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「042 」

–Vete

El perro lo miró con una expresión vacía. YoonGi estaba contemplando la nieve caer al otro lado de la ventana y le echó un vistazo al reloj. Forever Young había cerrado unas horas antes y JiMin no había llegado todavía a casa. Las carreteras estaban de placas de hielo y el informe meteorológico había anunciado que se extrañaba de una ventisca prenavideña. Todo el mundo estaba encantado con la posibilidad de disfrutar de unas Navidades blancas.

Personalmente, a YoonGi le daba igual siempre y cuando mantuvieran las carreteras despejadas y no hubiera cortes en el suministro eléctrico.

Hizo una mueca a recordar que JiMin lo habia llamdo señor Scrooge.

Su alegría por las celebraciones lo desquiciaba, así como su afán por decorar la casa, su insistencia en conseguir un abeto natural, e incluso su disposición a hornear galletas. Unas galletas muy bonitas pero que no estaban muy buenas. Cuando se lo dijo, él le tiró una a la cabeza. Al menos el perro se encargo de limpiar el suelo.

El alfa miro de nuevo hacia la puerta. El delgaducho animal se encontraba en el ricón, mirándolo con sus ojos con sus ojos amarillentos. La semana estaba a punto de acabar, y el chucho se iría por fin. No le gustaba la costumbre del animal de seguirlo a todas horas y de estar pendiente de todos sus movimientos. No se comportaba como un perro normal y corriente que ladraba, meneaba la cola y bebía agua de forma ruidosa. Ese perro le recordaba a un espectro.

JiMin lo obligaba a comer a beber y lo estaba acostumbrando a sacarlo a pasear con correa. El chucho lo aceptaba todo, pero con una mirada distante, como si estuviera esperando la hora de la verdad. Como si esperara que volviesen a dejarlo tirado de la carretera. Solo.

Meneó la cabeza, molesto por el escalofrío que le recorrió la espalda.

Llevaba unos días soñando con el perro del que se deshizo YoonJae. Los sueños lo torturaba de tal manera que recurría a su esposo en plena madrugada para alejar esos recuerdos. Era consciente que se había acostumbrado a hacerlo con frecuencia. Se enterraba en su cuerpo y se perdía en su calor y en su pasión, hasta que el frío gélido que llevaba en el interior se mitigaba un poco y se hacía más llevadero.

Al ver que llegaba el Volkswagen amarillo, lo inundó el alivio. JiMin abrio la puerta de la casa y estampó los pies en el suelo para limpiarse la nieve de las botas, riéndose a carcajadas al ver que le caían copos del pelo si sacudía la cabeza.

–Esto es genial. ¡La semana que viene habrá otro temporal, así que tendremos una navidad blanca!

El alfa hizo su mayor esfuerzo tratando de ignorar lo precioso que se veía, haciendo cualquier cosa.

–¿Por qué llegas tarde?

–¿Estabas preocupado?

El omega lo miró con expresión juguetona mientras se quitaba el abrigo.

–No, pero la semana pasada te dije que tu coche necesita un cambio de ruedas. ¿Ya los cambiaste?

El omega solto un suspiro.

–No.

–No puedes conducir con esta nieve si tienes las ruedas desgastadas. Te dije que usaras el BMW y que dejaras tu auto aquí.

Él hizo un puchero.

–Odio el BMW, me pone nervioso. Además, he conducido en peores condiciones y ni hablar de los coches. –Solto un estornudo– Espero no haber pescado un resfriado. ¿Tenemos vino para la cena? Creo que ponen Expreso polar como a las nueve.

YoonGi fruncio el ceño, consciente de que había cambiado el tema porque no quería seguir sus consejos.

–Esa película es muy mala, ya la vimos mil veces. –mencionó y escucho al omega estornudar de nuevo – Llevas días sintiéndote mal. Deberías ir al médico.

–No tengo tiempo. Las vacaciones son la época más ajetreada en la librería.

–Yo te acompañaré mañana. Después te dejaré en la librería y llevaré el auto al taller para que le cambien las ruedas. Deberías cambiarlo de todas formas. Comprarte uno nuevo.

JiMin soltó un suspiro.

–Lo que tu digas, Don Ricachon. Resulta que ahora mismo no puedo permitirme comprar un auto nuevo y, además, me gusta mi Escarabajo.

–Yo te lo compraré.

–No, gracias.

La frustración amenazó con apoderarse de él. JiMin proclamaba a los cuatro vientos que se había casado con él por el dinero. En ese caso, ¿por qué no lo aceptaba? Le habia ofrecido servicios profesionales de forma gratuita para la ampliación de la librería. Un auto nuevo. Ropa nueva, aunque para él estuviera perfecto con un saco de patatas. Todos los demás aceptaban su dinero, algo que para él era lo mas sencillo de ofrecer. Pero él no. Él se negaba a aceptar un céntimo más de lo acordado en el contrato, y él se sentía culpable. Lo estaba volviendo loco.

–Eres mi esposo y, si quiero, puedo comprarte un auto.

–Un auto nuevo no entra en nuestro contrato.

–El sexo tampoco –Contraataco.

El alfa espero un estallido de mal humor por parte del menor, pero el se limitó a soltar unas carcajadas. Y después estornudo de nuevo.

–Si, supongo que tienes razón. Pero que sepas que acepto el sexo y rechazo el auto.

YoonGi se acercó a él caminando con brusquedad y el perro se encogió.

–Consideralo un regalo.

–Si deseas darme algo puedes darme flores, pero no voy a deshacerme de mi auto –declaró mirándolo a los ojos– Estas de un humorcito maravilloso hoy, ¿eh?

–No estoy de ningún humorcito –mientras se defendía su mal humor empeoró más. Negarlo de esa forma reafirma el comentario de JiMin– ¿Por qué no dejas que tenga un detalle bonito contigo?

El omega se sentó en El suelo, frente a la chimenea, se quito las botas y lo miró.

–Deja que se quede.

Decidió hacerse el tonto.

–¿Quién?

–El perro.

–JiMin, te di tiempo. Me prometiste que se iría el viernes. No quiero un perro. No lo quiero –declaró.

Esperó a que JiMin se lanzará al ataque y se preparó para ganar la discusión utilizando lógica.

Sin embargo él asintió con la cabeza y sus ojos adoptaron una expresión tristona.

–Bien. Se irá mañana.

Los remordimientos lo asaltaron con fuerza. Lo que quería hacer era tomar al perro y llevarlo al refugio esa misma noche. En cambio, su esposo extendió los brazos y llamó al chucho para que se acercará a fin de darle caricias. El perro se acerco poco a poco a él, hasta detenerse justo delante. JiMin se movio muy despacio y le coloco una mano bajo el hocico, tras lo cual empezó a acariciarle el cuello mientras murmuraba tonterías. Al cabo de un rato, el animal dejó de temblar, se relajó y bajó las orejas. JiMin lo instó a acostarse en su regazo y siguió acariciandolo. Tenia el pelo más suave porque JiMin lo habia bañado y estaba un poco más gordo, ya que lo obligaba a comer.

El alfa observó la escena que se desarrollaba frente a sus ojos y sintió que el pasado y el presente se mezclaban. En su interior se libro una batalla entre la soledad y le riesgo a sufrir. Por primera vez desde que estaba con ellos, el chucho pareció rendirse un instante al lujo de disfrutar de cariño de alguien que aseguraba quererlo.

Y YoonGi vio que empezaba a menear la cola.

El omega no se percató de leve movimiento, ya que estaba disfrutando de la calidez del fuego con dos almas heridas y descarriadas a su lado. JiMin no se entregaba para ganar algo a cambio, no tenía un objetivo en mente. El amor no era un premio, sino algo que llevaba en su interior y que compartía de forma generosa. Todas las noches compartía su cuerpo con él sin guardarse nada. El omega con el que se había casado era una criatura feroz y orgullosa de la que se enorgullecia y ante la cual se postraba de rodillas. A la cálida luz de fuego, YoonGi comprendió que lo quería.

Estaba enamorado de su esposo.

–¿YoonGi?

Él abrió la boca para contestar, pero se limitó a tragar saliva y tuvo que intentarlo de nuevo.

–¿Qué?

–Si no quieres ver la película, haremos otra cosa. Podemos emborracharnos aquí delante del fuego mientras vemos nevar; pero si estás de mal humor, estoy dispuesto a escuchar sugerencias.

Era increíble. JiMin hablaba de películas mientras él acababa de experimentar la mayor crisis de su vida. Cerró los ojos y luchó contra las emociones que habían derribado el muro de sus defensas, dejándolo tan solo con las ruinas esparcidas a su alrededor. Como si el perro reconociera a una víctima de la guerra, levantó la cabeza y lo miró.

Y en ese momento, YoonGi supo que hacer.

Atravesó la estancia y se arrodilló junto al omega. El perro gruño, se levantó y se marchó a la cocina. JiMin lo miró con expresión interrogante mientras él le colocaba la mano en la mejilla y contemplaba su cara como si lo viera por primera vez. Examinó cada uno de sus rasgos y se lanzó por el borde del precipicio.

Quiero hacerte el amor. 

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