━━ 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟎𝟏
━━ 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟎𝟏
𝐋𝐎𝐒 𝐇𝐄𝐑𝐌𝐀𝐍𝐎𝐒 𝐏𝐄𝐕𝐄𝐍𝐒𝐈𝐄
DESDE que tenía memoria, Andrómeda no conoció a su madre y padre, más allá de un par de fotos viejas que su abuelo materno le mostró cuando era una niña. Con casi quince años, la castaña era una joven solitaria y con un carácter fuerte, lejos de ser la perfecta dama de clase alta que todos deseaban imponerle. Durante los años que vivió en Francia la volvieron una chica dura, pero que en el fondo solo deseaba poder encontrar algo que pudiese llamar su hogar en el mundo.
Con la guerra encima de los franceses, su abuelo decidió traerla de regreso en su casa a las afueras de Inglaterra, donde estaría a salvo, pero regresar a "casa" era muy diferente a lo que ella esperaba. Su abuelo, el profesor Kyrle, era un hombre silencioso y cálido; la señora Mckradey, por otro lado, era una mujer gruñona y de carácter mandón. Andrómeda no estaba del todo cómoda con tanta atención familiar, pero al menos no debía fingir ser algo que ella no era.
Pasaba horas estudiando diferentes lenguas y avanzando en sus estudios, otras veces pasaba horas cabalgando y escapando de las reglas de la ama de llaves de su abuelo. Pero todo eso estaba a punto de cambiar, ya que un viejo conocido de su abuelo había pedido un favor: recibir a sus cuatro hijos para salvarlos de la guerra que estaba en pleno apogeo en la capital londinense. La señora McKradey los recogería en la estación que estaba a unos cuantos kilómetros de la casa. La castaña miraba por la ventana esperando ver los rostros de quienes estarían en su casa hasta que las cosas mejoraran para ellos
— Los hermanos Pevensie no deben tardar en llegar, Andy. — Su abuelo se sienta — trata de que la señora McKradey no sea tan dura. ¿Sí?
—Con la señora McKradey nunca se sabe — Andrómeda suspira —. Estaré en mi habitación leyendo, te veo más tarde.
— No olvides presentarte, Andy — odiaba ese apodo, pero su abuelo no merecía discusiones al respecto —. Nos vemos más tarde para la cena.
— ¿Vas a seguir con las cenas en tu estudio? No entiendo por qué lo hacemos —su abuelo simplemente le sonríe—. No haces más que hablar de esa tierra fantástica y tus libros de latín.
— Todo tiene uno porque Andy — Su abuelo bebe su taza de té. Nos vemos más tarde.
La castaña tenía una rara sensación creciendo en su interior, se preguntaba cómo serían aquellos chicos que vendrían. Cerró la puerta de su recámara y se sentó a leer el libro, uno de una novela fantástica que halló en la biblioteca de su abuelo. Con el pasar del tiempo, muchos pasos comenzaron a resonar por los pasillos junto con la voz severa del ama de llaves.
— Estas serán sus habitaciones, olvidaba decirles que está estrictamente prohibido molestar al profesor. — La señora McKradey estaba lejos, pero su voz de bruja llegaba hasta la habitación donde estaba. ¿Prohibido molestar a su abuelo? —Qué exasperante mujer—. Prepararé la cena, acaten las reglas.
Al bajar para la cena, pudo escuchar las voces de aquellos chicos en el comedor que esperaba poder conocer al día siguiente. La plática con su abuelo duró poco en su estudio y finalmente regresó a su habitación, durmiéndose enseguida. El sonido de la lluvia matutina fue algo extraño de ver después de varios días soleados, algo en esa nubosidad le hacía sentir increíblemente en paz.
Estaba aburrida dentro de la casa, la lluvia no le permitiría cabalgar y había terminado de leer los libros prestados de la biblioteca. Su abuelo estaría ocupado escribiendo una nueva novela, así que no podía molestarlo o, sino que la señora McKradey la envenenaría finalmente.
¿Qué más podía hacer? Se detuvo en seco al recordar que no se había presentado a los hermanos Pevensie. En su habitación, Andrómeda pasó al menos una hora pensando en qué atuendo ponerse para causar buena impresión. Suspiró tomando el atuendo de una falda floreada y un suéter cómodo. Total, si los hermanos resultaban ser una molestia, los ignoraría, al igual que al resto del mundo.
Recordar cómo accidentalmente Andrómeda había pegado con esa famosa goma de mascar a la almohada de su excompañera de habitación en el internado le hacía sonreír, aquella chica se lo había ganado por mencionar a sus padres. Nadie se metía con Andrómeda para herirla sin tener consecuencias por ello. Lista para encontrarse con los hermanos, buscó durante algunos minutos hasta que unas voces llamaron su atención.
— Juguemos a las escondidas —una voz de niña llegó hasta los oídos de Andrómeda —. Por favor, Peter.
—¿Las escondidas? — Andrómeda se mordió el labio al darse cuenta de que estaba siendo entrometida con unos completos extraños. En la sala de estar, los cuatro invitados la miraban. Soy Andrómeda James, la nieta del profesor Kyrle.
— Nosotros, esto... — El chico mayor la miró sonrojado —. Me llamo Peter, ellos son mis hermanos Susan, Edmund y Lucy Pevensie.
— Lo sé, lamento, no haberles recibido ayer. — Comento incómodo — No suelo socializar demasiado, interrumpí su conversación, así que les dejo.
— ¿No quieres jugar a las escondidas con nosotros? — La pequeña de cabello castaño la observó con ojos adorables. — ¿Podemos jugar a las escondidas, Peter?
— Claro, me encantaría, ¿Lucy?— La niña asintió —. Solo si tus hermanos desean jugar también.
— Pero el juego que estábamos jugando era muy divertido — Susan Pevensie le lanzo una mirada asesina a su hermano — Está bien...1...2...3...4
Andrómeda corrió detrás de la pequeña niña intentando encontrar un escondite digno. Lucy fue seguida por su hermano, mientras que la castaña se desvió intentando llegar hasta un armario junto a las escaleras. Hacía años que no hacía algo tan inesperado, pero esa adrenalina era totalmente estupenda.
La voz de Peter Pevensie sonaba desde la sala de estar y solamente faltaba esperar que comenzara a buscarlos. Andrómeda se detuvo unos minutos pensando en el rostro joven de aquel chico. Era muy atractivo y ambos estaban por la misma edad que su abuelo. ¿De veras estaba pensando en muchachos? La castaña sacudió la cabeza, negándose a dejarse llevar por sus sentidos más primitivos.
— 78...79 — La voz de Peter estaba por comenzar la diversión — ¡Listos o no! Ya voy...
— ¡Regrese! ¡No pasó nada! —La voz de Lucy hizo fruncir a la castaña. ¿No sabía que estaban jugando a las escondidas? —¡No pasó nada!
—No hables —la voz de Edmund Pevensie sonaba molesta—. Ahí viene.
— Oigan, creo que no entienden el concepto de escondidas. - Andrómeda se acercó hasta donde los hermanos Pevensie estaban - Lucy ya no quiere que juguemos más.
— ¿Ganamos? - Susan miró a su hermano con una sonrisa —. ¿De qué estaban hablando?
—¿No se preguntaron dónde estaba? —preguntó la niña con confusión. — Estaba lejos por horas. Hay un armario arriba y visité a un fauno en Narnia.
—¿Armario? — Andrómeda creyó recordar de pronto aquel viejo armario con ropa. — Hay uno en una habitación, pero solo tiene ropa vieja y abrigos.
—Pero es verdad —afirmó la niña—. Tuve que regresar porque se hizo de noche allá y...
— Lo lamento mucho — Susanne la miró apenada—. Mi hermana no sabe lo que dice.
— No importa, está bien — la niña parecía a punto de llorar —. Pero podemos revisar el armario para comprobar.
Subieron todos juntos a la habitación donde se encontraba aquel viejo, pero hermoso armario hecho a mano. Los hermanos se acercaron tocando cada centímetro de este. Pero no había nada, como todos esperaban encontrar. Peter observó a su pequeña hermana con desaprobación al mismo tiempo que daba un suspiro.
— Aquí no hay nada, Lucy. — Susan miró a su hermana — Solo está el fondo del ropero y nada más.
— Un juego a la vez, Lu, no tenemos tu imaginación. — Los hermanos miraron hacia Andrómeda — Lo lamentamos, mi hermana a veces imagina cosas.
—Pero no lo imaginé —dijo la niña—. No estoy mintiendo. ¡En serio!
— Lucy, basta — Susan estaba molesta —. Hasta la nieta del profesor pudo comprobar que no hay nada.
— Yo te apoyo — Edmund dio un paso a la frente —. Te creo, yo vi un campo de fútbol en el gabinete del baño.
— Ya, Edmund, déjala en paz. — Peter miró a su hermano con el ceño fruncido, la tensión ya palpable solo terminó de explotar en cuestión de segundos —. ¿Por qué siempre tienes que empeorar todo?
— ¡Te crees nuestro padre! —gritó Edmund —. Pero no lo eres.
Andrómeda se quedó a solas con la pequeña en silencio durante algunos segundos. Lucy parecía muy triste. No entendía absolutamente nada de lo que estaba sucediendo entre los hermanos y, además de ello, no estaba completamente segura de cómo consolar a alguien.
—No estoy mintiendo —dijo nuevamente la niña—. Andrómeda hizo una mueca —¿Por qué nadie me cree?
— Lucy, será mejor que bajemos. — Ambas salieron de la habitación en silencio, pero algo dentro de Andrómeda gritaba que estuviera atenta a ese viejo armario. — La cena estará lista dentro de unas horas.
Esa noche, Andrómeda soñó con un hermoso castillo a las costas del océano; un hermoso atardecer acompañaba la belleza del lugar. Una voz cálida susurraba su nombre en el aire. ¿Existiría de verdad tal lugar tan hermoso en alguna parte? Desde la playa un león la observaba con cuidado, su sueño de verdad era muy extraño.
— Debes estar preparada, hija de Eva. — Andrómeda no entendía a lo que se refería. ¿Hija de Eva? — La guerra está cerca y necesitará de ti, tu hogar necesita de tu ayuda.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro