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𝟏𝟐. 𝐒𝐮𝐞ñ𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐨𝐧 𝐮𝐧𝐚 𝐫𝐞𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝.

No puedo evitar dejarme llevar cuando me besa con desmedido anhelo, no quiero que se detenga. Sé que esto está mal, que él es un hombre comprometido con otra mujer, estamos en una falta grave, pero... siento que, quien me besa es JungKook, podría reconocer sus labios y boca —el beso en la piscina estaba tan en shock que no capte nada— tiene la misma forma posesiva de sostenerme y sujetarme. Me gusta la forma en que sus manos recorren con avidez mi cuerpo.

No me juzguen, hace dos años no tengo contacto físico de este tipo con ningún hombre. La necesidad se acumula, por lo tanto, cuando se consigue una vía fácil dónde poder explotarla uno se entrega. Y la forma en que lo hace me tiene tremendamente dominada. Sabe lo que hace, aunque no puedo dejar pasar la leve torpeza que tiene cuando desliza la parte superior del vestido hasta ni cintura dejándome en brasier.

Es como una desesperante manera de adelantar la placentera situación. Al punto que, compartiera conmigo el no haber estado con nadie durante mucho tiempo. Y eso es absurdo, porque está a punto de comprometerse con Kathrin, quien es su novia, su pareja, con quién supongo, ha tenido intimidad varias veces, ¿no es así?

¿Te das cuenta que estás en brazos de un sexi pelinegro semidesnudo a punto de hacerlo?

Es cuando me pongo en inmediata alerta, me tenso un poco cuando me doy cuenta que estamos en la cama, él sobre mí pudiendo sentir la mayoría de sus fibrosos músculos, su acelerada respiración, sus húmedos besos sobre la piel de mi cuello y una de sus manos subiendo peligrosamente por mi muslo hacia esa zona sensible que si permito avance no habrá marcha atrás.

Lo detengo con mis manos empujando sus hombros, la imagen que me regala es tan demoledora que mi interior me esta gritando cómo puedo dejarlo así. Me mira con su ceño fruncido, su pecho sube y baja rápidamente, sobre su frente cae un poco de cabello que cubre sus oscuros ojos, le queda muy bien el cabello corto, demasiado bien. Con su mirada me pregunta porqué nos detuvimos. Estoy intentando no entrar en pánico.

—K-kathrin —es todo lo que mis labios pueden murmurar de forma entrecortada.

Él suspira profundamente cerrando sus ojos, sus antebrazos se apoyan sobre el colchón a mis costados. Estoy tan tensa que mi cuerpo dolerá más tarde, no es fácil para mí tener precisa noción del pintoresco escenario en que estamos. No debí venir.

—Lo siento.

No se mueve, el muy descarado se atreve a esconder el rostro en la curvatura de mi cuello, su respiración golpeando mi piel me estremece tanto que comienzo a hiperventilar. No sé da cuenta del esfuerzo sobrehumano que estoy intentando hacer por detener esta locura. Sus manos descansan en mis costillas de modo que sus pulgares tocan la tela de encaje de mi brasier, por ende, tocan la parte baja de mis senos.

—Lo siento. —se disculpa una vez más con una voz que me resulta sumamente inocente y fuera de lugar cuando aún lo tengo encima mío sintiendo todo. Y digo, todo es todo.

Sus ojos recaen sobre el tatuaje del sol y la luna en el lado izquierdo de mi pecho, se queda observándole embelesado, con su índice lo dibuja, lo analiza por un breve momento en que parece el tiempo no existir para él, pero que a mí me altera.

Estoy tan incómoda que me renuevo con fuerza logrando que ruede sobre el colchón quedando a mi lado. Comienzo a vestirme rápidamente, a ciegas peino mi cabello que debe verse enmarañado y espantoso. El silencio nos invade cuando tomamos asiento a los pies de la cama sin mirarnos. Me tienta saber que expresión tiene, mis ojos quieren desviarse hacia él, pero evitó lo que puedo.

—Debo irme.

Expreso levantándome deprisa y fallando cuando su mano sujeta mi muñeca empujándome de vuelta a su lado.

—Necesitamos hablar. Por eso es que te pedí venir.

—¿Ah sí? —trago saliva con nerviosismo incluso en el tono de mi voz— porque hasta hace unos minutos parecía que era para otra cosa.

—Ganas no me faltan.

Lo susurró tan bajo que nadie podría escucharlo, pero yo lo hice, claro y preciso. Me va dar algo.

A mí también.

—¿Podrías... por favor... vestirte?

Asiente despacio, se yergue sobre sus pies con parsimonia dejando apreciar lo imponente que es, su espalda ancha desnuda, su cintura delgada, su bien formado... desvío la mirada hacia cualquier otro lado. No me está dejando enfocarme ante tanto enredo que tiene mi turbada mente. Entra al baño y yo decido salir hacia la sala, sin importarme extraigo del minibar una botella de agua del cual bebo una gran cantidad para saciar la repentina sed que me ataca.

Aún me siento sofocada, estoy temblando débilmente con la leve sensación de presión en mi vientre bajo. Estuve... a punto... de...

Ni lo pienses, aunque de tan solo pensarlo.

¡Basta! No es para lo que vinimos, ahora que estoy más o menos recompuesta, tampoco entiendo para que vine realmente. Ah sí, porque ha pasado demasiado entre los dos. Porque estoy segura que ese hombre no es Johan, sino JungKook, porque hay mucho por descubrir y estoy metida en esto hasta el cuello.

Llega rato después, está vestido con algo cómodo, es cuando me preguntó si tenía arreglado quedarse a dormir aquí y sobre todo, si en ese plan yo estaba incluida lo que me pone un poco inquieta.

Me invita a sentarme a su lado en el sillón de tres cuerpos frente a la improvisada chimenea electrica revestido con mármol, decido hacerlo colocando entre los dos una buena distancia que me permita no pensar en lo que pudo haber pasado minutos atrás. Mi corazón aún golpea fuerte dentro de mi pecho, creo que en cualquier momento voy a empezar a sudar de lo nerviosa que estoy.

—He soñado contigo.

Eso detiene mi corazón por unos extenuantes segundos. No tiene ni un poco de conmiseración al lanzarme esa revelación.

—¿Q-que?

—No entiendo muy bien, pero —se toma una pequeña pausa, mira fijamente hacia el piso de parqué— Suelo soñar con una mujer a la cual nunca podía verle el rostro, pero estos días tuve una imagen nítida de ella —ladea su rostro— hasta que tu rostro apareció en dos de ellos.

Ahora me mira fijamente. Yo me debato en preguntarle que fue exactamente lo que soñó, que lo describa con pelos y señas. No obstante, le doy prioridad a mi estabilidad emocional que se ve afectada por la inminente información que él mismo me está dando y corroborando de que Jeon JungKook no está muerto, que es él.

Si es que lo que pensamos es en realidad, la realidad.

Niego, el nudo que se formó en mi garganta duele, aprieta, mis ojos se llenan de lágrimas que intento no soltar para verme débil ante él, aunque debo de verme patética en este estado de mutismo nervioso que me dedico a mostrarle. Seco rápidamente una lágrima que rebaso sin permiso la esquina de mi ojo mientras con la mejor voz tranquila le pregunto.

—¿Qué fue exactamente lo que soñaste?

Mis manos se sostienen del acolchonado material del sillón, mantengo la vista sobre la alfombra bordo con dibujos en beige para entretenerme. Escucho su cargado suspiro de determinación, no me atrevo a mirarle, si me cuenta un momento nuestro voy a desfallecer aquí mismo y no me va importar decirle la verdad así le cause mucho daño.

—No sé —murmura con duda— es como si me encontrará en medio de un cielo nocturno lleno de estrellas, sostengo tu mano mientras caminamos uno al lado del otro, sonríes, pareciera que estamos flotando en medio del espacio, tal vez —puedo notar un poco de confusión por la trama de su narración— solo sé que luego te estoy besando —es cuando me mira haciéndome estremecer por lo siguiente que dice— podría reconocer tus labios en ella —eso me suena mucho a cuando visitamos aquella exposición de estrellas en el museo de Busan, eso no era un sueño, es un recuerdo— luego, me encuentro rodeado por luces de colores, hay una voz dulce cantando y luego me le uno, es una canción que no logro recordar ni logro encontrarla.

El karaoke en el aniversario de sus padres.

JungKook.

—¿Ayla? —me mira, su expresión es de preocupación, pero no se mueve de su puesto— ¿Por qué apareces en mis sueños? ¿qué tienes que ver? ¿acaso nos conocemos de mucho antes?

Si, si, si.

Por sorprendente que suene me encuentro demasiado calmada. Debería estar entrando en un impresionante ataque de pánico, pero lo único que logro es llorar en silencio con mis uñas aferrándose fuerte a la tela del sillón. De no ser porque estoy sentada, estaría en el suelo.

Estoy intentando recomponerme, buscar las palabras que me den la valentía suficiente para explicarle las cosas sin sonar como una loca o se escuche tan fantasioso cómo suena realmente.

—Ayl...

Su rostro cambia a uno de dolor, deja caer su cabeza sobre el respaldo del mueble mientras aprieta sus sienes con ambas manos, está sangrando de nuevo. Me aproximó a su lado, sisea del dolor.

—¿Johan? Debemos llamar a un médico.

—No —su mano detiene mi muñeca a punto de tomar el teléfono de línea que está sobre la mesa de café— pastillas —le cuesta hablar— hay un frasco sobre la mesa de luz —jadea por aire— por favor, traelas.

Corro hasta la habitación, efectivamente, hay un pequeño frasco color naranja con un nombre extraño que supongo son las pastillas. Algo me dice que no debería dárselas, que es preferible marcharnos a un hospital. Sin embargo, voy hasta él con un vaso de agua. Le entrego una píldora y él la pasa con el líquido. Dejó el vaso medio vacío y el frasco a un costado.

—Sera mejor llamar a Kath...

—Quédate, no me dejes. —mantiene sus ojos cerrados, su mano se entrelaza con la mía, está sudando apenas— necesito descansar, solo eso.

—Johan, esto no es normal —limpio con un pañuelo descartable su nariz, la hemorragia es apenas— debería verte un neurólogo o algo así.

—Esto... es... —traga saliva con dificultad, suspira buscando respirar con normalidad, lo consigue y abre sus ojos enfocando su alrededor— las pastillas ayudan, antes era peor, tenía desmayos todo el tiempo, ahora solo es un dolor de cabeza —su voz es baja y clara— el médico dice que es a causa del accidente que tuve hace dos años.

Que tal si le preguntas ahora que está vulnerable.

Que tal si no es el momento. Me preocupa que minimice la situación. Me preocupa como esa vez que se desmayo en mis brazos. Me preocupa todavía más que hable y me diga quién realmente es y no pueda tolerarlo.

—Yo —me mira, sus ojos se entrecierran un poco— el accidente que tuve afecto mi cabeza, me salve de milagro, pero quedaron ciertas secuelas que han estado en constante observación —su voz cada vez baja, arrastra las palabras.

—No hables más, debes descansar, vamos, te llevaré a la cama.

Arrastra sus pies mientras lo tengo apoyado contra mi espalda, es muy pesado y me cuesta caminar tres pasos seguidos, pero llegamos a la habitación y lo dejo recostarse con cuidado en la cama. No me responde cuando le pregunto si se encuentra bien o si necesita algo, se quedo dormido. Su respiración es tranquila y aún así no puedo dejar de preocuparme.

—Ayla no me dejes. —balbucea. Es obvio que no lo dejaré, así que me acuesto a su lado. Lo vigilare toda la noche si es necesario.

Cuando despierto, Johan o JungKook no sé cómo llamarlo, sigue durmiendo, está boca abajo abrazando una almohada. Tiene el sueño pesado, se ha movido gran parte de la noche, así como lo hacía JungKook. El reloj marca las seis de la mañana, debo volver a casa para bañarme y cambiarme, pero no quiero dejarlo solo. Estoy pensando drásticamente en llamar a Kathrin, solo que, no tendría una factible excusa para explicarle porque me encuentro en un cuarto de hotel con su prometido.

Así que, después de debatirme un buen rato si estaría bien lo que haré, llamo al único que pienso me ayudara. Llega al cabo de media hora, lo dejo pasar, me estudia de arriba abajo con una sonrisa ladina de altanería.

—¿Se divirtieron?

—No hemos hecho nada, Klaus. —le respondo de la mejor manera posible sin sonar ruda mientras reviso mi celular dentro del bolso, lo último que quiero es tener que hablarle o siquiera hacer algún contacto.

—Entonces que haces en un cuarto de hotel junto a mi mejor amigo.

Se asoma por el pasillo que lleva a la habitación, apenas lo ve sonríe más grande volviendo a la sala.

—Lo dejaste exhausto. —lo ignoró— Te gusta volverlo loco, ¿no es así?

—No entiendo de que hablas.

—Si, si lo sabes —tiene esa sonrisita burlona que quisiera borrársela de un puño— eres muy bonita, Ayla, lastima que seas algo ingenua —suspira— deberías ser más inteligente y por tu bien largarte de la vida de Johan y Kathrin.

Siento un fuerte palpito dentro de mi corazón que no sé a que atribuirlo. Debo confesar que sus palabras me dieron miedo, sin embargo, no dude en mostrarme neutra ante la situación porque algo me dice que él sabe más de lo Johan y yo sabemos.

—Sé muy bien cuál es mi lugar, para tu información Johan y yo somos amigos —tomo mi bolso colocando la correa sobre mi hombro— tuvo otro ataque y sangro —eso borró todo atisbo de gracia en él— le di las pastillas, lo ayude a acostarse y punto.

Le di la espalda mientras me ponía los zapatos, podía sentir su pesada mirada sobre mí.

—Me quedé acompañarlo por simple compasión, no iba dejarlo y menos cuando no quiso que llamara a un médico —agrego antes de salir— Que tengan buenos días.

Salgo de la habitación rápidamente, ni siquiera tomo en cuenta como llegue aquí o como es que volveré a casa, pero lo único que quiero es marcharme para poder calmarme, para analizar lo que mi desordenada cabeza tiene pululando en estos momentos. Está demasiado claro que lo que Johan me contó no eran sueños.

Sino una realidad.

Porque esa realidad pasó. No puedo explicar este sentimiento que golpea mi pecho, pero es fuerte y me dice que JungKook está vivo. Que la vida, Dios o el destino me dio, nos dio mejor dicho, una segunda oportunidad.

Apenas abro la puerta de casa lanzo todo al piso. Me cuesta un poco respirar, tengo el nudo atorado en la garganta desde que salí de aquel cuarto de hotel. Voy hasta la cocina para servirme un vaso con agua fresca, las manos me tiemblan al punto que me cuesta llevar el vaso a mis labios, bebo unos cuantos sorbos, me recargo de la mesada intentando respirar. Voy a tener un ataque de pánico.

Estoy sola, completamente sola, Yoongi aún seguirá en vuelo, estaría llegando dentro de un par de horas a Seúl y no me atrevo a llamar a alguien más, no tengo a nadie cerca que pueda ayudarme, consolarme o por lo menos acompañarme cuando mi cuerpo cede cuando caigo al piso.

Johan.

Despierto tanteando con las manos el costado de la cama. Estoy solo, pero puedo escuchar algunas voces provenientes de la sala. Me levanto sintiendo un leve dolor de cabeza que es tolerable, esas malditas pastillas no funcionan, debo acudir al médico para que cambie la dosis o me recete otro tipo de medicamento que me ayude y no me atrase.

Ayla debe estar preocupada por mi estado. Anoche lo vi en sus ojos, también vi otra cosa que no supe descifrar en ellos, pero no quiero que esté mal y...

—¿Klaus? —me sorprende encontrarlo sentado en la cabecera de la mesa del comedor, está leyendo un libro mientras bebe lo que parece café.

—Que bueno que despertaste —sonríe— espero no te moleste que haya pedido el desayuno —señala la comida servida sobre la mesa, niego, con la mirada busco a alguien, él al parecer darse cuenta y responde— Ayla me llamó está mañana, me dijo sobre tu crisis, tuvo que marcharse —indica con su barbilla— ¿Duele?

—Ya no —me siento en la mesa sirviendo un vaso con agua, Klaus me mira con su típica sonrisa de suficiencia. Algo tiene que decirme y no se atreve porque le divierte dejar a los demás con la incertidumbre— ¿Kathrin lo sabe?

—No, y espero no lo sepa —se acomoda abriendo de nuevo el libro que tiene en sus manos— solo te advierto que debes tener más cuidado, no sabes con quién te estás metiendo, no la conocemos, no sabemos si es una cazarecompenzas.

—¿De qué hablas?

—De Ayla, Johan. Si quieres divertirte hazlo, solo espera a que termine el vestido de mi hermana, lo entregue y si quieres seguir cogiéndotela tienes hasta la despedida de soltero. Luego termina todo.

Quiero creer que todo esto lo está diciendo en una estúpida broma. Jamás he tocado a Ayla y no lo haré porque respeto a Kathrin, lo poco que ha pasado fueron simples arrebatos de la atracción que siento hacia ella. La cual comienzo a dudar que sea algo simple ante la magnitud de mis acciones y cuando he estado constantemente soñando con ella.

Incluso tengo la ligera sospecha que nos conocemos de algún lado, tal vez de antes de mi accidente y no la recuerdo. No me ha dado ninguna respuesta y eso me tiene más ansioso de lo que debería. Si hasta ahora no pasó más que besos, fue por la sensatez de Ayla, por su cordura, porque si por mi fuera... mierda, cometería alguna locura sin importarme que estoy comprometido con otra mujer.

Por eso todo esto me tiene conmocionado, ninguna mujer me ha colocado de esta complicada manera, ninguna hizo que me nuble por completo cuando la tengo cerca, es lo que más me llama la atención. Quiero saber que me pasa. Estoy seguro que hay algo mucho más grande detrás y lo voy a descubrir.

—Ayla y yo no hicimos nada.

Se detiene a mirarme sonriendo con sorna.

—Lo mismo me dijo.

—Entonces por qué insistes.

—Te conozco, te gusta divertirte con una linda chica y no te voy a mentir, Ayla es hermosa, si por mi fuera...

—¡Cállate! —ambos nos fulminamos con la mirada, puede que sea mi cuñado, mi mejor amigo, pero no voy a tolerar que le falte el respeto a Ayla— te agradecería que te largues, tengo mucho que hacer hoy —me levanto, tomaré un baño antes de iniciar mi día— y si le dices algo a Kathrin, no te creerá porque lo negare.

—¡No puedo irme! —me detengo, muerdo el interior de mi mejilla con cansancio esperando a que prosiga— tu padre me mandó a buscarte también ya que no has contestado tus llamadas —mi teléfono debió descargarse— así que vístete y nos vamos.

—Ve tu primero, iré detrás de ti.

No escucho lo que me dice, simplemente me encierro en el baño. Me miró al espejo admirándome, recordando lo que creo le conté a Ayla anoche sobre los sueños que he tenido. Desde que desperté en el hospital hace dos años han sido momentos de agobiante confusión y enervante desazón. Tengo los mejores médicos a mi favor, mi padre ha hecho lo imposible porque recuperara la normalidad.

Kathrin y Klaus han estado cerca de mí, mi prometida no se ha detenido en cuidarme y acompañarme en cada momento. Muy a pesar de que ahora se encuentra enfrascada en los detalles de la boda de sus sueños con el hombre, según ella, de sus sueños. Yo no me siento así, no siento que sea el indicado para ella. No me siento entusiasmado ni nervioso por esta unión que en partes, es a conveniencia.

Debo confesar que en un principio me negué rotundo cuando mi padre me lo propuso. Fue persuadiéndome de a poco con que necesitábamos unir fuerzas con otra familia de elite para impulsar el imperio que él creo desde cero. La cadena de hoteles y posteriormente, casinos han tomado demasiada relevancia en el país. Somos una de las familias más adineradas e importantes. No podía no ayudarlo siendo que terminaré como el heredero único de todo esto.

Además, Kathrin era merecedora de ser mi compañera de vida. Cómo dije, ella estuvo a mi lado en el peor momento cuando me encontraba totalmente perdido. Nunca me dejó solo, soporto que la rechazara cientos de veces, incluso mis arranques de ira que solo la dañaban. No obstante, ella sabe que esta unión es en partes por conveniencia, ¿por qué no puedo sentirme agradecido y feliz a su lado?

—¿Estás seguro de lo que dices?

Me detengo frente a la puerta del despacho de mi padre, está acompañado de alguien, puedo reconocer la voz de mi mejor amigo.

—Tenemos que estar pendientes de ella. Sabemos demasiado poco y no podemos arriesgarnos.

Un silencio de segundos o minutos se hace presente, al parecer están meditando una solución a lo que sea que están hablando.

—Averigua sobre su vida, acércate. No quiero cabos sueltos —mi padre suspira como si le costará decir lo siguiente— no quisiera hacerlo, se ve alguien muy agradable, pero si es así como dices, habrá que sacarla del juego.

¿De quién están hablando? Siento una punzada extraña en medio del pecho, algo así como un mal presentimiento que no me deja en paz. Es como una persecución constante que me agobia colocándome en un molesto standby.

Respiro un par de veces más antes de mostrar mi presencia dentro del despacho, doy golpecitos a la puerta logrando que las voces dentro se callen momentáneamente. Me hago el desentendido, como si recién llegará y no tuviera noción -e intriga- de lo que han estado hablando. Mi padre me sonríe cuando me ve, Klaus me da la espalda sentado frente al escritorio de dónde mi padre se levanta para acercarse y abrazarme.

Es un hombre cariñoso, comprensible, intenta guiarme para el día de mañana entregarme lo que, según él, me pertenece y debe seguir creciendo. Debo destacar que ha sido paciente, se ha preocupado en cada momento en que me he visto mal de salud o anímicamente. Sin embargo, yo no siento esa fraternal relación de padre e hijo lleno de amor.

No lo siento así. Y no entiendo porqué.

La verdad no sé que estoy haciendo, está historia cambio un poco el rumbo, (siempre me cuestan los desenlaces) solo espero que termine como lo tenía pensado.
Dato no menor: ya tengo el final y el Epílogo hechos. 🤭

¡Saranghe!

💜💜💜

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