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Usuario: Elia_Flores
Tema elegido: Hospital
Cantidad de palabras: 6159
Fandom: Tokyo Revengers
╰ Mikey...
Se dice que la vida es un segundo y que ese segundo es cuando nos damos cuenta de lo valiosa que puede ser nuestra existencia, y cuando es tarde para poder recuperarla solo nos toca seguir adelante.
Takemichi no es de las personas más afortunadas de la vida, mejor dicho la vida le dio la espalda y le dio una buena patada para que no pueda ni levantarse para seguir viviendo.
Luego de haber sido terminado por su novia tuvo que ese mismo día salir despavorido hasta su ciudad natal para poder ver a su madre que había sufrido un accidente de tránsito que le tenía entre la vida y la muerte.
Y...
Luego sufrir él mismo en carne propia un accidente de tal magnitud que le dejó en coma cinco días, huesos rotos y golpes superficiales muy dolorosos.
Su ex novia al enterarse- ella fue la única persona que tenía marcada como llamada de emergencia- fue de inmediato a verlo, no eran novios sí, pero eso no quiere decir que ella no esté con esa persona que compartió años de relación, Takemichi le necesitaba más que nunca ya que había la gran posibilidad de que el chico pierda una pierna, tenía que esperar a como iba su recuperación para dar un resultado que sea positivo. O si no tendría que amputar esa extremidad antes de que sufra las consecuencias.
Al sexto día el de ojos azules despertó, muy desorientado con dolores en cada parte del cuerpo y la cosa más grave de la situación.
No recordaba a nadie, ni su nombre y ni que su madre le esperaba. Nada.
─¿Esto tiene cura?─ preguntó Hinata mientras sostenía la mano de su ex, por acto de inconsciencia Hanagaki confiaba en la mujer que dijo ser su amiga, además no tenía de otra no tenía más familia o eso sabía.
─Es imposible de saber si recuperará la memoria, el joven puede que la recupere en un tiempo o...
─Que nunca lo haga...
─¿Cómo podría hacer para que pueda recuperarla?─ la pobre fémina estaba desesperada, nunca espero que esta situación se de así de grave con su amigo, la vida del pobre solo iba en picada al fracaso, nada podía salirle bien.
─Hay ejercicios donde puede poner a funcionar secciones del cerebro que manden señales a su canal cerebral para que active esos recuerdos perdidos, la mente es un misterio aún señorita.─ el doctor dudaba mucho que el azabache recupere su memoria ya que al ver su historial médico detecto que el accidente afectó de gran parte de su cabeza por darse un golpe contra el parabrisas del auto en el que conducía, todo por no llevar correctamente el cinturón de seguridad.
Era un milagro que Takemichi aún respiré.
Luego de esas duras palabras el médico que atendió al de mechas se retiró para seguir con su labor.
El pobre Takemichi deseaba arrancarse los cabellos de la rabia que sentía, no sabía nada de su vida, nada de las personas que una vez le rodearon, nada de como fue tan miserable que prácticamente se quedó solo.
─¡Necesito saber quien soy!─ gritó furioso Hanagaki soltando lágrimas en el proceso, sus ojos no brillaban, su sonrisa no sé mostraba, su alegría a pesar de las carencias no estaba ahí para demostrar lo fuerte que él podía ser.
Solo dolor en una persona que lo perdió todo, hasta 'su vida en vida'.
─Vete porfavor, ya has hecho mucho por mí.─ comentó de forma corta y fría Take, Hinata negó y se acerco a darle su mano para que pueda apretarla sin embargo, el de ojos azules empujó la mano a un lado.
─Takemichi... te pued-.─ fue interrumpida abruptamente por el varón.
─¡No puedes, no puedes hacer nada! ¡Soy un caso perdido! ¡Mírame debería de haber muerto en aquel accidente, no sé ni quien eres!─ vocifero dolido el chico que lloraba mares confundió del mundo en el que se encontraba como un huésped no deseado.
─Cálmate. No ganas nada alterandote.
─¡Vete, quiero estar solo!─ Takemichi de la rabia lanzó la lámpara que se hallaba aún lado de su camilla, la de ojos rosas desconocio la actitud tan grosera y poco digerible de Hanagaki que hace unos momentos deseaba morir.
No lograba a un entender la razón de que aún siga respirando en ese mundo, solo las escenas de como veía delante de él a aquel camión de carga arremeter contra su auto es lo único que recuerda del accidente, solamente eso. No sabe más, se siente perdido en un mundo que no conoce, está solo.
Como parte de su recuperación es sacado a pasearse por los alrededores del hospital, si bien no le interesa mucho estar fuera de su habitación le gusta como hace que el sol pegue a su piel dándole mayor energía para no estar en cama todo el día, su pierna duele como nunca solo que él no dice nada porque teme que eso sea contraproducente y genere un problema a futuro.
Hinata desde el día que le pidió que se vaya no ha vuelto a pisar el hospital o llamarlo, desapareció dejando a Takemichi contra ese mundo que desconoce.
Con curiosidad por saber que hay más allá de esos árboles del centro hospitalario se dirige con su silla de ruedas siguiendo un camino de concreto que de a poco va mostrando un lindo lago no tan archo pero si que es lindo teniendo a una familia de patos en su centro tomado los últimos rayos del sol extendiendo sus alas.
Él sonríe ante esa imagen familiar, por dentro siente que algo le hace falta, no sabe pero le duele mucho.
Cuando se da cuenta de como alguien susurra bajo mira a su costado, lo que menos espero fue ver a alguien en ese apartado espacio, esta un joven parado con la mirada en el horizonte, sus cabellos azabaches se mueven por la brisa del viento. Y lo que más llama su atención es ese peculiar tatuaje de dragón en su cuello que le hace ver como un maleante o eso piensa ya que la postura del joven es relajada.
─Es una tarde muy linda ¿no crees?─ habla de forma repentina el azabache causando un susto que sacudió a Takemichi junto con su silla, el de ojos azules asiente y mira como el atardecer toma posesión del cielo, estar de esa manera le trae como una sensación de paz y felicidad que no espero sentir estando al lado de un desconocido.
El pobre Hanagaki suspira y decide también entablar una conversación con esa persona que está con él, sin saber que al momento de que se ven siente un apretón en el pecho haciendo también que su cabeza duela de un lado, a su vez aquel chico abre con sorpresa sus ojos negros y se va acercando poco a poco hasta el pobre inválido que parece estar en una crisis.
De improviso aquel hombre se lanza a abrazarlo, sin saber unos motivos claros pero lo siente necesario tanto como una necesidad básica de vivir, Hanagaki simplemente se deja abrazar, le agrada esa calidez que le transmite esa muestra de afecto. Había deseado inconscientemente que alguien le brinde esa manera de apoyo, y que más que alguien que te genera paz y no te ve como un bicho raro.
Siente su pecho mojado, el pelinegro lloraba en su pecho, el contrario no sabe que hacer ya que de una u otra forma siente nostalgia al estar en brazos de aquel chico que llora en su pecho.
─¿Nos conocemos de un lado?─ pregunta con curiosidad el ojiazul mientras siente removerse al varón que antes lloraba, el desconocido sonríe aún con lágrimas cayendo por sus mejillas y niega.
─Nunca te había visto, pero te me haces familiar.─ el de rulos limpia con su mano no tan herida las gotas saladas que manchan el rostro del muchacho de tatuaje, él no se niega a ese acto tan puro.
Luego de ese momento tan emotivo deciden entablar una conversación para conocerse, quizás en uno de esas palabras haya algo que haga que Takemichi recupere su memoria y pueda dejar de sentirse vacío y solo. Uno al lado del otro- el de risos en su silla de ruedas- miran como el atardecer desaparece dándole paso a la linda noche.
─Estoy aquí porque mi mente está mal, mi hermana fue la persona que me internó aquí para que me trataran, solo que eso fue hace mucho tiempo.─ dice con una sonrisa plasmada en los labios. Takemichi piensa que su hermana lo había abandonado, pero Manjiro interrumpe.─ Cuando iba de regreso a casa fue asaltada y por un intento de no querer darle nada al ladrón uso un arma para dejar a mi hermana sin posibilidades. Él la mató porque no quiso darle su cartera que solo traía unos 25 dólares en efectivo y unos centavos.
─Lo siento mucho.─ Manjiro niega cambiando su semblante a uno más serio, sus ojos se tornan más oscuros, la noche acompaña a su cambio de humor.
─Decidí que si salía de aquí podría pasar una calamidad mayor, soy una persona que no controla sus emociones al cien por ciento, temo que un momento de desesperación haga justicia con mi propia mano o lo peor, que haga daño a quien no lo merece por mis impulsos. Soy una mala persona.─ los azules ojos de Takemichi miran con asombro como ese desconocido toma forma en su mente, no lo ve como un monstruo, lo ve como un ser humano que ha pasado por tanto dolor que simplemente ha dejado que eso lo consuma hasta perderse en una noción de la vida completamente diferente.
El azabache no pregunta más de la cuenta, no quiere ser un atrevido y menos un curioso.─ Yo estoy aquí desde hace dos semanas luego de un accidente de tránsito, además de que no recuerdo nada de mi vida pasada, solo el momento del accidente y dolor.
Sano ríe, Takemichi le mira con extrañeza. ¿Qué es lo gracioso de su caso? Ser un hombre sin memoria es como ser nadie en esta vida, esa falta de conocimiento personal hace de él un inútil.
─Deseara no recordar mi vida, el pasado.
─No lo deseas, es como estar maldito sin poder recordar nada de tu vida, sin saber siquiera quien eres.─ el de pelo corto le observa con atención como su nuevo amigo le dice lo mal que es estar sin un recuerdo de su vida. Y eso le enoja.
─Desde que tengo uso de memoria, solo han sido perdidas y más perdidas, al igual que tú tengo un pasado que difícilmente olvidaré. Recuerda eso Takemichi.
Y se levanta en un salto y sin mirarle se retira yéndose por los arbustos dejando solo al otro muchacho que dejan varios pensamientos luego de esas palabras tan llenas de una historia de tristeza que su dueño refleja en sus ojos negros.
Luego esa conversación pasaron unos días, dias en los que Takemichi se iba recuperando así como que la intensidad del dolor de su pierna había disminuido considerablemente hasta ser un dolor soportable para su portador, y al ser un día animado decide salir para tomar aire fresco también con la intención de encontrarse con Manjiro que no había vista hace unos días.
Yendo al mismo lugar donde lo vio lo encontró en el mismo lugar solo que en esa ocasión dejaba ver más a la vista el tatuaje de su cuello, llevaba puesta una camiseta imperio con unos joggers, imaginó que en la mañana salió a entrenar por eso llevaba a esa ropa media deportiva.
Se acerca y saluda.─ Buenas tardes Manjiro.
El mencionado voltea y sonríe al ver a su amigo, le hace feliz la presencia de Takemichi.
Deciden conversar de esos días que no se vieron hasta que una platica sale a la luz dejando atónito a Hanagaki que no sabe que decir, solo puede escuchar.
─Perdí la razón de estar vivo.─ mientras Sano recita esas palabras, algo dentro de Take se pone en alerta, le da miedo imaginar ahora la muerte que hace unos días la deseaba.
El joven de cabellos negros y cortos se acerca a abrazarlo sorpresivamente como la primera vez que se vieron, eso deja algo asustado al pobre ojiazul que está en blanco.
─Estar entre tus brazos es tan cálido, ¿puedes acariciarme?─ pide como un niño entre los brazos de Take que asiente viendo lo tierno que puede ser su amigo con esa actitud algo infantil que le resulta imposible de rechazar. ─Y dime Mikey, así me siento más a gusto.
Sonríe plácidamente, estar con Mikey hace que se le olvide que es un 'sin memoria' dejando que esa persona que conoció de pronto lo haga una persona real, y hasta de cierta forma eso es bueno porque no se siente solo como al inicio, por fin alguien le hace sentir vivo.
Le gusta, le gusta estar vivo y con Mikey.
Así pasaron unos meses donde se fueron conociendo más, sacando a la luz sus verdaderas personalidades que difícilmente no hizo que ambos no cayeran rendidos ante el otro.
Ambos jóvenes empezaron a sentir un sentimiento muy fuerte hacía el contrario que fue creciendo a medida que se iban conociendo así como acercando.
Hasta que un día el primero en dar ese paso importante para que se den cuenta de esos sentimientos fue Mikey que beso a Takemichi, fue repentino y sorpresivo que el pobre azabache de risos se desmayó, Sano durante esos días había olvidado ese dolor que le hacía ver la vida como la peor cosa que le haya pasado, estar con ese chico resulto hacerle cambiar de opinión. Todo tiene su salvación y para él eso tiene nombre y apellido, y le gusta que sea ese chico que conoció una vez que iba ahogarse en ese lago.
Fue el mensaje que la vida le mando para que siga viviendo.
Una tarde de otoño la pareja de chicos se hallaba comiendo un pequeño picnic que habían armado en complicidad con las enfermeras y médicos del hospital que amablemente les ayudaron en esa pequeña e íntima cita. Los dos estaban bien, Hanagaki recuperó la movilidad de su pierna sin la necesidad de amputar y Mikey sus ganas de vivir en compañía de su novio, siendo los ganadores de esa tragedia que les abordó en el pasado, ahora viven el presente.
En la tarde Takemichi ya se encontraba en su habitación preparando sus cosas para salir el fin de semana con Manjiro que le había invitado a salir ya por sus primeros cincuenta días como pareja, cosa que hizo feliz al más alto que sin dudar aceptó salir con su pareja, era Viernes por la tarde así que debía preparar sus cosas ya que sabe lo desordenado que es y no quiere estar en apuros al día siguiente.
─Señor Hanagaki tiene visitas.─ informa una enfermera amiga de él, el ojiazul le dice que puede pasar nomas a su habitación aquella visita, en realidad no esperaba a nadie ya que no conocía a nadie, tal vez quizás algún familiar suyo apareció.
Dos toques en su puerta lo alertaron, con un 'pase' de parte suyo aquella persona ingresó cerrando al paso la puerta antes abierta por su mano. Take aún seguía volteado acomodando su ropa limpia en un pequeño mueble de la habitación que le daba calidez en esos días de soledad por su amnesia.
─Takemichi...─ de inmediato conoció aquella voz que una vez despertó del coma estuvo con él hasta que le dieron esa mala noticia. Esa voz que en sus sueños le llamaban, esa voz que el día que despertó le dijo que estaría con él hasta el último día, esa voz que recuerda solo en su mente pero no de memoria donde hayan compartido algún recuerdo.
El moreno se da la vuelta una vez deja aquella bufanda que Mikey le regalo en su primera semana de pareja, lo que más sorprendió al de ojos azules fue ver a esa mujer con un bebé en brazos, esos ojos llorosos que una vez brillaron tanto que los deslumbraron.
¿Qué demonios estaba pasando?
─Hinata...─ musita luego de unos segundos de silencio mientras enfocaba su vista en aquel pequeño niño que tenía un chupete y le miraba con esos enormes ojos azules iguales a los de él.
La mujer como si las palabras de Takemichi fueran dagas termina derrumbada en el piso con sus rodillas como apoyo y dejando salir esas lágrimas que tanto a guardado.
El joven inmediatamente se arrodilla para poder sostener el cuerpo de la chica que lloraba con el bebé en sus brazos, y como la inocencia del mismo parecía no verse afectada con lo real de ese cruel mundo en el que nació.
─¿Qué sucede Hinata? ¿De quién es este bebé?─ pregunta el pobre muchacho aún ignorante de la realidad que se negaba a creer, la pelirosa solloza en el pecho de su ex pareja y mira con gran dolor al pequeño niño que no sabe nada de lo que esta próxima a decir.
La joven apretó su mandíbula temiendo que lo que vaya a decir le condene a la miseria en la que se estaba revolcando ahora por no saber decir la verdad, alzó la cabeza y miro los expectantes ojos de Hanagaki que la sostenía en sus brazos, vagos recuerdos de su adolescencia invadieron su mente, esos recuerdos donde ambos se amaban, donde los dos se prometieron el mundo y la eternidad solo que... acabó...
Hinata se culpa en silencio haberle ocultado a su ex que estaba embarazada, que haya recibido esa llamada del médico en el que se atendía justo cuando él iba a ver a su madre, se odiaba por ser una mala mujer que hizo tanto daño con sus mentiras con callar para no tener que estar más en ese constante dolor. Solo que su silencio le hizo prisionera de sus mentiras y que la verdad sea la condena de su infelicidad, que ese bebé sea la muestra de que la verdad es algo que jamás se podrá ocultar a los ojos del mundo.
Ella se levanta del piso sosteniendo fuertemente a ese bebé que llevó en su vientre durante nueve meses sin decirle nada a nadie, ocultandole al padre su situación. Ahora ya era tarde para querer enmendar las cosas que cometió por su egoísmo, pero debía de intentarlo, Takemichi no era una mala persona. Y menos con ella quien tanto amo.
─Este bebé... es tu hijo, Takemichi...
La noticia cae como un balde de agua fría para el chico que se paraliza en su lugar dejando sus ojos en la nada, varios retazos de sus memorias se van presentando para el sujeto que antes carecía de un contexto de su vida pasada.
Takemichi conducía su auto hasta el otro lado de la ciudad con tal de poder ver a su madre que había sufrido un accidente que la tenía entre la vida y la muerte, luego de esa charla que tuvo con Hinata y de acabar con su relación lo tenía mal en realidad, su mente parecía un mar sin varada, sus emociones eran un lío que no sabían que representar en el portador.
Oía la radio local tomando un poco de aquel café que tanto gusta de esa cafetería de la carretera, al menos eso lo mantiene distraído y sabe que quizás no sea el momento de llorar ya que su madre está en peligro y necesitará de su fuerza para vivir, así como él de una que lo haga sentirse vivo antes de que sus emociones colisionen acabando con su raciocinio.
Su teléfono móvil suena, el número desconocido se marca en la pantalla, él ingenuamente toma la llamada para avisar quizás se hayan equivocado de número, al contestar una señorita le dice que para el día de su parto está programado esta listo que en la tarde podrá ir a retirar la documentación para ese día. En ese momento el ojiazul queda en blanco al oír, confundido y sin saber nada de lo que sucedía pregunta.
─¿Disculpe de que documentos está hablando?─ apreta inconscientemente el volante del auto así como el acelerador subiendo el kilometraje de viaje al que iba, sus ojos pican así como su garganta.
─La señorita Tachibana dejó este número como referencia en casa de no poder contactarla, ella al estar embarazada pidió que se le informe una vez este listo su parto programado.─ los labios de Take se sienten resecos, la garganta le arde así mismo como sus ojos llorosos nublan su vista del camino, cuelga sin poder escuchar más.
Le duele, le duele oír de la boca de una desconocida que será padre y que Hinata le haya ocultado tal derecho que tenía como padre de la criatura, suelta en llanto como un niño, tiene una nueva responsabilidad que atender ahora que será padre, tiene miedo del mañana, del ayer y del hoy, esta asustado así como cualquier persona que sabe lo difícil que es la vida de un adulto, su posible hijo tarde o temprano necesitaría cosas que él posiblemente no le pueda ofrecer como debe ser.
Cuando iba a tomar el teléfono para llamar a Hinata su café cae sobre sus piernas, el calor del café le arde así que se levanta un poco apretando más el acelerador, no ve el camino ya que trata de secar su pantalón.
El pitido de un camión lo alerta, sin embargo; ya es tarde su auto fue impactado por uno más grande, da tres vueltas de campana que impacta el vehículo contra el tronco de un árbol dejando inconsciente al conductor del auto más pequeño, los ruidos son demasiados molestos para él, solo quiere cerrar sus ojos y descansar.
─¡Porqué me lo dices ahora!─ grita con sus lágrimas manchando sus mejillas, su voz es dura y dolida. El dolor de su cabeza es también otro problema, este se intensifica a cada segundo que se mantiene esa caliente conversación.
─¡No iba a dejar que mi hijo sea igual a ti!─ grita también sin darse cuenta que esas palabras lastiman a Takemichi demasiado, porque son una realidad.
La rabia es lo de menos ahora, solo existe indignación y mucho daño.
─Eres una mala mujer...─ ahí es donde el azabache entra en razón y de como su madre le aconsejo en no entablar nada con esa muchacha, su madre siempre tuvo la razón, Hinata nunca pensó en él como una pareja, lo vio como su oportunidad de poder salir de casa con tal de vivir su libertina vida.
─Takemichi... no puedo, no puedo ser una madre soltera. Es difícil, estoy cansada, porfavor vuelve conmigo.─ los ojos azules de Hanagaki impactan con los rosas de la fémina que traga saliva nerviosa por esa dureza en la mirada del chico que una vez le suplico de rodillas 'perdón'.
─¿Qué dices? Estas mal Hinata, no lo haré.
─¡Es tu hijo también! ¡No puedo criarlo yo sola!─ reclama colérica la mujer de cabellos cortos, el bebé llora al sentir la mala energía de la habitación, el de risos oye el llanto de su hijo que de un movimiento rápido está en sus brazos con el calor de un padre que luchara por mareas imposibles de cruzar.
─No lo hago por ti, lo haga por él. Jamás estaré contigo de nuevo, fui tan ciego al creerte tanto, te amé demasiado que me cegó, pero ya no más.
Demanda sosteniendo al bebé que calmó su tristeza al sentir como su progenitor le da amor, ese amor que tanto espero.
La pelirosa se deja caer en un silla incapaz de decir algo más, estaba perdida.
Mientras tanto Manjiro había oído todo, con una sonrisa en sus labios y sus lágrimas cayendo por sus mejillas se dejó caer por la pared hasta la baldosa.
Amar siempre dolerá cuando hay de por medio hijos, amar dolerá porque así es cuando lo estás, cuando amas a alguien tanto que ni tu sabes el daño que puede provocarte, amar dolerá siempre y cuando sea de verdad pero haya un pasado por detrás que tarde o temprano saldrá.
Lo que menos desea Mikey es dejar a ese niño sin un padre que vele por él, no sera un miserable. Tampoco le quitaría la felicidad a un inocente.
Dolería, pero valdría la pena intentarlo.
Un día después de lo sucedido, Mikey se hallaba reposando en aquel lago comiendo su tan adora dorayaki y disfrutando de los últimos días de otoño antes de que el invierno haga más frío en el país y congele ese lago que tantos recuerdos le ha generado con la persona que tanto ama, lleva consigo un pantalón deportivo en color gris y una chamarra verde con su capucha. Miraba como el viento se llevaba consigo las últimas hojas que tenían los árboles en su copa, como el pasto cambio de un verde tan vivo a uno opaco y anaranjado no tan impresionante.
─¿Mikey sucedió algo?─ Oír la voz de quien amas por última vez es realmente gratificante cuando eres un enfermo mental y sabes que tarde o temprano tu locura acabara con todo recuerdo bueno para darle paso a los malos que te acabaran destruyendo.
─No mucho, solo hay algo que debo de decirte.─ en un salto con el apoyo de sus manos el pelinegro se para de su improvisado asiento de madera que ambos una vez habían dejado, limpia su ropa de cualquier hierba que se cole arruinando su vestimenta.
─Claro, te escucho.─ la inocente sonrisa de Takemichi hace doler el corazón de Mikey que no rompe ahí mismo esa falsa careta que le acompaña.
─Debemos terminar.
Take abre sus ojos en grande con sorpresa y dolor mismo, ¿oyó bien? Claro que lo hizo, su Mikey, ese chico que tanto ama le dijo semejante cosa. Eso le recordó claramente a cuando Hinata le dijo lo mismo solo que lo de ella fue menos doloroso que este.
Joder, si hablaba en serio.
─¿Qué? Manjiro, no digas tonterías y menos hoy.─ ese día le dieron el alta a Takemichi, según ya que iría con una cita romántica con su pareja, pero todo plan fue marchitado con las recientes palabras de quien dice amarle.─ ¡No puedes simplemente decir eso! ¿Qué pasó?
─Se acabo, el tiempo que pasamos fue bueno pero hasta ahí, se feliz Takemichi. Te dejo libre, no seré quien apasione más a tu vida...─ al parecer aquella locura que Mikey albergaba no solo fue lo condeno a ser infeliz, había más que él deseaba ocultar.
El ojiazul muerde con fuerza su lengua tratando de no decir más, no quería humillarse más por un amor que tanto duele, ese Takemichi había quedado en el pasado, debía de ser fuerte por ese hijo que tiene, necesitaba de él.
Se retira lentamente sin mirar atrás, sabe que posiblemente esa sea la última vez que se vean 'con vida'. Lo que sería la hermosa velada de los enamorados terminó siendo el rompimiento de dos corazones que no pudieron acabar de su maldición...
Sano aprieta aquella caja que con tanto recelo guardaba, la noche cae y con ella aquel joven de tatuaje en miles de pedazos por perder una vez más al amor de su vida.
Quizás en otra vida.
Dos días más tarde la gran puerta de aquel hospital que tantos nuevos recuerdos le dieron le dan la despedida, quería ir y ver de nuevo a Manjiro con esa sonrisa que daba solo que aún no era tiempo.
Desde la ventana de su habitación puede ver como el gran amor de su vida sale, no mira atrás ni una sola vez, no lo mira a él, eso lo entristece pero a la vez pone orgulloso, sabe que en otra vida ellos podrán volver a intentarlo. No pierde aún la esperanza de ser feliz con él.
Nunca lo hará. Jamás.
Pasan unos meses, Takemichi por fin puede decir que logró uno de sus objetivos, poder darle la vida que tanto se merece su hijo. Tiene un trabajo como gerente en una pequeña tienda de DVD que es muy bien reconocida por tener entre sus productos listados de películas muy interesantes. Una tarde mientras revisaba el correo de su casa que llevo al trabajo se encuentra con la carta de esa persona que siempre está en sus pensamientos.
Sonríe feliz de saber que por fin podrán verse, aunque dice que solo será para despedirse ya que según las palabras escritas en el papel Mikey encontró a su otro hermano y que viajaría con él por el mundo, deseaba despedirse. Sin mucho que decir Takemichi fue feliz con saber que vería a su antiguo amor por fin ser liberado de sus demonios y poder volar en compañía de su único familiar vivo.
La ida al hospital fue como entrar a otro lugar que le hacía sentir paz, al momento de llegar fue recibido con gran alegría por los médicos y enfermeras que tanto lo recordaban por ser una buena persona, eso le alegró mucho conociendo que en el pasado el fue un don nadie para los demás.
El varón luego de saludar a sus amigos se encamina a la habitación que tanto conocía, al estar frente de la puerta esta luce apagada, como si de un momento a otro si toda la luz del lugar haya sido opacada por la oscuridad, sus manos le tiemblan al momento de tomar el pomo de la puerta, duda de si abrir.
Tomando el valor de quien sabe donde abre, sus ojos se cierran unos segundos y un olor nauseabundo le provoca vómito y muchas arcadas seguidas de un dolor de cabeza, no quiere abrir sus ojos, teme a lo que sea que esté ahí.
De a poco va abriendo sus azules ojos, y no puede creerlo, no es verdad lo que ve.
Grita como si su vida corriera peligro, como si de un animal salvaje le atacara arrancadole la piel, como si de ello haría que salven a Manjiro.
Le arde la garganta como si miles de alfileres se inscrutaran en su tráquea, sus ojos arden como si limón hubiera sido puesto en ellos directamente para dar semejante ardor, el cuerpo le tiembla como un témpano de hielo y su corazón late en frenesí.
Una enfermera lo alcanza a cojer antes de que cayera al suelo, los médicos entran a la habitación del joven Sano, colocan una silla para poder bajarlo del peldaño del techo donde una sabana acoge su cuello.
Takemichi sigue en shock sin saber como demonios hacer que su boca suelte palabra o siquiera otro sonido que no sea su ya seca voz, las enfermeras lo tienen fuera de la habitación tratando de que se calme y pueda centrarse en un punto, que piense con claridad y vuelva en sí.
En la habitación dos doctores buscan algún signo de vida en el cuerpo del pelinegro que hasta ahora no parecía tener signos vitales, sus labios morados así mismo como el cuello demasiado flácido, era claramente la muerte de esté.
Aquellos médicos se miran con pena, simplemente no podían creer que él haya tomado dicha desición cuando aparentaban estar bien hace unos meses.
Manjiro Sano fue declarado como muerto a las 14:38 minutos de un Sábado, a unos días de su cumpleaños.
Ese día Takemichi había visto con sus ojos como el quien fue el amor de su vida se había cansado de estar en ese cruel mundo.
[...]
Cinco años después.
─Hace demasiado frío...─ dijo con voz suave Takemichi mientras llevaba entre sus manos un ramo de rosas blancas, a su lado un pequeño niño iba con una rosa roja en su manita.
─Papi, ¿hoy por fin podré conocer a tu amigo?─ preguntó inocentemente Sora a su padre que sonriendo sabiendo que su hijo después de todo aprendió a querer a Manjiro sin siquiera conocerlo directamente.
─No lo dudes, es tiempo de que lo veas.─ era una tarde muy tranquila para ambos miembros de esa pequeña familia, hoy por fin después de unos años de espera llevaría a su pequeño niño al lugar donde descansaba su gran amor.
Hace unos años no podía aún creer que ya no esté Mikey ahí. Ahora luego de una recuperación temporal puede sonreír al mundo sabiendo que aquel que amo por fin puede descansar en paz hasta que él en algunos años pueda acompañarlo.
Sabría que Manjiro lo esperaría.
Ingresaron al cementerio donde descansaban los demás miembros de la familia Sano, era lamentable saber que cada uno de ellos tuvo que soportar un gran dolor en su vida para que luego hayan acabado con el beso de la muerte.
Los pasos de Hanagaki eran firmes, así como esa sonrisa plasmada en su rostro maduro, sus cabellos negros habían crecido mucho hasta dar con sus hombros, sus ojos azules brillaban en lo alto. Y él podría avanzar esos obstáculos con perseverancia. Aquel hombre débil y mediocre quedó en el pasado dándole paso a un hombre fuerte y capaz de no rendirse, no bajar la cabeza.
Enfrente de él se alzaba la tumba de la familia Sano que hoy tenía como residentes a siete miembros descansando, todos ellos fueron personas con grandes problemas, sin embargo, eso no fue impedimento para que no pudieran mostrar una sonrisa sincera al mundo que tanto dolor les causó.
Los ojos azules de ambos miraban con gran tristeza ese lugar tan especial, Takemichi recordaba en su mente buenos recuerdos que tuvo con Mikey, fue muy feliz con ese hombre que sin importar el día lluvioso o soleado, le dio una sonrisa.
El amor que Manjiro le dio le enseño que para todo existe lo bueno, que olvidar fue uno de los regalos del destino y no sea un muerto en vida.
De su bolsillo saca aquella carta que Mikey le dejo el día que había decidido acabar con su existencia, la carta se le fue entregada en el funeral del mayor por parte del medio hermano del azabache, Kurokawa Izana.
Le dijo que debía de abrir el sobre una vez esté listo para saber las razones por las cuales el azabache había tomado esas decisiones.
Eso fue hace cinco años, guardó esas palabras expresadas muy bien para cuando este listo.
Ahora por fin podría leer que es lo que Mikey le quería decir y cuales fueron los motivos que le dieron el impulso para morir a mano propia.
Esas palabras escritas con tinta, unas manchas alojadas en la hoja teñidas de sangre significaban como el desgaste del joven iba tomándolo presa.
Las lágrimas brotaban de los ojos azules de Hanagaki luego de leer aquella carta que ese hombre que tanto amo dejó para él, mordía con fuerza sus labios queriendo no sollozar frente a su pequeño Sora que jugaba.
Manjiro, aún después de morir seguía ayudándolo, haciéndole feliz, demostrándole que su amor fue sincero y muy puro.
¿Cuánto tendrá que esperar para que los dos vuelvan a estar juntos?
Sabría que eso sería una espera larga, tendría que criar a su hijo con buenos valores para luego poder irse en paz y estar junto con Mikey.
─Es hora de irnos, Sora. Despídete.─ el azabache de largos cabellos se agacha a la altura del menor que lo mira confuso, él sonríe y toma su manita donde aún sostenía la rosa roja, colocándo el pequeño presente en un jarrón con agua de la lápida.─ Ahora si, le gustará tu regalo.
El niño ríe feliz de saber eso, nunca conoció a esa persona que tanto añoraba su padre pero supo desde el primer instante que esa persona era demasiado importante para que él no lo tuviera presente en su vida. A tan corta edad comprendía algo que para un adulto era difícil de asimilar.
Cargando al menor, el joven se dirige a la salida del cementerio, era un día hermoso, así que disfrutaría con su hijo. Le haría sentir esa felicidad que él de niño no pudo tener por problemas económicos, Manjiro le dijo eso, que sea feliz y lo sería, Sora era esa felicidad que le daba sentido vivir en ese cruel mundo.
Sigue con pasos firmes, a Sora le llama algo la atención, siente una caricia en su mejilla que le hace agarrarse del cuello de su padre para mirar atrás. Sus ojitos azules miran a una persona al lado de la tumba que visito.
No sabe quién es, pero esa sonrisa que ve en el rostro del desconocido es linda y brilla bajo los luminosos rayos del sol, Sora no comprende nada, pero el desconocido alza su mano a modo de despedida. Imita la acción aún con duda.
Takemichi voltea a ver al pequeño que luce algo ido.
─¿Sora todo bien?─ agarra más fuerte el cuerpo del niño, él asiente y se acurruca en su pecho para dormir. El ojiazul ríe sutilmente y acomoda mejor a su hijo, le da amor y calor paternal.
Sigue de largo su camino, el viento mece sus cabellos y el aroma fresco al salir del cementerio lo envuelven en un mundo diferente, hay vida después de todo.
Fin ¿?
╰ La carta de Manjiro esta arriba en el apartado de imágenes.
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