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⇁ 08 ↼

☽ | POR SU CULPA.

⋆⭒⋆⭒


Su cabello oscuro como el carbón desprende reflejos azules que hacen quedarse a Vanitas embobado por unos segundos. Observa sus mágicos ojos que le recuerdan los buenos momentos que pasaron hasta que el otro decidió marcharse de Suiza por su bien y una enorme nostalgia se apodera de su corazón. El más alto extiende una de sus manos hacia el que permanece en el suelo y muestra una sonrisa complacida. El de piel lechosa la sostiene con fuerza y agradece la ayuda para levantarse. No hay mucho esfuerzo de por medio porque primero, es delgado, y segundo, porque el otro tiene bastante fuerza.

—¿Eráis vos el chico del que hablaba tanto Roland? —No trata de ocultar su expresión llena de sorna y a Vanitas le resulta interesante la forma en la que cruza sus brazos, bastante cómodo.

—Parece ser que lo dejé flechazo —comenta el de piel lechosa, mientras ve que el más alto rueda sus ojos con diversión.

Ambos se olvidan de la presencia de las otras dos personas más en el pasillo y aunque Vanitas lo intenta, no puede evitar centrar su atención en la manera en la que se doblan y tensas los brazos del otro alrededor de su pecho. Mueve una de sus piernas, emocionado ante tal reencuentro.

—Vani, puedo aseguraros que a quien tengáis la oportunidad de conocer, caerán como moscas por vos. Al final de cuentas —añadió el de ojos oliva sosteniendo la barbilla del más bajo y uniendo sus ojos con intensidad—, ¿yo no me marché de Suiza para poder olvidaros?

El mencionado se libera del agarre e inevitablemente, un fuerte sonrojo se apodera de sus mejillas, causado por la aflicción que causaba en su interior las fuertes memorias vividas con el más alto en el pasado. Dando una vista hacia un lado, Vanitas se da cuenta de las curiosas miradas de Dante y Johann y murmurando por lo bajo lo cotillas que son, acomoda su pijama larga. Intenta ignorar la intensa mirada oliva que recorre su cuerpo de arriba a abajo y cambia de tema rápidamente.

—¿Qué hacéis por aquí, Oli? —El mencionado recupera su anterior compostura y colocando sus brazos sobre su cintura, le dice que venía a entregar un paquete que se le olvidó dar el día anterior a Roland.

Recuerda al chico que fácilmente podría ser confundido con un rayo solar, y no duda en ningún momento que tenga la cabeza siempre en las nubes. Entonces, Olivier atrae de nuevo su atención al hablar con los dos dueños de la casa.

—Ya que está todo correcto ahora, me marcho. Que tengan un buen día. —Y así, sin decir nada más se dirige a la salida.

Por alguna extraña razón, Vanitas rememora sus suaves y tersas manos acariciarle la mejilla, peinar su largo cabello y acariciarle la espalda, consolándolo. Sus largas piernas se mueven solas y lo alcanza justo en la entrada de la vivienda. Sostiene uno de sus fuertes brazos que visten y lucen un uniforme de trabajo. A este se le remueve el cabello sedoso y trenzado al girarse y al mirarlo, Vanitas se siente atrapado por su intensa presencia; siempre fueron así las cosas antes.

—¿Por qué viniste aquí, Oli? De todos los sitios a los que podías ir... —Su tono sarcástico lo interrumpe, y Vanitas lo siente como un déjà vu.

—Una vez me dijisteis que si pudierais escapar de vuestra realidad, os gustaría ir a Francia, ¿no? Jamás pude sacarme la idea de traeros alguna vez aquí, pero después de... —Se calla durante unos segundos dando a entender el suceso que los separó, y se suelta con suavidad del agarre del más pequeño—, Bueno, supongo que no podía venir a un mejor lugar.

Aquello solo hace que los brazos de Vanitas tiemblen al sentir la culpabilidad invadirlo de golpe. Este recuerda lo duro y cruel que fue con el más alto en el pasado, y aprieta sus manos furioso consigo mismo. ¿De verdad creyó que sus actos no tendrían consecuencia? Era muy inocente por si quiera pensarlo.

Olivier posiciona uno de sus dedos sobre los labios del más bajo, notando la pequeña tensión allí formada. No quiere escuchar sus disculpas, porque todo lo que los relacionaba era mejor enterrarlo bajo tierra. Era mejor así.

Vanitas cierra la boca al encontrarse con comprensión y dulzura en la mirada del otro, y sabe que no lo culpa por sus acciones; parece comprenderlo y querer dejar todo aquello atrás. Luego le susurra que se alegra verle por aquí y después montando en su motocicleta, añade con gracia:

—Por cierto, me gusta vuestro nuevo look. El cabello largo os sienta demasiado bien.

Con eso finalmente se marcha con aquella motocicleta echando humo oscuro y Vanitas regresa a la casa, cerrando suavemente la puerta y acariciando su cabello largo. Recuerda que en su temporada convivida juntos, mantenía un corte por encima de los hombros. No encuentra a nadie en la entrada de la casa y se dirige hacia su habitación, con la idea de arreglarse.

No quiere que los recuerdos le afecten, más cuando la puerta de su habitación se cierra de golpe, todo esas memorias del pasado regresan con fuerza y deja que su cabeza se invada por ellos. Su humor decae, dejándose afectar por todas esas amargas, dulces y anhelantes memorias. Inevitablemente, estas amenazan con devolverle a esa oscuridad profunda que lo llevaba atrapando entre sus garras desde hacía años atrás.

«¡Dos hombres jamás podrían estar juntos, va en contra de las leyes del universo!», «¡Aberración, monstruoso!»; y lo peor de todo, es cuando llega de improvisto el recuerdo de cuándo su padre se enteró de su relación. Sucedió una noche, en la que el cielo parecía haber tragado toda esperanza y con ella, la ensoñación de un futuro feliz. 

Su padre lo descubrió besándose con Olivier en su habitación y todo se convirtió en desastre. Solo pequeños fragmentos quedan de ese momento y el más desagradable es de cuando sujetó uno de sus brazos con fuerza y metiéndolo en un callejón sin salida, le hizo una pregunta que no pudo responder con sinceridad en su momento. Ahora ese es uno de sus mayores pecados.

«Decidme, hijo, ¿acaso lo que me dice Olivier es cierto? ¿Lo amáis y estáis dispuesto a avergonzarme frente a todo el mundo profesando tal unión ante un hombre?», le duele la cabeza de solo recordarlo. Siente que esta en esa fría y austera habitación de nuevo, siente sus miradas clavadas sobre su cuerpo como estacas, juzgándolo, esperando por una afirmación..., Y recuerda que aunque sus piernas temblaban como flanes, no era capaz de separar su vista de la desesperada de Olivier. Llena de miedo y de, al mismo tiempo, terror por su respuesta.

Se arrepiente muchísimo de sus acciones cometidas aquella noche, sobre todo al haberle fallado porque siempre fueron amigos, mejores amigos, y por  su cobardía y terror hizo que el otro se marchase de Suiza para siempre. Perdieron el contacto casi al instante.

Estrujando su pequeño cuerpo contra la puerta, se deja caer abrazando sus piernas y recordando con lástima la forma en la que sus ojos oliva perdieron su brillo natural, su confianza en él. Entendió aquello sin dudarlo, debido a que se dejó llevar por el miedo no estuvo al lado de Olivier cuando más lo necesitó y lo peor de todo, le hizo mucho más daño del que se podía imaginar. «Padre, jamás caería tan bajo como para enamorarme de una aberración como esa», golpea varias veces su cabeza, apartando aquel pasado que creía haber enterrado con todas sus fuerzas. Y a sabiendas de que lo único que le ayudaría a despejarse de tantas lamentaciones sería acariciar aquel pendiente que le quedaba como último y único regalo de su verdadera madre, dirige su mano hacia su oreja izquierda.

No es posible..., La sigue acariciando diciéndose que debe ser algún tipo de broma. No puede ser, se repite al no encontrar nada allí e inmediatamente, tropezando con sus pies, salta sobre la cama buscándolo como un loco. Pero aun removiendo las sábanas y almohadas, haciéndolo todo un lío, no encuentra nada. Su corazón se agita al pensar si quiera en la posibilidad de haberlo perdido en el día anterior con tanto paseo y asustado, comienza a buscar por toda la habitación.

Unos treinta minutos después, todavía no encuentra nada. Por ello, sin siquiera desayunar se coloca la misma ropa del día anterior y terminándose de atar el cabello en una coleta baja, sale del cuarto para encontrarse con Dante que le trae el desayuno en una bandeja. Lo ignora por completo y a su mirada inquisitiva, y corriendo, se escapa de la casa en dirección al último lugar en el que recuerda haberlo llevado: La Plaza de la Revolución.

—¡Vanitas, esperad! —Puede todavía escuchar las voces de Dante por detrás, pero a sabiendas de que todavía permanecería en pijama, sigue corriendo sin detenerse por un segundo.



Un rato después, sudando a mares y con solo la imagen de ese pendiente en su cabeza, trata de buscarlo por toda la plaza sin importarle en incordiar a algún visitante allí presente. Comienza a estresarse cuando continua sin tener rastro alguno de el; finalmente, acaba rendido ante la misma estructura que observaba el día anterior, sintiendo que las lágrimas se apoderan de sus ojos. Por unos momentos recuerda la atosigante sensación de sentirse atrapado y que le hace rememorar la horrible pesadilla de la noche anterior.

Aprieta sus ropas, negándose ante la idea de haberlo perdido. Cuando las nubes del cielo amenazan con cubrirlo, escucha una voz bastante familiar hablarle por la espalda y aquello le hace escapar de todos sus oscuros pensamientos.

—¿Buscáis esto? —Y al darse la vuelta, observa al mismo chico del día anterior.

Luce ahora una vestimenta oscura, teñida con reflejos rojos. Su cabello sigue reluciendo con aquel blanco que parece casi irreal, y sus ojos purpúreos son oscuros; no cuajan con esa sonrisa amable que muestra. Vanitas detalla cada parte de su esbelta figura, hasta centrarse en sus manos enguantadas blancas. Al darse cuenta de lo que sostiene su mano derecha, su boca de abre un par de veces sin saber que decir. Tiene su pendiente perdido.

—¿C-cómo sabíais que...?

Sin embargo, el otro lo interrumpe para agitarlo entre sus dedos haciéndolo tintinear con el repentino movimiento. Su sonrisa se agranda y no aparta sus ojos inquisitivos de los del poseedor de la piel lechosa. ¿Por qué lo tenía que mirar de aquella forma? ¿Por que se sentía atrapado bajo ella?, no puede evitar preguntarse en su cabeza.

—Si lo queréis, tendréis que hacerme un pequeño favor. —Su tono es bajo, grave y misterioso.

En ese momento Vanitas no pude ni imaginarse la oscuridad que escondían esas simples palabras, ni mucho menos la condenación que significaría para su persona unirse con aquel joven de cabello blanquecino y de una exquisita piel morena.

✮ ; ; Dear, vampires ;

; ; ¡aquí les traigo un nuevo capitulo! espero de verdad que les guste mucho, porque me estoy matando con estas correcciones porque no saben lo mucho que quiero seguir con la historia, aaaa. ¡ nos vemos muy pronto !

Se despide xElsyLight.

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