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El último mes había pasado en un abrir y cerrar de ojos. Desde aquella tarde en el restaurante de sushi, Jimin había caído en una rutina extraña, una mezcla de caos y calma. Entre clases agotadoras, el peso de los exámenes de mitad de semestre y los inesperados momentos con Jungkook, su vida avanzaba como un tren del que no podía bajar.

Los pasillos de la universidad eran un hervidero de ansiedad. Estudiantes murmuraban términos médicos y fórmulas como si así pudieran incrustarlas en sus cerebros, mientras otros caminaban cabizbajos, con mochilas tan llenas como sus horarios. Jimin era uno más entre ellos, con los hombros tensos y la vista fija en el reloj. Pero ahora, en medio de toda esa presión, había algo distinto: Jungkook. Sus apariciones espontáneas desordenaban su rutina, pero, de alguna manera, también la aligeraban.

Cuando entró en la cafetería, el bullicio lo golpeó como una ola: la fila para el café se extendía hasta la puerta, y las mesas estaban abarrotadas de estudiantes enterrados en apuntes y laptops. Jimin recorrió el lugar hasta encontrar a Soo Hee y Taehyung, cómodamente sentados en una esquina, con bandejas llenas frente a ellos.

Taehyung estaba, como siempre, hablando a un volumen ligeramente inapropiado.

—¿Sabían que el estrés de los estudiantes de medicina es igual al de soldados en entrenamiento? —dijo entre bocados de su sándwich, como si estuviera compartiendo un dato revolucionario.

Soo Hee, removiendo su café con calma, lo miró con una ceja arqueada.

—Por supuesto que te lo inventaste. Aunque, si fuera cierto, tú serías el caso más relajado de esa estadística.

—¡Exacto! —Taehyung levantó una mano en señal de victoria, ignorando por completo el sarcasmo—. Mi técnica infalible: negación absoluta.

Jimin dejó caer su mochila junto a la mesa y se desplomó en la silla con un suspiro largo, hundiéndose en el respaldo como si el peso del mundo descansara sobre él. Tenía los hombros caídos y los ojos cansados, delatando una jornada especialmente pesada.

Soo Hee lo estudió con esa mirada perspicaz que siempre parecía perforarlo.

—¿Mal día? —preguntó, su tono suave pero directo.

—No peor que los demás —respondió Jimin, encogiéndose de hombros mientras sacaba una botella de agua de su mochila. Bebió un sorbo, pero ni siquiera eso logró borrar la tensión que llevaba encima. Aún le quedaban tres temas por repasar esa noche, y el cansancio ya le pesaba.

Taehyung, con su sonrisa traviesa de siempre, se inclinó hacia Jimin.

—No tendrás tiempo si sigues escapándote después de clases.

Jimin lo miró con el ceño fruncido.

—¿De qué hablas?

Taehyung soltó una carcajada, señalándolo con el dedo.

—¡Te vi el martes! No puedes negarlo. Estabas con Jungkook en el cibercafé. ¿Así es como aprovechas tu tiempo libre?

El rostro de Jimin se encendió al instante, el calor subiéndole por el cuello hasta las mejillas. Apretó la botella entre sus manos y evitó sus miradas.

—Eso no tiene nada que ver —murmuró finalmente, su tono apenas convincente.

Soo Hee, que había estado observándolo con curiosidad creciente, sonrió como un gato que acababa de atrapar a su presa.

—Claro que no. Pero dime, ¿el snack de ayer lo elegiste tú o él?

Jimin abrió la boca para responder, pero nada salió. Sus dedos tamborilearon contra la mesa mientras buscaba algo que decir, pero su mente se quedó en blanco. El silencio que siguió fue suficiente para confirmar las sospechas de ambos. Taehyung se rió, sacudiendo la cabeza mientras tomaba una papita de su bandeja.

—No importa —respondió Jimin rápidamente, aunque el rubor en sus mejillas decía lo contrario.

Soo Hee y Taehyung intercambiaron una mirada cómplice.

—Ajá, claro, Jiminnie. Lo que tú digas.

Jimin, sintiéndose acorralado, se concentró en abrir su mochila, como si su vida dependiera de ello. Sus dedos jugueteaban con el cierre mientras ignoraba las risas de sus amigos.

—Hablando de cosas importantes... —interrumpió Soo Hee, apartando su bandeja y sacando un cuaderno lleno de anotaciones desordenadas—. ¿No sienten que Fisiopatología es una tortura?

Taehyung dejó escapar un suspiro dramático digno de un actor y se recostó exageradamente en su silla.

—No me lo recuerdes. El tema de insuficiencia renal me hizo sentir como si mi cerebro también estuviera fallando.

Soo Hee dejó escapar una risa breve.

—Eso no es nada. Espérate a los síndromes coronarios. Me dijeron que es como aprender tres idiomas a la vez.

Jimin asintió lentamente. Aunque la conversación era ligera, le reconfortaba saber que no era el único lidiando con la presión.

—Es difícil, sí, pero es la base de todo —dijo mientras tomaba otro sorbo de agua—. Si no entendemos esto ahora, estamos perdidos para los próximos años.

—¡Míralo! Siempre tan sabio —dijo Taehyung, agitando una papa frita como si estuviera dando un discurso—. Nuestro Jiminnie, iluminándonos con su sabiduría médica.

—Es que tiene razón, Tae —intervino Soo Hee—. Pero dime algo, Jiminnie: ¿cómo encuentras energía para todo? Clases, prácticas, tareas, y... —ladeó la cabeza con intención— tus escapadas al cibercafé con tu "nuevo amigo".

Jimin levantó la cabeza de golpe, sus ojos encontrándose con los de Soo Hee antes de desviarse rápidamente.

—Eso no tiene nada que ver —dijo, ajustándose los lentes en un gesto automático.

Soo Hee sonrió con diversión.

—Ajá. Claro que no.

Taehyung se inclinó hacia adelante con una sonrisa traviesa.

—El estrés afecta menos cuando tienes distracciones interesantes.

—¡No es una distracción! —replicó Jimin rápidamente, pero el color en sus mejillas lo delató.

—¡Jiminnie, no te enojes! —dijo Taehyung, ladeando la cabeza con una sonrisa suave—. Solo digo que no estaría mal si algo pasara entre ustedes.

Taehyung se encogió de hombros, aunque su sonrisa se mantuvo calmada, casi reflexiva.

—Desde que conoces a Jungkook, pareces menos estresado. Y te ríes más seguido. Sí, son como agua y aceite, pero eso no tiene por qué ser malo. A veces, eso los hace más interesantes.

Jimin dejó escapar un suspiro y cruzó los brazos.

—No sé de qué hablas. —murmuró, aunque incluso él sabía que no sonaba convincente.

Soo Hee le dio un suave empujón en el brazo.

—Sí sabes, Jiminnie. Solo que no quieres admitirlo todavía.

El silencio que siguió fue más pesado de lo que esperaba.

Jimin bajó la vista a su bandeja, pero su mente no estaba en la comida. En un rincón de su cabeza, las palabras de Soo Hee se quedaban flotando, como si hubieran prendido una chispa que no podía apagar.

Porque tenía razón.

Porque, desde que Jungkook apareció en su vida, todo se había vuelto un poco más...

Distinto.

La campana sonó, arrastrándolo de vuelta a la realidad.

Jimin se apresuró a recoger sus cosas, ignorando la mirada cargada de significado de Soo Hee y la sonrisa traviesa de Taehyung. No quería seguir pensando en ello.

No ahora.

—¡Nos salvamos! —exclamó Taehyung, levantándose de golpe con su bandeja en mano. Guiñó un ojo a Jimin mientras añadía—: Porque Soo Hee estaba a punto de dar su famosa conferencia sobre "los beneficios del amor en la productividad académica".

—Ni lo intentes, Kim Taehyung —respondió Soo Hee entre risas, acomodando su cuaderno bajo el brazo mientras caminaba junto a ellos—. Pero no te preocupes, Jimin. Esto no ha terminado. Solo digo que deberías pensarlo.

Jimin negó con la cabeza, dejando escapar un suspiro bajo una sonrisa ligera, como si quisiera ahogar sus propios pensamientos.

El pasillo estaba abarrotado de estudiantes apresurados, voces mezclándose en un murmullo constante. Jimin se dejó llevar por el flujo de la multitud, pero no podía sacudirse la sensación de que las palabras de Soo Hee y Taehyung lo seguían como un eco persistente.

Era una idea incómoda. Un pensamiento que prefería ignorar.

Pero que, de alguna manera, ya se había instalado en su cabeza.

El final de la clase llegó con esa mezcla familiar de cansancio y ansiedad. Jimin esperó a que la mayoría de los estudiantes saliera antes de recoger sus cosas. No tenía prisa, pero su plan era claro: almorzar algo rápido y encerrarse en la biblioteca hasta que los apuntes comenzaran a tener sentido. Sin embargo, al girar por el pasillo principal, se detuvo en seco.

Jungkook estaba allí, apoyado contra la pared con una naturalidad casi irritante. En una mano sostenía un par de snacks y, en la otra, una taza de café. Su saco estaba ligeramente abierto, y su cabello despeinado parecía cuidadosamente casual. Cuando levantó la vista y lo vio, una sonrisa ladeada apareció en su rostro, y Jimin sintió un nudo extraño en el estómago.

—Puntual como un reloj, delegado. —Jungkook levantó uno de los snacks como si fuera un premio—. Creí que necesitarías un empujón para sobrevivir el día.

Jimin parpadeó, sorprendido pero tratando de no demostrarlo. Se acercó con pasos medidos y tomó la taza de café, estudiándolo con la mirada.

—¿Debería preocuparme de que ahora estés monitoreando mis horarios? —preguntó, alzando una ceja.

—Solo los tuyos. —Jungkook le guiñó un ojo, su tono juguetón pero, de algún modo, genuino—. Vamos, Ricitos. Necesitas aire fresco.

Jimin tomó un sorbo del café, disfrutando del calor que recorría su garganta, aunque mantuvo su expresión neutral.

—¿Y qué tienes en mente? —preguntó con cautela.

—El cibercafé —respondió Jungkook sin dudar—. Es más divertido que verte sufrir en la biblioteca.

Jimin resopló, cruzándose de brazos.

—¿Eso qué tiene de aire fresco?

Jungkook soltó una carcajada, inclinando ligeramente la cabeza.

—¿Y cuándo dije que íbamos a estar al aire libre? —Su sonrisa juguetona se ensanchó antes de señalar con la cabeza hacia la salida—. Vamos, Jimiiinn. Sabes que no aceptaré un "no" por respuesta.

Jimin suspiró, aunque una sonrisa ligera amenazaba con asomar en sus labios. Jungkook tenía esa habilidad de hacer que decirle "no" fuera más complicado de lo que debería.

—Eres imposible —murmuró, ajustándose la correa de la mochila.

—Lo sé —respondió Jungkook con una sonrisa deslumbrante, guiándolo hacia el estacionamiento.

El rugido de la moto llenó el aire cuando Jungkook giró el acelerador. Jimin se colocó el casco con movimientos automáticos, sin el nerviosismo de las primeras veces. Ahora todo se sentía extrañamente natural, como si esta rutina se hubiera instalado en su vida sin pedir permiso.

Jungkook lo observó de reojo mientras Jimin subía, manteniendo esa ligera distancia entre ellos que siempre parecía resistir. Pero, al sentir el motor bajo ellos, Jimin colocó las manos en la cintura de Jungkook casi sin pensarlo.

—¿Vas a sujetarte o confiarás en tu equilibrio milagroso esta vez? —bromeó Jungkook, encendiendo el motor con facilidad.

Jimin rodó los ojos, pero no perdió tiempo en responder. Sus manos ya estaban en su lugar, firmes pero relajadas.

—¿Sabes que ya no necesitas recordármelo, verdad? —replicó con tono seco, aunque sin verdadera molestia.

—Es divertido verte fastidiado, delegado —respondió Jungkook con una sonrisa que Jimin pudo sentir incluso sin verla.

La moto avanzó, dejando atrás el bullicio del campus. El viento despeinaba el cabello de Jimin, y el zumbido del motor bajo ellos resonaba como un latido constante que marcaba el ritmo de la ciudad. Jimin no podía ignorar la extraña sensación de seguridad que siempre lo invadía cuando estaba cerca de Jungkook. Por más que quisiera negarlo, había aprendido a disfrutar esos trayectos: el viento fresco, la sensación de movimiento y la tranquilidad inesperada que venía con la compañía del chico frente a él.

Las luces de los semáforos y los destellos de las farolas pasaban como destellos fugaces mientras avanzaban. Por un instante, el ruido del mundo exterior pareció desvanecerse, llevándose consigo el estrés que Jimin cargaba. Fue un momento breve, pero suficiente para darle un respiro.

Cuando llegaron al cibercafé, Jungkook estacionó la moto con precisión y apagó el motor. Bajó con esa fluidez despreocupada que lo caracterizaba, quitándose el casco y sacudiendo el cabello de una manera que parecía sacada de un comercial. Luego giró hacia Jimin con una sonrisa amplia, esa mezcla de diversión y confianza que nunca parecía abandonar su rostro.

—Sigues siendo mi copiloto más callado —dijo, tomando el casco que Jimin le devolvía.

Jimin arqueó una ceja, ajustándose la mochila al hombro mientras lo miraba con una mezcla de sarcasmo y diversión.

—¿Esperas que te cante o algo? —replicó, dejando que un toque de humor suavizara la conversación.

—No estaría mal. Pero, en su defecto, una confesión dramática también serviría. —Jungkook se encogió de hombros, su sonrisa descarada ampliándose mientras comenzaba a caminar hacia la entrada del cibercafé.

Jimin negó con la cabeza, soltando un suspiro, pero no pudo evitar que una pequeña sonrisa asomara en sus labios mientras seguía a Jungkook. Había algo en esos intercambios, algo en esa familiaridad que había crecido entre ellos en el último mes, que lo hacía sentirse... más ligero, aunque no quisiera admitirlo.

El interior del cibercafé era acogedor, con luces bajas y el aroma a café mezclado con pasteles de chocolate llenando el aire. El murmullo de las conversaciones y el sonido de videojuegos envolvían el lugar en una atmósfera cálida, como si el tiempo ahí transcurriera de forma distinta.

Se sentaron en su rincón habitual, junto a la estantería de cómics desgastados. Era su lugar. Jimin cruzó las piernas mientras observaba cómo Jungkook pedía sus usuales: café negro y pastel de chocolate. Jimin, fiel a su estilo, optó por un té verde.

El silencio que compartían no era incómodo. Jimin tamborileaba los dedos contra el borde de la mesa, distraído con los cómics frente a él, mientras Jungkook jugueteaba con una cuchara, aparentemente relajado, aunque sus ojos no dejaban de deslizarse hacia él de vez en cuando.

Fue Jungkook quien, como siempre, rompió el silencio con su tono casual, pero cargado de intención.

—Entonces, Ricitos... —se inclinó hacia adelante con una sonrisa traviesa—. ¿Cuántas excusas tienes ya listas para desaparecer las próximas semanas?

Jimin, que estaba a punto de beber de su taza, dejó escapar una risa suave, más sincera de lo que pretendía.

—No son excusas —respondió, bajando la mirada a su té mientras el vapor subía en espirales—. Los exámenes están cerca y necesito concentrarme.

La sonrisa de Jungkook se suavizó apenas, pero sus ojos adquirieron un brillo distinto, más atento. Dejó la cuchara a un lado, inclinándose ligeramente sobre la mesa.

—Entiendo. Pero... ¿eso significa que tienes que desaparecer por completo? —preguntó, su tono tranquilo, aunque con la firmeza suficiente para que no pareciera una broma.

Jimin alzó la mirada, encontrándose con los ojos de Jungkook. Había algo en ellos que lo calmaba y lo desafiaba al mismo tiempo. Tragó saliva y desvió la vista.

—No quiero distraerme, Jungkook. Ni tampoco distraerte a ti —murmuró, fijando la mirada en su taza.

Jungkook dejó escapar una risa baja, suave, pero con algo más escondido en ella.

—¿Distraerme? —repitió, entrelazando los dedos frente a él. Sus ojos, oscuros y atentos, estaban clavados en Jimin con una intensidad que lo hizo removerse en su asiento.

Jimin frunció ligeramente el ceño. Odiaba cuando Jungkook lo miraba así, como si pudiera ver más allá de sus palabras.

—Es solo que... —dudó, girando la cucharilla de su té entre los dedos—. Estas salidas son un buen respiro, pero ahora que los exámenes están cerca, no sé si puedo darme el lujo de seguir tomándome tanto tiempo libre.

Por un instante, Jungkook no dijo nada. Su expresión seguía relajada, pero Jimin sentía que lo analizaba con demasiada atención. Finalmente, se inclinó aún más hacia adelante, acortando la distancia entre ellos.

—¿De verdad crees que una hora aquí y allá va a hundir tu promedio? —preguntó, su tono ligero, pero con un matiz más suave que hizo que Jimin levantara la vista sin querer.

El contacto visual duró apenas un segundo, pero fue suficiente para que Jimin sintiera un tirón incómodo en el pecho.

—Tal vez no lo hunda, pero tampoco va a ayudar —respondió, desviando la mirada rápidamente hacia su taza, como si ahí encontrara una barrera contra la intensidad que Jungkook proyectaba.

Jungkook suspiró con ligereza, recostándose en la silla. Su postura era despreocupada, pero sus ojos seguían fijos en él.

—Ricitos, estás exagerando. Una hora aquí, una partida allá, no va a matarte. —Hizo una pausa y bajó el tono, como si lo que estaba a punto de decir fuera solo para Jimin—: A veces, necesitas tomarte un respiro.

Jimin finalmente levantó la mirada, y esta vez no pudo evitar sostenerla. La seriedad en la expresión de Jungkook lo desconcertó. Era raro verlo así, sin la burla habitual, sin su eterna sonrisa provocadora.

—Lo sé —admitió Jimin, su voz más suave ahora, casi tímida. Bajó la vista a su té, intentando ordenar sus pensamientos—. Pero no quiero que las cosas se me salgan de control.

Jungkook ladeó la cabeza con una expresión que mezclaba comprensión y algo más, algo que Jimin no lograba descifrar.

—Está bien, lo entiendo. Solo prométeme que no vas a desaparecer del todo, ¿sí?

Jimin parpadeó, sorprendido por la petición.

—¿Desaparecer?

—Sí, desaparecer. —Jungkook sonrió suavemente, pero su tono seguía siendo serio, como si estuviera pidiendo algo más de lo que decía en voz alta—. Pero el cibercafé no es la única excusa que tenemos para vernos. Yo también tengo exámenes, y aquí sigo.

Jimin bajó la mirada, sintiendo que esas palabras lo descolocaban más de lo que deberían.

—¿De verdad? —preguntó, su voz más baja ahora, cargada de una vulnerabilidad que no pudo ocultar.

—De verdad —repitió Jungkook, asintiendo despacio. Su tono era tranquilo, pero la sinceridad en su mirada era inconfundible—. Si necesitas tiempo, dilo. No pasa nada. Pero tampoco te escondas detrás de los exámenes para evitarme.

Jimin sintió el calor subiéndole lentamente por el cuello hasta las mejillas.

—Gracias —murmuró al fin, su voz apenas audible, pero lo suficientemente clara para que Jungkook lo escuchara.

Cuando levantó la vista, encontró a Jungkook sonriendo. No era su sonrisa burlona de siempre, sino una más suave, cálida, casi... reconfortante. Una de esas raras expresiones que Jungkook parecía guardar solo para ciertos momentos, las que hacían que Jimin sintiera que el mundo era un poco menos abrumador.

—Solo no te olvides de mí cuando te conviertas en ese gran médico que todos esperan que seas, Ricitos.

Jimin dejó escapar una pequeña risa, más relajada esta vez, aunque todavía sentía un nudo en el pecho que no podía explicar.

—No creo que eso pase —respondió, negando con la cabeza mientras una sonrisa juguetona asomaba en sus labios—. No planeo desaparecer, pero tampoco esperes verme tanto como hasta ahora.

Jungkook inclinó la cabeza con dramatismo, llevándose una mano al pecho como si estuviera herido.

—Qué lástima. Justo cuando empezabas a caerme bien.

La respuesta arrancó otra risa ligera de Jimin, aunque no pudo evitar mirarlo con incredulidad.

—¿"Empezabas"? —repitió, alzando una ceja en un gesto casi desafiante—. ¿Eso significa que he pasado más de un mes entero contigo sin caerte bien del todo?

Jungkook sonrió ampliamente, aunque había algo en sus ojos que le daba más profundidad a la broma.

—Bueno, es un proceso lento. Pero creo que ya casi llegas a mi lista de favoritos, Ricitos.

—Wow, qué honor —replicó Jimin en un tono seco, aunque la diversión en sus labios lo traicionaba.

Jungkook soltó una carcajada baja y se recostó contra la silla con satisfacción.

Jimin tomó otro sorbo de su té, intentando ignorar la sensación extraña que se instalaba en su pecho cada vez que hablaban de esa manera. Cada vez que Jungkook lo miraba así.

Por un momento, ambos se sostuvieron la mirada en silencio, esa sonrisa juguetona colgando entre ellos como un hilo invisible. Fue breve, pero lo suficiente para que el aire a su alrededor se sintiera distinto, como si algo no dicho flotara entre los dos.

Jimin desvió la vista, enfocándola en un punto indefinido del cibercafé, pero ni siquiera eso ayudó a calmar el ritmo de su corazón. Sentía cada latido más fuerte de lo normal, como si su propio cuerpo intentara traicionarlo.

Jungkook, sin apartar la mirada de él, se puso de pie con una calma desconcertante. Se sacudió la chaqueta y la tomó del respaldo de la silla, pero en vez de girarse hacia la salida, se quedó junto a la mesa, observándolo.

Jimin dudó un instante, pero algo en la postura de Jungkook lo hizo levantarse también, como si hubiera sido una señal silenciosa. Ahora que ambos estaban de pie, la cercanía entre ellos se sintió diferente, más tangible, más directa.

El aroma a café flotaba en el aire, pero Jimin apenas lo percibía. Su atención estaba atrapada en el espacio reducido que los separaba, en la forma en que los cuerpos parecían inclinarse, apenas un poco, como si algo invisible los empujara en la misma dirección.

El tiempo pareció ralentizarse.

El murmullo del cibercafé se volvió un ruido de fondo, lejano e irrelevante. Jimin sintió la calidez del ambiente sobre su piel y la forma en que el peso de la mirada de Jungkook lo mantenía anclado en su sitio.

Fue Jungkook quien se detuvo primero. Bajó la vista hacia él, y la chispa despreocupada que solía iluminar sus ojos había sido reemplazada por algo más serio, más intenso.

Jimin contuvo el aliento.

Había algo en la forma en que Jungkook lo miraba que hacía que su respiración se sintiera más pesada, que sus dedos se cerraran con fuerza alrededor de su taza, buscando algo que lo anclara.

Pero lo que realmente lo desarmó fue la cercanía.

Jungkook estaba demasiado cerca.

Incapaz de soportar la intensidad del momento, Jimin reaccionó. Una risa nerviosa escapó de sus labios, quebrando el aire cargado entre ellos como el sonido de un cristal astillándose. Fue torpe, temblorosa, pero era lo único que podía hacer para disipar el peso del instante.

—Esto... empieza a parecer una escena incómoda de película —murmuró, desviando la mirada hacia un costado, sus manos jugando con el borde de la taza.

Por un instante, los ojos de Jungkook se oscurecieron, como si la risa de Jimin lo hubiera tomado por sorpresa. Pero su expresión se suavizó enseguida, y una carcajada baja brotó de su garganta, cálida y ligera.

—Tienes razón —dijo, su sonrisa ensanchándose mientras negaba con la cabeza, como si intentara disipar lo que había quedado flotando entre ellos—. Mejor lo arreglamos antes de que pase algo vergonzoso.

Y entonces, con un gesto casual, pero cargado de una intención que Jimin no quiso analizar demasiado, Jungkook extendió la mano hacia él.

—Saludo oficial de despedida.

Su tono estaba en ese punto exacto entre lo ligero y lo serio, ese equilibrio que siempre lograba desconcertarlo.

Jimin miró la mano extendida, parpadeando un segundo más de lo necesario. Era un gesto simple, cotidiano, pero algo en la mirada de Jungkook hacía que se sintiera como otra cosa. Finalmente, aceptó el gesto y chocó su palma con la de él en un movimiento breve.

Pero Jungkook no soltó su mano de inmediato.

El contacto duró apenas un instante más de lo necesario, pero lo suficiente para que Jimin lo notara. Lo suficiente para que el calor de la piel de Jungkook se sintiera demasiado presente.

Jimin levantó la vista, atrapado en el peso de ese contacto.

—¿Qué? ¿Se supone que te aplauda? —preguntó, intentando sonar sarcástico, aunque su voz salió más baja de lo que pretendía.

Jungkook sonrió, soltándolo con deliberada lentitud.

—Todavía no. Estoy esperando que lo hagas cuando te gradúes con honores.

La sonrisa se mantuvo en sus labios, pero su mirada... su mirada no coincidía con el tono ligero de sus palabras.

Jimin negó con la cabeza, exhalando un suspiro que intentó disfrazar de risa ligera.

—Eres imposible.

—Y tú sabes que voy a insistir si empiezas a desaparecer, ¿verdad? —dijo Jungkook, su tono bajo pero firme, con una intención demasiado clara para ser una simple broma.

Jimin no respondió enseguida.

Todavía podía sentir el calor de la mano de Jungkook incluso después de que lo había soltado, como si el contacto hubiera dejado algo más que un recuerdo físico.

—No esperaba menos de ti —dijo finalmente, esbozando una pequeña sonrisa que intentó sonar relajada.

Pero incluso mientras las palabras salían de su boca, supo que algo había cambiado.

Aunque no supiera nombrarlo.

Cuando Jungkook finalmente se alejó, el eco del contacto persistió, como si la calidez no hubiera desaparecido del todo.

Jimin tomó otro sorbo de su té, tratando de enfocarse en la conversación que ahora giraba en torno a películas y música. Pero incluso mientras hablaban de banalidades, sentía que algo en el aire había cambiado. Tal vez era el ambiente cálido del cibercafé, o el aroma reconfortante de su bebida... pero sabía que la verdadera diferencia era Jungkook.

Incluso en los silencios, su presencia se sentía cómoda, como un ancla que lo mantenía estable. Y eso, más que cualquier otra cosa, era lo que realmente lo desconcertaba.

Cuando finalmente decidieron salir, la noche ya había caído. La ciudad estaba tranquila, las calles iluminadas por farolas intermitentes y el parpadeo lejano de los neones. El aire fresco rozaba su piel, despejando un poco el calor que aún sentía en el cuerpo, aunque no estaba seguro de si era por la temperatura o por algo más.

Jimin se giró instintivamente hacia la parada del autobús, listo para despedirse, pero Jungkook señaló su moto con un movimiento casual de la cabeza.

—Te llevo a tu casa.

Lo dijo con la misma naturalidad de siempre, pero Jimin no pudo evitar sentir un pequeño tambaleo en su estómago.

Lo miró por un momento, con duda... y con algo más que no se atrevía a analizar. Finalmente, dejó escapar un suspiro resignado.

—Está bien, pero sin locuras. No soy fanático de las velocidades extremas.

Jungkook soltó una risa baja mientras sacaba el casco extra del compartimento bajo el asiento.

—Ricitos, ¿crees que arriesgaría mi vida contigo detrás?

Jimin bufó, poniéndose el casco con un movimiento automático.

—Espero que no, porque sería un desastre explicarle a mis amigos por qué confié en ti.

La risa de Jungkook resonó en el aire fresco, grave y baja, mientras ambos se subían a la moto. Jimin, con más seguridad que las primeras veces, se acomodó detrás de él. Pero esta vez, fue diferente.

Cada detalle lo notaba más.

El calor que irradiaba la chaqueta de Jungkook bajo sus dedos.
La cercanía de sus cuerpos.
La vibración del motor bajo ellos.

Todo parecía más... intenso. Como si el aire mismo estuviera cargado de algo que no podía nombrar.

Jungkook giró ligeramente la cabeza hacia él, su perfil iluminado por la luz suave de las farolas.

—Puedes sostenerte de mí, Ricitos. No voy a dejar que te caigas.

La frase era sencilla, repetida tantas veces antes. Pero algo en la voz de Jungkook, en la firmeza despreocupada con la que lo decía, hizo que Jimin se quedara inmóvil por un instante.

Tragó saliva.

Era un simple consejo práctico, nada más.

Nada más.

Finalmente, levantó las manos y las apoyó en los costados de Jungkook. Su toque fue ligero al principio, casi precavido, como si tocara algo que no debía. Pero en cuanto la moto avanzó, tuvo que aferrar los dedos contra la tela de la chaqueta para no perder el equilibrio.

El contacto fue inmediato.

El calor de Jungkook se filtró por sus palmas, y sintió el movimiento de su respiración debajo de sus manos.

Su corazón latía rápido. Pero no por la velocidad.

—Si aceleras de más, te juro que te arrepentirás —dijo Jimin, su voz algo más baja de lo habitual, como si el ruido del motor redujera la necesidad de proyectarla.

Jungkook soltó una risa breve, esa risa grave que siempre parecía deslizarse bajo la piel de Jimin.

—Descuida, delegado. Estoy portándome bien... por ti.

Jimin cerró los ojos por un segundo, como si eso pudiera disipar la presión en su pecho. Pero las palabras de Jungkook seguían resonando en su mente, con un peso que no debería tener.

El mundo pasó junto a ellos como un borrón de luces y sombras. El rugido del motor, el viento despeinándolo, la sensación de movimiento constante. Pero en su cabeza, lo único claro era la calidez que sentía justo frente a él.

Por un momento, cerró los ojos y se permitió dejarse llevar.

Era extraño.

Liberador.

Como si cada metro recorrido se llevara un poco del peso que siempre cargaba en los hombros.

Los exámenes.
Las expectativas.
Las tensiones acumuladas.

Todo parecía desaparecer en el sonido del viento y la sensación de tener algo sólido a lo que aferrarse. Pero esa libertad venía acompañada de otra cosa.

Algo más profundo.

Porque con cada curva que tomaban, sus manos, inconscientemente, se apretaban más contra Jungkook.

Y cada vez que lo hacía, su pecho se sentía más pequeño.

Cuando finalmente llegaron a su casa, Jungkook desaceleró con suavidad y estacionó la moto con movimientos fluidos. Apagó el motor y giró apenas la cabeza para mirarlo, con una sonrisa ladeada que mezclaba burla ligera y algo más... algo que parecía querer probarlo.

—Otro viaje exitoso. Me estoy volviendo muy bueno en esto, ¿no crees?

Jimin se quitó el casco, tomándose su tiempo con los broches y las correas. Sentía aún la vibración del motor en sus piernas, y el calor persistente en las palmas de sus manos.

—No exageres. Solo significa que aún no me has obligado a saltar de esta moto en movimiento.

Jungkook inclinó la cabeza, con la mirada fija en él, como si buscara algo en su expresión.

—Tal vez deberías empezar a confiar un poco más en mí. No soy tan imprudente como piensas.

Jimin alzó la mirada.

Por un instante, el aire se sintió denso.

Los ojos de Jungkook siempre parecían leer más de lo que él quería mostrar.

La pausa que se instaló entre ellos fue breve, pero pesaba. Como si la noche misma contuviera el aliento.

—Gracias por el aventón —dijo Jimin finalmente, rompiendo el momento con una inclinación de cabeza antes de dar un paso hacia la acera.

Pero antes de que pudiera alejarse del todo, la voz de Jungkook lo detuvo.

—Jimin.

Su nombre salió con una suavidad que lo hizo girarse de inmediato, como si hubiera sido llamado por algo más fuerte que las palabras.

Jungkook estaba de pie junto a la moto, con las manos metidas casualmente en los bolsillos de su chaqueta. Pero había algo en su postura, en la manera en que lo miraba, que se sentía diferente.

Más... presente.

—No te estreses tanto, ¿sí? —dijo Jungkook, pero su tono no era casual. Había algo en su voz, en la forma en que su mirada permanecía fija en él, que hacía que esas palabras pesaran más de lo que deberían.

Jimin sostuvo su mirada, sintiendo su pecho apretarse con algo que no sabía cómo manejar.

—Lo intentaré —respondió al fin, su voz apenas un murmullo.

El silencio que siguió fue profundo.

Jimin sintió la brisa nocturna rozar su piel, pero el calor de la mirada de Jungkook lo mantenía fijo en su lugar.

Finalmente, giró hacia su puerta, sus pasos resonando suavemente en la acera.

Sabía que Jungkook seguía mirándolo.

Y, por alguna razón, esa sensación lo reconfortaba más de lo que debería.

Cuando cerró la puerta detrás de él, apoyó la espalda contra la madera y exhaló un suspiro largo.

Afuera, el rugido de la moto volvió a encenderse, y ese sonido se quedó grabado en su mente incluso después de que se desvaneciera en la distancia.

A pesar del cansancio, su mente seguía trabajando.

Las imágenes del día volvían en destellos nítidos:

El viento, la risa de Jungkook, y ese instante en el cibercafé...

Ese instante que lo había cambiado todo.

Jimin se pasó una mano por la cara, frustrado.

"¿Qué me pasa?"

Pero no había respuestas.

Jimin tenía demasiados pensamientos girando en su cabeza como para quedarse quieto. Tomó su teléfono, buscando una distracción que lo alejara de todo lo que acababa de pasar.

Abrió el chat grupal con Taehyung y Soo Hee.

Jimin: Necesito hablar con ustedes. Llamada ahora.

Taehyung: ¿Esto es sobre Contabilidad Boy otra vez? Porque si no, voy a estar decepcionado.

Soo Hee: ¡Voy por un café! Esto promete.

Jimin soltó una risa breve. Sus amigos siempre tenían esa habilidad de hacer que incluso los momentos más confusos se sintieran un poco más ligeros.

En menos de cinco minutos, estaban en videollamada.

Taehyung apareció primero, despeinado y con un sweater holgado, recostado en su cama con una expresión que dejaba claro que estaba listo para el chisme. Soo Hee, en cambio, estaba impecable como siempre, rodeada de libros y sosteniendo una taza de té entre las manos. Era una escena tan familiar que el nudo en el pecho de Jimin se aflojó apenas un poco.

—Ok, empieza —dijo Taehyung, apoyando la barbilla en su mano—. ¿Qué pasó esta vez? Y no digas que no es importante, porque si no lo fuera, no habrías llamado.

Jimin bajó la mirada a sus manos, que jugueteaban nerviosas con el borde de su camisa. Respiró hondo antes de hablar.

—Voy a ser breve —dijo finalmente—. Hoy, antes de que Jungkook me dejara en casa, pasó algo... raro.

Soo Hee inclinó la cabeza con interés.

—Define "raro".

Antes de que Jimin pudiera responder, una nueva voz se coló en la llamada.

—Tae, dile a Jimin que si dice que "no fue una cita", casi siempre significa lo contrario.

Jin apareció brevemente en pantalla, con un delantal manchado de harina y una sonrisa descarada.

—¡Jinnie! —exclamó Jimin, sintiendo el calor subirle al rostro de inmediato.

—¡Hola, Jiminnie! —respondió Jin, su expresión claramente divertida—. Solo digo que negar algo así casi siempre confirma que es verdad. Pero, ¿qué sabré yo? Yo solo hago postres.

Taehyung le lanzó un cojín fuera de cámara para sacarlo de la conversación, mientras Jin salía riendo del cuadro.

—Perdón por eso. Sigue, Jiminnie —dijo Taehyung, aún sonriendo.

Jimin tragó saliva y continuó, aunque el rubor en sus mejillas persistía.

—Cuando estábamos en el cibercafé, hubo un momento... —se detuvo, eligiendo sus palabras con cuidado—. Un segundo en el que sentimos que nos acercábamos demasiado. Más de lo normal.

Taehyung arqueó una ceja y dejó escapar un leve silbido.

—"Más de lo normal", ¿eh? —repitió con una sonrisa burlona—. ¿Eso significa lo que creo que significa?

—¡No! —replicó Jimin, levantando las manos en un intento de defenderse—. No pasó nada. Solo... fue incómodo. Ambos nos detuvimos, y al final terminamos chocando las manos como si fuéramos dos desconocidos.

Soo Hee dejó su taza sobre la mesa y su expresión perdió la diversión habitual. En lugar de un comentario sarcástico, lo miró con una seriedad inesperada.

—¿Y cómo te sentiste con eso?

Jimin parpadeó, sin haber anticipado esa pregunta.

—No lo sé —admitió, pasándose una mano por el cabello, frustrado. Bajó la voz, como si temiera el peso de sus propias palabras—. Fue raro, pero no en un mal sentido. Más como... confuso.

Taehyung inclinó la cabeza, mirándolo con atención.

—Confuso, dices. —Entrelazó los dedos sobre su regazo—. Entonces, ¿no se trata de lo que pasó, sino de cómo te hizo sentir?

Jimin abrió la boca, pero ninguna respuesta salió.

El silencio en la llamada se sintió pesado.

Soo Hee lo miraba con una mezcla de comprensión y paciencia. Taehyung, aunque todavía tenía una media sonrisa en los labios, parecía estar escogiendo sus palabras con más cuidado de lo habitual.

—¿Y cómo te sentiste después? —preguntó Soo Hee, con un tono más suave.

Jimin levantó la vista, encontrando la expectación en los ojos de sus amigos. Tragó saliva y, después de un largo segundo, habló en voz baja.

—Confundido —repitió, como si decirlo en voz alta le ayudara a comprenderlo mejor—. No sé qué esperaba que pasara, pero... tampoco sé por qué no puedo dejar de pensar en ello.

Soo Hee y Taehyung intercambiaron una mirada rápida, y luego Taehyung habló primero, apoyándose en la cabecera de su cama.

—A veces, lo que sentimos no tiene mucho sentido al principio. Pero si no puedes dejar de pensar en ello, tal vez sea hora de admitir que significa algo para ti.

Soo Hee asintió lentamente.

—Y eso no tiene que ser malo, Jimin. Pero sí necesitas entender por qué significa tanto. ¿Es solo curiosidad? ¿O hay algo más que no quieres ver todavía?

Jimin desvió la mirada.

—No lo sé... todavía no lo sé.

Taehyung lo evaluó en silencio antes de hablar con una seriedad poco común en él.

—Jimin, voy a ser directo porque sé que me odias cuando hago bromas en momentos como este. Te importa. Más de lo que estás dispuesto a admitir.

El comentario golpeó a Jimin con fuerza. Bajó la mirada otra vez, sintiendo su pecho apretarse con algo que no podía definir.

Soo Hee intervino, su tono más calmado, pero igualmente firme.

—Y no está mal que te importe. La pregunta es... ¿por qué? ¿Es porque te ves reflejado en él? ¿Porque te reta? ¿O porque hay algo más que ni siquiera tú quieres aceptar todavía?

Jimin apretó los labios, sus dedos enredándose en la sábana de su cama.

—Es complicado... —susurró, después de un largo silencio.

De pronto, Jin reapareció en la pantalla, dejando un plato de galletas en el regazo de Taehyung con un movimiento teatral.

—Claro que es complicado —interrumpió con satisfacción—. Pero si no fuera complicado, probablemente no valdría la pena.

Taehyung le lanzó una mirada exasperada mientras Jin desaparecía del cuadro otra vez.

Sin embargo, sus palabras dejaron un eco en la llamada.

Soo Hee suspiró, inclinándose hacia la cámara con una expresión más seria.

—Jimin, tienes que priorizarte. Ahora mismo tienes demasiadas cosas encima: los exámenes, las prácticas, todo el final del semestre. Y... —hizo una pausa, su mirada suavizándose, pero sin perder firmeza—. Yo todavía no confío del todo en él. No quiero que te haga daño, Jiminnie.

Jimin frunció ligeramente el ceño.

—¿Y qué hago con todo lo demás? ¿Con... lo que siento?

Soo Hee lo miró directamente.

—No lo ignores, pero ponlo en pausa. No tienes que resolverlo ahora. Cuando llegue el momento y tengas la mente despejada, piensa en Jungkook. Sal con él, habla más, y descifra qué es lo que realmente sientes. Por ahora, concéntrate en ti.

Taehyung asintió, añadiendo con un tono más ligero:

—Exacto. No tienes que correr, Jiminnie. Pero no trates de fingir que no está pasando algo.

Las palabras de sus amigos eran sensatas. Demasiado, quizás.

Pero no hacían que la sensación en su pecho desapareciera.

—Supongo que tienen razón —murmuró Jimin, dejando escapar un suspiro.

Soo Hee sonrió con confianza.

—Claro que la tenemos. Ahora, ve a dormir. Mañana necesitas energía para seguir fingiendo que tienes todo bajo control.

Taehyung rió entre dientes.

La llamada terminó minutos después, dejando un eco de bromas ligeras que lograron aliviar la tensión. Pero cuando la pantalla de su teléfono quedó en negro, Jimin se encontró mirando su reflejo en la superficie oscura, su mente aún atrapada en los eventos del día.

Sus amigos tenían razón: no necesitaba resolverlo todo ahora.

Pero eso no hacía que fuera menos confuso.

Se dejó caer en la cama con un suspiro largo y tembloroso. La habitación estaba en completa oscuridad, envolviéndolo en una calma que, irónicamente, no lograba trasladar a su mente. Ya vestido con su pijama, se acomodó bajo las sábanas, buscando una comodidad que parecía esquiva.

Intentó distraerse. Pensar en cualquier otra cosa, pero las imágenes del día seguían ahí, claras y persistentes.

Cerró los ojos con fuerza, como si eso pudiera apagar el torbellino en su cabeza. Pero la pregunta seguía ahí, inquebrantable: ¿qué era lo que realmente lo tenía tan inquieto?

¿Era simple curiosidad? ¿O algo más profundo que no estaba listo para admitir?

Jimin se giró sobre su costado, abrazando la almohada. El frío de las sábanas contrastaba con el calor extraño que sentía en su pecho, esa mezcla desconcertante de confusión y tranquilidad al mismo tiempo. Su respiración comenzó a calmarse, y la tensión en sus hombros se disipó poco a poco.

Por un instante, se permitió simplemente sentir.

Y entonces, sin darse cuenta, una pequeña sonrisa se formó en sus labios.

No entendía del todo lo que estaba ocurriendo.

Pero, por primera vez, la incertidumbre no le pesaba tanto.

Era como si pudiera permitirse no tener todas las respuestas.


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Según investigue por Internet Fisiopatología. Es el núcleo del entendimiento de las enfermedades y sus mecanismos, y suele ser una de las asignaturas más exigentes, tanto por la carga teórica como por las evaluaciones prácticas, algún estudiante de Medicina confirma? Jeje

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