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𝟗. 𝐁𝐚𝐣𝐨 𝐮𝐧𝐚 𝐥𝐮𝐧𝐚 𝐥𝐥𝐞𝐧𝐚.

❝Hay algo en ti cuando miro en tus ojos y todo lo que estoy buscando parece que lo que encontrado.❞
Fall again - Glenn Lewis.
•••


Sigo concentrada en dibujar nuevos diseños que se me han ocurrido. Es lo único que mantiene a mi mente ocupada de pensarlo. No ha vuelto a enviarme mensajes luego de esa noche, y yo menos. Además, ¿de qué podríamos hablar él y yo? ¿De la boda? ¿Del parecido que tiene con mi difunto novio? ¿Del hecho de que no ha mencionado lo del beso y espero no lo haga?

Debo buscar algún otro pasatiempo en mi vida que no sea dibujar. Tal vez anotarme en el gimnasio —aparte de las clases de yoga—, hacer algún deporte, clases de baile, alguna manualidad que me quite la frustración. Miro a mis manos, están manchadas con tinta de colores porque mi inspiración aparece y al pintar con los fibrones no me doy cuenta de nada. A veces me siento una niña de cinco años. Debería comprarme ese librito con mándalas para pintar dicen que ayuda a aliviar el estrés.

—¿Ayla?

Volteo mi rostro para ver a Joss, ya casi es pasado medio día, la mayoría debe estar por ir a almorzar o ya están en eso. A mí no me apetece comer en estos momentos.

Se acerca a mi escritorio, escudriña la desordenada superficie lleno de lápices, fibras, crayones de todos los colores, hojas blancas con distintos diseños llenos de anotaciones a los costados, la gran mayoría tachonados porque no me gustaron. Si, soy la peor persona del mundo al gastar hojas por demás, el medio ambiente debería aniquilarme.

—¿Qué haces aún aquí? —la miró sin entender— Astrid se fue hace unos minutos, dejó a Anna de encargada.

Sé a lo que se refiere. No estoy de ánimos.

—No tengo hambre.

La escucho suspirar ante mi patética excusa, se acerca y me arrebata el lápiz negro de mi manos, también les echa un vistazo con un gesto de desagrado. Si, lo sé, tengo que lavarme las manos muy bien.

—No hablo de eso —hace una pausa— ¿No irás al evento de esta noche?

Ruedo los ojos.

—No. —giro en mi asiento queriendo seguir con lo mío, pero ella no me lo permite.

—Hey, tienes que ir. Esos eventos son lo más chick de la ciudad, ¿sabes lo privilegiada que eres al ser una de las invitadas? —me encojo de hombros y eso parece indignarla— oye, deberías pensar en abrirte camino en el mundo de la moda, si vas conocerás gente muy importante e interesante que pueden ser tu llave a la fama.

—No quiero eso.

—Si, si quieres. —me mira con hastío ante mi actitud renuente— Ayla, eres una diseñadora sorprendente, más de la mitad de las clientes que vienen preguntan por tus vestidos. Meyer Kathrin, hija de uno de los hombres más acaudalados de Europa te pidió su vestido de novia a ti. Cuando podría haberse mandado a pedir un Vera Wang, un Monique Lhulliere, un Óscar de la Renta no se, pero no, pidió uno de Kim Ayla, una diseñadora en ascenso y exitosísima si te lo propones.

Me dejó callada.

—Joss, ¿no quieres casarte conmigo?

Me rio cuando rueda los ojos y bufa por mi insulsa respuesta a su inspirador discurso.

—Hablo en serio, que daría yo por tener la imaginación que tienes —apoya sus manos de su cintura— debes irte temprano y prepararte. Debes escoger uno de tus diseños hermosos de vestido de fiesta, ponerte más bonita de lo que ya eres, con esa piel que envidio de las coreanas —ya comenzó a divagar.

—Si, ya te entendí —suspiro por un pequeño problema— solo que no sé cómo se suele ir a esos eventos y no tengo el tiempo suficiente para decidir que peinado o maquillaje llevar. Eso se decide con días de anticipación.

—Yo te ayudaré a decidir, saldremos temprano hoy.

Jala de mi mano, le quiero decir que me espere porque quiero ordenar todo lo que deje tirado, pero me interrumpe. Apenas puedo tomar mis cosas cuando nos dirigimos hasta los depósitos en los pisos superiores de la tienda, ella elige un vestido que está empaquetado en su respectiva funda para su cuidado y preservación, por lo cual no puedo ver de qué diseño se trata.

Al parecer, ya lo tenía previsto. Salimos de allí, saludamos algunas de nuestras compañeras y la encargada que sabe que debo irme, Joss le dice que debe acompañarme a pedido mío. Muy astuta. Me obliga a subirme a su auto mientras acomoda el vestido a lo largo del asiento trasero, una vez listas nos dirigimos a mi apartamento donde al parecer será mi improvisado salón de belleza.

Yoongi me mira desde el umbral de la puerta de mi habitación con una sonrisita ladina mientras come un tazón de cereales con leche. Por increíble que pareciera, Joss se ha mostrado demasiado tranquila con su presencia cuando en otros momentos me ha dejado en claro lo atractivo que le parece, está vez está más concentrada en terminar de peinarme y maquillarme.

—¿Se te perdió algo?

Sonríe mostrando su dentadura de gominola, le divierte verme como si fuera una muñeca Barbie con la que su dueña juega en estos momentos.

—Si se está burlando, dile que es un idiota.

—¿Qué dijo?

—Que eres lindo. —le informo a él, un poco distorsionado, lo que mi compañera le dijo.

Yoongi suaviza su sonrisa, lleva otra cucharada de cereal a la boca y murmura después de tragar.

—Dile que está haciendo un buen trabajo.

Vuelvo a repetir mi trabajo de intérprete.

—Dice mi hermano que eres muy bonita y estás haciendo un gran trabajo.

—Gracias. —lo dice en un coreano pésimo, pero entendible.

A través del espejo puedo ver el sonrojo en las mejillas de mi amiga, quiero reírme, intenta esconderse entre el peine y mi cabello que está atando en una coleta alta. De reojo se fija en Yoon quien está pendiente de su celular mientras en su otra mano sostiene el tazón. Sino fuera porque él ya tiene a alguien esperándolo en Corea, definitivamente los juntaría a estos dos, así no se entiendan culpa del idioma.

—Dile que debe irse, necesito concentrarme —estoy por abrir mi boca para traducir cuando Joss me detiene— dile lo que te dije, estoy comenzado a pensar que le estás diciendo lo que tú quieres.

Me hago la ofendida, giro mi rostro llamando la atención del mayor terminando de comer sus cereales.

—Oppa, ¿puedes irte? debo cambiarme.

—Bien, estás quedando muy bonita. —sonrió ante su halago, nos deja a solas cuando cierra la puerta detrás de él.

Me concentro más en mi, en observar lo que está chica está haciendo conmigo. Peinó mi cabello en un rodete alto dejando mi rostro completamente despejado, el maquillaje en mis ojos es un difuminado en colores lilas, mis mejillas llevan apenas un poco de rubor y brillo mientras mis labios solo irán de un color rosa tranquilo. Solo falta que me coloque el vestido que Joss trajo, que para mí suerte —supongo— escogió uno de mis diseños.

Voy hasta el baño, me quito la bata que tenía sobre la ropa interior que escogí. Al llegar aquí, tome un baño donde me depile y exfolie la piel de mis piernas, lave mi cabello y posterior a colocarme crema, tuve que aguantar que Joss secara mi cabello y me pusiera mascarillas en el rostro. Según ella, esto no era de todos los días.

Cuando tengo el vestido puesto salgo dejando a mi amiga con la boca abierta. Está más entusiasmada que yo, chilla y salta acercándose a mi, me toma de la mano y me acerca al espejo de cuerpo entero que tengo en mi habitación. Wuao, hasta yo quedé impresionada.

El vestido es blanco, el corsé de corte corazón en el pecho acentúa un poco la zona dejando al descubierto mis hombros y cuello, la falda desde la cintura cae lisa y acampanada hasta por encima de los tobillos teniendo al final un poco de tul. Lo más llamativo del diseño, son sus flores de colores pasteles y violeta fuerte que van cayendo a un costado y parte de atrás.

Lo diseñe como un vestido de novia, termino siendo algo completamente distinto y que realmente me gustó. Debo decir que es la primera vez que me pruebo uno de mis diseños, ni siquiera lo he hecho con Luz de Luna porque simplemente no puedo.

No puedo creer lo bien que me veo. Está vez si estoy ansiosa por llegar a ese evento.

Mis nervios pendían un hilo común nos acercábamos a la mansión de los Landrut, todavía hacia un poco de frío por las noches, pero yo estaba sudando. Menos mal a Joss se le ocurrió colocarme unos tacones cómodos que pudiera soportar, había olvidado que era una mascarada, así que ella me tenía preparado un hermoso antifaz de color plateado por sus cuentas y las pequeñas perlitas de fantasía en blanco que se ata atrás por una cinta.

Hay una fila de autos de dónde baja gente para entrar a la fiesta. Me siento Cenicienta en busca de su príncipe del cual va escapar ni bien toque las doce o pase algún acontecimiento que me obligue a correr.
Cuando es mi turno bajo del auto que me fue asignado gracias por uno de las familias y que me esperaba fuera de casa, en una mano sostengo mi pequeño bolso en la otra la invitación, está lleno de seguridad, hay un hombre acompañado de otro quien se encarga de la lista de invitados y posterior indicarles por dónde deben ir.

Yo sigo a los demás, cuando entro todo se ve magistral, sacado de una película de época, todo tan señorial. Con mozos de traje rondando la gente alrededor suministrando costosísima champagne, se escucha música clásica tocado por una banda en algún sitio de este enorme lugar, invitados irreconocibles por llevar máscaras en sus rostros.

Siento escalofríos, saludo algunos porque me he dado cuenta de que ni bien he llegado tengo los ojos en mi. No entiendo porque. No veo algún rostro conocido y me encuentro buscando a Kathrin con desesperación. Doy con ella unos minutos después, está hermosísima con un vestido color rojo satén ceñido a su cuerpo, está despampanante. Está al lado de dos hombre que no reconozco, pero ríen juntos.

Me acerco llamando su atención, ella parece muy emocionada de verme y me abraza halagándome por mi atuendo. Reconoció que es mío. Las miradas de aquellos dos están en mi, me quito el antifaz haciendo una inclinación con mi cabeza. La costumbre.

—Papa quiero presentarles a una gran amiga y la diseñadora de mi vestido de novia, Ayla Kim. Ayla ellos son mi padre Georg Meyer y Gustav Landrut, padre de Johan.

Me estremezco cuando cruzó la mano con el padre de Johan, es imponente, tiene un aura amable y risueño. Cómo es que un hombre con rasgos occidentales pudo tener un hijo con rasgos asiáticos. A menos que la madre de Johan sea coreana de primera sepa. Debo dejar de pensar en estas cosas, no es bueno para mí.

No lo busques más.

—Bienvenida señorita Kim, nuestra Kath nos ha contado mucho sobre ti, incluso mi Johan lo ha hecho —¿debería sorprenderme?— he estado un poco ansioso por conocerla.

—El gusto es mío, señor Landrut.

—Dime Gustav, por favor —bebe de su copa de champagne, llama a uno de los mozos, este se acerca y toma de la bandeja una copa que me la extiende, la recibo agradeciéndole y tomando un sorbo del exquisito líquido oro— ¿así que eres de Corea? 

—Si, soy de Seúl.

—Mi esposa era de Ulsan. —comenta. Tiene toda mi atención ante ese dato que nadie pidió, tiene una sonrisita melancólica en su rostro mientras mira la copa en su mano— lamentablemente perdió la vida hace dos años en un accidente.

—Lo siento mucho.

—Gracias, ha sido difícil si, pero ahora estamos felices con la unión de Kathrin y Johan.

Le sonrió, acaba de hablarme sobre algo muy íntimo. He sabido más de Johan por los demás que por él mismo. Y hablando del susodicho, lo veo acercarse entre medio de los invitados que lo saludan. Está... su-bli-me. No puedo apartar la mirada de su persona y ya lo he visto con ese traje puesto, pero ahora, ahora se ve mucho mejor.

—En un momento comenzará la subasta —avisa. Quiero reír por la ironía del destino, nuestros antifaces casi que combinan, el de él también es plateado.

—Amor, saluda que Ayla ya está aquí.

No sé había dado cuenta de mi presencia porque estaba pendiente de Kathrin quien lo recibió muy efusiva. Apenas nuestras miradas chocan juro sentir una electrizante energía entre los dos.

Johan.

He pasado gran parte de la noche desviando de forma disimulada la mirada hacia un lugar en específico de la enorme mesa redonda a un costado del nuestro. He intentado prestar total atención al presentador que relata sobre los objetos subastados dónde se obtienen por grandes sumas de dinero, unas más exorbitantes que otras cuando se trata de algún cuadro de pintura renacentista o algún objeto de invaluable valor.

No puedo, simplemente no puedo. No soy el único, he notado que Ayla se ha llevado las miradas no solo de los hombres, sino de algunas mujeres. Se ve radiante, hermosa en ese vestido que adjudicó es diseño suyo, la admiro. Su rostro despejado llama demasiado mi atención, ya es bonita, pero hoy excedió mis expectativas. Ni siquiera Kathrin con ese vestido atrevido me llama tanto como lo hace esta mujer.

Y no es solo por eso, sino porque desde el beso no he dejado de pensarla, desde que la vi en compañía de ese hombre desconocido y aquel niño que me preguntó quienes eran y parecían hacerla feliz por lo sonriente que se miraba. Desde que la conozco son pocas las veces que la he visto así. He notado que sus ojos tienen un brillo apagado, un manto de tristeza que opaca toda la luz que ella irradia.

No debe ser tan complicado entender cuando perdió a su persona más importante según lo que me comentó. Lo peor de todo es que mi interés sigue en aumento y eso está mal cuando mi futuro es al lado de otra mujer.

Estoy cansado, no he dormido muy bien, otra vez. No desde que aquellos extraños sueños volvieron aparecer. Siempre son los mismos, suelen variar dependiendo de mi cansancio o profundidad de estrés en el día. Aparece la misma mujer en todos ellos, pero no puedo verle el rostro, por más que lo intento jamás consigo verla. No había vuelto a tenerlos desde que desperté del accidente.

Pensé que solo eran por el trauma, por la confusión de todo al despertar cuando desaparecieron tiempo después, hasta hace poco en que volvieron con más fuerza. Siseo cuando siento una puntada en mis sienes, es un ligero dolor de cabeza que no llega a ser migraña, pero es molesto. De pronto, viene a mi el sueño del otro día, dónde una pareja sentada sobre rocas pequeñas contemplan el paisaje de un lago frente a las montañas.

No entiendo nada, pero decido ignorarlo cuando veo la luna llena sobre el cielo nocturno a través de la puerta que da al balcón del jardín, esta parte de la casa no está atestada de gente, se puede escuchar el bullicio de fondo, pero está un poco apartado y me trae calma un poco de aire fresco. Respiro profundo encontrando la presencia de otra persona, está de espaldas a mi, pero se exactamente quien es. Carraspeo llamando su atención, voltea dando un respingo del susto pues al parecer no se esperaba.

—¿Qué tal la noche?

—Bien, estuvo bien —de pronto se ve muy inocente y me nace el querer protegerla.

—Algún objeto que te haya interesado comprar.

—Ninguno —suspira, puedo ver su perfil, la luz de la luna ilumina su rostro hipnotizándome— además, no tengo el dinero suficiente para comprar algo de eso, solo soy una trabajadora.

—Lo importante es que gasten dinero que será donado para la gente que realmente no necesita.

Asiente, nos quedamos en silencio dejándome detallarla mejor, mi atención se queda en el pequeño collar que cuelga sobre su esbelto cuello, es de plata, lleva un dije en forma de luna llena como el astro que nos ilumina ahora. Es... extrañamente familia, toda ella lo es y me tiene enloquecido porque no tengo la menor idea de que significa.

Han puesto un cantante de jazz, desde aquí se puede escuchar la lenta y romántica canción, me río internamente ante la tontería que se me cruza por la cabeza que ni cuerpo decide procesar al tomar su mano sin su consentimiento.

—¿Bailamos?

—¿Ah?

Sonrió ladinamente ante su aparente nerviosismo, nos llevó hasta el centro, mis manos se apoyan en su espalda, ella en automático coloca sus manos en mis hombros, ninguno tiene las máscaras puesta, por eso la tengo mirándome fijamente mientras nos movemos despacio, es extraño parece analizar cada rincón, cada facción de mi rostro en busca de algo, ¿pero de que?

También aprovecho de observar su rostro a pesar de la escasa luz de la noche, su piel es suave, de un tono níveo y cálido a pesar del viento frio. Sus labios son carnosos, rosados, me invade la tentación de tocarlos, de sentirlos otra vez. Tiene un lunar idéntico al mío a un costado de la nariz, sus ojos se ven llorosos, perdidos en recuerdos al parecer con toda su atención en mi, sus manos se aferran a mis brazos ahora.

—Siento decirte esto, pero —mi pulgar acaricia su mejilla causando se estremezca— siento que te conozco de algún otro lado.

Niega sin responderme, pareciera que está buscando las palabras correctas. Siento que está un poco ida, me preocupa si dije o hice algo malo.

—Y-yo, yo también siento que te conozco de otro lado. —su voz suena un poco débil— me recuerdas a alguien muy especial en mi vida.

La primera lágrima baja por su mejilla, la seco rápidamente e intenta alejarse de mi. Cuando intento impedírselo un fuerte dolor de cabeza me ataca, cierro fuerte los ojos llevando mis manos a la cabeza.

—¿Johan?

Duele demasiado, me está aturdiendo de una manera atroz, escuchó a Ayla llamarme desesperada, siento que mis piernas no me responden.

—¿Si me fuera, me esperarías?

—¿A qué viene la pregunta?

—Solo digo que, si en el caso hipotético de que algo pasara y terminamos separados en diferentes lugares, ¿volverías a mi?

—Si, obvio que si.

¿Qué es esto? ¿Por qué ese sueño vivido aparece ahora? Gruño del dolor, escuchó a Ayla lejana, suena desesperada.

—No quiero que hagamos promesas que tal vez no cumpliremos... pero de algo estoy seguro.

—¿Qué?

—¿Te amo y quiero que seas mi para siempre?

—Yo también te amo y también quiero que sea mi para siempre.

—Si, quiero ser tu para siempre, para toda la eternidad, Yeobo.

Es lo último que mi cabeza reproduce antes de caer desmayado.

Ayla.

E

stamos en la sala privada de espera de la clínica, Johan se desmayo repentinamente en mis brazos cuando le agarro un fuerte dolor de cabeza con sangrado nasal. Por suerte Klaus estaba cerca, así que sin decirle nada a nadie, junto a un guardaespaldas lo subieron a un auto y lo trajimos a qué lo atendieran. Hace una hora que está dentro, Kathrin llegó hace un rato con el padre del pelinegro quien se encuentra acompañándolo en la habitación. Ahora nos encontramos sentadas una al lado de la otra, sostengo su mano porque esta nerviosa llorando.

En cambio, Klaus no deja de mirarme, tampoco le he dicho que hacíamos los dos solos allí cuando me lo preguntó, no puedo tampoco dejar de pensar en los descubrimientos en el rostro de Johan, en su cercanía y en que me volveré loca si sigo pensando en JungKook.

—Que suerte que estabas con él. —Kathrin solloza, seca su nariz con un pañuelo de papel que le di.

—¿Qué hacían a solas? —Klaus.

Comienzo a sentir un poco de antipatía por este hombre. Mientras pienso que responder, su hermana se adelanta mirándole disgustada y le reprocha de manera dura.

—Que importa eso, no ves que pudo haber sido peor de no ser por Ayla, quien sabe que le hubiera pasado a Johan si se encontraba solo.

Él suspira con cansancio, luego nos pregunta si queremos tomar algo, ambas  negamos, con sus manos en los bolsillos de su pantalón de vestir se aleja por el pasillo dejándonos completamente solas y en silencio.

—Tengo miedo —murmura, la miró y ella prosigue— Johan no es el mismo desde que despertó del accidente.

Voltea veloz su cabeza al caer en cuenta de que dijo algo que no debía. Refunfuña mirando un momento al techo.

—Ya sabrás que él tuvo un accidente, su padre se encargó de cubrir todo para evitar los escándalos —mas lágrimas caen por su rostro— no me dejaban verlo, me decían que no podía, estuve meses viniendo todos días a la clínica para verlo, pero Klaus no quería. Hasta que despertó y… —parpadea un par de veces antes de seguir— no era el mismo, es como si todo lo hubiera hecho reaccionar, comenzó a comportarse de una manera errática.

—¿Errática?

Asintió mirándome a los ojos añadiendo en voz baja.

—Johan siempre fue un mujeriego, siempre fue muy liberal, me engaño más veces de las que puedo contar, pero ahora es todo lo contrario, es tan amable, tan correcto y educado, se preocupa por los demás, se preocupa por mi, por como me siento, se ha preocupado por ayudar a su padre en los problemas económicos que la familia está pasando porque le duele toda la situación.

Es demasiada información y no se que hacer con ella.

—Por favor, no digas nada Ayla —se acomoda de modo que ambas nos miremos frente a frente, toma mis manos entre la suyas— te has convertido en alguien cercana, te he tomado cariño, te considero una amiga, así que por favor, no digas nada de lo que dije.

—Tranquila, no diré nada.

La atraigo a mi rodeándole con mis brazos en modo de consolarla. Realmente se ve preocupada. Y yo también lo estoy.

¿A qué no lo veían venir? 🤭

Con estos les digo, que se viene el salseo salsoso. 😆

Acá les dejo una foto del vestido de Ayla.

En otras noticias:

😎🥳 ¡Happy B-Day Ñingis! 🥳😎

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