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“. . .Rafal
MIRE ATERRADA como todos comenzaron a pelear, siendo obligada, gracias a Merlin, por Henna a apartarme de allí cuando corrió a tomarme de la muñeca y arrastrarme lejos. Iría con ella, pero necesitaba buscar a Tedros, cuando voltee, vi al nombrado.
—¡Henna! —La obligué a frenar. Una llama de fuego incendió la mayoría del salón haciendo que nuestros rostros se iluminen —Esta Tedros allá —le señalé.
—Te aseguro que el sabrá como defenderse —Bramó poniéndome a salvo.
—Henna, no quiero que salga lastimado por favor —le suplique viendo cómo ponía sus ojos en blanco.
—Busquemos en donde esta —agradecí, buscando al nombrado que perdí de vista —Ahí está.
—¿Dónde?
Apuntó donde Tedros.había aterrizado luego de dar un salto, justamente delante de Hort, quien golpeó a Tedros noqueandolo. Abrí los ojos espantada.
—Ese es mi niño —golpee a mí hermana cuando la escuché decirlo —Lo siento.
Corrí con mí hermana detrás hasta agacharme a un lado del hombre a quien amo, sus heridas por el hechizo de Sophie no me ayudaban.
—¡Tedros! —Exclamé, Agatha apareció a nuestro lado.
—¡No se metan! Este es mi final feliz —Gritó Sophie, tomandonos a ambas con magia. Nos hizo mirarla.
—¿Así es como salvarás el mundo? ¿Esto es lo que siempre quisiste? —Preguntó Agatha.
—¿Así es como querías hacer feliz a Tedros? ¿Tener todo a tus pies? —Seguí, sin poder creer que había intentado ayudarla cuando ella estaba dónde pertenecía. En la escuela del Mal.
—Mmm, sip, mi único error fue pensar que tenía que cambiar de escuela, las escuelas tenían que cambiar —Aclaró la rubia.
—¡El error que cometiste fue pensar que necesitabas esto! ¡Mira lo que te hizo! Mira lo que nos hizo a las dos —Agatha estaba más afectada, obvio, Sophie era su mejor amiga —Sophie, Rafal es el enemigo tenemos que vencerlo. La rubia alzó su mano mostrando un hilo de su magia.
—Prefiero vencer a mi nemesis y a la chica que me quito a mi príncipe.
—Sophie, no.
Sentí una ráfaga de viento y me lanzó fuera, cerrando las puertas y evitando que entremos de nuevo. Sentí el impacto de mí espalda contra la pared y caímos al suelo. Mire a Agatha que se levantaba, acercándose a ayudarme.
—te-tenemos que ir con Sophie —Agatha quiso caminar y tire de su mano para que se detenga pero de antemano habló —¡Lo sé, Kassia! Me equivoqué pero Sophie no es mala, me cansé de decir que no es blanco o negro, solo está equivocada y...
—cegada por la magia, la avaricia —La interrumpí tomando sus manos y Agatha me observó —todos podemos ceder ante eso pero tarde o temprano nos damos cuenta que está mal. Sophie es una persona, las personas cometemos errores y eso nos hace humanos. Solo te iba a decir que vayamos donde el rector. Si fuera Sophie fuera Henna, ella iría allí —Me encogi de hombros.
Agatha me abrazó con fuerza y sonreí cortando el abrazo, ya que no teníamos tiempo. Cuando nos alejamos, Agatha subió la mano a mi cicatriz.
—lo siento tanto —murmuró y negué comenzando a caminar.
—no lo menciones, por favor —suplique queriendo ignorar que eso no me hacía muy linda.
Comenzamos a correr, tratando de salir del laberinto que era la escuela del Mal y sus oscuros pasillos hasta el puente donde Agatha sabía cómo subir al lugar del rector.
Casi caía.
Casi caía a las profundidades del puente que unía la escuela del Mal y el Bien cuando esté se derrumbó repentinamente.
Agatha me sostuvo cuando chille del susto, las dos volteamos, viendo cómo todo comenzaba a desmoronarse. Al parecer habíamos llegado tarde. Muy tarde.
—¡Corre, Agatha! —Le rogué, queriendo pensar que Henna, Tedros y mis amigos habían conseguido estar a salvó. Me convenía pensar eso.
Las dos subimos hasta una ventana de la torre al ver que todo estaba cerrado, la habitación estaba con una luz oscura demostrando que el mal ya gobernaba y comenzaría a exparsirse por nuestro mundo. Corrimos hasta que me sostuve de la barandilla, viendo hacia abajo un libro siendo escrito por una pluma, Rafal junto a Sophie.
—¡Esto no era lo que quería! —sollozó la rubia y ahí estaba lo que siempre dije. No era gente mala, solo avariciosa.
—Pues, ya es muy tarde para eso, Sophie —Rafal habló —ya alejaste a todos, traicionaste a todos, le mentiste a todos y te quedaste sola —se le acercó, sus cicatrices brillaban en su magia oscura al igual que sus ojos rojos.
—¡Aléjate de ella! —Agatha saltó, bajando al primer piso. Yo forme agua que me rodeó hasta dejarme en el suelo, subí mis manos y con el mismo líquido forme lanzas de agua que se transformaron en hielo. Amenazando a Rafal.
—¡Aggie, estás viva! —Sophie corrió a abrazar a Agatha, mire ceñuda al moreno que rodaba sus ojos como si el simple acto de amor sincero y tierno le repudiase —¡Perdoname!
—¡Está bien, Sophie, ya vine! —se negó alejandola y Sophie me miró.
—lo siento tanto... —me susurró arrepentida.
—esperaba mucho más de una lectora —miramos a Rafal —tú debes saber lo que le pasa a los que combaten en el amor —avanzó pero afile las lanzas, haciéndolo detener. Agatha rió.
—¿Amor? Esto no es amor —se puso a mí lado —¿Sabes por qué siempre gana el bien? Porque peleamos el uno por el Teo, porque nos cuidamos y eso es el amor verdadero. El mal solo pelea por si mismo. Eso es lo más alejado del amor que existe.
—que hermosas palabras —se burló Rafal —pero ya no tienen poder, ni ningún peso. Ahora, por favor, alejense de mí prometida —Le lance las lanzas pero las hizo evaporarse, gruñó molesto y se pasó las manos por el cabello —¡Ya detente, niña! Te di un ultimátum en la biblioteca, ni tú tonta profecía, ni tú tonta hermana, podrán detenerme.
—¿Y por qué nos advertiste y amenazaste? —debatí avanzando, él entrecerró sus ojos —tenías miedo de no conseguir lo que querías por Sophie pero ella ya no está bajo tus mentiras —señalé obvia.
—Ella...jamás...va a ser tuya, monstruo —Terminó Agatha, apoyándome —no mientras yo esté viva.
—Sobre nuestra tumba —tomé la mano de Agatha.
—oh, como quieran —Rafal dijo como si fuese a concedirnos el deseo.
Rafal movió sus manos, moviendo la pluma del rector, abrí los ojos preocupada cuando con su magia, la lanzó contra mí pecho.
Pero antes de que impactase, una pared de agua que se transformó en hielo se puso delante de mí, como un escudo, logrando frenar la pluma que solo atravesó el hielo, quedándose a mitad.
—Nadie toca a mí hermana.
Miramos arriba donde Henna estaba con las manos hacia arriba, sus ojos se habían tornado celestes con fuerza -comenzando a apagarse lentamente- a su derecha estaba Tedros con su espada brillando y a su izquierda Hort con una sonrisa.
Henna rompió el hielo, apretando sus puños, y, con su dedo brillando, hizo a la pluma darse vuelta y lanzarse contra Rafal que la detuvo, enviándola de nuevo al libro. Los tres saltaron, aterrizando frente a nosotras.
—¿Seis adolescentes contra mí? ¡Tengo el doble de edad que la de todos ustedes juntas! —Bramó molesto.
—Ahm, chicos, las escuelas están quedando casi en escombros —Hort señaló la ventana con temor.
—vaya, ni se te notan las canas —Henna habló a lo dicho por Rafal, llamándolo indirectamente viejo. Sonreí sin evitarlo —Entonces, probemos tú alardeo y veamos si puedes contra seis adolescentes —miró a Tedros —Peter Pan, primero las damas —Tedros rodó los ojos pero comenzó a hacer dar vueltas su espada, acercándose a Rafal.
Pero, cuando iba a casi cortarlo a la mitad con su espada, Rafal lo detuvo con magia, el brillo de la espada de Tedros titiló, vacilando, prendiendose y apagándose hasta lanzó a Teddy por los aires, los libros volaron al igual que las hojas. Teddy cayó a nuestro lado y corrí a ver que estuviese bien.
—¡Oye! Yo solo puedo golpear al Arturo Junior —Se quejó Hort, él llevaba un mangual, que agitó hasta acercarse a Rafal.
Intentó golpearlo, Rafal lo esquivó y alzó la ceja, Hort volvió a intentarlo pero el antiguo hechizero lo tomó del cuello, lo pateó en el estómago hasta hacerlo volar, pero antes, como si eso no le bastara, creo una gran piedra que hizo a Hort golpearse la espalda.
—¿De verdad creyeron que iba a ser tan fácil? —se quejó Rafal y acaricie el rostro de Tedros que me miró preocupado, me levanté yendo a un lado de Henna para detenerla antes de que avance hacía Rafal —¿En mí escuela? En manos de tú padre —señaló a Tedros —esa espada hubiera podido vencerme, en manos de su ridículo hijo insignificante a duras penas es un cuchillo para mantequilla —lo alzó en al aire y señaló a Hort —No eres ni mitad villano de lo que tú padre fue, parece que estás en la escuela equivocada porque eres débil como los del Bien. Patético, un fraude y decepción —lo alzó, poniéndolo a un lado de Tedros.
—¡Ya detente! —Me quejé y Rafal volteó a nosotras, girandose molesto.
“tan lejos que habían llegado las hermanas Frost de Arendelle, enfrentando diferentes obstáculos hasta estar allí, frente a su némesis. Él, con su mirada aterradora podría intimidarlas, pero tanto Kassia como Henna plantaban cara” Miramos detrás nuestra, la pluma escribía mientras narraba y compartimos una mirada confusa, volteando donde Rafal que se acercaba “allí, la profecía tuvo sentido para ambas”.
—¿Qué profecía? —Se quejó Hort, sin aire por la magia que lo asfixiaba, magia de Rafal.
“Cuando por dos hermanos de sangre se desate un terrible desastre... Las escuelas del bien y el mal se perderán. Años después, sonarán las campanas por el nacimiento de dos hermanas que arreglaran tal problema, apesar de que primero perderán para surgir de las cenizas, descubriendo el problema y arrancandolo desde su raíz. Por más que una vaya a la escuela del bien y la otra sea llevada a la del mal.” Repitió lo que alguna vez Dovey y Lesso nos dijo.
—¡Ya cállate! —Se quejó Rafal, queriendo frenarla, pero la pluma ya no le hacía caso, no era su cuento, era el nuestro.
—Callate tú —Se quejó mí hermana, lanzandolo lejos con magia, mí dedo brilló y baje a Hort y Tedros, dejándolos libre. Corrí a abrazar a Teddy, mí hermana a su chico.
Rafal se levantó de entre los escrombros que había sido lanzado por Henna “Las dos parejas, cubriendo a Sophie y Agatha, veían a Rafal que negaba con molestia. Luchó por su beso de amor verdadero para que cuatro adolescentes con un amor más puro y verdadero estén queriendo derrotarlo” siguió la rectora y comprendí.
Comprendí el porque de sus amenazas, la profecía y todo.
—no debe ganar el bien, no debe ganar el mal —negué mirando a mí hermana —debe haber un balance perfecto —mire a Tedros y a Hort.
“Entonces, un amor verdadero, amor verdadero del bien y amor verdadero del mal... Dos Nuncas y dos Siempres estabilizaron la balanza”
Tomé la camisa de Tedros, suspiré y el castaño frunció sus cejas pero me puse de puntas de pie para alcanzarlo y así besarlo. Estaba besando a Tedros de Camelot.
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