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𝟒. 𝐂𝐨𝐢𝐧𝐜𝐢𝐝𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐨 𝐜𝐚𝐬𝐮𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝.

❝Ya que el amor que dejaste es lo único que tengo, quiero que sepas que sino puedo estar cerca de ti, me conformaré con tu fantasma❞
━Ghost - Justin Bieber.
•••

No estoy logrando concentrarme del todo en mi trabajo. Estoy muy distraída, apenas he logrado armar loa moldes con las medidas exactas del vestido, las costureras que trabajan en la boutique están esperándome, un día de atraso es un gran problema cuando una boda viene en camino, eso y que la novia tiene que presentarse una o dos veces para medirse el prototipo.

Bebo de mi café, aún sigue caliente, ayuda a despertarme un poco de mis desordenados pensamientos. Respiro profundamente antes de comenzar a organizar las telas, llamo Sikke para que me ayude y así adelantar un poco. En menos de media hora ya estamos sacando las correspondientes medidas a las telas para recortarlas. No puedo evitar recordar lo que Johan me dijo la noche en que me acompaño hasta mi casa.

•••
—Lo siento. —me disculpo secando con cuidado mi rostro cuando me separo de sus brazos. Tiene una sonrisita gentil en sus labios.

—A él no le gustaría verte así.

—Lo sé, pero es difícil.

—No hay nada que pueda decirte que haga que el dolor disminuya un poco, pero solo sé que eres muy valiente y admirable por seguir sonriendo, tu novio desde donde esté debe estar orgulloso de ti.

Cómo quiero que esas palabras sean verdaderas.

—Gracias.
•••

—¡Ayla!

Giro mi rostro hacia la costurera, me quedé otra vez en uno de mis viajes astrales.

—¿Me decías?

—Tu celular, está sonando —señala el aparato en el pequeño escritorio donde hago mi trabajo. Le agradezco y me acerco a atender al leer el nombre de Kathrin en la pantalla.

—Hola.

Ayla, hola, ¿cómo estás?

—Bien, muy bien, de hecho estoy justo trabajando en las telas que me diste, son preciosas.

Lo sé, no veo la hora de probarme el vestido.

Sonrió.

—¿A qué hora vendrás? Dina me dijo que querías hacerle unos cambios a los vestidos de las damas.

De eso quería hablarte, necesito que te acerques al club, claro si no es mucha molestia y estás desocupada.

No me apetece salir a decir verdad. Además, no sé dónde queda ese sitio y movilizarme sería un gasto extra. Es ahora en que anhelo tener un auto con el cual pudiera moverme, JungKook iba a enseñarme a conducir en su momento. No se pudo.

No te preocupes por el traslado, habrá un auto en quince minutos esperándote y con Astrid tampoco porque le dije que te necesitaría la mayoría del tiempo.

Wuao, lo que el dinero y las influencias propician.

<<Si quieres ser una gran y reconocida diseñadora tendrás que regodearte con mucha gente de cuna.>> Me dice mi conciencia.

—Claro.

Te espero.

Vuelvo a sentirme fuera de lugar como aquella vez. El club campestre es el lugar más elegante y exclusivo de todo Berlín, dónde las familias más adineradas vienen a pasar el día. El auto que Kathrin mandó me dejó en la puerta. Apenas me presento en la entrada me dejan pasar sin problemas. Revisó mi celular para llamarla, encuentro un mensaje en Kakao dónde me informa que vaya hasta el gimnasio donde me va estar esperando.

Pido indicaciones a los trabajadores, camino observando todo a mi alrededor, al llegar me encuentro con todo el despliegue, mentiría si dijera que me desagrada el tener que moverme para juntarme con la novia, pero venir a un gimnasio, podría haberme dicho de un lugar menos sudoroso y oloroso. No tengo problemas, pero no encajo aquí teniendo tacones y formalidad en mi atuendo.

—¿Ayla?

Salvo porque ahora no sé que hacer con la exuberante imagen que tengo frente mío. Johan está completamente transpirado, la camiseta negra sin mangas se le pega a su marcado torso, tiene brazos fuertes y definidos, todo él es mucho más gigante. Mis ojos no se desvían de un sitio, tatuajes, tiene tatuajes en uno de sus brazos.

JungKook no tenía ninguno, hasta que en medio de nuestro frenesí de felicidad, decidimos hacernos uno. Él se había decidió por una luna llena en el antebrazo izquierdo, mientras yo decidí hacerme el sol y la luna imitando al ying yang sobre las costillas debajo de mi pecho. Una forma de demostrar nuestro amor con aquellos astros que, sentíamos, nos representaban.

Algo así como que siempre iluminaríamos el mundo del otro.

Se acerca con una enorme sonrisa en sus labios finos que los relame, el calor que emana de su cuerpo hace que su costoso perfume se sienta ni bien lo tengo a solo centímetros de mi.

—¿Qué haces aquí? No pensé que venías a este lugar.

Estoy temblando muy sutilmente, lo sé porque las carpetas que tengo en mis manos oscilan un poco.

—Kathrin. —es todo lo que logro decir.

—Ah —seca el sudor de su frente con una pequeña toalla moviendo el cabello que tiene sobre la frente— está en su clase de pilates, por lo cual tardará un tiempo y no tiene el celular encima.

—Ah —no sé cómo reaccionar ahora. ¿Qué hago? Y como si me leyera la mente.

—Si quieres te invito algo de beber mientras esperamos a que salga.

Deja vu. No tan deja vu.

—Claro.

Caminamos uno al lado del otro en silencio, todo el que nos cruza nos miran, lo saludan con confianza. Entramos al enorme café del lugar, no está tan lleno, pero hay mesas ocupadas. Nos sentamos en una algo apartada, pero que por lo visto siempre usa, ya que, ni bien lo ven, limpian y se quedan esperando a que tomemos asiento.

—Lo de siempre, señor.

—Si, por favor, ¿te apetece café, té o algo frío?

—Un americano por favor —noto la sorpresa en sus ojos, el mesero sonríe alejándose luego— ¿Qué?

—Nada —suelta una risita— cosas mías.

Acomodo las carpetas con los diseños y anotaciones que hice sobre la pesada mesa de mármol. Mi celular en mi mano está vacío de notificaciones, hago que lo reviso huyendo de su directo escrutinio, evadiendo la vergüenza que me consume ya que no deja de observarme. ¿Qué tengo?

A los minutos llegan con los pedidos, me quedo sorprendida cuando sitúa sobre la superficie los vasos con las bebidas y en medio de los dos, un plato con una rebanada grande de tarta de frambuesa. Esto, esto es demasiada coincidencia. O solo es una mera casualidad de la vida con sabor a ironía.

Claro, Johan también es una mera casualidad.

No hago caso a mi conciencia, tampoco a mi shock, debo verme muy tonta cuando ambos cortamos un pedazo de la tarta con el mediano tenedor para probarlo. Nos miramos por un par de segundos que a mí se me hicieron eternos para retornar en silencio disfrutando de nuestros cafes.

—¿Cómo estás?

—Bien, trabajando en el vestido de Kathrin —asiente— ojalá le guste cuando se finalice.

—Le encantará, ha hablado mucho de ti, tanto que al escuchar tu nombre la primera vez que nos conocimos me impresiono encontrarte —eso me sorprende y me deja sin palabras— es como una loca coincidencia.

—Claro.

Bebo de mi café para encubrir mi desconcierto, él hace lo mismo degustando la tarta, algo hace click en mi cabeza y no puedo evitar abrir la boca.

—Puedo ser algo entrometida y preguntarte algo.

Arruga su frente por un segundo, asiente dándome luz verde entre tanto me preparo mentalmente cualquiera sea su respuesta.

—¿Cómo fue que tus padres se conocieron?

Se acomoda en su asiento, desvía la mirada poniéndose nervioso o incómodo, no estoy segura. Tiene una expresión de aflicción o congoja. Suspira jugando con la servilleta de papel entre sus dedos.

—Mi madre era modelo cuando joven, tenía muchas ofertas en Europa, mi padre en ese momento era el heredero de los hoteles donde ella solía hospedarse cuando venía a Alemania —se encoge de hombros, en ningún momento me mira— al parecer fue amor a primera vista porque se casaron al poco tiempo y luego nací yo.

Me mira, sonríe con desgana, tiene un brillo apagado en sus ojos, como si una gran tristeza en su alma lo devorará.

—¿Eres el único?

—Si, mi madre quería retornar rápido a su trabajo, perder su figura no era una excepción, así que solo me tuvieron a mi, con el tiempo ella viajaba mucho, según mi padre no la veíamos —eso último me hace ruido— se mudo a Corea dónde yo iba a visitarla cada tanto. Y ya.

Hay algo que no me termina de convencer de todo el relato, no me atrevo a preguntar más por temor a quedar como una indiscreta. Así que solo asiento saboreando un pedazo de la tarta que está deliciosa, me recuerda a las que comía con JungKook cada que pasaba a buscarme de la universidad y posterior, las que cocinaba para comer juntos.

—Lo siento, seguramente ella era una gran persona.

—Supongo.

—¿Supones?

Me mira con lo que se me hace nerviosismo, boquea intentando responderme algo más cuando la voz de Kathrin nos llama la atención. Saluda a Johan con un beso en los labios y a mi con un abrazo, está con ropa deportiva, se nota acalorada, pero eso no quita lo hermosa que es.

—Que bueno que se hayan encontrado —se sienta en la silla que está entre medio de nosotros dos y sus ojos van al plato con la tarta— ¿Por qué comen está cosa? ¿saben las calorías que tiene?

—Me gusta está tarta. —digo al mismo tiempo que él dice.

—Me encanta esto.

Kathrin nos mira con una sonrisa divertida en sus labios por la absurda sincronía, niega con la cabeza, presta atención a las carpetas y su rostro se ilumina. Le entrego las carpetas, comienza a analizar cada anotación que tengo a los costados de los bosquejos o imágenes con los diseños pendiente de lo que quiera cambiar.

—Las dejó entonces, esto ya no me suena interesante.

—Oye —jadea ella— esto es importante e interesante, será el vestido que llevaré al altar. Es de suma importancia Johan.

—Esta bien. —le resta importancia, se inclina y besa la mejilla de su prometida dejándola un poco descolocada. A mí me guiña un ojo para luego alejarse de nosotras dejándome ver su ancha espalda.

Kathrin suspira, no quiero preguntar más nada para mantener mi tranquilidad a termino, pero ella parece que necesita hablar y yo no voy a ser tan grosera de no escucharla.

—Últimamente está algo distante, es como sino le importará este matrimonio.

—Los hombres siempre tienen miedo al matrimonio, es normal.

—Tal vez por el hecho de que está arreglado. —susurra tan bajito que cualquier otra persona no lo escucharía, pero yo si lo capte claramente.

No puedo evitar tener estos pensamientos que me carcomen la cabeza. No puedo evitar comparar a ambos hombres, es como una necesidad imperativa de encontrarlo. De mantenerlo vivo. Lo peor de todo es que sé que es imposible, ya me estoy dando a la idea de que solo es una macabra coincidencia del destino.

Ya son casi las cinco de la tarde cuando salimos juntas del club, Kathrin se ha aseado, lleva ropa limpia y abrigada, toda de diseñador. Pudimos arreglar y cambiar cada detalle que a ella no le gustaba o estaba disconforme, quedó satisfecha, por lo cual debo poner manos en obra para finalizar el pedido. Incluso puedo admitir cierto entusiasmo por todo esto. Más allá de que ganaré una cuantiosa cantidad de dinero, la alegría de ver a la novia con su vestido no tiene precio.

Estoy entretenida con mi celular leyendo los mensajes de mi madre, llegará en dos días, estoy muy ansiosa por verla y abrazarla. Estoy pensando en ir a uno de sus conciertos junto a mi padre y Lena. Necesito salir más un poco más. No encerrarme entre cuatro paredes alimentando mi negatividad.

Seguimos esperando a Johan, Kathrin insistió en que me acercarían hasta mi casa, al parecer él no le dijo que me llevo la otra vez. Tampoco me meteré en eso. Luego de unos minutos, lo vemos salir con un enorme bolso colgando sobre su hombro. Su caminar es tan parsimonioso, tan grácil que llama la atención, todo él llama la atención de cualquiera que lo vea.

Deja de mirarlo tanto, Ayla.

No puedo hacerlo, ni siquiera cuando es recibido por los brazos de Kathrin y lo besa cariñosa, le dice cosas tiernas y le peina hacia un costado un pequeño mechón de cabello que cae por su frente. Él se deja hacer con una ligera incomodidad que lo demuestra alejándose unos centímetros. La espera de su auto me está matando.

Los celos te están matando.

Si, y la envidia tambien, siento celos y siento que estoy viendo a JungKook coquetear con otra. Él no era así, es más, incluso cuando alguna osada chica se le acercaba para coquetearle o pedirle el número, él de la manera más amable y dulce les decía que lo lamentaba, pero tenía una novia a la cual respetaba mucho y no quería malos entendidos.

Si, así de lindo era JungKook, tanto que terminaba riéndome de sus mejillas rojas cuando le tiraban algún piropo indecente y no sabía que contestar. Y yo animándolo a contestarle con algún improperio que deje a la desconocida descolocada.

•••
—Eres terrible, Kim Ayla —me atrae de la cintura a su cuerpo— dejas que le coqueteen a tu novio y te ríes.

—Es divertido verte sonrojado, la mayoría del tiempo soy yo la que se pone tímida por las palabras que me dices al oído.  —me carcajeó cuando decide besar y morder la piel de mi cuello.
•••

—¡Ayla! ¡Ayla!

Los veo frente a mi, me miran con extrañeza sin entender que me he perdido en recuerdos del pasado. Siento un nudo en la garganta invadiéndome la maldita nostalgia. Johan nos señala el auto estacionado, el celular de Kathrin suena, se detiene a atender alejándose un momento, nos deja solos y se vuelve incómodo porque no quiero hablarle mientras él me descubre con la mirada. Lo sé no soy tonta.

—Amor, lo siento, debo encontrarme con mi madre para ver algunas cosas de la fiesta, he olvidado que tenía cita con la florista.

—Ve entonces.

—Yo pediré un taxi. —digo a punto de irme por mi propio camino, pero la negativa de ambos me detiene en suspenso.

—Deja que Johan te lleve, supongo que habrás terminado tu horario de trabajo, así que él podría llevarte o acercarte hasta tu casa.

Johan me mira con fijeza, yo también lo hago. Acepto porque la verdad si me gusta esa propuesta. Kathrin se despide de mi con un cálido abrazo, de su prometido con un beso en los labios y entra nuevamente al club donde supongo esperara a su madre.

El silencio durante todo el viaje se hace presente hasta que se detiene en un semáforo en rojo y gira su rostro para hablarme.

—Te oí decirle a Kath que no conocías del todo Berlín —asiento percatándome de una pequeña peca debajo de su labio inferior, es muy imperceptible a simple vista— ¿Quieres que te lleve a conocer algunos lugares de mi agrado?

No, solo quiero irme a casa y llorar.

—Si, me encantaría.

Me sonríe, arruga su nariz y  automáticamente lo veo a él. No rehuyo al sentir cierta clase de emoción satisfactoria galopando en mi pecho al saber que pasaré lo que resta de tarde con el intento de gemelo idéntico de quién fue mi novio.

Aparcó el auto en un estacionamiento subterráneo de modo que pudiéramos caminar mientras me muestra los imponentes monumentos que representan a la ciudad de Berlín. El clima está fresco, pero cuando llegue la noche hará más frío, así que en algún momento tendré que volver a casa para no morir de hipotermia con tan solo un suéter de fina lana sobre mi camisa cubriéndome.

Namjoon estaría encantado con todo esto, hemos visitado primero el edificio de Reichstag dónde se alberga el Parlamento alemán. Un edificio histórico caracterizado por su cúpula y su estructura vidriada, una obra arquitectónica que Yoongi amaría. No puedo evitar extrañarlos, preguntarme qué estarán haciendo en estos momentos. Acá son casi las seis de la tarde, en Seúl serán la una de la madrugada según mis cálculos.

Estamos a unos metros de la Puerta de Brandeburgo, hay mucho turista y lugareño recorriendo.

—Sabias que es un emblema y símbolo nacional —relato mirando directo a la colosal obra— también es el epicentro político del país, es la única puerta de entrada a la ciudad —soy consiente de que tengo su completa atención sobre mi, puedo jurar que hasta su admiración— es un monumento neoclásico del siglo XVII, construido por orden del rey de Prusia, mmm no recuerdo su nombre ahora.

Lo miro, está boquiabierto, rápidamente desvía su vista hacia otro lado silbando despreocupado.

—¿Cómo sabes todo eso?

—Suelo leer mucho —respondo con simpleza— además mi hermano mayor es muy inteligente, a él le encantaría estar aquí, es el inteligente de la familia.

—Tú también lo eres.

Observa, hace un puchero con sus labios mientras mueve la cabeza en un asentimiento.

—También fue por dónde Napoleón cruzó tras derrotar a Prusia en la batalla de Jena. —agrega.

Me sorprende, sonríe mostrando esa hilera de dientes perlado con sus incisivos un poco más prominentes.

Deja de observarlo tanto, no es, no puede ser, no podemos dejar que una ilusa fantasía nos aniquile. No podemos dejarnos llevar por casualidades o coincidencias que nos inventamos. 

¿Es normal que las personas tengan rasgos parecidos? Es normal.

Su perfil es condenadamente admirable, es cautivador, todo él, su cabello del color del ébano va peinado hacia atrás dejando despejado su rostro. Me enfoco en su mejilla derecha que tengo a la vista, por la limitada luz diurna no logro ver bien su piel, pero puedo reparar en dos lunares que llaman demasiado mi atencion.

—Deberíamos seguir adelante.

—¿Ah?

—Digo que deberíamos seguir —se mueve, al parecer tiene frío— vamos al East Side Gallery.

Comienzo a tiritar del frío, se da cuenta, se coloca a mi lado intentando repartir su calor. Estoy un tanto confundida, estoy con un revuelto de emociones que ni yo misma entiendo.

—Prefiero volver a casa —murmuró con algo de pena sobando mi brazo al sentir un viento frio— si no te molesta.

—Claro, vamos.

Todo es tan hermoso que no puedo terminar de disfrutar, sin embargo, Johan comienza a bromear e instantáneamente me quita algunas sonrisas haciéndome olvidar mis pesares.

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