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Jimin salió del edificio mientras repasaba mentalmente la lista de pendientes que lo esperaban en casa, una figura captó su atención al otro lado de la entrada.
Apoyado casualmente contra una columna, estaba Jungkook. Su mochila colgaba descuidadamente de un hombro, y el cuello desabotonado de su camisa blanca dejaba entrever que el día ya había hecho mella en su paciencia por mantener un aspecto impecable. A su lado, Eunwoo gesticulaba relajado, aunque parecía más enfocado en observar a Jungkook que en la conversación.
Jimin intentó pasar de largo, fingiendo no haberlos visto. Sin embargo, justo cuando bajaba la mirada, Jungkook levantó la cabeza, encontrándolo al instante.
Una sonrisa apareció en su rostro, esa mezcla de despreocupación y encanto que siempre parecía desarmarlo. Eunwoo, al notar el cambio de atención, también dirigió su mirada hacia Jimin, arqueando una ceja con una expresión que rezumaba diversión.
—¡Hey, delegado! —saludó Jungkook, su voz cargada de ese matiz burlón pero amigable que parecía caracterizarlo—. ¿Ya estás salvando al mundo académico en tu primer día?
Jimin se detuvo, ajustándose los anteojos para ganar algo de tiempo antes de responder.
—Algo así —replicó con tono neutral, tratando de ignorar la manera en que Eunwoo lo analizaba de arriba abajo.
Antes de que pudiera añadir algo más, Eunwoo le dio un empujón ligero en el brazo a Jungkook, inclinándose hacia él con cierto aire que Jimin no estaba interpretando del todo pero que, parecía ser complice.
—Creo que tienen cosas de que hablar. —Sonrió con un brillo travieso en los ojos—. Nos vemos luego, Jk.
Sin esperar respuesta, Eunwoo se alejó, lanzándole un guiño antes de desaparecer entre la gente. Jimin lo siguió con la mirada un poco desconcertado antes de dirigir su atención nuevamente a Jungkook.
—¿Qué fue eso? —preguntó, alzando una ceja.
—Eunwoo y su imaginación hiperactiva. —Sonrió de lado antes de cambiar el tema sin esfuerzo—. ¿Ya te vas a tu casa?
—Sí, tengo cosas que hacer y sumado a eso un dolor de espalda impresionante —Se ajustó los anteojos, buscando sonar firme para evitar más distracciones—. Tú también deberías estar ocupado, ¿no?
La breve carcajada de Jungkook lo tomó por sorpresa, como si la idea de estar ocupado fuera un concepto distante para él.
—¿Ocupado? No, gracias. Prefiero ocuparme de cosas más interesantes. —Dejó caer la frase con una ligereza calculada, observando a Jimin con una expresión que oscilaba entre lo casual y lo intrigante—. De hecho, conozco un lugar cerca que creo que te podría gustar. ¿Tienes algo de tiempo?
La invitación tomó a Jimin desprevenido. Su primer impulso fue negarse, alegando su interminable lista de tareas. Sin embargo, algo en la mirada de Jungkook lo hizo dudar nuevamente.
—¿Un lugar? —inquirió, intentando sonar desinteresado.
—Un ciber café, pero no cualquiera. —La sonrisa de Jungkook se amplió.— Es temático, de películas de terror. Tienen pósters, juegos clásicos, y hasta cabinas privadas para ver películas. Como fan del género, creí que te interesaría.
La curiosidad de Jimin se encendió al instante, aunque intentó no dejarlo evidente.
Su lado lógico le decía que declinara y volviera a casa, que siguiera con su rutina. Pero una pequeña voz interna, más audaz de lo habitual, le susurraba que un pequeño desvío no haría daño. Salir de la monotonía por una vez podría no ser tan terrible... ¿Verdad?
—No lo sé... —comenzó, desviando la mirada hacia la calle como si buscara alguna señal que justificara su decisión o alguna excusa.
—Vamos, Ricitoooss —Jungkook inclinó ligeramente la cabeza, observándolo con esa mezcla de insistencia tranquila que parecía irresistible—. Una hora, máximo. Luego puedes volver a tu mundo perfecto, y te prometo que no te molestaré más.
Jimin dejó escapar un suspiro. Sus defensas flaqueaban, y lo sabía. ¿Qué tan malo podía ser? Solo sería una hora, un desvío insignificante.
—Está bien —cedió finalmente, aunque su tono seguía cargado de cierta reticencia—. Pero solo una hora.
La expresión de Jungkook se iluminó, claramente complacido con la respuesta. Levantó las manos en un gesto inocente, como si quisiera reafirmar su buena intención.
—Perfecto. Está a unas cuadras. Te va a encantar, ya verás.
Jimin mantenía la mirada fija al frente, intentando aferrarse a su aparente neutralidad, pero no podía evitar escuchar con atención las palabras de Jungkook durante el camino hacia el lugar luego de varios minutos de escucharlo hablar.
—¿Sabes? Si te guías por tutoriales de Internet, definitivamente les recomendaría a tus futuros pacientes que nunca se operen contigo. —Jungkook rompió la calma con una afirmación inesperada, su sonrisa traviesa iluminándole el rostro.
Jimin giró ligeramente la cabeza, arqueando una ceja.
—Auch, de todas formas mi fuente menos confiable seria youtube para una cirugía pero... ¿Por qué dices eso?
—Porque hace unos días mi moto, mi preciada moto, no estuvo sintiéndose muy bien —comenzó, alargando las palabras como si narrara una tragedia épica—. Decidí que podía arreglarla yo mismo. Me dije: "¿Qué tan difícil puede ser?". Así que allí estaba yo, con un video de YouTube, un manual y herramientas que ni siquiera sabía cómo usar. —Jungkook gesticulaba con entusiasmo, sus manos ilustrando el caos que describía—. ¿El resultado? Terminé rompiendo algo más. Al parecer, esas cosas no son tan sencillas como parecen en los tutoriales.
Jimin dejó escapar una pequeña risa, casi involuntaria. La imagen de Jungkook con un manual de Internet luchando contra las entrañas de una moto era tan absurda como graciosa... y en cierta forma, le resultó algo tierno de imaginar.
—¿Y qué hiciste después? —preguntó, sin poder ocultar del todo su curiosidad.
—Bueno, llevé mi "obra maestra" al mecánico, y él me cobró el doble por mis "aportes". —Jungkook rodó los ojos, aunque no pudo borrar la sonrisa de su rostro—. Me dijo que, por el bien de todos, la próxima vez se lo dejara a los profesionales. Pero, eh, al menos aprendí algo.
—¿A no volver a tocar una moto? —bromeó Jimin, arqueando una ceja con ligera ironía.
—Exacto. —Jungkook rió, inclinando la cabeza hacia él como si estuviera compartiendo un secreto—. A veces, delegar no es tan malo, Ricitos.
El comentario sacó a Jimin una sonrisa antes de que pudiera evitarlo.
—Okey debo preguntar algo y espero no incomodarte con mi pregunta... ¿Siempre eres así de relajado? —preguntó Jimin, cruzándose de brazos mientras lo miraba de reojo.
—¿Así cómo? —respondió Jungkook, sonriendo con un aire que sugería que sabía exactamente a qué se refería.
—Como si nada pudiera preocuparte. —Jimin desvió la mirada hacia el cielo.
Jungkook se encogió de hombros, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón oscuro.
—Claro que me preocupo, en ocasiones más de lo que aparento. —Su tono seguía siendo ligero, pero su expresión se suavizó ligeramente—. Solo que no dejo que las preocupaciones me controlen. Es como cuando intentas arreglar una moto y fallas: te ríes, aprendes y sigues adelante. La vida es demasiado corta para tomárselo todo tan en serio, ¿no crees?
Jimin no supo qué responder. Así que, en lugar de forzar una respuesta, dejó que el silencio se instalara entre ellos.
Jimin se detuvo frente a la entrada, sus ojos atrapados por las luces de neón rojas y verdes que parpadeaban sobre el letrero del lugar.
Un póster desgastado de Freddy Krueger, con su sonrisa macabra, parecía darles la bienvenida. Desde las ventanas alcanzaba a ver decoraciones temáticas, pantallas que proyectaban tráilers de clásicos de terror y mesas decoradas con motivos de Halloween.
—¿Qué te dije? —dijo Jungkook, empujando la puerta con un gesto teatral y lanzándole una sonrisa confiada—. Vale la pena, ¿no?
Jimin asintió, esbozando una pequeña sonrisa mientras lo seguía al interior. El aroma a café y palomitas lo envolvió al instante, junto con una atmósfera vibrante que parecía un santuario para los amantes del cine de horror.
Las paredes estaban repletas de pósters icónicos: Jack Nicholson en "El Resplandor", Michael Myers en "Halloween" y el cuchillo alzado de "Psicosis".
Juegos de mesa temáticos decoraban las mesas, mientras las luces neón alternaban entre rojos y púrpuras. El murmullo de risas y el sonido de una máquina arcade completaban la escena.
Jimin ajustó sus anteojos, dejando que su mirada recorriera cada rincón. Aunque siempre había disfrutado de las películas de terror, la intensidad del lugar lo descolocó por un momento.
Sin embargo, su mente no tardó en desviarse hacia su interminable lista de pendientes: repasar apuntes, confirmar bibliografía, comprar leche... Sacudió la cabeza, recordándose que estaba allí para relajarse.
Solo una hora, se prometió.
Jungkook, a su lado, parecía moverse con total naturalidad, como si este lugar fuera una extensión de él
El mencionado se giró hacia Jimin señalando una mesa decorada con un mantel negro estampado de calaveras y telarañas.
—¿No te lo había dicho? Te dije que valía la pena.
Jimin dejó escapar un suspiro suave, dibujando una pequeña sonrisa en sus labios mientras avanzaba hacia la mesa.
—Es... asombroso —admitió, manteniendo su tono neutral aunque sus ojos brillaban con curiosidad.
—Eso quería escuchar —respondió Jungkook, con un guiño antes de desplomarse en la silla con la confianza de quien parece pertenecer a cualquier lugar.
Las sillas, con detalles en forma de telarañas, y los menús decorados con fantasmas y manchas de sangre falsa, añadían al ambiente único del café. Jimin dejó caer su mochila junto a la mesa y, mientras hojeaba el menú, su atención fue capturada por una pantalla cercana donde Freddy Krueger hacía una de sus macabras apariciones. Sintió un escalofrío, recordando cómo esas mismas películas le habían quitado el sueño en su infancia.
—Nunca había estado en un lugar como este... no puedo creer que estuviera tan cerca y nunca lo visite—admitió, dejando el menú a un lado mientras exploraba el café con la mirada.
Jungkook sonrió con satisfacción, como si ese comentario fuera un cumplido personal.
—Siempre hay una primera vez para todo, Ricitos —bromeó, ganándose una ligera sonrisa de Jimin.
Sin perder tiempo, Jungkook se levantó y comenzó a mostrarle el lugar, señalando los rincones con una mezcla de entusiasmo y orgullo. La máquina arcade de "Ghosts 'n Goblins", los tráilers proyectados en una pared y, finalmente, un estante repleto de cómics de terror.
Jimin se detuvo frente a este último, sus dedos rozando los lomos de títulos como "Hellboy" y "The Sandman". Algo en esas portadas oscuras despertó en él una nostalgia que no esperaba.
—¿También te gustan los cómics? —preguntó Jungkook, inclinándose ligeramente hacia él, con una curiosidad relajada.
Jimin vaciló, pero respondió con una sonrisa tenue.
—Leía algunos cuando era niño... pero siempre terminaba demasiado asustado como para continuarlos. Podre ser fan del género pero eso no me quita lo miedoso.
Jungkook arqueó una ceja, tomando un tomo de "Hellboy" del estante y colocándolo frente a Jimin con un gesto exagerado.
—Tienes que ponerte al día. Este es un buen comienzo.
La actitud de Jungkook arrancó una risa ligera de Jimin.
—Lo tendré en cuenta.
De regreso en la mesa, el ciber café ya no le parecía extraño; ahora, la energía del lugar se sentía acogedora.
Jimin hojeó el menú, deteniéndose en los nombres creativos como "Batido de sangre" y "Hamburguesa Freddy Krueger".
—Voy por el batido de chocolate... el vaso parece inspirado en el payaso Art. —Cerró el menú con un gesto seguro, algo poco común en él.
—Por supuesto, clásico. —Jungkook dejó su menú sobre la mesa con una sonrisa que combinaba burla y diversión—. Yo iré por el de fresa, con todo ese topping exagerado. —Señaló una imagen de un batido decorado con un cuchillo de caramelo y crema teñida de rojo.
Cuando llegaron los pedidos, los batidos superaron las expectativas. El de Jimin estaba adornado con una pequeña calavera de azúcar, mientras Jungkook ya mordía ruidosamente el cuchillo de caramelo del suyo, rompiéndolo con un crujido deliberado.
—¿De qué te ríes? —preguntó Jungkook, aunque su expresión ya mostraba que sabía la respuesta.
—De ti, claramente. —Jimin tomó un sorbo de su batido, disfrutando del dulce sabor del chocolate antes de añadir, apenas conteniendo una sonrisa—. Es... gracioso verte disfrutar tanto de un cuchillo de caramelo.
—¡Estoy entrando en el personaje! —Jungkook arqueó una ceja con fingida teatralidad, antes de bromear—. Tal vez deberías intentarlo. Podrías aprender algo sobre relajarte... aunque si ghostface estuviera persiguiendome con un cuchillo no se si estuviera tan tranquilo.
—Piensalo —Dijo Jimin con una tonalidad más seria— Ghostface son personas humanas, como tu y yo, no sería tan difícil ganarle. Pero... distinto sería con Freddy Krueger, el Payaso Art o Michael Mayers, con ellos directamente ni intento escapar.
—De acuerdo Ricitos, veo que tienes un punto, coincido en que ghostface es más fácil de vencer en términos de lucha y en que el miedo no te cegue, pero siendo honesto, creo que incluso teniendo a Chucky frente a mí me palarizo.
Cada comentario de Jungkook estaba diseñado, intencional o no, para sacarle una sonrisa o una risa ligera.
Y siempre lo conseguía.
A medida que pasaban los minutos, la charla se inclinó hacia algo más personal. Era como si el ambiente del café les diera permiso para bajar un poco las barreras, para mostrarse más de lo que normalmente permitirían.
—¿Cómo descubriste este lugar? —preguntó Jimin, levantando la mirada de su batido. Había más curiosidad que casualidad en sus palabras, aunque no estaba seguro de por qué.
Jungkook giró lentamente su vaso, viendo cómo los restos del topping rojo se mezclaban con el líquido. Parecía buscar la forma de responder, y Jimin notó un leve cambio en su energía, como si su despreocupación habitual se hubiera desvanecido por un momento.
—Me topé con él hace un tiempo. —Su mirada se dirigió al estante de cómics, como si necesitara algo en qué anclarse—. Es un buen lugar para desconectarme... cuando no quiero estar en casa.
La frase quedó suspendida en el aire, sencilla pero cargada de significado.
Jimin lo notó. Esa pequeña fisura detrás de la confianza de Jungkook. Pero en lugar de presionar, decidió abrirse también, quizás influenciado por el ambiente o por la extraña seguridad que Jungkook le transmitía.
—Lo entiendo. —Giró la pajilla en su vaso, un gesto automático que delataba cierta inquietud—. A veces también siento que necesito escapar... pero no soy muy bueno en eso.
Jungkook lo observó en silencio, sus ojos fijos en él con una intensidad que no buscaba incomodarlo, sino entenderlo. Finalmente, ladeó la cabeza y preguntó con genuina curiosidad:
—¿Por qué no?
Jimin exhaló un suspiro, dejando que sus dedos trazaran el borde de su vaso.
—Porque hay demasiadas expectativas. —La frase salió antes de que pudiera detenerla. Dudó, pero luego continuó—. Ser delegado, estudiante de Medicina... —Hizo una pausa, bajando la mirada hacia su batido como si ahí estuviera la respuesta—. Es como si todo lo que hago estuviera siendo evaluado constantemente. No puedo fallar... ni siquiera por un segundo.
Las palabras flotaron entre ellos, cargadas de una sinceridad que lo tomó por sorpresa incluso a él mismo. No había planeado decirlo, pero ahora que lo había hecho, sintió una extraña ligereza, como si al fin hubiera dejado escapar algo que llevaba tiempo acumulando.
Jungkook dejó su vaso sobre la mesa con cuidado, inclinándose ligeramente hacia adelante. Su habitual sonrisa había desaparecido, reemplazada por una expresión seria.
—Eso suena agotador. —Su voz era baja, desprovista de burla. Hablaba con una suavidad que parecía tocar algo más profundo—. Tal vez deberías aprender a romper las reglas un poco más seguido.
Jimin levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de él. Había algo en esa mirada de nuevo: una mezcla de comprensión y atrevimiento que lo desarmaba.
—No todos pueden vivir así. —La voz de Jimin sonó más como una defensa que como una declaración.
Jungkook esbozó una sonrisa distinta, más tranquila, casi comprensiva.
—No digo que sea fácil, Ricitos. —Se inclinó un poco hacia adelante, acortando la distancia entre ellos—. Pero tal vez no se trata de hacerlo perfecto... sino de hacerlo tuyo.
El silencio que siguió no fue incómodo, pero estaba cargado de algo indefinido. Sus miradas permanecieron conectadas un instante más de lo necesario, hasta que el murmullo del café los devolvió al presente.
Jimin desvió la vista, mordiendo ligeramente el interior de su mejilla, como si eso pudiera estabilizarlo.
—Eres... raro. —El comentario salió con un tono deliberadamente ligero mientras giraba la pajilla de su batido.
—Lo sé. —Jungkook se inclinó hacia atrás, tomando otro sorbo de su batido con despreocupación—. Pero eso me hace más interesante, ¿no crees?
Jimin negó con la cabeza, aunque una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Jungkook tenía esa molesta habilidad de convertir cualquier conversación en un desafío para su rígido sentido del orden.
—¿Qué tal si empiezas con algo pequeño? Por ejemplo, dejar que yo elija qué hacemos después.
Jimin tomó un sorbo de su batido, tratando de ignorar el comentario. Pero al mirarlo de reojo, encontró a Jungkook apoyado sobre la mesa, con esa expresión de quien sabe exactamente lo que el otro está pensando.
—Eso suena como una receta para el desastre. —Intentó sonar serio, aunque la ligera curva de sus labios lo delataba.
—O como una oportunidad para divertirte un poco más. —El tono bromista de Jungkook contrastaba con la intensidad momentánea de su mirada, lo suficiente como para hacer que Jimin desviara la vista hacia su vaso.
Sus dedos trazaron círculos distraídos en el borde del vaso mientras su mente oscilaba entre su lógica habitual y esa chispa de incertidumbre que Jungkook traía consigo. Era tentador, esa simplicidad con la que Jungkook hacía parecer que todo era más fácil.
—Vamos, Ricitos. No todo tiene que ser tan serio.
Jimin lo miró con incredulidad, pero también con una chispa de curiosidad que no podía negar. Jungkook parecía tener un talento especial para encontrar las fisuras en su armadura.
Irritante, sí, pero también... intrigante.
—¿Siempre haces esto? —preguntó, arqueando una ceja.
—¿Esto? —repitió Jungkook, apoyando el mentón en una mano con fingida inocencia—. ¿Decir verdades incómodas?
—Hablar como si tuvieras todas las respuestas. —Jimin intentó sonar indiferente, pero el tinte de curiosidad en su tono lo traicionó.
Jungkook soltó una carcajada baja, inclinándose hacia atrás.
—No tengo todas las respuestas. Solo estoy empezando a conocer cuáles funcionan contigo.
Jimin rodó los ojos, refugiándose en su batido para evitar responder. Aunque sabía que Jungkook estaba jugando, sus palabras lo hacían sentir vulnerable de una manera que lo desconcertaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Jungkook, como si leyera sus pensamientos, murmuró:
—Tal vez romper las reglas no sea tan malo...
El comentario parecía más dirigido al aire que a Jimin, pero cuando levantó la vista, los ojos de Jungkook estaban fijos en los suyos. Había algo diferente en esa mirada relajada, un matiz que no lograba descifrar.
El tiempo pareció detenerse por un instante, y entonces Jimin carraspeó, rompiendo la tensión.
—Solo por esta vez. —Respondió finalmente, tratando de sonar casual mientras giraba su vaso entre las manos.
La sonrisa de Jungkook se amplió, pero no dijo nada. No hacía falta. Jimin ya sabía que con él, nada sería solo "por esta vez".
Jungkook lo llevó a una estación de videojuegos retro, donde una pantalla mostraba un clásico juego de zombies. Los gráficos pixelados y los colores saturados evocaban una nostalgia que, aunque Jimin no lo admitiera, le resultaba familiar.
—¿De verdad quieres que juegue esto? —preguntó, ajustándose los anteojos mientras inspeccionaba la pantalla con escepticismo fingido.
—Por supuesto. —Jungkook le tendió un control, su sonrisa retadora en plena exhibición—. Disparas y sobrevives, no es tan complicado.
Jimin suspiró teatralmente, pero tomó el control y se sentó junto a él. El juego comenzó con hordas de zombies avanzando y una música tensa de fondo. En segundos, Jimin fue devorado brutalmente.
—¡Te dije que no soy bueno en esto! —protestó, apretando los botones en vano mientras su avatar caía en cámara lenta.
Jungkook, en cambio, jugaba con una calma casi insultante, esquivando zombies con precisión y disparando en el momento justo.
—Estás demasiado tenso, Ricitos. —dijo sin apartar los ojos de la pantalla, su tono ligero, pero burlón.
Jimin rodó los ojos, pero decidió intentarlo de nuevo, esta vez con más paciencia. Y aunque aún cometía errores, logró durar más antes de ser eliminado. Pero algo extraño sucedió: mientras él mejoraba, Jungkook comenzó a fallar... y de manera demasiado obvia.
—Espera... —dijo Jimin, entrecerrando los ojos con sospecha—. ¿Te estás dejando ganar?
—¿Yo? Claro que no. —respondió Jungkook, fingiendo ofensa, aunque su personaje caminaba directo hacia una trampa.
Jimin pausó el juego, cruzando los brazos con incredulidad.
—Lo estás haciendo. Nadie pasa de ser invencible a jugar así de mal tan rápido.
Jungkook se encogió de hombros con total despreocupación.
—Tal vez mi personaje está cansado. —bromeó, inclinándose hacia Jimin con una sonrisa descarada—. O tal vez solo quería darte algo para reclamarme la próxima vez.
La respuesta lo dejó momentáneamente desarmado, pero en lugar de confrontarlo, Jimin optó por seguirle el juego.
—Bueno, si eso significa que pagarás la próxima vez, no me quejaré. —intentó sonar indiferente, aunque una ligera sonrisa traicionó sus palabras.
—Entonces es un trato. La próxima vez, comida por mi cuenta. —le guiñó un ojo con esa facilidad suya, volviendo a la pantalla—. Pero solo si prometes mejorar. Nunca se sabe cuándo te tocará un apocalipsis zombie de verdad.
Jimin resopló, apretando los botones con una mueca de frustración fingida. Pero, en el fondo, sabía la verdad: Jungkook tenía una habilidad extraña para convertir lo trivial en algo significativo, para llenar los momentos con una calidez inesperada que desarmaba sus muros.
Cuando salieron del ciber café, la noche ya había caído por completo.
Jimin ajustó la correa de su mochila, dejando que la brisa revolviera su cabello. Aunque su mente insistía en recordarle las tareas pendientes —las compras, los apuntes, el repaso para mañana—, había algo diferente esa noche. Algo menos opresivo. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que había bajado la guardia.
—¿Ves? Te dije que sería solo una hora. —La voz de Jungkook rompió el silencio, cargada de ese tono burlón que parecía tan suyo. Su sonrisa brillaba más que las luces de neón sobre ellos.
Jimin lo miró de reojo, entrecerrando los ojos con fingida incredulidad.
—¿De verdad fue solo una hora? —murmuró, cruzando los brazos. En el fondo, sabía que había perdido la noción del tiempo, algo casi inédito para él. ¿Cómo era posible que un simple juego y un batido hicieran que todo pareciera distinto?
Jungkook se encogió de hombros, con esa despreocupación que siempre lo acompañaba.
—Lo prometí, ¿no? —respondió, pero luego añadió con una sonrisa ladeada—. Aunque, si sentiste que fue más, debe ser porque te divertiste.
El guiño que le lanzó hizo que Jimin desviara la mirada hacia el pavimento brillante, mientras un calor tenue se extendía por sus mejillas. No sabía si era por el comentario o porque, para su sorpresa, era verdad: se había divertido.
—Eres insoportable, ¿lo sabías? —dijo finalmente, tratando de sonar exasperado, aunque la ligera sonrisa que apareció en sus labios lo traicionó.
—Y aun así me soportas. —Jungkook rió suavemente, una carcajada breve que, como siempre, parecía llenar más espacio del que debería.
Caminaron juntos por la acera. El silencio que compartían no era incómodo; al contrario, tenía un peso reconfortante. Sin embargo, Jimin no podía evitar sentir un tirón en el pecho, una punzada que lo devolvía a la realidad: las tareas acumuladas, las compras olvidadas, las expectativas que lo esperaban en casa como un recordatorio constante.
Apretó un poco más la correa de su mochila, como si ese pequeño gesto pudiera calmar la inquietud creciente en su interior.
Sus pasos vacilaron apenas, y dejó escapar un suspiro, casi inaudible. Un gesto tan sutil que pensó que pasaría desapercibido, pero no para Jungkook. Siempre parecía notarlo todo.
Jungkook giró hacia Jimin, sus ojos oscuros captando el parpadeo de los letreros cercanos.
—¿Ocurre algo? —preguntó, su tono bajo, tranquilo, como si no quisiera interrumpir el momento.
Jimin dudó, ajustándose los anteojos en un gesto automático. Finalmente, optó por una respuesta sencilla.
—Nada. Solo que aún tengo que hacer las compras. Si no las hago, mi papá se quejará de que no hay nada en el refrigerador.
Aunque sus palabras eran casuales, había un peso apenas disimulado en su voz, una señal del cansancio de siempre tener que llevar el orden. Ajustó la correa de su mochila, desviando la mirada hacia la acera, intentando que el comentario se disipara en el aire.
Jungkook arqueó una ceja, su sonrisa burlona suavizándose apenas.
—¿Compras a esta hora? Pensé que eras más organizado, delegado.
Jimin frunció el ceño, enderezándose casi sin darse cuenta.
—¡Lo soy! —replicó, con un ligero tono de defensa mientras ajustaba de nuevo sus anteojos—. Pero entre la universidad y... esto, se me hizo tarde.
—"Esto", ¿eh? —Jungkook soltó una risa que iluminó su rostro—. Bueno, supongo que algo de culpa me toca.
Se detuvo un momento, inclinando la cabeza como si evaluara algo. Luego, con esa chispa juguetona en los ojos, dijo:
—¿Quieres compañía? Puedo ayudarte con las bolsas... o distraerte más, lo que prefieras.
Jimin lo miró, sorprendido. Esperaba una broma sarcástica, no una oferta genuina. Sus ojos buscaron alguna señal de que estaba jugando, pero solo encontró una sonrisa tranquila y auténtica. Por un momento, pensó en rechazarlo, pero la idea de no ir solo comenzó a parecerle atractiva.
—No tienes que hacerlo. —Intentó sonar firme, aunque su tono carecía de convicción.
—Lo sé. —Jungkook encogió los hombros, retomando el paso con calma, como si no necesitara una respuesta inmediata—. Pero me gustan los supermercados. Es divertido ver lo que la gente pone en sus carritos.
Jimin lo miró de reojo, arqueando una ceja.
—Eso es... raro.
Jungkook se detuvo dramáticamente, llevándose una mano al pecho con fingida ofensa.
—¿Raro? Lo raro sería no aceptar mi ayuda cuando claramente la necesitas, Ricitos.
Jimin dejó escapar un suspiro teatral y rodó los ojos, levantando las manos en señal de rendición.
—Está bien, pero no esperes que te invite a cenar después.
—Trato hecho. —La sonrisa de Jungkook se amplió, su tono ligero, pero con un destello de satisfacción en los ojos—. Aunque, si te soy sincero, esto ya es mejor que cualquier cena.
El comentario, sencillo pero lleno de ambigüedad, hizo que Jimin desviara la mirada hacia el frente mientras un leve calor subía por su cuello. Trató de no pensarlo demasiado, enfocándose en el camino al supermercado, aunque una pequeña sonrisa se mantuvo en su rostro.
Había algo en Jungkook que lograba transformar incluso lo más cotidiano en algo que resonaba más de lo necesario.
Y, aunque no lo admitiría, no le molestaba en lo absoluto.
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