🍷𝟑🍷
Jimin observaba la escena con horror, su mente luchando por comprender la crudeza de lo que tenía frente a él. La joven yacía en el suelo, inmóvil, con los ojos abiertos y vidriosos como si aún observaran algo que ya no existía. Su piel pálida y fría al tacto reflejaba la quietud de la muerte, pero lo que más perturbaba a Jimin no era su apariencia, sino el aire pesado que la rodeaba. Algo en el ambiente parecía opresivo, como si la misma atmósfera se resistiera a aceptar la atrocidad que había ocurrido.
Cada fibra de su cuerpo le advertía que aquello no era normal. Los pelos de su nuca se erizaban, y un escalofrío recorrió su columna vertebral. Sentía su estómago revolverse con una intensidad que no lograba controlar, como si el malestar físico estuviera directamente conectado con lo que sus ojos veían. El aroma que emanaba de la joven lo golpeaba con una fuerza que lo debilitaba, un hedor metálico mezclado con el dulzor desagradable de la descomposición. Pero había algo más en ese olor, algo que no podía identificar y que, sin embargo, lo hacía sentir mareado, como si estuviera atrapado en una espiral de vértigo.
Cuando las patrullas finalmente llegaron al lugar, las luces rojas y azules rompieron la penumbra del callejón, iluminando la escena con un resplandor inquietante. Jimin y Hoseok permanecieron en silencio mientras los forenses y la policía se movían con precisión alrededor del cuerpo. El equipo comenzó su trabajo metódico, tomando fotografías, midiendo distancias, recolectando muestras de la piel, el cabello y la ropa de la joven. Era un espectáculo frío y clínico, pero necesario.
Los murmullos de los oficiales se mezclaban con el sonido de los clics de las cámaras, y Jimin podía sentir la tensión en el aire. Algunos curiosos se habían reunido cerca, sus ojos reflejando una mezcla de miedo y fascinación morbosa. Jimin, sin embargo, estaba demasiado inmerso en sus propios pensamientos para prestarles atención. Había algo profundamente erróneo en todo esto, una sensación que no podía sacudirse, como si estuviera en el centro de un evento que iba más allá de su comprensión.
Finalmente, después de lo que se sintió como una eternidad, el cuerpo de la joven fue colocado cuidadosamente en una camilla y cubierto con una sábana blanca. El sonido del cierre de la bolsa de cadáveres resonó en sus oídos, como un eco que marcaba el final de la escena. Los trabajadores de la morgue se llevaron el cuerpo, y la policía condujo a Jimin y Hoseok a la comisaría para interrogarlos como testigos.
En el interior de la patrulla, Jimin no pudo evitar mirar sus manos, que aún temblaban ligeramente. Aunque sabía que no había nada que pudiera haber hecho para evitarlo, la culpa se aferraba a él como un peso insoportable. "¿Por qué siento que fallé?", pensó, mientras intentaba calmar su respiración. Había entrenado toda su vida para enfrentarse al peligro, para proteger a los demás, pero en ese momento se sentía impotente, como un espectador atrapado en una tragedia que no podía detener.
El aroma de la joven seguía presente en su mente, persistiendo como una sombra que no podía ignorar. Era más que un olor; era una sensación que se grababa en sus sentidos, una advertencia silenciosa que lo desconcertaba. Su estómago se retorcía con fuerza, y las náuseas lo golpeaban con olas constantes. No era solo el cuerpo de la joven lo que lo perturbaba; era la conexión que sentía con ese aroma, como si estuviera destinado a percibirlo de una manera que otros no podían.
Mientras esperaba su turno para ser interrogado, algo más comenzó a inquietarlo: su visión. A pesar del cansancio y el malestar, sus ojos captaban los detalles con una nitidez inusual. Podía leer con claridad la placa de uno de los oficiales a varios metros de distancia: Lee Dong Wook. Era una habilidad que no recordaba haber tenido antes. "¿Qué diablos está pasando conmigo?", se preguntó, sintiendo cómo una inquietud más profunda comenzaba a instalarse en su mente.
El interrogatorio aún no había comenzado, pero Jimin ya sentía el peso de las preguntas que no provenían de los oficiales, sino de su propio interior. Era un conflicto silencioso, una batalla entre la lógica y una sensación visceral que no podía ignorar. ¿Por qué su cuerpo reaccionaba de esa manera? ¿Qué lo conectaba tan profundamente con la escena del crimen? Y, quizás lo más perturbador, ¿qué parte de él estaba despertando sin su control?
Un hombre de mediana edad, con un uniforme impecable y una expresión que bordeaba entre la curiosidad y la indiferencia, se sentó frente a ellos. El oficial de policía, Lee Dong Wook, no perdió tiempo en iniciar el interrogatorio.
—¿Entonces qué hacen aquí en Gyeonggi, jóvenes? —preguntó con un tono tranquilo, pero con una mirada que los estudiaba detenidamente.
Hoseok, sentado a la izquierda de Jimin, tomó aire antes de responder. Aunque estaba nervioso, intentó sonar relajado.
—Oficial, nosotros nos encontramos en Gyeonggi porque mañana asistiremos a un concierto para festejar el cumpleaños de Jimin. —dijo, señalando a su amigo con un movimiento casual de la mano, esbozando una sonrisa que esperaba fuera convincente.
Jimin permaneció en silencio, pero notó cómo los ojos del oficial se estrechaban levemente, como si intentara evaluar la veracidad de esa respuesta.
—¿Tienen las entradas aquí? —preguntó el oficial, extendiendo la mano con un gesto que no admitía demora.
—Sí, yo las tengo. —respondió Jimin con firmeza, sacando las entradas de su bolsillo y colocándolas en la mano del oficial. Observó cómo este las examinaba con cuidado, inspeccionando cada detalle como si esperara encontrar algo sospechoso.
El silencio en la sala era incómodo, y Jimin no pudo evitar romperlo con una pregunta propia.
—¿A qué hora encontraron el cuerpo? —Su voz era firme, pero su mente estaba alerta, buscando cualquier información que pudiera aclarar el misterio.
El oficial levantó la vista de las entradas, frunciendo ligeramente el ceño.
—Aproximadamente a las ocho de la mañana. Llevábamos un buen tiempo viajando desde Busan. —respondió, su tono algo distante, como si esa parte de la conversación no fuera importante.
Jimin asintió lentamente, sus pensamientos girando mientras procesaba esa respuesta. Sin embargo, el oficial no parecía interesado en profundizar más.
—Pues, caballeros, no hay problema. Solo tuvieron la dicha de encontrar a esta pobre muchacha sin vida. Pueden retirarse y, en caso de que sea necesario, nos mantendremos en contacto con ustedes. —dijo, devolviendo las entradas a Jimin con un gesto mecánico.
Mientras recogía las entradas, una pregunta surgió en su mente, impulsada por una mezcla de tristeza y curiosidad.
—Y... la chica... ¿Cómo era su nombre? —preguntó, su voz ligeramente quebrada por la emoción contenida.
El oficial se detuvo un momento antes de responder, su rostro adoptando una expresión fría, casi indiferente.
—Era Chou Tzuyu. Relájese, era una joven huérfana que no tenía nada que perder ni nadie que la esperara. —dijo el oficial con una falta de empatía que golpeó a Jimin como un puñetazo en el estómago.
El aire en la habitación se volvió denso, como si alguien hubiera vaciado todo el oxígeno de golpe. Jimin sintió un dolor punzante en el pecho, una mezcla de ira y algo más visceral, algo que no podía nombrar. El malestar que había estado sintiendo desde que encontraron el cuerpo parecía intensificarse, un calor insoportable que subía por su garganta y hacía que su estómago se retorciera.
—¿Y eso qué tiene que ver? —preguntó, su voz cargada de una tensión que apenas lograba controlar. Sus manos, apretadas en puños sobre la mesa, temblaban ligeramente mientras intentaba contenerse.
El oficial levantó la vista, sorprendido por la intensidad en la mirada de Jimin. Por un instante, parecía estar buscando las palabras adecuadas, pero el silencio solo lo hacía parecer más insensible.
—No, joven, no es lo que... —comenzó a decir, pero Jimin lo interrumpió antes de que pudiera terminar.
—Sí, es lo que quiso decir. —espetó, su tono más firme, casi cortante. Las palabras salieron como dagas, afiladas y directas. Había algo en su interior que ardía, una rabia que normalmente mantenía enterrada bajo capas de autocontrol. Pero ahora, ese control estaba desapareciendo—. Esa muchacha tenía una vida, al igual que usted y yo. Sus lazos familiares no tienen nada que ver. Ella debía tener sueños, deseos personales... era una persona que tenía una larga vida por vivir y se la arrebataron.
Mientras hablaba, su voz comenzó a temblar, no por debilidad, sino por la intensidad de la emoción que lo invadía. Las palabras del oficial no solo lo habían enfurecido; habían despertado algo profundamente personal, algo que se entrelazaba con sus propios recuerdos y su identidad.
El oficial lo miró, desconcertado por la reacción del joven. Parecía querer responder, pero la mirada de Jimin, feroz y llena de una furia contenida, lo hizo callar. Hoseok, sentado a un lado, miraba a su amigo con una mezcla de preocupación y desconcierto. Nunca lo había visto así.
Sin esperar más, Jimin se levantó bruscamente, casi arrancándole las entradas al oficial, y comenzó a caminar hacia la salida con pasos rápidos y decididos. Cada movimiento parecía cargado de tensión, como si su cuerpo estuviera al borde de estallar. Hoseok lo siguió, lanzando una mirada de disculpa al oficial antes de apresurarse detrás de su amigo.
—Oye, Jimin... —comenzó Hoseok, su voz cautelosa mientras intentaba romper el silencio que se había instalado entre ellos.
—¿Qué? —respondió Jimin, sin detenerse. Su tono era cortante, más áspero de lo habitual. El malestar seguía ardiendo dentro de él, un calor que no podía ignorar y que lo hacía sentir más irritable con cada segundo que pasaba.
—¿Qué pasa? Llevas varios días actuando raro, incluso desde antes de venir a Gyeonggi... ¿Hay algo que no me contaste?
Jimin frenó de golpe, obligando a Hoseok a detenerse detrás de él. Se quedó quieto por un momento, su espalda rígida y sus hombros tensos. Quería responder, pero las palabras no venían. Había algo creciendo dentro de él, algo que no entendía pero que lo consumía lentamente.
Finalmente, habló sin girarse.
—No, Hobi, yo... estoy bien. No tienes motivos para preocuparte, de verdad. Es solo... —Su voz se quebró levemente, y se aclaró la garganta, intentando recuperar el control—. Estoy cansado, nada más.
Hoseok lo observó en silencio por un momento antes de intentar aligerar el ambiente.
—¡Ya lo sé! ¿Crisis de edad? —bromeó, esbozando una sonrisa débil.
Jimin frunció el ceño y finalmente giró la cabeza hacia él, su expresión incrédula.
—¿De qué estás hablando?
—Ya sabes, entrar a los veintiuno no es fácil. Ya serás mayor de edad y dejas tu adolescencia... lo entiendo...
El comentario, en otro momento, podría haberlo hecho reír. Pero ahora, solo lo irritó más.
—Agh... por favor, ya no hables. Mejor sube al auto. Tenemos trabajo que hacer. —dijo, comenzando a caminar de nuevo hacia la salida.
—¿Trabajo? —preguntó Hoseok, siguiéndolo mientras arqueaba una ceja.
—Te recuerdo que debemos investigar lo que ocurrió con la chica, ya que la policía, como siempre, no hará nada al respecto y será un caso más que va a quedar en el olvido.
Hoseok abrió la boca para responder, pero decidió callar. Algo estaba pasando con Jimin, algo que no entendía del todo, pero no era el momento de presionarlo. Por ahora, lo único que podía hacer era seguirlo.
—¿Y cómo haremos? No sabemos dónde queda la morgue...
Jimin arqueó una ceja, dejando escapar una sonrisa irónica.
—Hobi, existe una bella tecnología hoy en día llamada GPS. Déjame buscar la morgue más cercana y problema solucionado. —Información que por supuesto ocultó, ya que reojeó entre los papeles del oficial y logró ver el nombre de la morgue en la que sería analizado el cuerpo de la joven, su visión era otra razón por la que estaba tan malhumorado, repentinamente la mencionada aumentaba a un punto que lograba ver cosas a una distancia considerable y se volvía insoportable.
Mientras salían de la estación, Jimin sentía el peso del aire fresco contra su rostro. Pero ni siquiera eso podía aliviar el ardor en su interior, ese malestar inexplicable que parecía querer apoderarse de él. Y, lo peor de todo, sabía que esto apenas era el comienzo.
El chico de cabellos rubios trabajaba en silencio, su concentración absoluta mientras realizaba la autopsia. La morgue, con su iluminación fría y su ambiente silencioso, era un refugio para él, un espacio donde las respuestas se buscaban entre las sombras de la muerte. Su rostro permanecía sereno, casi desapasionado, mientras manipulaba con precisión los instrumentos quirúrgicos. Entonces, el sonido de la puerta abriéndose interrumpió el ritual de su soledad.
Levantó la mirada con calma, dejando los guantes manchados de sangre sobre una mesa de acero inoxidable antes de girarse hacia los intrusos.
—¿Hola? —preguntó, su tono algo sorprendido pero no hostil.
Hoseok fue el primero en responder, mostrando una sonrisa nerviosa mientras se acercaba ligeramente.
—Hmmm, hola... nosotros lamentamos entrar así, pero... fuimos quienes encontraron a Chou Tzuyu en la carretera y nos gustaría saber qué ocurrió con ella.
El rubio parpadeó, como si necesitara un momento para procesar la información. Luego, una sonrisa cansada cruzó su rostro.
—¡Ya era hora! ¡Por fin alguien muestra interés en esta pobre chica! —exclamó, su voz cargada de una mezcla de entusiasmo y resignación. Se quitó los guantes con un movimiento fluido y se acercó a los recién llegados, extendiendo una mano manchada por el tiempo pasado entre cadáveres—. Mi nombre es Kim Seokjin, soy el médico forense a cargo. Entren, entren.
Jimin, que había permanecido en silencio hasta entonces, dio un paso hacia adelante, pero inmediatamente se detuvo. El olor lo golpeó como una ola abrasadora, tan denso y penetrante que parecía adherirse a su piel y su ropa. Apretó los labios y se llevó una mano a la nariz, intentando bloquear el aroma, pero fue inútil. Incluso con esa barrera, el olor seguía atravesándolo, intenso y nauseabundo.
—Agh sí... lamento el aroma. —comentó Seokjin al notar la reacción de Jimin, con una expresión divertida pero comprensiva—. Yo paso mis días aquí, así que estoy acostumbrado. Para alguien que no lo está, puede ser algo repugnante la primera vez. En fin... —Continuó mientras tomaba un nuevo par de guantes descartables blancos de una caja cercana y se los colocaba con destreza—. Supongo que desconocen cómo funciona todo esto, ¿verdad?
Jimin y Hoseok intercambiaron una mirada rápida, como si confirmaran entre ellos que no había mucho que pudieran aportar al respecto. Luego, asintieron al unísono, dirigiendo su atención nuevamente al forense.
—Pues bien —comenzó Seokjin, su tono adoptando un matiz profesional mientras los guiaba hacia una mesa cubierta con una sábana blanca—. A Tzuyu le realicé un examen externo e interno de su cuerpo. Primero tomé medidas corporales y describí la ropa que llevaba puesta. Eso incluye recolectar muestras de las vestimentas, porque a menudo hay restos de materiales que pueden ser importantes para la investigación, como fibras o partículas que pertenezcan al victimario. —Señaló hacia unas bolsas de papel con etiquetas perfectamente rotuladas en un rincón de la sala—. Ahí están las bolsas con su ropa.
Hizo una pausa para asegurarse de que estaban siguiendo sus palabras antes de continuar.
—Después de retirar la ropa, realicé una descripción externa del cadáver: el color de ojos, el estado del cabello, cualquier rasgo distintivo visible. A eso le siguió la descripción tanatológica y traumatológica, que básicamente implica identificar el estado del cuerpo y cualquier señal de trauma físico evidente. Todo esto se documenta con fotografías desde diferentes ángulos.
Jimin escuchaba con atención, su mirada fija en Seokjin mientras procesaba cada detalle. Hoseok, por su parte, parecía ligeramente más incómodo, como si estuviera luchando por mantener la compostura en un entorno tan frío y clínico.
—Antes de proceder con la apertura del cuerpo, tomé muestras: hisopados de las manos, examiné debajo de las uñas por si había materiales atrapados que pudieran ser relevantes para la investigación. También recolecté pelo, piel y, por supuesto, hice el fichaje de huellas. Todo eso podría ayudarnos a identificar detalles sobre su muerte o incluso sobre la identidad del atacante, si dejamos un poco de lado el fatalismo que suele acompañar a casos como este.
Seokjin hizo una pausa, mirándolos a ambos con una leve sonrisa en su rostro. Había algo en su actitud que resultaba tranquilizador, incluso en un lugar tan inhóspito como una morgue.
—Sé que puede sonar técnico y frío, pero cada paso es importante. Cada pequeño detalle puede ser la clave para entender qué pasó. Así que, ¿alguna pregunta hasta ahora?
Hoseok negó con la cabeza, aunque su expresión mostraba una mezcla de fascinación y desconcierto. Jimin, en cambio, permaneció en silencio, todavía lidiando con el malestar que lo carcomía desde dentro, pero obligado a mantener la compostura frente al forense.
—¿Y luego? —preguntó Hoseok, su voz cargada de una curiosidad genuina que contrastaba con el ambiente pesado de la morgue.
Seokjin, acostumbrado a la falta de interés de quienes normalmente acudían a él, sonrió ligeramente ante la pregunta. Acomodó sus guantes descartables y señaló el cuerpo cubierto con una sábana blanca en la mesa metálica.
—Luego comienza la autopsia en sí. —dijo, su tono más pausado, como si midiera cada palabra para no perder su atención—. Por lo general, se empieza por la cabeza, lo que llamamos el tiempo craneal. Esto incluye limpiar el hueso, retirar la calota craneana y examinar el cerebro en busca de cualquier anormalidad o lesión interna. Después continuamos con el tiempo toracoabdominal, donde se buscan lesiones internas, hematomas, y, en casos como este, cualquier elemento extraño que nos dé una pista sobre lo ocurrido.
Hizo una pausa, levantando la mirada para asegurarse de que los dos jóvenes lo seguían. Hoseok asintió rápidamente, mientras Jimin permanecía inmóvil, con una expresión que era difícil de leer.
—También se toman muestras de sangre, si es que hay alguna. —continuó Jin, un leve matiz de ironía en su voz al mencionar el detalle—. Estos análisis pueden decirnos mucho: toxicológicos, inmunohematológicos, el grupo, el factor, incluso el ADN. Además, extraemos una muestra de orina pinchando directamente la vejiga, si es posible. Y, por último, hacemos el fichaje de huellas, que se ingresan a un sistema automatizado de búsqueda para intentar identificar a la persona.
Hoseok parecía absorto en las explicaciones, pero fue Jimin quien rompió el silencio.
—Espere... ¿acaba de decir identificación de la persona? —preguntó, entrecerrando los ojos.
Seokjin asintió con calma, apoyándose ligeramente en la mesa.
—Pues sí. Aún tengo que avisar a la policía la identidad de la chica... ¿Algún problema?
Jimin y Hoseok intercambiaron una mirada cargada de tensión. Había algo que no encajaba, algo que ambos habían sentido desde el inicio. ¿Cómo podía el oficial de policía haber conocido el nombre de Chou Tzuyu si, según Seokjin, la identificación aún no había sido enviada? Una coincidencia, tal vez... pero ninguna coincidencia se sentía así de incómoda.
Hoseok fue el primero en recuperar la compostura.
—Ammm, Seokjin... ¿usted conoce sobre lo que estuvo ocurriendo con los otros casos? —preguntó, intentando sonar casual.
El rostro del forense se endureció ligeramente, pero su respuesta fue inmediata.
—¡Sí! Lamentablemente, la policía tiende a descartar estos casos. —dijo con un toque de frustración en la voz—. En parte, porque no encontramos pistas claras. Los cuerpos son encontrados en condiciones muy diferentes, pero comparten una particularidad: ninguno tiene sangre.
Seokjin hizo una pausa, su mirada desviándose hacia el cuerpo cubierto.
—Pero con Chou Tzuyu hay algo diferente. —agregó, con una seriedad que no había mostrado antes—. Las flores que decoraban su alrededor estaban teñidas con su propia sangre. Si alguien estuviera traficando sangre, ¿por qué desperdiciarla en una decoración? Y lo que más me desconcierta es que su cuerpo no tiene ninguna herida visible. Ningún rastro que explique cómo toda su sangre pudo ser removida.
La sala quedó en silencio por un momento, roto solo por el sonido de la respiración de los presentes. Fue Jimin quien habló primero.
—A no ser que este asesino tratara de enviar un mensaje. —interrumpió, su tono frío pero lleno de convicción. Seokjin lo miró con curiosidad mientras Jimin continuaba—. Si la única tarea del asesino fuera conseguir la sangre, no gastaría tiempo en decoraciones. Las flores no son un error ni un capricho. Son intencionales. Así que... ¿por qué ella particularmente? ¿Qué la hacía diferente de los demás?
Seokjin inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera reevaluando a Jimin en tiempo real.
—Ustedes dos trabajan incluso mejor que la policía. —comentó con una sonrisa sarcástica, pero había un destello de respeto en sus ojos—. Es raro, lo admito. Como dije, no hay heridas, ni señales de lucha, ni siquiera moretones. Es como si toda su sangre simplemente... hubiera desaparecido. Es un completo misterio.
Jimin apretó los labios, su mente girando en torno a las palabras de Seokjin. Las flores, la falta de heridas, la sangre desaparecida... Todo parecía diseñado para confundir. Pero una cosa era clara: esto no era un asesinato ordinario.
—¿De dónde vienen? —preguntó Seokjin de repente, su mirada directa como si intentara desentrañar algo más sobre los dos jóvenes.
—No somos de aquí. —respondió Hoseok con rapidez—. Venimos para asistir a un concierto mañana.
El forense los miró por un momento más antes de asentir lentamente.
—Hoseok y Jimin... —dijo Seokjin mientras extendía una tarjeta hacia ellos—. Aquí tienen mi contacto. Llámenme Jin, por favor. Sin dudas, son lo más cercano que tengo a aliados en estos casos y, honestamente, los primeros en mostrar un verdadero interés. Aunque, por su bien, espero que no necesiten un médico forense de nuevo.
Jimin tomó la tarjeta con un gesto serio, guardándola en el bolsillo interior de su chaqueta. Hoseok, por su parte, le dedicó una sonrisa amable, aunque su mirada mostraba algo más: una mezcla de curiosidad y ligera incomodidad.
De repente, Hoseok, como si recordara algo importante, levantó la mano con un gesto ligero.
—Espere, Jin... yo tengo una duda. —dijo, inclinándose ligeramente hacia el forense—. ¿Qué ocurre exactamente con el cuerpo si... este no tiene sangre? —La pregunta, aunque pertinente, sonó algo ingenua para Jimin, quien no pudo evitar soltar un suspiro bajo mientras desviaba la mirada.
"¿En serio, Hobi?" pensó, aunque no lo dijo en voz alta. A veces olvidaba que Hoseok, a pesar de su aguda inteligencia en algunos aspectos, podía ser sorprendentemente despistado en otros. Una imagen fugaz cruzó su mente, recordando un debate que había tenido con él hace meses sobre cuál era su mano derecha. Aquel recuerdo casi le arrancó una sonrisa, pero la gravedad del momento lo devolvió a la realidad.
Seokjin no pareció molesto por la pregunta. Al contrario, su expresión se suavizó, como si estuviera acostumbrado a explicar lo que para otros resultaría macabro.
—Pues no es nada lindo, Hoseok. —comenzó, quitándose los guantes que llevaba y arrojándolos en un cesto de basura metálico cercano—. Sin circulación, el cuerpo comienza a perder temperatura rápidamente. Es lo que llamamos rigor mortis, que empieza a endurecer los músculos. Generalmente inicia entre las 4 y 6 horas después de la muerte, primero en los músculos más pequeños como los párpados o la mandíbula, y luego sigue al cuello y, más tarde, a los músculos grandes como los brazos y las piernas.
Hoseok asintió lentamente, aunque su rostro mostraba un creciente desconcierto. Jin continuó sin detenerse.
—El corazón deja de latir, lo que significa que la poca sangre restante deja de circular. Se espesa y se coagula en cuestión de horas. Como ya no fluye, comienza a acumularse por efecto de la gravedad en las partes más bajas del cuerpo, causando livideces cadavéricas. Pero... sin sangre en absoluto, el proceso es aún más complicado. —Hizo una pausa, cruzando los brazos frente a su pecho—. Sin sangre, los órganos no reciben oxígeno ni nutrientes, y eso provoca un colapso interno. Básicamente, el cuerpo se convierte en un caparazón vacío, debilitándose rápidamente desde adentro hacia afuera.
Hoseok dejó escapar un jadeo bajo.
—Oh, por dios... ¡Qué sádico! —exclamó, llevándose una mano al pecho como si intentara contener su reacción.
Jimin, sin embargo, permaneció en silencio, absorbiendo cada palabra con una intensidad casi perturbadora. Su mente estaba llena de imágenes, conectando las palabras de Seokjin con la escena de Chou Tzuyu. Las flores, la ausencia de heridas, la falta de sangre... Todo parecía encajar en un rompecabezas que aún carecía de piezas cruciales.
Después de un momento, Jimin habló, su tono más frío que antes.
—Nos mantendremos en contacto, Jin. No por sus servicios, sino por sus conocimientos. —Lo miró directamente, sus ojos reflejando la misma determinación que había mostrado en la estación de policía—. Le agradecemos la confianza, pero también le doy un consejo: tenga cuidado. No debería ser tan confiado con cualquiera que entre por aquí. Como doctor, no tendría que ir contando estas cosas a cualquiera.
Seokjin arqueó una ceja, pero no respondió de inmediato. En cambio, esbozó una sonrisa tranquila, inclinando ligeramente la cabeza.
—Lo tendré en cuenta, Jimin. —respondió, su voz tan neutral que era imposible saber si tomaba en serio la advertencia.
Con eso, los dos jóvenes se dieron la vuelta y salieron de la morgue. El aire fresco de la noche los envolvió de inmediato, disipando el hedor opresivo que había saturado sus sentidos dentro del edificio. Jimin respiró hondo, aunque su cuerpo aún estaba en tensión, y cerró los ojos por un momento para centrarse.
Hoseok lo observó con preocupación.
—¿Estás bien? —preguntó en voz baja.
—Sí. —respondió Jimin después de una pausa, aunque su tono no convenció a Hoseok—. Vamos. Tenemos mucho que hacer.
—Mira... ya son las siete de la tarde... no sé, ¿quieres que compremos ropa para vernos presentables mañana? —dijo Hoseok con una sonrisa ligera mientras revisaba su reloj.
Jimin, aún con la mente aturdida por todo lo ocurrido, lo miró con una mezcla de cansancio y escepticismo.
—Pero—
—Pero nada. —lo interrumpió Hoseok con un gesto decidido—. Relájate un poco. ¿Debes investigar? Sí. Pero también debes festejar tu cumpleaños como corresponde, así que vamos.
Jimin suspiró. La realidad era que lo último que deseaba en ese momento era recorrer una tienda de ropa. Su cuerpo estaba agotado, no había descansado lo suficiente la noche anterior, y los mareos que venía experimentando no hacían más que intensificar su malestar. Cada célula de su cuerpo le pedía una cama y silencio, pero la insistencia de Hoseok, combinada con la necesidad de mantener la apariencia de normalidad, lo hizo ceder.
—Está bien... pero no me hagas perder mucho tiempo. —murmuró, ajustando la mochila en su hombro.
Hoseok tomó el volante con entusiasmo y condujo hacia la tienda de ropa más cercana. Durante el trayecto, llenó el silencio con comentarios sobre lo que esperaban del concierto, cómo se vestirían y lo increíble que sería estar tan cerca de la banda. Jimin, por su parte, apenas respondía, perdido en sus pensamientos y luchando contra el malestar persistente.
Una vez en la tienda, la experiencia resultó más agotadora de lo que había anticipado. Hoseok parecía disfrutar probándose diferentes prendas, riendo mientras hacía comentarios exagerados sobre lo "glamoroso" que se vería. Jimin, sin embargo, no lograba encontrar nada que le convenciera. Su humor empeoraba con cada minuto que pasaba y con cada prenda que rechazaba, hasta que finalmente optó por una camisa negra sencilla que combinó mentalmente con unos pantalones oscuros que ya tenía guardados.
—No tienes remedio, Jimin. —bromeó Hoseok mientras sostenía unos pantalones blancos desteñidos que acababa de elegir para sí mismo—. Pero bueno, al menos mañana no parecerás un guardaespaldas aburrido.
Jimin no respondió, limitándose a alzar una ceja mientras se dirigía a la caja.
Con las bolsas en mano, los dos se encaminaron de regreso al auto. Hoseok seguía bromeando sobre la ropa y lo emocionado que estaba por el concierto, mientras Jimin intentaba relajarse un poco, dejando que el aire fresco de la noche aliviara su creciente irritación.
Sin embargo, todo cambió en un instante.
Jimin abrió la puerta del auto, pero antes de poder entrar, sintió un golpe violento que lo lanzó al suelo. El impacto fue tan repentino que le tomó un momento recuperar el aliento. Levantó la mirada, y su vista se encontró con una figura que lo observaba desde las sombras.
—¡Jimin! —gritó Hoseok, corriendo hacia él.
El hombre que lo había empujado llevaba un barbijo negro que cubría la mitad inferior de su rostro, mientras que una capucha escondía el resto. Su postura era relajada, casi despreocupada, pero había algo en su presencia que puso a Jimin en alerta inmediata. No podía distinguir su rostro, ni siquiera su color de cabello, pero la energía que emanaba era suficiente para que cada fibra de su ser se tensara.
Jimin se puso de pie rápidamente, ignorando el dolor que sentía en las manos por el impacto contra el suelo. El desconocido no esperó; lanzó un golpe directo a su rostro. Pero Jimin, gracias a sus reflejos entrenados, esquivó el ataque agachándose. Sin embargo, antes de que pudiera contraatacar, el hombre desapareció de su vista solo para reaparecer a sus espaldas en un movimiento casi imperceptible.
Antes de que Jimin pudiera reaccionar, sintió cómo unos brazos fuertes rodeaban su cuello, inmovilizándolo. La fuerza del agarre era inhumana, pero lo que realmente lo desconcertó fue la respiración del extraño junto a su oído. Era lenta, calculada, como si estuviera disfrutando de la tensión que provocaba.
—Park Jimin... —susurró con una voz grave que resonó como un eco en su mente—. Has resultado ser una persona bastante interesante.
El tono del desconocido era calmado, casi burlón, pero había algo en sus palabras que envió un escalofrío recorriendo la espalda de Jimin. Antes de que pudiera hacer algo, los brazos que lo sujetaban desaparecieron. Se giró bruscamente, pero el hombre ya no estaba. Había desaparecido tan rápido como había llegado.
Jimin cayó de rodillas al suelo, su respiración agitada mientras intentaba comprender lo que acababa de ocurrir. El ataque había durado solo segundos, pero su impacto había sido profundo.
Era un vampiro, y Jimin no tenía dudas sobre ello... finalmente uno de ellos decidió aparecer y no pudo atraparlo, aunque su mente era un torbellino de pensamientos contradictorios, pero uno en particular sobresalía, sembrando una nueva inquietud: ¿Cómo era posible que un vampiro estuviera activo en pleno día?
Miró al cielo, donde el sol ya comenzaba a descender pero aún mantenía un resplandor suficiente para iluminar la ciudad. Según todo lo que le habían enseñado, los vampiros eran criaturas nocturnas, condenadas a evitar la luz solar a toda costa. Sin embargo, aquel hombre—no, aquel vampiro—no solo había estado al aire libre, sino que parecía moverse con la misma comodidad que si fuera un humano común.
"Esto no tiene sentido." pensó, apretando los puños contra el suelo. ¿Había algo que desconocía sobre estas criaturas? ¿Habían evolucionado? ¿O es que las historias que le habían contado durante años estaban incompletas?
La idea de que los vampiros pudieran caminar bajo el sol le provocó una sensación de vulnerabilidad que no había experimentado en mucho tiempo. Si esa era una de sus habilidades, significaba que no había refugio, ni siquiera durante el día. No estaba preparado para eso. Nadie lo estaba.
Su cuerpo aún temblaba cuando Hoseok llegó a su lado, con los ojos llenos de preocupación.
—¡¿Jimin, estás bien?! —La voz de Hoseok estaba teñida de pánico mientras tomaba las manos de su amigo, tirando de él para levantarlo. Los ojos de Jimin estaban abiertos, pero vacilantes, como si su mente estuviera luchando por regresar al presente. Su respiración era irregular, y sus músculos parecían tensos, listos para reaccionar a cualquier otro ataque.
—Y-yo, lo estoy... solo... —murmuró Jimin, sacudiéndose el polvo de la ropa mientras trataba de recuperar la compostura. Sin embargo, había algo en sus movimientos que delataba su confusión. Sentía que su cuerpo no respondía como antes, como si cada fibra de su ser estuviera en conflicto con una fuerza que aún no entendía.
Hoseok lo observó detenidamente, notando las pequeñas gotas de sudor que recorrían su frente y el leve temblor en sus manos.
—¿De dónde sacaste tanta fuerza, eh? —preguntó Hoseok, en un intento de aligerar la tensión. Sin embargo, su tono de voz estaba cargado de genuina curiosidad.
—¿Qué dices? —Jimin frunció el ceño, sin comprender del todo a qué se refería su amigo. Pero antes de que pudiera seguir preguntando, Hoseok continuó.
—Pues creo que ese hombre te susurró algo, y lo empujaste tan fuerte que el golpe se sintió en el suelo. Fue como si toda su energía se extinguiera en un instante. Luego, desapareció. —Hoseok hizo un gesto amplio con las manos, intentando transmitir la rapidez con la que todo había ocurrido—. Fue como una película de acción, pero... rara.
Las palabras de Hoseok cayeron como una piedra en el pensamiento ya caótico de Jimin. No recordaba haber empujado al hombre con tal fuerza, ni siquiera estaba seguro de cómo había salido del agarre. Todo lo que podía recordar era el frío aliento en su oído y la frase que aún resonaba en su mente: "Park Jimin... has resultado ser una persona bastante interesante."
Sus dedos se apretaron involuntariamente en un puño mientras un torrente de preguntas lo abrumaba. ¿De dónde venía esa fuerza? ¿Qué había cambiado en su cuerpo? Y lo más inquietante: ¿por qué aquel vampiro parecía saber tanto sobre él?
Jimin levantó la mirada hacia Hoseok, que lo observaba con una mezcla de preocupación y desconcierto. Las palabras se atascaron en su garganta, y por primera vez en mucho tiempo, no supo qué decir. La verdad era que no tenía respuestas, solo más preguntas.
Apretó los dientes mientras intentaba ordenar sus pensamientos. Había algo dentro de él, algo que no podía explicar pero que crecía cada día. Y ahora, después de este encuentro, ya no podía fingir que todo era normal. Algo estaba cambiando, y no estaba seguro de si eso era una bendición o una maldición.
La nueva incógnita que rondaba su mente era imposible de ignorar: ¿Qué está pasándome? ¿Y quién, o qué, está siguiéndome?
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