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𝗳𝗼𝘂𝗿𝘁𝘆 𝗳𝗼𝘂𝗿.

→   CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO.

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LONDRES, INGLATERRA.
MARZO, 1974. ✧ —

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encontrar un tiempo para estar a solas o al menos tener una cita decente se había convertido en una misión casi imposible para roger y faith desde que la banda había comenzando las prácticas con dante. el tenor trabajaba con ellos día tras día, ayudándolos a escribir canciones, a encontrar los ritmos y entonaciones adecuadas; pero aquella tarde de uno de los primeros días de marzo la joven pareja al fin tenía la oportunidad de estar juntos de buena manera pues van de bossche había dejado libre al cuarteto después del almuerzo.

aunque para ellos, tal hecho fue sumamente extraño. llevaban dos semanas de intensos ensayos, tanto así que muchas noches las chicas dormían acurrucadas entre sí a lo largo de los asientos del teatro. entonces, ¿por qué dante les daba la tarde libre tan repentinamente?

claro estaba que los músicos desconocían que su tutor y patrocinador había hecho que paul moviera cielo, mar y tierra para conseguir una cita con una discográfica y que justamente en ese momento, aquel par se encontraba concretando la reunión en su beneficio.

y es que para dante había sido inevitable no encariñarse con todo el grupo aunque fuese en cuestión de días, le transmitían esa clase de vibra que no existía en su mundo. veía en ellos no solo una familia, sino también la inocencia que personas como él, perdían al arriesgarse a alcanzar sus sueños.

pero ya de vuelta en la realidad, faith estaba alistándose para su cita mientras tenía su mirada en mercury, siguiendo todos y cada uno de sus movimientos dentro de la habitación, notando así lo mucho que evitaba tocar a john o cruzar más de dos palabras con él.

—deaky.— llamó ella y su hermano levantó la cabeza para mirarla. —¿me darías un minuto con freddie?—

el mencionado la miró con extrañeza mientras que el castaño sonrió con amabilidad, pensando que solo quería chismosear sobre algo por lo lo asintió sin problema alguno. dejó suéter que había sacado para ella sobre la cama y salió del cuarto segundos después.

—¿qué pasa, cielo?— dijo el persa en cuanto estuvieron a solas.

faith dio un pequeño suspiro y se acomodó en el asiento antes de hablar. —esa es mi pregunta, ¿qué te pasa?—

el vocalista alzó las cejas con algo de sorpresa, pero fingió demencia. —¿de qué hablas, mi niña?—

—no te atrevas a evadirme, farrokh.— soltó directa y el pelinegro abrió la boca, prácticamente ofendido ante su manera de llamarlo.

—y tú no vuelvas a decirme así, jovencita.—

la menor rodó los ojos y se levantó de la silla. —está bien, pero siempre y cuando me digas la verdad. hace días luces triste y agotado. sé que estás escondiéndome algo y lo detesto.—

freddie se encogió en sus hombros, suavizándose y suspirando profundamente. no podía negar que faith tenía razón, pero tampoco podía echarse a llorar en su regazo y contarle todo. aquello implicaría decirle que su hermano estaba teniendo una relación con brian y si bien era inevitable que en algún momento ella se enterara, no le correspondía a él decírselo.

—estoy cansando, bebé. eso es todo.— respondió finalmente.

la deacon negó con la cabeza, algo decepcionada al saber que no le diría más y caminó hasta la cama para tomar el suéter de john meterse en el. al quedarle grande, no tardó demasiado en acomodarlo y volver a mirar al persa en cuestión de segundos.

—sé que estás mintiéndome, freddie.— dijo con cierta tristeza.

el nombrado se sintió de lo peor. su deseo jamás había sido hacerle pensar que ya no confiaba en ella, que le ocultaba cosas o hacerla sentir mal. maldita sea, ¿por qué al planear una cosa, resultaba otra?

—nena, yo...— balbuceo.

faith movió su mano, deteniéndolo y solo caminó hasta él para acariciar su mejilla delicadamente. —cuando quieras hablar, te escucharé.—

y tras decirle aquellas palabras, salió de la habitación, dejándolo con un terrible vacío en el pecho. sabía que su falta de palabras le había sentado bastante mal, pero que estaba dispuesta a brindarle su amistad incondicional aun cuando él no le dijera la verdad.

agotado, se sentó en la cama y se pasó las manos por el cabello con estrés. sentía que su vida estaba fuera de control: había decepcionado a su mejor amiga, tenía el corazón roto, debía soportar la presión de todo lo de la banda, a john y brian besándose en los rincones cuando creían que nadie los veía y una reunión indeseada con el dueño del bar que atender esa misma noche.

demonios.

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para roger y faith, la tarde fue asombrosa aunque no tuvieran una cita demasiado romántica. el solo hecho de haber vuelto a estar juntos en su refugio después de tantos días, era como un reinicio completo a sus vidas y pesares.

la muchacha había ayudado tanto como le fue posible a reparar el sótano con los materiales que el rubio había comprado días atrás en compañía de mccartney. y aunque no había sido una tarea precisamente sencilla, ambos dieron lo mejor de sí por el bienestar de su pequeño hogar.

o al menos roger lo intentó.

—¿desde cuándo tenemos un botiquín de primeros auxilios aquí?— preguntó él, frunciendo el ceño y la castaña sonrió mientras vendaba su masculina mano para proteger su reciente herida.

—paul lo trajo ayer, dijo que eras una rubia tarada que seguramente se lastimaría a la primera.— confesó risueña.

taylor no tardó en insultar a su amigo por lo bajo y reír cortamente ya que en cuanto faith apretó la venda, soltó un quejido que borró la sonrisa de su cara.

—lo siento.— susurró ella, bajito.

él asintió, indicándole que todo estaba bien y la dejó terminar su trabajo sin volver a rechistar.

al acabar, faith lo miró de reojo, casi rindiéndose ante él de inmediato. verlo allí, sentado en el sofá con las piernas separadas y el entrecejo marcado, simplemente una imagen demasiado perfecta, una de esas que se quedaban grabadas en la memoria para siempre.

parpadeó para salir del pequeño trance y así volver sus ojos a su mano, acercándose la palma cubierta por la tela blanca a la boca para besarla suavemente.

—ya está.— musitó finalmente y sonrió haciendo que sus ojitos se achinaran.

roger la contempló, recordando cuando el mayor de los deacon había curado sus heridas de la última golpiza que michael le había dado hace solo unos meses atrás y entonces sintió su corazón dar un vuelco.

los amaba tanto. en verdad, los amaba.

a john como cuñado, amigo, compañero y hermano y a ella como su vida entera, como su mujer e incluso como su futura esposa y madre de sus hijos.

así que, aprovechando aquel beso, acarició su rostro con la mano vendada, rozando con las yemas de sus dedos su mejilla izquierda y sus labios. se detuvo en ellos, observándolos con sus profundos ojos azules, tocándolos y sintiéndolos suyos, suaves y delicados como un dulce que jamás se cansaría de probar.

y con gentileza, la sujetó por el mentón y la atrajo hacia su cuerpo, haciéndola sentarse a horcajadas sobre él antes de unir sus bocas en besos húmedos y jadeos deseosos que los acompañaron mientras se fundían en aquel amor puro y sincero.

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freddie tragó saliva antes de entrar al bar. durante todo el día había sentido una horrible vibra que al estar allí solo se intensificaba.

pero intentó ignorar sus pesares a como de lugar, mentalizándose en que él estaba ahí por queen, por su familia, por los que amaba y no quería decepcionar. así que infló sus pulmones con aire y empujó la puerta, haciéndose notar ante el cantinero de turno que lo saludo e indicó que yene lo esperaba en su despacho.

decidido y sin darse tiempo de titubear, caminó hasta allí y golpeó la puerta antes de entrar a la oficina donde aquel hombre aguardaba por él tras es el escritorio.

—vaya, viniste.— dijo el mayor, complacido.

mercury se encogió de hombros, intentando parecer despreocupado y natural aunque por dentro se sentía aterrado y se sentó en una de las sillas.

bill lo observó cuidadosamente, deleitándose con su evidente incomodidad. —¿no quieres tomar algo? luces algo tenso.—

su tono era tan socarrón como libidinoso, completamente asqueroso.

—estoy bien, gracias.—

el mayor rio, levantándose de su lugar para servirse una copa de whisky. —estás más callado que otras veces, ¿eh? usualmente eres muy parlanchín y coqueto.—

el persa nunca se había sentido como uno de sus gatos hasta ese momento: tan engrifado y alerta. sabía que haber coqueteado con él había sido un gran error, pero en aquel entonces la banda necesitaba un lugar donde tocar y aquella había sido la única lamentable opción.

ante su falta de respuesta, bill se encogió de hombros y movió su mano libre. —como sea, escuché que queen consiguió el patrocinio del muchacho de la opera.—

freddie alzó la cabeza. quizá los despediría pronto y no tendrían que volver a verlo en toda su vida.

—así es.— soltó.

—me parece muy bien por ustedes, pero también un poco injusto, ¿sabes? venus es mío y gracias a que ustedes tocaran aquí, alcanzaron algo de fama.—

el vocalista se mordió la lengua. quería gritarle que no le debían nada ni a él ni a su maldito bar, que todo lo que habían conseguido era gracias a que faith buscara a dante, a que sus amigos los apoyaran y a su talento y esfuerzo.

pero comprendió entonces, todo lo que dante les había dicho porque él no solo los había instruido en lo que se refería a melodías y a sus voces, no; les había advertido sobre los explotadores interesados y a como enfrentarlos.

armándose de valor, puso sus manos sobre el escritorio y ladeo la cabeza, fingiendo pensar un negocio justo.

—puedes quedarte con mi paga.— ofreció directo.

ante su postura, el canoso sonrió. —verás, me gustaría algo más.—

el pelinegro lo miró fijamente mientras pensaba tan rápido como podía: la paga de brian, john no eran una opción cuando pretendían para costear un disco entre la manutención de la terapia de faith y los gastos de la casa may ya que prácticamente vivían allí.

la de roger tampoco lo era, no cuando el muchacho ahorraba con tanto esfuerzo para alquilar su casa junto a faith.

—debo discutirlo con los chicos, solo no puedo prometerte más.— evadió finalmente.

—yo no hablaba de dinero.—

ante su respuesta, freddie se levantó del asiento lleno de pánico y rabia, quedando casi frente a él.

—cerdo de mierda.— siseo indignado. —como vocalista, renunció en nombre de la banda. no te necesitamos.—

y sin siquiera detenerse a ordenar su abrigo o su cabello como acostumbraba, se dirigió hacia la puerta, tomando el pomo de esta cuando bill volvió hablar a sus espaldas, haciéndolo detenerse.

—¿estás seguro de eso, bulsara?— dijo burlón. —sería verdaderamente lamentable que se rumoreara una mala reputación de queen justo ahora que son tan populares, pero, ¿sabes que sería más lamentable? que la carrera de van de bossche se arruinara por una banda de maricas.—

los ojos de mercury se cristalizaron en lágrimas de rabia y humillación inmediatamente.

john, roger, brian.

faith, paul.

tania, chiméne, sophie.

todos habían luchado por queen.

y dante... oh, dante. había creído en ellos, había dado su tiempo, su patrocinio, su apoyo, su experiencia y todo su conocimiento por la banda.

una parte de él le dijo que se largara en ese preciso momento, que no importaba lo que dijeran en cada bar y discográfica, que ya buscarían una manera de salir de ello juntos como la familia que eran; y la otra le dijo que no podía echar por la borda la carrera de su tutor, y todo el esfuerzo, todo el sacrificio que él mismo y los chicos habían puesto día tras día; que no podía rendirse ahora que estaban tan cerca, incluso si eso significaba soportar las cosas más horribles y denigrantes.

derrotado, soltó la manilla de la puerta y se volteó hacia el mayor, con las mejillas húmedas en lágrimas que ni siquiera noto que ya estaba derramando.

—¿qué quieres?— susurró quebrado.

el hombre sonrió, apoyándose en su escritorio antes beber de su copa y decir tres palabras lujuriosas que hicieron que el alma de freddie abandonara su cuerpo por completo:

—ponte de rodillas.—

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