Capítulo Único.
Chuuya dejó caer su brazo, sin importarle en lo más mínimo la botella de vino que sostenía en esa misma mano, su frustración ocupaba absolutamente toda su mente, deseando volver en el tiempo para evitar a toda costa a ese imbécil que había movido tantas cosas en su interior desde el primer momento en el que lo vio.
Cerró los ojos en cuánto los sintió arder ligeramente a causa de ese estúpido, ese idiota que le había roto el corazón tantas veces, pese a que había intentado olvidarlo, olvidar la historia que tenían, no le era posible, maldecía ese sentimiento que estaba estancado sobre su pecho, que lo presionaba y no lo dejaba seguir con su vida, que lo dejaba sin aliento cada vez que lo veía sonreír.
Maldecía a Dazai Osamu. Lo maldecía por haberlo manipulado tantas veces, por utilizarlo, por menospreciarlo, por haberle abandonado, por haber sido tan cálido cuando estaba a punto de derrumbarse, por haberle hecho un espacio entre sus brazos en las frías noches, por sonreírle cierta manera, por limpiar sus lágrimas con besos... lo maldecía porque no podía odiarlo todavía.
Y se negaba a derramar más lágrimas por él, se negaba a seguir de ese modo, esperando tanto de él, pero a la vez conformándose con nada, dejando atrás su orgullo, su amor propio y su autorrespeto, bien sabía que era más idiota que el suicida por haberle permitido jugar tantas veces con él, por estar disponible en cualquier momento para aquel al que amaba profundamente, sabía que era estúpido de su parte ilusionarse cada vez que el otro volvía momentáneamente.
No podía continuar, no podía seguir sin recordar sus ojos, sus labios y sus manos, no podía respirar sin que ese sentimiento lo envolviera como si fuera la primera vez.
¿Cuántas veces intentó alejarse? ¿Cuántas veces buscó enamorarse de otras personas para olvidarlo? ¿Cuántas veces dio todo de sí para verlo como al resto de las personas? Más veces de las que quería admitir, y por periodos se sentía bien, al alejarse de él por un tiempo sentía que todo volvía a estar en su lugar, que lo había superado y que era libre nuevamente, pero el golpe venía después, cuando se encontraba en el inicio de ese proceso dolorosamente largo, y el golpe era cada vez más fuerte.
¿Qué clase de agonía era esa?
No lo necesitaba, nunca lo había hecho, sin Dazai podía reír, salir, pasarla bien y tener buenos días, no dependía de la presencia del castaño, pero esa carga cada vez se hacía más pesada, se volvía insoportable de llevar sobre sus hombros, la ira y la tristeza lo invadía, deseaba golpearlo con todas sus fuerzas, aunque sabía que eso no bastaría para hacerle sentir una mínima parte del dolor que su corazón sufría cada día. Estaba cansado, harto de Dazai y de él mismo, por ser tan masoquista.
"Déjame, termíname de una vez por todas, ya no vuelvas, ¿no me has hecho el suficiente daño?"
Le había pedido hace unos días, cuando apenas comenzaba a amanecer. Una noche antes, él había caído nuevamente ante las dulces mentiras del suicida, le había dejado besar y acariciar su cuerpo una vez más, le había dejado entrar a su cama, se había permitido amar y ser amado hasta que los primeros rayos del sol aparecieron.
Dazai había estado a punto de besarle, a punto de decir algo, cuando no pudo soportarlo más, cuando lo apartó de su cuerpo de un empujón y le ordenó que se largara, que no volviera nunca más, que necesitaba que terminara con él definitivamente.
¿Por qué lo había visto tan confundido? ¿Qué acaso Dazai no se había esforzado tanto por hacer que lo despreciara? Pues bien, lo había logrado, ¿entonces por qué le pareció ver un destello de dolor en su mirada antes de irse?
"Vete y córtame las alas para siempre, no vuelvas para sanar mi corazón".
Ya no lo soportaba, ya no quería esperar algo que nunca llegaría, ya no quería ilusionarse con que su antiguo compañero albergara alguna emoción humana, no quería mentirse con que Dazai sintiera algo más por él.
Y aunque Chuuya estuviera equivocado, Dazai no sabría cómo hacer que lo escuchara, no sabría cómo obtener su perdón.
Había mantenido una pequeña esperanza, hasta que Chuuya le pidió que se fuera y que no volviera. Él nunca se consideró a sí mismo como alguien que mereciera vivir, no era noble, no era una buena persona, el hecho de que ahora se dedicara a ayudar a las personas no podría saldar su cuenta jamás, aun así, jamás se arrepintió de nada.
De nada, excepto de dos cosas. Una, no haber podido ayudar a Odasaku, y la otra, lastimar tanto el corazón de Chuuya.
"Chuuya, yo no quiero matarte".
Lo que le había hecho al pelirrojo no podría ser perdonado jamás, ni siquiera bajo la justificación de que todos sus intentos por alejarlo estaban basados en que no quería que la vida se lo arrebatara, no quería desear tener una vida al lado de Chuuya, porque ese tipo de deseos jamás podrían cumplirse para alguien tan indigno y podrido como él. No le servía como consuelo pensar que tal vez, alejando a Chuuya, lastimándolo y matándolo en vida, lo mantenía a salvo de la miseria que lo acompañaba desde el día de su nacimiento.
Dazai lo amaba, pese a saber que alguien como Chuuya merecía un amor mucho mejor que el que pudiera ofrecerle en mil vidas.
No, Chuuya jamás podría entenderlo, ningún ser humano podría entenderlo jamás, nadie podría entender que habitar su propio cuerpo era una tarea dolorosa y que a veces respirar se volvía una carga tan pesada que formaba un nudo en su garganta que no desaparecía por un rato.
No amaba a Chuuya por pensar que podría entenderlo, lo amaba justamente porque no podía hacerlo, porque eso remarcaba la gran diferencia que había entre los dos. Chuuya era voluntad, era calidez, era el mismo fuego, un fuego que no lograría apagarse aunque el mundo se sumiera en la total oscuridad, un fuego que llegó a iluminar su propia vida y que lo cegó. La primera patada que había recibido de él, fue muy parecido a ser revivido, había encendido algo en él que ni siquiera sabía que existía, le había hecho ver que, por primera vez en su existencia, podría tenerlo todo, ser feliz y ser amado.
El castaño apretó ambos puños con fuerza, levantándose de su escritorio y dirigiéndose al elevador, sin importarle los gritos y amenazas de Kunikida, podía matarle después si quería, ahora tenía algo más importante que hacer, más importante que un estúpido caso de robo.
Él no quería matar a Chuuya. Chuuya tenía razón, tenía que liberarlo, tenía que dejarlo vivir sin él, tenía que desaparecer de su vida. Él no quería creer en lo que Ranpo le había dicho.
"Si no hablas directamente con él, morirá".
Había llegado justo a tiempo. Estaba frente a la puerta de su antiguo compañero, y justo cuando él había abierto la puerta para ir a la misión que le habían encomendado. Pudo ver el dolor en esos ojos azules, y le dolió el corazón, porque esos ojos no debían estar tristes, no por alguien como él.
-Ya sé, ya sé que estoy siendo muy injusto al venir aquí, pese a que me pediste que me fuera y que no volviera. Yo te prometo que... no, no, puedo prometerlo... negociemos entonces, déjame hablar por ahora, y no volveré a cruzarme en tu camino, jamás.
Chuuya suspiró, no tenía ganas de hablar, ni siquiera de gritarle lo hijo de puta que era por no respetar su petición, así que solamente asintió, dándole permiso para hablar, haciendo que Dazai suspirara de alivio.
-Te amo, esas palabras deben sonar extrañas cuando vienen de alguien que no ha hecho más que herirte, pero es cierto, que te ame no quiere decir que te merezca, estoy muy consciente de que no puedo reparar todo el daño que nos he causado, sé que soy el único responsable de todo, pero Chuuya, quiero que siempre estés muy consciente... de que Dazai Osamu te ama, de que eres mi corazón y el fuego que me revivió, el fuego que jamás merecí ni merecería aunque viviera mil vidas.
Los labios de Chuuya temblaron por decir algo, pero las palabras no lograban salir, no podía formular ninguna frase coherente, no pudo hacer nada más que quedarse estático, recibiendo un suave beso en su frente y en su mejilla.
-Sé feliz, Chuuya, alejarme debe ser lo más doloroso que haré en toda mi vida, así que por favor, aunque no tengo el derecho de pedirte nada, sé feliz y haz que lo valga, ¿de acuerdo? Me conoces y sabes bien que odio el dolor.
A pesar de que Dazai le había dicho eso sonriendo tan deslumbrante como siempre, la pequeña y solitaria lágrima que dejó caer no pasó desapercibida, pese a que ambos fingieron que no existía. El castaño revisó su reloj y se rió suavemente.
-¡Oh! Lamento que mi visita haya sido tan breve, chibi, pero si no regreso pronto a la agencia, Kunikida se encargará de entregarme a la misma muerte con sus propias manos, cuídate mucho, ¿sí?
Le dio la espalda y se retiró, con eso bastaba, con eso bastaba para salvar su vida, para dejar en libertad al alma de Chuuya, porque de lo contrario, el dolor hubiera hecho que el pelirrojo no pudiera activar su poder en el momento preciso en el que una bala se hubiera dirigido a su cabeza, se negaba a perderlo todavía, aunque se estuviera alejando de él.
Chuuya no había conseguido decir nada para detenerlo, aunque su corazón le implorara no dejar que se fuera, no había logrado moverse hasta después de unos minutos, ya que iba retrasado a su misión, la cual cumplió con éxito.
Las horas pasaron, se convirtieron en días, que después se convirtieron en una semana. Una semana en la que estuvo pensando una y otra vez lo que le había dicho Dazai, esa declaración que creyó que nunca llegaría. Dazai no lo merecía, estaba de acuerdo, pero de todas formas, necesitaba hablar con él, decirle tantas cosas.
Probablemente que una parte de él, lo odiaba, pero que después de todo, su corazón le seguía perteneciendo. Tal vez no volverían a estar juntos, tal vez se quedarían sin el otro, pero al menos, quería decirle a Dazai lo que sentía, porque para él, sería su primer paso para comenzar a sanar su corazón.
Después de pensarlo muy bien, tomó una decisión. Se terminó de arreglar y decidió pasar por la agencia antes de ir a la sede de la Port Mafia, no tenía muy claro su discurso, pero se trataba de Dazai, seguramente entendería lo que quisiera decirle. Respiró profundamente al subir al elevador, marcando el piso de la agencia, estaba un poco nervioso, pero se obligó a tranquilizarse y actuar naturalmente, aunque no dejaba de sentir cierta inquietud.
Al llegar, tocó la puerta antes de entrar, alzando la ceja cuando vio a los compañeros de Dazai, que suspiraron al ver que era él quién los había visitado. Carraspeó suavemente antes de hablar.
-Disculpen, estoy buscando al bastardo de Dazai.
Lo buscó con la mirada, sin éxito alguno. No era nada temprano, ¿seguía siendo tan perezoso? La voz de Atsushi interrumpió sus pensamientos, captando su atención con la nueva información, que le cayó como si se tratara de un balde de agua helada, creando un temblor en sus manos.
-Chuuya-san, nosotros también lo hemos estado buscando... hace unos días, se fue y no ha vuelto desde entonces.
"Déjame hablar por ahora, y no volveré a cruzarme en tu camino jamás".
Maldito Dazai Osamu, que siempre cumplía con sus negociaciones.
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Perdón.
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