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𝟎𝟏

Han pasado tres días desde que cumplió 18 años y está en un cuerpo que no conoce.

Ringo recupera el sentido poco a poco, primero registrando algunos pitidos distantes y murmullos que pasan.  Luego se da cuenta de que tiene la cara enterrada entre las manos y, cuando levanta la cabeza, está sentado justo afuera de una puerta azul claro.  Sin embargo, al ver sus palmas, temblorosas y arrugadas y definitivamente no suyas, jadea horrorizado.  Ringo intenta apretarlas en puños, pero todo lo que obtiene es un dolor punzante en el dorso de sus manos.  Su corazón comienza a latir con fuerza en su pecho.

Presa del pánico, se pone de pie, ignorando el repentino dolor en la parte baja de su espalda, y busca un espejo, una ventana, cualquier cosa que muestre su reflejo, pero es en vano.  En su lugar, encuentra hileras de habitaciones alineadas delante de él, todas con puertas uniformes de color azul claro, un escaso contraste con el blanco cegador del pasillo desierto.  Hay una pequeña fila de sillas de espera frente a cada puerta, y el aire está cargado de desinfectante, parecido al olor que a menudo asocia con los hospitales.

Ringo vuelve a mirar la puerta por la que vino y lee habitación 9 directamente encima.  Cuando hace un movimiento para abrirla, emerge alguien del otro lado.  Aparentemente brillando bajo el brillante fluorescente, sospecha por una fracción de segundo que podría ser un ángel.

"¿Señor Starkey?"  La figura dice, con voz clara y profunda.  Como están a unos metros de distancia el uno del otro, Ringo no puede distinguir su rostro, sin importar cuánto entrecierre los ojos.

"¿Quién es usted?"

La figura se ríe cortésmente, acercándose a él.  "Soy el médico, señor. ¿Me recuerda?"

La figura, el médico, ahora está de pie frente a él y, de hecho, lleva una bata blanca y un estetoscopio colgando del cuello.  Tiene una placa con su nombre en el pecho, pero todo lo que ve Ringo es una línea borrosa.  El doctor le lanza una sonrisa tranquilizadora, pero él nota que está teñida de un rizo triste.  Confunde a Ringo aún más.

"¿Qué está haciendo aquí?"  pregunta Ringo.  El médico se ríe de nuevo.

"Ah, señor. Es por eso que debe tomar sus medicamentos todos los días", le recuerda, sin dejar de sonreír.  "Soy el médico de su esposo, y lo estuve revisando hace apenas media hora".

¿Esposo?  Ringo casi grita, desconcertado.  Todavía no entiende lo que está pasando.  El temor que se acumula en su estómago lo hace sentir enfermo.  ¿Qué estoy haciendo aquí?

"Puede entrar ahora", continúa el médico, interrumpiendo los pensamientos de Ringo. "Él te ha estado buscando".

Antes de que Ringo pueda protestar, con la mente todavía confundida, el médico lo acompaña al interior de la habitación.  Oye que la puerta se cierra rápidamente con un suave chasquido.

"¿Ritch? ¿Eres tú?"  Una voz débil lo llama desde la cama, lo que hace que Ringo se sobresalte.  Nadie más lo llama así excepto su madre.

Cuando se da la vuelta, la habitación parece unirse como las piezas de un rompecabezas, ya que Ringo ve la cama en el medio de la habitación con más claridad.  Hay una línea intimidante de pantallas a la izquierda, que muestra el monitor cardíaco del paciente y otros datos diversos.  A la derecha de la cama hay una mesita de noche y una silla.

A pesar del entorno desconocido, Ringo extrañamente se encuentra calmándose, sus hombros se encogen lentamente de la tensión.  De repente, caminar hacia la cama se siente como volver a casa.

No dice una palabra hasta que se sienta.  "Soy yo, amor", dice Ringo sin pensar.

Mientras pronuncia las mismas palabras, sus ojos se abren con sorpresa, aunque no siente la necesidad de retractarse.

"Oh, Ritchie, te he extrañado", responde la voz.

Cuando Ringo finalmente ve al hombre -su esposo- lo que más le llama la atención son sus ojos marrones, que parecen brillar con juventud a pesar de las patas de gallo.  El hombre trata de levantarse un poco, por lo que Ringo levanta las almohadas para ayudarlo.  El ángulo es suficiente para que él vea toda su cara.

Aunque claramente contorneado por la edad, el rostro del hombre es amable y contemplativo.  La más vaga imagen de su cabello plateado siendo brillantemente castaño rojizo bajo el sol pasa por la mente de Ringo.  Seguramente nunca lo ha visto antes, pero algo en él se siente más que familiar, como una melodía clavada en la nuca.  Cuando se encuentra con los ojos de Ringo, sonríe cálidamente, contento.

"Estuve afuera por un rato", dice Ringo.  En este punto, confía principalmente en sus instintos, como si estuviera interpretando un papel.

"Lo sé", el hombre se ríe, mostrando líneas de risa.  "Me estoy volviendo suave, amor. ¿Quién lo hubiera pensado?"

Ringo se ríe húmedamente.  "Siempre has sido suave".

"Lo soy", responde el hombre, suspirando.  "Lo soy".

Ringo agarra la mano del hombre debajo de las sábanas.  Solo entonces se da cuenta de sus bandas plateadas a juego, guiñándole un ojo.

Sin una palabra, Ringo levanta la mano del hombre hacia sus labios para darle un suave beso.  Pronto, sus ojos comienzan a empañarse;  cuando sale la primera lágrima, el hombre se la limpia con el pulgar.  Mira a Ringo con el ceño fruncido, sus propios ojos brillan con lágrimas no derramadas.

Ringo recurre a mirar al hombre en silencio, manteniendo su cálida mano sobre su rostro, hasta que la escena frente a él se disipa gradualmente, como una nube de humo que se desvanece en negro.

Cuando se despierta, llora.

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