
Capítulo XIV: Huyendo al amor.
El invierno había llegado más pronto de lo previsto a Beijing, ligeramente cálido a partir del medio día, soportable en la tarde pero insoportablemente helado en las noches y mañanas. Faltaban solo tres días para navidad y, a decir verdad, su vida había dado un giro tan drástico que ni siquiera previó con antelación. Por una parte se encontraba contento ya que, por primera vez, pasaría estás fechas especiales en compañía de su única hija, sin embargo, por el otro su estricta y a la vez estrecha relación con Yibo lo tenían al borde del colapso nervioso.
¿Por qué todo debía ser tan complicado?
Apoyado sobre él precioso balcón de su habitación mientras fumaba su décimo cigarrillo en el día, Xiao Zhan contempló la hermosa y tranquila vista nocturna con una sensación extraña en el pecho. Las cosas empezaban a salirse de su control, si no es que ya lo habían hecho desde aquella vez en que lo jodió todo y fue a meterse a la cama de Wang Yibo; el Gamma terco que se había adueñado de sus pensamientos desde el primer instante en que lo conocio.
Si bien era cierto que se dejó llevar por un mero impulso al besarlo frente a todos, incluída la arpía de su hermana, únicamente para ser correspondido no de la forma en que se esperaba. Un tremendo golpe en la entrepierna seguido de una dura bofetada fue el inicio de su obsesión con aquel rubio que no se imaginó que al herir su orgullo y dejarlo en ridículo públicamente había trazado su propia sentencia; descubrir el vínculo que lo unía a su hija solo acabó por incrementar su oscura obsesión por él. Y aunque el asunto que en realidad le importaba estaba aún en juego, le tendió una red de la que ni siquiera sus enemigos podían escapar, Yibo no fue la excepción, y cayó más pronto y mucho más fácil que todos ellos.
No existía atisbo de arrepentimiento dentro suyo, porque así era como las cosas funcionaban para él, sin embargo. Esto se estaba descontrolando de un modo que no le agradaba en lo absoluto. Enamorarse es lo último que planeaba, pero estaba sucediendo y lo detestaba con todas sus fuerzas.
Yibo puede ser osado, obstinado y hasta orgulloso, pero eso no significa que merezca cargar con alguien como él; lleno de tantos demonios. Otorgarle la libertad que desde luego desea le desagrada de una manera que desprecia.
El amor es sinónimo de debilidad, y él juró nunca más volver al abismo sin fondo del que con mucho esfuerzo logró salir.
—Con que aquí estabas, te he estado buscando como loco —. Yibo apareció a través del ventanal entrecerrado con una sonrisa afectuosa que ni siquiera logró ver, pero si podía imaginar.
—¿Para qué?
Extrañado por su sequedad, Yibo envolvió sus brazos alrededor de su delgada cintura y apoyó su fría mejilla en su tibia espalda, sintiendo de pronto la tensión en su cuerpo trás su cercanía. En definitiva, algo le preocupaba al Alfa, hace solo unas horas estaban bien, pero después de tener relaciones sexuales el cariño con el que usualmente lo trataba se enfrió de una manera que le inquietó.
—A-Xung quiere que leas su cuento favorito —comentó entre risas—. Sabes, jamás pensé que llegarías a agradarle tanto, pero lo hiciste y eso me conmueve.
—¿Por qué razón?
—Bueno, en un inicio todo lo que deseaba era que ustedes dos se acercaran; la felicidad de A-Xung era todo lo que me importaba pero de la nada algo cambió.
—Así, ¿qué cosa? —se mostró ligeramente intrigado sin realmente hacerlo, su tono rebosaba en un sarcasmo seco que provocó que el agarre en su cintura se aflojara sutilmente.
Yibo titubeó.
Tal vez su comportamiento efusivo empezaba a hostigarlo, pero no comprendía el porqué. En los últimos tres meses la relación que tenían se había vuelto más íntima con el pasar de los días; Xiao Zhan nunca le negó nada ni mucho menos le ordenó espacio personal, todo lo contrario, fue éste quien se refugiaba en sus brazos y buscaba desesperadamente cualquier oportunidad para abrazarlo, besarlo, acariciarlo y gastarle bromas como si aún fuesen un par de adolescentes.
No obstante, desarrollar sentimientos más profundos y más allá del simple deseo carnal se encontraban totalmente prohibidos, así que no podía evitar sentirse un poco desconcertado por su evidente indiferencia... una indiferencia que ya ni siquiera recordaba bien y, a decir verdad, le sabía mal.
—Empecé a ser más empático, supongo —respondió escuetamente, alzándose de hombro sin atreverse a soltarlo—. De no ser así, la razón detrás de desear desesperadamente tu felicidad no tendría sentido. Es grato saber que ella y tú finalmente se han acercado tanto.
—¿Estás seguro que ese es el verdadero motivo?
Con un sentimiento agrio en el pecho lo liberó con desgano, aquella pregunta había sido como recibir un puñetazo directo en el estómago. Le quedaba bastante claro que él no lo quería cerca suyo, tan encimoso como lo estaba siendo últimamente. Pero no era culpa suya, Xiao Zhan no marcó ningún límite así que no podía responsabilizarlo por algo en lo que él también era responsable.
—No entiendo a dónde quieres llegar, Zhan.
Una sonrisa rebosante de ironía tiró de los delgados labios del Alfa, quién se volvió hacia él dando una larga calada a su cigarrillo, ignorando la mueca de desaprobación de Yibo quién en más de una ocasión le confesó que odiaba verlo fumar y lo miró a los ojos con una expresión estoica que confundió a éste.
—¿Acaso no lo notas? Entre tú y yo no debería existir nada más que sexo, sin embargo, no lo hace —espetó Xiao Zhan en un tono engañosamente condescendiente.
Yibo resopló.
—No se a que te refieres, Zhan. De mi parte, sabes perfectamente que no hay amor, de la tuya en verdad lo desconozco aunque se que no.
—Deja de auto engañarte, Yibo. Tal vez no me ames, pero tampoco te soy indiferente; durante estos meses me has estado tratando con tanto cariño y afecto que pareciera que eres mi esposa cuando no es así. Además, ni siquiera recuerdo cuando empezaste a llamarme por mi nombre, no es correcto, Yibo. Estás cruzando la línea —le echó en cara.
Anonadado, a Yibo le costó mucho asimilar lo que acababa de escuchar por su propia boca. Cuando lo hizo, enfureció.
—¿Yo cruzando la línea? ¿Por qué te engañas, Xiao? Tu también estás dentro de este barco así que abstente a tirarme toda la mierda a mi cuando bien sabes que tú fuiste quien la cruzó primero —su violento contraataque suavizó el inexpresivo rostro del Alfa por unos cuantos segundos antes de endurecerse de nuevo—. Si solo no hubieras aparecido ese día en mi habitación de hotel estando yo en celo, y más aún, sabiendo, ¡esto no estuviera pasando!
Reconociendo su error, Xiao Zhan cerró los ojos por un momento antes de suspirar y asentir con la cabeza. La brecha que habían cruzado ese día desencadenó emociones y sentimientos que no debieron desarrollarse en primer lugar, pero lo hicieron trayendo con ello una codependencia totalmente insana.
Ellos ni siquiera eran pareja. Ningún vínculo los unía y era doloroso reconocerlo, pero al parecer ambos olvidaron las posiciones en las que se encontraban parados.
—Admito mi culpa, pero esto no puede continuar así. Mi hija incluso sospecha.
Yibo contuvo la respiración ante aquella penosa revelación. Todo este tiempo actuo como un egoísta que ni siquiera pensó en como se sentiría su sobrina si llegase a descubrir que ellos se entendían y que su relación lejos se encontraba de ser solo jefe-empleado.
—¿Qué quieres decir? —inquirió con la voz temblorosa.
Xiao Zhan, al borde de la ira le dio un par de largas caladas más a su cigarro antes de contestarle:
—Hace un par de días me preguntó cuándo nos casaríamos y que serías tu para ella a partir de ahora; su tío o su madrastra. No supe que decir, lo que me llevó a reflexionar y descubrir que estamos yendo más allá de lo establecido.
—Según tu estúpido contrato, ¿es eso, Zhan? —le reclamó aún cuando no tenía derecho alguno.
Una gélida ventisca revoloteó sus preciosos cabellos rubios haciéndolo temblar ligeramente, se frotó los brazos con la yema de los dedos en un intento de darse calor.
Fracasó.
¡Ellos no eran ni siquiera amantes normales! En ese preciso instante él reaccionó de golpe y se dio cuenta de la humillante posición que ocupaba realmente en la vida de Xiao Zhan.
Su fulana, tan simple como eso.
La realidad lo horrorizó ¿Cómo pudo él olvidarlo?
—Me temo que si —dijo Xiao Zhan, inflexible, ajeno al inmenso sufrimiento que le había causado.
—Entonces... ¿Me estás queriendo decir que volvamos a ser lo que éramos en un principio?
Si todavía albergaba un atisbo de esperanza en su pecho de que Xiao Zhan se arrepintiera o se riera de él, burlándose de haber caído en una más de sus usuales bromas, esa esperanza murió con sus siguientes palabras.
—Va a ser lo mejor, Yibo. Siento que te estás encariñando conmigo y esa no era mi intención. Realmente lo siento mucho por ti —se disculpó solemne, conteniendo las ganas de retractarse.
No había marcha atrás. Esto era lo mejor.
Yibo asintió, algo ausente pero con una enorme sonrisa que lo descolocó de sobremanera.
—Ya no digas nada, comprendo —suspiró con fuerza, mostrándose desinteresado cuando por dentro temblaba de furia y desilusión—. No te olvides de A-Xung, ella está esperando.
Y sin permitirle abrir la boca porque ya intuía que se compadecería de él haciéndole sentir aún más miserable por dejarse envolver como un tonto, giró sobre sus talones con la frente en alto y, sin derramar una sola lágrima, desapareció por entre las cortinas de satén blancas con el orgullo lo suficientemente herido para volver a confiar sin reparos.
Observándolo marcharse sin hacer nada, Xiao Zhan gruñó y luego de acabarse el cigarro, aplastó la colilla con la suela de su pulcro zapato con tanta cólera que su corazón dolió. Luego de tranquilizarse, se cepilló rápidamente los dientes y corrió a la habitación de su hija solo para darse cuenta que había caído rendida mientras aguardaba por él. El libro de cuentos, cerrado cerca de su mano.
Sintiéndose aún peor de lo que ya lo hacía, la arropó y le dio un beso en la frente antes de salir en silencio de la habitación y regresar de nuevo a la suya, solo para darse cuenta que no podía dormir y acabar saliendo a mitad de la madrugada en busca de paz.
Una paz que ni en su propia casa podía tener.
El desayuno transcurrió más silencioso de lo usual y eso lo pudo percibir rápidamente Yi Xung, pero no dijo nada. Comió en silencio y con elegancia, siendo muy observativa en cada segundo con su entorno de lo más incómodo. Sus redondos ojos cafés claros se limitaron a observar en silencio las expresiones de los adultos en la mesa, sin tener una idea del porqué de pronto pasaron a actuar como dos completos desconocidos en vez de una pareja que se amaba mucho como lo venían haciendo desde hace meses.
Frente a ella, se hallaba su tío; perfectamente recto, impresionantemente serio, aparentemente tranquilo, pero inusualmente callado.
Tan extraño.
Sobre todo, cuando cogía los cubiertos con toda la elegancia y el recato que detestaba; las clases de etiqueta si que habían funcionado, pero Yibo prefería ignorarlas y continuar siendo solo él, era raro que justo ahora siguiera las reglas. A la cabeza de la mesa, como era costumbre, se hallaba su padre, actuando con tanta indiferencia hacia el ambiente tenso; entre pequeños bocados a su exquisito desayuno, se inclinaba para darle de comer dulcemente pero su sonrisa era rígida y no suave, pero a su tío no lo miró ni una sola vez, y éste tampoco hizo ningún movimiento para mirarlo.
Cansada de tanto silencio, Yi Xung tiró de la manga del abrigo negro cuello de tortuga de su padre, logrando su atención de inmediato, cuando antes tenía que estirarle la ropa para que le hiciera caso.
Sonrió con cierta timidez, parpadeando hacia él con mucha ilusión.
—Papá, hoy iremos todos al parque de diversiones, ¿verdad? —le dijo con un adorable puchero en los labios.
Xiao Zhan suspiró hondo y agitó la cabeza, reprendiéndose por haberlo olvidado. Tenía tantas cosas en la cabeza últimamente que en lo último que pensó fue en esa salida.
—Tu tío te llevará, Yi Xung, no te preocupes —declaró seriamente mientras volvía su atención a su plato casi intacto.
—¡Pero yo quiero que nos acompañes! —Yi Xung se cruzó de brazos y le lanzó una mirada llena de reproche.
Tensó los labios y la miró con evidente dureza, pero ni siquiera logró amedrentarla un poquito. Yibo la había educado después de todo, ¿que podía esperar a cambio?
—No grites, no se ve bien en una niña tan hermosa y decente como tú. Además, ni siquiera es Domingo, tengo mucho trabajo pendiente, discúlpame, esta vez tampoco podré acompañarlos.
—¡Pero el Domingo pasado lo prometiste! —lo acusó con los ojos ligeramente cristalizados.
Xiao Zhan ignoró su decepción y se dijo que ella todavía era demasiado pequeña para entenderlo, así que no tenía por que sentirse un imbécil por defraudarla esta vez.
—Y lo lamento en verdad, hija, pero hay cosas que un padre no puede hacer aunque quiera. El deber llama —se disculpó, pero una disculpa no era lo que Yi Xung quería.
—Papá, por favor.
—A-Xung, ¿terminaste tu desayuno? —intervino Yibo al darse cuenta que si no hacía nada, su sobrina lloraría allí mismo por culpa de las falsas promesas de su padre.
—Si, tío —respondió cabizbaja.
—Sube a tu habitación y cepillate los dientes, te alcanzo en un minuto.
—Lo que tú digas, tío.
Cuando Yi Xung se encontró lo suficiente lejos para oír, Yibo dejó de fingir que todo estaba bien y encaró a Xiao Zhan con un notable ceño fruncido y labios apretados.
—¿Asi que ahora vas a actuar como si nunca hubieses estado entre mis piernas? Esperé más madurez de tu parte, Xiao —escupió sin guardarse el enojo que se cargaba por su causa.
Suspirando con frustración, Xiao Zhan lo miró por primera vez en la mañana, no con dulzura ni con deseo, si no con irritabilidad.
—Yibo, por favor. No soy un niño, y este juego me está cansando.
—Le recuerdo que usted fue quién comenzó todo esto.
—¿Ahora vas a hablame de usted? ¿Quién es el inmaduro aquí, Wang Yibo? —Yibo se mordió la lengua con tal de no farfullar palabrotas que solo lo dejarían más ridiculizado. ¿Qué acaso no había tenido suficiente con lo sucedido en las últimas doce horas? Como si lo supiese todo sobre él, el Alfa dejó los cubiertos de lado y le lanzó una mirada ardiente que lo enrojeció al instante—. No ha pasado un día y ya extrañas mis caricias, no te culpo. Soy un amante inolvidable.
—Estas delirando —indignado por su desfachatez y su enorme ego, se puso en pie como un resorte y lo fulminó con la mirada.
Xiao Zhan, al verlo tan desesperado por huir de él, se relamió los labios bajo la atenta atención del Gamma y sonrió, perverso.
—¿Crees? No seas ingenuo, Yibo. No fui yo quién trajo a colación nuestra pasional relación, fuiste tú, aunque debo decir que no tienes por qué preocuparte.
Yibo estaba tan tenso que por poco hiperventilaba.
—¿Qué significa?
—Todo ha vuelto a como un inicio, pero no olvides algo —hizo una breve pausa en la que se levantó con una sonrisa socarrona que no le agradó en lo absoluto—, el contrato sigue vigente.
—¿Tú..? ¿Qué carajo?
Acercándose a Yibo como un depredador, lo asió de una de sus muñecas y le susurró al oído cuál ganador:
—Cuida bien de mi hija, no creo volver esta noche, tengo muy abandonada a Yang Zi.
Hirviendo de furia, Yibo lo empujó, dió media vuelta y subió las escaleras mientras el estómago se le revolvía de repulsión.
Xiao Zhan nunca cambiaría, no debía olvidar eso. Mientras lo recordara, él iba a estar seguro.
La mañana pasó de ser cálida a helada en cuestión de minutos, Yibo se preocupó un poco, temiendo los inconvenientes que pudieran tener para llegar a casa. Casa. Que extraña sonaba esa palabra, ¿desde cuándo la mansión de Xiao era su casa?
¡Estúpido!, se maldijo internamente. Eres un estúpido, Yibo. ¡Crédulo, insensato!
—A-Xung, ya tenemos que irnos —le dijo una vez que vislumbró la nieve empezar a caer a través de los cristales del parque infantil.
A última hora se decidio por cambiar los planes e ir a un parque interno en vez de uno exterior, el clima no ayudaba mucho pero Yi Xung no se quejó con tal de salir a divertirse.
—Pero tío, no hace mucho acabamos de llegar, déjame jugar un ratito más. Hace mucho que no me divierto así —la cachorra juntó sus manos y le puso ojitos de perrito a los que ella misma sabía, él no podía negarse.
Se mordió el labio inferior para reprimir la risa; Yi Xung lucía tan encantadora con su enorme chamarra, sus guantes, gorra y botas rosa. Incluso parecía más pequeña de lo que era, enternecido se puso de cuclillas frente a ella y la abrazó con fuerza.
—¿Puedo preguntarte algo?
Desconcertada por aquel inesperado abrazo, Yi Xung lo abrazó de vuelta y respondió en apenas un murmullo:
—Si.
—¿Por qué no quieres tener amigos? —tras la pregunta, sintió el cuerpo de su sobrina tensarse como las cuerdas de un violín. No la soltó, en cambio, la acogió en sus brazos como cuando era un bebé y ésta se acurrucó de inmediato en su pecho; buscando calor, amor y protección—. Aún eres una niña y es normal que los tengas pero, no te he conocido a ninguno además de Fan Xing, y él no cuenta por la gran diferencia de edad.
—No quiero hablar de eso, tío. Mejor juega conmigo —pasándose las manos por toda su cara, como si hubiera soltado un par de lágrimas, Yi Xung salió de su escondite y tiró de una de sus manos con una sonrisa que bien sabía, no era franca.
—Yi Xung —insistió, esta vez con un poco más de dureza de la que comúnmente empleaba en ella.
—A qué no me atrapas, tío Yibo.
—¡Yi Xung, por favor! —exasperado, fue detrás de ella—. Solo quiero que hablemos, como en los viejos tiempos.
—¡No quiero hablar ahora, tal vez otro día! —rezongó la niña, subiéndose al tobogán más grande del parque—. ¡Vamos tío, juega conmigo! Estoy tan aburrida jugando sola.
Consciente de la atención que estaban llamando sin darse cuenta, Yibo asintió, rendido. Había muchos cachorros jugando aquí y allá; unos en los columpios, otros en el tobogán más pequeño, algunos se divertían escondidos en los iglús y el resto prefería hacer muñecos de nieve, o al menos lo intentaban porque los traviesos empezaban una guerra de bolas de nieve que parecía ser muy divertida porque atrajo la atención y curiosidad de todos los pequeños que empezaron a unirse.
Sintiéndose deprimido porque Yi Xung no parecía interesada en unirse al juego, trepó hasta la cima del tobogán de un salto y se colocó detrás de ella, dándole un sonoro beso en la mejilla que trajo sonrojes a su piel pálida heredada de su madre.
—Tu ganas, pero prométeme que hablaremos esta noche sobre ese tema —negoció con una sonrisa que contagió a Yi Xung.
—¡Promesa! —accedió levantando las manos para después entrelazar sus meñiques. Cuando él colocó ambas manos a los costados de su pequeña cintura ella parpadeó, conteniendo la emoción—. Tío Yibo, ¿vas a hacer lo qué creo que vas a hacer?
Le guiñó un ojo y la sostuvo con más precisión.
—Míralo por ti misma —argumentó antes de deslizarse con ella por el tobogán más grande. Pronto, los chillidos y gritos de felicidad fueron todo lo que Yibo escuchó por las siguientes cuatro horas.
El frío no parecio ser impedimento alguno para la diversión, y si de la diversión de Yi Xung se trataba, mucho menos.
La hora de la comida había pasado, pero ambos comieron en uno de los puestos de la plaza antes de partir a casa, todo estuvo delicioso. Con los estómagos llenos, Yibo creyó que Yi Xung solo deseaba llegar a dormir su siesta, se equivocó cuando al salir se toparon con una heladería que la niña ni siquiera prestó atención cuando llegaron.
—Tío, quiero un helado.
—A-Xung, hace demasiado frío para un helado —se negó—. ¡El cerebro se me va a congelar!
—Eres un exagerado, tío. Di que si, por fa —. De nuevo esos ojitos de cachorro a medio morir.
Yibo cerró los ojos un momento, meditándolo. Pero era inútil.
—Argh, tú ganas.
Yi Xung empezó a saltar de felicidad, eufórica.
—Por supuesto tío, yo siempre gano.
Inmóvil, Yibo dejó de caminar y apenas fue capaz de parpadear, en trance. No cabía duda que Yi Xung se parecía mucho a su padre, inclusive soltaba palabras que el mismísimo Xiao Zhan decía. Pero esta frase, esa pequeña frase que más bien se trataba de una afirmación tenaz que le descolocó y lo llenó de incertidumbre.
¿Será posible que Xiao Zhan sea capaz de ir a los brazos de esa Omega ridícula?, se debatió mentalmente, luego agitó la cabeza cuál robot. Sí, con él todo es posible.
—¡Tío, mi helado! —la voz suave y tierna de Yi Xung salió tan demandante que se obligó a reaccionar.
La empleada en la heladería se rehusaba a atender a la pequeña sin la compañía y aprobación de un adulto, lo supo en cuanto observó a lo lejos.
Tiritó y se apresuró a caminar hacia su sobrina.
—¡Voy, A-Xung!
Al último momento, él también se compró un helado, solo que de fresa a diferencia del de chispas de chocolate de Yi Xung. Sonriendo en tanto se dirigían al automóvil donde Dylan aguardaba pacientemente por ellos, se subieron rebotando de felicidad mientras saboreaban sus helados.
No cabía duda que a ambos les hacía falta una ligera distracción, aunque sea por una fracción de tiempo. Al parecer, funcionó, porque él se sentía más ligero y mucho mas desintoxicado de Xiao Zhan.
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¿Será posible que Xiao Zhan se haya atrevido a irse a los brazos de Yang Zi? ¿Qué piensan ustedes? Yi Xung y Yibo finalmente han podido divertirse y despejar sus mentes, ha valido realmente la pena.
Nos leemos en el siguiente capítulo.
☪Yessie
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