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LXXXIX

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880— 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

El viaje del príncipe duraría tres semanas, claramente. Para todos los sirvientes era algo triste que se vaya, más aún por el bajo ánimo con el que lo había hecho. Contrastando con la emoción que mostraba por su viaje desde antes, pero que desde un momento a otro. Desapareció.

Claramente su ausencia, se notó. Incluso antes, cuando Lauren no lo veía  desde que sucedió aquel incidente entre ambos. Ahora con su viaje, se sentía mucho peor, porque claramente ni estaba presente en el castillo, no podía consolarse con la idea de que al menos estaban en el mismo lugar, y claramente se sentía culpable por aquellos bajos ánimos del príncipe.

Pero solo habría que esperar, 3 semanas no eran mucho tiempo. Y considerando el viaje en barco de ida y regreso, su estadía en Francia sería un poco más corta de lo que parecía.

No sé sentía con el derecho de extrañarlo, porque ella lo había lastimado. Pero, tampoco era que pudiese evitarlo.

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Un par de días después, cuando por cálculos el príncipe ya debía estar pisando Francia oficialmente, una nueva carta de la Corte llegó para Lauren. Avisando que el dinero de la reparación que se ordenó pagar a las Dhollen, ya había sido pagado.

Para ese tiempo, habían pasado varias semanas del juicio, y con el plazo que les dieron a las Dhollen, lo pagaron a tiempo, claramente por miedo a cualquier consecuencia si no lo hacían.

El dinero ya estaba en su cuenta. Debido a que trabajaba en castillo, y a la dependencia del mismo. En ese caso no necesitaban una firma. Ya que la firma la brindaría el Rey confirmando que todo estaba en orden, y que al igual que Lauren, también había sido notificado.

En la carta también se mencionaba que al ella ser tutelar, nadie más que ella podía acercarse a retirar o hacer cualquier trámite bancario, aseguraban que a pesar de su trabajo, las mismas leyes protegían la seguridad, e individualidad del mismo. De todas formas, cualquier cosa que haya haga con el dinero de su cuenta o lo que sea, durante el tiempo que trabaje en el castillo, sería informado al reino. Porque claramente trabajaba ahí y a toda la parte administrativa del castillo estar encargada de supervisar a los sirvientes en orden para poder regular las cosas también, se necesitaba un informe.

Aquello la alejó de todo el tema del príncipe por un buen tiempo. Ya que también le informaron que el Rey había sido notificado, y que todo estaba orden. Por lo que tuvo que organizar bastante información, y guardar todas las cartas e informes de la corte, porque nunca estaba de más, y más valía ser precavido por si en algún momento podía suceder cualquier emergencia.

Además la hizo pensar en su situación material, porque desde que se entregó el dinero, tenía lo suficiente para poder irse del castillo, considerando que vaya a vender el regalo del príncipe. Y todo esto considerando que jamás se hubieran enterado lo de Karoma. Situaciones que claramente habían cambiado.

Antes de enterarse lo de Karoma estaba segura que no se iría hasta que una situación extraordinaria la obligue. Y lamentablemente ese tipo de situación había llegado más rápido de lo esperado, al meterse sin intención alguna en todo aquel problema en el que estaban. Y lo malo era que no importaba si se podían ir, porque no las iban a dejar. Quien sabía a que podía llegar la Reina para impedir todo aquello.

Estar atada al castillo no le molestaba. Su consuelo era que claramente no sería por siempre, era obvio que después de tantos años guardando aquel secreto, que de un momento a otro dos sirvientas que no tenían por qué saber se hayan enterado de manera espontánea, era una señal para saber que si aquello había pasado, el riesgo de que a otro le pase era más alto, lo que al mismo tiempo indicaba que el tiempo para mantener la mentira se estaba acabando.

Y Karoma lo sabía, la Reina también. Pero la esposa del Rey haría hasta lo imposible por alargar aquel secreto por el mayor tiempo posible, yendo en contra de su propio reloj si era posible.

Habló con Frizzy, sobre cómo iban a hacer para afrontar todo eso, no emocionalmente porque claramente ese lado estaba bastante sensible. Sino, materialmente.

Dependiendo a cuanto tiempo, a cuantos años les demore salir de ahí, que las cosas se solucionen, que la verdad se sepa y todo lo demás. O en el peor de los casos salgan ya cuando su edad esté extremadamente avanzada. Tenían que saber al menos a donde ir.

Frizzy mencionaba la granja de sus padres, que era inmensa y que ahí se podían quedar al menos hasta poder encontrar otro lugar si lo deseaban. Escocia era un lugar diferente y menos agitado que Londres. Con el dinero que ambas ahorrarían y el que tenía Lauren, era suficiente para una casa. Y ese era prácticamente un sueño mayor.

Pensar en su futuro, era complicado. Porque al final no se sabe, pero tener algún tipo de plan arreglaba las angustias de cierta manera. Y una vez más, ante lo complicada y tensa que estaba la situación emocionalmente, pensar que hacer de alguna manera, creaba la ilusión de que tan mal no podía estar todo. 

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Pronto también en aquel periodo de tiempo, permitieron nuevamente el envió de cartas hacia familiares y seres queridos.

Como todas las veces que había sucedido eso, hasta antes de la muerte de Vladimir Gees. Lauren sabía a quienes escribir.

Pero, con lo que ni ella ni Frizzy contaron. Fue que sus casos iban a ser especiales. Debido a que el tema de Karoma había pasado a ellas dos también. Sus cartas tenían que ser supervisadas, para revisar que en ninguna de ellas estén queriendo tal vez revelar algo de lo que sabían. Así lo había dictado la Reina, y así lo debían de hacer.

Y era muy incómodo, porque el preciso hecho de enviar una carta a un ser amado, era algo privado en lo que nadie se debía meter. Pero no les quedaba de otra, si es que querían enviar una carta en verdad.

Karoma se disculpó por aquello en privado, diciendo que ella tampoco podía hacer nada. Ya que estaba en la misma situación.

Frizzy mandó cartas a todas sus hermanas y a sus padres. Les dijo lo más superficial, que les estaba yendo bien, y que las cambiaron de puesto.

Lauren hizo lo mismo, escribiéndole a Gerard, a Hope, a Aitana y a Louis. Aunque disimuladamente en la carta que le escribió a Gerard puso que no estaba en sus mejores días emocionalmente hablando, aún así no reveló nada que pueda ser sospechoso. Porque claro, iban a revisar sus cartas.

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Las respuestas de las cartas fueron de lo más normales, pero también fueron revisadas antes. Por lo que Lauren tuvo que recibir sus cartas ya abiertas, sin la delicadeza de haber sellado las mismas de nuevo por parte de quien sea que las haya revisado, aunque era claro quien lo había hecho. La persona más obsesionada con todo aquello, la Reina.

La carta de Gerard, era la más larga. Diciendo que era normal sentirse algo mal a veces, que esperaba que se anime pronto. Y que de paso, si de algo servía para animarla la iba a poner al tanto de todo lo que había pasado.

Las Dhollen iban a mudarse. Después del juicio, su búsqueda por una nueva sirvienta quedó nula. Ni una sola persona deseaba acercarse. Las estaban rechazando en todos lados, a pesar de todo el escándalo que vayan a hacer, su reputación había sido destruida. No salían a la calle, nadie las veía de un momento a otro. Hasta que se enteraron que se iban a mudar. Ya que, de un momento a otro se dijo que la casa donde vivían, la que era del señor Arthur Dhollen, su padre. La habían vendido.

Y eso era un golpe bajo para ellas. Porque fue la casa de su familia durante muchas generaciones. Y ahora la habían perdido por completo, la tenían que vender, porque en Londres, y probablemente en toda Inglaterra. Su reputación estaba en el suelo, expuestas por sus crímenes. Viendose a si mismas destruidas, pagando por fin cada uno de ellos. Con el dolor que jamás sintieron, con un sufrimiento que regresaba a ellas como un castigo. Que por más humanidad que se tenga para decir que a pesar de todo nadie se merecía eso, el daño que hicieron las mujeres, y todo el que les estaba al fin regresando de vuelta. No daba lástima.

Nadie sabía a que parte de Inglaterra o del Reino se iban a mudar. Y eso era lo que querían. Con tanta gente tirando huevos a sus ventanas, insultandolas en la calle, humillandolas y rechazadolas. Saber a dónde se irían solo haría que todos se pasen la voz para que pase lo mismo. Y aunque igual pasaría en algún punto, tenían que evitarlo por un tiempo.

La ruina social de las Dhollen era permanente. Y ahora estaban condenadas a cumplir su castigo divino. Con su peor pesadilla.

Gerard decía que todos las repudiaban más porque a pesar de como las trataban en la calle, Ivonne ni Romina Dhollen jamás mostraron arrepentimiento alguno. Gemma Dhollen era la que no salía y se decía  que siempre la escuchaban discutir y llorar desconsoladamente. Que todo estaba afectando su mente, que se iba a volver loca. Que vivía con la conciencia de que todo lo hizo por sus hermanas, y que pesar de las oportunidades que tuvo, ella siguió escogiendo ser una mala persona.

Lauren sintió que de algún modo el espíritu de su madre seguía ahí. Porque había algo del mismo en esa casa, el de una Emma joven que jamás se entendió con su familia, que sufrió mucho. En una casa donde no conoció amor ni paz ni familia. Una casa donde su hija sufrió lo mismo, una casa de la que no la pudo sacar, un mal del que no la pudo proteger. Una casa llena de una carga muy pesada, muy mala, en la que lamentablemente también había dejado algo de ella, había crecido ahí, todas las veces que lloró, todas las veces que rezaba a los pies de una destartalada cama porque el dolor se vaya ya. Como se rindió miles de veces. Todo eso seguía allí.

Sería esa una razón más, por la que tenían que irse de esa casa. Esa culpa se hacía peor. Y a pesar de que jamás se liberarían de su castigo, y lo sabían. Su instinto de supervivencia, las alentaba a huir, y eso hicieron.

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La carta de Aitana contaba lo mismo, solo que de una forma mucho más breve. Y que además un día vio como le negaron entrar a la panadería, porque se rehusaban a atenderlas. Se armó un escándalo, pero nadie las dejó entrar. Confirmando así todas las situaciones de asco y rechazo en el pueblo que había contado Gerard.

Lauren no pudo imaginarse aquella situación. Más aún conociendo a las mujeres, cuyo orgullo permanecería hasta en las situaciones más increíbles. Por lo que saber lo que pasaba si la sorprendió un poco.

No tenía interés en quién había comprado la casa ni que iba a pasar con la misma. Esa casa traía terribles recuerdos de su pasado, del pasado que estaba consciente que su madre tuvo.

Además con que las Dhollen se vayan de Londres para siempre. Las noticias y su ánimo se habían levantado notablemente. Saber que ya ni estarían en la misma ciudad, traía una gran tranquilidad.

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La noticia también ánimo a Frizzy, porque Lauren se la contó. Y debido a que ahora trabajaban mucho más de cerca con Desire y Amy, ambas también se enteraron de la noticia un día que las 4 estaban almorzando en la lavandería, en una especie de habitación de la misma donde podían hacerlo, ya que era obvio que no podían hacerlo en la zona del planchado porque podían volver a ensuciar la ropa.

De todas formas la celebración por la noticia también fue bastante animada.

—Ojalá se hayan ido a Rusia —suspiró  Amy cuando se lo contaron.

—¿No escuchaste que dijeron fuera de Londres? Se están yendo fuera de Inglaterra, babosa—respondió Desire algo obvia.

—Pero no entiendes que estoy bromeando, tonta—le respondió Amy en el mismo tono.

Ambas se quedaron mirando a la otra con los ojos entrecerrados. Como una especie de desafío, y luego se echaron a reír.

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Las semanas siguientes Lauren estuvo distraída, por ese mismo tema y por la tranquilidad que brindaba. Exactamente como Gerard lo había esperado, se sentía mucho mejor.

Además, lo ocupado que era el trabajo en la lavandería, ayudaba a separar su mente de su cuerpo. Haciendo que la mayoría de días pueda sobrellevarlos de cierta manera. Un par de veces incluso se había perdido en la inmensidad del lugar, al que aún se estaba acostumbrando debido a su corto tiempo ahí aún.

También se quemó el dedo un par de veces, era difícil trabajar con planchas calientes que no tenían límite de calor. Porque claro eran de acero, no había aun ninguna tecnología mágica que pueda parar el calor de la plancha en un punto. Por lo que había que calcular, esperar a que enfríe, y calentar otra vez.

La tranquilidad funcionaba para no pensar en el joven. En que debería estar haciendo. En como estaba. En su propia culpa por todo lo que había pasado, en como lo había herido, o simplemente en él en general.

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Lamentablemente, la tranquilidad no duró mucho como se deseaba.

Precisamente tres semanas eran un tiempo corto, y de un momento a otro habían pasado de la manera más rápida posible. El tiempo, no se había sentido, posiblemente por todo lo que pasó en el medio, la carta de la corte, las noticias de las Dhollen y demás.

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El día del regreso del joven era un poco menos alborotado que el de su viaje a Suecia. Precisamente por el tipo de viaje, ya que su viaje a Francia era un viaje menor, y no tan importante como el de Suecia.

De todas formas, el recibimiento era el mismo, se lo esperaba para las 7 de la mañana, bastante temprano. Los sirvientes de la cocina y los de la limpieza habían de hacer aquel camino a la entrada del castillo para recibir al heredero al trono. Hacer la reverencia y toda aquella ceremonia de recibimiento.

Una vez más, la lavandería no estaba obligada, lo que era una forma educada de decir que no podían ir. Porque su zona estaba mucho más lejos y porque era una sección inmensa, y a pesar de que recibir al príncipe de esa manera era necesaria, la legión de sirvientes que había haría que todo se vuelva pesado, y desordenado.

Ni Frizzy ni Lauren salieron, obviamente. Pero no significaba que la llegada del príncipe no les provoque nada.

Pero por como estaban las cosas, había que controlar la curiosidad y la ansiedad.

Llegaron las 7, supuso que ya había llegado el príncipe. Y solo pudo imaginarselo, esperando que este mejor. Que se haya animado. Que la haya olvidado, porque era lo mejor.

Más tarde se enteró todo el castillo que el príncipe estaba demorando. Pero que no era nada raro, desde el puerto hasta el castillo en carruaje era un trayecto bastante largo. Nadie se preocupó hasta entonces.

Pero, un poco más tarde. Minutos pasados las 9 de la mañana. Cuando debido a la falta de noticias Lauren suponía que el príncipe ya había llegado sin problema. Unos gritos aterrorizados llegaron a la lavandería, haciéndose escuchar en todos lados, a pesar de la inmensidad del lugar.

Todos se alarmaron, pensando que alguien había visto algo. Y no se equivocaban, porque un par de sirvientas de limpieza habían entrado exclamando ayuda. Preguntando por todos lados donde estaba el desván.

Inmediatamente las encargadas que eran Desire y Amy, se vieron en tarea de ver como ayudar. Porque ellas tenían la llave. Dejando las planchas a un lado, y saliendo a correr a ayudar para cualquier cosa que hubiera pasado.

Y el escándalo se armó.

Todos habían dejado sus cosas de lado, para salir a escuchar que es lo que estaba pasando. Qué era tan grave. Frizzy, Lauren y toda la zona de planchado, se acumuló cerca a la puerta, con algo de miedo porque nadie sabía como ayudar, debido al alboroto. Y un gran desconcierto.

—¡Necesitamos vendas, necesitamos vendas! Las vendas de la enfermería no son suficientes—se escuchaba a la sirvienta de limpieza llorar.

Desire y Amy estaban desesperadas, corriendo hacia el desván acompañadas de esas dos sirvientas. Llamando a más mujeres de la lavandería a ir a revisar los cordeles.

—El príncipe está herido. Le dispararon al carruaje—decía la mujer desconsoladamente. Ayudando con prisa junto a su compañera a buscar las vendas.

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