LVIII
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880— 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Nada de lo que sucedió después tuvo sentido. No estaba totalmente inconsciente, pero nada parecía lo suficientemente real. No recordaba haberse desmayado antes, y esa experiencia era algo desconocido, y nada agradable para ella. Porque podía sentir como es que intentaban hacerla reaccionar, y también como su cuerpo y su mente no podían hacerlo.
No pudo tampoco ser muy consciente del tiempo, pero lo poco que le permitía su consciencia y su mente en ese estado, intentaba con esfuerzo darle una estimación.
En un momento ya sin remedio, todo si se volvió completamente negro, y no pudo hacer nada.
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Para ella, se sintió como si solo hubiera parpadeado, y que al momento de despegar los párpados para hacerlo, esa fuese la tarea más difícil del mundo entero. Obviamente había pasado un buen tiempo, pero en su mente y en su cuerpo, solo había parpadeado.
No estaba en la cocina, ni en la habitación que compartía con Jocasta. Estaba en otro lado, recostada en una cama, una habitación blanca.
En el momento que logró abrir los ojos, sintió que su cuerpo le respondía también y empezó a querer sentarse en ese lugar que no conocía.
Eso fue lo que la hizo dar cuenta que había gente ahí. Que a penas la vieron, corrieron hacia donde estaba, abrumándola porque en serio no sabía en qué parte del castillo estaba.
La habitación tenía 4 camas, con sábanas blancas igual que las paredes, cada una tenían mesas de noche, pero también eran diferentes. Habían sillas, también al lado de algunas camas y al lado de la suya, sillas en las cuales estaban las personas que reaccionaron al verla despertar, y que durante unos segundos le costó reconocer.
Estaban Karoma, Frizzy y una mujer que no conocía. Pero que así como las demás llevaba el mismo uniforme.
Le estaban hablando y durante varios segundos le costó entender también. Le preguntaban como estaba, y después de reaccionar más asintió un poco.
No la ayudaron a sentarse, pensaron que sería mejor que lo hiciese sola, y así lo hizo, logrando sentarse derecha en aquella cama.
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Así también pudo ver que no solo estaban esas tres personas en aquella habitación, sino que al fondo cerca a la ventana, que tenía las cortinas abiertas habían dos jóvenes que miraban a través de la misma. Que al escuchar y sentir que las cosas habían mejorado se voltearon y también se acercaron al lugar, abrumándola también sin darse cuenta.
El joven Dylan, y el príncipe Thomas también eran quienes también estaban ahí.
Lauren sentía que todos hablaban al mismo tiempo. Así como también se sentía perdida, desconcertada, y tenía la mirada desenfocada.
—Por favor, procuremos hablar tranquilamente y por turnos, es malo tratar tan de repente y de manera tan colectiva a la muchacha al mismo tiempo, acaba de reaccionar recién. —Habló aquella mujer que Lauren no conocía.
Todos guardaron silencio durante un buen tiempo, permitiéndole a Lauren darse cuenta y terminar de asimilar quienes estaban ahí. Sintió que Frizzy acomodo las almohadas de una manera más alta para que apoye su espalda ahí, y que descanse un poco.
Su cuerpo lo hizo, pero sin encorvar su espalda. Su mirada empezó a enfocarse, y cada vez se sentía mucho más consciente y mucho más en tierra.
—¿Te duele algo?—preguntó Frizzy de repente.
Lauren negó.
Todos parecieron algo aliviados
—Teníamos miedo de que al desmayarte, pudieses haber golpeado tu cabeza con la caída.—comentó Karoma—Rose, la encargada de ser enfermera de los empleados ha hecho lo mejor—dijo, revelando el cargo y el nombre de la mujer que no conocía dándole a conocer también de manera implícita el lugar en donde estaba—está acostumbrada a los desmayos, porque suceden seguido en general en el castillo, debido al cansancio y otros factores. Ella también estuvo en mi breve recuperación cuando eso me pasó a mí.
Lauren comprendió y con un gesto de gran agradecimiento en la cabeza le agradeció a la mujer que había sido mencionada por Karoma. Quiso expresar el agradecimiento con sus palabras, pero la mujer negó.
—No pasa nada muchacha, nos alivia que estés bien. Vas a quedarte hasta que yo vea que estés mejor. En tu caso, es probable que sea en un tiempo más largo, debido a que lo de tu desmayo no ha sido físico completamente sino que viene acompañado de algo emocional y por eso, es mejor que te quedes hasta estar más estable.—dijo Rose.
Frizzy miró sutilmente al príncipe, que estaba callado mirándo a la sirvienta en la cama algo preocupado. La morena le hizo una especie de gesto con la cabeza al joven, como animándolo para algo.
El príncipe aclaró su garganta, y su consejero le dio una especie de palmada en la espalda, ya que al parecer iba a decir algo.
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—Señorita Lauren—dijo de repente el hijo del Rey—Yo no puede evitar preocuparme por su estado, debido a que en la hora del desayuno este estuvo sumamente retrasado para mi persona, lo llevó otra sirvienta y ante la extrañeza y mal presentimiento que tuve, pregunté. Personalmente jamás supe lo que es un desmayo en carne propia, y ante el susto no sabía que es lo que podía pasar. Su salud, y como se encontraba fue algo que me mantuvo preocupado, Dylan decidió acompañarme debido a que esta noticia también lo preocupó bastante, debido a las circunstancias de como nos contaron que sucedió todo.
—Es también, en este sentido, un gran alivio ver que se encuentra mejor, físicamente al menos—continuó de repente el consejero—a pesar de que afortunadamente su desmayo no ha sido tan duradero ni nada que de alerta de otro tipo de emergencia. Como la preocupación de que pudo haber golpeado su cabeza.
Lauren agradeció con lo más parecido a una reverencia que podía hacer.
Nadie supo después que decirle. Nadie quería mencionar la reciente muerte del Bibliotecario, era demasiado reciente, y si se veía el reloj eso no había pasado hacia más de una media hora. No era lo más apropiado, más aún sabiendo cómo podía ponerse la muchacha aún a pesar de estar mejor, físicamente de su desvanecimiento.
Al parecer, había algún tipo de plan respecto a eso también. Porque después de eso y del silencio las personas presentes quedaron en silencio.
Lauren, o su mente de hecho. Después. del desconcierto, de las explicaciones y de que su mente recupere todo lo que habia pasado anteriormente colvió a entrar en un estado bastante extraño. Que al joven Dylan lo asustó un poco. Apoyada en la almohada, sentada pero erguida, colocó las manos sobre su regazo, y se quedó mirando un punto fijo en la pared. Y no se movió para más que parpadear.
Aún así si escuchaba todo. Pero dudaba poder responder correctamente si le preguntaban algo.
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Después de unos minutos de silencio. Las personas acompañándola, tuvieron una especie de conversación entre ellos, y poco a poco se fueron levantando, para salir de aquel lugar. Siendo la primera en retirarse, Karoma, que vio a Lauren con algo de lástima y pena por lo que había pasado.
Después no sin antes susurrarle algo al príncipe, salió el joven Dylan después de hacer una reverencia con todos a pesar de que era muy probable que nadie lo esté viendo.
Frizzy se acercó a ella después de dudar en retirarse por un buen tiempo. Y antes de irse, quiso decirle algo.
—Vas a estar bien—le dijo, y sin darle muchas vueltas, tomo las manos de su amiga suavemente, y las apretó un poco.
Lauren no pudo ni reaccionar ante aquello, no correspondió al toque, su rostro no se inmutó y siguió viendo hacia adelante. No podía ni pensar en lo que estaba pasando.
Frizzy la soltó rápido, y se fue no sin antes despedirse también, y salir técnicamente caminando de espaldas para no perderse nada de vista hasta que esté fuera del lugar.
Lauren esperaba que la única persona que se quede, fuese la enfermera llamada Rose, pero grande fue su confusión al ver que ella salió. Diciendo que a diferencia de los demás ella solo se quedaría afuera, esperando.
Dejándola sola en esa habitación, con el príncipe.
El jóven decidió no sentarse en las sillas al lado de la cama, sino moverlas más lejos, para hacerse un espacio, y sentarse más bien en el pie de la cama, en el mismo colchón.
La expresión de Lauren empezó a cambiar, frunciendo un poco su ceño, y sintiendo como sus brazos una vez más se dirigían al rededor de su propio cuerpo, volviendo a abrazarse como a un inicio, antes de que todo el incidente de su desmayo suceda.
Sabía y presentía que es lo que querían decirle. Se veía venir una especie de consuelo para ella, no estaba con mucha ganas de ser consolada. Sabía que estaba preocupando y asustando más de la cuenta a la gente, no quería que tengan atenciones con ella que creía que no se merecía.
Sintió sus manos empezar a temblar, y se quiso obligar a toda costa a no hacerlo.
—Señorita—llamó el príncipe suavemente.—Sé que usted está muy afectada por lo que ha pasado en estos últimos momentos. Tal vez más que cualquier persona en este castillo, por como tengo entendido que su relación era con el buen Vladimir. Su pena y su dolor son perfectamente entendibles y
Lauren no quería escucharlo. No quería que le hablen de la muerte de Vladimir Gees, no deseaba recibir un discurso sobre ello, la imagen del hombre seguía en su mente, los mismos recuerdos de su niñez y adolescencia, que le dieron algo de luz en lo horrible que solía ser su vida. Hablar de Vladimir Gees, era como hablar de la muerte de sus padres, era algo demasiado fuerte para ella, tan fuerte que ni siquiera sus propias emociones podían soportarlo. No quería escuchar.
Sin poder controlar sus impulsos, se llevó las manos a los oídos, y se los tapó mientras cerraba los ojos. Dejando de prestar cualquier atención, y cortando el discurso que empezaba a decir el joven.
El príncipe no se sintió ofendido, pero sí algo frustrado. Se venía venir algo así, y tenía que ver que hacer para continuar con su propósito.
[•••]
—Escúcheme por favor—decía el príncipe, mientras veía como la muchacha se esforzaba por cubrir mejor sus pisos.—Señorita Lauren escúcheme—insistió.
El príncipe se sentó mejor en la cama, y se acercó a la muchacha cuidadosamente. Al ver que la muchacha había empezado a temblar un poco. Se estaba preocupando bastante, porque lo que deseaba corría riesgo de salir mal. Y porque el estado de Lauren podía amenazar con que pueda desvanecerse de nuevo.
El príncipe tomó un respiro para tratar de organizar sus ideas, y ver una manera de hacer que la muchacha lo escuche.
—Por favor, es cierto que yo no sé de cerca el terrible dolor de su pérdida. Pero necesita escucharme—dijo, acercándose. Lauren parecía alejarse, cubrirse mejor los oídos.
El príncipe no tuvo otra opción, y tuvo que tomar las manos de la muchacha para quitarlas de sus oídos y que así pueda escucharlos. Lauren entonces sí reaccionó pero instintivamente, tratando de zafarse del agarre casi al instante, con la única intención de volver a cubrir sus oídos. Teniendo así una especie de forcejeo con el hijo del Rey. En el cual por como se estaba encontrando, obviamente iba perdiendo.
—Escúcheme, escúcheme por favor— le pedía el príncipe. Evitando a toda costa ser brusco, pero sosteniendo las muñecas de la muchacha. En un momento tomo la bastante fuerza de voluntad para sostener las muñecas de la muchacha y separarlas por completo de sus oídos, tomándola de ambas muñecas.—Lauren, escúchame. —dijo llamándola por su nombre elevando un poco la voz, y sacudiendo suavemente a la muchacha para que pueda salir de su trance. Mirándola a los ojos.—por favor.
Lauren salió de su trance, con una especie de respiro hondo que a la hora de exhalar podía ser parecido a una tos. El joven seguía sosteniendo sus muñecas para impedir que lleve las manos a sus oídos nuevamente. La muchacha ya no tenía fuerzas para seguir intentando zafarse.
—Murió cuando yo estaba regresando—susurró con un desgarro doloroso en su voz. Y lágrimas empezaron a salir de su rostro incontrolablemente, al mismo tiempo que sentía sus fuerzas desaparecer y su cuerpo desmoronarse.
—Lo sé.—dijo el príncipe bastante dolido también por ver a la muchacha en ese estado. Soltando sus muñecas y acercándose para envolverla en una especie de abrazo, que decidió dar a pesar de cómo podía rechazar aquel contacto la muchacha.
Para su sorpresa y para la de Lauren, la misma sí se sintió terriblemente incómoda obviamente, pero no se separó, ni se tensó, sino que se desmoronó más, como si estuviera cayendo. Sin corresponder al abrazo en absoluto, pero empezando a llorar de manera más desconsolada y más desgarradora, en el hombro del muchacho.
Sin darse cuenta, Thomas la sostuvo más fuerte.—Lo sé—recalcó con una voz más suave—Pero tú no tenías que ver con eso. El médico pronosticó un tiempo estimado para su muerte, pero falleció antes. Aún así, tuvo la suerte de estar con sus seres más amados antes de irse, y ahí estabas tú. Estabas tú Lauren—le dijo, sin soltarla, mientras la muchacha seguía llorando desgarradoramente en el hombro del muchacho, totalmente desmoronada—Pudiste despedirte, escucharlo. Eso no justifica el dolor de tu pérdida, que también le duele incluso a este castillo. No sé como darte consuelo, porque asimilar y llorar una muerte es algo que varía dependiendo a quien se trate.—dijo.
Lauren se sentía débil, rota. Justo cuando empezaba a sentirse mejor a ser más feliz, a permitirse serlo. Perdió a uno de los mejores amigos de su vida, alguien que le brindó una única luz que le daba razón a su vida por casi 10 años. Perder era egoísta, lo era, pero cuanto dolía. Sus propios miedos a la muerte, la perseguían de manera más fuerte, atormentándola, quebrándola, haciéndola retroceder en esas cosas que creía que estaba superando, que se esforzaba por sobrepasar, por soportar.
No tenía fuerzas para zafarse ni negarse, ni para decir que no se sentía bien para que la toquen. Pero estaba desmoronada, y a pesar de que su cuerpo no quiera sentir algún tipo de contacto. En esa ocasión más que abrazarla la estaban sosteniendo, como para que no caiga, para que encuentre fuerza, para que encuentre apoyo.
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—Llorar está bien—dijo el príncipe nuevamente. Envolviendo mejor a la muchacha con el brazo derecho, logrando envolverlo hasta el hombro de la muchacha mientras con el otro sostenía su espalda también. Siendo eso más un soporte para evitar que se desmorone que un abrazo en sí. Ya que Lauren ni siquiera tenía intenciones de corresponder al abrazo—Siento que eres una de las personas menos egoístas que he conocido, pero que a pesar de eso te sientes egoísta al sentir que preocupa a los demás, y no es así. Llorar está bien, hazlo, no lo reprimas—le dijo.
Eso por alguna razón la desmoronó un poco más, y la hizo llorar más fuerte.
Nuevamente sin darse cuenta el príncipe sostuvo un poco mejor a la muchacha.
—Yo estoy aquí.—dijo—Yo estoy aquí, —repitió esa vez susurrando en el oído de la muchacha. Y empezaba a sobar su espalda, al mismo tiempo que también soltaba un suspiro pesado.
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