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Ⅸ.

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—No puedo creer cómo ese hombre se atrevió a eso —dijo Alan molesto. La familia Bellerose estaba en camino a su hogar luego del incidente con Lord Berbrooke—. Sin duda no conoce la vergüenza. ¿Creen que dejen que se case con Daphne? —preguntó, mirando a su familia, quienes se encontraban todos afligidos por el asunto.

No era un secreto que ambas familias eran muy unidas y buscaban el bienestar de la otra.

—Espero que no —dijo Amélie con tono triste.

—Yo igual, pero apuesto a que Violet lo resolverá. No nos preocupemos —dijo Rosaline, tratando de consolar a su hija.

—En primer lugar, ¿puede alguien decirme qué demonios pensaba Anthony al comprometer a Daphne con ese hombre? —dijo Alexander, visiblemente molesto—. Sinceramente creo que todo esto es su culpa —volvió a expresar, recibiendo un golpe de parte de Elodie.

—No lo culpes. No tenía a nadie para aconsejarlo. Es obvio que cometería errores —trató de defenderlo la mayor.

—Sí, pero no esa clase de error. Es el futuro de su hermana, y papá le ofreció muchas veces ayudarlo y aconsejarlo. Que él sea terco es su problema —volvió a decir Alexander.

—Alex, basta. No podemos hacer nada quejándonos, solo queda esperar. Podemos ayudar a que esto se solucione lo más pronto posible —dijo la matriarca de la familia.

—Su madre tiene razón. Tranquilos, todo estará bien —añadió, mirando a sus hijos con una sonrisa tranquilizadora.

Todos en el carruaje estaban callados, pero Tayra era la única que no había dicho ni una sola palabra, con la mirada perdida en la ventana.

—¿Estás bien? —preguntó Amélie, agarrando la mano de su hermana—. No has dicho nada y se te ve distraída.

—Estoy preocupada por Daphne. No soporto que pase por algo así. Además, se la veía tan feliz con el duque —habló, pensando en su querida amiga.

—Tranquila, lo resolverán. Mamá y Lady Bridgerton son inteligentes. La alegría le durará poco a Berbrooke —dijo su hermana, intentando calmarla.

—Seguro que sí. Dios, pero qué hombre más feo, y lo es aún más con su cara toda golpeada —dijo Tayra, recordando el aspecto de Berbrooke.

—¿Verdad? Y sus dientes chuecos... ¡qué cosa terrible de ver! —añadió la menor con una mueca de asco. Pronto ambas empezaron a reír.

Todos los Bellerose esperaban que los Bridgerton pudieran solucionar su problema, pero ahora Rosaline Bellerose tenía un asunto muy importante: una reunión con la reina.

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La condesa Rosaline Bellerose era guiada por los pasillos del palacio para su encuentro con la monarca de Inglaterra.

Al llegar, pudo ver a la reina bastante cómoda. Rosaline no criticaba a la monarca, pero no le gustaba su excentricidad. Habiendo crecido en la corte francesa, que era más conservadora, las costumbres de la reina inglesa le parecían un tanto vulgares. Sin embargo, no podía decir nada al respecto y evitaba juzgarla, especialmente sabiendo la condición de su marido.

Además, estaba casi segura de que la razón de la audiencia con la reina sería para hablar sobre su hija y un matrimonio ventajoso. No solo lo sospechaba porque su amiga Violet, que ya se había reunido con la reina, se lo había adelantado, sino porque era evidente la intención de la monarca: demostrar que su elección era siempre la más adecuada.

—Condesa, qué alegría verla. Por favor, acompáñeme —dijo la reina, invitándola a sentarse—. Es un placer tenerla aquí. Es bueno poder hablar con la madre de la joven Tayra.

—Le agradezco la invitación, majestad —respondió la condesa, inclinando la cabeza en señal de respeto.

—No tiene nada que agradecerme. Es más, yo debería agradecerle a usted por criar a tan bella y refinada jovencita. Sin duda, no me equivoqué con ella —comentó la reina mientras inhalaba algo. Ante esto, Rosaline solo pudo ofrecer una sonrisa tensa.

—Me esforcé mucho en su educación, y me alegra que sea bien recibida —respondió Rosaline, sin saber qué más agregar.

—¡Brimsley! —gritó la reina, llamando la atención de su ayudante—. Trae lo que preparé —ordenó, y el aludido salió rápidamente a cumplir con la encomienda—. Qué bueno que se fue. Es un chismoso de primera. Si nos escuchara, no dudaría en gritarlo a los cuatro vientos.

La condesa solo pudo soltar una risa tensa ante el comentario de la reina.

—Bueno, pasando a temas más relevantes, debo decir que su hija lo ha hecho bastante bien hasta ahora. La atención de un duque no es algo que cualquier debutante logra. Sin embargo, como ya le dije a su hija, la reputación del duque no es de las mejores —comentó la monarca, observando atentamente a Rosaline—. Pero, muy a pesar de mi advertencia, parece que ella siguió viéndose con el duque.

—Majestad, mi hija disfruta de la compañía del duque. Además, confío plenamente en que él está realmente comprometido con el cortejo de Tayra —argumentó Rosaline con firmeza.

—Entiendo, pero siento que hay mejores opciones. Tengo una amiga, seguramente la conoce: la reina de Italia, Catalina de Médici. Tiene un hijo bastante agraciado que está en busca de esposa y, además, es heredero de Italia. Me parece una opción mucho mejor —reveló la reina, dejando claras sus intenciones: buscarle a Tayra un matrimonio conveniente, para que la reina muestre que no se equivoco al elogiar a su hija.

—Majestad, no creo que... —intentó hablar Rosaline, pero la reina la interrumpió.

—Si no le gusta esa opción, dos sobrinos míos vendrán pronto de visita, también en busca de esposa. Son príncipes de Prusia, otra opción muy conveniente —continuó la monarca, justo cuando Brimsley regresó con una caja en las manos—. Como decía, es mejor que una piedra preciosa esté rodeada de otras piedras iguales a ella.

—Entiendo, majestad, pero considero que otros no pueden decidir eso más que los interesados. Aun así, agradezco su consejo —dijo Rosaline, manteniendo una sonrisa diplomática.

—Ya veo. Solo espero que esa decisión no arruine a la piedra. Hasta entonces —dijo la reina, haciendo un gesto con la mano. Su ayudante se acercó con la caja—. Me gustaría que le diera este regalo a su hija de mi parte: un collar de zafiros, al igual que ella —añadió, entregándole el obsequio a Rosaline.

—Muchas gracias, majestad, por la invitación y el regalo —dijo Rosaline, inclinándose nuevamente. La monarca respondió con un leve asentimiento mientras la condesa se retiraba.

Luego de su reunion con la reina, Rosaline estaba segura de algo, que apoyaria a su hija en lo que ella eligiera y no dejaria que nadie decidiera por ella y ella misma se aseguraria de eso.

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La condesa Bellerose y la vizcondesa Bridgerton se encontraban tomando té en casa de la primera, conversando. Al parecer, Violet Bridgerton había encontrado una solución al problema de su familia con Nigel Berbrooke.

—¿La invitarás a tomar el té? Disculpa, Violet, creí que querías resolver el problema, no unírteles. No me digas que aceptaste el matrimonio —habló Rosaline al escuchar que su amiga planeaba invitar a la madre de Berbrooke a reunirse.

—Para nada, solo que ya sé cómo puedo librarme de ese hombre —dijo Violet sonriendo mientras bebía su té.

—Cuéntame —pidió la condesa, y la vizcondesa compartió su plan.

Ha llamado la atención de esta autora que la sociedad se divierte con la más sórdida historia.
Se dice que no se puede juzgar un libro por su cubierta, pero en el caso del inepto barón Berbrooke, parece que su desagradable apariencia es una metáfora apta para el estado de sus aventuras con la servidumbre. No me sorprendería si lord Berbrooke tuviera que acudir al campo por supuestos negocios. Negocios que, tal vez, podrían involucrar el envío de unos fondos atrasados a una antigua sirvienta y un pequeño...

—...que solo podemos esperar que se parezca a su madre —terminó de leer Elodie al frente de su familia.

—Sin duda, este es el único Whistledown que me ha gustado escuchar —dijo Alexander con una sonrisa.

—Veo que ese hombre ya no será un problema —comentó Derek, que estaba sentado al lado de su esposa.

—Sin duda, Violet sabe cómo resolver un problema —añadió Rosaline.

—Bueno, ahora que ese hombre no está, ojalá Daphne esté más tranquila —dijo Amélie, mirando a su hermana Tayra, quien parecía ajena a la charla de la familia.

—Eso espero. La iré a visitar mañana —respondió Tayra.

—Algo más te pasa, dime —preguntó Amélie.

—No entiendo cómo siempre sabes cuando algo me pasa —dijo Tayra, mirándola.

—Fácil. Siempre hablas y hablas, además crecí contigo. Te conozco bastante bien. Ahora dime, ¿qué ocurre? —respondió su hermana.

—Cuando mamá fue con la reina, le dijo que no le parece que acepte el cortejo del duque y que había encontrado otras parejas para mí —confesó Tayra.

—Si tú quieres al duque, quédate con el duque. No dejes que te digan con quién estar. De todas formas, ¿qué pareja es mejor que un duque? —le expresó Amélie con firmeza, apoyándola.

—Bueno, la reina tiene sobrinos que son príncipes y es amiga de la madre del heredero de Italia, así que, si lo piensas, sí son mejores que un duque —respondió Tayra con un suspiro. Quería lo mejor para su familia, y sabía que la reina tenía altas expectativas para ella.

—¿Y eso qué? No sabes si son feos, ni los conoces, y a ti te interesa el duque. Hermana, no dejes que nadie se interponga en tus deseos. Nuestros padres nos apoyan y apoyarán cada decisión que tomes —dijo Amélie, tomando las manos de su hermana.

—Gracias, hermanita. No sé qué haría sin ti —dijo Tayra, apoyándose en su hombro.

—Lo sé. Y sabes qué... ¡Al demonio la reina! —pronunció Amélie con una sonrisa pícara.

—¡Amélie! —exclamó Tayra, mirándola sorprendida por su comentario.

—¿Qué? —respondió entre risas. Ambas estallaron en carcajadas.

Sin duda, Amélie no era solo la hermana de Tayra, era su mejor amiga, confidente y consejera.

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❄↳Hola aqui el noveno capitulo, espero que les guste.

❄↳No olviden votar y comentar. Gracias.

❄↳Hola, perdon por la incatividad tuve un bloqueo, pero aqui estoy y tratare de actualizar lo mas pronto posible. Porfavor voten y comenten no sean lectores fantasma. GRACIAS POR LEER.


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