• [CAPÍTULO] • : «𝐕𝐈»
Naeun no sabía cuánto tiempo se había perdido en sus pensamientos, no obstante, tenía más que en cuenta que había sido mucho. Demasiado. Los pocos autos que antes estaban estacionados a su alrededor, ya no estaban. Se dio cuenta cuando entró a la realidad y comenzó a tantear con los ojos el exterior. Se habían ido. Solo había uno en especial. Un Hyundai Genesis Coupe de color azul platinado. Estaba justo estacionado a unos metros del de ella. Mira si a detalle aquel automóvil, pensó:
—¿Cómo es posible que un profesor de universidad tenga el sueldo suficiente para tener en su poder uno de los autos coreanos más caros? Génesis, es una línea de lujo de Hyundai, es probablemente la marca de automóviles coreana más cara que existe en el mundo. —hablo para sí misma— Aunque él dijo que es profesor de psicología… así que supongo que debe tener un consultorio o algo así, fuera de la universidad. Eso sí le daría el dinero suficiente para tener uno.
Naeun esperó pacientemente a que su amiga se acercará. Creyó que sería pronto. Pero al parecer no era así. Esperó otro rato a qué aquellos dos terminaran de hablar. Sin embargo, los segundos se volvían minutos, los minutos se volvían aún más largos. Y cuando por fin creyó que su amiga subiría el auto y así por fin se irían. Está se acercó más a aquel profesor, parecían estar contándose secretos o algo así. Cansada de estar allí de adorno. Naeun prendió el auto y tocó la bocina. Los dos individuos voltearon a verla brevemente y siguieron en lo suyo. Como si fuera una estatua. Eso molestó aún más a Naeun. Bajo la ventanilla y le grita a su amiga:
—¡So! ¡Tengo hambre! ¡Vámonos! ¡Ya es tarde!
El profesor Park Jimin, era un hombre extraño. Muy extraño. Y ella no se quedaría para averiguar quién realmente era o lo que quería. Su amiga voltea con desdén, y rezongó:
—¡Ya voy! ¡Espera que me despido! ¡No soy tan maleducada como tú!
Naeun voltea los ojos, sube la ventanilla y se recuesta en el asiento cansada.
—¡Somin es la última vez que te lo digo! ¡Vámonos! ¡Así que ya, o me voy sin ti! ¡Estás avisada!
Somin se voltea y la mira con expresión preocupada y algo que se remueve en el negro de sus ojos, más profundos que los de ella. Así que supo que era momento de apurarse. Sus ojos se juntaron con los del profesor, y este sonrió. Él acomodó algunos mechones rebeldes de su cabello, hacia atrás. Bajando la mirada para luego sonreírle nuevamente, logrando que Somin se derrita. Por qué sí, ya casi la tenía.
—Ya me tengo que ir o a Naeun se convertirá en una asesina serial. Da miedo a veces. —adujo intentando limar asperezas.
Somin lamento su actual desinterés por agradar, pues antes ella no era así. Es éste un signo más de la edad que tiene. Pero la prefiere a ese afán de conquista de sus coetáneos, a su exceso de vitalidad, su deseo de seducir, a la constante necesidad de éxito para encubrir su creciente inseguridad en sí mismos.
—So… Todos somos capaces de hacer cosas malas, es por eso que debemos saber controlar nuestros impulsos. —habló. Su voz era ronca y grave. Probablemente nadie podría oírla por encima del tamborileo del viento.
—No la conoce, cuando está enfadada, no controla ni su cuerpo. Está loca. Pero la amo así. Loca y desquiciada. —protestó con petulancia, alzando con gracia la ceja izquierda.
—Son muy buenas amigas… ¿No?
—Si. Nosotras no somos amigas por los años que nos conocemos, si no por la calidad que hay en la amistad.
—Oh… que lindas… ¿Tu eres el punto débil de ella y ella es el tuyo, no?
Lo que Somin no noto es el interés de Jimin por saber más de una y de la otra.
—Algo así, si. Naeun no me dejaría sola ni un segundo. Es más, si yo quisiera hacer una locura, ella me seguiría.
—¿Así?
Él miraba al frente, su largo pelo negro le ocultaba parte de la cara, por culpa del viento, quién soplaba y soplaba. Pero ella reconocería su perfil en cualquier parte. Tenía que oírla. Ya sabía cómo obtener lo que quería con tan solo unos simples pasos. Jimin sonrió.
—Pero bueno… tienes que irte, espero que volvamos a coincidir. Señorita Somin.
—Espero lo mismo.
—Te acompaño.
Naeun vio como ambos caminaron hasta la puesta derecha del automóvil, creyó que su amiga de una maldita vez se subiría al auto y por fin se irían lejos de ese asqueroso profesor. Sin perder detalles, vió como la palma izquierda de su amiga toma el picaporte. Al abrirlo. El profesor Park Jimin encierra su mano derecha sobre el antebrazo de ella, alejándola tan solo unos centímetros de distancia del auto, con su mano libre apoyándola sobre el metal. Cierra el automóvil de golpe. Somin trató de erguirse de la acción, cerró los ojos y aprieta los dientes a causa del terrible cosquilleo que crece en su interior. De repente, un pitido dentro de su cabeza lo inunda todo. Se quedó bloqueada un instante, intentó abrir los ojos. Pero no podía. Jimin acerca su boca al oído de ella. Quedando su cuerpo pegado al de ella.
—No te asustes… solo quería decirte algo antes de que te vayas… —susurra.
—¿Qué quería… decirme?
No muy convencida, despacio, se mete en dirección prohibida. Somin tomó la iniciativa torpemente y giró sin haber tomado aún una decisión: aventurarse a saludarlo o dejar que fuese él quien diese el paso. Entonces lo ve. Un poco más allá, sujeta con sus manos las libretas, quieta, inmóvil. La cabeza agachada. Tiene los ojos cerrados y parece aturdida. «Dios mío», piensa Somin. Jimin se inclinó un poco hacia delante. Somin abre los ojos despacio, y el brillo de aquellas esmeraldas lo deja pasmado.
—Oh Dios.. —dice— Eres un ángel. Debo estar muerto.
También ella ve su ensimismamiento, y entonces le sonríe enormemente. Jimin le sonrió y la miró con aire de suficiencia.
—Qué cosas dice…
Entonces Jimin se acerca lo necesario, casi rozando sus labios con los de ella. Su aliento tibio con olor a menta llegó hasta las fosas nasales de Somin. Inesperadamente, los acerca hasta su oído y susurra:
—La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella… ¿No lo crees? —dijo Jimin en un murmullo solo para ella— Un orgasmo al día es la llave de la alegría. Ahora vete antes que tú amiga pierda la mano en esa bocina chillona. —mordió el lóbulo de su oreja para luego dándose vuelta caminando hacia su auto.
Somin, quién se había quedado sin habla. Totalmente encantada por las acciones del profesor, no podía ni respirar. Solo lo siguió con la mirada. Esto a Naeun no le hace ninguna gracia. Si bien ella fue ajena a lo que pasaba comenzó a tocar el claxon repetidas veces nuevamente hasta que Somin volvió en sí. Y entró finalmente al auto. Largos minutos después, iban por las carretera en silencio. Naeun de reojo miraba a Somin pérdida en su propio mundo con una sonrisa tonta en los labios. Suspiro cansada y eso llamó la atención de Somin.
—Nae, ¿qué te pasa?
Naeun llevaba un buen rato notando como el corazón le latía con fuerza, exactamente desde que Somin había posado su mano sobre su hombro al salir a la carrera. Era su amiga, la conocía hace años. Sabía que algo le pasaba. Aún que Naeun creía que no era un buen momento para hablar de ello.
—Nada. —responde, con el tono más neutro del que es capaz.
—Oye, estás pálida.
Somin parece preocupada. A Naeun le cuesta tragar saliva, ¿cómo va a fingir que no pasa nada? ¿Que no está aterrorizada?
—Estoy cansada, sabes que duermo temprano y ya me dio sueño. Además, tengo hambre y mucha sed. —logró musitar— Hace un rato me sentía un poco mareada, pero ya estoy bien.
No se lo cree. Lo sé antes de leer sus ojos. No me cree, pero no le importa.
—Puede ser que se te baje la presión, ¿por qué no paramos un rato? —No es necesario, ya me encuentro bien… Si siento que estoy mal. Freno. Pero estoy segura que llegaremos antes de eso.
—No, no. Yo conduzco.
Ella no se detiene, ni la mira, pero si escucha.
—Somin. No comiences con tus berrinches. Te dije que yo lo hago y ya. —y luego, más seria, añade— ¿Estamos?
Somin tiene una sonrisa preocupada y la mirada suave. Sabe que le oculto algo y espero que aún no sepa qué es, porque quizá entonces no sería tan amable. Asiente.
—Vale… Está bien. Me dices cualquier cosa.
—Si. No te preocupes.
Naeun pone cara de fastidio y asiente con la cabeza. Somin, sin darle importancia, comenzó a pensar nuevamente en aquel profesor. Sin embargo, hoy había bastado esa sonrisa contagiosa, esa vitalidad, la torpeza de un gesto involuntario, para que algo se desgarrase suavemente dentro de Naeun.
—¿De qué hablaban tú y ese profesor? —inquirió Naeun. Fue lo primero que se le cruzó por la cabeza preguntar.
—Qué curiosa amiga mía… —río, aunque la pregunta no le hizo ninguna gracia— Pues… de nada importante. Hablamos de la universidad…
—¿Solo de eso? —sus puños estaban blancos sobre el volante.
Somin tragó saliva, y se inhibió con creceres.
—¿Por qué estás tan interesada? —cuestionó. Alzando una ceja, entre la ebullición de curiosidad e intranquilidad.
—Por qué no me da buena espina, tiene la fachada de majo pero algo oscuro hay en él.
—Para ti todos tienen algo oscuro. —le dijo en un susurró. Inclinándose ligeramente hacía delante.
—Porque todos somos capaces de hacer cosas malas, es por eso que debemos saber controlar nuestros impulsos. ¿Sabes a qué me refiero?
Somin frunció el ceño, el profesor Park había dicho exactamente lo mismo. ¿Coincidencia? ¿O simplemente Naeun los había escuchado?
—¿Escuchaste nuestra conversación?
Naeun la miró de reojo y refunfuñando niega.
—¿Crees que tengo audición biónica o algo así? —preguntó incrédula— ¡Claro que no!
Somin decide desviar todo, prefería no contarle. Por qué sabía que su amiga, comenzaría con su cátedra.
—Quédate tranquila, él simplemente es un profesor que se siente solo. Me contó que se siente excluido, los otros profesores son mayores. Él es el más joven y lo toman de punto, solo quiere sentirse más cómodo. Nada más… no te preocupes. En la primera red flag, te juro que le hago la cruz.
Naeun solo suspiro y asintió.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro