05
“Los amigos no se conocen todo el cuerpo. Por eso ve e inventa otra palabra, amigos no por favor”
Día nuevo, problemas nuevos. ¿O cómo era aquella renombrada frase?.
YoonGi estaba harto de siempre soportar lo mismo, para solo obtener un castigo. ¿Qué culpa tenía él, si su madre provocaba un desastre cada vez que se movía?. El peli-menta había intentado ayudarla miles y miles de veces, pero ningún grupo de especializado quería recibir a la mujer, y ella tampoco quería dejarse ayudar. Estaba negada en absoluto, y casi todas las veces, el único disponible para culpar era su propio hijo.
El chico había tenido que hacerse cargo de los platos rotos desde que pudo valerse por si mismo, y también ocuparse de su hermana. No tenían más familia y la asistencia social era una cosa inútil que no funcionaba nunca o directamente no servía para nada: habían desistido en intentar recibir ayuda de manera legal y la policía casi no les tomaba importancia a las llamadas salidas de esa dirección: cada que llegaban, la mujer no estaba o parecía muy feliz y contenta.
Los chicos eran tachados de mentirosos y ya, fin del asunto.
—Mamá, ya vete a dormir. —Suspiró, observándola.
La mujer, como siempre, estaba borracha. Sus hijos acababan de llegar de la escuela, hambrientos, y lo primero que veían al entrar a la casa eran docenas de botellas vacías tiradas en el living.
YoonSul corrió a la cocina en busca de pan, jugo y alguna mermelada, antes de subir directo a su habitación sin decir nada, siguiendo las instrucciones que su hermano mayor le había dicho alguna vez cuando era pequeña: si su madre se encontraba en estado de ebriedad, debía encerrarse en su habitación hasta que él diera la orden de salir. Estaba acostumbrada a vivir de esa forma, por lo que simplemente ignoraba la situación y se quedaba en su habitación ordenando, haciendo sus deberes o jugando, a la espera de que YoonGi le llevara algo de comida o resolviera el asunto de alguna manera. Ese día había buscado alimento por sí misma, porque en verdad se encontraba hambrienta.
—¿Qué dices? —Se rió, recostandose en el sofá. —¿Quien te crees, eh? Soy tu madre, puedo hacer lo que quiera en mí casa.
—Estás borracha, Yeo-Jeong. —Volvió a suspirar. La mayor lo miró fijamente al oír su nombre, en vez de la típica palabra "mamá". —Solo haz lo que digo y ya.
La carcajada que salió de la garganta de la mujer erizó los bellos del chico. Le encantaba burlarse, a sus ojos, YoonGi solo era un patético adolescente que se creía superior que ella.
—Quieres que me vaya para poder traer a tu amigo, ¿no?. —Lo observó, todavía sonriendo con sorna. —Lo entiendo, hacía lo mismo con tu abuela para poder tener al idiota de tu padre empujándome en cada rincón de la casa.
YoonGi sintió una fuerte arcada en su garganta que le obligó a encoger su abdomen. No sabía si la causa era el olor repugnante a tabaco y alcohol regado en el suelo, o aquellas impúdicas palabras, que ciertas o no, le causaban rechazo.
—No involucres a mi amigo en esta conversación, Yeo-Jeong. —La señaló con el dedo índice, realmente molesto. —No tienes ningún derecho.
—¿Sabes qué es lo más gracioso? —Ignorando las palabras de su hijo, se puso de pie con torpeza. —Que eres su maldito perro faldero, tan asquerosamente arrastrado por su atención, como una prostituta por dinero.
YoonGi cerró sus manos, convirtiéndolas en dos puños que con los segundos se volvían cada vez más rojizos. La sangre hervía en su torrente sanguíneo, pero además de odio, sentía gran impotencia. Su madre, en parte, tenía razón, y eso hacía que la detestara todavía más.
La mujer caminó como pudo hacía la puerta, sin olvidar su cartera con algunas pertenencias que podían servirle; principalmente, su celular y unos cuantos fajos de dinero. YoonGi sabía cómo y dónde los conseguía, pero antes de que algún billete tocara sus manos, ella ya lo había gastado en alcohol o droga. Y era lo mejor, no quería involucrarse en su mierda solo por avaricia.
—De los dos, la perra arrastrada eres tú. Papá te desechó como basura, el padre de YoonSul hizo lo mismo, porque eso eres para cualquier proxeneta con el que intentes meterte. ¿Sabes qué? Deseo tanto que te vayas y no vuelvas nunca más, mamá.
Era cruel. Pero no tanto como ella lo había sido siempre. En algún momento había intentado comprenderla, Yeo-Jeong era adicta desde adolescente, y por meterse en sitios donde no debía, nació su primer error: YoonGi.
En el período de embarazo, fue el tiempo que se mantuvo en abstinencia, pero porque Dong-Woo la mantenía vigilada. Así sucedió con YoonSul, Seong-Jin, otro hombre de la industria, entre todas las locuras de su cabeza, se ocupó de mantenerla limpia de drogas por los seis meses que duró el embarazo.
Luego, simplemente ellos desaparecieron. Cuando YoonGi aprendió a valerse por si mismo a los nueve años, Yeo-Jeong tuvo completa libertad para regresar al mundo, del que en realidad nunca había salido.
Y del que sus hijos se habían convencido, ella no deseaba salir porque allí era más feliz.
—Vas a arrepentirte, YoonGi. Te lo prometo. —La sonrisa en su rostro era tétrica.
Ella finalmente se marchó cerrando con fuerza, y YoonGi se dejó caer de rodillas al suelo. Toda la valentía y firmeza que había demostrado, solo era actuación.
YoonSul rompió el reglamento, no soportando oír cómo su hermano lloraba a gritos de manera tan desgarradora. Le dolía verlo así, y solo podía abrazarlo con fuerza hasta que se durmiera por cansancio.
Existe una frase que dice, “¿a dónde va uno cuando duele mucho el alma?”. YoonGi solo conocía un sitio donde se sentía seguro: podía llenar sus pulmones de oxígeno puro y despejar un poco la mente.
Además de sí mismo, una sola persona conocía la ubicación, porque en realidad, la habían encontrado juntos una tarde caminando por ese barrio abandonado a medio construir.
Las construcciones de un nuevo chalet privado se habían detenido hace muchos años por problemas legales, por lo que algunas casas seguían en pie, pero sin dueño. YoonGi y Jimin, siendo dos niños curiosos, encontraron una casa a la que solo le faltaban conexiones de servicios, y comenzaron a frecuentarla cada que alguno tenía un conflicto, o simples ganas de pasar el rato.
Jimin no tardó en aparecer luego de recibir un mensaje bastante específico en su teléfono, que solo constaba de dos palabras: “Black card”. Aunque su traducción significara "tarjeta blanca", para ellos, era más profundo que eso. En psicología, el color blanco simboliza limpieza, reflexión, crecimiento y paz, entre otros.
Cuando el peli-naranja abrió la puerta, improvisada por una madera, vio a su amigo sentado en un viejo sofá ubicado cerca de lo que, en algún momento se planeaba que fuera la hoguera de la casa. YoonGi lucía como si llevara semanas sin dormir y un camión le hubiera pasado por arriba, aunque seguía manteniendo su belleza de siempre y se mostraba sonriente, Jimin sabía que se sentía muy mal.
—Eres rápido. —Comentó con una pequeña sonrisa, observándolo acercarse. Jimin no dijo nada hasta sentarse a su lado, indicándole con un ademán que podía apoyar la cabeza en su regazo. —Siento mucho hacerte venir, seguro tenías cosas que hacer...
—Nada es más importante que saber si estás bien —Sonrió, acariciando el cabello de su amigo, quien había cerrado los ojos por el dulce toque. —¿Dónde está YoonSul? —Preguntó, un poco asustado al darse cuenta de que la niña no se encontraba en el lugar.
No era una situación nueva: YoonGi jamás la había llevado a ese sitio, pero Jimin sentía la necesidad de saber el paradero de la menor.
—Se quedó en casa. —Contestó con tranquilidad.
Jimin detuvo los movimientos de su mano, provocando que YoonGi abriera los ojos para observarlo.
—¿Pero por qué...?
—Yeo-Jeong no está, y me aseguré de cerrar toda la casa, incluso las persianas. Si ella regresa, no hay manera de que pueda entrar, creerá que estamos con mamá Park y se marchará de nuevo. —Apretó los labios, formando una fina línea en su rostro. —No tienes que preocuparte, lo hemos hecho por años. YoonSul llamará si necesita algo.
El menor asintió, aunque no muy convencido. No era la primera vez, pero jamás lograba acostumbrarse; sin embargo, no ponía objeción porque en realidad, no podía ayudar. Mientras los hermanos estuvieran bien con eso, él lo respetaba.
—Está bien —Suspiró. —¿Quieres hablar de lo que pasó?
YoonGi lo pensó por varios minutos en los que se mantuvo en silencio y aprovechó para recostarse sobre el cuerpo del peli-naranja, haciendo que el chico rodeara su cintura con los brazos.
—Solo llegamos de la escuela y apestaba a alcohol, toda la sala era un desastre, olía horrible... Pero hizo un comentario sobre nuestro padre, muy fuera de lugar.
—Lo entiendo. Debiste llamarme de inmediato, supongo que ni siquiera pudieron comer bien.
—Eso es lo de menos... Pero, ¿sabes?, me molestó que te mencionara a ti, diciendo que yo solo quería que ella se fuera para que tu y yo... Ya sabes. No me importa si habla de Dong-Woo, porque incluso lo compadezco.
—¿A qué te refieres? —Frunció el ceño, temeroso de lo que pudiera responder.
—Yo también me abandonaría.
La habitación quedó en silencio unos segundos. YoonGi sintió como el menor lo apartaba de su cuerpo de manera brusca, incluso había usado sus piernas para empujarlo. El pobre y viejo sofá soportó la turbulencia como un guerrero, pero YoonGi formó un puchero con sus labios a punto de llorar.
—¿Jimin? —Susurró, acercando una mano temblorosa a la mejilla de su amigo. Sin embargo, el gesto fue apartado.
—No me toques...
—¿Q-qué diablos t-te pasa? —YoonGi estaba desconcertado.
—...hasta que no pidas perdón. Cuando esté satisfecho de oírte, volvemos a ser amigos.
La molestia de Jimin era notoria, tanto en su tono de voz como sus acciones. A YoonGi con frecuencia se le escapaban algunas frases de ese tipo, o pequeños chistes que, en realidad, no tenían ninguna gracia. Él siempre decía que solo eran palabras, pero Jimin no estaba de acuerdo.
Tras soltar un hondo suspiro, YoonGi cerró los ojos y comenzó a hablar.
—Siento mucho haber dicho que merezco ser abandonado. —La oración salió con extraña facilidad. Y, de repente, en su mente apareció la clara imagen de sí mismo cuando era un niño inocente. —También... Lo siento por quejarme de las cosas que me pasan, y d-decir que... s-son mí culpa. Y p-perdón por pensar que todo sería mejor si y-yo no estuviera aquí.
YoonGi tomó una bocanada de aire, haciendo todo el esfuerzo posible por no llorar.
» —Pero la verdad, es que si nunca atenté contra mí propia vida, es porque en verdad te amo más que a nada y odiaría hacerte daño a ti.
Aquella idea había estado latente muchas veces cuando sentía que no podía aguantar más. Si, quizá era egoísta por olvidarse de su hermana, pero, ¿alguien en verdad podía culparlo también por eso?. Él solo era un niño, ahora adolescente, ¿por qué debía también ser un padre?. No es que no la amara, pero el desgaste mental que le provocaba la vida que tenía, sobrepasaba incluso esa barrera.
Y, claro, decir que su único impedimento era Jimin, con sus palabras bonitas, sus cálidos abrazos, cada tontería que salía de su boca, también estaba muy mal.
—¡Mierda, Yoon!.
El peli-menta abrió los ojos cuando el cuerpo del menor se lanzó sobre el suyo, provocando que dejara escapar un sollozo que traía consigo todas aquellas lágrimas reprimidas.
Jimin se aferró a su cuerpo, abrazándolo tanta fuerza, como si de esa manera se asegurara de que YoonGi no haría nunca nada como aquello que había insinuado.
—Lo siento —Susurró, acariciando los cabellos anaranjados. Besó su cabeza, mojando algunos mechones con sus propias lágrimas. —Lo siento tanto.
Jimin lentamente salió de su "escondite", que más bien era el pecho del mayor, y tras secarse el casi invisible zurco de las lágrimas que YoonGi no había notado, tomó el rostro del peli-menta con ambas manos mientras se acomodaba de manera que sus piernas quedaban alrededor de la cadera del contrario.
—Prometo estar siempre a tu lado, mientras me quieras allí. P-pero debes prometer lo mismo. —Usó sus pulgares para limpiar cualquier resto de lágrimas en el rostro del mayor. —¿Entiendes?
—P-prometo nu-nunca dejar-...
YoonGi ni siquiera pudo terminar de hablar antes de que sus labios fueran tomados por los de Jimin. Un toque de dulzura en medio de aquél sabor salado que persistía, se mezclaba en sus bocas, perdiendo poco a poco la inocencia que predominaba, dando paso a la desesperación por sentirse más cerca.
Un hormigueo recorrió ambos cuerpos, de la punta de los pies hasta llegar a sus cabezas. Provocó en YoonGi un bajo jadeo cuando la boca curiosa del peli-naranja fue a parar a su cuello, dejando una suave mordida en la zona antes de volver al sitio donde era experta.
El ritmo cardíaco estaba disparado, sutilmente coordinado, llevando sangre a cada espacio. Las sensaciones eran nuevas, nunca antes les había pasado.
Y lo nuevo siempre da un poco de miedo.
—E-espera. —Susurró, colocando una mano en el pecho contrario.
Jimin lo miró. Sus ojos lucían dilatados, y sus labios levemente hinchados brillaban goteando pequeños hilos de saliva, sin pasar por alto sus mejillas sonrojadas. Se veía tan lindo que quería meterlo en una caja de cristal para que nada ni nadie pudiera hacerle daño.
—Si quieres parar...
—Solo si luego no dirás que fue un error.
—¿Todavía dudas sobre eso?. —Preguntó susurrante, inclinándose hacia delante antes de moverse con agilidad y cambiar sus cuerpos de posición.
Una dulce sonrisa se dibujó en los labios del peli-menta. Si alguien los viera, no entendería lo que significaba aquel simple cambio de lugares: Jimin se estaba dejando a merced de sus manos, a sabiendas de lo mucho que a YoonGi le gustaba dominarlo en su sumisión.
—Pero éste no es el sitio adecuado.
Jimin asintió. Si algo iba a suceder, mínimo debía ser sobre una cama cómoda y no dentro de una casa abandonada que a duras penas tenía un sofá que se caía a pedazos. Sin embargo, las manos frías de YoonGi le desprendieron la camisa con agilidad, dejando su torso descubierto.
Las yemas curiosas de sus dedos acariciaron la piel tersa y clara del abdomen levemente marcado bajo su propio cuerpo. YoonGi mordió su labio inferior en cuanto unas manos escurridizas sujetaron con fuerza su cintura por debajo de su ropa.
—Tu piel es de porcelana. —Murmuró, cerrando los ojos. Los labios del peli-menta besaron su cuello, bajando con lentitud por todo su torso mientras dejaba un rastro evidente de saliva y mordidas, que seguramente dejarían marcas rojizas poco después. —T-tan blanca y fría.
YoonGi ahogó una pequeña risa sobre la piel del peli-naranja, y siguió jugando con la cordura del chico.
No irían más allá, pero divertirse un poco para distraerse no parecía mal plan.
Casi una hora más tarde, YoonGi bostezaba gracias al sueño recostado sobre el cuerpo de Jimin. La temperatura del ambiente había bajado notoriamente, sin embargo, las pieles desnudas de sus torsos juntos, cubiertos por un abrigo pesado de Jimin los mantenía cálidos.
—Hyung...
—Te escucho. —Susurró.
—¿Conoces la teoría de la línea invisible entre los amigos? —Preguntó con el tono de voz calmado, enredando un mechón de cabello verde en sus dedos. El sutil aroma a manzana que estaba impregnado en las hebras verdes llegaba hasta sus fosas nasales, relajándole
YoonGi movió suave la cabeza de arriba a abajo, dando un asentamiento silencioso.
» —Cuando ambas partes se mantienen del lado que les pertenece, todo está bien y son los mejores amigos. Pero, si la línea se cruza muchas veces, comienza a ser difusa. Y los sentimientos también.
—¿Qué me estás queriendo decir? —Suspiró, levantándose un poco para mirar hacía arriba y encontrar sus bonitos ojos marrones.
Dar muchas vueltas a un asunto no era propio de Jimin. Sin embargo, era evidente que se debía a sus nervios: peor aún si YoonGi no le quitaba los ojos de encima.
—Creo que desde hace algún tiempo me comenzaste a gustar, de nuevo.
Dejé el capítulo hasta aquí porque se hacía muy largo jijiji
Ya estamos a 2-3 capítulos del final, qué emoción 😭
© ʏᴏᴏɴɴɪᴇxᴊɪᴍɪɴɪᴇ5
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