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Capítulo 4: Furia Desatada

Guía Básica para Elementalistas: Tomo III - Habilidades Innatas

Los magiers poseen habilidades sensoriales mejoradas como; visión nocturna, desarrollar agudos sentidos que les permiten detectar presencias y cambios en la energía elemental, fuerza sobrehumana, olfato y audición levemente mejorada, pueden canalizar y utilizar su elemento cuando lo deseen. La velocidad de curación es naturalmente más rápida que la de un humano. Pero todas estas características varían según la influencia demoníaca que posea.


🍃

Una semana había transcurrido desde aquella noche en la que me quedé dormida en compañía de Tommy. Mientras él acariciaba mi cabello y compartía los detalles de sus cinco años de entrenamiento, todo lo que había pasado mientras estuvo encerrado. Sentía gratitud hacia él por muchas razones, pero sobre todo porque me buscó apenas salió del Nexus. Significaba más que cualquier cosa que pudiese y me hubiese regalado.

No estaba segura de a qué hora exactamente se había marchado aquella mañana, pero sus palabras y el calor reconfortante de su abrazo seguían resonando en mi mente.

Al principio me había sentido muy cautelosa en hablar con él. Era difícil contar y explicar lo sola que estaba y las carencias que había tenido a causa de la falta de mis padres y familia. Pero en este momento podía pensaba que no había sido tan malo, aunque no por eso el sentimiento de vergüenza se había ido. El hecho de que Tommy conociera la verdad sobre mi padre e Idalia me había quitado un peso de encima.

Sin darse cuenta, él no solo había arreglado el grifo de la cocina, sino también parte de mi vida. Ya no me estresaba el horario de las comidas y ahora tenía algo de dinero para conseguir algunas nuevas ropas o lo que necesitara. Aun así, sabía que no debía relajarme, tenía que seguir con mis trabajos habituales y conseguir dinero. Mi hermano seguía existiendo en un internado al otro lado del mar.

Aunque mi estado físico había mejorado gracias a una alimentación más nutritiva, las clases de gimnasia no eran mis preferidas, debía cambiarme delante de otras chicas, lo que seguía acomplejándome por cómo me miraban. Cepillé con cuidado mi cabello, lucía largo y descolorido, como si el sol le hubiera robado su brillo y color, pero me gustaba, era su tono natural. Una vez desenredado, recogí mi cabello en una coleta alta y firme. 

En ese momento, un recuerdo se coló en mi mente, las palabras resonaron en mi cabeza como una de las mayores preocupaciones que me atormentaban en estos días: no quería ser solo su "hermanita", y no iba a dejarlo así.

Un suspiro derrotado escapó de mis labios, las sensaciones que sentía hizo que desatara la coleta que me había hecho. Tal vez si intentaba ser alguien diferente, vistiendo de forma distinta y probando un nuevo peinado, Tommy me vería de otra manera. Iba a intentarlo, a prepararme para cuando lo volviera a ver.

Era extraño experimentar preocupación por algo más que no fuera el dinero y mi seguridad, aquel peso constante que solía cargar sobre mis hombros había disminuido considerablemente.

Salí de los vestuarios con dirección a mi casillero, arreglé la montura de mis lentes sintiendo que cada día mi visión era peor y que tendría que cambiar el aumento en cualquier momento. Esta era una de las razones por las que le insistí a Tommy que no podía ir a una escuela para magiers, menos a una academia. Mis sentidos no estaban tan desarrollados, al menos no mi vista. 

El viento agitó mi cabello, llevándome el aroma de fresas hasta la nariz.

Las coletas me hacían sentir segura, más limpia, pero hoy no necesitaba eso. Llevaba pantalones nuevos de mezclilla clara rasgados en la rodilla, zapatillas conversé, un sweater nuevo de color rosa bebe, y una cazadora blanca. Mis uñas habían recibido un cuidado y mis labios tenían un poco de gloss. Nada extravagante, pero ya era un cambio para mí, ajusté la pulsera de mi mano izquierda, asegurándome de que todo estuviera en su lugar.

Caminé por los pasillos en dirección a la salida de la escuela, notando las miradas de muchos de mis compañeros. Supuse que se debía a mi cambio de imagen. En las películas, siempre es así, ¿no? O tal vez también podía deberse a nuevos vídeos míos siendo humillada por Erick, sus amigos y novias. Decidí concentrarme en mi teléfono y no darle más vueltas al asunto.

—Hola, Iseria.

Levanté la mirada hacia donde provenía mi nombre, Micke. Nunca antes habíamos entablado una conversación en público, ambos sabíamos lo que eso implicaba. Sin embargo, algo en su aspecto y comportamiento me hizo notar un cambio drástico en él. Lucía completamente diferente, casi como si se hubiera convertido en otra persona.

Lo observé durante un segundo, tratando de descifrar qué era lo que había cambiado en él. No era solo su chaqueta de cuero y su cabello peinado a la moda, sino que algo más profundo. Había una mirada diferente en sus ojos, una determinación y una seguridad que no había visto antes, se veía vacía. Su voz también sonaba más firme y decidida. ¿Sería hoy el día de un tiroteo o un suicidio?

—¿Erick te hizo algo? —pregunté, preocupada.

Pensé en marcharme pronto antes de que él viniera tras de mí, pero sentí que debía ser cautelosa. Sus ojos me asustaban.

—Soy yo quien le hará algo a él, pero quería verte de cerca, estás más grande de la última vez que te vi —estiró su mano para tocar mi cabello.

Me alejé instintivamente. Sus palabras habían sonado extrañas, aumentando mi confusión. Todo esto me generó una sensación de inquietud y preocupación. Sentí que algo no estaba bien con Micke, algo había cambiado en él de manera radical. No me sentía segura ni cómoda en su presencia lo mejor era alejarme, antes de que pudiera descubrir qué era exactamente lo que estaba sucedido con él.

Él sujetó mi muñeca izquierda de forma brusca, agarrándola con fuerza. Sentí su agarre apretado durante un segundo, mientras él intentaba remover mi muñequera.

La situación se estaba volviendo cada vez más extraña y perturbadora, y yo no tenía ninguna intención de quedarme a presenciar lo que pudiera hacer. Con determinación, tiré de mi mano con fuerza y me alejé de él. Miré en su dirección, asegurándome de que no me estuviera siguiendo.

Ahora comprendía qué tipo de chico era realmente. Siempre se habían burlado de él y lo habían considerado extraño, yo nunca había compartido esa opinión. Pero ahora, me di cuenta de que podían tener algo de razón.

Giré en varias ocasiones para asegurarme de que no estuviera tras de mí. En mi última vuelta, choqué de lleno con algo sólido, mi móvil resbaló de mis manos cayendo al suelo con un sonido audible. Suspiré frustrada, lamentando el golpe a mi nuevo teléfono. Pero mi pesar se intensificó cuando levanté la mirada y me encontré con un par de ojos llenos de rabia.

—Fíjate por donde caminas ¡Estúpida zorra!

Sus insultos, cargados de odio y desprecio, no me sorprendieron en lo más mínimo. Eran solo una muestra adicional de su violencia y crueldad, una confirmación de que siempre sería el blanco de su maltrato.

En medio del bullicio de la escuela, chocar con la última persona que deseaba encontrarme fue una desafortunada coincidencia: Erick.

—Lo lamento, no te vi —le dije, reconociendo la culpa y tratando de calmar la situación, consciente de su actitud agresiva.

Su expresión no aflojó en lo más mínimo. Él estaba actuando de manera diferente hoy, no se trataba solo de Micke o de mí. Parecía que algo había cambiado a la gente.

—Tienes el descaro de pensar que lo que hiciste fue una buena jugada, perra loca —su voz estaba cargada de odio y violencia.

La actitud agresiva y mirada llena de ira dejaban claro que no se refería simplemente al choque.

—Realmente no te vi.

Traté de escapar como solía hacerlo, buscando una salida rápida de esa incómoda situación, pero Erick no me dejó. Con una fuerza desmedida, agarró mi cabello y lo tiró con brutalidad. El dolor se extendió desde mi cuero cabelludo hasta mi cuello, y no pude evitar soltar un gemido de queja. Esto era muy distinto al año y medio que ya había pasado.

—¿No sabes lo que hiciste? Tuviste un momento de valentía al publicar ese vídeo en toda la escuela, pero te aseguro que no volverás a tener ganas de hacer algo así —rugió con una furia descontrolada.

Ni siquiera sabía de qué hablaba, y era consciente de que, si le preguntaba, no obtendría una respuesta clara. Antes de que pudiera reaccionar, sentí cómo me lanzaba con violencia al suelo. Alcancé a poner mis manos antes que mi rostro tocara el piso, dolió, pero no dije nada, ya había hecho cosas así en el pasado, no con tanta violencia, pero seguía siendo lo mismo.

Habíamos llamado la atención de bastantes alumnos, algunos tenían esas estúpidas sonrisas, pero la mayoría no, todos veían algo raro y nuevo en la forma que estaba actuando Erick.

Una figura que se acercaba rápidamente hacia nosotros. Micke se unió a mí en un instante, agarrando a Erick por la solapa de su chaqueta y lanzándole un golpe. Aunque su acción fue rápida, los amigos del idiota intervinieron de inmediato, intentando detenerlo. Micke no se dejó intimidar y se defendió con determinación. Sus puños volaron en rápidos movimientos, golpeando a sus oponentes con precisión. Parecía estar ganando la pelea, desafiando todas las expectativas que tenía de él. Aunque seguían siendo cuatro contra uno.

Alcancé a agarrar el móvil y estaba a punto de levantarlo, cuando el pie de idiota descendió con brutalidad sobre mi mano. Produciendo un sonido escalofriante de huesos quebrándose. El dolor se extendió rápidamente desde mi mano hacia mi estómago, envolviéndome en una sensación de quemazón insoportable. Un gemido audible escapó de mis labios, mientras su pie continuaba golpeando mi mano derecha con fuerza una y otra vez. Cada impacto era una oleada de tormento que parecía no tener fin.

Cuando se cansó, Erick dirigió su ira hacia mi abdomen y me pateó con violencia, haciéndome caer de espaldas al suelo. Traté de recuperar el aliento mientras tosía en busca de aire, sintiendo como la rabia y el miedo se entrelazaban dentro de mí. Nunca antes había experimentado tal nivel de brutalidad por parte de Erick. Si bien solía hostigarme y empujarme, algunas veces tirándome al suelo, nunca había empleado esta ferocidad despiadada hacia mí.

No se detuvo hasta hacer añicos el móvil que me había regalado Tommy. Esa imagen provocó en mí más que el dolor físico que sentía. La ira y la rabia se entrelazaron en mi pecho, y una determinación indomable se encendió en mi interior. Ya no podía soportarlo más, estaba cansada de todo esto. Con la ayuda de mi mano izquierda, me puse en pie antes de que se atreviera a golpearme otra vez. Ya no podía creer que no lo haría. La imagen en mi mente se detuvo, como si el tiempo se paralizara.

El viento susurraba con una fuerza inusual, podía escuchar su voz en cada ráfaga. Sentí como mis piernas se volvían pesadas, como si un magnetismo invisible me atrajera hacia el suelo. Pensé que caería por el peso de mi propio cuerpo, pero no me moví ni un milímetro de mi lugar. Una extraña sensación comenzó a ascender rápidamente por todo mi ser, envolviéndome en una suave oleada de cosquilleo. La sensación se intensificó en mi mano derecha, como si una energía misteriosa fluyera a través de mí y disipara la ola de dolor.

Me pregunté qué pasaría si el brazo derecho de Erick dejara de funcionar, el brazo que le había otorgado todos sus logros y lo había posicionado en la cima social. Estaba segura de que, si no pudiera utilizarlo, perdería todo lo que tenía y su vida perfecta se desvanecería. Nuestras miradas se cruzaron y en ese instante, pude ver en sus ojos un destello de arrepentimiento, como si él mismo fuera consciente de las consecuencias de sus acciones.

Hilos invisibles cobraron forma y se materializaron en una delicada red ante mis ojos. Parecían guiar mis acciones, como si cada uno de ellos me indicara la dirección del viento. Sin necesidad de mover mis manos ni tocarlos físicamente, tomé uno y lo tironeé. Casi al instante, Erick emitió un aullido de dolor.

Nunca imaginé que mi primera experiencia sería en estas circunstancias, pero la sensación que me invadió fue poderosa y satisfactoria, se sentía mucho mejor de lo que un día había soñado.

Tomé otro hilo y tiré, seguido de un tercero. Cada vez que lo hacía, el dolor de Erick se hacía visible. Una extraña sed de venganza me envolvía. Anhelando cortar su cuerpo en pedazos y escucharlo suplicar por perdón, mientras se desangraba lentamente. Yo era mucho más fuerte que él, podía acabar con su vida a mi antojo, saboree la sensación.

—Es suficiente —dijo Micke, con voz tranquila y firme.

Me costó procesar sus palabras al principio, pero poco a poco la racionalidad comenzó a regresar a mi mente. Mientras observaba como aquel imbécil caía al suelo, retorciéndose de dolor y agonía. Sentí una mezcla de emociones que luchaban dentro de mí: el impulso de continuar lastimándolo, satisfacción por haber respondido a su ataque y placer en presenciar su sufrimiento.

Debía salir de allí, y como si mi cuerpo entendiera. Con paso decidido, mis pies comenzaron a moverse, alejándome rápidamente de la escena.

El viento acariciaba mi rostro, trayendo consigo una sensación de libertad y felicidad que nunca antes había experimentado. Era como si todas las sombras grises que me rodeaban se hubieran disipado, dejando solo luz y renovación. Sentía como si estuviera volviendo a vivir.

Estaba distraída mientras corría hacia casa, mi mano dolía y mis dedos estaban en una extraña posición, seguramente rotos. Necesitaba llamar a Tommy y que me ayudara con esto. No podía ir a un centro médico porque no tenía seguro médico y porque era imposible explicar lo que había pasado. Además, parecía que mi lesión ya se estaba curando, algo que no había experimentado antes. Y aunque no era gran cosa, seguía siendo un avance extraordinario para ser solo una humana. No, ya no era solo una humana, era una magier de aire, igual que mi padre.

Metí la llave y entré, dejando caer mi mochila para buscar algo de hielo y aliviar el dolor en mi mano. Sin embargo, en ese momento, un fuerte golpe resonó en la puerta, me quede inmóvil, casi sin respirar. Note la magnitud de lo que había hecho y de las posibles consecuencias que enfrentaría.

Sabía que al utilizar magia elemental frente a un grupo de adolescentes y lastimar a un humano, había transgredido las normas más fundamentales de nuestra raza, la exposición. Además de las reglas humanas. En el mejor de los casos, le había cortado el brazo a Erick, pero en el peor, podría haberlo matado. Aquel tipo de actos no estaba permitido, y era consciente de ello.

Un segundo golpe vino, resonando en todo el lugar. Supe que ya no tenía a dónde ir. Estaba atrapada. Abrí la puerta preparada para ser juzgada por los segadores y contarles todos los detalles para que entendieran lo sucedido.

Pero solo encontré a una mujer joven de unos treinta y cinco años, de cabello muy rubio, tal como el mío. Ella apoyaba su cuerpo en un llamativo bastón. No la veía hace cuatro años, pero no había forma que no supiera quién era, no había cambiado absolutamente nada.

—Azahara, ¡estás viva! —su voz sonó llena de sorpresa.

Antes de que pudiera decirle que yo no era mi madre y que no nos parecíamos en absoluto, ella se acercó a mí y me rodeó con sus brazos, como si estuviera feliz de verme. El contacto físico no era algo a lo que estuviera acostumbrada, y no estaba segura de cómo sentirme al respecto.

Idalia no era alguien cercana para mí, y definitivamente no encajaba en el estereotipo que la gente espera de una abuela. Una mujer mayor, regordeta, que horneaba pasteles y galletas, y que era extremadamente cariñosa.

—¿Qué estás haciendo aquí? —no podía contener la sorpresa y desconfianza.

No tenía tiempo para perder con ella.

—Estas viva... —repitió, como un sollozo.

Si yo también estaba sorprendida, había golpeado a Erick y había sobrevivido, pero no iba a emocionarme tan fácil.

—Sí, por poco, pero él fue quien sufrió las consecuencias —respondí con un atisbo de satisfacción en mi voz.

Ella se alejó, recuperó rápidamente la compostura y entró a casa, cerrando la puerta. Era extraño que me hubiera abrazado. No era una persona cariñosa y no la culpaba por eso. En otro momento, hubiera querido ese gesto, pero la verdad es que ya no era necesario.

Tomo mi mano derecha sin darse cuenta de lo que me pasa, solté un gruñido de dolor. Fue un acto reflejo, no pude evitar que lo notara.

—¿Quién te hizo esto? — su mirada reflejaba una mezcla de preocupación y algo más.

Sentí el calor proveniente de ella.

—No ha pasado nada importante. Solo fue una caída —mentí.

—¿Bien? Tus dedos están fracturados. Dudo que no te hayan hecho "nada" o que te hayas caído —me cuestionó con voz demandante.

Ella miró a su alrededor con una expresión extraña, como si algo le desagradara o incluso le repugnara.

—Cuéntame qué sucedió, Iseria. No puedo ayudarte si no me dices la verdad —insistió, su voz carecía de un tono maternal.

Dudé por un momento. No quería contarle todos mis problemas en la escuela, pero si me llevaban a la policía y veían mi mano en ese estado, nadie entendería por qué estaba así. Además, yo no estaba gritando como alguien que acababan de golpear repetidamente. No tenía muchas opciones.

—Al salir de la escuela, ocurrió algo. Un chico aplastó mi mano y mi móvil —dije, sin entrar en demasiados detalles—. Me enfadé mucho y utilicé mi elemento para rebanarle el brazo. No sé cómo lo hice, simplemente ocurrió. Y ahora estoy metida en problemas, ¿verdad?

No quería depender de ella, pero aquí estaba, contradiciéndome a mí misma mientras buscaba un poco de ayuda.

Fuimos a un hospital de la zona donde me hicieron algunas radiografías, muy detalladas. Idalia fue quien lo permitió. Me dieron unas pastillas para el dolor y la inflamación, las tomé, aunque tenía dudas claras sobre su efectividad.

La parte más complicada llegó cuando un hombre, quien supuse era el médico, tomó mis dedos y los movió bruscamente, colocando cada hueso en su lugar. Grité de dolor.

—Lamento causarle molestias, señorita, pero los huesos ya habían comenzado a sanar en una posición incorrecta y no podrá mover la mano desde ese ángulo. Sé que duele, pero es mejor hacerlo ahora que esperar hasta mañana —explicó mientras inspeccionaba minuciosamente mi mano.

Después de que estuvo todo listo, comenzaron a prepararla para enyesar. Sentía un sudor frío recorrerme debido al intenso dolor y creí que en cualquier momento me desmayaría.

Mientras aún me estaban atendiendo, los padres de Erick llegaron al hospital para acompañarlo en su atención de urgencia. También se presentó la policía para investigar el incidente.

Fui llevada a una sala de interrogatorios, donde un oficial empezó a hacerme preguntas detalladas sobre lo ocurrido. Idalia me acompañó sin dejarme sola en ni un momento. Me había advertido que no dijera nada, el aire a diferencia de los otros elementos no era algo visible.

Consciente de que nadie había presenciado la verdad de lo que paso, decidí no mencionarlo durante el interrogatorio. Sabía que sería mi palabra contra la de Erick, respaldada por la evidencia física de mi lesión y los testimonios de aquellos que habían presenciado como Erick me golpeaba. Finalmente, el oficial tomó mi declaración y me aseguró que se llevaría a cabo una investigación exhaustiva.

Mis párpados comenzaron a pesar y mi visión se oscureció como si estuviera viendo a través de una tela. Lo último que supe es que la oscuridad se había adueñado de mi vida.

Creo que, en años, mi vida no había comenzado como aquella mañana. Alguien abrió las cortinas de mi habitación y me despertó, ofreciéndome una taza con chocolate caliente.

Me senté en la cama, sorprendida al ver que era Idalia quien me ofrecía mi bebida favorita. La acepté con mi mano buena, mientras el aroma delicioso del chocolate llenaba la habitación.

—¿Cómo te sientes? —quiso saber.

Aunque sentía un ligero dolor de cabeza y llevaba un yeso en mi mano derecha. En general me sentía bien.

—Estoy bien, ¿cómo llegué aquí? Estábamos en el hospital —pregunté, notando que mi voz sonaba un poco ronca.

Ella se sentó en el borde de mi cama, estaba muy atenta a mí.

—Las píldoras que tomaste eran para relajarte, aliviar el dolor y ayudarte a descansar —explicó de manera clara. —Son creadas para nuestra clase.

Mis ojos se fijaron de inmediato en mi ropa, aún llevaba puesta la de ayer. Agradecí que no hubiese intentado desvestirme. No creía que tuviéramos la confianza suficiente como para llegar a ese punto.

—Gracias por lo de ayer —murmuré sin ganas de tener que hacerlo, tomé un sorbo de mi chocolate —Pero no necesito tu ayuda, puede arreglármelas por mí misma.

Ella no respondió de inmediato, simplemente me miró y observó la habitación. Pude percibir el desagrado en su mirada, pero no pronunció palabra alguna sobre ello.

—Para poder arreglártelas por ti misma, te vi bastante desesperada buscando ayuda —dijo finalmente —Pero no es por eso que estoy aquí. Tenemos que hablar, Iseria.

Creo que no me agradaban esas palabras "tenemos que hablar" era el equivalente "tendremos una discusión intensa y posiblemente desagradable". Me encogí de hombros, no había manera de evitarlo; no podía callarle la boca.

—Que sea rápido, porque necesito hablar con Tommy luego...

Fui interrumpida antes de poder continuar. Estaba tratando de desviar la atención de mi situación actual.

—Él me contó cómo llegaste aquí junto a Arthur y un poco de lo que sucedió después. Pero necesito escuchar la historia de tu propia boca.

—Mamá murió. Nuestra casa se incendió y el donante de esperma nos trajo aquí para volver a abandonarnos. El dinero del seguro de mamá se acabó y él también nos quitó lo que nos daba. Arth se fue a Londres. Nunca estuviste ni siquiera para darnos dinero. Eso resume lo que quieres saber — de mi boca escapó un sonido cargado de amargura.

Ella permaneció en silencio por un momento, pero su mirada significativa decía más de lo que sus palabras expresaban.

—Entonces, ¿cómo has vivido todo este tiempo? —inquirió, intentando comprender la difícil situación en la que me encontraba. —Tu madre no tenía un seguro de vida.

La miré de una manera que esperaba fuera horrible, no pareció afectarla en lo más mínimo.

—Sabes, mentir es un rasgo muy feo. Mamá tenía razón acerca de ti — dejé escapar la frustración acumulada durante todos esos años.

Como si le importara, ella no era mejor que mi padre.

—Tu madre solía decir muchas cosas, pero no por eso eran verdad. Y sé que no tenía un seguro de vida porque ella no trabajaba y no podía costearlo.

—¡Mamá era una segadora, ella trabajaba! —ya estaba enfadada con ella, llevaba años sintiendo esto, solo que esta vez lo hice saber. No dejaría que hablara mal de mamá.

Pensé que Idalia lo negaría, y me sorprendió escucharla.

—Así es, lo fue, y una de las mejores de su generación. Pero acaso, ¿crees que hacen contratos o es un trabajo regulado por las normativas de un país? ¿Crees que les pagan lo suficiente? Vives bajo el techo de una corte o una familia que puede necesitarte. Te alimentan, te visten y te brindan ciertas comodidades, pero el salario no es suficiente para mantener a tres niños pequeños en una casa lujosa.

—Eso es mentira...

Dudé, ¿cómo podría yo saber si era verdad o mentira? El único segador vivo que conocía era Tommy, y nunca había hablado conmigo sobre sus pagos. No sabía cuál era su estilo de vida solo que estaba dándome dinero para mantenerme.

—No lo es, puedes consultarlo —me tendió unas cuantas píldoras —He hablado con Arthur, él lo tomo de una manera algo distinta, estuvo bastante feliz de verme.

—¡Mentira! Él te odia, tal como lo hacía mamá —grité instintivamente. 

Nunca antes me había expresado de forma tan infantil, pero esperaba causarle daño o que por lo menos si sintiera incómoda. No mostró ni un signo de malestar o pesar.

—¿Odiar?... Azahara no me odiaba. Ella sabía que todo lo que yo hacía era para su bienestar. Y Arthur tampoco lo hace. Él tiene una percepción diferente de las cosas, solo que quizás no las comparte contigo.

Escuché las palabras de Idalia y sentí que la ira se apoderaba de mí. No pude contenerme.

—¡No quiero hablar, no tenemos nada que discutir! Solo necesito que me des algo de dinero para poder devolvérselo a Tommy —exclamé, frustrada por la situación y deseando regresar al punto de partida.

Ella me observó con cierta dureza, sin mostrar signos de ceder.

—No quieres saber de mí, pero si quieres mi dinero, ¿crees que voy a dejar que lo tomes como si nada?

Me tomó por sorpresa sus palabras. Había imaginado que sería más fácil que ella entregara algo de su dinero, así podría seguir con su vida normal, lejos de nosotros.

—Me las arreglaré sola, como lo he hecho hasta ahora. No te necesito. Solo quería ver a Arthur. No lo he visto en años —concluí, enfatizando mi anhelo de reunirme con mi hermano.

Sus ojos se clavaron en los míos, consciente de mi intento de cambiar el curso de la conversación a mi favor.

—No tienes que preocuparte. Arthur vendrá con nosotras en unos días. Ya lo tengo todo arreglado —dijo con tranquilidad, como si no entendiera la magnitud de mis sentimientos y necesidades.

Sus palabras me dejaron perpleja. ¿Cómo podía haber tomado esa decisión sin consultarme? Cada segundo con ella era peor, no la toleraba, era una mujer fría y sin corazón.

—¿Vendrá con nosotras...? —no pase por alto el mensaje escondido en sus palabras.

—Sí, vendrás a vivir conmigo. Arreglaremos este asunto y nos iremos.

El pánico se apoderó de mí al instante. No quería, y no podía vivir con ella.

—Oh no, no tengo nada que hacer contigo —dije con desesperación, sintiendo cómo el miedo me inundaba, mi hogar estaba aquí.

—Tienes quince años. No vas a vivir sola. Necesitas un hogar, supervisión, una familia, comida y ropa —respondió con firmeza.

—He vivido sola durante el último año y medio, y pronto tendré dieciséis — repliqué como si algo fuese a cambiar la opinión que ella tenía.

—No tienes muchas opciones Iseria, será lo mejor para ti, aunque ahora no lo puedas ver —insistió con convicción, y sin demostrar mucho.

Resultaba difícil comprender cómo podía considerar que era lo mejor para mí. Partiendo porque, mi madre y ella peleaban constantemente, se gritaban. Ella no nos quería y nunca nos consideró parte de su familia. Y luego con todo lo que sucedió, ella desapareció sin dejar rastro, sabiendo cuanto era que la necesitábamos.

—No iré —respondí firmemente, decidida a no ceder ante su propuesta.

—Estabas tan sola y yo no lo sabía, no lo imaginaba. Si no fuese por Thomas quizás cuantos años más hubiesen pasado.

No podía evitar expresar mi incredulidad.

—Si, como sea, no sé por qué Tommy habló contigo, pero puedes ignorar esa conversación —no era necesario que ella ahora, quisiera hacer de figura responsable, ya no la necesitábamos.

Si realmente estaba interesada en nosotros, ¿por qué no nos había llevado con ella? ¿O por qué no había venido a vivir aquí?

—Ni siquiera te lo imaginas, Iseria. Claro que esa era mi intención, pero las cosas tomaron otro rumbo. Tu padre... —suspiró y su expresión se volvió sombría.

Fuese a lo que fuese decir considero que no era el momento.

—Bueno, ya paso, no se puede volver el tiempo atrás. Además ¿Por qué te preocupas por mí? Puedo entender que lo hagas por Arthur que es un magier mental. Pero yo soy una elementalista de aire, no encajo en tu precioso linaje de fuego—quería que se fuera luego, que desapareciera de mi vida, como ya lo había hecho.

—Te llevaría conmigo, incluso si fueras un draugr. No volveré a dejarte sola, ni a ti ni a Arthur. Perdí mucho tiempo con Azahara debido a malos entendidos, y no cometeré el mismo error con ustedes —su rostro reflejaba una expresión seria y fría en cada palabra.

Sus falsas promesas me conmovieron de una manera inexplicable. Mientras el nombre de mi madre se desvanecía en la habitación, su recuerdo seguía irradiando una calidez eterna en lo más profundo de mi corazón.


Queridos lectores,

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