🥀𝟖🥀
El miércoles comenzó con un aire inusualmente tranquilo para Jimin.
Todo parecía en calma, pero en el pecho de Jimin algo pesaba, denso, como una cuerda invisible tirando hacia abajo, justo donde la brisa fresca no podía llegar.
Sus pasos, normalmente ligeros y seguros, hoy avanzaban con una rigidez que no era fácil ignorar. Sentía el suelo bajo sus pies como un obstáculo más que un apoyo, mientras sus manos buscaban refugio en la correa de su mochila.
Los dedos se enredaban y desenredaban, moviéndose en un gesto automático que no lo calmaba. La conversación de la noche anterior seguía flotando en su mente. Las palabras que había dicho a su padre... ¿fueron una liberación o solo un nuevo lastre?
Cuando finalmente divisó su mesa habitual, la sensación de normalidad le golpeó como un jarro de agua fría. Soo Hee estaba inclinada sobre su termo, haciendo girar la tapa sin propósito, mientras Taehyung, con el ceño fruncido, trazaba algo en su cuaderno, probablemente otro de sus bocetos impulsivos.
Todo parecía igual que siempre. Pero Jimin sabía que ellos notarían su estado. Siempre lo hacían.
—Ah, el hombre del momento —saludó Taehyung, levantando una mano perezosamente, sin molestarse en mirar hacia arriba.
Jimin no respondió. Dejó caer su mochila al suelo y comenzó a sacar sus libros, sus movimientos mecánicos, casi robóticos. Soo Hee lo observaba con la misma intensidad calculada que alguien estudia un rompecabezas, como si intentara juntar las piezas de algo que no encajaba.
—¿Dormiste bien? —preguntó Soo Hee al fin, su voz suave pero certera, como una cuerda bien tensada que siempre encontraba el lugar preciso para cortar.
—Lo suficiente. —Pasó las páginas de su cuaderno con una calma que no sentía, sin levantar la mirada.
El sonido del bolígrafo de Taehyung contra el papel llenó el silencio. Pero Soo Hee no era de las que dejaban las cosas al azar. Sabía cómo romper barreras sin forzar.
—Ese mensaje que mandaste anoche... —Dejó que la frase flotara unos segundos en el aire, mientras sus dedos tamborileaban contra la mesa—. No es algo que hagas normalmente. ¿Pasa algo?
Jimin cerró el cuaderno de golpe. La tensión en su mandíbula era visible, pero su voz, cuando habló, intentó parecer firme.
—Estoy bien. Solo... pensé en ustedes y quise decirlo. No hay más. —El filo de sus palabras era evidente, pero incluso él notó que sonaban huecas.
Soo Hee y Taehyung intercambiaron una mirada rápida. Taehyung, que normalmente llenaba cualquier silencio con bromas, dejó el bolígrafo a un lado y se recostó en la silla, cruzando los brazos.
—Fue bonito y todo, Jimin, pero... no es muy de tu estilo. Si algo te pasa, dilo. —Aunque su tono mantenía algo de calidez, había en él un matiz serio, un recordatorio de que las bromas podían esperar.
Jimin desvió la mirada. Sus dedos comenzaron a trazar círculos invisibles en la superficie de la mesa, como si estuvieran buscando una salida que no existía.
—Solo fue un día difícil. —La respuesta salió con dificultad, su voz baja, casi un susurro.
Taehyung se inclinó hacia adelante, dejando que el silencio hablara por él. Soo Hee, en cambio, no apartó los ojos de Jimin. Sus dedos entrelazados descansaban frente a ella, mientras su expresión paciente dejaba claro que estaba dispuesta a esperar.
El suspiro de Jimin fue largo, como si estuviera soltando algo que había guardado demasiado tiempo. Cerró el puño sobre la mesa, mirando hacia un lado, antes de volver a hablar.
—Bien, lo admito... no fue solo un día difícil. —Su voz se quebró levemente, pero no intentó ocultarlo. Alzó la mirada hacia ellos, sus ojos oscuros cargados de algo que había luchado por reprimir—. Ayer... discutí con mi papá.
—¿Qué pasó? —preguntó Soo Hee, su voz tan suave que apenas rompía el aire entre ellos.
Jimin tamborileó con los dedos sobre la mesa. Cada palabra parecía salir con un peso tangible, como si tuviera que arrastrarla desde el fondo de su pecho.
—Fue... lo mismo de siempre. —Su mirada se perdió en una esquina de la mesa—. Habló de mis estudios, de cómo tengo que ser perfecto, de lo mucho que espera de mí. Y yo... simplemente no pude más.
Su mandíbula se tensó, y sus dedos se detuvieron. Bajó la cabeza, dejando que su cabello cayera como un velo entre él y la mirada de sus amigos.
—Le dije cosas que llevo guardando años. —Vaciló, su voz temblando ligeramente—. Que no siempre puedo cumplir con lo que él quiere. Que su idea de perfección me hace sentir como si nunca fuera suficiente.
El silencio volvió a instalarse entre ellos, pero esta vez no era incómodo. Soo Hee apoyó la barbilla en una mano, observando a Jimin con ojos llenos de empatía. Taehyung, que había permanecido callado, extendió una mano hacia la mochila de Jimin y la empujó suavemente hacia él, un gesto pequeño pero significativo.
—También mencioné a mi mamá —añadió Jimin, casi en un susurro que apenas superó el ruido de fondo—. Y sé que no debería haberlo hecho.
El ambiente pareció tensarse con esa sola palabra. Soo Hee exhaló despacio, sus ojos fijos en él.
—¿Cómo reaccionó? —preguntó Taehyung, con cautela.
—Se enojó. —Jimin se encogió de hombros, un gesto breve y rígido—. Pero también creo que lo lastimé.
La confesión flotó en el aire por unos segundos. Soo Hee extendió una mano hacia él, pero se detuvo a medio camino, dudando.
—¿Y tú cómo te sientes con eso? —preguntó finalmente, mezclando preocupación con algo parecido a comprensión.
Jimin dejó escapar una risa amarga, negando con la cabeza.
—No lo sé. —Sus ojos se alzaron para encontrarse con los de Soo Hee—.
Ella asintió lentamente, su expresión suave, aunque difícil de descifrar.
—A veces, sentir algo... o no sentirlo... no significa que estés mal. —Esbozó una pequeña sonrisa, apenas perceptible, como un acto de compañía más que de consuelo—. Solo significa que estás procesándolo.
Taehyung apoyó un codo en la mesa, rompiendo la tensión con una sonrisa casual.
—¿Sabes qué necesitas, Jiminnie? Un descanso. Pero de verdad, nada de libros. Algo donde apaguemos las luces y finjamos que el mundo no existe.
Jimin dejó escapar una risa breve, pero genuina.
—Gracias, chicos. En serio.
Soo Hee le dio un ligero apretón en el brazo antes de retirarlo, un gesto pequeño pero reconfortante. Taehyung, al otro lado, volvió a su cuaderno, trazando garabatos que esta vez no parecían tener forma alguna. Poco a poco, la calma regresó a la mesa, aunque los ecos de la conversación aún resonaban dentro de Jimin.
El nudo en su pecho seguía ahí, persistente pero menos opresivo. Era un cambio casi imperceptible, suficiente para que pudiera respirar un poco más libre. Sacó el bolígrafo y comenzó a escribir en su cuaderno, dejando que la tinta llenara las líneas en blanco mientras su mente vagaba.
Soo Hee rompió el silencio, su voz suave pero firme, como quien busca anclar a alguien que está a punto de perderse:
—Siempre estamos aquí, Jimin. —Sus ojos lo encontraron, cálidos, sinceros—. No tienes que hacer esto solo.
Jimin no estaba acostumbrado a depender de nadie, pero la honestidad en la voz de Soo Hee le hizo pensar que, tal vez, no tenía que cargarlo todo por sí mismo.
Taehyung, que había estado inclinado sobre su cuaderno, levantó la mirada con una sonrisa que recuperaba su tono habitual, ligera y bromista:
—Si necesitas despejarte, propongo una noche de películas. Pero, por favor, nada de dramas médicos. —Hizo una pausa teatral, levantando las manos como si estuviera ante un juez—. Algo donde nadie tenga que salvar al mundo. Mejor aún, sin una sola escena en un hospital. Lo digo en serio.
Jimin dejó escapar una pequeña risa, breve pero genuina, que rompió parte de la tensión. Soo Hee, animada por la reacción, entró en el juego:
—O una pijamada como las de antes. —Su sonrisa se ensanchó, llenando el aire con una ligereza que lo hacía más respirable—. Cobijas, películas malas, y Taehyung quejándose de todo mientras no suelta las palomitas.
—¡Oye! —protestó Taehyung, llevándose una mano al pecho con fingida indignación—. Solo digo que si hacemos algo, tiene que ser épico. Nada de películas cursis donde el protagonista no se queda con la chica al final.
Otra sonrisa se dibujó en los labios de Jimin, esta vez más amplia. La calidez en su pecho comenzó a extenderse, deshaciendo poco a poco la tensión. No era un alivio completo, ni cerca de resolver lo que lo inquietaba, pero era algo. Una chispa diminuta que iluminaba lo suficiente.
El resto del día pasó como en un borrón. Apenas había terminado de recoger sus cosas cuando comenzaron las reuniones con los delegados de su clase. Eran temas rutinarios: fechas de entrega, ajustes en los cronogramas, pero cada palabra le caía como una piedra. Su mente divagaba entre las tareas que se acumulaban y las palabras que le había dicho a su padre la noche anterior.
"¿Hice lo correcto?" Esa pregunta parecía acompañarlo a todas partes.
Después de la reunión, las clases se sucedieron una tras otra, dejando poco espacio para respirar. Entre apuntes apresurados y explicaciones que pasaban de largo, Jimin solo podía seguir el ritmo sin detenerse, moviéndose como un autómata.
Cuando terminó la última clase del día, el cielo ya había comenzado a teñirse de naranjas y rosas, y un cansancio abrumador lo golpeó. Pero no solo era físico; había algo más profundo, un agotamiento mental que parecía haberse instalado en él como un huésped no deseado.
No había tenido tiempo ni para almorzar. Apenas un café frío y una barra de cereal comprada a toda prisa en la máquina del pasillo. Se detuvo un momento en el patio central, observando cómo el sol comenzaba a descender detrás de los edificios del campus.
Sentado junto a la ventana del aula, dejó caer la cabeza entre las manos por un momento.
Finalmente, llevó la mano a su bolsillo y sacó su teléfono. Lo sostuvo frente a él, mirando la pantalla como si esta pudiera darle alguna respuesta. Su dedo tembló sobre el botón de llamada antes de decidirse.
Presionó el contacto de Daejun, y llevó el teléfono al oído mientras contenía la respiración. El silencio fue interrumpido por un bip prolongado, constante y frío. Un sonido vacío, monótono, que se repetía cada pocos segundos, como una barrera invisible que le impedía alcanzar al otro lado.
El sonido era casi peor que no haber llamado. No era un "no", pero tampoco un "sí". Solo una desconexión que dejaba clara la distancia entre ellos. Bajó lentamente el teléfono, mirándolo como si la pantalla pudiera ofrecerle algo más que ese pitido seco.
Por un momento, quiso intentarlo de nuevo, pero sabía que no serviría de nada. Guardó el teléfono en el bolsillo, cerrando los ojos mientras exhalaba un suspiro pesado. Ese bip prolongado seguía resonando en su mente, más ruidoso que cualquier palabra que pudiera haber dicho.
Era frío. Tan frío como el silencio que había entre ellos desde hacía tanto tiempo.
Aún sentado junto a la ventana, sintió cómo el nudo en su pecho se hacía más opresivo. Bajó la mirada hacia el cuaderno abierto, donde la última página estaba llena de palabras torcidas que apenas podía leer. Una sola línea, escrita con más fuerza que las demás, destacaba:
"No puedo ser lo que esperas de mí."
Siempre había creído que si trabajaba lo suficiente, podría estar a la altura. Pero ahora, en el aula vacía, se sentía más lejos de eso que nunca. Y lo peor era saber que, quizá, nunca lo lograría.
El aula estaba sumida en un silencio casi absoluto, interrumpido solo por el leve crujir de las páginas de su cuaderno al pasar. Jimin intentaba concentrarse en las palabras que había escrito, pero la tinta parecía distorsionarse frente a sus ojos, como si el peso de sus pensamientos se reflejara incluso en el papel.
Entonces, sin previo aviso, las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos. Al principio trató de parpadear rápidamente, de mantenerlas a raya, pero no pudo contenerlo. Cerró los ojos con fuerza y dejó caer la cabeza sobre sus brazos, apoyados en la mesa. Las lágrimas cayeron en silencio, calientes y rápidas, empapando las mangas de su chaqueta.
Había tratado de mantenerse firme todo el día, de cargar con las emociones sin dejar que lo aplastaran, pero ahora, en la soledad del aula, todo se desbordó. No eran solo las palabras de su padre, sino algo mucho más profundo, algo que llevaba años enterrado.
El sonido de la puerta al abrirse lo tomó por sorpresa. Jimin alzó la cabeza rápidamente, tratando de limpiarse las lágrimas con el dorso de la mano, aunque sus ojos todavía estaban rojos y húmedos. Soo Hee y Taehyung estaban allí, de pie en la entrada, mirándolo. Por un momento, nadie dijo nada. No había necesidad de explicar lo que estaba pasando; la tristeza era evidente.
—No quería interrumpir —dijo Soo Hee con suavidad, avanzando un paso dentro del aula—, pero tampoco quería dejarte solo.
Taehyung permaneció junto a la puerta por un momento más, como si estuviera sopesando qué decir. Finalmente, cerró la puerta detrás de él y se acercó lentamente, dejando caer su mochila en el suelo.
—Jimin... —empezó, con un tono más serio de lo habitual—. Si necesitas que nos vayamos, dilo. Pero si necesitas que estemos aquí, dilo también.
Jimin apretó los labios, luchando contra el nudo en su garganta. Bajó la mirada hacia la mesa, sus dedos tamborileando contra la superficie mientras las lágrimas volvían a acumularse en sus ojos.
—No —susurró al fin—. Quédense, porfavor.
Soo Hee se sentó frente a él sin decir nada, sacando un pañuelo de su bolsillo y deslizándolo hacia él. Jimin dudó antes de tomarlo, pero cuando lo hizo, sintió el gesto más reconfortante de lo que esperaba. Taehyung tomó asiento a su lado, apoyando los codos en la mesa mientras lo observaba en silencio, dejando que el momento fluyera.
—Ya les conté lo de mi papá antes... —empezó Jimin, su voz baja y temblorosa—. Pero hay algo que nunca les dije. Algo que nunca le dije a nadie.
Ambos amigos intercambiaron una mirada rápida, pero ninguno lo interrumpió. Soo Hee inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos fijos en él, mientras Taehyung simplemente asintió, dándole espacio para continuar.
—Es sobre mi mamá —dijo finalmente, y el peso de esas palabras pareció llenar la habitación.
Taehyung levantó ligeramente las cejas, mientras Soo Hee entrelazaba las manos sobre la mesa, sin apartar la vista de él.
—Cuando era pequeño, mi mamá y yo éramos muy unidos. —Jimin soltó una risa amarga, pero su mirada seguía fija en la mesa, incapaz de enfrentar a sus amigos—. Ella siempre estaba ahí para mí. Me hacía sentir... seguro. Feliz. Mi papá decía que eso era una debilidad. Pensaba que ella me estaba malcriando, que me estaba haciendo "débil". Así que, cuando se divorciaron, él hizo todo lo posible para quedarse con mi custodia. Y lo logró.
El aula volvió a sumirse en silencio. Jimin respiró hondo antes de continuar.
—Desde entonces, no la veo. Tenía seis años. —Su voz se quebró, y las lágrimas que había intentado contener comenzaron a deslizarse por sus mejillas—. Nunca la volví a ver.
Soo Hee dejó escapar un leve suspiro, pero no dijo nada de inmediato. Extendió una mano hacia él, apretándola suavemente, un gesto pequeño pero lleno de significado.
—Jimin... —empezó Taehyung, su tono más bajo de lo habitual—. No tienes por qué cargar con eso solo.
—Lo peor es que... —Jimin tragó con dificultad, sus palabras saliendo a trompicones—. Nunca hablo de ella. Ni siquiera con mi papá, desde aquel entonces. Pero ayer... ayer lo hice. —Se detuvo, su pecho subiendo y bajando rápidamente mientras luchaba por controlar sus emociones—. Le hice saber mi odio. Y creo que, por primera vez, lo vi dolido. Pero... no sé si hice lo correcto.
Soo Hee y Taehyung guardaron silencio, atentos a cada palabra. Jimin respiró hondo y bajó la mirada al pañuelo arrugado que sostenía en las manos, como si buscará fuerzas en ese gesto sencillo.
—Hace un rato... —continuó, su voz apenas un susurro—. Intenté llamarlo. Justo antes de que ustedes llegaran.
Soo Hee entrecerró los ojos ligeramente, sus manos aún entrelazadas sobre la mesa. Taehyung, por su parte, inclinó la cabeza hacia un lado, con una mezcla de curiosidad y preocupación.
—¿Y qué pasó? —preguntó finalmente Soo Hee, su tono tan suave que parecía temer que hablar más fuerte pudiera romper a Jimin.
—Nada. —La palabra salió cargada de un cansancio que parecía aplastarlo—. Solo ese... ese pitido interminable. —Hizo una pausa, cerrando los ojos por un momento mientras el sonido aún resonaba en su mente—. Su línea estaba ocupada. Supongo que... estaba trabajando, como siempre.
Dejó caer el pañuelo sobre la mesa, sus dedos tamborileando contra la superficie mientras sus ojos se perdían en un punto indefinido de la ventana.
—No sé por qué lo intenté. —Su voz se quebró, y dejó escapar una risa amarga que no alcanzó a convertirse en sonrisa—. Después de todo lo que pasó, después de todo lo que dije, no sé por qué quise llamarlo. Tal vez... tal vez porque, aunque lo odio, también siento culpa.
—¿Culpa? —repitió Taehyung, frunciendo ligeramente el ceño.
Jimin asintió lentamente, sus ojos aún clavados en la ventana.
—Sí. Culpa. Porque, incluso con todo lo que hizo, con todo lo que me quitó... —Su voz tembló, pero continuó—. Es la única familia que me queda.
La confesión quedó suspendida en el aire, cargada de una tristeza tan profunda que ninguno de sus amigos supo qué decir al principio. Soo Hee se inclinó un poco hacia él, su mirada llena de una empatía que no necesitaba palabras.
—Jimin... dulzura —dijo con cuidado—. Sentir culpa no significa que lo que hiciste estuvo mal. Significa que te importa. Y está bien que te importe.
—Pero, ¿por qué me importa? —preguntó Jimin, su tono más desesperado ahora. Se llevó las manos al cabello, apretándolo como si intentara contener una oleada de emociones demasiado grande para manejar—. No debería. No después de lo que le hizo a mi mamá. No después de cómo ha sido conmigo todos estos años.
Soo Hee se quedó en silencio por un momento antes de hablar, su voz baja pero firme.
—Porque es humano, Jimin. Porque puedes odiarlo por lo que hizo y, al mismo tiempo, querer arreglar las cosas. Es confuso, pero no está mal.
Taehyung, que había permanecido en silencio hasta ese momento, se inclinó hacia él, cruzando los brazos sobre la mesa.
—Mira, no voy a fingir que entiendo lo que sientes. Pero si lo llamaste, es porque, en el fondo, hay algo que quieres resolver. Tal vez no sea hoy, tal vez no sea mañana, pero... está bien querer intentarlo. Y también está bien sentirte mal por eso.
Jimin los miró a ambos, sus ojos todavía húmedos por las lágrimas. Por primera vez en lo que parecía una eternidad, se permitió bajar la guardia un poco más. Había algo en las palabras de sus amigos que no solo lo consolaba, sino que también lo hacía sentir menos solo en el caos de sus pensamientos.
—Gracias... —murmuró, y la palabra se quedó corta para todo lo que quería decir.
Soo Hee sonrió levemente y tomó de nuevo su mano, apretándola con cuidado.
—No tienes que agradecer, Jimin. Estamos aquí, contigo. Siempre.
Taehyung, por su parte, rompió la tensión con un suspiro teatral mientras se recostaba en su silla.
—Dios, esto es demasiado emocional incluso para mí. Pero, hey, ¿quién necesita terapia cuando tiene a dos amigos geniales como nosotros? —Sonrió de lado, buscando suavizar el ambiente.
Jimin dejó escapar una pequeña risa, casi inaudible, pero lo suficientemente genuina como para arrancar una sonrisa de sus amigos. El peso en su pecho seguía allí, pero en ese momento, con ellos a su lado, parecía más fácil de llevar.
Taehyung dejó escapar un suspiro teatral, cruzando los brazos detrás de la cabeza mientras se recostaba en la silla.
—Bueno... ¿Qué tal si vamos a mi casa? Tengo comida saludable gracias a que Jin me alimenta, videojuegos, y el sofá más cómodo del mundo, pero es nuestro lugar de crisis oficial, ¿no?
Soo Hee lo miró de reojo con una sonrisa ligera, mientras Jimin, aún con los ojos algo rojos, dejó escapar una risa suave.
—¿Estás seguro de que no te estás ofreciendo solo para presumir de tus nuevos juegos? —preguntó Soo Hee.
—¡Por supuesto que no! Aunque ahora que lo dices... —Taehyung sonrió de lado—. Pero no, hablo en serio. Vamos. Necesitas una pausa, Jiminnie... te lo dijimos hoy temprano, pero ahora es un hecho.
Jimin asintió lentamente, todavía procesando todo lo que había compartido con ellos. No tenía muchas ganas de hacer nada, pero tampoco quería volver a casa y enfrentarse a su propio silencio.
—Está bien... vamos a tu casa —murmuró.
Taehyung se levantó de un salto, recogiendo su mochila del suelo.
—Sabía que no podrías resistirte al encanto de mi sofá.
El grupo comenzó a salir del aula, y Jimin sintió cómo el peso en su pecho se aliviaba ligeramente con cada paso. No del todo, pero lo suficiente como para respirar un poco más libre.
Cuando cruzaron el pasillo, Jimin levantó la mirada y vio una figura familiar caminando en dirección opuesta. Era Jungkook. El chico tenía los auriculares puestos, pero al verlos, se quitó uno y ralentizó el paso. Sus ojos buscaron primero a Taehyung y Soo Hee, pero se detuvieron en Jimin, como si lo reconociera de inmediato.
Por un instante, fue como si el mundo se hiciera más pequeño. Sus miradas se encontraron, y aunque no había palabras, algo parecía decirse entre ellos. Jungkook frunció ligeramente el ceño, notando de inmediato los ojos enrojecidos de Jimin. Su expresión cambió; preocupación y algo indefinido brillaron en sus ojos.
Hizo un pequeño gesto con la mano, levantándola a la altura de su pecho, como si preguntara silenciosamente: "¿Estás bien?"
Jimin, algo sorprendido por el gesto, simplemente asintió con la cabeza, esperando que eso fuera suficiente. Pero Jungkook no pareció satisfecho. Apretó los labios, se detuvo en seco y, tras un momento de duda, dio un paso hacia ellos.
—Jimin. —Su voz era suave, pero lo suficientemente firme como para que Taehyung y Soo Hee se giraran.
Jimin sintió cómo su cuerpo se tensaba ligeramente. No esperaba que Jungkook hablara, mucho menos frente a sus amigos.
—¿Estás bien? —preguntó Jungkook, esta vez directamente. Había algo en su tono, algo que no era invasivo, pero tampoco le daba espacio para esconderse.
Taehyung alzó una ceja, mirando a Soo Hee, quien inmediatamente pareció captar el mensaje.
—Vamos afuera, Tae. —Soo Hee lo tomó del brazo, empujándolo suavemente hacia la puerta—. Te esperamos ahí, Jimin.
—¿Qué? ¿Pero por qué...? —empezó Taehyung, pero Soo Hee lo interrumpió con una mirada significativa.
—Solo vamos.
Taehyung bufó, pero obedeció, siguiendo a Soo Hee mientras murmuraba algo sobre ramen y dramas innecesarios.
Cuando se quedaron solos, el silencio entre ellos era palpable. Jimin tragó saliva y bajó la mirada, sintiéndose repentinamente muy consciente de sus ojos llorosos y su expresión cansada.
—Estoy bien —dijo al fin, aunque su voz carecía de convicción. Era automático, una respuesta que no requería reflexión.
Jungkook dio un paso más hacia él, dejando que la distancia entre ambos se acortara, lo suficiente para que la presencia del otro fuera tangible.
—No lo pareces —respondió Jungkook, su voz tranquila pero cargada de algo que Jimin no podía descifrar. Sus ojos lo buscaban, como si intentaran atravesar cada capa que Jimin había levantado para protegerse—. ¿Te pasó algo?
Jimin apretó los labios, sintiendo cómo el nudo en su garganta se volvía más opresivo. No quería volver a llorar. No aquí, no frente a Jungkook.
—Fue un día difícil, eso es todo —murmuró, intentando sonar casual, aunque su voz tembló ligeramente al final.
Jungkook lo miró en silencio durante un momento que pareció extenderse más de lo necesario. Era como si intentara leer algo en sus gestos, en la forma en que sus manos seguían inquietas junto a los bolsillos de su chaqueta.
—Ayer me dijiste que querías que confiara en ti —dijo finalmente Jungkook, su tono bajo pero seguro—. Yo espero lo mismo de ti, ¿sabes?
Jimin levantó la mirada, sus ojos encontrándose con los de Jungkook. Había algo en su voz, algo que hizo que las defensas de Jimin temblaran un poco.
—¿Qué? —preguntó Jimin, casi en un susurro.
—Si somos amigos, quiero que puedas confiar en mí también. —Jungkook dio otro paso, casi imperceptible, pero suficiente para que su presencia se sintiera más cerca, más sólida—. No tienes que decirme todo si no quieres, pero no me digas que estás bien cuando claramente no lo estás.
El corazón de Jimin se apretó ante la simpleza de sus palabras. Eran directas, honestas, y por un instante, todo lo que había tratado de contener durante el día pareció tambalearse.
—Es complicado —confesó finalmente, su voz quebrándose un poco mientras bajaba la mirada. Sus manos jugaban con el borde de la manga de su chaqueta, un gesto nervioso que parecía ocupar el espacio que las palabras no podían llenar.
Jungkook asintió lentamente, sin dejar de mirarlo.
—Lo sé —dijo con calma, su voz baja y constante, como si buscara darle algo de estabilidad—. Pero no tienes que enfrentarlo todo solo. Estoy aquí, ¿de acuerdo? Cuando quieras hablar… aquí estaré.
Las palabras de Jungkook se sintieron como una cuerda lanzada a alguien a punto de hundirse. Jimin levantó la mirada una vez más, notando la suave determinación en los ojos de Jungkook. Era una expresión que no había visto muchas veces, pero que en ese momento lo hizo sentir un poco menos perdido.
Y entonces sucedió.
Antes de que pudiera pensarlo demasiado, Jimin dio un paso hacia Jungkook, y luego otro, hasta que el espacio entre ellos desapareció por completo. Sus brazos se levantaron casi con desesperación, rodeando a Jungkook en un abrazo inesperado.
Jungkook se quedó congelado al principio, sus ojos abriéndose con sorpresa. No estaba preparado para eso, no sabía qué hacer. Podía sentir el temblor en el cuerpo de Jimin, la forma en que sus dedos se aferraban débilmente a la tela de su chaqueta.
—Jimin… —susurró, pero no terminó la frase. Las palabras parecían innecesarias.
Y entonces, tras unos segundos de duda, Jungkook levantó los brazos y correspondió el abrazo. Sus movimientos fueron lentos al principio, como si temiera romper algo frágil, pero pronto sus manos descansaron suavemente sobre la espalda de Jimin. No preguntó nada, no dijo nada. Simplemente lo sostuvo, dejándolo estar, dejándolo soltar.
Jimin no lloró con fuerza. Fueron sollozos suaves, apenas audibles, pero lo suficiente para que Jungkook pudiera sentirlos contra su hombro. Su cuerpo temblaba ligeramente, y cada respiración entrecortada le decía más de lo que cualquier palabra podría haber expresado.
—Lo siento… —susurró Jimin, su voz quebrada mientras hundía un poco más el rostro en el hombro de Jungkook.
—No tienes que disculparte —respondió Jungkook en un murmullo, manteniendo el tono tranquilo, casi como si temiera asustarlo—. Está bien. Todo está bien.
No sabía cuánto tiempo pasaron así. Para Jimin, el mundo pareció detenerse por completo, como si, por primera vez en lo que parecía una eternidad, no tuviera que cargar con todo él solo. El peso en su pecho seguía ahí, pero el calor del abrazo de Jungkook lo hacía más llevadero.
Finalmente, los sollozos de Jimin comenzaron a calmarse. Se apartó lentamente, sintiendo la piel de su rostro arder de vergüenza, pero sin arrepentirse del todo. Evitó los ojos de Jungkook mientras levantaba una mano temblorosa para quitarse los anteojos. Con dedos torpes, limpió las lágrimas acumuladas en la montura antes de intentar secarse las mejillas con la manga de su bata.
Jungkook observó cada movimiento en silencio. Había algo en la forma en que Jimin bajaba la cabeza, en cómo intentaba recomponerse, que lo hacía ver tan vulnerable. Sin los anteojos, su rostro parecía más abierto, más frágil, como si mostrara un lado que rara vez dejaba salir.
—Lo siento… —murmuró Jimin, con la voz todavía temblorosa, como si las palabras se escaparan sin permiso.
—Te dije que no tienes que disculparte. —Jungkook dio un pequeño paso hacia él, su voz tranquila pero con un deje de suavidad que no solía mostrar. Sus ojos se fijaron en los de Jimin, enrojecidos pero cargados de algo que Jungkook no podía terminar de descifrar—. A veces, necesitas soltar un poco de lo que llevas dentro. No está mal.
Jimin dejó escapar un suspiro tembloroso, intentando apartar la mirada, pero algo en la firmeza tranquila de Jungkook lo mantenía anclado. Sin pensar demasiado, levantó una mano para secarse las lágrimas restantes, pero Jungkook la detuvo suavemente, rozando sus dedos por accidente en el proceso.
—Espera… —murmuró Jungkook, apenas en un susurro.
Jimin lo miró con sorpresa, sus ojos abriéndose ligeramente. Jungkook levantó su propia mano, moviéndose con cierta inseguridad, como si no estuviera seguro de si lo que hacía estaba bien. Con el dorso de los dedos, limpió con cuidado una lágrima que quedaba en la mejilla de Jimin.
El contacto fue breve, pero Jimin se quedó inmóvil, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas.
—Ahí… —dijo Jungkook en voz baja, apartándose inmediatamente después. Su mirada cayó al suelo durante un segundo, como si también él necesitara recuperar la compostura. Luego la levantó de nuevo, encontrándose con los ojos de Jimin—. No necesitas esconderte tanto, ¿sabes?
Las palabras de Jungkook parecían perforar algo dentro de él, pero en lugar de hacerlo sentir incómodo, lo hacían sentir… visto. Como si, por primera vez en mucho tiempo, alguien realmente estuviera prestando atención a lo que no decía.
—Gracias… —murmuró Jimin, su voz apenas audible.
Jungkook asintió, una pequeña sonrisa cruzando su rostro.
—Siempre que lo necesites.
El momento se alargó un segundo más de lo necesario, con ambos intercambiando una mirada que ninguno podía terminar de interpretar. Finalmente, Jimin se ajustó las correas de su mochila, rompiendo el silencio.
—Debería irme. Los chicos me están esperando afuera.
—Claro. No los hagas esperar. —Jungkook retrocedió un paso, dándole espacio mientras lo seguía con la mirada.
Jimin caminó hacia el pasillo, sus pasos lentos pero seguros, todavía sintiendo el eco del contacto de Jungkook en su mejilla. Había algo en ese gesto, algo que no podía definir del todo, pero que había dejado una marca en él. Algo que, por unos segundos, lo había hecho sentir más ligero.
Cuando Jimin dobló la esquina y desapareció de su vista, Jungkook soltó un largo suspiro. Sus manos fueron a sus bolsillos casi automáticamente, como si necesitara hacer algo para estabilizarse.
Había algo en Jimin, algo que no podía ignorar. Algo que lo preocupaba, pero que también lo atraía, aunque no supiera exactamente por qué.
“Espero que algún día realmente confíe en mí,” pensó. Y mientras giraba sobre sus talones para caminar en dirección opuesta, no pudo evitar sentir que ese pequeño momento había sido más significativo de lo que cualquiera de ellos entendía.
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