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𝐪𝐮𝐢𝐧𝐜𝐞

Un sueño lejano.

—Ainara, levántate.—sentía como me removían, poco a poco empecé abrir los ojos, mientras que sentía como me jalaban el cabello.—Levántate.—la voz de Laia se esclarecía, abrí los ojos con pesadez, visualizándola aún lado de mi, mientras sostenía a Nara en sus brazos, quien se estiraba para jalarme el cabello.

—¿Qué hora es?—le pregunté, notando sus ojos rojizos y con bolsas oscuras debajo de ellos.

—Es temprano. Hice desayuno.—musitó, con una voz apagada y deteriorada en la tristeza.—Date un baño y baja a comer, por favor.—me pidió.

—¿Dónde está Levi?—le pregunté curiosa, levantándome con cansancio para verla girarse y verme detenidamente a los ojos, me dio una mirada llena de desesperanza que me heló, jamás la había visto así, parecía muerta en vida.

—Él se ha ido. Custodiará a Zeke.—un amargo sabor bajo por mi garganta en cuanto revelo eso.—No quería que lo supieras. Lo lamento.—me dijo, en un tono bajo, le dolía mencionarlo.

—¿Por qué?—pregunte, con molestia.—¿Por qué puedo perder la cabeza y matarlo?—cuestione, ella tan solo soltó a la pequeña niña de sus brazos para dejarla gatear en el suelo y así, sentarse agobiada en el sofá de esa oficina en su casa.

—Por favor Ainara, solo queremos que descanses. Has estado trabajando mucho.—dijo ella, cubriéndose el rostro con sus manos.—Me siento sola. Y, tengo miedo de que algo malo pueda pasarles a ti o a Levi.—esbozo entristecida.

—Pa... pa... —veía a Nara en el suelo, sentada mientras que sostenía una cobija y la revolcaba.

—No voy a dormir en paz hasta que ese cabrón este muerto.—masculle, sintiendo toda la agonía de mi rencor en el corazón, ella tan solo suspiro sin decirme nada.

—Incluso aunque lo mates, eso no traerá a tu padre o a mi hermana con nosotros otra ves.—dijo en un tono bajo, haciéndome detener en seco, para así, recoger mi chaqueta marrón de la legión e irme.

No. Ella tenía razón, no importa el odio que tenga, eso jamás podría traer de regreso a las personas que ese hombre me quitó, pero la calma de que sus muertes no fueron en vano, llegarían a mi. Tome mis equipos de maniobras tridimensionales, ajustándolos en mis caderas con fuerza, para evitar la movilización de estos, en caso de que sucediese algo. Salí de la casa, visualizando aquel caballo negro. El capitán Levi lo había domado y entrenado desde hace años, pero sin duda la leve conexión que había conmigo y el, me hacía también ser digna de usarlo. Me monte en él, acariciando su pelaje para así, sostener las cuerdas. Aunque el capitán Levi no haya querido decirme dónde iría, solo habría un lugar para un bufón como el titán bestia, el bosque de los árboles gigantes eran el hotel de cinco estrellas donde sin duda podría estar. Arremetí las cuerdas contra la piel del caballo, alentándolo a cabalgar con prisa a temprana hora de la mañana. La brisa era fresca, a penas el sol estaba saliendo y aunque mi estomago estuviera vacío, yo debía asegurarme que donde estuvieran, fuera más seguro que nunca, porque no soportaré una pérdida más y menos si se tratase del capitán Levi. Sabiendo de la gran enemistad que alberga entre él y Zeke Jaeger, no puedo confiar en Levi esta ves y menos si está custodiando a ese salvaje.

El hecho de tener en mi mente, la fría y morbosa imagen de mi padre tendido en el tejado de aquella casa, me cegaba el pensar con sensatez. Arremetí más contra el caballo, abusaba de sus límites, pero era así como se sentía perder la estabilidad emocional y convertirte en una persona llena de oscuridad. Cabalgando, mientras que mi cabello estaba en el aire junto a la ventisca, intentaba de evadir cada pensamiento que llegaba hasta mi. Desde la roca aplastando a Jana, a la sangre salpicar por el aire. Negaba, negaba y negaba, pero no podía, la veía una y otra vez, aplastada frente a mi, soltando un quejido. Mis manos temblaron, por lo cual detuve el caballo en seco para tomar una bocanada de aire. Estaba perdiendo la razón, jamás había estado en este punto de locura como ahora. Las gotas de sudor bajaban por mi rostro, el bosque ya no estaba tan lejos. Así que me tome un momento para intentar de evadir esos recuerdos. Necesitaba seguir avanzando, ya no quería ver eso, ya no quería verme en el suelo mientras rasgaba mis uñas llenas de sangre con tal de quitarle las rocas que aplastaron todo su cuerpo hasta dejarla sin aire. Suspire, exhausta para bajarme del caballo cuando note la presencia de varios soldados, los cuales con prisa y recelo se acercaron a mi.

—Capitana Smith, ¿en qué podemos ayudarle?—me preguntó uno, quien me saludó formalmente.

—¿Dónde está el capitán Levi?—le pregunté, adentrándome al bosque mientras veía las formaciones de los soldados, bajando suministros de las carretas que aún seguían aquí.

—¿Qué carajos haces aquí?—ante mi pregunta, no tarde en mirar adelante para ver cómo el capitán Levi Ackerman me daba frente.—Dime.—pidió, acercándose a mi con recelo.

—¿Crees que no puedo ser capaz de custodiarlo?—le pregunté, sintiéndome subestimada.—¿Dónde está?—volví a cuestionar, mientras que el capitán me aislaba de los demás, mirándome.

—No. No puedes ser capaz.—respondió con hostilidad en sus palabras.—Vuelve a casa.—pidió, dirigiéndome hacia el caballo.

—No.—denegué su petición, con una actitud que pareció no gustarle, pues me miró frío.—Tú no eres quien para hacer esto. Soy yo, seré yo.—le dije, señalándome, viéndolo desconcertado.

—No estás lista.—justificaba, aislándome de él para acercarme al caballo, pero enojada e impotente, empuje su agarre.

—¡No!—negué, con mis labios temblorosos.—Ya no soy una niña, Levi. Ya no lo soy, no me subestimes.—le decía, viéndolo mirarme.

—No te estoy subestimando. Te protejo.—interrumpió, dándome una mirada vaga y vacía.—Pero, ya no sé ni siquiera a quien estoy protegiendo.—indagaba, examinándome.

—Vaya, capitán Levi, no sabía que traerías a tu niña prodigio hasta acá.—la voz de aquel hombre me erizo, como si nunca lo hubiese escuchado, como si jamás, hubiera compartido con él cuando había sido así, cuando Zeke y yo, nos sentábamos juntos a charlar en Marley.—Ainara, ha pasado tiempo. ¿Por fin podremos hablar?—la sangre me hirvió, la mirada del capitán Levi fue fría e intentó sostener mi mano mientras aquel hombre levantaba su mano en forma de saludo.

—Maldito... hijo... de puta... —indique, apretando mis dientes para soltarme del agarre del capitán.

Apreté mis dientes con impotencia, sacando de mis equipos de maniobras tridimensionales las hojas. El rostro de Zeke se tenso, su semblante no tardó en cambiar, llenándose de asombro. La multitud de soldados se acercó a mi, pero yo solo quería darle una punzada en su pecho, quería que sintiera dolor y sufrimiento. Mi hoja atravesó la palma de su mano, el grito ahogado de él llegó hasta mis oídos, pero no tarde en acercarme a él para aguantar sus hombros y llevar mi rodilla hasta su parte íntima. Se retorció, en medio del vapor que sobresalía de su palma, cayó tumbado al suelo conmigo. La saliva salía de mi boca, mientras refunfuñaba y llevaba mis nudillos hasta su rostro, golpeándolo de manera brutal. Mi corazón palpitaba, en medio del brote de imágenes que volvió abrumarme, solo para darme más rencor. Sus ojos claros me miraban, ella me sonreía mientras buscaba abrazarme. Su mirada, su cabello cobrizo y en cómo corría para abrazar a Laia eran imágenes que no podía borrar, mucho menos el llanto de esa mujer en las noches por la ausencia de su hermana. Los anteojos de ese hombre volaron, en medio de los golpes que el capitán Levi quería detener, un grito ahogado de mi tristeza sobresalió. Como la sangre espesa deslizándose por el suelo, ante la abertura de la palma que le hice.

—¡¡Basta, fue suficiente!!—me dijo Levi, separándome de Zeke, quien estaba aturdido en él suelo, buscando poder respirar y regenerar la energía en su herida abierta.—¡¡Basta!!—volvió a pedirme el capitán Levi, en medio de un grito ahogado de su parte, lleno de un enojo que no conocía, mientras que los soldados se esparcían.

—Usted, no lo entiende.—le dije, con mi respiración entrecortada.—¿Como puede estar frente a él y soportarlo?—le pregunté, con mis ojos humedecidos.—¡¡Fue él quien los mató!!—grite, señalando a Zeke, quien era levantado.

—¡¡Porque le hice una promesa a tu padre antes de mandarlo a morir!!—mi cuerpo se heló por su grito, no era el tono de voz, era lo que había dicho.—Es por eso, que seré yo quien lo mate. Porque la venganza es un plato que se come frío.—emitió, fríamente.—No sé que carajos pasa contigo, pero arréglalo.—me dijo, dándome la espalda.

—Ya no puedo.—musité con frialdad, viéndole detenerse en seco, para girarse y mirarme de reojo.—Ya no puedo, capitán Levi.—recite.

—Entonces busca una forma.—respondió, cortantemente.—O te sacaré de la misión. Aunque me odies.—expresó, para irse.

Jamás había tenido esa tensión con él. Ni siquiera nunca una confrontación, de hecho, era la primera ves que desobedecía las órdenes del capitán Levi y que él me mirara de esa forma, que me miraban todos, sin duda alguna me partía el alma. Tanto como me dio la espalda, no tarde en yo también dársela de una manera amarga y fría. Yéndome, me monte en el caballo y volví a su casa. Con la esperanza de que cuando regresara, pudiéramos estar bien, pero tanto yo como él, sabíamos que no nos veríamos por un tiempo. Deje que el agua recorriera por toda mi piel. Me tumbe contra la pared, mientras que mis lágrimas bajaron, viendo la sangre de mis nudillos desplazarse por el suelo. Me deslicé por la pared, sollozando. Realmente había perdido la cordura y ni siquiera a esta altura me conocía. Solloce en un tono bajo, explotando de todas las emociones que no podía sacar a la luz, esas que me estaban comiendo por dentro como una bacteria hasta podrirme lo más puro de mi alma. Lleve la mano a mi boca, tapándome, no quería que nadie me escuchara, no quería que nadie supiera que en realidad estaba pasando, solo se que necesitaba sacarme todo este dolor que albergaba en mi pesado corazón. Todo va estar bien, si, todo estará bien.

Me seque, como también seque mis lágrimas. Me vestí y así mismo, me fui peona de una tristeza que nadie podía quitarme. Intentando de refugiarme en los demás, solo dejaba ver lo desesperada que estaba para que me salvaran. En estos momentos, solo quería tener cerca a Armin. No podía dejar de pensar en él, ni siquiera en su mirada tan suave. Y ahí, ahí estaba él. Sentado en el otro extremo de la sala, mientras que Jean y Connie yacían ahí junto a Mikasa, me mantenía en silencio sin decir nada, observando detenidamente a Armin. Suspire, sentada en el sofá me cubría con las almohadas tan cómodas. Tanto, que culmine acostándome y colocando mis piernas encima de la falda de Mikasa. Ella me miró, noto que estaba buscando consuelo en ella, así que tan solo sostuvo mis piernas y se quedó ahí, escuchando a los demás. Mientras eso sucedía, yo miraba cómo Armin estaba parado frente a la ventana. Él se giró, en silencio y mirando hacia donde yo estaba, para sentarse frente a mi. Sus azulados ojos me atraparon, me miró tan fijo, como yo lo miraba a él. Sin duda el recuerdo de la noche anterior hizo que mis mejillas se sonrojaran, porque sin duda había dolido algo placentero y salvaje para ambos. Quería repetirlo, quería más.

—Oí que Pixis encerró a los soldados voluntarios.—contó Armin, mirándolos a todos, haciendo que le miraran desconcertados.

—¿Encerró a los soldados voluntarios? Jamás pensé que el comandante Pixis haría algo tan extremo.—comentó Jean, mirando a Armin.

—El cuerpo de exploración parece tener vínculos con ellos, por eso no reportaron nada.—explicó este, sentado aún lado de Jean.

—Supongo que no se podía evitar. Mientras no sepamos qué trama Zeke, estamos en peligro. Además, esta Eren que aceptó su plan. Solo ellos dos saben que hablaron realmente.—expresó Jean, pensativo y frustrado.

—¿Ustedes creen que ese es Eren? Yo no lo creo. Ese no es Eren.—musitó Connie, dudoso mientras miraba la ventana.—Si está del lado de él, y no del de nosotros...

—¿Qué harías si es así?—pregunto Mikasa, mirándole fríamente, sintiendo la tensión no tarde en pararme del sofá.

—¿Qué te paso?—Armin sostuvo mi mano con delicadeza, notando mis rasgados nudillos, en silencio, me solté de su mano, evadiendo su mirada.

—Debemos estar preparado para matarlo.—respondió Connie, en medio de su tensión con Mikasa.

—¡No lo permitiré!—exclamó ella, en medio de su desesperación, afligida al sentimiento que tenía por Eren.

—¿Tú también estarás de su lado, Mikasa?— le pregunto Connie, mirándola desconcertado.

—Eso no pasará. Eren nos quiere más que a nadie, ustedes lo saben. Es posible que se haya vuelto agresivo hacia toda la gente, menos con nosotros. Todo es porque se preocupa por nosotros.—decía, cabizbaja y apenada.

—No lo creo. Sin importar lo fuerte que fuese, siempre evitaba pelear, pero hizo que Armin explotara la flota de Marley, y te envío al campo de batalla.—hablo Jean, dirigiéndose a ellos.

—Es porque sabe que puede confiar en nosotros. Si no hubiésemos ido, Eren no habría podido hacer nada.—justificaba Mikasa, yo tan solo me acercaba a la puerta, para irme.

—¿Qué crees que hizo Eren cuando se enteró que Sasha murió? ¿Crees que lloro? ¿Crees que se lamentó?—pregunto Connie, mirando a Mikasa.—Se río mientras Ainara estaba colapsando en el suelo con el cuerpo de Jana.—contestó Connie, a lo que yo, me helé.—¿Qué habrá sido tan gracioso? ¿Qué tiene de gracioso que Sasha haya muerto? Explícame porque Eren se rio Mikasa, tú que sabes todo de él.—pidió, fríamente, creando un leve silencio.

—Eren no se rio de que Sasha haya muerto. Solo sentía impotencia.—murmuré, pero ninguno de ellos me había escuchado.

—¿Y qué pasa si quiere lo mismo que Zeke?—preguntó Jean, en medio del tenso silencio.

—El cuerpo de exploración tiene una segunda opción. Darle el fundador de Eren a alguien de confianza, esa es la segunda opción.—contó, para así, yo abrir la puerta y salir inesperadamente.

—¿Qué le está pasando?—fue lo último que escuché de Connie, mientras que las gotas de lluvia caían encima de mi, humedeciéndome.

—¿A dónde vas?—me giré, viendo como Armin salía de la casa, dejando que las gotas de lluvia cayeran encima de él.

—Entra. Yo me iré, quiero descansar.—expresé, en un tono suave y sutil, pero aún así, Armin se acercó a mi.—Maldición Armin, solo déjanos ir. ¿Si?—le pedí, mi cabello se humedecía cada ves más, como el suyo.

—¡No, maldita sea no!—exclamo, en un tono alto que me sobresalto.—¡Todo lo que te dije aquel día fue mentira, fue una maldita mentira!—exclamo.

—Armin, ¿qué estás diciendo?—le pregunté, con mi rostro decaído y empapado de las gotas de lluvia que humedecían el césped, haciéndolo fangoso.

—¿Crees que deje de amarte? ¡Ni tan solo un día pude dejar de hacerlo Ainara, maldición!—decía, frustrado, acercándose más a mi.—¡No puedo dejar de amar a la primera chica que mis ojos desearon ver para siempre, yo también me entregué a ti, aún siendo un cobarde me atreví a enamorarme de ti, lo hice y aún lo hago!—exclamo, sosteniéndome por los brazos.—Eres la única mujer en la que pienso, día y noche.—añadió, por lo cual respire hondo y negué.

—Armin, basta por favor. No quiero oírlo.—le pedí, queriendo aislarme de él, porque ya no quería hacerlo sufrir más, quería protegerlo, como sé que él a mi.

—¡Lo oirás, lo oirás!—me decía.—¡Ainara te amo, te amo como no tienes idea! Por favor, vuelve conmigo. Te lo suplico, te necesito conmigo.—mis labios temblaron, mientras que un alivio me recorrió al oír eso.—¡No sé que te pasa, pero por favor, quédate conmigo!—exclamo, abrazándome fuertemente, por lo cual solloce, abrazándolo.

—Te amo Armin, te amo como no tienes idea.—musité, sintiendo como me aferraba a él, como si nunca quisiera dejarme ir, mientras lo abrazaba en medio de esos sollozos, la puerta de la casa se abrió, mostrándolos a todos.—Perdóname, no estoy bien.—me atreví a decir, para así ver cómo Mikasa se acercaba a mi junto a Jean y Connie, para todos ellos abrazarme con fuerza.

—Estamos aquí, aún seguimos aquí.—dijo Connie, bajo la lluvia junto a todos, haciéndome sollozar fuertemente, porque sin duda sabía que aunque estuvieran ahí, yo sería la que algún día no estaría, mi sueño más lejano, era tener una larga vida con ellos y eso, no sería.

—Chicos, por favor, perdónennos.—esbocé, apretándolos fuertemente contra mi, ellos no entendían y se que tampoco entenderían, pero así era como debía ser, así era como debía ser para Eren y para mi.

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