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“. . .¡Tedros, no!

ESTABA SENTADA, aún no era hora de clase pero aún así estaba sentada en el jardín, esperando a las otras alumnos y a la profesora Dovey. Agatha estaba a mí lado, ella limpió una lágrima que bajó por mí mejilla.

—lo convirtieron en algo, Agatha —la mire sonriendo con tristeza —No sé en qué pero lo voy a encontrar y lo voy a salvar aún así tenga que usar la magia más oscura que alguna vez rondó en la escuela del bien o del mal. Él solo quería una tienda de abarrotes...

—Lo haremos, tranquila —Negó sonriendo —Ninguna de las dos quería estar en esta escuela, pero nos quedaremos hasta encontrar a Gregor —tomó mí mano y sonreímos juntas.

Estuvimos unos segundos en silencio hasta que escuchamos espadas, giramos y vimos a los príncipes comenzando con su práctica a unos metros, allí estaba Tedros. Suspiré volteando dónde Agatha que movió un mechon de mí cabello y puso una flor allí.

—Él se preocupó cuando te alejaste, Kassia —Bajé la vista al escucharla —la carta que le di... Era de Sophie, ella cree que Tedros podría ser su amor verdadero —La mire asustada, pero ella sonreía —pero ella no está aquí y no sabe la manera en la que él te mira, desde el primer segundo que tuvieron una conexión y... Se merecen —Bajó la vista la alcé tomando su barbilla.

—Eres mucho mejor amiga de lo que crees —Mire sobre su hombro a las demás princesas que venían y la solté reparando repetidas veces para sonreír —Podemos hacerlo.

La profesora Dovey comenzó con su clase y me distraje escribiendo en mí libreta, comencé a dibujar la magia extraña que había usado Rafal mientras pensaba en lo ocurrido con Gregor.

—no, no, no —Alce la cabeza asustada, pero Dovey sonreía —Aqui nadie odia, el mal odia, el bien ama —Suspire decidiendome a prestar atención —el mal ataca, el bien defiende. Chinen, ¿Cuando tiene derecho el bien de atacar?

—no tiene, el bien solo defiende, si el bien ataca primero por definición ya no sería bien —Contesto y me abstuve a morder mí lengua.

—precisamente —la señaló dándole la razón. Nosotros no éramos el bien, no cuando transformaron al inocente de Gregor en vaya a saber qué. Eso era atacar, atacar a un inocente solo por reprobar.

—¿Que fue lo que le hicieron? —Baje la vista al oír a Agatha.

—¿Disculpa? —Dovey le preguntó luego de segundos en silencio.

—Gregor reprobó tres veces y luego desapareció, gritaba de dolor ¿En qué lo convirtieron? —Exigió nuevamente. La profesora sonreía tensa y explicó.

—¡Las reglas de la escuela se deben obedecer, aquí no hay excepciones —se resignó y cambió de tema —señoritas, como decía, el mal tiene muchas armas pero nosotras ¡Nosotras tenemos animales! Animales de la tierra, animales del agua —señaló la gran laguna detrás suya y delante nuestra —y dicho eso, señoritas, hoy les presento al pez de los deseos, amigos que destellan bajo el agua, que nos entienden y a nuestros más profundos deseos.

—Es porque ¿También eran estudiantes? —Agatha la interrumpió y estire mí mano para tomar la suya, tratando de calmarla.

—¡Ya basta! No todos se ganan su propio cuento —Se cansó la señorita Dovey —al menos así pueden ser parte del final feliz de alguien más —Suspiró antes de volver a retomar su clase —damas, si su deseo es lo suficientemente fuerte, entonces, ellos podrán cumplirselos ¿Quién va primero?

—¡Yo, yo, yo! —muchas se levantaron pero solo Kiko se apresuró a dejar sus cosas y correr allí emocionada. Ella se agachó y puso su dedo en el agua que comenzó a brillar —¡Es Tristán, él me ama! —sonreí al ver su felicidad, ojalá y cumplan su deseo.

—¡Yo voy! —Beatrix se levantó y corrió a tomar a la de ascendencia asiática —¡Muévete, Kiko, a un lado, a un lado! —La sacó y abrí los ojos sorprendida.

—Tedros... —Cerré los ojos con fuerza al oírla —Somos una pareja perfecta.

—¡El baile Para siempre! —Comenzó Dovey —Donde muchas de ustedes podrán recibir su primer beso ¡Falta una semana!

No quise ver, así que solo mire sobre mi hombro a los príncipes que practicaban con su espada. Tedros volteó un segundo, aparentemente buscando algo, cuando me vió. Me guiñó el ojo.

Rei negando, él se encogió de hombros con una sonrisa inocente. Jamás sería Beatrix, ni siquiera deseándolo con magia, mucho menos saber lo que sentía Tedros.

—Agatha, tú turno —Dovey miró a mí amiga.

—¿Cualquier deseo?

—lo que desea más tú corazón.

Ella me dio sus libros y los tome observando como se levantaba y caminaba hasta ponerse de cuclillas frente al agua, tocando está con su dedo índice.

Fruncí el ceño confundida cuando un remolino comenzó a tomar su mano y me levanté junto al resto. Tirando los libros al suelo.

—¿Qué estás haciendo? ¿Qué está pasando? —me acerque preocupada al oír a la directora —ahora no Agatha, detente, por favor —Agatha casi cae al agua.

—¡Agatha, quita tú mano! —pedí acercándome.

—¡No puedo sacarla! —Me gritó.

—¡Atrás, atrás, atrás! —Dovey vino, queriendo que retrocedamos pero yo me aleje. Quedando separada de ella y las princesas, pero sin acercarme a Agatha.

Los peces comenzaron a formar un brazo, uno del que Agatha tiró hasta sacar a una pequeña niña. Me lleve las manos a la boca sorprendida.

—Hace cien años que reprobé... —habló en voz baja —cien años de conceder deseos. Tú eres la primera que deseó liberarme. Enviarme a casa. Gracias... —cerro los ojos, descansando al fin. La niña comenzó a desvanecerse en un polvillo dorado que se elevó hasta el cielo.

—Eso es de lo que hablaba... —Me miraron cuando hablé —¿Cómo se les ocurre atar a una niña a un infierno como ese? Obligandole a cumplir los deseos al resto cuando ella solo quería ir a casa... —Solloze horrizada. Dovey quiso dar un paso pero se escuchó un fuerte rugido.

Volteamos a los árboles del bosque que se abrieron dando paso a una gigantesca ave de la escuela del mal. Ella se acercaba feroz.

—¡Corran, corran! —Dovey ordenó. Eso intente hacer, pero pise el pliegue de mi vestido y caí, viendo como el ave quedaba de pie frente a Agatha.

—¡Agatha, tienes que escapar! —Dovey le gritó, viendo al enorme pájaro que estaba abriendo sus alas.

—¡Kassia! —Oí a Tedros gritar.

Mi atención se la llevó el ave que solo inclinó su cabeza frente a la morena en el suelo, a solo dos metros de mi.

—¿Gregor? —Preguntó Agatha —Ay, Gregor, no sé si puedo ayudarte o no —se levantó.

Estaba viendo maravillada como Agatha hablaba con el pájaro de huesos. Los ojos de la gigantesca y maravillosa ave se posaron en mi y no pude evitar sonreír.

Podía reconocer esos orbes en cualquier lugar, esos ojos asustadizos y hermosos que solo querían tener una tienda de abarrotes. Ese pájaro enorme antes era mi amigo, era Gregor.

Me levanté lentamente escuchando a la directora Dovey decir que retroceda. Pero no podía creer que lo habían convertido en una criatura que llevaba a los alumnos a la escuela del mal.

Un movimiento brusco y reluciente llamó mi atención, Tedros se acercaba con su espada queriendo atacar a Gregor.

—¡Tedros, no! —Grite asustada.

Hice un movimiento brusco con mi brazo, sabiendo que mamá me había dicho que no podía usar mis poderes a menos que la escuela me lo permita, lo contrario a la del mal que podía usarlos cuando se les de la gana.

Levanté mi brazo con fuerza y el agua creció entre medio de Gregor, Agatha y Tedros. Una pared se formó en medio de ambos que se convirtió en hielo. Respiré agitada y corrí hasta ponerme delante de Gregor que aleteaba asustado.

—Tranquilo, tranquilo —Alce mis manos y tome su enorme pico. El ave gigantesca me observó y apoyó su frente contra la mía —Yo usaré mi deseo en ti —susurré para besar el espacio de plumas entre medio de sus ojos.

El hilo detrás mío fue bajando al compás que yo me agachaba y hundía mi mano en el agua, dónde los peces se acercaron. Vi en el reflejo cristalino como la forma de pájaro de Gregor fue distorsionandose hasta que se hundió en el agua y salió en forma humana reparando agitado.

Sonreí emocionada y me lance sobre él riendo. Él me abrazó con fuerza a pesar de que casi nos hundimos y terminamos mojados.

—Gracias, gracias, Kessia —lloró en mi hombro abrazándome.

—Quiero que tengas tú tienda de abarrotes, Gregor, que sea la mejor que cualquier nunca y siempre haya visto —le sonreí, alejándome para tomar sus mejillas.

Vi un pájaro huesudo venir detrás suya y me aleje, tomó a Gregor que gritó desprevenido y reí sentandome en la laguna.

—¡Mándame cartas cuando comiences con tú tienda, Gregor! —le grité riendo.

—¡Gracias, Kassia! —Me saludó a lo lejos mientras el ave lo llevaba a su hogar.

Corrí mi mirada hasta ver a Agatha que me sonreía limpiando sus lágrimas, detrás suya estaba Tedros que estaba sorprendido, una pequeña herida surgía en su frente y me sentí culpable al ver qué fue culpa de mí magia.

—todas, de regreso a su dormitorio, se cancelan las clases el resto del día —Balbuceo Dovey acercándose pero retrocedí y alcé la cabeza, tragando el nudo en mí garganta para alzar la voz.

—¿Por qué? ¿Piensa reprobarme? —Alce los brazos cansada —¡Usted dijo que pidamos un deseo y eso hice, repruebeme dos materias más y conviertame en un hada pero quiero que todos sepan lo cruel que es esta escuela al encerrar a los alumnos! Agradezco que salve a Gregor ahora y podrá vivir antes de que viviese doscientos años como pájaro y luego muera sin poder ver a su familia. ¡Esto está mal! Es horrendo, un acto impuro ¿Y así se llaman el bien? ¡Son crueles al darle ese castigo solo porque no cumplieron sus expectativas! —Limpié una lágrima de mí mejilla.

—Kassia... —Dovey quiso acercarse pero Agatha se puso delante mía de manera protectora —chicas, todos tenemos que desempeñar un papel aquí, con el tiempo lo entenderán...

—¡Yo no entenderé nada! Ya se lo dije, yo no debería estar aquí —Negó mí amiga.

—¿Qué es lo que te ocurre? —le gritó con voz quebrada y Agatha retrocedió, tomando mí mano —Erase una vez que el bien era real y sincero ¡Ahora estamos en la era de la egolatría perfeccionista! Pero ustedes dos usaron sus deseos para salvar a esos muchachos —Esquive su mirada y tomó nuestras manos unidas —¿Recuerdas que te dije que la magia obedece a las emociones? —le dijo a Agatha pero nos miró a ambas —¡La emoción más poderosa es la empatía!

Mire a las princesas que estaban a la lejanía, observandonos con emociones entre molestia y admiración, miedo y duda. Tedros estaba a su lado, limpiando la herida que le había quedado con su manga y mire a Dovey.

—La pasión que mostraste —se dirigió a Agatha —¡La valentía y el buen corazón, la sinceridad de tus actos y palabras! —me dijo a mí antes de suspirar y volver con ambas —me dicen que ustedes dos, jovencitas, estan exactamente dónde deben estar... Son de las primeras princesas de verdad que había visto esta escuela, en siglos, siglos y siglos.

Dejé caer mí cabeza sobre el hombro de Agatha y ella volteó para abrazarme, las dos nos sentamos en el suelo abrazadas llorando hasta que la risa comenzó a escapar de mí garganta y me aleje para ver el rostro de Agatha.

—Salvamos a Gregor... —Dije y ella acomodó la flor de mí cabello.

—tú lo salvaste —negó pero aún así no contuve mi emoción y me lance a abrazarla con fuerza.

Gregor estaba en su casa.

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