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—¡Auch! ¿Así es como tratarás a tus futuros pacientes, Park Jimin? —se quejó Taehyung, llevándose la mano vendada al pecho con dramatismo, su expresión exageradamente ofendida.
Jimin ni levantó la vista. Sus dedos se movían con precisión, ajustando el nudo del vendaje como si fuera lo único importante en ese momento. El hilo blanco se deslizaba entre sus manos con la facilidad de alguien que había hecho esto cientos de veces.
—Quédate quieto, Tae —respondió, su voz cargada de cansancio—. Si no hubieras estado moviéndote como loco, ni siquiera te habrías cortado en primer lugar.
—Tienes que admitir que fue divertido.— Taehyung soltó una risa ligera, apoyándose en la silla.
Jimin resopló, apretando con cuidado la venda antes de soltar un suspiro. Sin darse cuenta, una pequeña sonrisa asomó en sus labios.
—No lo fue —murmuró, aunque el leve brillo en sus ojos lo delataba. Se enderezó, inspeccionó la venda una última vez y añadió—. Tienes suerte de que estaba aquí. Si no, ¿qué habría sido de ti?
—Una tragedia griega, Jiminnie —dijo Taehyung con un tono teatral, apoyando la cabeza en el hombro de Jimin.
Jimin lo empujó con suavidad, aunque no pudo evitar soltar una sonrisa antes de recuperar su clásica expresión seria. Mientras guardaba las tijeras en el botiquín, su voz se volvió un poco más firme.
—Sinceramente, andar lanzando un espejo mientras escuchas a Madonna bailando... no es muy "seguro" que digamos —Se giró hacia él con una ceja alzada—. Deberías empezar a actuar como un futuro médico, a esta altura tu mismo deberías tratar tus heridas.
—Sí, sí, lo que tú digas, Jiminnie —respondió Taehyung, agitando la mano sana con desinterés.— Pero en serio, gracias por preocuparte por mí. Aunque a veces no me tomes en serio... ya sabes...
Se quedó en silencio un momento antes de murmurar, casi para sí mismo:
—Mañana vuelven las clases, y eso significa menos tiempo. Para ti, para mí... para Ji-
—¿Jin? —Jimin alzó una ceja, interrumpiéndolo con la precisión quirúrgica que lo caracterizaba.
Taehyung ladeó la cabeza, una sonrisa culpable curvando sus labios, sabía lo que Jimin le diría, pero no le dio tiempo a que gesticulura palabra alguna, ya sabía los discursos del mencionado de memoria.
—"Las relaciones son una distracción cuando estudias una carrera", ¿recuerdas? —dijo, imitando el tono severo de Jimin. Luego suspiró, dejando caer la mirada—. Pero, ¿sabes? Cuando tienes a alguien como Jin, que en lugar de complicarte la vida te la hace más fácil, las cosas se ven diferente... no te sientes atrapado, sino que realmente hay alguien que esta ahí para ti.
Jimin bajó la mirada, jugueteando con el cierre del botiquín mientras una imagen nítida de Taehyung y Jin cruzaba por su mente.
El agarre en sus manos se tensó sobre las tijeras antes de soltarlas con un clic. Para Jimin, el control lo era todo. Era la única forma de garantizar que las cosas salieran bien. Abrir la puerta a lo impredecible... eso no era algo que pudiera permitirse.
—Sí, claro... —susurró, cerrando el botiquín con un golpe seco que cortó el silencio y dejó claro que el tema estaba cerrado. —Aunque el tiempo te dio la razón a ti, Jin se ha portado muy bien contigo, por ende, no te juzgo. Aunque sabes muy bien qué sigo pensando eso.
Taehyung lo observó de reojo, como si tuviera algo más que decir. Pero, en lugar de insistir, dejó escapar un suspiro y se apoyó en la ventana. La luz del mediodía bañaba su rostro, llenando la habitación con un aire más ligero.
—Soo Hee está algo preocupada, ya sabes —comentó finalmente, desviando el tema con naturalidad—. Este año es nuestra prueba de fuego, antes de entrar al verdadero campo de batalla.ñ
Jimin, sorprendido por el cambio de tono, lo miró por encima del hombro, pero no dijo nada.
—Y lo harás bien, Jiminnie. Nunca dudes de eso.
La firmeza en las palabras de Taehyung le arrancó una chispa de alivio que no esperaba. Una sonrisa leve, pero genuina, se formó en sus labios.
—Oh, créeme, no lo dudo en absoluto —respondió, un destello de determinación asomando en sus ojos—. Seremos profesionales. Aunque, hablando de eso, sigue escuchando a Madonna quieto mientras revisas los apuntes que preparé en vacaciones. Vas mejorando. En dos semanas entendiste todo bastante bien. Yo no podría decir lo mismo.
Taehyung soltó una risita mientras le daba un empujoncito juguetón, apoyando su peso en un pie.
—No todos tenemos tu ritmo, amigo. Yo... bueno, pasé todas la primavera durmiendo y releyendo Harry Potter.
—¿Es que esa saga es eterna? —preguntó Jimin, arqueando una ceja con incredulidad fingida.
—No, querido Jiminnie —replicó Taehyung con gesto teatral, poniéndose de pie con una mano sobre el pecho—. Son míticas.
Jimin dejó escapar un resoplido mientras guardaba las tijeras. Taehyung tenía ese don de transformar cualquier conversación en algo absurdo, y aunque Jimin no lo admitiera, a veces lo agradecía.
Con el botiquín en la mano, Jimin cruzó el pasillo hasta detenerse frente al espejo. Pasó una mano por su cabello, tratando de alisar un par de mechones rebeldes, y ajustó los lentes que resbalaban por su nariz.
Se observó una última vez en el espejo, colocándose la mochila al hombro. Todo estaba en su lugar: cabello peinado, lentes bien posicionados y un atuendo sencillo pero impecable.
—De acuerdo... —murmuró, tomando una pila de libros junto a la puerta—. Debo llevar estas cosas a la universidad.
Desde el marco de la puerta, Taehyung lo observaba de brazos cruzados y un toque de burla en los ojos.
—¿Ni un domingo te dejan descansar? —soltó con un suspiro exagerado—. Serás delegado, pero ni siquiera han arrancado las clases todavía, Jiminnie.
Sin apartar la vista de los libros que revisaba con meticulosa atención, Jimin le lanzó una mirada que lo decía todo. "Deberías saberlo".
—Los delegados comienzan antes —replicó, encogiéndose de hombros mientras guardaba los libros en la mochila con precisión—. Además, estos son de la biblioteca. No son míos.
Taehyung ladeó la cabeza, dejando que un mechón de cabello le cayera sobre la frente.
—¿Y el demonio Park? ¿Vuelve hoy?
—Por desgracia, si. Llegará pronto, así que ve a tu casa y lleva los apuntes contigo —respondió Jimin, ajustando la correa de la mochila como si eso cerrara el tema.
Taehyung silbó suavemente, apartándose del marco para seguirlo.
Cuando salieron, el calor del día los envolvió como una manta pesada. El pavimento parecía vibrar bajo el sol, pero Taehyung, con las manos en los bolsillos y una sonrisa perezosa, caminaba como si el calor no lo afectara en absoluto.
—Te lo tomas tan en serio que da pereza solo verte, juro que desearía tener la iniciativa que tu tienes, Jiminnie —bromeó, sacudiendo el flequillo de su frente—. Pero claro, así eres tú, nunca cambies.
Hizo una pausa, y antes de que Jimin pudiera responder, añadió con una sonrisa traviesa:
—Te acompaño hasta la parada del bus. No quiero ofenderte... pero no quiero cruzarme con el demonio Park otra vez.
Jimin fingió ignorarlo, pero una ligera curva en sus labios delató su humor.
—Créeme, si tu no quieres cruzartelo... yo menos. —respondió con tono casual, aunque la chispa en sus ojos reflejaba cierta diversión.
Caminaron juntos por la acera, sus pasos marcando un contraste evidente. Taehyung tarareaba despreocupado, como si el tiempo no existiera, mientras Jimin avanzaba con pasos medidos, su mente ya calculando las tareas que le esperaban. Era el típico choque entre el caos relajado de Taehyung y la estructura inquebrantable de Jimin.
—Por cierto, el corte no duele —comentó Taehyung de repente, rompiendo el silencio mientras lanzaba una mirada de reojo a Jimin.
Jimin se detuvo, girándose lentamente hacia él con los brazos cruzados y una ceja arqueada.
—Ah, claro. Porque gritar como si te estuvieran amputando un brazo es señal de que no duele ¿Cierto?
Taehyung estalló en una carcajada, llevándose una mano al pecho con dramatismo.
—Drama, Jiminnie, se llama DRAMA. Talento innato, ¿sabes? —dijo, extendiendo los brazos como si estuviera en un escenario.
Jimin negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonreír. Ajustó la mochila al hombro y siguió caminando.
Cuando llegaron a la parada del bus, el rugido de un motor acercándose rompió el ritmo pausado de la calle.
—Nos vemos mañana, Tae —dijo al subir al bus, sin girarse.
Desde la acera, Taehyung, fiel a su estilo, levantó la voz con una teatralidad que arrancó algunas risas de los presentes.
—¡No hagas nada que yo haría! —gritó, acompañando sus palabras con un gesto sarcástico, característico de él.
Mientras el bus arrancaba, Jimin dejó escapar una risa casi involuntaria. Incluso en momentos triviales, Taehyung siempre encontraba la manera de romper el muro de su seriedad.
Desde su posición junto a la ventana, aferrado a una barra metálica, Jimin lo observó. Taehyung caminaba despreocupado por la acera, las manos hundidas en los bolsillos, tarareando una melodía que el bullicio de la ciudad pronto devoró.
Jimin, por el contrario, sentía que el reloj lo perseguía constantemente. Pero ese contraste nunca los había alejado; los unía.
Pensó en las veces que Taehyung lo arrastró a planes inesperados o en cómo, con un simple gesto, aliviaba el peso de los días difíciles.
El bus dio un tirón brusco, devolviéndolo al presente. Risas de niños, bolsas de compras apretadas contra piernas, y rostros perdidos en pantallas llenaban el aire pesado. Jimin suspiró, resignado al largo trayecto de media hora que le quedaba.
En la segunda parada, un frenazo abrupto sacudió el vehículo. Un joven apresurado chocó contra él al bajar, empujándolo ligeramente. La correa de su mochila resbaló, y en un instante, libros y bolígrafos se dispersaron por el suelo del bus.
—¡Lo siento! —murmuró el muchacho antes de desaparecer entre la multitud.
Jimin permaneció inmóvil por un segundo, con las mejillas ardiendo mientras notaba algunas miradas curiosas sobre él. Se agachó sin decir palabra alguna, recogiendo sus cosas con movimientos rápidos, como si organizar su mochila pudiera calmar la vergüenza que estaba sintiendo en ese preciso instante.
El suelo estaba sucio, pegajoso en algunas partes, pero Jimin apenas lo registró. Su ceño fruncido y el ajuste automático de sus lentes delataban su incomodidad. Solo quería terminar y salir corriendo de ahí pronto.
Entonces, unos pasos firmes se detuvieron junto a él. La presencia detrás era inconfundible, como si el aire cambió a su alrededor.
Jimin sintió cómo sus hombros se tensaban, y cuando una mano firme pero ligera se posó en su hombro el ruido del bus pareció desvanecerse. Su corazón respondió con un latido acelerado.
—Hey, deja que te dé una mano —dijo una voz baja, tranquila, tan cercana que las palabras parecían vibrar en el aire a su alrededor.
Jimin levantó la vista bruscamente, haciendo que sus anteojos resbalaran por su nariz. Los ajustó con un movimiento automático, parpadeando al enfocar al dueño de aquella voz.
Era un joven de alta estatura, de facciones marcadas y cabellos negro azabache que caían en desorden sobre su frente.
Todo en él parecía cuidadosamente descuidado: la remera oscura ceñida al torso, los jeans desgastados, las botas que resonaban con un peso casi imperceptible. Pero lo que atrapó a Jimin no fueron los detalles de su ropa, sino su sonrisa confiada.
—Oh... no te preocupes, en serio. Son cosas que pasan —murmuró Jimin, desviando la mirada hacia los libros esparcidos en el suelo. Sin embargo, la presencia del chico lo mantenía atrapado en el momento, como si tuviera algo hipnotico que no le permitía dejar de observarlo con detenimiento.
El desconocido soltó una risa suave, perezosa, suficiente para que Jimin sintiera su piel erizarse por completo.
—¿Hablas en serio? Llevas de pie todo el viaje y de todas formas quieres convencerme de que tu desgracia es algo cotidiano. —comentó, con un tono despreocupado y una chispa juguetona.
Jimin parpadeó, algo desconcertado por la facilidad con la que el otro rompía cualquier distancia. Antes de que pudiera evitarlo, una pequeña sonrisa se coló en su rostro, espontánea, como si aquella actitud relajada fuese contagiosa.
—Bueno... admito que si alguno de estos libros tuviera la arruga mas insignificante o mancha siquiera, la bibliotecaria de la universidad me colgaría de un poste —dijo Jimin, intentando sonar casual, aunque su tono traicionaba los nervios que sentía.
¿Era por el momento vergonzoso en que prácticamente todos los pasajeros del bus vieron como todo de su mochila se cayó o por el chico frente a él que continuaba erizando los nervios de su piel por completo?
Si sigue mirándome así, me pondré colorado cual tomate, debo pensar en otra cosa rápido.
El chico soltó una carcajada grave que duro unos pocos segundos, que logró traerlo a la realidad mientras ambos se ponían de pie luego de haber guardado los libros. Antes de que Jimin pudiera procesarlo, el bus frenó de golpe, lanzando a los pasajeros hacia adelante.
Jimin perdió el equilibrio. Su mano soltaro la barra, y en un instante, terminó chocando contra el pecho del chico. El contacto fue breve, apenas un segundo, pero suficiente para que notara como al instante posó su mano sobre su cintura en un firme agarre, como si hubiera anticipado el tambaleo.
Sus miradas se cruzaron en segundos que parecieron eternos y la firmeza de su mano permanecia en su cintura brindandole ese equilibrio que habría perdido hace unos segundos. Aquella mirada de ojos oscuros parecía paralizarlo por completo, pero, el sonido del bus lo trajo —otra vez— a la realidad.
—Oh... siento mucho eso —susurró Jimin, separándose de inmediato. Su rostro ardía mientras murmuraba una disculpa apresurada, el ruido del bus probablemente ahogándola. Ajustó sus lentes con un gesto automático —también otra vez— tratando de recuperar el control de sí mismo.
—Relájate, como bien me has dicho hace un rato, son cosas que pasan ¿verdad? —respondió el chico con un encogimiento de hombros y guiñándole un ojo.
Jimin asintió y bajó la mirada rápidamente, pero incluso mientras lo hacía, no podía ignorar la sensación de ser estudiado con la mirada del chico.
Cuando levantó la vista, él seguía ahí con la misma sonrisa relajada observándolo con una mezcla de diversión y curiosidad, sin rastro alguno de juicio.
El bus volvió a sacudirse, y Jimin se enderezó de inmediato, tragando saliva mientras intentaba recomponerse. Sin embargo, el recuerdo del calor del pecho del chico y el peso del momento seguían rondándolo.
—Yo... debo bajar aquí —dijo, rompiendo silencio.
—Perfecto. Yo también bajo aquí. ¿Te importa si te acompaño?
La pregunta tomó a Jimin por sorpresa, por su mente paso decirle un rotundo no, ya que no acostumbraba a tener demasiada confianza con personas a las cuales no conoce... pero...
—Claro... no hay problema —fue lo que respondió, sin entender como fue mas fuerte su curiosidad que su instinto natural de negarse a la misma.
Ambos bajaron juntos del bus sintiendo como el aire cálido los envolvió al instante. Jimin suspiró, ajustándose los anteojos como un gesto reflejo que buscaba devolverle la calma, pero esta vez no fue suficiente.
A su lado, el chico caminaba con una tranquilidad casi irritante, las manos en los bolsillos y la mirada aparentemente distraída, aunque parecía captar cada detalle como si el mundo solo fuera un escenario para su entretenimiento.
—Gracias por la ayuda... no pude agradecerte correctamente debido al descontrol de ruido que había dentro del bus —dijo Jimin, sintiendo la necesidad de llenar el silencio—. Es raro que alguien se detenga en medio de un... caos así, normalmente siguen con sus cosas en ignoran la situación.
El chico arqueó una ceja, dejando escapar una risa como si la palabra "caos" le resultara exagerada.
—¿Caos? ¿Así le llamas a que se te caigan unos libros? Créeme eso no es lo peor que puede ocurrirte, es más, puedes recordarlo como algo gracioso —respondió, su tono ligero, pero con un toque burlón. Antes de que Jimin pudiera replicar, extendió la mano con naturalidad—. Jungkook. Jeon Jungkook, es mi nombre.
Jimin dudo antes de estrecharle la mano, pero en ese breve instante, el nombre resonó en su mente. Lo conocía, o al menos, había oído suficiente para formarse una imagen: historias que iban de lo intrigante a lo cuestionable. Sin embargo, en persona, Jungkook parecía más complejo de lo que los rumores sugerían. Su sonrisa relajada no encajaba del todo con aquella fama.
—Ah... Jungkook. Tú eres... de Contabilidad, ¿no? —dijo Jimin, tanteando las palabras intentando confirmar algo ya sabido.
Por un momento, los ojos de Jungkook reflejaron un destello fugaz de cansancio, como si estuviera acostumbrado a ser etiquetado antes de ser conocido. Pero su sonrisa regresó, esta vez con un matiz burlón.
—Supongo que mi "reputación" me precede —comentó, encogiéndose de hombros—. Y tú... Park Jimin, de Medicina, ¿cierto? El que se toma en serio hasta el café que bebe.
Jimin dejó escapar una sonrisa involuntaria que trató de ocultar. El comentario había dado en el clavo.
—Bueno, para juzgar a alguien, prefiero escuchar las dos versiones de una historia en algunas ocasiones —dijo Jimin, con un tono que pretendía ser serio pero que se suavizó en la última frase—. Y sí, el café es algo serio. Pero un momento, ¿cómo sabes mi nombre?
Jungkook ignoró lo del café, pero respondió al resto con un encogimiento de hombros.
—Te vi en algún evento en la universidad. También he escuchado un par de cosas. Al parecer, eres alguien a quien nadie se atreve a distraer cuando estudia. Dicen que eres intimidante... aparte uno de tus cuadernos lo tiene escrito, duh.
Jimin sintió un calor incómodo subiéndole a las mejillas. ¿Intimidante? Aquello le resultaba tan desconcertante como divertido.
—No soy tan intimidante —murmuró, intentando sonar casual—. Solo... enfocado.
—"Enfocado", claro —repitió Jungkook, alargando la palabra con un guiño—. Entonces, ¿qué hace alguien tan "enfocado" tomando un bus un domingo? ¿No te teletransporta la universidad?
El comentario arrancó una risa breve a Jimin, que decidió seguirle el juego, Jungkook le seguía mientras Jimin entraba hacia el edificio.
—¿Y a ti no te teletransportan en Contabilidad? —respondió, arqueando una ceja—. Vine a devolver unos libros y a preparar cosas para la semana. No todos podemos vivir tan "libremente" como tú o bueno, según he escuchado.
Jungkook soltó otra de sus risas bajas antes de mirarlo de reojo, su expresión una mezcla de desafío y curiosidad.
—¿Libre? No lo llamaría así. Solo disfruto lo que hago, Ricitos.
Jimin parpadeó, confundido por el apodo. Frunció el ceño ligeramente, sin decidir si sentirse molesto o tomarlo como un halago.
—¿Ricitos? —repitió, intentando descifrar el significado.
Jungkook señaló con la cabeza los mechones rubios de Jimin, su sonrisa ampliándose un poco.
—Te queda bien. Me hace pensar en cuentos de hadas. Aunque... más que nada es por el pelo.
Jimin rodó los ojos, pero no pudo evitar que una pequeña sonrisa se formara en sus labios.
—Bueno, no tengo apodos para desconocidos —dijo, cruzándose de brazos en un intento de recuperar el control de la conversación.
—Eso tiene solución —replicó con un tono despreocupado, antes de añadir—. Por cierto, ¿de verdad escuchas las dos versiones de una historia?
—Diría que sí, como dije en algunas ocasiones —respondió Jimin, con una mezcla de escepticismo y curiosidad—. Si solo me basara en lo que dicen de ti... probablemente ya habría salido corriendo.
Jungkook soltó una carcajada genuina, un sonido ligero, casi musical.
—Supongo que no tienes motivos para creer lo que escuchaste —dijo, llevándose una mano al pecho en un gesto dramático—. Aunque yo, en cambio, podría decir que tengo razones para desconfiar de los delegados de Medicina. Toda esa responsabilidad... da un poco de miedo, ¿no?
—No somos tan terribles —replicó Jimin, intentando sonar serio, aunque su sonrisa lo traicionó—. Solo... nos tomamos las cosas en serio, debemos ser responsables... diría lo mismo de un futuro contador.
Mientras avanzaban hacia la biblioteca, el ritmo de sus pasos parecía reflejar sus personalidades: los de Jimin, precisos y medidos; los de Jungkook, relajados y sin prisa. Aunque el contraste era evidente, el compás que formaban juntos resultaba sorprendentemente armonioso.
Jungkook rompió el silencio con esa facilidad que parecía natural en él.
—Entonces llevas semanas ocupado con cosas de la universidad, ¿eh? Yo no podría. Trato de evitar todo lo que huela a trabajo los fines de semana — comentó con un tono de lástima fingida, aunque su voz estaba teñida de una burla ligera. Mientras hablaba, echó otra mirada a los mechones claros de Jimin, como si encontrara algo entretenido en el contraste entre su apariencia ordenada y su evidente rigidez.
Jimin alzó una ceja, deteniéndose un segundo antes de responder. Había algo en la despreocupación de Jungkook que lo desconcertaba y lo desafiaba al mismo tiempo.
—¿Se supone que en vacaciones debía dejar de hacerlas? — respondió, su tono seco pero sin malicia. La chispa en sus palabras traicionaba una mezcla de curiosidad e ironía.
Jungkook rió suavemente, un sonido breve que rebotó en las paredes del pasillo. Se encogió de hombros, despreocupado.
—A diferencia de ti, Ricitos, necesito distracciones... o me vuelvo loco.
El apodo volvió a surgir, y aunque Jimin parpadeó ante la confianza que la palabra tomaba, optó por ignorarla. Inclinó ligeramente la cabeza, dejando que la curiosidad tomara el control.
—¿Así que ahí es donde entran los rumores sobre ti? ¿O me equivoco?
La pregunta quedó suspendida en el aire por un momento. Jungkook no pareció inmutarse; sus ojos se estrecharon apenas, como si estuviera calculando cuánta información revelar. Luego, con un suspiro casi teatral, dejó caer los hombros en un gesto de rendición fingida.
—No estoy muy orgulloso de ellos, pero... la mayoría están fuera de contexto — admitió, con un tono ligero que no lograba ocultar del todo un trasfondo más serio —. La gente suele juzgar por cómo uno se viste o por ser un poco... sociable.
Jimin soltó una risa irónica, desviando la mirada al suelo. Había algo en la manera en que Jungkook hablaba que lo hacía parecer más honesto de lo que esperaba, aunque no estaba listo para admitirlo.
—Seguro... "sociable" — murmuró, dejando la frase incompleta, como si no quisiera comprometerse a creerle del todo.
Lejos de ofenderse, Jungkook alzó una ceja, divertido. Dio un paso más cerca, acortando la distancia lo suficiente para que Jimin sintiera el calor de su presencia.
—¿No me dirás que tú nunca has salido con alguien que quisiera... ensuciar tu imagen? — preguntó, su voz baja y con un toque de provocación, como si estuviera probando los límites de Jimin.
La pregunta tomó a Jimin por sorpresa, arrancándole una risa breve. La idea le parecía casi absurda, pero no pudo evitar sentirse intrigado por la facilidad con la que Jungkook tocaba temas personales, como si nada estuviera fuera de su alcance.
—Bueno... — respondió Jimin, eligiendo cuidadosamente sus palabras — Mi última relación fue en el último año de la escuela. Yo intento terminar las cosas en buenos términos, ya sea con parejas o con amigos. No es mi estilo guardar rencor.
Hizo una pausa, levantando la mirada para encontrarse con los ojos de Jungkook.
—Es una pérdida de tiempo y energía.
Jungkook lo miró en silencio, como si estuviera evaluándolo. Luego inclinó ligeramente la cabeza, y una sonrisa ladeada apareció en sus labios, tranquila pero llena de algo más que simple diversión.
—Me gusta tu filosofía, Ricitos. La vida es demasiado corta para rencores, ¿no?
Jimin asintió casi sin pensarlo. Estaba sorprendido por lo cómodo que se sentía, a pesar de lo diferentes que eran. Algo en la actitud despreocupada de Jungkook lo desconcertaba, pero también lo intrigaba. Era como si, estando a su lado, las reglas estrictas que gobernaban su vida se aflojaran, aunque fuera un poco.
Al llegar a la biblioteca, Jimin se adelantó con pasos seguros hacia el mostrador de entrada, donde la señora Kim lo recibió con su habitual sonrisa cálida.
—Señora Kim, traje los libros que me dejó tener en vacaciones — dijo Jimin, entregándolos con el mismo cuidado con el que los había transportado durante el verano.
La bibliotecaria examinó los volúmenes con atención, asintiendo con aprobación antes de mirarlo por encima de sus gafas.
—Puntual como siempre, Jimin. A estas alturas, no me sorprende... — comentó con afecto, antes de señalar hacia el pasillo — Los delegados te esperan en la sala de reuniones. Aunque algunos todavía no han llegado.
Jimin inclinó ligeramente la cabeza, un gesto automático de respeto.
—Gracias por avisarme — respondió, con la misma cortesía de siempre.
Mientras se giraba para avanzar hacia la sala, Jimin no pudo evitar lanzar una mirada rápida hacia Jungkook, que se había quedado unos pasos atrás. Apoyado contra una estantería, lo observaba con esa sonrisa ligera que parecía esconder algo más.
—Entonces, Ricitos, ¿espero aquí o me invitas a esa reunión tan seria? — bromeó Jungkook, inclinándose levemente, como si no tuviera ninguna intención de irse pronto.
Jimin rodó los ojos, pero la sonrisa que intentó reprimir se asomó inevitablemente.
—Definitivamente, no estás invitado.
La risa baja de Jungkook lo siguió mientras Jimin se alejaba, y por un momento, no pudo evitar preguntarse cómo aquel chico, tan distinto a él, podía irrumpir con tanta facilidad en su mundo cuidadosamente organizado.
Cuando giró sobre sus talones para dirigirse hacia el pasillo, notó que Jungkook había comenzado a caminar tras él. Aunque no dijo nada, la presencia de Jungkook era inconfundible. Jimin sentía un calor extraño en la nuca, como si la mirada del otro estuviera fija en él. Era inquietante y, al mismo tiempo, imposible de ignorar.
Finalmente, llegaron a una bifurcación. Jimin se detuvo, sintiendo que el eco de sus pasos desaparecía, dejando un silencio que parecía más fuerte de lo normal. Respiró hondo antes de girarse hacia Jungkook, intentando disimular el nerviosismo con una sonrisa que pretendía ser cortés.
—Supongo que aquí es donde nos separamos. Gracias por la ayuda, Jungkook. No quiero... molestarte más.
Su tono era suave, pero al final de la frase hubo un quiebre que traicionaba su intención de sonar confiado. Jungkook, en cambio, no respondió de inmediato. Permaneció allí, cruzando los brazos con una calma tan natural que parecía estudiada. Su mirada fija en Jimin era intensa, pero no amenazante. Era como si estuviera analizando algo más allá de las palabras, buscando respuestas que Jimin no estaba seguro de tener.
El silencio entre ellos se alargó, y Jimin sintió un cosquilleo incómodo que le recorrió la espalda. Pero justo cuando estaba a punto de hablar de nuevo, Jungkook rompió la tensión con un movimiento pausado, apoyándose contra la pared cercana. Su sonrisa ladeada —ese equilibrio perfecto entre picardía y desafío— asomó en sus labios.
—No has sido una molestia en lo más mínimo — dijo Jungkook finalmente, su voz baja y pausada, como si cada palabra estuviera calculada —. Por el contrario, Ricitos, ha sido... entretenido charlar contigo.
Jimin abrió la boca para responder, pero ninguna palabra llegó. Había algo en el tono de Jungkook, en la forma en que lo miraba, que lo descolocaba más de lo que quería admitir. Optó por un leve asentimiento, mientras sentía el rubor subir lentamente por su cuello.
—Pues... nos vemos — murmuró en voz baja, levantando una mano en un intento de despedida casual mientras retrocedía un paso.
Jungkook se empujó de la pared con una calma casi exasperante y, sin añadir nada más, comenzó a caminar por el pasillo contrario. Jimin lo siguió con la mirada unos segundos, atrapado entre el alivio y una curiosidad que no podía controlar. Cuando los pasos de Jungkook se apagaron, una pequeña sonrisa —privada, casi imperceptible— se deslizó en sus labios.
El apodo, dicho con una confianza desconcertante, seguía resonando en su mente. Ricitos. Algo en la forma en que Jungkook lo pronunciaba hacía que una parte de él se tambaleara, como si hubiera perdido el equilibrio por un instante. Ajustó sus anteojos casi de manera compulsiva, aferrándose al gesto como a una cuerda salvavidas.
Pero el control había cambiado de manos hacía rato. A medida que se alejaba, esa sensación solo se intensificaba, haciendo que su andar —normalmente firme y seguro— se volviera un poco más vacilante.
No quería girarse. Sabía que no debía hacerlo. Pero lo hizo.
Jungkook seguía allí, con esa sonrisa apenas perceptible en los labios, como si compartieran una broma privada que solo él entendía. Jimin frunció ligeramente el ceño, reprimiendo cualquier reacción evidente, y negó con la cabeza. Era ridículo. No podía quedarse atrapado en esto. Reanudó su camino hacia la sala de reuniones, aunque sus pasos, resonando en el pasillo, le parecieron menos firmes de lo habitual.
Al llegar, saludó a los demás delegados con un gesto breve, casi mecánico. Se sentó en su lugar habitual, ordenando sus materiales con una precisión automática. Pero, incluso mientras repasaba mentalmente los puntos de la reunión, su mente volvía una y otra vez al pasillo.
A Jungkook.
A esa sonrisa.
Y a la manera en que había logrado entrar en su mente con tanta facilidad.
Intentó convencerse de que no había sido más que un encuentro casual. Una coincidencia sin importancia. Pero sabía que no era cierto. Ese breve intercambio había dejado una grieta en su rutina, permitiendo que algo nuevo —y tal vez peligroso— se colara.
Mientras giraba la página de su cuaderno, notó que su mano temblaba ligeramente. Soltó un suspiro bajo, presionando la palma contra el papel para detener el movimiento. No podía permitirse que algo tan trivial lo afectara.
Pero lo había hecho.
Y eso era lo que más le inquietaba.
🌟
¡Nueva historia! Voy a intentar ser constante con las actualizaciones, tengo suficiente material preparado para no tardarme mucho con las actualizaciones jeje
Esta historia será diferente a todo lo que acostumbro a escribir, lo más gracioso es que se me ocurrió mientras escuchaba "Friends" de Chase Atlantic, me dije a mi misma: "¿Por qué no hacer una historia en la que la tensión sea así? Y bueno, así es como decidí crearla, espero que les guste 💖
Cabe aclarar que, en esta historia la parte de "lovers" si es que en un inicio podemos llamarla así, no se va a dar tan rápido, sino que va a ser una tensión que se va a construir capítulo tras capitulo hasta que, lógicamente, ya ninguno de los dos pueda resistirse, por ende pacienciiaaa✨️
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