XXIX
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880—𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Se asustó mucho, porque no lo esperaba bajo ninguna circunstancia. No había escuchado su voz así, ya que la cercanía la hacía sonar diferente.
Pegó un pequeño salto por la sorpresa y bajó la cabeza en el instante, mientras se agachaba también para poder mostrar todo el respeto y adoración que debía tenerse. No lo miró, no podía hacerlo. Le había dirigido la palabra directamente a ella, tenía que agacharse.
—No, no, no. Puedes levantarte. Puedes mirarme—escuchó la voz del príncipe. Y obedeció a sus ordenes, mientras notaba que el joven tuvo intenciones de incluso evitar que Lauren se haya agachado.—Se siente raro tener que que estar diciendo esto todo el tiempo—se susurró a sí mismo.
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Al tener permiso, pudo verlo, de cerca. Era muy alto, de contextura bastante delgada, apuesto, y elegante. Se había cambiado la ropa con la que que había llegado, ahora también tenía un traje pero negro, una camisa blanca, de encajes y vuelos, con las mangas anchas como una bolsa, y luego ceñidas al puño. Los encajes de la camisa eran preciosos, traía una corbata roja oscura, las que eran en forma de listón. No traía saco, más bien tenía un chaleco de tela, con botones y perfectamente ceñido a su delgado cuerpo.
El príncipe aclaró su garganta ante el silencio de la muchacha. Que permanecía bastante sorprendida aún por quien estaba al frente suyo.
—Hola—repitió el joven, mientras sostenía la copa que había tomado con una mano y con la otra hacía un breve gesto de saludo—Soy Thomas—hizo una pausa—¿me recuerdas?
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La pregunta entonces confundió a Lauren en todos los sentidos y maneras posibles. Haciendo que sin que pueda evitarlo una expresión bastante perdida y confundida adorne su rostro, ni que hubiera viajado cuanto tiempo para que alguien olvide quién era.
—Ah no espera. Pregunta tonta, en qué estaba pensando, obviamente sabes quién soy.—se retractó inmediatamente el joven llevándose la mano libre al puente de su nariz, algo frustrado por sus propias palabras.—Lo siento.—Se disculpó—Sabes, mejor olvídalo. Olvídalo—dijo sumamente avergonzado de sí mismo mientras se retiraba.
Se fue a otro lado de la sala, mientras tomaba un sorbo de la copa de vino y se susurraba cosas inentendibles a sí mismo, como regañándose.
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Lauren quedó incluso más confundida que antes. Preguntándose incluso si es que eso en serio había pasado, y que había sido eso. Se desconcertó, y mucho.
¿Por qué le había preguntado aquello? Y sobretodo, entre todos los sirvientes y personas a quien pudo haber dirigido palabra ¿Por qué le había hablado a ella?¿La había confundido con alguien y después de dio cuenta?
Era muy posible que la haya confundido con alguien. Con alguna otra sirvienta con quien hablaba o quien sabe ¿Pero con quién? Y si ese era el caso ¿Por qué había preguntado si lo recordaban? Era el príncipe de Inglaterra, cómo podía ser posible que alguien no lo recuerde o no sepa quién era.
La bandeja ya estaba vacía, y aún totalmente extrañada por el raro encuentro, volvió a pasar por toda la sala, para que los que ya tenían las copas vacías, puedan volver a ponerlas ahí, para así tener las manos libres.
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Al ser copas vacías, el peso de solamente el vidrio no era mucho. Debido a la gran cantidad de invitados, cuando se terminaban las cosas de las bandejas había que recargarlas. Lauren tuvo que bajar nuevamente a la cocina, dándose cuenta que ahí abajo Frizzy también recargaba más bocaditos en su bandeja.
La morena al verla, dijo que la esperaría a un costado. Porque quería que salgan juntas.
Las copas vacías de la bandeja de Lauren, volvieron a llenarse de vino, trayendo nuevamente su anterior peso.
Las dos muchachas subieron las escaleras, y Frizzy parecía morir de curiosidad por preguntar algo.
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La morena tomó un respiro.
—Oye, sé que va a sonar raro ¿Pero tú y el príncipe se conocen? ¿o se han visto en persona antes?
Lauren negó repetidas veces.
—Es que en el desayuno y el banquete te miró como si te conociera. Como si supiera quién eras y estuviese extrañado porque estés aquí, porque te veía después de tiempo.
Aquello terminó de confundirla. Y oficialmente no entendió nada de lo que estaba pasando. Llegando a pensar que puede que Frizzy haya visto mal, o lo que era más probable y que ya había deducido, de que el príncipe la esté confundiendo con alguien más. Aún así quedaba un gran vacío a la hora de encontrar la respuesta.
—¿En serio?—preguntó Lauren bastante aturdida. Entrecerrando sus ojos un poco, una reacción de su cuerpo que de alguna manera no lo creía.
Frizzy asintió.
—Fue raro, a mi también me confundió. Por eso quise preguntarte. Porque en serio por su expresión parecía haberte reconocido de algún lado. No sé, me hice teorías conspirativas en la mente.
—Debe haberse confundido. Nunca antes lo había conocido en persona.
—No sé amiga, puede que sí se haya confundido de persona o que te parezcas a alguien que conozca pero también puede que no, sabes. Pero al mismo tiempo sería raro porque quién no sabría que es el príncipe.—hizo una breve pausa—Ahí la duda. Porque tu apariencia es difícil de olvidar, sobretodo por los ojos tan grandes que te cargas. Pareces un búho—comentó con algo de gracia.
Lauren negó lentamente ante las ocurrencias de la morena, que empezó a reírse de su propio chiste mientras ambas seguían subiendo las escaleras.
Dejando así olvidado el tema, al menos de alguna manera.
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Minutos antes de las ocho de la noche, indicaciones de Karoma pasaron de sirviente a sirviente, sobretodo para los que estaban sosteniendo bandejas de vino, pidiéndoles que se aseguren que no haya ningún solo invitado que no tenga una copa.
Lo cual era señal del gran brindis, después de que Frizzy ayudara a Lauren a verificar que todos tenían una copa de vino. Ambas fueron a formar con las demás sirvientas y mayordomos en una fila pegada a la pared en uno de los rincones del salón.
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Un silencio puro se formó en el momento que el rey subió al escenario de los músicos, para poder dirigir sus palabras a todos sus invitados.
—Levanten sus copas.—dijo, al mismo tiempo que con un gesto disimulado llamaba a su hijo para que se ponga a su lado.
El muchacho obedeció a su padre, subiendo a aquella plataforma, colocándose solemnemente al lado de su padre, con su copa de vino en la mano derecha.
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Todos los invitados pusieron sus copas en alto. Incluyendo incluso a la Reina y a la Princesa.
Ese era el momento más importante ceremonialmente, donde la bienvenida se hacía oficial y emocionante para toda la gente cercana al Rey, cuya presencia estaba en el castillo. El soberano daría sus palabras, compartiendo su pensar y gozo respecto a la llegada de su hijo, para brindar en su nombre.
El brindis también era el periodo de tiempo que iba antes de que con una indicación el Rey indique a los músicos, que la fiesta, el baile, empezaban oficialmente.
Su majestad, aclaró su garganta, y pasó una mano al rededor de los hombros de su hijo, para poder pegarlo más hacia él
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—Mi hijo amado, ha vuelto.—dijo el Rey, con un gran orgullo. Que podía notarse a distancia—Mi corazón y este Reino nunca habrán de estar más llenos de gozo. Ha sido casi un mes, que Inglaterra no ha contado con su presencia. Un mes sin que este reino sea merecedor de su realeza, porque estaba lejos de aquí.—hizo una pausa—Pero ahora nuestras almas están completas, el reino vuelve a tener a su adorado príncipe de vuelta en estas maravillosas tierras. Y este baile es solo una de las numerosas fiestas, alabanzas y eventos que se harán por su llegada. El pueblo entero ya lo sabe, se sabe en Irlanda y en Escocia también —hizo una pausa— Mi heredero ha vuelto a casa.—dijo bastante emotivo.
—¡Por el príncipe!—se escuchó la voz de la Reina, al mismo tiempo que elevaba más su copa. Haciéndose notar ya que a pesar de que todo tornaba al rededor de su hijo, ella estaba acostumbrada a recibir la atención del todo el mundo.
—¡Por el príncipe!—replicaron todos de vuelta, elevando más sus copas como la Reina. Y brindando.
Todos chocaron sus copas entre otros, para poder hacer efectivo el brindis. Antes de poder beber el contenido.
El Rey y su heredero, aún en el escenario compartieron un cálido y muy emotivo abrazo. Para que luego el monarca bese la frente de su adorado hijo, con algunas lágrimas en el rostro.
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Pasaron varios minutos, en los que hubieron conversaciones animadas, el Rey y el príncipe bajaron del escenario. Hubieron risas gozosas y más choques de copas. Palabras de bienvenida y muchas alabanzas.
Las palabras del Rey habían sido emotivas, la manera en la que él dio su bienvenida fue excelente y muy preciosa. Haciendo que todos puedan confirmar una vez más, la gran calidad de persona que tenía el soberano, que a pesar de todas las riquezas, no era ningún tirano. Poniendo las expectativas muy altas, para cuando a su hijo le toque gobernar.
Los sirvientes, especialmente los que habían llevado la copa de vino, tenían que esperar un tiempo prudente en aquella fila que habían formado con los demás en el rincón de la sala, para así poder recoger en las bandejas todas las copas ya vacías antes de que empezara la fiesta.
Todos quedaron en orden, esperando. Pero debido a que tenían que recoger todas las copas bastante rápido, los otros sirvientes cuyas bandejas estaban vacías, también podían unirse a ayudar con la tarea.
En la bandeja de Frizzy habían como cinco bocaditos que habían sobrado, pero en vista de que quería ayudar a recoger copas. Con solamente Lauren dándose cuenta de lo que iba a hacer, se los comió.
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Con un mayordomo que tomó iniciativa para guiar a los demás a recoger las copas, los encargados de hacerlo y los que querían ayudar empezaron a hacerlo.
Frizzy que aún tenía la boca llena, y las mejillas algo infladas por eso. Tragó el bolo alimenticio bastante rápido.
Mientras una vez más, con la cabeza baja y siguiendo un orden impecable, recogieron todas las copas en las bandejas.
Había un gran tumulto en el salón como para poder volver a la cocina, ya que todos estaban tomando sus lugares para que la fiesta y la música de comienzo.
Haciendo fuerza con una mano, Lauren tuvo que elevar el brazo hacia arriba con la bandeja, equilibrando todas las copas vacías que había recogido y pasando de una manera que no roce ni choque con nadie.
Junto a todos los demás sirvientes que habían salido a recoger las copas, incluida Frizzy que había sido la única que había querido ayudar a los encargados de las mismas. Tal vez sólo por que su nueva amiga estaba en ese grupo.
Regresaron a la cocina, y en orden también dejaron las copas pero no las bandejas. Por si acaso.
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Ya libres de las copas de vidrio, volvieron a subir. Para estar presentes nuevamente en la formación de sirvientes a un rincón del salón principal. Por si durante el baile o en sus descansos, alguien necesitaba algo.
Frizzy no se alejó de Lauren, y a la hora de volver a subir a formar junto a sus colegas en esa ordenada fila escondida a un lado del salón, se puso a su lado.
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Lauren vio como con una indicación la Reina hacía que todos los invitados se coloquen con sus respectivas parejas de baile. Para la primera pieza
Obviamente, el Rey y la Reina iniciaban, y estaban al centro.
La princesa iba a bailar con el joven Harry, el hijo del Duque. Y el príncipe con quien parecía ser la hija de el Conde de Bradford.
El rey levantó la mano, y la música, empezó.
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En ese momento, la belleza que ya de por sí tenía el lugar, pareció multiplicarse en cantidades enormes.
Los trajes, los vestidos, el salón, la música.
Después de todo el apuro, de todo el inmenso ajetreo, el estrés, los nervios. Presenciar un evento de tal magnitud, su elegancia y su belleza, era reconfortante de alguna manera.
La música, le añadía toda esa esencia que lo volvía todo incluso más etéreo.
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Lauren se quedó mirando aquello, de tanto en tanto alternando su mirada de la coreografía a los músicos y como la melodía que provenía de sus bellos instrumentos parecía hacer un eco en el castillo.
Era el primer baile que veía en su vida, y era hermoso. Todo el estrés que estuvo cerca a no poder manejar, parecían reconfortarse con solo ver lo eternamente bello de la escena. En la inmensidad de un castillo que dos días atrás no se imaginaba haber pisado nunca en su vida.
La música, la pieza musical que estaban tocando, era una que había escuchado antes. Y recordó su nombre, mientras en compañía de todos sus compañeros formados, veían la coreografía de la misma.
El Rey y la Reina guiaban la misma, obviamente. Y la chica que bailaba con el príncipe, parecía más nerviosa que nunca, a medida que la canción avanzaba.
Lauren no creyó poder volver a presenciar en su vida algo tan bonito como lo que estaba viendo. Y a penas era la primera pieza.
Era una fiesta de celebración, por la llegada del próximo soberano del glorioso Reino de Inglaterra. No era para menos, aquel recibimiento, aquella fiesta, aquellas palabras. Posiblemente todo la alegría del pueblo duraría toda la semana.
Recién era a penas un día de su trabajo en castillo, y era de lo que estaba más agradecida en su vida. Pero no podía evitar sentir extrañar a algunas personas que sabía que no podría ver seguido, a pesar de que se despidieron hace poco.
Se prometió, que durante esa semana se haría un tiempo para escribirle cartas a todos.
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La pieza musical, tenía un intermedio, un cambio en la melodía que indicaba el cambio de pareja para poder seguir con la coreografía.
Así, la Reina terminó con el Gran Duque, el Rey con la Marquesa de Chesire, la Princesa con el Duque de Bradford y el príncipe con la Condesa de Irlanda.
La pieza continuó, la coreografía era un poco más rápida y más agraciada, formando figuras, con elegancia y ritmo.
La melodía duraba más de 7 minutos, y a pesar de que pueda parecer largo, al escuchar lo hermosa que era se sentía como una canción corta.
La primera melodía cerró, y todas las parejas en la pista de baile, se agradecieron con una reverencia.
Hubo entonces un descanso, donde no hubo música, y las parejas entablaban una conversación antes de que empiece la otra pieza.
Mientras el Príncipe hablaba con la Condesa, se lo notaba algo inquieto.
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Durante el momento de descanso, en la formación de los sirvientes a un rincón Lauren hizo tronar los dedos de su mano izquierda uno por uno, instintivamente. Pero el sonido no salía de su dedo anular específicamente, cosa que la mantuvo distraída varios segundos, haciendo lo posible para que el sonido salga de ese dedo en particular.
El sonido no salía, y ella quería que salga. Así que lo siguió intentando.
Eso la desconectó un poco de la atención que le estaba prestando a todo el ambiente del salón.
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—Te está mirando, te está mirando, te está mirando, te está mirando.—Repitió varias veces Frizzy, estremeciéndose por los nervios.
Al escucharla, Lauren supo a lo que se refería, pero no miró hacia la parte de la sala donde había de estar el joven, no podía hacerlo tampoco, porque si como decía Frizzy él la estaba mirando y ella miraba de vuelta, sería considerado algo demasiado irrespetuoso de parte de Lauren el contacto visual.
Miró hacia abajo, estaba sumamente extrañada, y en verdad esperaba que solo sean cosas que Frizzy veía por error. No lo entendía y trataba de buscarle una explicación lógica al asunto. Se le hacía raro, y hasta algo incómodo. Porque si era cierto, no tenía ni idea de por qué la estaba mirando, sobretodo porque antes le había hablado, y eso también la había desconcertado en todos los ámbitos existentes. Una gran parte de ella creía firmemente en algún tipo de confusión que había de tener el príncipe con alguien que se parecía a ella. Aún así esa no parecía ser la respuesta correcta, faltaba algo, algo no cuajaba. Pero la respuesta que se había dado calmaba varias de sus dudas y de alguna manera era la conclusión más lógica a la que se podía llegar.
Al mismo tiempo también estaba serena, y a pesar de que muchas preguntas sin respuesta se formen en su mente, la mejor opción era no darle vueltas. No había razón para hacerlo, porque al fin y al cabo ella no era nadie ante la gran presencia de un hombre de la realeza.
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La pausa antes de la segunda canción era larga. Risas y conversaciones aparecían en la sala, mientras los sirvientes permanecían ordenados.
A pesar de lo que dijo Frizzy, Lauren no hizo nada, se encogió de hombros ante su declaración. Y siguió en el intento de hacer sonar el hueso del dedo anular de su mano izquierda.
Frizzy disimuló su graciosa indignación mientras trataba de no romper el orden ni la formación en la que estaban.
—¿Cómo es que estás tan tranquila con eso? ¿Cómo alguien en el mundo puede estar tan sereno con eso?—le susurró.
—No sé, supongo que es porque creo que me están confundiendo con otra persona.
Frizzy resopló.
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