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𝟖


<<VOLVER A LA CASILLA DE SALIDA>>


Hotel Diamond White, BA (CA).
Noviembre 20, 2024

09:03 PM

El hotel Diamond White, mejor conocido como el Edén de Mármol (debido al estilo renacentista con el que fue diseñado), yace situado en el número 37 de Vacallo Avenue, en el área noreste de Bahía Aventura.

Valorizado en un aproximado de 14 millones de dólares, el edificio, de más de cinco mil metros cuadrados de superficie, alberga un total de 356 habitaciones. Y, por cada piso ascendente, dichos cuartos eran más lujosos que los del piso anterior.

Pero además, el edificio incluía un par de cosillas más, entre ellas: Un salón comedor, un salón de baile, un área de Spa (que además de proporcionar relajación, abarcaba una mayor parte del octavo piso), un parque acuático, un pequeño casino y una azotea reservada sólo para fiestas VIP que, por el momento, se encontraba cerrada.

Sin duda alguna, dicha infraestructura era una eficiente trampa de buena imagen. Después de todo, en cuanto los turistas ingresaban al Hotel Diamond White, quedaban tan satisfechos con sus estancias de una semana que, sin pensárselo dos veces, solicitaban quedarse un poco más de tiempo.

<<El lugar perfecto para atacar>> —pensó Chase Schülze al momento de descender de su coche patrulla.

El portero, Jimmy Seager (de 21 años y sobrino mayor del encargado del hotel), se acercó dónde el can. Y, sin dudarlo, le alzó la voz, ordenándole que debía de retirar su vehículo inmediatamente de la entrada principal o, de lo contrario, llamaría a las autoridades.

—Eso no será necesario —dijo el pastor alemán. A la par, sacó del interior de su chaqueta un par de credenciales—. Soy el capitán Chase Schülze, líder de la decimocuarta estación de policía.

El portero se acuclilló y revisó las credenciales. Tras hacerlo, se inmutó. Un nudo se le formó en la garganta. Se sonrojó de la pena y, tras dar un tosido, se disculpó con el can.

—No hay problema, hijo —agregó serenamente Chase, mientras guardaba sus credenciales—. Sólo cumples con tu trabajo. Y claro, moveré mi vehículo. Pero será para después. Ahora estoy trabajando, y necesito de su ayuda.

—Por supuesto —respondió Jimmy Seager—. Dígame que necesita.

—Necesito que me lleve al cuarto de vigilancia del hotel. Y rápido.

El portero asintió. Giró en redondo y se encaminó hacia el Hotel. Chase le siguió. Para cuando ingresaron al lugar, cruzando por una puerta giratoria, el pastor alemán se quedó atónito. Después de todo, el increíble decorado del Lobby le había cautivado.

En las paredes, yacían colgadas un par de obras de arte (de los que destacaba una copia perfecta de "La Noche Estrellada"). En el centro del lugar, había un par de sillones de cuero, situados estratégicamente para formar un círculo perfecto. Y, justo en el centro del mismo, se había colocado una mesa redonda.

Por encima de dicho lugar, colgaba una gigantesco candelabro. Y la luz que emanaba hacía que la extensa habitación brillara, literalmente.

<<Increíble>>

Para cuando el pastor alemán salió de su asombro, dio un par de pasos. Tras hacerlo, no pudo evitar sentir una reconfortante sensación de comodidad. Se volvió hacia el piso, y advirtió que estaba sobre una enorme alfombra persa.

<<Vaya —pensó el can—. Esto sí que es recibimiento de primera clase>>

El portero se volvió y le llamó. El can le miró y aceleró el paso.

Tras retomar el trayecto, Chase Schülze advirtió otras cosas en la habitación: En el lado derecho, había unas escaleras de mármol; en medio de la pared del fondo, había una ascensor de servicio. Y del lado izquierdo, había un pequeño pasillo. El portero y Chase lo tomaron.

Para cuando finalmente llegaron al final del pasillo, ambos se toparon con una puerta. Era gris en su totalidad. Y la placa, que yacía situada en la parte superior de la puerta, ponía: "SURVEILLANCE ROOM"

Jimmy Seager metió una mano en su bolsillo y sacó una llave dorada. La introdujo dentro del cerrojo de la puerta. La abrió. Luego, se dispuso a ingresar a la habitación. El can le siguió. Para cuando cruzó el umbral, el pastor alemán cayó en el asombro por segunda vez.

<<No lo puedo creer>>

Dicho cuarto de vigilancia no era como cualquier otro. Era diferente. En sus cuatro paredes, yacía una extensa hilera de monitores. Treinta y cinco pantallas por cada muro. 140 en total. Y, por cada muro, había una enorme mesa, sobre la que descansa un pequeño teclado.

<<Menuda seguridad para un hotel>>

—Mi tío no reparó en gastos —comenzó a decir Jimmy Seager, advirtiendo el asombro en la mirada de Chase—. A pesar de que vivimos en la ciudad más tranquila de EE.UU., el tío D. se obsesionó con colocar una amplia seguridad. Jeje. Siempre anda diciendo: "No hay que confiarse de la buena imagen de una ciudad. Hay que cuidar nuestras inversiones a como de lugar"

—Y tiene razón —agregó Chase—. Y por cierto ¿en dónde están los vigilantes?

Jimmy Seager chequeó su reloj.

—Es su hora de descanso. Volverán en diez minutos.

Seguidamente, el joven portero cogió una silla de escritorio, y se sentó por delante de la mesa de la pared norte. Chase Schülze le imitó. Jimmy Seager comenzó a dar un par de tecleadas en el control de mando. Los monitores se encendieron al unísono.

—¿Y ahora que? —preguntó Jimmy al can.

—Necesito que se quede aquí y haga guardia —respondió. Luego, cogió un radio que estaba sobre la mesa y se lo entregó a Jimmy—. Si ve a algún can ingresando al hotel, quiero me lo haga saber por este medio. Canal 13 ¿vale?

El portero asintió. Luego, preguntó:

—¿Cómo luce ese can?

Chase Schülze se lo dijo. Le proporcionó una breve descripción: Un dálmata, de entre 9 y 10 años de edad. Y podría vestir una chaqueta con capucha.

—Y no lo olvide —agregó Chase—. Avíseme por el canal 13.

—Entendido. —Entonces, Jimmy Seager se volvió hacia los monitores. Comenzó a teclear—. Y por curiosidad....—dijo, sin apartar la vista de los monitores—, ¿quién ese can al que está buscando?

Chase Schülze meneó la cabeza a ambos lados, negando saber la respuesta.

—Sólo sé que es peligroso —respondió—. Y que debe ser capturado cuanto antes.

—Hmmm. Y por como lo dice, parece ser bastante problemático. ¿Qué fue lo que hizo? ¿Acaso..... robó un banco o algo así?

—No. Pero puede estar relacionado con lo que pasó en el mercado de agricultores ésta mañana.

En cuanto escuchó esto, Jimmy Seager se quedó helado. Se volvió hacia el can. Y en un tono titubeante, preguntó:

—Es broma ¿v-verdad? —Chase lo negó—. ¿Me está diciendo...... que quien hizo eso, puede venir al hotel?

—Aún es pronto para decirlo —respondió Chase sin tapujos—. Pero tengo mis sospechas para creer que el sospechoso podría venir aquí. Y si lo ve, avíseme por el radio. Debo salir a vigilar los otros accesos del hotel. —Se bajó de la silla y se encaminó hacia la puerta—. Y no lo olvide. Canal 13.

.............

Tras volver al Lobby, el can se dirigió directamente hacia el ascensor de servicio. Pero tras presionar el botón de "Bajada", una niña, de aproximadamente 9 años y de coletas, lanzó un grito ensordecedor. Chase Schülze casi gritó del susto.

Sobresaltado, y con la respiración parcialmente agitada, se volvió hacia su izquierda. Y antes de que pudiera preguntar, la niña se le acercó.

—No puede ser. ¡Eres Chase! —exclamó con fervor la fémina—. ¡Eres el cachorro policía de los Paw Patrol!

Chase Schülze se le quedó mirando. Y, al cabo de un momento, las comisuras de sus labios esbozaron una leve sonrisa.

<<Me sorprende que los turistas aún me recuerden como miembro de los Paw Patrol>> 

—Sí. Soy yo, jovencita —respondió finalmente—. Excepto que ya no soy un cachorro. Ahora soy un can adulto —le explicó—. Y para serte sincero, hacía tiempo que dejé de ser un Paw Patrol. Ahora soy el líder de la decimocuarta estación de la policía.

—¡Oh, wow! Eso es mucho mejor —agregó ella. En ese momento, una idea pasó por su mente—. Por cierto, oí que vas a casarte con Skye. ¿Es verdad? —Chase asintió. La niña volvió a gritar de felicidad—. Quisiera conocerla —prosiguió—. ¿Está por aquí?

—No, lo lamento. Ella está en.... en.......—el can se detuvo. La niña quedó extrañada.

—Disculpa ¿estás bien?

Chase Schülze se recompuso rápidamente.

—Sip. Descuida, estoy bien. Y respecto a Skye, bueno...... ella está en..... en.......

Un nuevo muro de silencio se alzó entre ambos.

—Sigue —solicitó la niña—. ¿En dónde está Skye?

Durante aquel momento, el can no pudo evitar recordar a su amada..... con un par de manchas negras en el rostro..... recostada sobre aquella cama de hospital, conectada a un respirador.

Entonces, recordó su reunión con Ryder. Ambos habían acordado montar guardia en los posibles blancos (los lugares más frecuentados de toda la ciudad). También, y para evitar una posible histeria masiva, establecieron mantener la hospitalización de la Cockapoo, y la de las otras víctimas, en secreto.

Tras volver a la realidad, el can se volvió hacia su pequeña fanática. Luego, y sin titubear, procedió a soltar una respuesta improvisada.

—Está en una misión de rescate, fuera de la ciudad —dijo falsamente—. No volverá hasta mañana.

—Oh, que lastima....—dijo la niña con breve desilusión—. Pero bueno, ya que estás aquí, ¿puedo tomarme una foto contigo? —inquirió, recuperando los buenos ánimos.

El can no se lo pensó dos veces. Asintió.

Sin previo aviso, la niñita lanzó otro grito ensordecedor. Luego, se colocó al lado derecho del pastor alemán. Le abrazó con fuerza. Y con su mano libre, metió una mano en su bolsillo y sacó un pequeño teléfono móvil.

Ambos quedaron dándole la espalda a las puertas del ascensor, las cuales, al cabo de un momento, se abrieron.

.............

Dentro de la cabina del ascensor, yacía un dálmata. Y antes de que pudiera salir de la misma, el can se detuvo en seco.

<<No puede ser —pensó él, al tiempo que miraba a su viejo colega, que le daba la espalda—. Es Chase>>

En ese momento, una ola de preguntas comenzaron a invadir la mente del aludido moteado. ¿Por qué Chase estaba aquí? ¿Acaso el pastor alemán había descubierto que la reciente ola de infecciones habían sido causadas por alguien? Y, de ser el caso, ¿Chase ya le había identificado como el responsable, y ahora estaba allí, en el hotel, para atraparle? Cualquiera que fuesen las respuestas, el dálmata no iba a quedarse para averiguarlas.

Con extrema cautela, se volvió hacia el tablero de botones del ascensor y presionó un botón. Las puertas se cerraron. Y el ascensor procedió a ascender.

<<En cuanto llegue al segundo piso, saldré del ascensor y bajaré por las escaleras>>

.............

En cuanto la instantánea virtual quedó guardaba en el dispositivo móvil, la niñita de coletas sonrió de oreja a oreja.

<<Éste es el mejor día de mi vida>>

Tras contemplar la imagen por unos cuantos segundos, se volvió hacia Chase y le abrazó.

—Muchas gracias, Chase. Eres el mejor.

El can le devolvió el abrazo.

—No hay de qué.

Al cabo de un momento, el pastor alemán se separó.

—Ahora si me disculpas, debo irme.

La niñita asintió. Y sonrió.

—Entiendo. Jeje. Es más, yo también debo irme. Debo volver a mi habitación. De seguro mi mamá me está buscando. Adi...... adi..... "achú" "achú".

—Salud.

—Gracias —sumó la fémina. Luego, giró sobre sus talones y procedió a abandonar el lugar—. Adiós, Chase.

—Adiós, jovencita.

Una vez dicho esto, el can procedió a irse. Sin embargo, antes de poder hacerlo, advirtió que la niña (quien comenzó a tararear la canción tema de los Paw Patrol) volvió a estornudar nuevamente. Esta vez con mayor fuerza. Luego, dejó escapar un par de toces.

Tras presenciar aquello, el pastor alemán se extrañó. Y algo dentro de su ser comenzó a decirle que algo no andaba bien.

Poco después, una voz masculina comenzó a resonar adentro de la cabeza del can.


—Capitán Chase ¿está ahí?


Era Jimmy Seager hablando por el radio. Chase Schülze agitó la cabeza. Sacó el dispositivo del interior de su chaqueta. Presionó un botón y contestó la llamada.

—Sí, aquí estoy ¿qué sucede?

—Debe regresar aquí cuanto antes. Acabo de ver a su sospechoso.

En cuanto dijo eso, el can guardó el radio. Se volvió hacia su derecha. Y como si una carrera se tratase, se dirigió velozmente al cuarto de vigilancia.

.............

Chase Schülze abrió la puerta con brusquedad. Se acercó donde Jimmy y preguntó:

—¿En dónde está?

—En donde estaba, querrá decir —respondió Jimmy Seager—. Verá. Con ayuda de este moderno sistema, pude revisar rápidamente las grabaciones de las últimas dos horas. Y, hace unos quince minutos, la cámara del cuarto piso captó a un can encapuchado ingresando por una ventana.

El portero dio un par de tecleadas. Una de las treinta y cinco pantallas se puso negro. Luego, comenzó a mostrar un vídeo. En él, podía verse lo que Jimmy Seager describió. En una esquina del monitor se leía: "CÁMARA 104. CUARTO PISO".

—¿Cómo lo hizo? —preguntó Chase, sin dejar de ver el vídeo.

Afuera del hotel hay un camión con una escalera —explicó Jimmy—. Es un vehículo de mantenimiento. Algunas ventanas está siendo remodeladas. Asumo que su sospechoso usó la escalera del camión para llegar al cuarto piso. Para cuando ingresó, se adentró a un elevador. Desde entonces no se le ha vuelto a ver.

—¿Y que hay de las cámaras de los otros pisos? ¿Captaron algo?

—Negativo.

En ese momento, Chase se puso a pensar.

<<¿Adónde pudo haber ido?>>

Poco después, recordó a su pequeña fan estornudar una y otra vez. Aquello le hizo sentir un breve temor.

<<¿Habrá liberado ya la bacteria?>>

De ser ese el caso, el can comenzó a pensar en cómo el sospechoso podría haber distribuido la fatal arma biológica por todo el hotel. Fue entonces cuando recordó el vídeo en el que se mostraba al sospechoso perpetrando el primer ataque en la escuela Mackentire.

—¿La azotea tiene cámaras? —preguntó Chase abiertamente.

—Ehhh, Sip. Por supuesto. Pero está cerrado por mantenimiento y.....

—Muéstrame las grabaciones de la azotea —interrumpió el pastor alemán.

—Ahora mismo —dijo el portero mientras volvía a teclear. Al mismo tiempo, tosió bruscamente—. Vaya, parece que me dio un catarro.

Sin decir nada, Chase Schülze comenzó a observar a sus alrededores. Algo en el techo captó su atención. Había una pequeña rejilla, y cubría un ducto de ventilación.

<<Si tengo razón —pensó para sí Chase—, todos en el hotel están contagiados. Pero entonces, ¿por qué yo no muestro signo alguno de la infección? Y más importante aún, ¿por qué no me enfermé antes?>>

Aquella última pregunta seguía fastidiándole a Chase desde hacía horas. Después de todo, había estado presente en el restaurante Porter cuando el misterioso dálmata (y socio actual de July Harris) había liberado la bacteria. No entendía por qué, a diferencia de Skye y de las demás personas, él no se había contagiado.

Antes de poder pensar en nada, el portero se volvió hacia el can y dijo:

—Lo tengo.

Chase Schülze salió de sus pensamientos y volvió su vista al frente. En una de las pantallas comenzó a correr un nuevo vídeo. En la esquina inferior del aparato decía claramente: "CÁMARA 114. AZOTEA". Noviembre 20/2024. 08:52PM

Lo siguiente que vio Chase fue a un can encapuchado, dirigiéndose específicamente hacia un ducto de ventilación. Con dificultad, retiró una rejilla. Y tras colocar dicha pieza de metal sobre el suelo, el misterioso can procedió a sacar de su bolsillo un tubo de ensayo.

Chase Schülze vio suficiente. Apartó la vista, clavándola nuevamente en el joven portero.

—Quédese aquí. Y dígales a los otros guardias que vigilen las entradas y salidas. Nadie entra o sale del hotel.

Desconcertado por tal cambio de aptitud, Jimmy Seager solo se limitó a asentir.

Poco después, y como si una bala se tratase, Chase salió velozmente del cuarto de vigilancia, dirigiéndose hacia el Lobby. Tras llegar, sacó el radio de su chaqueta y llamó a la central del Hospital General Marshall Memoriam.

—Aquí Rachel —dijo una voz a través del aparato.

—Envía todas las ambulancias que tengas al hotel Diamond White —comenzó a decir Chase sin pausar—. Y asegúrate de que los paramédicos vengan con trajes especiales y máscaras de gas.

—¿Por qué? ¿Qué sucede, Chase?

—El sujeto está aquí —soltó el aludido, casi exclamando—. Ya liberó la bacteria. Necesito que envíes ayuda cuanto antes.

—Ahora mismo lo haré.

Y cortó.

Seguidamente, tras apretar un par de botones de su radio, el pastor alemán logró comunicarse directamente con su hermana, cuya vigilancia se estaba llevando a cabo en el extenso parque Griffint.

—Avery, dile a mis oficiales que vengan al hotel Diamond White cuanto antes. El sospechoso.......

Durante aquella fracción de segundo, Chase Schülze guardó silencio tras advertir que, a sólo unos cuantos metros hacia el norte de su posición, un can encapuchado (y con la cabeza gacha) se dirigía lentamente hacia la salida principal.

Chase apagó su radio. Y sin hacer el menor ruido posible, comenzó a acercarse al ignoto canino.

.............

A tan sólo pocos metros de llegar a la salida, los cabellos de la nuca del dálmata se erizaron. Luego, un breve escalofrío le recorrió todo el cuerpo.

<<Me están siguiendo>>

Discretamente, se volvió sobre hombro derecho. Y en cuanto observó al oficial canino acercándosele, volvió la vista al frente.

<<Maldición —pensó, mientras hacía un esfuerzo por guardar la calma—. Debo perderlo como sea>>

Observó a sus alrededores. Y al momento de ver a una enorme pirámide de maletas (situada a su izquierda), tuvo una idea.

<<Lo siento, Chase>>.

Sin dudarlo, retiró una de las maletas de la base de dicha pirámide. Y, tal como lo pensó, el resto de las maletas se vino abajo. Chase Schülze, que ya había llegado, no se percató de esto y, para su mala suerte, quedó atrapado.

Aprovechando esto, el dálmata se dirigió hacia la puerta giratoria y salió pitando del lugar.

.............

Una camioneta (una 500SUV blanca, para ser exactos) conducía tranquilamente por la avenida Vacallo. Y la conductora, Ginger Trainor (una Fox Terrier de 7 años), estaba teniendo una interesante charla por teléfono.

—Así que ya sabes.......—espetó Ginger—, si no se lo dices tú, lo haré yo misma.

Poco después, un can encapuchado apareció y se quedó en medio de la calle.

Ginger reaccionó a tiempo y pisó el freno con fuerza. Las ruedas rechinaron, y el vehículo se detuvo de golpe, quedando a tan sólo cinco centímetros de distancia por delante del can. Como resultado, el rostro de la fémina acabó impactándose contra el volante.

Una vez recompuesta, la Fox Terrier miró su espejo retrovisor. Y advirtió que, de su pequeña nariz, comenzó a salir un fino hilo de sangre.

Enfurecida, bajó el vidrio de la puerta. Sacó la cabeza. Miró al can que yacía en medio de la calle y gritó:

—¡¿Qué diablos te pasa?! ¡¿Por qué no te fijas antes de cruzar?!

El misterioso dálmata, por su parte, se acercó a la camioneta, hacia la puerta de la conductora. Miró a la can y dijo:

—Bájese del auto.

—¡¿Qué cosa?! —inquirió la fémina con desagrado.

—Ya me oyó. Bájese del auto. Lo necesito.

—Será idiota. ¿Quién se ha creído que es para hablarme así, ah? Si quiere que me baje, tendrá que sacarme usted mismo. Porque no piens......

Así sin más, el dálmata abrió la puerta y sacó con fuerza a la Fox Terrier, arrojándola hacia el asfalto. Luego, ingresó al auto. Cerró la puerta. Y tras colocar el seguro, volvió su vista al frente y pisó el acelerador.

—¡Lamento esto! —gritó el can.

—¡Oiga! ¡Regrese aquí y devuélvame mi auto!

Sucesivamente, el pastor alemán salió del Hotel Diamond White. Y en cuanto vio a la airada fémina sobre la calle, se le acercó. Y tras ayudarle a levantarse, preguntó:

—¿Qué sucedió?

—Un dálmata con capucha me ha robado mi vehículo. Se ha ido al norte, tomando esta calle.

—Dígame la marca y matrícula del vehículo.

Tras recibir los datos del auto robado, el pastor alemán corrió hacia su vehículo patrullero. Lo encendió. Y tras presionar uno de los botones de su tablero, el motor comenzó a hacer un estrepitoso ruido. En menos de dos segundos, el auto salió disparado a una velocidad de 135 Kilómetros por hora.

Poco después, y al cabo de unos dos minutos, el oficial canino logró divisar el vehículo robado. Sin apartar la vista del mismo, y del camino, cogió el radio y llamó a su central.

—Aquí el Capitán Chase. Estoy en una persecución en la avenida Vacallo. El vehículo del sospechoso es una camioneta 500SUV blanca. Con matrícula de Bahía Aventura. Los datos son: ECTO-135. Parece que se dirige al puente colgante, necesito bloqueos ahora mismo.

—Enviaré a las unidades ya mismo —dijo el despachador. Y colgó.

Al mismo tiempo, y para sorpresa de Chase, la camioneta blanca giró a la derecha, tomando la calle Jackson, dirigiéndose ahora hacia los suburbios. Chase Schülze le siguió el paso.

Para cuando las sirenas del vehículo patrulla rompieron el poco silencio de Jackson Street, las familias que vivían en dicha área salieron de sus hogares, con el propósito de saber de que se trataba tal escándalo. En cuanto vieron la persecución, quedaron anonadados.

—¡Vuelvan a sus hogares! —ordenó Chase a través de su megáfono, que encendió hacía un par de segundos—. ¡Conductor! ¡Deténgase ahora mismo!

En cuanto le oyó, el dálmata comenzó a respirar agitadamente. Estaba desesperado. No podía permitirse el lujo de ser atrapado. Sabía muy bien lo que le sucedería si ocurría aquello. Y las consecuencias que eso traería, tanto para él como para sus antiguos colegas.

<<Si te atrapan, o si intentas ponerte en contacto con tus amigos —comenzó a resonar una voz femenina en su mente—, los buscaré. Y te obligaré a ver como les mato>>

Sin tener otra opción, mantuvo la vista fija en el camino y jaló la palanca de tracción, aumentando la velocidad de su vehículo. Luego, giró hacia la izquierda, y tras derribar un par de buzones y una cerca de alambre en el proceso, el dálmata logró llegar a la calle 56. Chase le siguió nuevamente.

En menos de diez minutos, ambos canes arribaron al área industrial de Western. Poco después. Chase presionó otro botón de su tablero. Como resultado, la rejilla del frente de su vehículo patrulla se partió a la mitad, y en cuanto ambas piezas de metal se separaron (moviéndose hacia los laterales), dejando un pequeño espacio en medio del frente del vehículo, una garra metálica (que mantenía sujeto un arma) procedió a salir de dicho espacio.

Luego, el arma apuntó y disparó directamente hacia las llantas traseras de la camioneta blanca. En cuanto estas fueron perforadas, la camioneta blanca comenzó a zigzaguear. El dálmata trató de mantener el control del auto. Más no lo logró. Y como resultado, acabó chocando contra un poste de luz.

Trascurrido un par de segundos, el aludido moteado salió del vehículo. Estaba aturdido, con un dolor recorriéndole el cuello. La cabeza le daba vueltas, y su vista estaba algo borrosa. Por consiguiente, logró recomponerse. Y en el momento que vio al vehículo de Chase aproximándose, su angustia regresó.

Se levantó la capucha, y tras observar a los alrededores, decidió adentrarse en una fábrica abandonada cercana. Un viejo cartel de madera decía: INDUSTRIAS LALOZ. COMPAÑÍA AUTOMOTRIZ

Chase se percató de esto. Descendió de su vehículo, pero antes de ingresar a la fábrica, dio un fuerte ladrido. Y así, de su mochila procede a salir una garra metálica que, al igual que como la del auto, mantenía sujeto una pequeña arma (una Glock 37, para ser exactos).

Ya dentro de la fábrica, el dálmata se hallaba corriendo por un largo pasillo. Pero tras dar un rápido vistazo sobre su hombro derecho, se tropezó. Apresuró en ponerse de pie, y tras sacudirse el polvo de su pelaje, se dirigió, rápidamente, hacia una escaleras de metal. A continuación, llegó al segundo piso. Y tras ver a ambos lados, decide tomar el pasillo derecho. Grave error.

Para cuando llegó al final del trayecto, el misterioso can se detuvo ante una pared concreto.

—Joder......—musitó. Y antes de que pudiera girar y volver, pudo oír a alguien aproximársele discretamente por detrás. El ruido de un arma cargándose se oyó poco después.

—No tiene a donde ir......—dijo el pastor alemán, cuya Glock 37 se mantenía apuntando a la espalda del sospechoso canino—. ¡Levante las patas!

Pero el can decide no obedecer. En su lugar, se da la vuelta y, lentamente, se bajó la capucha. Para cuando Chase le vio el rostro, quedó completamente anonadado.

—No.... No puede ser —alcanzó a decir el pastor alemán.

—Hola, Chase —dijo el dálmata.

—Eres..... eres tú. ¿Pero cómo? ¡¿QUÉ SUCEDE AQUÍ?! ¡EXIJO UNA EXPLICACIÓN!


[3830 PALABRAS]

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