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「006 」

YoonGi miro fijamente al omega que tenia delante e intento tragar saliva. Su voz ronca evocó escenas muy concretas.

Unas escenas en las que estaba desnudo con el lubricante natural bajando por sus jugosos muslos y le exigía una... aventura loca. Se mordio la lengua para no soltar una maldición y se sirvió más café en un intento de ganar tiempo. Jimin lo hacía pensar en el sexo con cada gesto. La inocencia de la juventud había dado paso a un hombre de sangre caliente con necesidades ardientes. Se preguntó que se sentiría rodear ese trasero tan generoso con las manos y a que sabrían sus labios. Se preguntó que llevaba puesto bajo ese ajustado traje.

–¿YoonGi?

–¿Si?

–¿Me escuchaste?

–Sí. Lo del sexo. Te prometo que jamás te pondré en una situación incomoda.

–Así que me estás diciendo que piensas seguir acostandote con Hoseok, ¿No?

–Hoseok y yo tenemos una relación. –aseguró

–Pero no vas a casarte con él –contraataco.

La tensión se podía mascar en el ambiente. YoonGi retrocedió unos pasos, desesperado por poner distancia entre ellos.

–No es ese tipo de relación.

–Wow, que interesante. Así que me estas diciendo que no puedo acostarme con otras personas porque ahora mismo no tengo una relación estable.

Si tuviera cubitos de hielo a mano, YoonGi las habría chupado uno a uno.

La acusación le provoco un extraño calor en la piel. Jimin había hablado con voz tranquila. Su sonrisa parecía relajada y sincera. YoonGi se sentía al borde de alguna demostración de poder y se dio cuenta de que llevaba las de perder. Intento ganarle.

–Si estuvieras en un relación estable con alguien, llegaríamos a un acuerdo. Pero los desconocidos son demasiado peligrosos. Puedo garantizarte que Hoseok sabe guardar un secreto.

En ese momento el omega sonrio. Una sonrisa deliciosa y hermosa que prometía maravillas que desafiaban la imaginación. Y se las prometían todas a él. Se le paró el corazón y al cabo de un segundo se le subió a la garganta. Fascinado, espero a sus siguientes palabras.

–Ni de coña, guapo.

Intento concentrarse en lo que decía mientras esos voluptuosos labios formulaban la negativa.

–¿Cómo has dicho?

–Si no hay sexo para mí, tampoco lo hay para tí. Me importa bien poco que sea con Hoseok, con un stripper o con el dichoso amor de tu vida. Si yo me quedo a dos velas, tu también, alfa. Tendrás que conformarte con este matrimonio tan pulcro y tan estipulado y apañartelas solo –Hizo una pausa para acomodar algunos mechones– ¿Lo has entendido, alfa?

YoonGi lo habia entendido. Pero decidió no aceptarlo. Y se dio cuenta de que estaban en un tris de disputar el punto de juego, de set y de partido, y de que necesitaba ganarlo.

–Jimin, entiendo que te parezca injusto. Pero los alfas somos diferentes. Además, Hoseok también tiene que proteger su reputación, así que nunca quedaras en mal lugar. ¿Lo entiendes?

–Si

–¿Eso quiere decir que aceptas las condiciones?

–No

La irritación se apoderó de él. Entrecerro los ojos y lo observo com detenimiento.

–Hemos logrado ponernos de acuerdo en todo lo demás. Hemos alcanzado un compromiso. Solo será un año, después podrás tener una puta orgía, a mi me dará lo mismo.

Unos gélidos ojos azules se clavaron en él con un brillo terco y decidido.

–Si tú tienes orgias, yo también. Si tu quieres pasarte un año de célibe, yo también lo pasaré. Me importan una mierda tus estupideces sobre las diferencias entre omegas y alfas. Si yo tengo que acostarme solo durante trescientos sesenta y cuatro noches, tu también lo harás. Y si quieres un poco de acción, tendrás que apañartelas con tu esposo –se agitó en negación– Y como los dos sabemos que no nos sentimos atraídos el uno por él otro, vas a tener que buscar otra forma de aliviar presión. Se creativo. El celibato debería llevarte a descubrir otras formas de desahogo –sonrio– Porque eso es lo que vas a conseguir.

Era evidente que Jimin desconocía que estaba ante un jugador de póquer magnífico, que se había pasado los últimos años liberando tensión en partidas que empezaba por la noche y acababan al día siguiente, de las cuales salía miles de dólares más rico. Al igual que su antiguo vicio, el tabaco, el póquer lo tenía muy enganchado, más por el placer que le provocaba que por el beneficio económico que conseguía.

Se negaba a que le ganara la partida, y además sentía que la victoria estaba cerca. Se lanzó a la yugular.

–¿No quieres atenerte a razones? Bien, no hay trato. Despídete de tu dinero. En mi caso, solo tendré que encargarme del consejo administrativo una temporada.

El pelicastaño se levantó y se plantó delante de él.

–Me alegro de haberte visto otra vez, niño bonito

Un golpe certero.

El pelinegro se preguntó si sabía lo mucho que detestaba ese mote desdeñoso. Al escucharlo ardía en deseos de zarandearlo hasta que lo retirase. Ya lo odiaba de pequeño y los años no habían lo hiriente que le resultaba. Tal como hacía en aquel entonces, apretó los dientes y sobrellevó la irritación con una sonrisa.

–Si, yo también me alegró. Pásate por aquí otro día. No vayamos a perder el contacto.

–Descuida–hizo una pausa– Nos vemos

En ese instante el alfa supo que se había equivocado. De parte a parte. Park Jimin podría ganar al póquer; no porque supiera como ganar, sino porque estaba dispuesto a perder.

También era increíble jugando a ver quien se acobardaba antes.

Jimin dio media vuelta. Caminó hasta la puerta. Giro el pomo. Y...

–Bien.

La palabra salio disparada de la boca de YoonGi antes de que pudiera pensar siquiera. Algo le decía que si él se iba lo llamaría después para decirle que había cambiando de opinión. Y, joder era su único candidato. Un año de su vida no era nada comparado con el regalo que suponía su futuro en el que hacer lo que siempre había soñado.

Le resultó admirable que ni siquiera se regodeara de su victoria.

Jimin se limito a voltearse hacia él para decirle con tono seco y profesional;

–Se que nuestro contrato no registra nuestro nuevo acuerdo. ¿Me das tu palabra de que te atendras a las condiciones?

–Haré que redacten un documento revisado.

–No es necesario. ¿Me das tu palabra?

Su cuerpo vibraba por la energía. YoonGi se percató de que confiaba en él en la misma medida que él confiaba en Jimin. Sintió un golpe de satisfacción.

–Te doy mi palabra.

–Entonces sellaremos el trato con un apretón de manos. Ah, y cuando se disuelva el matrimonio dentro de un año... mi familia no sufrirá por este engaño.–aseguro– Diremos que tenemos diferencias irreconciliables y fingiremos una separación amistosa.

–Podre soportarlo– sonrió de lado

–Bien. Recogeme a las siete para ir a casa de mis padres y darles la noticia. Yo me ocuparé de los detalles de la boda.

El pelinegro asintió con la cabeza, aunque tenía la mente un poco alborotada tanto por la decisión como por la cercanía del omega. Contempló que dejaba una tarjeta de visita en el escritorio de cerezo.

–La dirección de mi librería –dijo él– Nos vemos esta noche.

Carraspeó para decir algo, pero era demasiado tarde. Jimin ya se había marchado. Dejándo su dulce aroma a caramelo, chocolate blanco y cítricos en aquella oficina.



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