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𝟎𝟑𝟓. Stranded

‗ ❍ [𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐗𝐗𝐗𝐕] ¡! ❞
╰►𝑆𝑡𝑟𝑎𝑛𝑑𝑒𝑑

No sé cuánto tiempo había pasado desde que nos enteramos del doloroso plan de Eugene.

Yo solo sabía que estaba actuando en automático, no emitía ningún tipo de sonido, solo me encontraba apartada del grupo. Sé que todos estábamos preocupados, sé que todos estamos decepcionados. Mis lágrimas no paraban de salir, me sentía estúpida por ilusionarme.

Toda mí vida me repetía que no me haga ilusiones de ningún tipo. Al principio no le creí a Eugene, pero al ver el rostro de toda mí familia, que si creía lo que Eugene decía, me permití por un segundo ilusionarme de cómo sería mí vida sin el peligro constante en el que vivíamos.

Vamos... ni siquiera me ilusioné cuando mamá, días antes de que comience el apocalipsis, me confesó que tendría una hermanita. Es por eso también, que trato de cuidar a Judith con mí alma.

No sé cómo sería mi vida en estos momentos si no hubiera un apocalipsis, no sé si conocería a Carl, a Rick, a todos en realidad.

En partes agradezco y en partes no, porque realmente no sé qué haría sin mi familia.

Me encontraba sentada en el suelo frío de la carretera. A mí alrededor, el silencio era tan denso que podía cortarse con un cuchillo. Con la mirada perdida en el vacío, pensaba en mis padres, recordando cada momento vivido junto a ellos antes de que el caos se desatara.

Dí un suspiro, y en mí mente comenzaron a desfilar imágenes de mí infancia, de los días felices en el parque, de las noches de películas y palomitas, y de las risas compartidas sin preocupación alguna. Pero esos recuerdos dulces pronto dieron paso a otros más amargos, a aquel día fatídico en que todo cambió.

"¿Por qué tuvo que pasarles a ellos?", me preguntaba una y otra vez. Recordaba cómo mis padres habían salido a buscar suministros, cómo habían prometido regresar antes del anochecer. Pero cuando el sol se puso y la luna tomó su lugar, ellos no volvieron.

No fue hasta el día siguiente que los encontré, pero ya no eran los mismos. Sus ojos, una vez llenos de amor y calidez, ahora mostraban un vacío mortal. Sus cuerpos, que me habían abrazado tantas veces, ahora estaban marcados por las mordeduras de aquellos seres desalmados.

Lloré por ellos, por lo que habían perdido, por lo que yo había perdido. Pero en medio de mí dolor, también encontré una determinación férrea. No permitiría que su final fuera en vano. Me había levantado, secado mis lágrimas. Había un mundo por salvar, y aunque mis padres ya no estaban conmigo físicamente, su espíritu y su amor me acompañarán en cada paso del camino.

"Por ustedes, por mí, por todos los que aún luchan", había dicho, mientras cargaba mí mochila y me preparaba para enfrentar otro día en este nuevo mundo.

Sabía que el camino sería largo y peligroso, pero también sabía que no estaba sola. En mí corazón, llevaba la fuerza y el amor de mis padres, y eso era todo lo que necesitaba para seguir adelante.

El estar varados y con un miembro del grupo desmayado, también me hacía pensar en el primer caminante que había rematado.

La primera vez que me enfrenté a un caminante fue un momento que marcó un antes y un después en mi vida. Había estado evitando el enfrentamiento directo, moviéndome sigilosamente entre las sombras, pero ese día no tuve elección.

Era una tarde gris, el cielo estaba cubierto de nubes amenazantes que presagiaban tormenta. Había salido en busca de agua y comida, recursos que escaseaban cada día más. Mientras revisaba las estanterías de una tienda abandonada, escuché un ruido sordo detrás mío. Al voltear, me encontré con la mirada vacía y hambrienta de un caminante.

Mí corazón latía con fuerza, la respiración se me aceleró y por un momento, el miedo me paralizó. El zombie se acercaba lentamente, arrastrando los pies, con los brazos extendidos hacía mi. Recordé las palabras de mí padre:

En este nuevo mundo, Evolet, a veces tienes que luchar para sobrevivir—.

Con las manos temblorosas, tomé un tubo de metal que encontré en el suelo. El zombie estaba a solo unos pasos de distancia cuando cerré los ojos y, con todas mis fuerzas, golpeé la cabeza de la criatura. El sonido del impacto resonó en el silencio del lugar.

Cuando abrí los ojos, el zombie yacía inmóvil en el suelo. Dejé caer el tubo, y por un momento, me permití sentir el peso de lo que acababa de hacer. Había salvado mi vida, pero a un costo que aún no comprendía del todo.

—Lo siento—, susurré, no solo por el ser que había sido, sino por el mundo que todos habían perdido. Luego, con la determinación de quien sabe que no hay vuelta atrás, continué mí búsqueda, sabiendo que cada día era una lucha por la supervivencia.

Esa experiencia me enseñó que, en este nuevo mundo apocalíptico, la vulnerabilidad podría ser letal y que, a veces, la única manera de seguir adelante era enfrentando los horrores que se presentaban en el camino.

Una mano en mí hombro me había despertado de mí ensoñación, era Tara. Maggie había pedido por mí ayuda para revisar a Eugene.

—No tienen idea de que estamos aquí— dijo Glenn cuando se acercó hacia Tara, que estaba a un lado del camión llenando unas botellas con lo último que quedaba de agua potable.

—Esa es una noticia fantástica para GREEATM— me dió curiosidad lo que había dicho Tara, así que me acerqué a ellos dos—Una noticia menos fantástica para GREEATM: consumimos lo que quedaba en el tonel de agua.

—¿Qué es GREEATM?— pregunté luego de que Tara finalizó de hablar.

—Nuestras iniciales. El nombre del grupo. Solidaridad. Una banda de hermanos.

Sonreí por inercia, Tara Chambler, con su sonrisa cansada pero sincera, era un recordatorio constante de que la humanidad aún podía prevalecer en medio del caos. La admiraba, no solo por su habilidad con las armas, sino por su corazón compasivo y su determinación incansable. En un mundo donde la muerte acechaba en cada esquina, Tara era un recordatorio de que la vida aún merecía ser vivida, incluso cuando todo parecía perdido.

«Estoy pensando tatuármelo en los nudillos—Tara continuó hablando y nos lanzó las botellas con nuestras iniciales—Perdón, solo trato de pensar en otra cosa para distraerme, ¿saben?.

Rosita y Maggie se acercaron a nuestro lado.

—¿Algún cambio?— pregunté cuando vi a Maggie.

—No— dijo Maggie cabizbaja.

—¿Lo llevamos a la iglesia?— propuso Glenn.

—Si lo movemos, podría empeorar— dije jugando con la tapa de mí botella.

—¿Qué lo hará mejorar?— preguntó Rosita.

—Despertarse— Maggie miró a la de trenzas—Si no lo hace…

Rosita se dirigió hacía Abraham que se encontraba a unos pasos de nosotros. Estaba arrodillado, no sé cuánto tiempo había pasado en la misma posición. Rosita llevó consigo una botella de agua, el pelirrojo no había ingerido nada en todo el día.

Nos sobresaltó un ruido seco, al darnos media vuelta, Abraham había tirado la botella que la latina le ofrecía. Abraham se levantó amenazadoramente frente a Rosita.

Alcé mí arco a la altura de la cabeza del pelirrojo, a mí lado Maggie había sacado su arma. Si tan solo pensaba en hacerle daño a Rosita, sería muy lento al intentarlo.

—Si no te sientas, te matamos— Maggie le sacó el seguro a su arma.

No estaba segura si le habíamos dado ni siquiera un poco de miedo a Abraham, pero para el bien de todos, él hizo lo que Maggie pidió.

Suspiré y miré al cielo, quería solo un momento de paz, estar junto a mi familia, junto a Carl.

Esos deseos parecían cada vez más imposibles.

Unos minutos después de lo acontecido, el agua seguía escaseando cada vez más.

—Necesitamos más agua— dijo Glenn.

—Por este camino, hay un arroyo a pocos kilómetros al sureste.

—Vayan. Nosotras nos quedamos— Maggie puso su mano en mí hombre y asentí hacía Glenn.

—¿Seguras?— cuestionó el asiático.

—Si, Glenn. Estaremos bien— tranquilicé al chico.

Luego de estar completamente seguros, comenzaron a caminar hacia el arroyo. Maggie y yo nos sentamos a un lado de la autobomba.

—Evolet, ¿cómo estás? No pareces la misma desde que supimos la verdad sobre Eugene— Maggie cortó el silencio que se había formado.

Suspiré y dirigí mí mirada hacia ella—Maggie, siento que mi mundo se ha derrumbado. Creí en él, confié en él... y resulta que todo era una mentira.

—Lo sé, es difícil de creer. Pero debemos recordar que Eugene hizo lo que creyó que era necesario para protegerse— Maggie apoyó su mano en mí hombro.

—Eso no justifica su engaño, Maggie. ¿Cómo pudo hacer algo así?.

—A veces, en momentos de desesperación, las personas toman decisiones extremas. Pero eso no significa que debamos condenarlo por completo.

—¿Y qué de la confianza que perdimos? ¿Cómo podemos volver a confiar en alguien después de esto—hablé con frustración.

—La confianza se gana con el tiempo y las acciones. Debemos aprender a perdonar y seguir adelante, pero sin olvidar las lecciones aprendidas— acarició suavemente mí cabello.

—Tienes razón, Maggie. Gracias por estar aquí para mí.

—Siempre estaré aquí para ti, Evolet. Juntas superaremos esto— me abrazó fuertemente—Ahora ven y ayúdame con algo.

Nos dirigimos detrás del camión y comenzamos a bajar la escalera que había allí. No pregunté para qué sería, yo seguía todo movimiento de Maggie.

Abraham seguía en la misma posición.

Al llegar hacia el frente de la autobomba, Maggie ubicó la escalera de manera que quedaba justo arriba de Eugene, el sol estaba muy fuerte y eso podía empeorar su situación. Maggie abrió la puerta del camión y me alcanzó una tela.

—Ponla sobre la escalera, tengo que hacer algo antes.

Asentí e hice lo que me pidió, al terminar ví como se paraba en frente de Abraham y le decía algo, se veía muy enojada.

Me encontraba sentada delante de la autobomba, con la mirada perdida en el horizonte. A mi lado, Eugene aún yacía desmayado, recuperándose del golpe de Abraham. Mientras contemplaba el paisaje desolado que me rodeaba, no podía evitar pensar en Carl y en cómo estaría en ese momento.

"¿Estará extrañándome?", me pregunté con una sonrisa melancólica, mientras jugaba con una pulsera que él me había regalado hace unos meses. Recordé la forma en que Carl siempre me había apoyado y animado, incluso cuando las cosas parecían imposibles.

Carl siempre fue mi roca. Me sentí afortunada de tener a alguien como Carl en mí vida.

Mientras reflexionaba, no podía evitar sentir una mezcla de emociones. Estaba la nostalgia y el deseo de estar con él de nuevo.

"Carl, mi amor, espero que estés bien", hablé en voz baja mientras miraba el cielo.

De repente, escuché un gemido a mi lado. Era Eugene, que estaba empezando a despertar.

Lo miré con una mezcla de sentimientos encontrados, sin saber si debía sentir alivio o enfado.

—Eugene—dijo suavemente—¿cómo estás?.

Eugene me miró con ojos confundidos y luego recordó lo que había pasado.

—Evolet—murmuró—lo siento tanto

Asenti lentamente y le tomé la mano.

—Ya hablaremos de eso después—dije—Ahora, descansa.

Maggie llegó rápidamente al oírnos.

—Quédate ahí. No intentes moverte— dijo Maggie con una sonrisa en su cara—Te pondrás bien.

Maggie me miró y había un brillo feliz en su rostro.

Todo estaría bien.

Eso creo…

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