hombres lobo han matado a los nuestros. ¿Cómo puedes traer a uno aquí? Y peor aún... ¿por qué a él, de todos los lobos? ¿Acaso olvidaste lo que han hecho?
Takemichi no había olvidado. Cada una de las palabras de su familia se clavaba en su pecho como dagas, recordándole las pérdidas que habían sufrido a lo largo de los siglos. Sin embargo, había algo en ese metamorfo en la vulnerabilidad que había visto en esa cueva, que lo había empujado a tomar una decisión que ni siquiera él mismo entendía del todo.
— Lo sé. Sé quién es y lo que podría hacer. Pero no podía dejarlo morir en esa cueva. Algo me impulsó a ayudarlo... y no puedo explicarlo.
Un murmullo de desaprobación recorrió la sala. Sanzu, siempre el más volátil y sarcástico, soltó una risa seca, su tono cargado de burla y desprecio.
Con una sonrisa torcida lo señalo. — ¿No puedes explicarlo? ¿Vas a decirnos que un vampiro sintió lástima por un hombre lobo? Esto suena como una trampa. ¿Qué sigue? ¿Dejar que nos devore uno por uno?
Kakucho, que había permanecido en silencio hasta ahora, frunció el ceño, su rostro endurecido por la desconfianza.
— No podemos arriesgarnos, Takemichi. Deberíamos matarlo ahora, antes de que recupere sus fuerzas. ¿Cómo puedes estar seguro de que no nos va a traicionar en cuanto tenga la oportunidad? Los hombres lobo siempre han sido así, y este, este es el más peligroso de todos.
Los ojos de Takemichi recorrieron el rostro de cada uno de sus hermanos, sintiendo el peso de su desaprobación. Podía ver el miedo y la ira en ellos, pero no podía dejar que esos sentimientos lo desviaran de lo que su instinto le decía. La tensión era sofocante, y el aire parecía cargado de electricidad estática, como si una tormenta estuviera a punto de desatarse dentro de la mansión.
Tomó aire profundamente y, con una voz firme pero llena de dolor, habló.
— No voy a permitirlo. Mientras esté aquí, no le haré daño y tampoco permitiré que ustedes lo hagan. Sé que parece una locura, pero no podemos seguir perpetuando este odio sin sentido. No estoy diciendo que debemos confiar en él, pero no voy a matarlo.
El silencio cayó sobre la sala. La determinación en la voz de Hanagaki era innegable. Sus hermanos sabían que, una vez que él tomaba una decisión, era casi imposible hacerlo cambiar de opinión.
Izana, después de un largo silencio, se enderezó y cruzó la habitación, sus ojos morados brillando con una mezcla de cálculo y desaprobación. Finalmente, asintió con frialdad.
— Lo mantendremos vigilado. Pero si hace algo sospechoso, si hay el más mínimo indicio de traición, yo mismo me encargaré de él. — informó con voz gélida.
Inui asintió en silencio, su mirada dura y fría como siempre, pero con una pizca de resignación. Chifuyu suspiró, aunque seguía preocupado, mientras Sanzu y Kakucho intercambiaban miradas de desconfianza.
Takemichi asintió, agradecido por la tregua, aunque sabía que esta situación estaba lejos de ser resuelta. Con la ayuda de Chifuyu, llevó a Mikey a una de las habitaciones apartadas, donde podría descansar y recuperarse. El silencio entre ambos era denso, y aunque Mikey estaba demasiado débil para hablar, podía sentir las miradas furtivas que el hombre lobo le dirigía.
Cuando finalmente lo recostaron en la cama, Takemichi se quedó un momento en la puerta, observando cómo Mikey intentaba acomodarse, luchando contra el dolor. Había algo en esa escena que lo conmovía profundamente, aunque no entendía por qué.
Manjiro, con voz baja y casi inaudible, rompió el silencio.
— Eres un idiota por traerme aquí. Sabes lo que soy. Pero te lo advierto... si me das la oportunidad, no te traicionaré. Aunque no pueda hablar por mi especie.
Sus palabras eran una promesa silenciosa, y Takemichi lo miró, con el corazón cargado de confusión. Sus pensamientos estaban nublados, y aunque quería encontrar una razón lógica para sus acciones, no podía hacerlo. En lo profundo de su ser, sabía que había algo más en juego, algo más grande que la enemistad entre vampiros y hombres lobo.
— Yo tampoco sé por qué lo hago... pero no podía dejarte allí.
Mikey, con los ojos cerrándose por el cansancio, asintió débilmente. Durante años había escuchado sobre los vampiros, criaturas frías y despiadadas, pero ahora que estaba aquí, bajo el techo de su enemigo, herido y vulnerable, la realidad era muy diferente. Había visto la firmeza en los ojos de Takemichi, pero también algo más: compasión, algo que no había esperado encontrar en un vampiro.
Takemichi se quedó en la puerta unos minutos más, observando cómo Mikey finalmente caía en un sueño profundo. Su corazón seguía latiendo con fuerza, y aunque la situación lo preocupaba, no podía evitar sentir que algo había cambiado entre ellos, algo que podría cambiar el futuro de ambas razas.
Antes de salir de la habitación, susurró para sí mismo, casi en silencio:
— Esto es solo el comienzo.
La tormenta aún no había terminado, pero por primera vez, Takemichi sintió que había una posibilidad, un pequeño rayo de esperanza en medio del caos.
Y así, en la penumbra de la habitación, el vampiro y el hombre lobo se observaron en silencio, sabiendo que, aunque el futuro fuera incierto, este encuentro había marcado el comienzo de algo más grande.
Poco tiempo después, Takemichi entró en la habitación con el botiquín de primeros auxilios, sintiendo el peso de la tensión en el aire. La mansión parecía más silenciosa de lo habitual, como si la presencia de Mikey hubiera traído consigo una sombra de inquietud. Sus pasos eran ligeros, casi como si temiera que el simple sonido de sus pasos pudiera romper el frágil equilibrio de la situación.
Cuando se acercó a la cama, se encontró con la imagen de Mikey, recostado sobre la almohada en una posición que demostraba su debilidad. La respiración del hombre lobo era irregular, un ritmo errático que hacía que el pecho de Takemichi se apretara con una mezcla de compasión y una confusa atracción. Tomó una respiración profunda, tratando de mantener la calma mientras preparaba el botiquín, pero sus manos temblaban ligeramente al abrir los compartimentos.
Con movimientos deliberados, Takemichi comenzó a quitar la camisa rota de Mikey. Su piel era de un tono dorado pálido bajo la luz tenue, y el cuerpo musculoso del hombre lobo se mostraba en toda su gloria, incluso en su estado debilitado. Los músculos bien definidos eran un recordatorio de la fuerza y el poder que Mikey solía tener. Takemichi no pudo evitar una oleada de admiración mezclada con sorpresa. Mientras deslizaba la prenda hacia abajo, se dio cuenta de lo cerca que estaba de la piel cálida del herido, y sintió una oleada de emociones intensas y desordenadas.
Sus dedos rozaron la piel de Mikey al retirar la camisa, y la sensación de su cuerpo bajo los dedos de Takemichi fue electrizante. El calor que emanaba era palpable, y cada toque, aunque cuidadosamente controlado, parecía enviar chispas a través de su cuerpo. Se encontró luchando contra una sensación creciente que no podía definir claramente: una mezcla de preocupación, una atracción inexplicable y un anhelo que no estaba preparado para enfrentar.
Sus pensamientos eran una maraña de confusión. ¿Por qué se sentía así? ¿Por qué esta proximidad con un enemigo, incluso uno herido, le causaba una sensación tan compleja? La cercanía con Sano parecía borrar las barreras que siempre había mantenido, revelando una vulnerabilidad que no estaba acostumbrado a explorar.
Takemichi comenzó a limpiar las heridas de Mikey con un desinfectante, su enfoque en cada corte y rasgadura. Los movimientos de sus manos eran meticulosos, pero su mente estaba distraída por la intensidad de la situación. Cada vez que sus dedos tocaban la piel de Mikey, sentía una mezcla de ternura y una atracción que le hacía el corazón latir más rápido. Las heridas eran profundas, y cada una representaba el sufrimiento que había pasado, una imagen dolorosa que le hacía sentir una empatía aún más profunda.
Con un paño húmedo, Takemichi comenzó a limpiar el cabello enredado y ensangrentado de Manjiro. El contacto de sus dedos con el cabello del hombre lobo le hizo sentir una proximidad aún mayor. Cada mechón que apartaba revelaba más de la piel expuesta de Mikey, y cada movimiento era un recordatorio tangible de la cercanía entre ellos. La piel estaba caliente y sudorosa, y Takemichi sintió que el calor de su cuerpo se mezclaba con el suyo, creando una sensación incómoda y fascinante.
A medida que continuaba con su tarea, el rostro de Mikey se volvió una mezcla de dolor y gratitud, y Takemichi no podía evitar notar la forma en que sus ojos dorados lo miraban con una intensidad que desafiaba su propio entendimiento. Había una conexión en ese momento que parecía ir más allá de las palabras y los prejuicios. La lucha interna de Takemichi se intensificó, y se dio cuenta de que estaba en una encrucijada emocional.
—¿Por qué me siento así? ¿Por qué este hombre, mi enemigo, me afecta de una manera que no puedo controlar? Cada vez que toco su piel, siento algo más allá de la simple preocupación por sus heridas. Mi corazón late más rápido, y mi mente está llena de pensamientos que no puedo entender. ¿Es esta la misma fuerza que me llevó a ayudarlo en primer lugar? ¿Es esta la razón por la que no pude dejarlo morir en esa cueva?
Mientras Takemichi continuaba con su cuidado, la atmósfera en la habitación parecía cargarse con una tensión palpable. Cada movimiento y cada toque parecían amplificar la intensidad del momento. El rostro de Mikey, aunque cansado y dolorido, era una mezcla de vulnerabilidad y desafío, una imagen que resonaba profundamente en él.
La mansión de Takemichi había mantenido su ambiente sombrío y tenso desde que el lobo estaba en su hogar, pero había un pequeño rayo de esperanza en medio de la incertidumbre. Los días habían pasado, y Mikey, aunque aún no completamente recuperado, había comenzado a mostrar signos claros de mejoría. Sus heridas estaban sanando, y su fortaleza como hombre lobo se manifestaba en la forma en que se movía con creciente confianza por la mansión.
El par se encontraban en una de las habitaciones de la mansión, un espacio amplio y acogedor con paredes decoradas en tonos cálidos y muebles cómodos. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, proyectando un brillo suave en la habitación. Mikey estaba sentado en una silla cerca de la ventana, con un libro en la mano, mientras Takemichi estaba en un sillón cercano, trabajando en unos papeles.
La atmósfera entre ellos había cambiado con el tiempo. Aunque la tensión inicial seguía presente, la interacción diaria había permitido que se conocieran mejor. Manjiro ahora menos rígido y más relajado, había empezado a confiar en Takemichi y a participar en conversaciones más profundas y personales.
— Es curioso cómo cambia la perspectiva cuando estás en un lugar durante tanto tiempo. Al principio, me sentía atrapado aquí, pero ahora... no sé. Hay algo en este lugar que me hace sentir más en paz. — admite mirando por la ventana, con una expresión pensativa.
— Me alegra escuchar eso. Creo que, aunque la situación es complicada, lo importante es encontrar un poco de normalidad en medio del caos. Y me alegra que estés empezando a sentirte mejor.
— Sí, gracias a ti y a tu familia. Todos han sido amables conmigo, a pesar de todo lo que ha pasado. — Sano voltea hacia él.
— Mi familia tiene sus reservas, pero todos estamos tratando de hacer lo correcto. Sé que no es fácil, pero tu presencia aquí ha traído una nueva dimensión a nuestras vidas. — dice mirándolo.
— ¿Y cómo te has estado sintiendo con todo esto? Debe ser difícil para ti, estar en el medio de todo este conflicto. — pregunta con curiosidad.
— Es un desafío, pero también es una oportunidad para entender más allá de las diferencias. Lo que me importa es que estamos tratando de hacer lo mejor que podemos para mantener la paz, aunque no sea fácil.
Mientras Takemichi trabajaba en la habitación, el ambiente en la mansión estaba cargado de tensión. En la sala común, Inui, Chifuyu, Izana, Kakucho y Sanzu estaban inmersos en una conversación acalorada sobre el inesperado huésped y la amenaza inminente que representaba.
Izana, con su habitual expresión gélida, estaba de pie junto a la ventana, sus ojos fríos fijos en el bosque como si pudiera prever la llegada de una amenaza inminente. Su mente estaba en constante movimiento, sopesando las posibles repercusiones del arribo de hombre lobo.
Inui, el primero en hablar, tenía una expresión grave en su rostro. Su preocupación por la seguridad de la mansión era palpable.
— No podemos quedarnos aquí sentados esperando a que algo suceda. Si los hombres lobo descubren que su líder está aquí, no solo será un peligro para nosotros, sino que podrían atacar la mansión. La situación podría volverse catastrófica. — comento con firmeza.
Chifuyu, siempre el protector, estaba claramente preocupado. Su mirada se movía de un lado a otro, tratando de encontrar una solución que pudiera apaciguar sus temores.
— Lo sé, pero ¿qué podemos hacer ahora? Takemichi tomó una decisión, y aunque no estemos de acuerdo, no podemos simplemente ignorar la situación. Necesitamos un plan.
Kakucho, con su expresión sombría, miró a los demás con una preocupación creciente. Sabía que la situación podría salirse de control rápidamente.
— Necesitamos planear nuestra defensa. Si Mikey está aquí, su clan probablemente ya está buscando señales. No podemos permitirnos estar desprevenidos.
Sanzu, con su actitud sardónica, se cruzó de brazos y dejó escapar una risa seca. A pesar de su tono despectivo, sus ojos reflejaban una preocupación genuina.
— Parece que el drama no hace más que aumentar. Quizás deberíamos enviar un mensaje a nuestro propio líder. Necesitamos saber cómo manejar esto antes de que sea demasiado tarde. — sugiere con una sonrisa sardónica.
Mientras la conversación continuaba, el sonido de un búho mensajero resonó en la sala. El ave, con plumas tan oscuras como la noche misma, entró por la ventana abierta y se posó en el alféizar, llevando un pergamino enrollado en sus garras. Los presentes se volvieron hacia el búho con una mezcla de sorpresa y preocupación. Inui fue el primero en reaccionar, acercándose con cautela para tomar el pergamino.
— Es un mensaje del Praeses.
El pergamino se desplegó, revelando un mensaje escrito con una urgencia que no pasaba desapercibida. Las palabras eran concisas pero cargadas de implicaciones. El mensaje llamaba a Takemichi a una reunión urgente con el líder de los vampiros. La falta de detalles específicos solo intensificaba la preocupación de los presentes.
— Esto no es bueno. Si el Praeses está involucrado, significa que la situación es aún más complicada de lo que pensábamos. Takemichi debe ser informado de inmediato. — expresa Izana viendo la nota.
— ¿Cómo lo haremos? No podemos simplemente ir y decírselo. Mikey está herido y Takemichi está ocupándose de él. No podemos arriesgarnos a que Mikey se despierte y cause más problemas mientras tratamos de comunicar el mensaje. — señala Chifuyu con frustración.
— Parece que la noche se va a volver aún más interesante. Necesitamos decidir rápidamente qué hacer. Si Mikey se entera de que estamos enviando un mensaje a nuestro líder, podría considerar esto como una traición. — verbaliza Sanzu con una mueca irónica.
Mientras cada uno reflexionaba sobre la situación, el peso de la decisión que debían tomar se hacía más evidente. La llegada del mensaje del Praeses había puesto a prueba no solo su capacidad de reacción, sino también su lealtad hacia Takemichi y la seguridad de su hogar. La preocupación por el bienestar de Manjiro y el temor de un ataque inminente se entrelazaban en una danza peligrosa.
— Tenemos que manejar esto con cuidado. Si descubrimos que los hombres lobo están en camino, necesitamos estar preparados. Pero también debemos considerar que Mikey, en su estado actual, podría ser un factor decisivo en nuestra estrategia. — da a conocer el moreno, mira a sus hermanos.
— De acuerdo. Vamos a preparar una estrategia de defensa y a mantenernos alerta. Mientras tanto, necesitamos encontrar una manera de informar a Takemichi sin causar una alarma innecesaria. — Inui parece estar de acuerdo.
— Haremos lo que sea necesario para proteger nuestra familia y la mansión. Si Takemichi y Mikey están en peligro, haremos todo lo posible para protegerlos. — apoya la idea el rubio de ojos verdes, Chifuyu.
El grupo se dispersó, cada uno con una tarea específica. La situación había escalado de manera inesperada, y el futuro de todos estaba en juego. Mientras Takemichi seguía cuidando a Mikey, ajeno a las conversaciones que se desarrollaban en la sala común, el peso de la decisión y las implicaciones de su acción comenzaban a hacerse más evidentes. La noche prometía ser larga, llena de incertidumbre y desafíos que pondrían a prueba la fortaleza y la lealtad de todos los involucrados
Takemichi continuó limpiando las heridas ya más sanas con una precisión casi ceremonial, sus manos moviéndose con una mezcla de cuidado y deliberación. A pesar de las circunstancias, la cercanía física entre ellos estaba generando una tensión palpable. La habitación estaba envuelta en un silencio cargado, interrumpido solo por los suaves movimientos de Takemichi y el leve sonido de respiración del lobo.
Mikey, observando a Takemichi mientras trabajaba, no podía evitar sentir una extraña mezcla de emociones. A pesar de su dolor, había algo en la forma en que el vampiro lo trataba de que le resultaba inesperadamente reconfortante. Sus ojos ónix seguían el movimiento de las manos de Takemichi, notando la delicadeza con la que manejaba el paño y el ungüento.
— No tienes que hacerlo, sabes. No tienes que cuidar de mí. — le dice en voz baja.
Takemichi, sin levantar la vista, continuó aplicando el ungüento a una herida profunda en el costado de Mikey. Su voz era suave, casi como un susurro en medio de la quietud de la habitación.
— Lo estoy haciendo porque quiero. Porque no podía dejarte allí, solo y en peligro. Hay algo en ti que... me hace querer ayudarte, a pesar de lo que somos.
Con una mueca de dolor, pero sus ojos reflejando una gratitud genuina.
— Eres diferente de lo que pensaba. No sé qué significa eso para nosotros, pero agradezco lo que estás haciendo.
Takemichi finalmente levantó la vista, sus ojos encontrándose con los de Mikey. El contacto visual creó una conexión silenciosa entre ellos, una comunicación sin palabras que trascendía sus roles tradicionales como enemigos. En esos momentos, Takemichi sintió una presión en el pecho, una mezcla de compasión y algo más que no podía identificar del todo. Sus emociones se desbordaban en un torbellino de confusión y anhelo.
— No sé qué nos depara el futuro. Solo sé que no puedo quedarme de brazos cruzados cuando alguien necesita ayuda. Quizás esto no cambie nada entre nosotros, pero al menos... estoy aquí, ahora. — susurra con voz temblorosa, mientras peinaba el cabello dorado del hombre lobo.
Mikey, a pesar del dolor que sentía, pudo ver la sinceridad en los ojos de Takemichi. La calidez en la voz del vampiro y su dedicación al cuidado mostraban una faceta del pálido que Mikey nunca había imaginado. La atmósfera se volvía cada vez más íntima, y el contacto físico, aunque necesario para el cuidado, parecía cargar el aire con una tensión sutil pero intensa.
Antes de que pudieran profundizar en sus sentimientos, un fuerte golpe en la puerta interrumpió el momento. La puerta se abrió abruptamente y Inui entró con una expresión de urgencia en su rostro, el semblante tenso como si tuviera una noticia que no podía esperar.
Takemichi y Mikey se volvieron hacia él, sorprendidos por la interrupción.
— Takemichi, necesitamos hablar. Hay algo que ha sucedido y creo que es importante que estés al tanto. — avisa con tono serio.
El cambio en el ambiente fue inmediato. La tranquilidad de la conversación se desvaneció, y una sensación de inquietud comenzó a llenar la habitación. El rubio se puso de pie, su expresión se tornó seria al ver la preocupación en el rostro de Inui.
El rostro de Takemichi se endureció al escuchar las palabras de Inui. Su preocupación por la llamada del Praeses de los vampiros era evidente. Miró a Mikey, quien, a pesar de su debilidad, estaba observando la escena con atención. La tensión de la situación era palpable, y Takemichi sabía que su decisión de ayudar al lobo había puesto en riesgo no solo su propia seguridad, sino también la de su familia.
— Entiendo. Iré a ver al llamado. Pero asegúrense de vigilar a Mikey mientras tanto. No quiero que se le haga daño. Él... él no está en condiciones de defenderse por sí mismo.
Manjiro, a pesar de su estado, pudo sentir el peso de las palabras de Takemichi. Agradeció la protección que le ofrecía, y aunque no podía decirlo en voz alta, sentía un profundo respeto por el vampiro que, a pesar de todo, lo había tratado con dignidad.
— Gracias, Takemichi. No sé qué significa esto entre nosotros, pero... aprecio lo que estás haciendo.
Takemichi asintió, una expresión de complicidad y comprensión en su rostro. Antes de salir, se tomó un momento para observar a Mikey una vez más. Había algo en esa mirada que le decía que este encuentro cambiaría todo, que había algo más grande en juego.
— Espero que podamos entendernos en algún momento. Cuida de ti mismo mientras no estoy aquí. — le murmuro antes de salir.
Con esas palabras, Takemichi dejó la habitación, la puerta cerrándose suavemente detrás de él. La tensión en la habitación se intensificó con su partida, y la incertidumbre sobre el futuro llenaba el aire. Mikey, aunque todavía herido, sintió una mezcla de esperanza y ansiedad. Mientras la puerta se cerraba, se quedó con la sensación de que algo importante estaba a punto de ocurrir, algo que podría cambiar el destino de ambos.
Mientras tanto, en la sala común, los miembros de la familia de Takemichi se miraban con una preocupación creciente. El mensaje había añadido una nueva capa de urgencia a la situación. La noche se había convertido en un escenario de incertidumbre y peligro, y cada decisión que tomaran podría tener consecuencias significativas para el futuro de todos.
Takemichi partió al amanecer del tercer día después de haber dejado a Mikey en la mansión, su mente cargada de preocupación y determinación. El viaje hacia la sede del Praeses, Wakasa, era un trayecto arduo y desafiante. Los primeros días fueron especialmente difíciles, con el terreno exigiendo todo su ingenio y habilidades. La travesía atravesaba bosques densos y misteriosos, donde las sombras parecían cobrar vida con cada crujido de las ramas bajo sus pies. Takemichi utilizó su agudo sentido del olfato y su visión nocturna mejorada para evitar trampas naturales y detectar la presencia de posibles peligros antes de que se hicieran evidentes.
Cada noche, al instalarse el crepúsculo, Takemichi se refugiaba en claros del bosque que había encontrado a lo largo de su viaje. Usaba su capacidad para manipular la oscuridad y camuflarse en las sombras para descansar sin ser detectado. El primer día, fue sorprendido por una tormenta inesperada, y tuvo que refugiarse bajo un gran roble, mientras la lluvia torrencial arremetía contra su piel. Sus habilidades vampíricas le permitieron resistir el mal tiempo sin demasiados problemas, aunque la incomodidad y el frío no fueron menos intensos.
En el segundo día, la travesía se volvió aún más complicada. Los ríos caudalosos, que se habían hinchado por las lluvias recientes, eran un obstáculo considerable. Takemichi usó su fuerza vampírica para nadar a través de las aguas turbulentas y escalar los acantilados resbaladizos que bordeaban el río. Su agilidad mejorada le permitió sortear obstáculos y mantenerse en movimiento a pesar de la fatiga creciente.
Finalmente, después de dos días de viaje agotador, llegó a su destino. La visión del castillo alzándose majestuosamente sobre la colina fue un alivio y una fuente de nueva determinación. La fortaleza gótica se erguía como un centinela ancestral, sus torres afiladas parecían perforar el cielo gris y tormentoso, dándole una apariencia tanto majestuosa como intimidante.
La estructura del castillo era imponente, con muros de piedra negra que absorbían la luz del día y reflejaban una atmósfera de misterio y poder. Las intrincadas tallas en las paredes eran imágenes de antiguas leyendas vampíricas, y las gárgolas, con sus ojos vidriosos, observaban el paisaje circundante como guardianes de una fortaleza antigua.
El castillo estaba rodeado por un foso profundo, cuyas aguas oscuras se movían lentamente, reflejando el cielo tormentoso en su superficie. El puente levadizo que cruzaba el foso estaba hecho de piedra y madera envejecida, y cuando Takemichi se acercó, los guardias vampiros de élite, cuyas miradas eran como cuchillas afiladas, se mantuvieron atentos. Sus ojos, de un rojo brillante, revelaban su vigilancia constante.
Al cruzar el puente, Takemichi sintió el peso de su misión y el desafío que le esperaba. La gran puerta de hierro forjado, adornada con símbolos antiguos y runas que chisporroteaban con una energía tenue, se abrió lentamente con un chirrido metálico. La visión del vestíbulo interior era sobrecogedora; un espacio amplio y majestuoso, adornado con tapices de colores oscuros que colgaban de las paredes y candelabros de cristal que colgaban del techo, emitiendo una luz dorada y cálida que contrastaba con la fría oscuridad exterior.
El vestíbulo estaba lleno de una atmósfera de solemnidad y grandeza. Los tapices representaban escenas de batallas antiguas y héroes legendarios, mientras que los candelabros emitían una luz que danzaba y se reflejaba en los suelos de mármol pulido. La combinación de la arquitectura gótica y la decoración opulenta creaba una sensación de historia y poder.
Takemichi fue conducido a través del vestíbulo por un sirviente de apariencia elegante, cuya mirada era tan aguda como la de los guardias. Cada paso que daba en el castillo resonaba con una resonancia que parecía amplificar la tensión y el peso de la misión que estaba a punto de cumplir.
Finalmente, Takemichi fue llevado a la cámara del líder, donde Wakasa, el líder de los vampiros, lo esperaba. La sala estaba decorada con un estilo aún más refinado, con un gran trono de diseño elegante que se alzaba en el centro. Wakasa se sentaba en el trono, su presencia tan imponente como la fortaleza misma. Su cabello rubio caía en ondas perfectas hasta sus hombros, y sus ojos rojos profundos brillaban con una sabiduría y determinación que sólo los líderes más antiguos podían poseer.
El ambiente en la sala era opresivo pero lleno de una tensión que Takemichi comprendía bien. Con una mezcla de respeto y nerviosismo, se inclinó ligeramente ante su rey, sabiendo que la reunión que se avecinaba podría determinar el destino de muchas vidas.
Wakasa lo observaba con una mezcla de interés y evaluación, sus ojos rojos profundos resplandeciendo con una intensidad que parecía penetrar más allá de la superficie.
— Takemichi, has llegado al fin. Me alegra ver que estás bien. — saludo con voz profunda y autoridad.
Con el peso de los días de viaje en sus hombros, respondió con una inclinación respetuosa de la cabeza.
— Gracias por recibirme, Wakasa. Su mensaje fue inesperado, pero en cuanto supe de su importancia, no dudé en venir lo antes posible. ¿Qué noticias tiene para mí?
Wakasa asintió lentamente, su expresión grave reflejando la seriedad del asunto que iba a exponer. Sus dedos, adornados con anillos de diseño antiguo, estaban entrelazados sobre la mesa mientras hablaba, su mirada fija en Takemichi.
— Los hombres lobo están en movimiento, y eso ha creado una gran preocupación entre nuestras filas. La situación es más complicada de lo que pensaba. Los informes que hemos recibido indican una actividad inusual, más agresiva y organizada que lo habitual. Los clanes están en alerta, y hay rumores de que están reuniéndose en secreto.
El tono del líder era áspero, cada palabra cargada de la gravedad de la situación. Takemichi frunció el ceño, comprendiendo la magnitud de los problemas que enfrentaban.
— Eso es terrible. ¿Qué se sabe acerca de la causa de este movimiento? — pregunta el vampiro de ojos azules.
— Los rumores son escasos y confusos. Algunos dicen que se debe a una disputa interna en el clan de Sano, el clan liderado por Mikey. Otros sugieren que podría estar relacionado con la desaparición del líder de los hombres lobo. La falta de información precisa es lo que hace la situación aún más peligrosa.
El líder de los vampiros se reclinó en su trono, sus manos descansando sobre los reposabrazos tallados en intrincados patrones. Su expresión reflejaba una mezcla de preocupación y astucia.
— ¿La desaparición del líder? Eso debe estar afectando gravemente la estructura del clan. ¿Hay alguna confirmación sobre su paradero?
— No todavía. Los rumores han sido confirmados en parte; no tenemos evidencia sólida, pero la preocupación es palpable. La desaparición de Mikey podría ser una señal de una crisis inminente. Si el líder de los hombres lobo ha desaparecido, sus seguidores podrían interpretar esto de muchas maneras: como un signo de debilidad, una oportunidad para rebelarse o una señal para prepararse para una confrontación.
La atmósfera en la sala se volvía cada vez más tensa mientras la conversación se desarrollaba. Takemichi sintió el peso de sus propias acciones en sus hombros. La revelación de que él había ayudado a Mikey estaba a punto de ser compartida.
— En ese caso, debo decirte algo que podría complicar aún más las cosas. Mikey, el líder de los hombres lobo, está herido y actualmente bajo mi cuidado en mi hogar.
Wakasa se quedó en silencio por un momento, sus ojos rojos parpadeando con sorpresa y un análisis meticuloso de la nueva información. Su rostro no mostró ninguna emoción en particular, pero Takemichi pudo sentir el cambio en el ambiente.
— ¿El líder de los hombres lobo herido y en tu hogar? Eso es... inesperado. La noticia de su situación y su paradero podría ser el catalizador de eventos significativos. La desaparición de un líder, especialmente uno tan prominente, puede ser el preludio de una guerra entre nuestros bandos.
Takemichi asintió, el peso de las palabras del mayor hundiéndose en su mente. La situación era más grave de lo que había anticipado, y ahora estaba claro que su decisión de ayudar a Mikey podía tener repercusiones aún mayores.
— Sí, y aunque entiendo la gravedad de la situación, creo que mi decisión de ayudar a Mikey podría tener implicaciones importantes. Él está en mi hogar ahora, y no puedo predecir cómo reaccionarán sus seguidores al enterarse de su situación.
Wakasa se inclinó ligeramente hacia adelante, sus ojos fijos en Takemichi con una mezcla de respeto y evaluación. La situación estaba cambiando rápidamente, y él sabía que debía actuar con cautela.
— Lo que has hecho es arriesgado, pero también podría ser una oportunidad. Si los hombres lobo creen que Mikey está bajo nuestra protección, podrían verlo como un desafío o una oportunidad para demostrar su fuerza. Tendremos que manejar esta situación con cuidado para evitar una guerra total. Intentaré mediar con los líderes de los hombres lobo para entender mejor la situación y encontrar una solución, pero no puedo garantizar que se evitará un enfrentamiento.
Takemichi sintió un peso adicional al escuchar la decisión. Sabía que su papel en esta situación estaba lejos de haber terminado, y que lo que había hecho estaba a punto de desencadenar una serie de eventos que podrían cambiar el equilibrio entre vampiros y hombres lobo.
— Entiendo. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para evitar una confrontación. ¿Qué debo hacer mientras tanto?
— Mientras estoy en proceso de mediación, mantén a Mikey a salvo y asegúrate de que no haya signos de debilidad en su estado. La forma en que manejes esta situación también enviará un mensaje a los hombres lobo sobre nuestra intención. Te mantendré informado sobre cualquier desarrollo. Mientras tanto, puedes quedarte aquí por la noche y regresar a tu hogar al amanecer.
Takemichi aceptó la oferta con una inclinación de cabeza, se retiró de la sala de audiencias, sintiendo el peso de la responsabilidad y la presión de las decisiones que había tomado. La majestuosa suite en la que se alojaba era un refugio temporal, con sus lujosos muebles y una vista panorámica del bosque que se extendía en un mar de verdes profundos. Sin embargo, el esplendor del lugar no podía disipar la nube de incertidumbre que nublaba sus pensamientos.
Se acercó a la ventana, dejando que la luz matutina inundara la habitación. Los rayos del sol filtrándose a través de las cortinas de seda parecían casi irreales en contraste con la gravedad de la situación. Takemichi contemplaba el paisaje, su mente divagando entre recuerdos y preocupaciones. Cada sombra en el bosque, cada susurro del viento le parecía cargado de presagios. Sabía que lo que estaba en juego era mucho más grande que él, que sus decisiones podrían desencadenar una serie de eventos que afectarían a muchas vidas.
La noche que pasó en el castillo no fue tranquila. Sus sueños se vieron plagados de imágenes fragmentadas: campos de batalla, rostros de personas queridas, y la figura herida de Mikey, envuelta en sombras y dolor. Se despertó en varias ocasiones, el corazón acelerado, luchando por reorientarse y encontrar un momento de paz en medio del tumulto. Cada vez que sus ojos se abrían, se encontraba de vuelta en la lujosa pero fría habitación, rodeado de la quietud que contrastaba tan agudamente con el caos que sentía dentro.
La mañana llegó finalmente, pero con ella no trajo alivio. Se vistió con cuidado, consciente de que cada detalle importaba. La sensación de responsabilidad se asentaba pesadamente en sus hombros, y cada movimiento, cada pensamiento estaba enfocado en lo que debía hacer a continuación.
Al llegar a la sala de audiencias nuevamente, el ambiente era tan solemne como antes. Wakasa estaba en su trono, y el líder vampiro lo recibió con una mirada que denotaba tanto seriedad como cansancio. Takemichi se acercó, sintiendo el peso de la conversación que estaban a punto de tener.
— Takemichi, gracias por tu paciencia. La mediación ha tenido resultados mixtos. Aunque hemos logrado algunas concesiones, la situación es aún muy frágil. Los hombres lobos están en alerta máxima, y cualquier provocación o incidente podría desencadenar un conflicto total. — comentó con seriedad.
El rostro del Praeses, normalmente imperturbable, mostraba una preocupación subyacente que Takemichi no podía ignorar. Era evidente que la situación era más delicada de lo que había imaginado, y que la paz que se había logrado era solo un frágil equilibrio.
— ¿Qué tipo de concesiones se han hecho? ¿Hay alguna manera de asegurar que los hombres lobos no vean esto como una señal de debilidad o una invitación a la confrontación? — pregunta con preocupación.
— Hemos acordado ciertas restricciones en nuestras acciones y nos hemos comprometido a mantener una vigilancia estricta. Sin embargo, la desconfianza entre nuestros bandos es profunda. Los hombres lobos pueden interpretar cualquier error o malentendido como una amenaza. Debes regresar a tu hogar y prepararte para cualquier eventualidad. La paz es frágil, y nuestras acciones deben ser calculadas.
El tono de Wakasa transmitía una urgencia que Takemichi sentía en sus entrañas. Cada palabra del líder vampiro parecía ser un recordatorio de la gran responsabilidad que llevaba. Sabía que debía regresar y actuar con extrema cautela para evitar que la situación se desbordara. La amenaza de un conflicto total era una sombra que se cernía sobre ellos, y Takemichi estaba en el centro de esa tormenta.
— Entiendo. Me aseguraré de estar preparado y de tomar todas las precauciones necesarias. Agradezco su ayuda y la información que me ha proporcionado. Haré todo lo posible para manejar esta situación con la máxima precaución.
Asintió con una expresión de respeto y seriedad el rey de su linaje, reconociendo la determinación de Takemichi. Aunque la situación seguía siendo precaria, había una ligera esperanza de que, con cuidado y estrategia, pudieran evitar una confrontación devastadora.
— Bien. Regresa y mantén la comunicación abierta. Informaré a mis oficiales de los términos de la mediación. La situación está en tus manos ahora, y tu capacidad para manejarla adecuadamente será crucial.
Con un último asentimiento, Takemichi se despidió de Wakasa y comenzó su viaje de regreso a la mansión. El camino de vuelta fue largo y agotador, pero el sentido de urgencia y la responsabilidad le daban un propósito renovado. Cada paso en el terreno accidentado y cada momento de cansancio se sentían como un recordatorio de la gravedad de la situación.
Mientras avanzaba, sus pensamientos se centraban en Manjiro y en la familia que había dejado atrás. Sabía que no podía permitirse flaquear. La posibilidad de una guerra entre vampiros y hombres lobos, combinada con el estado vulnerable de Mikey, significaba que cada decisión que tomara sería vital para el futuro de ambos bandos.
El viaje, aunque agotador, le dio tiempo para reflexionar y formular un plan. Su mente trabajaba sin descanso, evaluando cada posible escenario y preparando respuestas a cualquier eventualidad. Sabía que su retorno a la mansión no solo sería un regreso físico, sino un regreso a la responsabilidad y al desafío de mantener la frágil paz que había sido alcanzada.
Después de dos días de tensión y discusión en la sede, Takemichi emprendió el viaje de regreso a su mansión con una mezcla de agotamiento y determinación. El paisaje familiar de los bosques y colinas parecía más reconfortante ahora que se acercaba al hogar. Cada paso que daba hacia la mansión aumentaba su ansiedad por la situación y su deseo de asegurarse de que todo estuviera en orden.
Finalmente, al atravesar los grandes portones de la mansión, Takemichi sintió un alivio momentáneo. Sin embargo, la tranquilidad de su hogar contrastaba con la preocupación que sentía por los acontecimientos recientes. La preocupación de Inui sobre los movimientos de los hombres lobos aún pesaba sobre él. Se apresuró a entrar, buscando rápidamente a Mikey y a su familia.
Cuando Takemichi cruzó el umbral del vestíbulo principal, un cálido resplandor de luz dorada iluminaba la sala. La mansión estaba en un estado de aparente calma, con el murmullo ocasional de las conversaciones que llenaban el aire. Takemichi notó que la familia estaba reunida en la sala principal, alrededor de una mesa donde se servía una comida ligera. La voz de Chifuyu, la risa contagiosa de Sanzu y las conversaciones animadas entre los miembros de la familia llenaban el espacio.
Al entrar, Takemichi vio a Mikey sentado en una de las sillas junto a la mesa. El cambio en él era notable; su postura era más erguida, su rostro más relajado, y una sonrisa genuina iluminaba su rostro. La habitación parecía respirar un aire de alivio, una señal de que Mikey estaba recuperado y en mejor estado que antes. Los vampiros estaban claramente adaptándose a la presencia del Sano en su hogar, y la tensión que antes existía parecía haberse disipado en parte.
Takemichi dio un paso hacia adelante, su corazón latiendo con fuerza al ver al lobo en esa condición. Sin previo aviso, Manjiro se levantó de la silla y se dirigió rápidamente hacia él. La expresión en su rostro era una mezcla de alegría y alivio, y sin dudarlo, se lanzó a los brazos de Takemichi, envolviéndolo en un abrazo cálido y sincero.
El abrazo fue inesperado y sorprendente para todos los presentes. El blondo se quedó momentáneamente inmóvil, el impacto de la acción de Mikey dejándolo sin aliento. Pero pronto, sus brazos envolvieron al mayor con igual fervor, abrazándolo con fuerza y sintiendo la calidez de su cuerpo contra el suyo.
— No sabía cuánto te extrañaba hasta que llegaste. Gracias por estar aquí. — susurro el lobo con gratitud.
— Estoy aquí, y siempre lo estaré. Me alegra verte bien. — dice con voz suave, mientras lo abraza.
Mientras los dos compartían ese momento íntimo y emocional, la familia de Takemichi observaba con atención. Las miradas de Inui, Chifuyu, Izana, Kakucho y Sanzu eran de sorpresa y reflexión. La profundidad de la conexión entre ese disparejo par estaba claramente demostrada en ese gesto, algo que iba más allá de las simples alianzas o acuerdos.
— Parece que la relación entre ellos es más fuerte de lo que imaginábamos. — comenta con sinceridad Izana.
— Sí, no se trata solo de alianzas o lealtades. Hay algo más personal y profundo entre ellos. — mira al par con comprensión.
— Esto podría tener implicaciones mayores de las que habíamos considerado. La unión entre ellos podría cambiar la dinámica de la situación con los hombres lobos. — se sincera con un tono serio, Kakucho.
— Bueno, parece que el drama sigue creciendo. Esto solo hace que las cosas sean más complicadas, pero también más interesantes.
Mientras el abrazo entre Takemichi y Mikey continuaba, el resto de la familia observaba con una mezcla de asombro y aceptación. La complejidad de la situación estaba en constante evolución, y la conexión entre ellos se estaba convirtiendo en un factor crucial en la dinámica general.
Después de unos momentos, Takemichi y Mikey se separaron lentamente, sus miradas llenas de emociones compartidas. Takemichi tomó una profunda respiración, sus pensamientos todavía centrados en las noticias que había recibido y las acciones que debía tomar para manejar la situación.
— Hay mucho de qué hablar. La situación es aún más compleja de lo que pensábamos, y necesitamos prepararnos para lo que viene. — dice el ojiazul mirando a su familia.
— Lo entendemos. Mientras tanto, es bueno ver que Mikey está mejor y que la atmósfera en la mansión es más tranquila.
— Gracias por aceptarme y cuidarme. Aprecio todo lo que han hecho. — habla con gratitud el lobo.
Con esa última palabra, el grupo comenzó a asentir y a moverse, preparándose para discutir la situación y planificar los próximos pasos. La presencia de Mikey en la mansión ya no era solo una fuente de tensión, sino también una oportunidad para reflexionar sobre las conexiones más profundas y las implicaciones de sus acciones en un conflicto que estaba lejos de resolverse.
La noche había caído suavemente sobre la mansión, y la luz de la luna bañaba el paisaje con un resplandor plateado. Takemichi, agotado pero aliviado por el regreso a la tranquilidad del hogar, salió al jardín para despejar su mente. La brisa nocturna era fresca y reconfortante, moviendo suavemente las hojas de los árboles que rodeaban el jardín. Las estrellas brillaban con una intensidad serena en el cielo, creando un contraste mágico con la luz de la luna.
Mientras caminaba por el sendero del jardín, encontró a Mikey sentado en un banco bajo un gran roble, mirando hacia el cielo estrellado. El hombre lobo había estado recuperándose bien y, con el tiempo, se había integrado en la vida de la mansión, aunque aún había una distancia sutil entre él y los demás. En este momento, sin embargo, parecía tranquilo y contemplativo, como si estuviera reflexionando sobre algo profundo.
Takemichi se acercó lentamente, sus pasos suaves sobre el césped. Se sentó junto al otro en el banco, y por un momento, ambos permanecieron en silencio, observando el cielo nocturno.
— Es una noche hermosa. La luna y las estrellas parecen más cercanas de lo habitual. — rompe el silencio Hanagaki con suavidad.
— Sí, hay algo especial en esta noche. Tal vez es porque he estado pensando mucho en lo que significa para mí. — asiente el contrario, sin apartar la mirada del cielo.
— ¿En qué estás pensando?
— Hay una leyenda en mi tribu sobre las almas gemelas. Se cree que todas las almas están destinadas a encontrar a su otra mitad en algún momento de sus vidas, independientemente de las barreras que puedan existir.
Curioso, gira su rostro hacia Mikey. — ¿Una leyenda?
— Sí. Según la leyenda, las almas gemelas están conectadas por un hilo invisible, y aunque puedan separarse y enfrentarse en diferentes caminos, el destino siempre las une de nuevo. En la tribu, se cree que las almas gemelas se reconocen por una conexión profunda y natural que trasciende cualquier otro vínculo.
— Eso suena... hermoso y complicado al mismo tiempo.
— Lo es. Nunca esperé encontrar a mi alma gemela en circunstancias como estas. Siempre pensé que mi destino estaba atado a la tribu, a mi rol como líder, y a la lucha constante con los vampiros. Nunca imaginé que la persona con la que compartiría esta conexión especial sería un vampiro, un enemigo ancestral. — sonríe con tristeza.
El tono de Mikey era melancólico, pero también cargado de una profunda comprensión. Sus palabras reflejaban un conflicto interno y una aceptación de una verdad que había sido difícil de enfrentar.
— A veces, el destino juega con nosotros de maneras inesperadas. La vida nos lleva por caminos que no podemos anticipar, y en medio de esas sorpresas, encontramos conexiones que pueden cambiarlo todo.
Lo mira a los ojos, su mirada es sincera.
— Exactamente. Aunque nuestras razas estén en conflicto y nuestras historias estén llenas de enemistad, no puedo ignorar lo que siento. No puedo negar que lo que compartimos es algo profundo y significativo.
— Yo también siento esa conexión, Mikey. No importa lo difícil que sea nuestra situación, no puedo ignorar lo que nuestros corazones están diciendo. Siento que hay algo más grande en juego aquí, algo que va más allá de nuestras diferencias y conflictos.
La luna continuaba su curso por el cielo, proyectando su luz serena sobre ellos mientras se mantenían en silencio. La atmósfera estaba impregnada de una calma introspectiva, y el suave susurro de las hojas en el viento era el único sonido que rompía la quietud.
— Nunca pensé que encontraría a alguien así en medio de todo esto. Mi mundo está lleno de luchas y desafíos, y nunca imaginé que la solución a mis dudas y temores vendría en forma de un vampiro. — Sano es sincero y muestra algo de vulnerabilidad.
— A veces, los mayores desafíos traen consigo las mayores bendiciones. Tal vez lo que está sucediendo es una oportunidad para cambiar las cosas, para romper con el ciclo de conflicto y encontrar una nueva forma de coexistir.
— Quizás tienes razón. Quizás esto es una señal de que algo más grande está en juego, y que nuestras almas están destinadas a encontrarse y a cambiar el curso de nuestras historias. — sonríe el lobo.
El silencio volvió a envolvérselos, pero esta vez era un silencio lleno de promesas y posibilidades. La conexión entre Takemichi y Mikey se fortalecía bajo la luz de la luna, mientras sus corazones compartían una comprensión mutua y una esperanza compartida.
A medida que la noche avanzaba y la luna se desplazaba por el cielo, Takemichi y Mikey se sentaron en un banco del jardín, abrazados por la tranquilidad nocturna y el entendimiento mutuo. Aunque la incertidumbre seguía presente, había algo reconfortante en la presencia del otro, un recordatorio de que incluso en medio de las circunstancias más oscuras, la conexión entre dos almas podía iluminar el camino hacia un futuro incierto pero lleno de posibilidades.
El día había comenzado con una calma engañosa en la mansión de Takemichi. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, proyectando sombras largas y suaves sobre el suelo de mármol, bañando la mansión en un resplandor dorado que parecía prometer tranquilidad. Los miembros de la familia de Takemichi, Chifuyu, Inui, Izana, Kakucho, y Sanzu, se movían por la mansión en sus rutinas habituales. Todo parecía normal, casi como si el caos de los días anteriores hubiera desaparecido por completo.
Takemichi, sentado en el vestíbulo, revisaba documentos y cartas que había acumulado durante los días en que había estado ausente, su mente absorta en los planes de protección de la mansión. Sabía que los hombres lobos podrían atacar en cualquier momento, pero confiaba en que la presencia de Mikey en su hogar actuara como una barrera temporal. Sin embargo, esa calma era una ilusión.
El primer indicio de que algo andaba mal fue un estruendo ensordecedor que reverberó por los pasillos, un golpe tan fuerte que hizo que el aire pareciera vibrar. Takemichi levantó la cabeza, alertado por el sonido, y en un instante supo que el ataque había comenzado. Los lobos no habían esperado más, habían decidido actuar mientras Manjiro estaba fuera, cazando en los bosques cercanos.
Un rugido feroz resonó a través de la puerta principal, seguido por el eco de un impacto brutal. Los lobos del clan de Mikey, movidos por una furia implacable y un deseo de recuperar a su líder, habían llegado.
Se puso de pie de inmediato, su corazón latiendo con fuerza. El sonido de los gruñidos y los golpes en las puertas resonaba por toda la mansión, como si las paredes mismas temblaran bajo la presión de la violencia que se avecinaba. Los guardias vampiros, que estaban en alerta, no tardaron en movilizarse. Armados con lanzas y espadas, corrieron hacia la entrada principal para hacer frente a la embestida.
Pero la fuerza de los hombres lobo era devastadora. Las enormes puertas de la mansión, que normalmente habrían resistido cualquier tipo de ataque, fueron arrancadas de sus bisagras con un crujido aterrador, como si el viento mismo hubiera decidido romper la barrera. Los lobos irrumpieron en la mansión con una velocidad y ferocidad implacable. En su forma híbrida, mitad humano, mitad bestia, sus cuerpos musculosos y colmillos afilados brillaban bajo la luz del sol que entraba por las ventanas. Sus ojos dorados brillaban con una determinación salvaje, una furia que solo los lobos en guerra podían desplegar.
El caos estalló.
Los vampiros y los lobos chocaron en una batalla feroz, cada golpe resonando como un trueno en el interior de la mansión. Las paredes vibraban, los muebles se destruían en medio del caos, y el aire se llenaba con el sonido de gruñidos, gritos y el entrechocar de las armas. Takemichi, consciente de que debía proteger a su familia, corrió hacia la batalla. Sus habilidades vampíricas lo hacían rápido y preciso, pero la brutalidad de los lobos era inigualable.
Chifuyu y Kakucho estaban en el centro de la pelea, sus rostros tensos mientras luchaban por mantener la posición en el vestíbulo. Izana, con una calma glacial, dirigía a los guardias, sus movimientos calculados y mortales mientras se defendía contra los lobos. Sanzu, siempre el más impredecible, se movía con una gracia casi maniaca, cortando a los lobos que se acercaban demasiado, su risa desquiciada resonando en el aire.
Takemichi, respirando con dificultad, se lanzó hacia uno de los lobos que había roto la línea defensiva, sus colmillos expuestos y sus garras extendidas. El enfrentamiento fue rápido, pero brutal. Los colmillos del vampiro brillaron mientras clavaba su espada en el pecho de la bestia, pero antes de que pudiera recuperarse, sintió el impacto de una enorme mano derribándolo al suelo.
Draken, el mejor amigo de Mikey y uno de los lobos más formidables, se encontraba frente a él. Su forma híbrida era aterradora: músculos tensos, colmillos expuestos y ojos brillantes de furia. Cada fibra de su cuerpo parecía irradiar poder, y su mirada era un reflejo de la violencia que había decidido desatar sobre la mansión.
La mansión estaba envuelta en un caos absoluto, con gruñidos y gritos resonando en cada rincón. Los vampiros y los hombres lobo chocaban con una ferocidad implacable, y el sonido del acero y las garras desgarrando carne llenaba el aire. Las paredes, que antes habían sido un refugio de tranquilidad, ahora estaban marcadas con cicatrices de la batalla: arañazos profundos, sangre manchando los suelos de mármol, y el eco de la violencia que no cesaba.
En medio de este infierno, Takemichi se encontraba frente a Draken, el más imponente de los hombres lobo y el amigo más cercano de Mikey. Su figura colosal, cubierta de músculos tensos, proyectaba una sombra amenazante. Draken no era solo un guerrero formidable; era una fuerza de la naturaleza, un ser impulsado por una lealtad feroz a Manjiro y un odio ancestral hacia los vampiros.
— Así que tú eres el vampiro que tuvo la osadía de llevarse a Mikey. Te jodiste, sangre fría. — sonrió con crueldad, mostrando sus colmillos.
Takemichi, aunque sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral, se mantuvo firme. Sus ojos reflejaban una mezcla de miedo y determinación. Sabía que Draken no era un enemigo común, y que la lucha sería brutal, pero no podía retroceder. No cuando todo lo que le importaba estaba en juego.
— Estoy aquí para defender lo que es importante para mí. No permitiré que dañes mi hogar ni a los que amo.
Draken no perdió tiempo. Con una velocidad asombrosa para alguien de su tamaño, lanzó el primer golpe. Su puño se movió como una bala, directo hacia el rostro de Takemichi. El vampiro apenas tuvo tiempo de levantar los brazos para bloquear el ataque. El impacto fue brutal, lanzándolo varios metros hacia atrás, chocando con una de las paredes con un crujido sordo.
El dolor recorrió el cuerpo de Takemichi como una descarga eléctrica. Sintió cómo cada músculo de su cuerpo protestaba ante el golpe, pero se obligó a ponerse de pie. Sangre goteaba de un corte en su frente, corriendo por su rostro, pero sus ojos seguían fijos en Draken. El hombre lobo sonrió, mostrando sus colmillos, disfrutando del sufrimiento de su oponente.
— ¿Eso es todo lo que tienes, vampiro? ¿Así es como piensas proteger a tu familia? Patético.
Takemichi no respondió con palabras, sino con acción. Con un grito de desafío, se lanzó hacia Draken, atacando con una velocidad impresionante. Sus manos se movieron como relámpagos, sus garras vampíricas rasgando el aire, buscando un punto débil. Ken, sorprendido por la ferocidad del ataque, retrocedió momentáneamente, bloqueando los golpes con sus antebrazos. Pero la fuerza del lobo era implacable. Cada golpe que Takemichi lanzaba parecía ser absorbido por el cuerpo robusto del hombre lobo, como si no tuviera efecto alguno.
Draken, recuperando el control de la pelea, lanzó un zarpazo con sus garras afiladas, alcanzando el abdomen de Takemichi. El vampiro soltó un grito ahogado cuando las garras de Draken atravesaron su piel, abriendo una herida profunda. La sangre brotó, empapando su ropa mientras el dolor lo debilitaba aún más.
Takemichi, tambaleándose, trató de retroceder, pero Draken no le dio tregua. Otro golpe, esta vez directo al rostro, envió al sangre fría al suelo, su cuerpo golpeando el mármol con un ruido sordo.
El mundo de Takemichi se convirtió en una mezcla borrosa de dolor y confusión. El sonido de la batalla a su alrededor era distante, como si todo estuviera ocurriendo en otra dimensión. Cada respiración le costaba un esfuerzo monumental, y su visión comenzaba a nublarse. Sabía que estaba perdiendo, que no le quedaba mucho tiempo. Pero su mente se aferraba a una única imagen: la de Mikey.
— No... puedo... dejar que ganes... No me rendiré...— respondió entre jadeos el vampiro.
Con una sonrisa cruel en su rostro, caminó lentamente hacia el cuerpo caído de Takemichi. Levantó una daga afilada que llevaba atada a su cinturón, su mirada fija en el cuello del vampiro. Sabía que con un solo golpe podía acabar con él, y en ese momento no había piedad en su corazón.
— Esto acaba aquí, vampiro. Tal vez en otra vida lo hubieras hecho mejor.
Takemichi, con su cuerpo dolorido y la sangre aun brotando de sus heridas, intentó levantarse. Pero cada vez que lo intentaba, su cuerpo lo traicionaba. Apenas podía mover las extremidades, y su visión se volvía cada vez más borrosa. Sabía que no podría sobrevivir a esto.
Draken alzó la daga sobre su cabeza, su brazo listo para descender con toda la fuerza de su rabia. Takemichi cerró los ojos, esperando el golpe final.
El caos de la batalla rugía a su alrededor como una tormenta imparable, pero en medio de todo, Mikey sintió un tirón en su pecho, un dolor agudo que no podía ignorar. Estaba cazando en lo profundo del bosque, cuando de repente esa sensación lo golpeó. Era un llamado, algo mucho más profundo que los sentidos físicos, algo que solo un alfa podía sentir hacia su alma gemela: Takemichi estaba en peligro.
Su corazón se aceleró, y su cuerpo, casi por instinto, se lanzó en dirección a la mansión. A medida que corría, su mente se llenó de imágenes fragmentadas y emociones turbulentas, pero una cosa estaba clara: Takemichi lo necesitaba. El vínculo que compartían, mucho más fuerte que la enemistad entre sus razas, lo empujaba hacia él. Cada segundo que pasaba sin estar a su lado era una agonía, como si algo fundamental dentro de él estuviera siendo arrancado.
Cuando llegó a las cercanías de la mansión, el estruendo de la batalla lo recibió con toda su crudeza. El sonido de las garras chocando con el acero, los gritos de dolor, el olor a sangre... Era un caos absoluto, pero nada de eso le importaba. Sus sentidos estaban enfocados en una sola cosa: Takemichi. El lazo entre ellos lo guio como una brújula, y cuando finalmente vio la escena frente a él, el tiempo pareció detenerse.
Allí, en medio del caos, estaba Takemichi, herido y tendido en el suelo, con Draken, su amigo más cercano, alzando una daga sobre su cabeza, listo para asestar el golpe final. La rabia pura y el miedo explotaron en el pecho de Mikey, y en ese momento, algo dentro de él se quebró. No era solo furia lo que lo impulsaba; era la certeza de que no podía, no permitiría que su alma gemela fuera dañada. No mientras él tuviera la capacidad de protegerlo.
Con un rugido desgarrador que reverberó en el campo de batalla, Manjiro se lanzó hacia adelante, su cuerpo transformándose a una velocidad asombrosa. En cuestión de segundos, sus músculos se tensaron, su forma híbrida emergió, y su velocidad se disparó. Era una fuerza de la naturaleza, una mezcla de gracia y brutalidad, de furia contenida y poder desatado.
Draken, que estaba a punto de descender la daga sobre Takemichi, se detuvo abruptamente cuando escuchó el rugido de Mikey. Levantó la vista justo a tiempo para ver una sombra rápida abalanzarse sobre él con una ferocidad abrumadora.
— ¡Draken, detente! — espeto el líder de los lobos con voz cargada de furia.
El aire pareció vibrar con la autoridad en su voz. Draken, aunque era uno de los más fuertes de su clan, no pudo evitar dar un paso atrás, sorprendido por la rapidez y el poder con el que Mikey se movía. Sin darle tiempo a reaccionar, se abalanzó sobre él, desarmando al lobo en un solo movimiento fluido. La daga salió disparada de las manos de Draken, girando en el aire antes de caer al suelo con un ruido metálico. El impacto de la velocidad y la fuerza de Mikey fue tal que Draken fue lanzado varios metros hacia atrás, golpeando el suelo con un ruido sordo.
Sano se quedó entre Draken y Takemichi, su respiración pesada, sus ojos brillando con una furia que jamás había mostrado antes. Todo su cuerpo irradiaba poder, su presencia imponente deteniendo la batalla momentáneamente. Los lobos, que hasta ese momento estaban atacando con una ferocidad incontrolable, retrocedieron, sorprendidos por la intervención de su líder.
— ¡Deja a Takemichi en paz! No permitiré que hagas daño a mi alma gemela.
La declaración resonó en el aire como un trueno, sus palabras llenas de una autoridad incuestionable. Los ojos de Ken se agrandaron al escuchar lo que su líder había dicho. "Alma gemela". Era una palabra que tenía un peso casi sagrado en su clan, algo que nunca se tomaba a la ligera. Para un alfa puro como Mikey, su declaración no era solo una defensa; era una afirmación de destino, algo que ningún lobo, ni siquiera su amigo más cercano, podría ignorar.
— ¿Alma gemela? ¿Este vampiro es tu...? — jadeo el lobo.
— Sí. Y si vuelves a tocarlo, tendrás que enfrentarte a mí. — gruño el Sano.
Draken, aún impactado, se puso de pie lentamente, retrocediendo mientras sus ojos iban de Mikey a Takemichi. Había conocido a Manjiro durante toda su vida, había luchado a su lado innumerables veces, pero nunca había visto esa expresión en su rostro: una mezcla de protección inquebrantable y determinación feroz. Draken sabía que no podía desafiar esa fuerza, no cuando estaba impulsada por algo tan profundo como el vínculo de almas gemelas.
Mientras tanto, Takemichi, herido y tendido en el suelo, miraba a Mikey con una mezcla de asombro, gratitud y confusión. A pesar del dolor que atravesaba su cuerpo, sintió una ola de alivio abrumador al ver al lobo frente a él, protegiéndolo. Los últimos minutos habían sido una pesadilla, pero ahora, con su amado a su lado, todo parecía diferente. Aunque no entendía completamente el vínculo que compartían, podía sentirlo. Era más que simple protección; era como si Mikey fuera una parte de él que nunca había sabido que le faltaba.
El rubio, sin apartar la vista de Draken, se agachó junto a Takemichi, su expresión suavizándose al verlo herido.
— Lo siento... No debí dejarte solo. — con voz suave susurro el lobo.
— Estoy... bien. Gracias a ti.
Mikey pasó un brazo por debajo de Takemichi, ayudándolo a levantarse con cuidado, siendo consciente de las heridas que todavía sangraban en su cuerpo. A pesar de la furia que aún ardía en su interior, su toque era suave, casi protector, mientras se aseguraba de que Takemichi pudiera mantenerse en pie.
Mientras Sano sostenía al vampiro, la batalla se había detenido casi por completo. Los lobos, que hasta ese momento habían estado lanzándose contra los vampiros con furia desenfrenada, miraban a su líder con incertidumbre. La declaración de Mikey había cambiado el curso del conflicto. No se trataba solo de un líder defendiendo a un aliado; era algo mucho más profundo, más poderoso.
Inui, Chifuyu, Izana y el resto de los vampiros también estaban observando la escena con cautela. Sabían que la situación seguía siendo tensa, pero el hecho de que Mikey, el alfa, hubiera intervenido de esa manera había alterado el curso de los eventos. La furia que antes impulsaba a los lobos se había enfriado, reemplazada por la incertidumbre y el respeto hacia su líder.
— Esto termina aquí. No habrá más sangre hoy. No contra Takemichi ni contra su familia. — afirmo el lobo alfa.
Draken, aún procesando todo lo que acababa de suceder, asintió lentamente, sabiendo que no podía desafiar la voluntad de su amigo. La declaración había sido clara, y todos los lobos presentes sabían que desafiarla sería ir en contra del destino mismo.
La tensión que había llenado el aire comenzó a disiparse lentamente, y aunque el conflicto no estaba completamente resuelto, Mikey había hecho lo impensable: había salvado a su alma gemela, y con ello, había detenido una guerra antes de que se desatara por completo.
La noche había caído sobre la mansión después de la feroz batalla, envolviendo todo en un silencio inusual. La casa, aunque marcada por el enfrentamiento, comenzaba a recuperar la calma. Las sombras de los árboles se mecían bajo la luz de la luna, mientras una suave brisa nocturna pasaba por las ventanas abiertas. En el interior, en una de las habitaciones más apartadas, Mikey estaba sentado al borde de una cama, observando con preocupación a Takemichi.
Takemichi yacía en la cama, su cuerpo aún débil por las heridas que había sufrido durante el enfrentamiento con Draken. A pesar de sus habilidades vampíricas de curación, el agotamiento y la pérdida de sangre lo habían dejado vulnerable. Mikey, por su parte, había estado a su lado desde que la batalla terminó, su expresión cambiando entre preocupación y una ternura que no había mostrado antes. Mientras limpiaba cuidadosamente las heridas de Takemichi, sus pensamientos corrían a toda velocidad.
— No debí haberte dejado solo. Lo que pasó hoy... pudo haber sido mucho peor. Si hubiera llegado un poco más tarde...
— No tienes que disculparte, Mikey. Llegaste justo a tiempo. Y estoy bien... gracias a ti. — el pelirrubio niega con una sonrisa.
El silencio entre ambos era denso, pero no incómodo. Mikey continuaba cuidando de Takemichi, sus movimientos lentos y meticulosos, como si temiera lastimarlo más. Sin embargo, la tensión emocional entre ellos crecía con cada segundo. Podía sentirlo: esa conexión inexplicable que lo ataba a Takemichi desde el primer momento en que lo había visto. Esa noche, cuando había sentido el dolor de Takemichi a la distancia, había comprendido algo que ya no podía ignorar.
— No puedo dejar de pensar en lo que siento por ti. Desde que llegaste a mi vida... algo cambió dentro de mí. No es solo la conexión que compartimos, va más allá de cualquier destino o predestinación. He comenzado a tener sentimientos por ti, Takemichi. Y no puedo seguir ignorándolos.
Takemichi, que estaba apoyado en la almohada, lo miró con sorpresa y una emoción profunda. La confesión del lobo resonaba con una honestidad tan pura que le costaba procesar lo que estaba escuchando. Durante siglos, había vagado por el mundo, acompañado por su familia, pero siempre había sentido un vacío. Aunque había vivido más vidas de las que podía contar, nunca había creído que un vínculo tan profundo como este fuera posible.
— Viví tantos siglos, Mikey. Vi tantas cosas, pero nunca pensé que podría encontrar a alguien... a mi alma gemela. No creí que ese tipo de conexión existiera para alguien como yo. — se sincera y es vulnerable ante su némesis del pasado.
Manjiro se inclinó un poco más cerca, su mirada intensa, llena de una emoción que estaba comenzando a desbordarse. Takemichi podía sentir su respiración, lenta y pesada, mezclándose con la suya. El ambiente en la habitación estaba cargado de una electricidad palpable, como si ambos estuvieran al borde de un precipicio emocional.
— Yo tampoco creí que pudiera existir algo así. Nunca pensé que mi alma gemela sería un vampiro, alguien de una raza enemiga. Pero ahora... ahora no puedo imaginar la vida sin ti. — dice con voz muy suave.
Takemichi cerró los ojos por un momento, procesando el peso de esas palabras. A lo largo de su existencia, había visto el amor y el odio en todas sus formas, pero esta conexión con él, este vínculo, iba más allá de cualquier cosa que hubiera experimentado antes. Sus ojos se abrieron lentamente y, sin decir una palabra, se inclinó hacia adelante, dejando que su instinto tomara el control.
En ese momento, sus labios se encontraron en un beso suave, casi tímido al principio, pero cargado de una intensidad que ambos habían estado conteniendo. La suavidad del beso pronto dio paso a una urgencia, una necesidad de sentir más, de profundizar ese lazo que ambos compartían. Mikey rodeó la espalda de Takemichi con sus brazos, atrayéndolo hacia sí, mientras el beso se volvía más intenso, más real. Las emociones que habían estado reprimiendo durante tanto tiempo finalmente encontraron una vía de escape.
El beso fue largo, lleno de promesas y sentimientos no expresados. Cuando finalmente se separaron, ambos estaban jadeando levemente, pero ninguno de los dos rompió el contacto visual. Había una claridad entre ellos ahora, una comprensión mutua de lo que significaban el uno para el otro.
— No voy a perderte. Eres mi alma gemela. Y quiero que el mundo lo sepa.
— ¿Qué tienes en mente? — sonríe.
— Te llevaré conmigo a mi clan. Te presentaré como mi pareja. Así, no solo demostraré que estamos juntos, sino que también podremos forjar una alianza entre vampiros y lobos. Ya no habrá necesidad de luchar.
Takemichi se quedó en silencio por un momento, procesando la magnitud de la decisión de Mikey. Era un riesgo enorme, pero también una oportunidad única. Si lograban unir a los dos clanes, podrían cambiar el curso de la historia, crear un futuro donde ambos pudieran coexistir sin necesidad de guerra.
— Estoy contigo. Haré lo que sea necesario. — acepta.
El viaje hacia el territorio de los lobos había estado lleno de tensiones y expectativas. Takemichi, a pesar de ser un vampiro inmortal y poderoso, no podía evitar sentir el peso de la incertidumbre al acercarse al campamento de los hombres lobo. Su amado, siempre a su lado, lo había tranquilizado durante todo el trayecto, su presencia como un faro de seguridad en medio del caos que los rodeaba.
El sol apenas despuntaba sobre el horizonte cuando llegaron al corazón del territorio de los lobos. El campamento era vasto, con cabañas y refugios construidos entre los árboles altos y frondosos. El aire olía a tierra fresca y a las fogatas que todavía humeaban después de una noche larga. A su alrededor, lobos en su forma humana y algunos en forma híbrida patrullaban el área, sus miradas desconfiadas fijas en Takemichi. El simple hecho de que un vampiro estuviera cruzando su territorio sin ser atacado ya era motivo de rumores, pero verlo al lado de su líder, Mikey, encendía aún más el desconcierto entre ellos.
Los lobos más cercanos comenzaron a notar su llegada, susurros creciendo en intensidad a medida que la noticia de que su líder había traído a un vampiro se extendía como el fuego. Las miradas de incredulidad, desconfianza e incluso hostilidad eran innegables, pero caminaba con la misma confianza imperturbable de siempre. Su rostro, marcado por la determinación, no dejaba espacio para la duda.
Takemichi, aunque acostumbrado a la adversidad, sentía la presión. Los ojos de los lobos eran como dagas que atravesaban cada parte de su ser, cuestionando su presencia, su propósito, su lugar al lado de Mikey. Aún así, se mantuvo firme, sabiendo que este era el primer paso para forjar un futuro diferente, uno en el que vampiros y lobos pudieran coexistir sin la eterna guerra que había marcado sus historias.
Cuando llegaron al centro del campamento, Manjiro levantó la mano, llamando la atención de todos. Los lobos se reunieron alrededor de él en un semicírculo amplio, sus ojos clavados en su líder, esperando alguna explicación. Entre la multitud, Draken se encontraba de pie, su rostro inexpresivo, pero con una mirada fija en el dúo de amantes, tratando de comprender lo que estaba a punto de suceder.
El silencio era casi opresivo, el aire denso de expectativas no dichas. Mikey tomó un paso adelante, su presencia imponente dominando el espacio. Su mirada recorrió a cada uno de los lobos que lo rodeaban antes de alzar la voz, firme y clara.
— Hoy no somos enemigos. Hoy, les presento a Takemichi, mi pareja y mi alma gemela. — su voz fue clara y con autoridad.
Las palabras del alfa cayeron como una piedra en un estanque, provocando ondas de murmuraciones y miradas sorprendidas. La idea de que su líder, el alfa más fuerte y respetado entre ellos, estuviera vinculando su vida a un vampiro, su enemigo ancestral, era algo que ninguno de ellos había anticipado. Los susurros se intensificaron, las miradas se volvían cada vez más inquisitivas. Algunos lobos miraban a Takemichi con desdén, otros con pura curiosidad, pero la mayoría simplemente no sabía cómo reaccionar ante esta nueva realidad.
Mikey, alzando una mano para silenciar los murmullos, continuó con firmeza.
— Esta alianza no solo une nuestras vidas, sino que marca el comienzo de una nueva era. Vampiros y lobos, trabajando juntos, dejando atrás siglos de guerra y sangre. Es hora de construir un futuro diferente, uno basado en respeto y cooperación.
Takemichi, que había estado en silencio hasta ese momento, observaba a Mikey con una mezcla de admiración y gratitud. Sabía que estaba poniendo en riesgo mucho más que su liderazgo; estaba poniendo en juego la confianza de su clan, la lealtad de aquellos que lo seguían, todo por una esperanza compartida de un mundo donde el odio entre sus especies pudiera ser dejado atrás.
El silencio que siguió fue espeso, como si todos los lobos presentes estuvieran luchando por comprender el peso de las palabras de su líder. Takemichi, consciente de las miradas que todavía lo perforaban, dio un paso hacia adelante, tomando aire antes de hablar.
— Sé que mi presencia aquí puede parecer una traición a todo lo que hemos conocido. Los vampiros y los hombres lobo han sido enemigos durante siglos, y entiendo el odio que puede haber entre nosotros. Pero yo... yo no soy solo un vampiro. Soy alguien que ha encontrado su alma gemela, su compañero, y eso es algo que trasciende cualquier enemistad o raza. Mikey me ha salvado, y yo lo protegeré hasta el final, así como él lo ha hecho conmigo. — se sincera con los lobos, sus ojos azules mira a la gente de su pareja y eso habla mucho de él.
La mirada de Draken se estrechó, pero no habló. Había un respeto silencioso en su rostro, aunque todavía había escepticismo en sus ojos.
Fue entonces cuando uno de los lobos más antiguos, un anciano con cicatrices que mostraban décadas de batallas habló, su voz ronca y llena de sabiduría acumulada.
— En la antigüedad, los lazos de almas gemelas eran considerados sagrados, más allá de las guerras, más allá de las razas. Si el alfa ha encontrado a su compañero en un vampiro, entonces quizá sea una señal de que el destino quiere algo diferente para nosotros.
Sus palabras, aunque breves, resonaron profundamente entre los lobos. Muchos de ellos comenzaron a asentir lentamente, como si estuvieran reconsiderando lo que esto significaba para su futuro. Si uno de los suyos, y no cualquier lobo, sino su alfa, Manjiro estaba dispuesto a unir su vida a la de un vampiro, quizás era momento de dejar de lado el odio y la desconfianza.
Mikey miró a Takemichi, y luego, con una suavidad que contrastaba con la intensidad del momento, tomó su mano, entrelazando sus dedos. El gesto, aunque pequeño, tenía un significado profundo. Takemichi apretó su mano, encontrando en ese simple acto una fortaleza compartida.
— Takemichi y yo estamos unidos. Esta no es solo una decisión mía, es el destino. Si alguna vez me han respetado como su líder, les pido que respeten esto. Porque juntos, como lobos y vampiros, seremos más fuertes que nunca.
El silencio se extendió una vez más por el campamento, pero esta vez no estaba lleno de desconcierto o desconfianza, sino de aceptación. Lentamente, uno a uno, los lobos comenzaron a inclinar sus cabezas en señal de respeto. No todos lo hicieron de inmediato, pero la mayoría siguió el ejemplo de los más antiguos.
Ken, que había estado observando todo en silencio, finalmente dio un paso adelante, su mirada fija en Mikey. Los dos amigos se enfrentaron, en silencio, antes de que Draken inclinara levemente la cabeza.
— Sabes que esto no será fácil, ¿verdad? Pero si es lo que has decidido, entonces estaré a tu lado, como siempre.
Mikey asintió, sabiendo que Draken era un pilar de apoyo, incluso en las decisiones más difíciles. Takemichi exhaló aliviado, sintiendo que, aunque el camino no sería fácil, habían dado el primer paso hacia un futuro diferente.
Con la aceptación de su clan, Mikey y Takemichi, ahora unidos no solo por su vínculo, sino también por el compromiso de cambiar el destino de sus razas, miraron hacia el horizonte. Sabían que su historia apenas comenzaba, y juntos, enfrentarían cualquier obstáculo que el mundo les pusiera delante.
Nota autora
Que largo quedo, y me falto pero descarte ideas. Tal vez haga un mini fic de esto.
El penúltimo día, mañana tengo preparado un capítulo interesante ojala les guste.
Nos leemos mañana.
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