Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐞

¿Héroe o villana?
Omnisciente.

Ella sostenía en sus manos aquella arma. Su cabello yacía amarrado completamente en una alta coleta, mientras que caminaba firmemente detrás de esos soldados. Su mirada estaba opaca, vacía por sus acciones tan frías y sedentarias a las personas que amaba. Nadie podía entender lo que Ainara estaba sintiendo, mucho menos lo que pensaba. Ella dejó atrás los barrotes, donde cada uno de sus amigos le miraron con desilusión, pero ella ni siquiera les miró. El ambiente estaba impactado, sin poder tener credibilidad de lo que ella estaba haciendo. Tanto los que crecieron con ella, como los que llegaron después, no podían simplemente creerlo. Ella era la hija de Erwin Smith, aquel hombre respetado por las tres élites, los mismos que creyeron que se convertiría en lo mismo que fue su padre, pero fallaron en cada una de sus predicciones, Ainara se había convertido algo más allá que ellos no podían entender, tampoco empatizar. Armin estaba escoltado, sometido a unos barrotes de metales que lo separaban de la realidad allá afuera, donde todo el caos se apoderaría de la Isla Paradis sin que ellos supieran. Armin suspiro, en medio de su frustración. Herido, no solo físicamente, también mental. Los demás le miraron, él restregaba su rostro, pero no podían ver como sus lágrimas se escurrían.

Su mejor amigo, la mujer que amaba, ambos perdidos en una oscuridad de la que no podrían salvarles. Bajo la cabeza, escondido en sus pensamientos, mientras que más allá de esos oscuros pasillos, Ainara caminaba aún con su arma. Ella buscaba a Eren entre los soldados, aquel distrito en donde sus amigos crecieron estaba repleto de cada uno de los soldados que le seguían. Sus ojos brotaban la desesperación, también la depresión en la que se sometió tanto tiempo. Ella llevo la mano a su bolsillo, sintiendo el tacto de aquella suave tela. La sujeto fuertemente, hace tanto que no sentía ese pañuelo que su madre le había dejado. Armin no lo sabía, pero ella lo había encontrado entre sus cosas, así como la camiseta manga larga blanca que tenía, era de él, porque quería tener cerca al hombre que amaba, aunque tuviese que destruirlo. Levantó la mirada, donde visualizó cómo aquel soldado sostenía entre los brazos aquella mujer. Ambas se miraron con detenimiento, sin tomar la iniciativa de acercarse. Flotch sostenía a la comandante de la legión de exploración, quien en ese momento no tenía ninguna postura cuerda para poder dar mandatos, ella tan solo estaba ahí, mirando a esa niña que vio crecer, pudrirse en la miseria de sus decisiones.

—¿A donde la llevan?—le preguntó Ainara a Flotch, quien con una seria expresión miró como la mujer de cabello castaño oscuro miraba a quien fue su comandante.

—Dijiste que no sabías dónde estaba la ubicación del capitán Levi, así que ella nos llevará.—expresó este, mientras que Hange miraba confusa a Ainara, quien claramente si sabía la ubicación de aquel capitán, ¿lo protegía?—Tú quédate aquí.—pidió él.

—Tú no me das órdenes. Recuérdalo.—musitó ella con frialdad, viéndolo a los ojos.

—Espera.—se detuvo en seco ante escuchar la voz de la comandante Hange, quien la miraba afligida.—¿Por qué?—le preguntó con tristeza.—Tú no eres así, ¿por qué estás haciendo esto?—volvió a preguntarle, afligida por lo que veía, esa niña era el brillo del sol y ahora, solo una nube gris.—No importa si quieres lastimarme, pero piensa en Levi, tiene una hija. ¿Permitirás que esto pase?—Ainara se quedó en silencio, apretando sus dientes mientras le daba la espalda.—Tú eres como su hija. Levi te ama. No lo defraudes.—pedia Hange, desesperada.

—Puede salvarse solo. Si no es así, entonces no merece ser llamado el soldado más fuerte de la humanidad.—expresó, fríamente.

—Tú, ¿estás diciéndome que tu padre se equivoco contigo?—la desilusión de Hange recorrió como un balde de agua fría toda la espalda de Ainara.—Él decía que tú serías la esperanza de la humanidad.—expresó ella, impotente, mientras que Flotch la sujetaba, aislándola.

—Él se equivocó conmigo, pero contigo también.—indicó Ainara, mirando de reojo a Hange, quien abrió su boca, soltando una bocanada de aire.—Se equívoco en dejarte a cargo.—masculló, dándole una fuerte punzada a esa mujer.

—Yo, ya lo sé.—musitó entristecida, sin creer lo que esa niña le fue capaz de decir, abastecida, Hange dejó que simplemente se la llevaran.

—Sigan, adéntrense en el cuartel, hay que esperar instrucciones del señor Jaeger.—decían los soldados, mientras que Ainara se quedaba detenida fuera del cuartel, viendo el bullicio, hasta que sintió una fuerte presión en su espalda baja.

—No te muevas.—pidió, esa voz que reconoció y la erizo por completo, como si hubiera vuelto a la realidad.—Muévete lentamente hacia esa habitación.—ella asintió, moviéndose con lentitud mientras escuchaba el bullicio de los soldados, señalando a Eren, quien subía esos escalones.

—Imposible.—murmuró Ainara, notando con quien iba acompañado Eren, aquella mujer con cabello despeinado amarrado era capaz de reconocerla donde fuera, no solo fue su amiga, era su familia.—Pieck.—la nombró, notando como iba esposada junto a la niña de cabello castaño, la misma que mató a su gran amiga, Sasha.

—Camina, por favor.—le pidió Porco, empujándola con suavidad al interior de esa habitación, donde cerró la puerta a su espalda.—Ainara.—la llamó, mirándola con detenimiento, ella bajo su arma voluntariamente y en un impulso de desesperación, se abalanzó a él, abrazándolo con fuerza.

—Lo lamento tanto.—expresó ella, sintiendo como Porco la abrazaba fuertemente, él podría ser la única persona que la miraría a los ojos sin juzgarla en lo absoluto.—Pero, que estén aquí no evitará que los destruyamos.—comentó, alejándose de él, para verle detenidamente a los ojos.

—Vienen cientos de soldados. Será un asalto. Estoy diciéndotelo. Nunca he querido pelear contra ti, de hecho, jamás quisiera hacerlo, no solo porque te ame, si no porque estoy seguro que no quieres nada de esto.—decía Porco, con seguridad en su voz, viendo los azulados ojos de Ainara mirar a través de la ventana.

—Ya te lo he dicho, los destruiremos a todos.—infirió, distanciándose de él para mirar por la ventana, como más allá se podían ver sin duda los dirigibles.—No quiero pelear, pero esto es más grande de lo que creen. Y aunque me cueste, lo haré. Es una advertencia.—afirmó, sintiendo como Porco se acercaba a ella con brusquedad, para girarla y mirarla en cuanto Ainara tosió, escupiendo sangre.

—Dime, ¿ellos lo saben?—se preguntó Porco, sujetando el rostro de Ainara.—¿Saben que estás muriendo?—pregunto, con desesperación en su voz, ella negó, sujetando los brazos de Porco.

—Escúchame Porco, te contaré todo lo que pasará, pero tú debes jurarme que no morirás.—recito, por lo cual él asintió, sin saber que esa sería la petición que jamás podría cumplirle.

Abajo de ese cuartel, justo en el sótano donde yacía una prisión, esas personas aún se encontraban ahí, esperando algún tipo de salvación en medio de la perdición donde estaban. Los prisioneros estaban divididos en dos prisiones. Estaban los que no habían bebido del líquido espinal de Zeke, ahí se encontraban seres importantes para Ainara, tanto como el pequeño Falco, hasta por el comandante de las tropas de guarnición, Dot Pixis. Ellos estaban separados de los demás, pero viendo la misma desesperanza que todos. Armin levantó la cabeza, mirando como Mikasa estaba sentada frente a él. Ella también yacía abatida, Eren la había lastimado, pero también, su mejor amiga. Mikasa por alguna razón creía que el mundo le estaba devolviendo sus malas acciones, porque cuando debió apoyar y empatizar con la única persona que la entendió, no lo hizo. Todo este tiempo, le habían dejado a Eren un cargo en sus hombros, pero a Ainara, la dejaron sin hombros y nadie se había dado cuenta hasta ahora. Armin se levantó, estaba desesperado. Sus heridas habían sanados, se encontraba bien y dispuesto para lo que sea, pero usar su poder aquí sería arriesgado, los mataría a todos y era lo menos que quería, porque se necesitaban, necesitaban estar todos juntos.

—Maldición. Aún no puedo creer que Eren se haya atrevido a lastimarlos.—esbozó este, decepcionado.

—Olvídenlo. Ya los perdimos, tanto a él como a Ainara.—opinó Connie, sentado en ese banco, tomando una taza de té que dejó aún lado, enfriándose por completo.

—¿A quién quiere salvar si no es a Eren?—se preguntó Armin en voz alta, anonadado con lo que la mujer que amaba le había dicho horas atrás.—Dijo, "tengo que salvarla".—recito.

—Quizás se refería a Annie.—comentó Connie, sentado en el banco de una manera muy vaga.—Al fin y al cabo es su hermana, dudo mucho que quiera verla en una bola de cristal hasta que muera.—añadió, fríamente.

—Podría ser, pero quizás no es Annie.—infirió Laia por lo bajo, pensativa mientras intentaba de esclarecer la situación para los presentes.

—¿En qué piensas?—le preguntó Jean a quien fue su cuñada, esta que estaba sentada en medio de los pensamientos, mirando algún punto fijo.

—Ainara me enseñó cómo amamantar a Nara. ¿Como una persona que no tiene hijos podría entender eso?—se preguntó, haciendo que todos se detuvieran a mirarla desconcertados, a excepción de Armin quien llevó la mano a su cabeza, negando esa posibilidad.

—¿Es posible?—le preguntó Mikasa, dirigiendo su mirada a Armin, quien bajo la cabeza.

—Si, lo es.—afirmó Armin, aturdido, no imaginaba sin duda alguna esa posibilidad, pero al hacerlo, hacía que su cabeza detonara.

—¿Por qué ocultaría eso por tantos años? Mejor dicho, ¿qué clase de madre abandonaría a su bebé?—se preguntaba Connie, mirando detenidamente a Laia, quien buscaba el contacto visual con Armin, quien sin duda estaba ido.

—La que quiere protegerlo.—infirió la mujer de cabello cobrizo, se levantó de la banca, pensando.

—No, no tiene lógica. Ella no nos ocultaría algo así.—afirmó Mikasa, quedándose parada entre medio de Jean y Connie, mirando a quien fue en algún momento su capitana.

—¿Quién te asegura que no? Ya nos ocultó sus verdaderas intenciones.—esclareció Connie, frío.

—Eso es.—musitó Laia, mirando a esos jóvenes detenidamente.—Existe una probabilidad de que Ainara haya llegado a Marley embarazada, lo más probable cuando nació el bebé, se lo quitaron porque ella no tenía memoria. ¿Y si quizás esa es la razón por la cual sigue avanzando con Eren?—les hizo cuestionar.—Piénselo, tiene lógica. La razón por la cual Ainara está avanzando con Eren es para poder alcanzarla. Te lo dijo Armin, "salvarla", es una niña.—esclarecía esta, mientras que Armin la miraba detenidamente.—Eren es el único ser con poder que puede llevarla hasta ella. Eso es, quieren salvarla.—añadía, con emoción.

—Si realmente es así, debe haber una razón por la cual no nos haya dicho. Y creo, que Eren tiene que ver en esto.—expresó Mikasa, acoplándose a lo que estaban analizando, parecía ser mentira, pero sin duda era lo más lógico que se les presentaba a cada uno de ellos.

—Ahora que lo pienso, tendría sentido.—artículo Jean, dirigiendo su mirada a Armin.—Amigo, es probable que seas padre.—esbozo, creando un suave ambiente entre ellos, una mezcla de felicidad y melancolía que les atravesó.

—Ahora con más razón tengo que salir de aquí.—arremetió Armin, sujetándose de las barandas.

—Vaya, es un gusto volver a verlos, héroes de ShingaShina, pero más gusta me dar ver cómo han entendido las cosas.—todos se levantaron ariscos ante el avistamiento de esa alta mujer, quien los miró a través de los barrotes, sonriente.

—¡Yelena!—la llamaron, en un tono de molestia y furia por su presencia.

—Armin, no quería que fuera de esta manera, realmente me caes muy bien, no solo por llevar el poder de un Dios, si no, por tu manera tan sensata de pensar, pero ahora que lo sabes puedo decirlo, felicidades, eres un padre.—expresó, con un tono de sarcasmo que hizo hervir la sangre de aquel rubio, impactado por la confesión que esa mujer le hizo, no fue el único en quedarse boquiabierto, ni siquiera podían sentirse desilusionados porque Onyankopon la acompañara, no, eso ya no les importaba.

—¿Qué estás diciendo?—le cuestiono Connie, apretando los barrotes fuertemente.—¡Ustedes lo sabían todo este tiempo!—exclamo, con molestia.

—Era la única manera para que ella pudiera prestarnos su poder.—expresó Yelena, creando un silencio.—Ustedes que piensan que es Ainara, ¿una héroe o una villana?—les preguntó, viendo cómo Armin cayó sentado, restregando su rostro.

—Tengo una hija.—fue lo único que susurró, sintiendo su corazón palpitar fuertemente.—Dime Yelena, ¿donde está?—le preguntó, por un momento se imaginó un sin fin de rostros, pero ninguno procedía en imaginarse a una pequeña.

—Para poder llegar hasta ella, primero hay que destruirlo todo. Esa, fue la única condición que le puso Zeke a Ainara cuando se la quitó, hace cuatro años.—expresó fríamente aquella mujer.—Todo está conectado. Siempre ha sido así.—añadió, en satisfacción a lo que decía.

—Son unos monstruos.—musitó Mikasa, visualizando directamente a los ojos a Yelena quien la evadió.—Si no nos dices ahora donde está su hija, yo misma clavará mi hoja en tu cuello y tu cabeza, será mi trofeo hasta mi muerte.—amenazo Mikasa, fríamente.

—Toma asiento.—pidió Yelena, mirándolos.—Les contaré héroes de ShingaShina, mis verdaderas intenciones.—esbozó ella, captando su atención.

Ainara caminaba con lentitud por aquellos pasillos. Ahora, era inevitable no pensar y narrar sus sentimiento, lo único que había en su mente, eran esas pequeñas manos que acariciaron su rostro aquel amanecer de la primavera, donde un llanto se volvió algo extraordinario y una vida que trajo con la suya, un presagio que se adueñaría de cada una de sus emociones. Se detuvo, en aquel oscuro pasillo donde las antorchas alumbraban poco. Sus ojos se humedecieron, así que ella tan solo los restregó. No derramaría lagrimas, ella no estaba dispuesta hacerlo, era fuerte y no dudaba de eso, había callado su dolor durante cuatro años. También, había lastimado a las personas que amaba, pero estaba dispuesta hacerlo nuevamente. Tosió, llevando la mano a su boca, la sangre sobresalió. Anonadada la limpio con la pared, intentando de evadir esos oscuros pensamientos que la someterían a rendirse, ella no podía rendirse, tenía que hacerlo, porque era la única opción. Levantó la cabeza cuando escuchó unos pasos, los azulados verdosos ojos de aquel joven la miraron y examinaron, la pena, la tristeza que ambos compartían, los unió desde el primer día que se conocieron. Eren se acercó a su amiga, a la más que confiaba y admiraba, por su valentía y lealtad, la salvaría hasta el final, a cualquier costo.

—No tienes que hacerlo.—indicó Eren, con una fría voz mientras sostuvo la mano ensangrentada de su amiga.—Puedo avanzar solo desde aquí.—afirmó, mirándola con detenimiento.

—Entonces no serviría de nada mis sacrificios.—musito ella, mirándolo de la misma manera.—Lo acabaremos juntos. Te lo prometo.—añadió.

—Ya lo saben.—Ainara giró su mirada, notando la presencia de aquella alta y rubia mujer.—Saben la verdad.—expresó fríamente, mirándola.

—¿Cual de las dos?—le preguntó Eren, mientras que la mujer se acercaba a él con respeto, pero era más la admiración.

—La razón por la cual Ainara está haciendo esto.—respondió Yelena, mirando con frialdad la sombra de la mujer que se acercó hasta ellos cuando una puerta se abrió, mostrando varios soldados, entre ellos, Onyankopon.

—Vaya, ya te rasuraste esa barba.—expresó con sarcasmo Pieck, en cuanto alineó su mirada fijamente con la de Yelena.—¿Te gustaba su barba, prima?—dirigiéndose hacia Ainara, Pieck solo se llevó una mirada fría de esta, quien la evadió, avanzando hasta la azotea, donde la brisa del aire fresco les azoto.

—Eren, confiar en esa mujer es demasiado peligroso.—comentó Yelena, viendo como Pieck avanzaba esposada aún lado de Gaby, al borde de la azotea donde todos yacían mirándoles.

—Si lo sé, es mutua la desconfianza que sentimos el uno por el otro.—respondió Eren, fríamente.—Ainara, prepárate.—pidió este, por lo cual ella asintió, despejándose de todos esos soldados en cuanto Eren empezó avanzar hacia Pieck.

—Por cierto, aún no usas el poder del titán fundador, ¿en donde esta Zeke?—se preguntó Pieck, girándose para ver a Eren curiosa.

—Tranquila, pronto lo sabrás. Ahora, muéstrame donde está el enemigo.—pidió Eren, mirando detenidamente a Pieck, la brisa removía su cabello y Ainara tan solo se quedó ahí, viéndola.

—Ahí está.—afirmó ella en cuanto se giró, señalando a Ainara, quien sonrió de lado para así, ver como los escombros se rompieron debajo de Eren en cuanto el titán mandíbula derivó.

—Hija de puta.—esbozó Ainara, llevando su mano a la boca para desprender con sus dientes la piel, y notar como Pieck abrió sus ojos grandemente en cuanto los rayos del cielo cayeron encima de ella.—Ahora si conocerán quién es la hija de Erwin Smith y Averly finger.—masculló ella, en medio de los músculos que se unían a sus mejillas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro