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𝘁𝗵𝗶𝗿𝘁𝘆 𝗳𝗼𝘂𝗿.

→   CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO.

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LONDRES, INGLATERRA.
NOVIEMBRE, 1973.

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❝ esta mañana freddie me invitó a desayunar a una cafetería y bebimos un té de lima.

lima es refrescante.

lima es relajante.

observé el té, disfrute de su aroma y jugué con la etiqueta de la bolsa entre mis dedos.

una mezcla perfecta entre verde y amarillo brillante, tan fuerte como una obra de arte ostentosa en medio de la falta de creatividad.

el lima transmite vivacidad, ese entusiasmo y alegría inesperado.

el lima es revitalizante, algo que da vida después de pensarse muerto.

y el delicioso sabor del té, en una mezcla tan agria como dulce, inundó mi boca tan cálidamente como tú inundaste mi ser.

entonces me di cuenta, que eres lima, roger taylor... mi lima.

— f.w

posdata: mira atrás. te quiero. ❞

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roger sonrió y se volteó inmediatamente, pudiendo verla salir de entre los arbustos del jardín de sus vecinos de enfrente.

—¡sorpresa!— dijo ella de forma risueña.

el rubio sintió su pecho invadirse con un sentimiento de calidez al verla tan llena de vida y alegre. cada día lucía más hermosa, estaba en mejor estado físico y sobre todo, se veía feliz.

—¿así que ese era tu escondite?— dijo él, alzando una ceja.

la menor sonrió encogiéndose de hombros, no le diría que sí y tampoco que no. la primera vez que lo había visto tenía solo catorce, tres años atrás. y en el periodo de tiempo hasta sus diecisiete y la escritura de sus primeras notas anónimas, lo había observado de distintos puntos cercanos que le permitieron no solo enamorarse de él, sino también de apreciar todas y cada una de sus reacciones al leer sus versos.

—eso no te lo diré nunca.— canturreó faith, poniéndose de puntas para intentar alcanzarlo.

roger posó sus manos en su diminutas caderas y la acercó a él peligrosamente, acortando de forma considerable la distancia entre sus rostros mientras sonreía.

—no me quejaré solamente porque siempre me gusto sentir tus ojos en mí desde algún lugar.— coqueteo con diversión.

ella sonrió fingiendo sorpresa. —pero que humilde.—

una pequeña risa infantil se escapó de los labios del rubio. no podía estar más feliz de las dimensiones de su noviazgo, algo tan profundo, íntimo y dulce pero que también pudiera involucrar jugueteos y burlas entre sí mismos.

—hablo enserio, nena.— dijo él, ahora con calma y honestidad. —me gusta sentirte, quiero tenerte a mi alrededor para siempre.—

faith bajó la cabeza, sintiendo las emociones a flor de piel. se sentía enamorada y dichosa de tenerlo.

los ojos azules de él la contemplaron de forma gentil al notar un lindo rubor aparecer en sus mejillas. era tan pura, suave y delicada.

llevó una de sus manos a su mentón y con cuidado, la hizo alzar la cabeza para mirarla. el brillante azul de los ojos de roger chocó contra el verde grisáceo de ella, tocándole el alma con el mismo amor con el que unió sus labios en un beso inocente.

por inercia, faith subió sus brazos a su cuello, rodeando este mismo y tomándose la libertad de acariciar el cabello de su nunca con sus largos dedos. sintió a roger estremecerse y sonreír contra su boca.

rastros de cigarrillos mentolados y té de lima, una mezcla refrescante y relajante, digna del efecto constante que causaba cada uno en la vida del otro.

el rubio succionó su labio inferior, deseando encontrar más de su delicioso sabor y sacándole un jadeo a la muchacha ante el inesperado acto que provocó un millón de sensaciones nuevas que recorrieron cada centímetro de su cuerpo aunque no fuera por mucho tiempo.

—no sabía que tenías novia, meddows.—

el mencionado se apartó de golpe al oír esa desagradable voz, perturbando su momento de paz y felicidad. instintivamente, antepuso su figura a la de faith para ocultarla de la vista de su progenitor.

wamborlok se encogió en su lugar y miró su espalda con confusión y algo de temor, sus hombros habían subido y su postura parecía ser defensiva, demostrando la tensión que había invadido su cuerpo en cuestión de segundos.

—mamá dijo que llegarías mañana.— masculló él, de mala manera. había hecho un plan para no verlo en los siguientes días.

—he tenido la oportunidad de venir antes y dije ¿por qué no? no hay nada como pasar un fin de semana en familia.—

la ironía en sus palabras era clara y palpable, incluso para faith que no había visto sus facciones al momento de hablar.

con cuidado, se asomó por el costado de roger para ver a un hombre de similares rasgos a los de roger, pero más avejentados y con una expresión casi diabólica.

al notar su figura, el mayor la miró con descaro y sin borrar la sonrisa de su rostro hasta que el cuerpo del baterista cubrió el de faith otra vez. con tan solo ver cómo la miraba con sus ojos sucios y libidinosos, una terrible y escalofriante sensación le recorría toda la columna vertebral.

—¿no vas a presentármela, hijo?— preguntó de forma burlona.

—mis asuntos no son de tu incumbencia.— escupió roger.

no confiaba ni en lo más mínimo en él y detestaba que lo llamara hijo. le daba asco.

porque habían cosas que un padre jamás debería hacerle a un hijo.

faith puso sus manos en la espalda del rubio, intentando relajarlo y prevenir alguna mala reacción de su parte.

—pensé que te gustaban las mujeres de grandes senos y trasero firme. ya sabes, de esas que metías a casa a media noche, intentando que tu madre y yo no nos diéramos cuenta.— carcajeo. —no sabía que te iban las jovencitas con cara de niña, pero indudablemente eres mi hijo.—

roger se despidió de su cordura en ese preciso momento y dio un paso hacia él, totalmente iracundo y dispuesto a devolverle aunque fuera uno de todos los golpes que le había dado a lo largo de su vida.

la menor abrió los ojos a tope, adivinando que estaba a punto de ocurrir. asustada, jalo el brazo del rubio para detenerlo a tiempo.

—rog, es suficiente.—

él giró el rostro para verla y así, encontrar su cable a tierra. el aire volvió a entrar a sus pulmones, dándole la calma necesaria para retroceder y bajar la cabeza con vergüenza.

no podía convertirse en el reflejo de su padre y caer en las mismas bajezas. lo odiaba, lo repudiaba con toda su alma. no podía ser como él.

ya suficiente tenía con llevar su misma maldita sangre, su apellido y sus genes.

la castaña suspiró, tranquilizándose al ver a su chico de vuelta y se giró para ver al mayor, pero tan pronto como vio sus ojos frívolos, se arrepintió al instante.

tragó saliva y ofreció su mano hacia él, atrayendo la mirada de padre e hijo a ella.

el hombre sonrió ampliamente y correspondió al saludo, estrechando con más fuerza de la necesaria. —michael taylor, linda.—

—faith wamborlok.— susurró.

—¿wamborlok, eh?— repitió interesado.

el baterista se impacientó, deseando que el universo, dios o el destino no se empecinaran tanto en joderles la vida.

—hace mucho que no escuchaba ese apellido.—

maldita sea, si solo supiera la verdad para presentarse como una deacon. pensó roger y cerró los ojos con pesar, pues sabiendo quién y cómo era su padre, y a lo que se dedicaba la madre de faith, no le extrañaría que ambos se conocieran de la forma más retorcida y asquerosa. el solo imaginarlo, le generaba tal repulsión que tuvo náuseas.

la chica volteó a verlo al escuchar una arcada y lo observó tapar su boca con asco, conteniendo devolver todo su desayuno.

—hey.— dijo preocupada, acercándose a él para tocar su frente, quitando algunos de sus traviesos mechones largos. —¿qué comiste esta mañana?—

—no es nada, nena. estoy bien.— musitó apenas. ladeó la cabeza para verla y le sonrió débil y con sus ojitos brillantes de lágrimas por las náuseas.

faith hizo una mueca. no parecía estar bien en ningún sentido. todo se había descompuesto desde la llegada de su progenitor.

—tal vez deberías entrar conmigo a casa, meddows.— canturreó michael con una clara doble intención que a la castaña no le agrado para nada.

el mencionado tragó saliva, sintiendo en su garganta, ya no nauseas, sino el apretado nudo que contenía su llanto desde pequeño.

—me quedaré con faith un poco más.— contestó seco.

el mayor fingió estar de acuerdo y tras mover su mano hacia ella, cruzó la calle y entró a la casa taylor.

a penas su figura desapareció, roger se volteó a ver a faith y tomó su cara entre sus manos, obligándolo a mirarla fijamente.

—vete al parque donde nos reuniríamos con los chicos y espérame allí.—

—no quiero que él te haga daño. no me iré de...—

—hazme caso, nena. por favor.— suplicó, interrumpiéndola. —entraré por la ventana, recogeré mis cosas y los alcanzaré pronto, ¿sí?—

ella abrió la boca para volver a protestar, roger adivinaba que respondería que podía esperarlo hasta que saliera; así que la calló con un beso antes de que pudiera emitir palabra alguna.

no estaba dispuesto a exponerla de ninguna manera, así que no la quería cerca de la casa mientras su padre estuviera allí también.

al separarse, faith asintió algo cabizbaja, accediendo a lo que el rubio pedía y sacándole una sonrisa a este mismo. la atrajo entre sus brazos y beso su cabeza con delicadeza.

—te quiero, muñeca.— se despidió.

— y yo a ti, rog.— musitó, apretando la tela de su camisa en sus manos.

la calidez del cuerpo de cada uno abandonó el del otro, alejándose lentamente. faith caminó en línea recta y roger rodeó su casa para subir a la ventana del segundo piso por el jardín. a pesar de no ser alguien muy atlético, no le fue difícil ya que la escalera que usaba para fugarse a fiestas por las noches, seguía allí.

se escabulló con agilidad gracias a su delgadez y entró en su cuarto, encontrándose sorpresivamente con quien menos quería.

—lindo truco, meddows.— se burló michael, apoyado en el umbral de la puerta. —los malos hábitos no cambian, ¿no?—

roger cerró los ojos, preparándose mentalmente para lo que venía, porque al parecer era verdad que los malos hábitos no cambiaban.

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john, freddie y brian se encontraban en el parque para niños, sentados en el césped, preparándose para comer la chatarra que habían comprado en un local cercano hace algunos minutos y con una suave brisa acompañándolos y meciendo sus cabellos largos al compás de una caricia en sus mejillas.

—sigo pensando que no deberíamos beber aquí, es un lugar público.— suspiró may. —ni siquiera tenemos algo que celebrar para que compraras una botella, fred.—

—brian, querido. deja el papel de reina del drama para mí y escúchame.— sonrió. —siempre es un buen día y lugar para compartir cualquier cosa cuando estás con las personas correctas.—

deacon y el rizado sonrieron ante sus palabras. indudablemente, el persa tenía una personalidad tan única que muchas veces era inentendible, pero no todo lo que salía de su boca eran disparates, chismes y bromas. acababa de demostrarlo una vez más: lo importante no era el cómo, el cuándo ni el porque; lo importante era el estar juntos.

—¡además, nos compre vasitos de gatitos y miren que lindos están!—

sus acompañantes miraron los pequeños recipientes que sostenía en sus manos con tanto entusiasmo y se les fue inevitable no reír y acceder a sus locuras para disfrutar de un buen almuerzo entre amigos.

faith llegó al parque unos minutos después y a pesar de que se habían visto hace un par de horas en el desayuno, fue recibida por el habitual y animado saludo del vocalista. —¡hola, cielo!—

ella sonrió. se sentía preocupada por roger pero las cargas siempre se hacían más llevaderas al estar con ellos. le aportaban la luz que a su vida siempre le faltaba y le aliviaban el alma.

—¿dónde está rog, pequeña?— preguntó john con extrañeza. se suponía que llegarían juntos.

la castaña relamió sus labios y tras pesarlo un par de segundos, consideró que lo mejor era confiar en las palabras de su chico y no preocupar a los demás. —dijo que nos alcanza luego, tenía que recoger algunas cosas.—

y a pesar de no ser una buena mentirosa, a ninguno de los tres les pareció extraño pues el baterista se caracterizaba por ser impuntual y siempre dejar los quehaceres para último momento.

ella suspiró. solo esperaba que roger estuviera bien y llegara pronto, sano y salvo.

freddie capturó su atención, haciéndola salir de su trance al verlo palmear el césped a su lado para indicarle que que se sentara a su lado.

—ven aquí, mi niña. mamá mercury te guardo una hamburguesa y los mejores chismes de la mañana.—

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el rostro de roger estaba inflamado y rojizo, con la nariz y los labios sangrantes, evidenciando así la golpiza que michael le había dado hace unos momentos y cuán lastimado lo había dejado esta vez por haberse atrevido a desafiarlo y hablarle de mala manera.

su ojo izquierdo estaba entrecerrado, le dolía como el infierno. el puño de su padre había impactado justo entre su ceja y su párpado, provocándole un terrible malestar que a penas si le permitía ver.

salió del baño del cuarto, apresurándose a meter un poco de su ropa en el bolso que usaba cuando iba a quedarse con alguno de los chicos. a pesar de los giros inesperados, iba a seguir su plan: brian lo hospedaría en su casa mientras duraran las vacaciones de michael.

sin detenerse siquiera a limpiarse las heridas o ponerse hielo o pomadas para las inflamaciones, salió de la habitación de prisa. y de la misma manera, bajó las escaleras y atravesó la sala de estar para dejar la casa, ignorando los llamados de su madre con un fuerte portazo.

caminó a paso lento y débil. sentía su cuerpo hecho añicos, como si estuviera regresando de la guerra con los huesos y músculos molidos.

tardó un par de minutos más de lo habitual al llegar al parque, pero finalmente lo hizo y una vez allí, pudo divisar a faith abrazando a john por la espalda mientras este y sus otros dos amigos reían.

los observó a distancia, notando la porción de comida que habían dejado para él y aun en su dolor, solo pudo pensar una sola cosa.

cuánto los quería. ellos eran su mundo, su verdadero hogar.

deseaba poderlos ver así de felices siempre, ayudarlos a sentirse así de bien siempre y salvarlos de sus problemas como tantas veces ellos lo habían rescatado a él.

rio al ver a brian darle un zape en la cabeza a freddie, deducía que el rizado habría de estar regañándolo por alguna tontería.

pero su pequeña carcajada cesó casi de inmediato al sentir un terrible dolor en su abdomen tras intentar reír. llevó su mano a su estómago mientras soltaba un quejido que alertó al cuarteto de su presencia.

—roger...— susurró john con tristeza.

faith se alejó de él para acercarse al mencionado y tomar su rostro entre sus manos.

todo dentro de ella dolió de la peor manera al verlo así de devastado.

—estoy bien, nena.— sonrió el rubio aunque débil y acariciando su mejilla al ver como se humedecían en lágrimas de preocupación.

las palabras se atascaron en la garganta de ella. lo había observado durante tres años y muchas veces lo vio lastimado, pero nunca de una manera tan brutal como la que estaba observando ahora.

john y freddie permanecieron en sus lugares y en silencio, sintiéndose consternados mientras que brian fue el único capaz de llegar a ellos, haciendo una línea con sus labios y con la manos convertidas en dos puños de frustración al ver el deplorable estado de su mejor amigo y lo afectada que se encontraba la novia de este.

maldita sea, odiaban verse sufrir. se querían demasiado como para ver cómo la vida se empeñaba en acabar con ellos, sin sentirse destruidos también.

ya habían perdido la cuenta de la cantidad de veces que había visto a roger en esa situación de maltrato y cuantas veces se habían reprimido llorar a su lado porque debían ser fuertes para apoyarlo.

se trataba de sus incondicionales compañeros, de las personas que más querían en el mundo entero y serían unos mentirosos si dijera que las cosas que les ocurrían, no los afectaban y dañaban, pero tenían que soportarlo por ellos.

así que haciendo a un lado sus emociones, may tomó el bolso que colgaba en el hombro de roger y lo puso sobre el suyo para luego rodear al rubio con un brazo y así ayudarlo a incorporarse, apoyando su peso en él.

—brian...— susurró taylor.

—vamos a casa.— fue todo lo que respondió el rizado, en un tono lo suficientemente alto para que los demás también escucharan.

faith rodeo el otro costado del baterista para ayudar también y comenzaron a caminar hacia donde había mencionado el mayor. freddie y john se levantaron de forma torpe y recogieron todo sus desechos del almuerzo para meterlos en un basurero antes de seguirlos unos pasos más atrás.

el camino y la llegada a la casa may fue silencioso. cada uno estaba demasiado ensimismado en sus pensamientos como para mencionar algo más que cortas preguntas a roger por si necesitaba detenerse a descansar. él solo respondía que estaba bien y siguieran.

le dolía hablar, le dolía respirar, le dolía hasta existir.

lo único que quería era llorar, llorar hasta deshacerse, extinguirse y apagarse por completo. tal vez michael golpeaba su cuerpo, pero también destruía su mente, generándole ese sentimiento de perdición y eterno vacío que vivía dentro de él desde pequeño.

al llegar a la residencia may, subieron las escaleras para llevar al herido al cuarto de brian y lo ayudaron a sentarse en la cama con cuidado.

—iré por el botiquín.— dijo el rizado, para salir de la habitación. su tono de voz era seco y sus expresiones faciales estaban más serias de lo normal.

—creo que se está conteniendo.— susurró john y freddie solo pudo asentir. todos lo estaban haciendo.

brian regresó segundos después y le entregó el kit de curaciones a faith, porque esta vez, no sería capaz de soportar hacerlo él.

la chica se puso de cuclillas frente a su novio, tomó algodón y un poco de alcohol para comenzar a quitar los restos de sangre seca de su mentón. deslizó la tórula con cuidado por su piel, pero se detuvo cuando se dio cuenta que no estaba humedecida solo por el desinfectante, sino también por las lágrimas que roger estaba derramando en silencio.

el corazón de faith se encogió al verlo tan roto, tan vulnerable, como un pequeño niño desamparado que necesitaba amor y cuidados.

tanto para ella como para los chicos, era un sentimiento abrumador y envolvente, algo que le carcomía el alma por dentro. impotencia, rabia y tristeza.

wamborlok dejó caer el algodón al suelo y sin decir una sola palabra, se subió a la cama para rodear al rubio con sus brazos y dejarlo esconderse en su pecho mientras lloraba con él. sintió sus manos rodearla con fuerza y sus sollozos comenzaron a oírse de forma desgarradora.

estaba cansado, estaba herido. se sentía roto, perdido y miserable.

john se quebró al escucharlo. jamás había escuchado a roger llorar así, de hecho ni siquiera recordaba si alguna vez lo había visto derramando lágrimas. estaba decidido a no dejarlo solo, así que se subió a la cama también para sostener a su amigo junto a su querida hermana.

freddie y brian no tardaron en unirse en abrazos y lágrimas, compartiendo todo su dolor, sufriendo y llorando juntos.

porque eran acidez amarga con alegría revitalizadora, justo como el lima... eran una familia y siempre lo serían.

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